XXI
CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA
DE PEREDA
Oiréis que se dijo:
“pueblo chico, infierno grande”. En parte toda la novelística de José María de
Pereda se centra sobre tal ocurrencia sin encontrar otra solución que una huida
hacia la naturaleza como remedio a las pequeñeces de la mente y el humano
sentir. Hay una colisión irreparable
entre el pensar grande y el párvulo vivir de nuestras existencias cotidianas
destinadas al fuego del fracaso o la pira del olvido. Y es que en medio de un
paisaje arcádico, donde se percibe a cada hora de sol o en las mismas vigilias
nocturnas con un pueblo acurrucado entre montañas bajo la luz de la luna, y
vigilado por cimas ciclópeas que se alzan como dioses encaramados, hitos
telúricos, deidades oscuras emanadas de lo más profundo de la tierra, se
desarrolla la acción de “De tal palo tal astilla”, un estudio cabal de la
hipocresía y una de las novelas de ambiente rural cargadas de mensajería,
invitando a la reflexión no sólo sobre el latido de las pasiones del hombre
decimonónico sino también de la condición humana de todas las épocas, de suyo
ruin. Pereda, en esta entrega, y de una tacada, realiza una radiografía
exhaustiva de la avaricia (don Sotero el usurero), el amor mojigato y con
intereses de Águeda, bella muchacha pero cargada de prejuicios, fruto de la
mala educación religiosa de la época. En la configuración de esta mentalidad
torcida tienen que ver mucho los curas, monjas y frailes. En cambio, uno de los
personajes más limpios y generosos que cruzan las páginas es Fernando, el hijo
de un médico volteriano al que apodan “Pateta” (referencia al pata de cabra o
sátiro con que la imaginación popular antigua representaba al diablo) y que se
enamora de la rica heredera, Águeda. Sin embargo, su pasión, en un ambiente de comidillas,
murmuraciones y habladurías de Valdecines, “habitado por gentes cristianas pero
maliciosas y suspicaces” de que el mozo
aspira a la mano de la rica legitimaria no tanto por amor como los
dineros de la hacienda. ¿Por qué me quieres, Andrés? Por el interés. El autor
nos mete de a hecho en medio de un ambiente cargado de maledicencia, de
segundas intenciones, que llega a resultar opresivo. Lo que son los pueblos.
Bastián, hijo fornecino de don Sotero, y que el hipócrita pretende casar con
Águeda, para quedarse él con la hijuela, vendría a representar, la fuerza
bruta. La escena del intento de violación por parte de Bastián abortada in
medias res por Macabeo que entra en la habitación donde la protagonista intenta
zafarse de la lascivia del bestia de Bastián implorando la ayuda de la Virgen y
rezando el rosario, trepando por un breval es una de las mejor conseguidas, por
la intensidad y trepidante descripción del relato, en toda la novelística
española. Cuadro duro y con suspense que
hace pensar en películas antiguas de Alfredo Hitchcock o en novelas de Edgar
Alan Poe. Todos conocemos las ideas del escritor montañés. Unos crían la fama y
otros cardan la lana. Y los juicios que dispersa en este libro escéptico y
bañado de tristezas perturban el clisé de
derechismo ultramontano de él preconcebido. Tiene que ser precisamente
él, un ultramontano, quien denuncie los abusos de las mentes retrógradas. A
trancas y barrancas se esfuerza por salvar la virtud de la heroína pero tiene
que condenar al suicidio al bueno de Fernando que había cometido el
“atrevimiento de poner en tela de juicio las verdades fundamentales y las
enseñanzas de la Santa Madre Iglesia”. Sub límine, late una el desencanto de
Pereda con aquel género de vida rancio y cargado de prejuicios. Levanta la
tapadera de la olla ferviente al tiempo que nos presenta un drama de pasiones
rurales que se desarrolla en el último de los paraísos perdidos. Potente,
seguro de sí mismo, y con pluma certera y elegante, traba un cuadro narrativo
que es hoja de filiación del Santander y de las Asturias en general de la
segunda mitad del Decimonono. La novela, todo un manual de psicología agraria y
balance sociológico objetivo y realista de las cosas como son y no como
debieran ser, se publica sólo un lustro antes de La Regenta. El argumento,
salvados algunos matices, es parecido y la intención poco más o menos. El
estilo también, brillante. En ambos
casos sendos escritores hacen acopio de la manera de decir montañesa. Asturias,
como se sabe, se divide en dos categorías hablantes: una, los que, cuando van a
la hierba, llaman a la zoqueta para afilar el dalle colodra y, otra, los que la
dicen zapico. Dos bandos, dos terminologías para un mismo concepto. Pereda
pertenece al primer grupo. Clarín al segundo. Sin embargo, la hierba que
amontan en el almiar es la misma. O parecida. Tanto el uno como el otro aman
profundamente la naturaleza asturiana y la santanderina pero critican un poco
la intolerancia de sus villorrios y aldeas poblados por cristianos viejos de
mentes algo retorcidas. Pueblo chico infierno grande y la Iglesia parece que se
regodea de la ignorancia de sus feligresías. Este analfabetismo es buen caldo
de cultivo para su medro. Para los curas chirles el santo temor de Dios no es
el principio de la sabiduría. Más bien, lo contrario. El conocimiento allega
dolor y crítica contra los valores establecidos. Vénganos el tu reino pero que
no sea ahora mismo. Por el momento, la fe del carbonero. ¿A qué meterse en
camisa de once varas? El cura de Valdecines es un santo varón de Dios pero
corto de luces y carece de respuesta a las dudas contra la fe que le presenta el hijo de Pateta. Traza un
plan para su conversión. Es un método gradual y paso a paso que le va a servir
de poco porque su postulante, desesperado por las habladurías, opta por
arrojarse desde una roca tajada. Al escribir De Tal Palo don José María
derrocha fuerza y hace un alarde de dominio omnisciente, tan importante en
novelística. Que los hechos que narras no se te sobrepongan. Que tú lleves
siempre la rienda. Y no se te desmanden los jacos de la cuadriga. Tú, autor,
siempre controlas, galga en ristre, desde lo alto de la berlina. La novela es
el arte de atar cabos. La perfecta y congruente sindéresis. Una verdadera
delicia es, en su caso, la lexicografía. Esa forma de hablar castiza y precisa
en castellano rotundo y eufónico llamando a las cosas por su nombre. En la
descripción topográfica del escenario grandioso de las quebradas que lo vieron
nacer pocos le ponen un pie delante.
Pereda es un Argos de la hipotiposis literaria. Resulta, por contera,
que el escritor santanderino es más liberal de lo que creyéramos y menos carca
-velay los prejuicios- de lo que se supone, aunque su vieja fe cristiana es
recia. En los retratos que nos quedan de él, de señor chapado a la antigua, con
balandrán de catorceno y monóculo, tiene cara adusta de un rebeco siempre a
punto de triscar de risco en risco por los sacrosantos fueros de la tradición.
Debía de haberle dado Dios un genio vivo y cascarrabias. De mil demonios debía
encontrar su ama al viejo solterón de la casona de Tudanca las mañanas que se
levantaba con el pie izquierdo. Pero sus rabietas se acababan pronto. Debía de
ser, como todos los Contreras, algo contradictorio. Agraz por fuera. Dulce por
dentro. Más ruido que nueces. Perro ladrador poco mordedor. Hay traza de genialidad en la forma como nos
presenta a don Sotero el meapilas fariseo y avariento a quien remata en los
últimos trancos del libro con una angina de pecho. Una corazonada tal vez. A
veces lo que uno escribe se cumple. El autor de La Puchera moriría de lo mismo.
El arte de la literatura tiene aspectos misteriosamente oníricos que nos ligan
a los humanos con la antigua profecía y la quiromancia. Casi todos los buenos
libros son premonitorios. Pero la grandeza de esta novela no para ahí. Hay un
estilo maravilloso. Inimitable. Él siembra pautas. Traza caminos que nos llevan
a conocer los giros y las peculiaridades de una región. Hay dos bables,
insistimos: el de las Asturias de Oviedo, desde Parres a Ría de Eo, de los que
llaman zapico a uno de los aperos más utilizados por el Norte y los de las de
la Montaña que lo designan colodra, desde san Vicente de la Barquera hasta
Potes. Pero juntos denominan a ciertos pájaros de la misma manera: la negra
miruella o miruello de pico largo y hondo como una laya que escarba el futuro,
o el pomposo tordipollo o la picara aguzanieves que abreva junto a los
cilancos. Los asturianos conocen como pala a secas al trente o tridente, lo que
en ciertos recodos de la España citerior, allí donde adentra sus manantiales
del idioma Castilla la Vieja apelan gario, voz vascuence, lo más probable,
igual que murio y murias (montón de piedras), carro, corral, etc. El primero es
renuente a la jota que dicen trajeron a España los moros: xatu y xata, mientras
los de Santillana del Mar ofrecen una prosodia más evolucionada, porque acaso
estuvieran más en contacto con la Meseta que sus vecinos al otro lado del
puerto del Escudo. Así, pronuncian: jato y jata por novillos y novillas uncideras.
Un poco más abajo llamarán a este torito que aun no ha cumplido dos años choto.
Se encuentran múltiples variantes en el bable occidental y en el oriental[1]
pero hay términos aldeanos que no varían en una y otra de las modalidades de
las dos orillas de la ría: quima, narvaso, asubiar (poner a cubierto el
ganado). Algunos hablistas exaltados de ahora mismo debieran hacer cura de
humildad leyendo a Pereda. Pero los de una y otra zona encumbran el carro y
echan mano de la sarzuela para que no se entorne. Luego “empayan” toda la
balumba a través del boquerón del pósito. Si hurgas en el fondo de cualquier
español te encontrarás con el alma de un pajar, donde duerme el pobre y donde
fuimos engendrados muchos de nosotros. Que era en ese lugar donde las parejas se
escondían para hacer el amor. ¡Ah la “vita bona” que ahora echamos en falta, el
sabor de la tierruca, la aldea perdida y encaramada en los recuerdos,
retaguardia de toda una estirpe que ha visto como han quedado francos de
servicio a impulsos de la tecnología aquellas antiguas palabras que decían
tanto! Hoy, caídas en desuso y tan añoradas a medida que el idioma se
empobrece. El espíritu indomable de los
ultramontanos ariscos vuelve por donde solía. Se pretende crear un idioma vivo
y en continua evolución donde sólo hubo
una lengua muerta y hoy fenecida al pasar a mejor vida toda una civilización de
matiz campesino, sin asiento literario apenas. ¿Es atavismo o es inducción
foránea? Quieren entronizar a un dialecto, uno de los más hermosos del
castellano plus minusve, eso sí, de buenas a primeras y ad nutum, en
conformidad escueta con su libre albedrío, conforme les da Dios a entender a
los nuevos filólogos de aluvión, pontífices de la tan cacareada cosmocracia que
no es más que un embuste, y untados por
una mano extranjera, como lingua franca. Una tarea para la cual hace falta no
sólo mucha cara sino también bastante imaginación. Con las lenguas no valen
malabarismos de prodigiador. No son un conejo que el osado circense se saca
debajo de la chistera. En nuestro patrio solar gozaron de categorías de lenguas
junto al castellano el vascuence, el gallego, el valenciano, el catalán y el
mallorquín. Pero al paso que vamos, se van a sacar diccionarios hasta del
castúo. Debe de ser por un atavismo recio. Existen en nuestra historia
pulsiones suicidas y de tarde en tarde asoman la oreja. Es tributo de nuestro
estirpe con estos bueyes hemos de arrejacar la linde aspérrima. Este es el país
de la real gana. En De Tal Palo Tal Astilla se hace una crítica de la sociedad que
conoció su autor. Emperejilada por los poderes fácticos de los que traza un
análisis objetivo y sin emblema de facción. En su punto de mira está la Iglesia
con su “legión de curas ignorantes que socavan voluntades y conocen quien es
quien a través del agujero del confesionario (toda información es poder), se
enriquecen a costa de diezmos y relaciones fabulosas sobre el Purgatorio”. La
barca de Pedro, en boca de don Fernando, consiste en toda una nube de frailes comilones y
lascivos que saquean los hogares sin conciencia, perturban las almas y quitan
la paz en los hogares a veces mancillando la honra de las familias. Una
gusanera de monjas rebelándose contra las leyes de la naturaleza cantando con
voz gangosa salmos en latín contrahecho. Una lista de papas disolutos y crueles
como Alejandro VI, la Papisa Juana[2],
Julio II. Un tropel de beatas arrepentidas que con sus pecados de juventud
repoblaron la inclusa. La Iglesia ha sido mazmorra del entendimiento durante
los últimos tres siglos, concluye. La cita es demoledora, pero - relata
refiero- no le falta su miga de razón. Es pertinentísima al hilo de lo que está
sucediendo en la actualidad, cuando vemos a un babeante pontífice aferrado a su
silla gestatoria, que se resiste a condenar, por lo que pueda pasar, los
crímenes de los sionistas nazis y los atropellos de ese general israelí con
cara de sacamantecas. Los blindados bombardean y cercan con tropas de asalto la
iglesia de la Natividad de Belén. En la mente sólo una idea fija: salvar los
muebles en medio de las terribles cosas del acontecer diario. El cielo parece
empedrado de amenazas, pero los que tienen la responsabilidad de dirigir y
auspiciar, referente y faro de la grey, miran para otra parte. Mientras, recogemos los escajos de la gran
zarabanda libertaria del pasado. Todo en nuestro redondel parece que pincha:
los rostros, las palabras, los titulares de los periódicos, los discursos en el
parlamento. Es la hora del vértigo y de los remordimientos de conciencia.
Pereda, que tanto abominaba de la política encarnada por el rostro de
Espartero, el héroe de Luchana, huía de ese mundo ficticio de los salones y de
las largas parrafadas de los periódicos. El cuerpo le pedía Montaña. Pese a
ello, la carne pecadora no hurta el cuerpo al cinismo in ánima vili. Digresiones
aparte, Pereda es el primero en dar la voz de alerta y este mensaje de dolor y
cordura vendría avalado por mosén Cinto Verdaguer. El poeta catalán,
contemporáneo del autor del Sabor de la Tierruca también barruntó que se
avecinaba guerra civil. Ésta tuvo un primitivo contexto religioso. Pereda deja
caer la profecía en boca de sus personajes, lo mismo que el poeta catalán quien
también sufriría persecuciones de su obispo, Murgades, salidos del magín de un
señor tan poco sospechoso de herejía, de derechas de toda la vida, carlista al
igual que el poeta de la Canción del Canigó. Ambos no lanzan una diatriba
contra el dogma y la tradición sino que hacen una reflexión en voz alta sobre
la moral de algunos clérigos y su falta de ética. Y acerca de adónde nos puede
llevar el apoltronado clericalismo trasnochado de la sociedad española
finisecular. Clarín, que como digo era un místico, se une igualmente al coro.
La cuestión religiosa es el eje cobre el cual gira el argumento de la novela
que nos ocupa. Que es de las denominadas de tesis en la forma de narración
costumbrista. Abordada desde el punto de vista de un español profundamente
religioso que se escandaliza de las puerilidades y gazmoñerías de los sectores
papistas exaltados cuya piedad finca en el despropósito y su conducta de doble
pauta poco recomendable. Sus mañas traen a la memoria la infausta imagen de la
monja inglesa que pontificó bajo el nombre de Juan VIII. De hecho, el cura de
Valdecines, que “es un santo”, nada se parece al magistral ovetense, Fermín de
Pas, emblema de la altanería, el lujo y la riqueza. El cura de aldea vive en la
pobreza y la humildad una vida ejemplar, no se mete con nadie, pero tiene un
ama que lo trae por la calle de la amargura con su chismorrería noticiera y
destripacuentos. No olvidemos que estamos en el país de Celestina y esta dueña,
que escucha de detrás de las paredes y espía por el hueco de la cerradura,
anticipa a las comadres de la prensa del colorín. Es por esta sirvienta que
cunde la novedad del noviazgo entre el joven médico hijo de Pateta, “que pedía
iglesia”, dispuesto a renunciar a su convicciones ateas en aras del amor que
siente hacia la mayorazga, por toda la aldea. Las malas lenguas se encienden y
ocasionan que el pretendiente despechado, al oír que busca dineros y no amor en
la doncella, opte por despeñarse por un barranco. La rectoral es una isla de
paz en medio del arbolado océano de codicias, malos quereres, y de lujuria que
embarga Valdecines. Bastián representa a todos estos pecados capitales. Pero la
bondad del preste no basta para contener la furia del huracán de intrigas y su
escasa ciencia teológica colma la medida y la curiosidad de un ateo convencido,
un hombre de mundo, como es el hijo de Pateta. Las respuestas que da al neófito
son desvaídas. Fraseología sin contenido. Explicaciones insípidas. Evasivas y
lugares comunes como contestación a los grandes interrogantes de la existencia.
Aun no había nacido Teihard de Chardin. La Iglesia siempre suele llegar con
veinte minutos de retraso. Cuando no son siglos. La rivalidad ciencia y razón
sigue su ruta. Cada una por senderos diferentes. Bastián, el labrantín
embrutecido, a instancias de don Sotero que lo convence, se decide a forzar a
la muchacha. Precisamente en la maravillosa noche de San Juan cuando media
España danza al borde de la hoguera, transida de canciones y añoranzas. Es la
fiesta del amor y la renovación por el fuego de la vida que no cesa. El valle
ardía como un ascua bajo la luna. Se colocaban las enramadas. Por doquier se
escuchaban los cantos de ronda y los conjuros mágicos. Toda esta belleza se
contrapone a las maquinaciones diabólicas del hijo espurio del usurero que
acude a la cita que le había diseñado éste ahíto de vino. He aquí una dualidad
infierno paraíso. La existencia es una pugna sin fin de ambas fuerzas opuestas.
La encerrona que había urdido el avaro no surte efecto. La ausencia del baile
de Bastián había suscitado sospechas en Macabeo que se cuela saltando la tapia
desde las ramas de una higuera a la alcoba donde el intruso se proponía
consumar su propósito. Gana el bueno pero se detecta cierto artificio en el
pergeño de la aventura. Pereda es mejor descriptor que narrador. Sus
argumentos, aunque algo pretenciosos, dejan al descubierto flancos menos
sólidos. Hay ocasiones en que corta por lo sano y se nota su tendencia a
utilizar el “deus ex machina” y comodines fáciles del convencionalismo de
folletón. Sin embargo, sus acuarelas del paisaje montañés no tienen rival. Por
ejemplo, la rapidez y brillantez como nos describe la rectoral por una de cuyas
ventanas asomaba sus ramas un manzano y detrás del árbol se mostraba el paisaje
de un valle de ensueño. Sus libros son perfectos marcos edénicos. Hasta se
escucha el tintineo de los cencerros de las reses que pacen en el ejido. Allá
en el fondo de la artesa policroma y festoneada de prados que recuerdan a un
tapiz verde enmarcados en rodetes de avellanos y zarzales presentan sus quimas
al sol, como la guarnición de un regimiento que rinde honores, los bosques de
las riberas. Se hace un claro y aparece el río, un hilo de plata que llena el
aire de reverberos y de fulgores. Siempre hay vida crepitando en el fondo del
desfiladero. Planean los azores y una banda de verderones huyen a toda
velocidad de los pájaros de presa. Se escucha el relincho de un caballo
confundido con el tañido de una campana que toca a vísperas en la atardecida
estival. “Tiene que haber un Dios, esto no ha empezado porque sí, tuvo que
existir premeditación proteica, ayúdame, Señor a encontrarte. Tu creaste a Águeda y eso me basta” razona
don Fernando en sus cavilaciones. Pero lo que hay son dioses que aguantan la
mirada de la vieja Hécate de blancos pechos, calva y la cara manchada que
esparce sobre la tierra un brillo lento que da ditas de oscuridad y de noche a
los amantes y enronquece sus gargantas sanjuaneras en el desvarío del vino y
los cantos de bacantes. Selene reina en la fiesta del fuego. Ya es casualidad.
Mientras se esparcen por el valle el eco de los coros de mozos que salen de
ronda. El dios de los judíos es un Zeus oscuro y de malos modales y de un
puritanismo estricto que se compadece poco con la paganía practicada por la
humanidad durante miles de años. En el Norte no se deja de creer en él porque
así SIR[i]
lo ordena, pero la cabra siempre tira al monte y en la noche augusta de San
Juan de creencias trasfundidas el pueblo vuelve a poner en sus pies y en sus
labios la agitada danza de Pan. Son deidades más amables que al menos se ríen,
tienen líos con los mortales y hasta con las hetairas del Hades, o empinan el
codo para aplacar su ira o el despecho. Jehová no lo hace nunca. Desde lo alto
de los riscos Ojanco asoma su rostro de cíclope. Pagano y señorial, se sube al
pavés de los gollizos escarpados de la cima de los montes. Mueve de un lado
para otro como un periscopio que busque la colimación precisa para catalogar de
lo alto las aldeas donde tuvo adoradores antaño, hasta que llegaron los
misioneros irlandeses y los monjes ingleses de la primera regla de san Basilio
y san Columbano y le quitaron el puesto. Cesaron los sacrificios y las
laureadas en su templo. Él quedaría sólo y compuesto con el único ojo que le
quedaba. Y cuentan los advertidos que lloró. Es el Polifemo de los celtas. Sus
movimientos torpes y su lengua estropajosa advierten que se ha dado a los
excesos del vino. Al tuerto de los montes cántabros no se le escapa una.
Cataloga al instante y con una sola pupila alcanza a ver, como por un catalejo,
tanto como si tuviera dos. El disco de Hécate le hace añorar los alegres días
del Olimpo cuando era mozo. Por más que inmortal, siente los muchos años entre
las piernas. Por eso está borracho. Porque hay cosas que se escapan a su
control. En cierto modo le dan pena los
mortales “chismosos, cizañeros, baldragas” y vierte desde el lagrimal del ojo
bueno su llanto macroscópico sobre Valdecines. Al asubiarse el sol, Ojanco se
ha asomado al valle de la mano de la luna.
Resucitaron con él los viejos gigantes. Uno de ellos, san Cristobalón
que como Prometeo carga sobre sus espaldas los pecados y dolores del mundo o
como Miguelón el Arcángel que sustituyendo en sus funciones a Esculapio tras el
trasvase de poderes del paganismo al cristianismo afina los cachivaches de su
romana al objeto de pesar las almas, las cuales esperan afuera de la Laguna Estigia, el limbo o el purgatorio,
para su catalogación y ensilaje. El ojo del Polifemo celta aparece esculpido en
las estelas circulares del Valle del Buelna que recuerdan por su trazado a una
cruz enmarcada en el espacio redondo. Es la esvástica. La rueda mágica, la
cuadratura del círculo. El movimiento continuo de la vida. Símbolo de la
reencarnación en el que creían los pueblos indoeuropeos como recuerdan los
cipos funerarios a la cabecera de las tumbas irlandesas. En Fuentesoto de
Fuentidueña a cincuenta leguas de esa localidad cántabra presiden la tapia de
un cementerio misterioso donde parece que la soledad es tan elocuente que a
través de ella los muertos quieren decir algo al viandante que se encarama
hasta el cerro. El viento de las parameras aúlla un mensaje sin confines: “Yo
al tiempo me lo domino”, creemos oír. Y es que el Ojáncano habla, como ve, al
derecho por su ojo torcido. He aquí una única pupila que todo lo abarca. La
cruz es un pozo sin fondo. Antes de la tarde del Gólgota en multitud de grafías
y murales ya parecía regir los designios del orbe. Representa lo que gira. La
tierra es abrazada entre sus aspas. El cura de Valdecines gime bajo el peso de
la carga que le encargó el obispo. Pies quietos. A la chita callando has de
sustituir a Jesucristo por los fantasmas mitológicos, pero la querencia de los
ídolos vuelve en días tan significados como la del veinticuatro de junio.
Judíos moros y cristianos por una vez se ponen de acuerdo y rinden culto al
esenio. La voz que clamaba en el desierto vestido de áspera marlota y convertía
a las multitudes en el Jordán. Es una personalidad gnóstica del que dicen poco
las escrituras pero que tanta importancia ejerció a la hora de modular los
sentimientos de las antiguas supersticiones que se bautizaban bajo su concha.
Los viejos dioses desconocidos son desplazados por el Degollado que hizo el
primer gran milagro de que las fuerzas oscuras se transformasen en santos. Uno
para cada necesidad y par cada día del año. Allanaba los caminos del que habría
de llegar. El precursor bautizaba en agua pero su primo bautizaría en el
Espíritu. ¿Habrá que creer estas cosas sólo por el mero hecho de que son
increíbles como diría Tertuliano? He vencido al tiempo. Los años, la
generaciones, los siglos, las eras los tengo subyugados. Al buen párroco se le
había asignado un cometido de Argos poner a Zeus la túnica de nazareno,
amarrarle fuerte para que no se fuese de picos pardos con las diosas del
Olimpo, traerlo al redil, conseguir que formula el voto de continencia. Si no
puedes lograrlo, sé cauto al menos. Ten tus barraganas pero con disimulo. Que
no se entere nadie. Algún escriba malintencionado le robó el fuego a los
dioses, cuando mandó predicar amor a los enemigos. Le dio la vuelta al
argumento. Los bárbaros del norte cambiaron de chaqueta y se bautizaron en masa
con todo su pueblo. Los antiguos templos paganos se convirtieron en iglesias
juraderas. Y los pretores en arzobispo,
conservando el palio de su antigua investidura pagana dentro de la nueva fe.
Para Clodoveo. Para Alfredo. Para Ludovico que acudieron a recibir las aguas
crismales con todos sus súbditos. Panagia pasa a ser la Theotokos ante los protestos de Nestorio que se hacía
una pregunta asaz congruente en Efeso. ¿Pero puede Dios tener madre siendo
eterno y careciendo de principio ni fin? A lo cual encolerizado responde
Atanasio que únicamente según la encarnación Jesús nació de María virgen.
Misterio incomprensible. Entre los Siete Varones Apostólicos y Leovigildo hay
un espacio blanco que los cronistas mas avisados de la historia de la SIR no
han podido llenar. Es como recomponer el rompecabezas de un mosaico bizantino.
Entramos aquí en el laberinto. De tarde en tarde los paisanos de la braña
quieren volver a ser como las deidades en las que dejaron de creer. Potan la
crátera llena hasta los bordes de nepente, la bebida del olvido. Ojanco por entre las sediciosas nubes asoma
su aterrador jeme. En su vagar inconsistente se deshace el nudo gordiano. Los
ermitaños entre las cuevas bajan del despoblado a que les laven la muda y
algunos aprovechan para echar una canita al aire. De la cayada pendía la
carcajada de Simón el Estilita. No se puede abrazar la vida contemplativa del
yermo sin un poco de cinismo. San Pacomio no se lavó una sola vez en su vida
por mor de no caer en la tentación. Satanás indefectiblemente tenía por
costumbre aparecerse en la forma de una garrida hembra de buenas partes. Él la
hacía salir de la cueva blandiendo una antorcha encendida y murmurando un
latinajo “de bonis mulieribus non est notio” (nunca se oyó que hubiese una
mujer buena, caramba). Y he aquí a un cura de pueblo que tenía ya, como sus
latines, los tratados de teología empolvados, siendo interrogado por un
agnóstico de buena fe pero que trata de volver al redil de la Iglesia por amor
a su Águeda. El rústico abate suda, resopla, se palpa los treinta y tres
botones de la sotana de cachemira. A causa del uso esta prenda por los hombros
se estaba volviendo de un color pardo. Ya era vieja. Como el que la llevaba. El
visitante con sus dudas le coloca en un aprieto, pero él le propone un método a
seguir en su camino de regreso a la fe. Mientras, las fuerzas oscuras seguían
trabajando. Allí estaban las cohortes de la desconfianza, las testuces de la
murmuración, las centurias del egoísmo, que tiraban para abajo. Las manos
sacerdotales pretenden sacar al pobre náufrago del pozo de la desesperación. A
veces la gracia no puede contrarrestar la primera de las leyes naturales, la
fuerza de la gravitación universal, y se reconoce impotente y vencida. Los
cuerpos son para la tierra, tiran hacia abajo, mientras las almas quieren
volar. El vulgo resentido, la grey de cristianos viejos, invoca antiguos
prejuicios y privilegios, para calificar de hereje a un agnóstico que intenta
creer. Por misterios de la condición humana la bondad y la nobleza sin puestas
fuera de combate por las huestes de Satanás. El Pateta se muestra de súpito y
cuando nadie lo espera. En plena noche de san Juan, cuando el tiempo se detiene
ante el ara sacrosanta del solsticio estival. Cuando las gentes se afanan en
buscar la flor del agua y piden amparo al culiebre, al goblin que presidía las divinidades del bosque
druida y a las ondinas o saltan sobre las hogueras de retama que iluminan las
sombras con el fuego de la purificación. La Montaña rinde culto a los viejos
ídolos en un intento por regresar al sincretismo telúrico. Se escuchan las
voces ancestrales del suelo y de la sangre y las gentes intentan ser paganas.
Pales pone música de fondo a esta algarabía extendiendo su manto protector de
pastores y de ganaderos que amaban la juerga, el pandero y las noches sin
dormir. Los gaiteros vienen tras ella.
Música de chirimías y el ronco sonar del paloteo que acompaña a los brincos de
la danza prima. Las fuerzas oscuras no son otra cosa que un inventario de las
casualidades y misterios de la biología. La lechuza vuelva de rama en rama
ocultando su lúgubre grito que tiene algo de hilarante y burlón entre las hojas
de los copudos robles. Es el pájaro de Minerva. Cuanta más sabiduría acumulas menos
sabes. Y cuanto más sabes, más sufres. El baile es una plegaria que se hace con
los pies en honor de la divinidad oculta. Besos estallan en la oscuridad. El
amor pagano triunfa entre risas y gemidos. Los pecados arrastran su peplo por
le camino. El cura no sabe qué hacerse. Se siente desbordado por otras
presencias. Su religión enseña la abnegación, el dominio frente a las
inclinaciones de la naturaleza pero tales instrucciones no constituyen sino
retórica. No otra cosa es la doctrina eclesial almacenada en unos cuantos
librotes insulsos. Pales ven a reinar. Baco y Afrodita te hagan escolta.
Bastián no puede consumar su violación. ¡Todo es tan nuevo y tan viejo a la
vez! Mientras, resuenan por la hondonada los ecos de los cantos de ronda que
van a perderse a los pies de las estrellas impávidas. Son las resonancias
magnéticas de un mundo entregado a su liturgia órfica de venerables y antiguas
cadencias y para las que el corazón de la vieja España siempre tiene puesto un
altavoz. He aquí a la vida que se renueva. Brota y renace la savia. Las parejas
se aparean. La llamada de la sangre. Celo estacional en los animales y en el
hombre y en la mujer sin cesura. Y en esto Macabeo, apercibido de los
siniestros planes de Bastián al que el usurero emborracha antes de ir a cometer
la vileza, trepa por un breval contiguo a la tapia del domicilio y coge al
violador y a su víctima in medias res. Águeda lo considera un enviado del
Cielo. Era la Virgen María que había escuchado sus plegarias impidiendo la
consumación del ultraje. Pereda narra la escena a lo vivo con su peculiar
estilo donde se da cita la potencia imaginativa con la exactitud estudiosa del
lenguaje. Es el suyo un castellano en adobo de cachaza y buen humor con
resabios de sorna aldeana. Relata, no predica. En esta obra se hace el retrato
de una España rural hacia 1879 que es cuando está datada la entrega. Coloca sus
potentes anteojos en la atalaya de mando. Realiza una colimación muy audaz del
universo que brilla dentro. Nos describe un planeta psicológico con variedad de
tipos. A través de su pluma conocemos cómo respiran y qué piensan los
contemporáneos del novelista. De qué pie cojean. A qué aspiran. Su golpe de
vista es certero. La vista de Pereda parece la lente de un poderosísimo
telescopio con buena escala, o microscopio, según se quiera, capaz de ver las
cosas como son. Al natural. Enfoca para
Valdecines y nos da a entender que pese a su ubicación ideal inter montes no es
la meliflua Arcadia sino más bien un aparatoso infierno donde reina la
mezquindad. El hombre sigue siendo lobo para el hombre. No hay mejora. El
discurso, un tanto tolstoyano y fatalista, en su tono patético, trae a mientes
reminiscencias del modo literario ruso, pero Pereda es un español chapado a la
antigua de talante libérrimo, sólo embridado por sus creencias y carencias
religiosas, que comprende y ama a su país, aunque le duelan sus defectos.
Entiende el drama de las dos Españas. El eco de los cantos se pierde camino de
las impávidas estrellas. Son resonancias magnéticas de un mundo feliz. La vida
que se abre paso. El tallo que brota. Los pájaros hacen boda mientras el rebeco
en su berra llama a la hembra. Todo lo que vuela y todo lo que corre se entrega
a una cópula ininterrumpida de sol a sol.
Es lo único que diferencia a las bestias de los hombres. Ellas se
aparean en el celo estacional mientras en el ser humano la libido es
constante. A todo esto, Macabeo
apercibido de los siniestros planes de Bastián al que el avaro previamente
emborracha trepa por un breval contiguo a la tapia del dormitorio donde la
muchacha es retenida de rehén y coge al violador in medias res. La victima lo
considera un enviado del Cielo. Por fin la Virgen a la cual ella invocó
aterrorizada ha escuchado sus súplicas impidiendo la consumación del ultraje. Pereda
narra la escena a lo vivo con su peculiar etilo donde se dan cita la potencia
imaginativa con la exactitud del lenguaje adobado de cachaza, un sentido del
humor metido en agua de sorna aldeana. Cuenta cosas. No predica. En esta
entrega que data de 1879 hace el retrato de la España rural durante la
Restauración. Coloca sus potentes anteojos en la atalaya observatorio de su
bravía casona y a través de una colimación minuciosa coloca al lector ante un
universo que brilla dentro. Nos describe un orbe psicológico. A través de la
pluma perediana conocemos cómo respiran, qué piensan sus contemporáneos. Y de
qué pie cojean. Cuáles son sus aspiraciones. Su golpe de vista macroscópico
tiene el poderío del agua caudal. Enfoca para Valdecines y nos da a entender que
pese a su ubicación ideal inter montes no es la meliflua Arcadia soñada sino un
averno de pasiones donde reina la mezquindad, la maledicencia y la malquerencia
de unos con otros. El hombre sigue siendo un lobo que por una inclinación
atávica o por idiopatía ingénita se dedica a fagocitar a sus semejantes. Le
gusta simplemente hacer daño. No hay mejora. Entretanto, y sin perder ripio,
cabalgan Quijote y Sancho. Ante tanta contradicción como le envuelve al autor
de Peñas Arriba de los labios del escritor parte un suspiro de resignación o
tal vez de rebeldía. Pereda es un especialista en estos tacos de resignación
admirativa que plagan sus libros donde no hay palabrotas: cáspritis, aticuenta,
carafles, bodoques, trastajo, pantoques y carpanchos. Por vida del chápiro
verde, voto a bríosbaco y otras expresiones de furor. Juramentos a la antigua
que carecen del matiz coprológico y vulgar en el que hoy se adentran nuestras
conversaciones. Son rancios vocablos que maciza en su prosa y sirven de cebo
del donaire. Pereda es un escritor de mar y de montaña a la vez de pluma
nerviosa y lábil que parece que se dispara al rodar por la pendiente de
gargantas y desfiladeros de la comarca de Potes. Sus párrafos retumbantes y
llenos de colorido recuerdan a las aguas bravas del Río Ebro al nacer en
Reinosa por cascadas que brincan sonoras de peña en peña. Si la prosopopeya
valiera para algo, su retrato ¿qué nos diría? Ha aquí un caballero de rostro
alargado, magro de carnes, gesto severo, mirada de lince bajo las dioptrías de su
monóculo, tagarote venido a menos, persona algo crédula y entusiasta, de
talante bonachón mas algo colérico, también un poco coqueto, aunque solterón,
gastaba tupé como don Práxedes Sagasta. Bajo su sombrero de ala ancha y
embutido en su anguarina pasada de moda se esconde un soñador marcado por los
desengaños y vacilante en las viejas convicciones. Le ha tocado defender un
mundo que se derrumba y en el que sólo cree a trancas y barrancas. Se ha
cansado de fustigar a los comilitones del sensacionalismo y las corrupciones y
bobadas de los señores diputados de la Carrera de San Jerónimo. Ha asumido el
oficio de profeta y no se cansa de repetir que España se va a la hoyo. Su
estilo es sesquipedal[ii]
pero aunque con algunos repámpanos no cae en la elación ni el hinchamiento de
los decimonónicos. Es un señor de campo que lo mismo baja a Santander para
buscar un remedio a sus vacas que padecen jaldía[iii]
que entra en los figones de Puerto Chico a comer marmita con los pescadores. No
es casa con nadie. No es un baldragas ni un melifluo. Le gusta llamar a las
cosas por su nombre. Tiene por costumbre echar mano de paremiologías, pues su
decir es sentencioso, como aquel que dice: “Todas las gentes me dicen cómo no
te casas, Juan. Las que me dan no las quiero y las que quiero no me dan”. Como
buen cuentista es algo chismosón. Lo que le coloca a un tris de la
socarronería. Ama la vida y en cuanto a ideas defiende la tradición por más que
para eso tenga que hacer encaje de bolillos con vista a atar cabos. Por lo que
sus novelas de tesis son una iniciación al arte de la esgrima psicológica. Su
mirada es limpia y aguileña. Debió de ser poco tolerante con las flaquezas de
los que le rodeaba. Se había vuelto misántropo al fin de sus días. Sin embargo,
no le duraban mucho sus prontos. El asco que le inspiraba el caciquismo lo
remediaba con su entusiasmo por el paisaje privilegiado de los Picos de Europa.
Galdós podrá tener un arte de narrar más certero pero es más aburrido que él.
El canario va a lo seguro mientras el montañés se encarama muy pronto a sus
riscos. Al que más se parece, cada uno en su orilla, es a Clarín. Sus obras
ciñen bien el viento. Orza la nave de la misma manera. Pero mientras el uno
idealiza la aldea en sus cuentos morales el otro la detesta. Ambos se sienten
muy a gusto contemplando y describiendo el paisaje. Pueblo chico, infierno
grande. Pereda era pesimista sobre la condición humana. Era también católico,
feo y sentimental lo mismo que Valle Inclán. Es también carlista y se siente
abroquelado en una forma de vida del pasado al cual no puede renunciar y que
únicamente le depara disgustos. A su entender la Iglesia viene a ser el comodín
de la costumbre. Rara vez Pereda pone al dogma en tela de juicio y se aferra a
la fe del carbonero mientras Alas, como buen místico, intenta encontrar otros
caminos y fustiga la moral de situación del clero trabucaire y salaz. A
diferencia de su vecino de provincia, don Leopoldo era un liberal de cuerpo
entero. Pero, como los hombres han de estar por encima del bardal de las ideas,
unos y otros se llevaban bien y hasta llegaron a entablar un flujo de
correspondencia interesante.
XXII
RODRIGO ROYO ESCRIBIÓ LA NOVELA
DE LA GUERRA CIVIL.
Destituyeron a Pedrojota el director del Mundo you are
fired baby vuelven los de siempre con la misma frase y no es que me cayera
bien el personaje al que he puesto en berlina en estos papeles por su afán de
protagonismo porque quería ser una especie de Ciudadano Kane en estos cotarros
editoriales y aquí el ambiente es muy discretito y son habas contadas, luego
esa pasión por el “scoop” y
convertirse en émulo de Woodward y Glinstein queriendo ofertar a sus lecturas
un nuevo Watergate (tú y tus puñeteros masteres, Perico, la eterna obsesión del
pisotón) y España no son los EE.UU. mas
bien, la corte de los milagros que advirtió Valle Inclán, una corrupción
coronada, patio de monipodio, cárcel de amores desdichados, albero de rufianes con el pelo engominado,
ladrones de guante blanco, proxenetas mediáticos, desolación intelectual en la
calle pasotas, ilotas ya que muchos nos sentimos desterrados en nuestro propio
país ciudadanos de segunda mano, e idiotas esta es la corte del Rey Juan Carlos
un monarca que se aferra a la herencia que le dejó Franco pactando con el
contubernio, y con quien haya que estrechar lazos con tal de conservar un trono
que para él ha sido más bien una poltrona diciendo en vez de que dejad que los
niños se acerquen a mi real persona dejad que los banqueros se enriquezcan,
Botín tan campanudo, cuello de toro y estirado que parece que no le cabe un
piñón por el culo, quedó con todo porque la política en este país como la
economía es un perenne quítate tú para ponerme yo, tú déjame a mi, arriba las
banca me quedo con todo (todo el lío que se ha preparado con los Eres, el acoso
a Bankia, pasa por este pasiego sin
escrúpulos y poca alma erigido en el rey del mambo) contando sus usuras en
estrados de rojo magenta ha ganado no sé cuantos miles de millones este año
menos que el anterior y mucho menos que el que viene, hoy te quiero más que
ayer y menos que mañana.
PJ se va con una indemnización
supermillonaria lo que ha hecho sospechar a muchos que hubo tongo en esta
movida y RR acabó arruinado, sus bienes personales confiscados y padeció una
verdadera persecución hasta su Dodgedart
le fue embargado al pobre y hubo de emigrar a México. Ahí se acaban los
paralelismos. Pedro carece del acumen literario, inteligencia, bondad y mejor
pluma, que le sobró a Rodrigo y de su visión periodística garantizada por años
de corresponsal en America y su experiencia en el frente del Este. Tampoco es
un gran novelista como Rodrigo Royo que escribió la mejor novela de la guerra
civil Todavía y algunas de las
mejores del franquismo: El Sepulturero y el Establishment. Él y otro falangista Tomás Salvador fueron los
mejores escritores de los años cuarenta a los setenta aunque ahora sus nombres
y plumas sean olvidados por los demócratas de “toda la vida”.
Sin embargo, su alocución de despedida el otro día a
sus redactores me trajo las memorias el trancazo de Santiago Cordero. A Pedro
Jota que se va pero se queda sus redactores le miraban con cara de admiración y
una sumisión de doctrinos en la pupila. La chusma de SP era bien distinta.
Había redactores (joder que ganao,
cuando miro atrás sin ira me echo a temblar) de cuño maoista, otros que se
decían directamente comunistas, anarquistas, tipos que iban a la redacción con
navaja y una tea incendiaria en los fondillos del pantalón por si había que
prender mecha as aquel garaje que hacía las veces de redacción, y otros que
sufrimos lo nuestro por nuestras inclinaciones jonsistas ¿Cuándo tendrá fin la
persecución y el sufrir y padecer?
Aquellas tristes asambleas acabaron como el rosario
de la aurora y minaron la salud de un valenciano de calidad lleno de proyectos
hermosos pero que murió incomprendido. El director del Mundo se ha ido de rositas entre aplausos, ditirambos, piropos y
rendibú, mientras que nosotros casi acabamos a trompazos. Por eso me causa al
mismo tiempo que pena por las estrecheces de una profesión que no cambia
también risa al irse Pedro Jota al paro con una bolsa de dinero que le
garantizan un futuro feliz.
A Rodrigo lo dejaron con una mano delante y otra
detrás. Su linchamiento de hará cosa de 45 años nada tiene que ver con éste
porque a Pedro. J. Ramírez lo han defenestrado de figurón y suaviter in modo pero las cosas siguen
igual y volvemos a las mismas. Los vencedores de la guerra civil trajeron en el
macuto un proyecto de revolución social y económica pero las fuerzas de la
reacción aquí siguen siendo muy poderosas y todo se queda igual que estaba y de
esta manera los vencedores se convirtieron en vencidos. “Gracias a Dios que
hemos vuelto a la normalidad… recostada sobre los muros leprosos de la tapia de
su historia España volvía otra vez a bostezar”; con dicha frase acaba la novela
Todavía de Rodrigo Royo. Más que una
sentencia o el parlamento de un personaje de ficción resulta una profecía.
Por ser el otro día las Candelas no corrimos el
gallo la antevíspera pero fuimos en procesión con las paridas con un pichón y
dos tórtolas y a la mañana siguiente una vela a san Blas que nos librará de la
tos ferina. Con hogueras honramos a santa Brígida y hoy santa Águeda bendita
nos muestra, pudorosa, los pechos cercenados por el pretor Quinciano a cuyo apetito carnal no quiso condescender aquella
doncella romana ¿Por qué, cobarde, cercenas las tetas de una mujer? La gloriosa
virgen siciliana nos amamantará con el maná de la Redención y los zamarriegos
están que lo tiran. Es fiesta en Zamarramala y dicen que hoy mandan las mujeres
aunque no lo crean las “Pusis” Cristo fue el primer feminista. Pero me inhibo,
no quiero leer las noticias amenazadoras noticias que coartarán nuestras
libertades y, uncido al carro vigilante de Google, me sumo en una de las
novelas que guardaban turno en las filas de mi anaquel “Todavía” de mi maestro Rodrigo Royo y paso una horas deliciosas
estos días primeros de febrero cuando vuelven las cigüeñas y la epacta llega
bien apretada de festividades y honras significativas a los santos mártires,
confesores y santas vírgenes de nuestra Santa Madre la Iglesia.
¿Será que en las auras de la noche hay un remecer de
primavera? La novela de mi maestro y director el que me abrió las puertas
carreteras de esta profesión y parece que me habla desde las páginas del libro
primorosamente editado y que fue premio Ateneo de Sevilla 1974 es un grito
frente a las crueldades del destino y un susurro de resignación pues tendrá que
ser así aunque no sea justo tanto olvido. Escuché la voz de Rodrigo, su
carcajada, su estilo inimitable. Escribir es encontrar una voz propia que llega
entre las alas de los ángeles y me acuerdo de la frase de Quevedo Escucho con mis ojos con los muertos vivo en
conversación con los difuntos. Es la magia de la literatura y hay que dar
gracias a Dios porque los españoles podemos hallar verdaderos tesoros
escondidos en los libros de autores a los que dieron de lado, de apellidos
malditos, ristra de nombres descatalogados.
Ningún texto de los que pregona el Mundo Facundo en sus páginas culturales
ensalzando mediocridades en inglés logra la talla de un manuscrito como este
(Rodrigo Royo siempre escribía a mano y con pluma, nunca a máquina.) Claro esto
es la ley del embudo. España vive un proceso de desespañolización tendente a
privar a las nuevas generaciones de la verdad y del goce estético. España
despanzurrada y exangüe, España sin medula. Es un ente de razón, una mariposa
disecada entre las páginas de un misal.
Este olvido
es para mí mucho más nocivo que todos eso escándalos financieros que siendo
graves en sí tienen por objeto comerle el coco al españolito de pie, lavarle el
cerebro. Friegas de papel de estraza de crispación, insultos al pasado. El
mensaje de esta gran novela dice que los vencedores habiendo ganado la guerra
luego la perdieron en la paz dentro de un marco largo de la legalidad y la
reconversión tecnológica, del fracaso de las ideologías. De ahí nos viene el
letargo.
Los luchadores por la libertad de uno y otro
consorcio devinieron esclavos. Hemos vuelto a la normalidad, se escuchaba el aullido cenagoso de la mentira. Las
espadas lucían en el aire luciendo su desquite. Los goznes de la historia
chirriaban estridentes con su oxidada marcha atrás. Estamos otra vez en el
punto de partida pero qué hermoso era el verano en Alea. Queremos mujeres y a
vosotros ¿os gustan las profesionales o las aficionadas? Igual me da, yo lo que
quiero es joder… pero en la inmensa oscuridad del cielo las estrellas se
desvanecían asustadas...
Miguel Chorreta
el anarquista y Rafael el falangista el hijo del terrateniente se parecen y se
complementan en su bondad en su lucha por el bien común, apéndice psicológicos
de las contradicciones del novelista, y son dos aspectos de la vasta
personalidad del autor que en Alea (Alcira) en la Mancha valenciana efectúa un
canto a su patria chica como apéndice de su patria grande. Alea era una tarjeta postal un pueblo con castillo en manos de veinte
familias. Alea. Alcira. “alea jacta est”. Nunca sin embargo pasaremos el
Rubicón.
Viene la revolución y Chorreta manda fusilar al dictado de lo que le impone su mente pero
contraviniendo los consejos de su corazón al cura a don Práxedes y a otros diez
más. Les dan el paseo de madrugada a la luz de los faros de un Hispano Suiza
con el motor al ralentí iluminando la ardiente oscuridad del barbecho una noche
de agosto. Escena impresionante. Cuando entran los nacionales y cambian las
banderas, Chorreta y sus compinches serán pasados por las armas, cabe las
tapias del cementerio. Escena no menos impresionante porque entre le pelotón de
soldados hay algún militar que se desmaya y rehúsa la orden de fuego. Rafael el
falangista quiso creer que la labor
había sido dejada a medias por el anarquista pero a Rafael también fue
engullido por las pirañas de la normalidad.
Ni Galdós ni Baroja hubieran sido capaces de
describir una cosa así, con tanta solercia, con tanta acuidad, con tanto
salero. Eran demasiado garbanceros, demasiado famosos y en este país unos
ensillan y otros cabalgan. Rodrigo Royo realiza un tour de force en tales episodios con capacidades sinfónicas porque
era aparte de un gran escritor y periodista un excelente violinista. Cruda
trama pero tan árido escenario se le hubiera ido de las manos a cualquier
narrador menos capaz. Entre medias se dan cita la ternura, el amor, las dudas
porque ni unos ni otros son enteramente buenos ni enteramente perversos. La
guerra se escucha lejana en este pueblo de la retaguardia. El enfrentamiento de
dos ideologías urde los hilos del pathos
que dejaría un reguero de sangre y más de un millón de muertos. Después, cada
mochuelo a su olivo.
Miguel Chorreta (maravillosamente descrito y una
prolongación del alma del novelista) aparte de guerrillero se muestra como un
organizador capaz que piensa en el futuro e idea un sistema de pozos artesianos
para extraer de los montes cercanos un raudal que llevase el agua al pueblo.
Luego está la gracia, la chispa, el donaire y el interés que hacen interesante
y maravillosa a una obra de arte, el lenguaje, la sintaxis de un estilo sencillo
pero por eso mismo inimitable.
He escuchado la voz de Rodrigo a lo largo de estas
páginas, sus carcajadas, su inconformismo, su intolerancia, su bonhomía y su
perdón porque era generoso y magnánimo con sus semejantes (Padre, perdónalos) y
la alacridad frente a las cuestiones sexuales.
El capítulo del burdel de Valencia donde conocen el
amor los jóvenes de Alea constituye una obra maestra de psicología así como la
descripción del amor platónico que siente Rafael hacia su novia Carmenchu a la cual no llega a conocer
en sentido bíblico Los hombres y las mujeres cuando les ha salido callos en el corazón se
arrepienten de no haber consumado el
amor de su adolescencia. El hombre a veces lo perdona y se lo perdona a sí
mismo. La mujer no se lo perdona jamás ni se lo perdona al hombre. .
Ello revela un gran conocimiento por parte del autor
de la psicología amorosa. Estas rendijas del pasado quedarán en el recuerdo
como burletes que nadie conseguirá tapar. Miguel el jefe del comité es el buen
salvaje pero el destino le va a jugar una mala pasada a este anarquista cuyo
ideal consistía en hacer el bien y si no lograba hacer el bien realizar el
menor daño posible a sus semejantes.
Hay la escena de la castración de un miliciano e
incluso la violación de una mujer que a no ser por la pericia para relatar que
exhibe el autor hubieran resultado chabacanas pero se convierten en elegantes
páginas de humor y de distanciamiento cervantino.
“Todavía”
es un clásico, sin duda una de las grandes novelas de nuestra guerra civil
escrita de forma sencilla, ágil pero manejando infinidad de recursos de
fabulación que sólo poseen aquellos hombres del Movimiento (Tomás Salvador, Luis Romero, Emilio Romero,
José Luis Castillo Puche, Rafael Sánchez Mazas, Rodrigo Royo, Cela, Vicente
Soto) toda una pléyade surgida en aquel illic
et nunc que nunca volverá a repetirse en España. “Todavía” me ha traído esta noche auras del azahar de los naranjales
levantinos en este día frío de Santa Águeda cuando en Madrid empieza a sentirse
la primavera. La última vez que lo vi ante una mesa enorme de caoba de director
de periódico – parecía un evacuado de la guerra civil- de la calle San Roque,
cerraba hostigado por unos y por otros el diario Informaciones daba sopas a un gatito que le habían regalado las
monjas y me dijo:
-Hora es ya de irse a escribir una novela
Nunca la llegó a escribir pero se puso a tocar el
violín para amansar a las fieras. Sus acreedores le zarandeaban por la pechera.
Murió a los pocos meses.
“Todavía”
fue su testamento literario pero esta noche de febrero oí su voz que me
gritaba. Rodrigo era un ángel encaramado en lo más alto de un lucero. Lo
fusilaron unos y otros y su voz o su lamento que escucho desde mi celda es el
llanto de España. Todavía no nos podrán arrebatar el entusiasmo, el goce
estético que nos produce una obra de arte, aunque lo hayamos perdido todo,
hasta la camisa a manos de los arrebatacapas de siempre. Estamos rodeados y hoy
el cine, la tele, los periódicos, los “books”
son una herramienta propagandística. Fuera quedan pocos todavías. Mejor encontrarlos adentro.
XXIII
CÁRCEL DE AMOR
El vagabundo que tiene algo de andarríos,
correcaminos, corta vaguadas y de serpa de la historia de España entra en la
noble y heroica villa de Arévalo resonándole música de Joaquín Díaz en el
cerebro. Escucha los ecos de los pasos
perdidos y resonancias de un pasado de esplendor. Adentro. Plectros del rabel,
sonoridades de clavecín, cuerdas de tripa de vihuela cantan alegres pavanas en
las cámaras del recuerdo, y de paso va dragando su memoria. Se pierde por el
arrabal, se toma un café con leche en la barra del Chafa y va a ver a su amigo
Elías que era el jefe de los guardias del Ayuntamiento pero no está, se ha
jubilado. Morral al hombro y arreando su bicicleta que canda en un poste cerca
del templete desde donde tocaba la bandas de música, derrota sus pasos perdidos
bajo el arco de Alcocer. Nada tiene que ver este arco que da entrada a la
alhóndiga arevalense con el Alcocer moro de Guadalajara donde según cuenta
Camilo “no he visto en la tierra gente más burra que la de Alcocer que tiraron
al cristo al pilón porque no quiso llover”. No, los de Arévalo siempre fueron
más refinados y tolerantes. El pueblo atrae a primera vista con la disposición
de sus calles y de sus plazas, los escudos nobiliarios en las puertas
derrumbadas donde aun flamea la oriflama
del lambrequín triunfal de los que ganaron la guerra de Granada. Llama
la atención por el número de sus iglesias, siete, majestuosas, las más viejas
serán seguramente la de Santa María y la de San Martín. Arévalo todo muralla y
torreón evoca el romanticismo de la corte de Isabel la Católica.
Es Arévalo un
navío rompeolas del paisaje, entre Arevalillo y Adaja, puentes y peñas y
obradas de labranza. Ya se decía que la Moraña, comarca cerealera por
antonomasia, daba el mejor trigo de España. Ah cárcel de amor. Todo en la vida
es cárcel. La tierra es cárcel de la
mar, la vida es cárcel de muerte como el
remo y la nave son cárcel del agua y el matrimonio suele ser mazmorra donde los
que se profesaron fidelidad y respeto mutuo suelen a andar a palos. Rodríguez
de San Pedro, un converso de Peñafiel dedica esta obra que ve la luz casi
simultáneamente con el Amadís de Gaula que por cierto se publica en Arévalo, en
1492, coincidiendo con la toma de Granada,
y la dedica a una judía conversa, azafata del séquito de la Reina
Isabel, que se llamaba doña Marina
Emmanuel Fonseca de origen portugués a la cual festeja en sus versos aunque sin
demasiada fortuna.
El texto hoy infumable pero muy del gusto de la
época, porque alcanza veintidós ediciones tanto en Castilla como en Alemania,
Francia, Inglaterra y Flandes inspira, por ejemplo a santa Teresa “Las
Moradas”. Amor divino y amor profano se dan la mano. Esta cárcel de amor es una
alegoría con mucha retórica mitológica y
toda la simbología habida y por haber.
El poeta
viniendo de Andalucía de la guerra contra el moro se topa, en Despeñaperros,
con una torre alta de castillos donde hay un negro que guarda la entrada. Este
cerbero tiene a su alcance una serie de alguaciles que se llaman Ansia, Pasión,
Deseo, Dolor y Grave Cuidado. Llama al caminante y le invita a entrar para
explorar cada una de las dependencias de esta cárcel donde los amantes penan y
desfallecen de dolor. Al tiempo que le va contando la historia de los amores
desdichados acaecidos en Suria ciudad de Macedonia.
San Pedro
alegoriza y alegoriza bien, siguiendo los patrones de los gustos estético-
juglarescos de su época, pero con una particularidad el amor platónico no es
sino una proyección fantasmagórica del amor de carne y hueso. Este judío tiene
los pies bien asentados en la tierra. En tal sentido, formula un alegato contra
la misoginia dominante y toda esa
secuela de prevenciones y reservas que siempre tuvo hacia la condición femenina
la SRI.
Los curias tampoco se andaban por las ramas y
ridiculizan a los caballeros andantes que desconocen equivocados que las
dulcineas no son más que una versión poética de maritornes. “Mulier aula diaboli, aquilonis percussio”,
clamaban los escolásticos, citando al Eclesiastés... Son el aguijón de la
tarántula y el anillo de la boa. San Pedro, por su parte, enumera hasta catorce
razones por las cuales es preciso querer bien a las mujeres. Por ventura la
violencia de género no es un invento de ahora. Existía ya a fines del siglo
XV. “Muchos maridos, arrepentidos de
haberse casado, danles mala vida a sus mujeres, vanse dellas, o las matan”,
alega, aduciendo a la par los ejemplos
de algunas egregias damas de la antigüedad insignes por su virtud: Lucrecia,
que violada por Tarquino, se dio muerte ante la presencia de su marido natural
y se clavó un cuchillo:
“Sabrás, marido, que pisadas de hombre ajeno
horadaron tu lecho donde aunque el cuerpo fue forzado quedó el corazón inocente
porque soy libre de culpa, mas no me absuelvo de la pena” Porcina la mujer de
Bruto acabó sus días comiéndose las brasas antes de caer en la tentación.
Penélope la esposa de Ulises urdió una artimaña en su ausencia. Requerida de
amores por varios galanes, les contestaba que accedería a sus deseos cuando
terminase de hilar la tela que estaba tejiendo. Penélope tejía la pleita por el
día y desenvainaba la rueca por la noche por lo cual la labor nunca estuvo
acabada hasta cuando regresara su esposa del largo viaje. El catalogo se alarga
con otras egregias féminas bíblicas, como Sara, Rebeca, Débora, Judith, Ester y
alguna más, asin que faltaran damas tan rotundas en el pelear de Castilla como
doña María de Molina, doña Gonterodo la asturiana o doña María Coronel. Esta ilustre
segoviana, también de raíz conversa, se hallaba en Sevilla, cuando su esposo se
encontraba en Tarifa defendiendo la plaza contra la morisma. Requerida de
amores pues era moza de buenas partes y de singular belleza y a punto de caer
en la tentación optó introducirse un hierro candente por su natura –cruel
suplicio- a consecuencia de cuya quemazón falleció. Prefirió la muerte antes
que perder la honra. Sin embargo en el Corbacho del arcipreste de Talavera se
nos previene contra la naturaleza y las artes seductoras de las señoras para
los cuales la lealtad no existe.
Griñones y tocas. Contra lo que ha venido creyéndose la corte de los
Reyes Católicos no fue tan puritana como algunos piensan. Más bien licenciosa. Iñigo
de Loyola que pasó su adolescencia en Arévalo, siendo paje en aquella corte
donde la música y el baile eran tan importantes, muestra su decepción ante el
desabrimiento y fugacidad de tales amores.
El autor de Cárcel de Amor va a pasar poco más o menos por el mismo
avatar. Su libro es prohibido por la inquisición. La azafata doña Marina
Emmanuel de Fonseca le da calabazas. Por toda Castilla retumba la retahíla de
“judíos a enforcar”. Se acusa a los hebreos de haber financiado las guerras con
Portugal. Los judíos catalanes se hayan sumidos en pleitos con Diego de
Santangel el contador mayor de Aragón y depositario de las arcas reales
castellanas Velasco de Cuellar, que estaba casado con María de Guevara, la tía
de san Ignacio, cae en la sospecha de delitos de peculado por apropiación
indebida de arcas públicas.
En fin, la historia es un perfecto subir y bajar.
Resuena el eco melancólico de las zampoñas
que estallan su música contra los escudos nobiliarios de las casas
derrumbadas y acarician los cristales de los antiguos miradores adonde no se
asoma nadie y que otrora espejaron la sonrisa de una dama enamorada. Arévalo y
alma. Esta villa donde se escribió el Amadís y las Sergas de Gutierre de
Montalvo, que es la prez castellana, pues el que Castilla ha de tener en
Arévalo, Olmedo y Medina ha de vencer” atrae como un imán a todos los
caballeros andantes, a todos los soñadores que piensan que alcanzar un mundo
mejor es algo hacedero y al alcance de cualquiera. Luego vine el fracaso. Se
les derrumba la Cárcel de Amor y cuando
llegan los desengaños acuden a la iglesia de Santo Domingo y se prosternan ante
la Virgen de las Siete Angustias como hizo el propio Diego de San Pedro y el
propio cronista que venía a la plaza del
Arrabal los martes. Abrió una librería de lance pero el negocio se vino al traste.
Los morañeros, o saben mucho y no tienen más necesidad de aumentar sus
conocimientos, hartos de ver subir la
cuesta con sus jumentos cargados de libros a los frailes de Sto. Domingo
durante siglos, un poco como hacía el
cronista en su Rover atiborrado de raciocinios y silogismos escolásticos hasta
los topes, o desdeñaban por vanidad la concupiscencia del saber que suele ser tan deplorable como la que lleva al
hombre a la lujuria, la avaricia, o la ira. Pero allí hizo dejó buenos amigos.
Alternó con ellos por las tabernas del Barrio Húmedo y se iba después a meterse
un cochinillo entre pecho y espalda regado con un cuartillo de vino de Medina y
luego pa casa, no sin antes rezarle una salve a la Virgen de las Angustias.
Nuestra Señora de los siete cuchillos por la que se siente mucha devoción, una
devoción que luego se trasplantó a Andalucía por orden de doña Isabel, sin
embargo más enteriza y de mayor rigor como expresión del dolor materno la
castellana. La imagen granadina va más atalajada. En Granada la llaman la
Abuela y las Angustias de Arévalo son la primera Macarena que se conoce. España siente el cristianismo como algo
pasionista y dolorista por influencia semita. Leamos a nuestros clásicos la
mayor parte de origen converso que llevaban las palabras de Jeremías en sus
adentros porque eran los únicos que leían en medio de una multitud de
analfabetos. Toda nuestra literatura del Siglo de Oro tiene resonancias
bíblicas.
Asimismo, El judío Diego de San Pedro, lo que son
las cosas, es uno de los grandes panegiristas de la Reina Católica a la cual
ensalza en sus versos:
“La más alta maravilla después de la sin mancilla/
es la Regina de Castilla… es nuestra reyna cabal en las España amada y temida
del bueno y del comunal y de todos en general”
Es un misterio, uno de los grandes enigmas
históricos, saber la causa por la cual tanto odian a esta figura precisamente a
aquellos que tanto favoreció ya que su corte estaba rodeado de ellos. A Franco,
que para más INRI, era de origen judío, le ocurriría lo mismo Eran conversos
del judaísmo. Que se habían pasado al cristianismo en masa un siglo atrás. El
edicto de Expulsión parece ser que fue muy limitado porque no llegaron ni a
tres mil los hijos del pueblo elegido que abandonaron estos reinos con motivo
del decreto. Eso está poco estudiado al igual
la interacción entre modos y
costumbres formularios hebraicos y usos y costumbres de castellanos viejos.
Bajo la luz triunfal de Arévalo sestean mejor los horizontes de nuestra
historia tan enrevesados y enmarañados. Y es que Sefarad fue para muchos la
verdadera Tierra Prometida.
XXIV
LA PAZ EMPIEZA NUNCA.
EMILIO ROMERO NOVELISTA
La paz empieza
nunca es el
título profético de una de las grandes novelas de la postguerra escrita por
Emilio Romero poco después de haber sido rehabilitado en su cargo de director
del diario Pueblo del que fue
destituido en 1952 por sus desavenencias con la facción más encastillada y
menos aperturista del Partido.
Se trata de una novela que tuvo casi veinte
ediciones y fue un suceso literario en aquellos años. En ella el autor narra
sus experiencias autobiográficas de combatiente en el bando nacional que se
tuvo que pasar en un rocambolesco lance campo a través de San Rafael.
El protagonista al final de su aventura se ve
incurso en la campaña contra el maquis, o guerra sucia, “un tipo de guerra que
no le agrada”.
El libro es un tour
de force narrativo manejando con gran alarde los recursos estilísticos.
Emilio Romero quiso ser Galdós y se parece algo a Galdós, tanto físicamente, en
su senectud, como en la forma de redactar con prosa clara, objetiva, muy rica
en matices y sobre todo con desenfado.
Ésta del desenfado fue una de sus cualidades más señaladas.
En las páginas de la obra nos da cuenta el autor de
algunas de sus inclinaciones y rasgos de carácter. Por ejemplo, su astenia y su
elegancia. Conocí en Arévalo a su sastre
quien me comunicó que a don Emilio le gustaba ir siempre de punta en blanco y
que era muy aficionado a las corbatas, algunas de ellas aparatosas y chillonas,
una rémora que debe de haber heredado Carrascal al que designó a cierra ojos y
con sólo mandarle el interesado un par de artículos corresponsal en Alemania. Y
es que entonces Madrid y no Nueva York era para los periodistas la tierra de
las oportunidades.
Emilio Romero
puso en vanguardia a este menester que siempre fue un humilde oficio con
sueldos de hambre y que él dignificó.
Creo que España está en deuda con él por ese cabo. Y
ahora comprendo también el veredicto de José Luis Navas acerca del libro del querido
Jesús María Amilibia, el cual me parece que por un exceso de recursos y por
haber sido un especialista y casi un creador en este país de la prensa rosa, lo
que decíamos antes los famosos, corre el riesgo de cierta deformación
encauzando la historia por la trocha que
menos conviene y más se atisba.
Y son las hablillas de con quién me acuesto y con
quien me levanto, a usted que le importa. Se ve que el bueno de Chusmari se ha
trabado mucho a Jesús, el portero del número 24 de la calle O´Donell, donde precisamente
tiene ahora el despacho el mejor abogado de Madrid que es mi hermano Luis
Fernando. A mí me encanta darme una vuelta por allí a echar un vistazo. La
finca sigue teniendo el mismo aire de dignidad que entonces y eso que los
porteros ya no van de galones como antaño.
El puertas u
ostiario (los había en todas las mancebías y los llamaban cóhenes, que es
palabra judía y que tiene que ver con esa parte de la humana fisiología que son
el arma de guerra de tales establecimientos, aunque la casa de don Emilio era
del todo respetable y vedada a las visitadoras)
le debe de haber contado alguna historia para no dormir pues ya se sabe
que en esto del sexo como en dineros, como en santidad, la mitad de la mitad.
Las hipérboles están a la orden del día pero sus
enemigos bien que procuraron atacarle por esa flaqueza y fueron yendo y
viniendo con chismes al Pardo pero el General, cocinero antes de fraile, que
pudiera ser todo lo que fuera pero de gazmoño nada y que antes de general había
sido legionario y sabía lo que era llevar el lastre de cantineras en
retaguardia, no hacía ni caso. Camilo Alonso Vega, director de Gobernación,
pertenecía al mismo bando de hacer la vista gorda. Si no puedes ser casto
chiquito, por lo menos. Que seas cauto.
-Nos ha jodío, mi general- le contestó un cabo.
En ese campo España siempre fue más tolerante. Mucho
más que Inglaterra y los países de la Reforma protestante.
-De nimis non
curat praetor.
-¿Qué dices?
-Que pelillos a la mar.
Lo que no cuenta esta biografía aparte de sus aficiones
sartoriales y a los trajes de chaqueta cruzada, a las corbatas de colorines.
Iba siempre como un pincel y parece ser que sus gustos los imitaría Adolfo
Suárez, aunque no se podían ver.
También le
privaban a los aftershave caros. Eran sus manías por acudir al Rastro los
domingos por la mañana porque le encantaban las antiguallas y los libreros de
lance. Gran lector, en eso compartía los gustos con Franco. “Si no hubiera sido
periodista, me hubiera gustado ser chamarilero”
A misa iba
poco don Emilio que siempre se blasonó de sus ancestros judíos pero nadie más
compasivo y tolerante aunque de anticlerical le quedaban viejos atavismos.
Respetaba a los curas pero en su sitio sin demasiadas prosopopeyas como eran
los falangistas de antaño.
Católicos sí pero tibios y en materia de fe nada más
que lo preciso. Odiaba la superstición y en la novela “La paz empieza nunca” se
mofa de esa afición de los hispanos por los fetiches. Una cruz de Caravaca que
le colgó su madre al cuello antes de partir al frente le tuvo a cobro de los
fregaos del Ebro. “Mamá. Puede ser- dice el protagonista- pero yo no estoy de
eso tan seguro”.
A pocos periodistas les he visto escribir con tanta
soltura y desparpajos sobre los curas ye-ye a los que ponía a caer de un burro.
Pablo VI estuvo siempre en el punto de mira de sus acerados dardos.
Después de haber leído aquellos magistrales
artículos de Emilio Romero, como por ejemplo, en el que contesta a la carta de
protesta del papa Montini contra el general Franco. Le recomienda al Santo Padre que cuide su propio corral y no
interfiera en cuestiones de tejas abajo, me di cuenta de que los romanos
pontífices reciben una categoría y trato exagerado como representantes de la
divinidad en la tierra, una aserción sobre la cual conviene entablar reservas.
Romero, que siempre estaba al verlas venir, intuiría
la debacle que estaba a punto de desatarse en el seno de la Iglesia. Y eso lo
dijo con mucha sorna. Entre claveles y flores su majestad es-coja. Con muchos
arrequives y tocando muchos palillos.
La novela que más me gusta es El vagabundo pasa de largo donde plasma las tiernas memorias de su
infancia en Arévalo.
Fue un niño feliz. Hay secuencias de esta gran
novela que se me han quedado fijadas en la memoria. Tal la descripción de las
costumbres arevalenses, el dramático descarrilamiento de aquel tren correo, las
correrías por las tabernas del barrio húmedo, la magistral traza de algunos
tipos de acusado carácter humano que llegó a conocer. La topografía simpar e iluminada de las
Morañas donde el trigo crece sin agraña (agrama) como dijo el clásico. Las
fiestas y romerías, el impresionante castillo o aquella tartana propiedad de
uno de los hombres más ricos del pueblo y de los más calaveras, derecho de
pernada con todas las criadas que entraban a su servicio, a la que veía
aparcada en una ensenada que hay pasado el puente sobre el Arevalillo. Nadie a
la vista y el carruaje se movía que adelante y atrás con amoroso vaivén.
Los bastidores se balanceaban, la mula paciente
enarcaba las orejas pues había oído algo. Aquello pegaba brincos de
santibamqui. El toldo del carruaje se movía hacia arriba o hacia abajo. De
adentro del pescante llegaban resoplidos, ayes y gemidos.
-Ese carro como siga así va a acabar haciendo
molino. Parece cosa impropia de duendes y aparecidos.
-Ni mucho menos. Es don Sisenando que estrena nueva maritornes.
-¡Jo qué tío!
Por esa zona que tan bien describe el autor han puesto ahora un
puticlub. Media Castilla es casi un lupanar rodante. Pero no nos
escandalicemos. Eso es más viejo que el “andao pa lante” y nuestros abuelos
también sabían cómo divertirse.
Emilio Romero se define aquí como un andarríos, un
vagabundo de la noticia, un escritor de
muy sólidos principios al que le gustaba hacer la rabona de niño. No terminó
ninguna carrera. Lo convirtió en
periodista estampillado Juan
Aparicio que lo mandó con el carné en el bolsillo a dirigir La Mañana de Lérida. Allí tuvo sus choques con las fuerzas vivas y
es enviado a Alicante al mando de otro periódico de la Cadena del Movimiento. Sus ideas
revolucionarias provocan reacción en el clero y es detenido y llevado a
comisaría. Por esas fechas publica La
conquista de la libertad y Los pobres del mundo desunidos.
Su sombra protectora, el que le libra de todos los
líos fue Dionisio Ridruejo. En 1952 es llamado a dirigir el Diario Pueblo. La tirada sube de veinte
mil a doscientos mil ejemplares. Pero es destituido por uno de esos líos de familia entre
falangistas. Emilio había sacado la cara por un compañero.
Juan Pujol le oferta un sitio en el Diario Madrid. Aquel niño al que sacaron
de la Arcadia feliz de Arévalo conoce las arideces y traiciones de la España
cotidiana. Fue toda su vida un soñador, un gran idealista con los pies en el
suelo. Hizo una larga carrera habiendo sido el hijo de un humilde telegrafista
de la capital de las Morañas. Pero creo que nacer en Arévalo, el que a Castilla
ha de vencer de su parte Arévalo y Medina ha de tener, marca impronta; y he
aquí que el chico llegó lejos. Era apuesto, simpático y tenía un don especial
para las mujeres. Las más importantes fueron su madre, Mercedes y su mujer
María José, aparte de sus hjas, Mariví y Amparo y sus nueras. Después de la
“catedral” hubo bastantes “ermitas”,
entre ellas Rosana que le dio un hijo, pero menos de las que se dicen.
Emilio
Romero en sus prosas y en sus artículos plasma esa alegría de vivir que
contagia y entusiasma, el recochineo algo lipendi y desenfadado de años
felices. Suelo ir a las fiestas de
Arévalo donde se rifa todos los años por las Angustias el 9 de febrero un gallo
en su honor. Arévalo es el pueblo de la Arcadia feliz”. Siempre que voy
camino de Asturias paro allí. Me recuerda los buenos tiempos, los de Emilio
Romero, que son los nuestros. Ah, y en la “Pinilla” el restaurante de la
rinconada se come opíparamente. Hago la salva en honor del viejo maestro, un
escritor, un compañero, un novelista que merece todos mis respetos. No conviene
ajustar cuentas. Las nuestras ya están todas saldas. Hemos pagado el reato y el
alboroque. Basta de maulas.
!
XXV
ARGAVIESO AGOSTERO
Estábamos en el puente de Segovia empezó a llover.
-No es nada sólo una
nube-dijo El padre Ubaldo
-¿Una nube? Sí, sí, una
nube. Se abrieron las compuertas del lacrimatorio celeste-repliqué
-Tú no te preocupes, que
siempre que llueve abocanás
El padre Ubaldo el eremita era asturiano. Yo, siendo
de Ronda y habiendo pertenecido a la misma compañía de soldados en la cual él
estuvo bajo las banderas del rey en
Nápoles, Sevilla y Flandes, de vez en tarde caminaba a visitarle en la cueva
donde vivía al otro lado del río y, traspuesta la Puerta del Ángel, socorría en
la medida de mis posibles al camarada pero a él nunca le faltaban bastimentos
porque el pueblo de Madrid es de condición devota y generosa.
Nos metimos en el cobertizo cerca del Humilladero.
La lluvia solemne hisopaba las copas de los cipreses de la sacramental. Pronto,
la creciente del río ocluía los ojos de la puente de la Segoviana y saltaba
casi amenazante hasta los guardalados y pretiles arrastrando la corriente
muchos objetos. El Manzanares aprendiz de río estaba irreconocible. Rugía como
un torrente y la corriente se llevaba algunos corderos de un rebaño que pacía
en las riberas, varios cochinillos y hasta las piedras de lavar de las fregonas
que aquella tarde no bajaron y, pies para qué os quiero, haldeaban anhelantes
calle de Toledo arriba buscando donde guarecerse, cuando vieron zigzaguear por
el horizonte de la Casa de Campo los primeros avisos del cordonazo de san Francisco.
-Centellas tenemos.
El padre Ubaldo encendió el fuego y puso a hervir un
cuartillo de leche de su cabra en un puchero. Por la campana del llar penetraba
una luz color ceniza, el de aquella tarde macilenta, travesada de relámpagos y
truenos.
-¡Bueno va! Pease san Pedro y se estremezcan los
cielos
Una vieja devota que servía al anacoreta empezó a
cantar el responso del Justo Juez y
luego vino el trisagio… santo dios santo fuerte santo inmortal líbranos de todo
mal amen. Como colofón de las plegarias de la mujer que las musitaba, nerviosa
y mirando para el ventanillo por donde se colaba toda la fuerza del argavieso,
vino el santa Bárbara bendita en el cielo estás escrita con papel y agua
bendita en el nombre de la cruz paternóster amen Jesús… San Bartolomé se
levantó cuando el gallo cantó con Jesucristo se encontró y le dijo, etc.…
Al agrego de la lumbre nos calentábamos y secamos
nuestros mantos empapados del agua. Al ermitaño le manaban ríos por la cogolla
y mientras se secaba el jubón enunciaba oraciones por lo bajo pasando las
cuentas del enorme rosario que colgaba del cinto. Un cuenco de leche nos entonó
el cuerpo mientras afuera la furia del argavieso azotaba las murallas de la
villa y corte. La vieja puso una vela a santa Bárbara y tapó con su sayal un
gran espejo (la luz refleja atrae al rayo, parece ser) que había a la puerta de
la cueva… santo dios santo fuerte… santa bárbara bendita en el cielo estas
escrita con papel y agua bendita en el nombre de la cruz pater noster amen
Jesús. Era la oración de los relámpagos que todos los castellanos aprendimos
desde niños
El anacoreta sacó un crucifijo que guardaba debajo
de la esclavina y lo besé con la misma unción con que treinta años atrás besé
la bandera de nuestro regimiento prometiendo lealtad al rey Felipe III nuestro
señor.
Escampó. El argavieso iba de vencida. Salió el sol.
Los caracoles procesionaban a orillas del Manzanares portando en el arca de su
caparazón las memorias de un soldado de los tercios que, licenciado de sus
banderas, se metió a monje tratando de ganar su santa vida en religión.
-¿Habremos doblado ya el cabo de las tormentas?
-Ahora soy alférez de Cristo y milito en otras
banderas.
-¿No será la misma? Piénselo bien su paternidad. No
marremos el golpe pues importa mucho.
-De nada vale ganar todo el mundo si pierdes tu alma
y te condenas- dijo el freire.
Yo apenas reconocía en aquel bondadoso donado, en
aquel fray Ubaldo al bravo capitán de mi compañía. Antes de regresar, metió en
la escarcela vacía que yo llevaba, harto de correr caminos y de mendigar puertas, un bodigo. Me bendijo y yo de
rodillas besé sus manos:
-Gracias, mi capitán
-Soy ahora Ubaldo, el anacoreta de allende el río.
Nada queda de aquel pecador cruel que mató a cien herejes y violó a treinta
mozas en el Saco de Namur.
Subí Costanilla de los Desamparados arriba,
confundido entre los rebaños de la mesta que regresaban de la Extremadura. Era
por el mes de abril. Delante caminaba cuernos ensortijados el morueco que
sobresalía eminente entre un mar de lana, balidos y polvo. Detrás, la manada.
Cuando entraba por el portal de mi casa tocaban a vísperas. Mañana sería la
fiesta de la Santa Cruz. El padre Ubaldo mi capitán de los tercios meditaría al
amor de la lumbre sobre los novísimos, lloraría los pecados de acción y de
omisión de la vida pasada. Unas cuantas viejecitas con una vela en la mano se
encaminaban al adoratorio del Santo Niño del Remedio. Y en san Ginés henchían
el pecho de las bóvedas las notas del órgano hábilmente tecleadas por el
precentor de aquella colegiata, un tal padre Espinel, también asturiano pero
nacido en Ronda. La magistral melodía del buen
clérigo alegraba el rostro de Dios. Mi vida se llenaba de música y de
literatura. Notas para aplacar la cólera de los cielos. Palabras para ahuyentar
las centellas del argavieso.
XXVI
AL CATÁBULO
-Eh, vosotros, los del último banco, fuera de clase.
Estábamos en una lección de Teología Moral que daba
don Benigno y con las mismas sacamos el banco a los pasillos y nosotros y
nuestras sotanas nos metimos para adentro y aquí no pasa nada pero luego vino
el Rector que era el arcediano Linderos y nos envió a toda la cuadrilla al
Catábulo, las viejas caballerizas, convertidas en cochiqueras de donde partía
olores mefíticos a causa de los cerdos estabulados. Por nochebuena matábamos el
cerdo para el gasto del internado. Eran tiempos de carestía y de posguerra y
con la beca nos moríamos de hambre.
Tuve por
premonición aquella advertencia porque me pareció la que se venía encima la
idea de que nunca tendría amigos y los que así se nombraren serían o de la
acera de enfrente o del bando contrario. Con esa clase de amistades no se
necesitarían enemistades y para de contar porque a lo largo de mi vida se ha
cumplido el castigo. En el Catábulo debieran de estar las cuadras de Alfeo; así
que todo ello era una condena a trabajos forzados de por vida. Tú nunca
llegarás a nada. Con las labores de Hércules vaciaríamos la laguna Estigia e
Ícaro alzaría en su vuelo la piedra hasta más allá de donde planean los buitres
y cuando ya estaba a punto de alcanzar la cumbre la piedra se le caía del pico
porque así estaba escrito pero a otros de mis condiscípulos les fue mucho peor
porque a unos los matarían en la guerra y otros que llegasen a cantar misa
serían tratados a patadas por el obispo y otros ya con el pan de la proposición
en las manos se volverían para atrás y dirían que nones eso de ir a misiones o
enterrar sus vidas en la aldea perdida. Mauro mi compañero de terna se volvió
loco y lo llevaron a Quitapesares. Le daban congojas, veía cosas raras hablaba
sólo y de noche le surtían sudores fríos, se le erizaban los pelos al pobre
porque decía que se le aparecía el diablo. Fulgencio mi primo se casó con una
monja y Florentín fue un santo varón. La cuerda tendría que romperse por alguna
parte y todo por aquella mala broma que le gastamos a nuestro profesor de
Teología. Estábamos metidos en una tesis del doctor Angélico en la cual la
ciencia escolástica se desplegaba silogística en sorites y epiqueremas traídos
por la lógica aristotélica sobre la predestinación y nos aburríamos y empezamos
a enredar a tirarnos bolas de papel unos a otros y claro don Benigno se puso
como una fiera y nos echó pero aquello fue más que una reprensión. Fue un
castigo divino a vivir entre boñigas y bostas de vacas y vaquerizos durante
toda la existencia y más que una existencia toda la eternidad… para siempre…
para siempre. ¿Y Saulo y Mauro y Licinio, Generoso, Clodoaldo? ¿Dónde andarán?
Nunca darás remate a su tarea. Fuimos propuestos
para jefes de escuadrón y acabamos de forzados a las órdenes de Tántalo, el
cuatralbo de la gran galera del destino. En el Catábulo no olía bien pero por
el invierno se estaba calentito, se sentía estornudar a los caballos, a las
patitas de las potras golpear el suelo de piedra y a las vacas ronzar mientras
mugían sus terneros. Lo peor de todo fue estar expuestos a la envidia y la
calumnia y a la enemistad y traición de los falsos amigos… para siempre… para
siempre… para toda la eternidad y que cada uno se las apañe como pueda, se coma
las uñas o se fume el pijo. O vos omnes
qui transitis per viam videte et sentite si es dolor Sicut dolor meus. De
ese modo y a nuestra manera íbamos a ser crucificados con Cristo, portando la
cruz a cuestas, sacerdotes unos, rebotados o apostatas otros pero que bebieron
su infancia en el mismo jarro y fueron destinados al palo, iban subiendo al
monte de la Calavera sin arrimos de cirineos ni el paño de lágrimas de las
verónicas.
-La Verónica era el paso de Semana Santa que más me
impresionaba en las procesiones que presenciaba aterrado desde la acera de la
Canaleja. Por medio de la calle y escoltado por la guardia romana caminaba una
mujer joven con una túnica blanca cubiertos sus hombros de un manto azul
portando en las manos el sudario con el santo síndone.
-¿Quién era la Verónica?
-Una hebrea. En realidad se llamaba Beronice y era una de las santas
mujeres que acompañaron al redentor desde Cesárea de Filipo. Beronice la
victoriosa que estaba casada con Zaqueo el enano el que se subió a la higuera y
pasó su vida en ella haciendo penitencia sentando ejemplo de los primeros
monjes. Beronice llevó su pañuelo a
Roma y su reliquia milagrosa curó al emperador Vespasiano de un cáncer de nariz tan malo y putrefacto que los
gusanos entraban y salían por las aletas y ollares de su apéndice nasal
enfermo. Fue martirizada y enterrada en las catacumbas de Santa Priscila. ¡Qué
cosas! ¿No te parece una bonita historia?
-Claro que sí. Mucho sabes, Ostiario.
-De chico me leí los Apócrifos y algunos pasajes me
los supe de memoria y es que me gustó leer. Es una segunda vida, Eustacio
-Claro, por eso tienes pocos amigos.
-Mis mejores amigos están en los libros y ellos
forman parte de mi condena.
-Son buenos consejeros y menos peligrosos.
-Naturalmente.
-¿Te hicieron feliz?
-Hombre no del todo pero leer es como vivir una
segunda vida.
-Eso es tan cierto como que la Cara de Dios está en
Jaén- gritó Eustacio entusiasmado.
Eustacio era el ángel de la guarda de Ostiario Puertas el de la broma del banco en aquella clase de Teología cuando
quisieron gastarle una broma al catedrático don Benigno que les costaría cara
pero que impregnó su vida de querencia de lo alto y de sabiduría. Vivieron
todos lejos de los devaneos, ambiciones y prodigalidades de los que se
dedicaban a los dineros y a la usura. Ellos pensaban que la televisión era un
aula de violencia, se aburrían en los telediarios y conjeturaban que una de las
“dictoras” o locutoras de tronío que tenía los ojos verdes era el diablo que se
aparecía a los españoles a las tres en punto disfrazado de mujer hermosa.
Después los tertulieros bieldo en ristre aventaban, boquimuellles y dándole a
la húmeda sin parar, ante una audiencia desparramadad en el sofá que veía pasar
la procesión, sin vela en aquel entierro y consciente de que para España no hay
salida, la parva de los espíritus malignos narrando un evangelio al revés de
infamias, corrupciones, atentados, revoluciones, conspiraciones, amenazas,
vejámenes a mujeres, malos tratos a los hombres entonando desde su ambón
electrónico de forma muy redicha en tono de sibilas la mala nueva. El aperreo
informativo era como quitarle las ganas de vivir al más majo.
Ostiario y el ángel se retiraron a su humilde celda
porque ya tampoco se podía ir a misa y se entregaban a sus preces y
penitencias. De allí a un rato exhalaba la habitación un aroma celestial y se
escuchaba el murmullo de un río de letanías. Veían la cara de Dios y ahora
resulta que aquel pobre predicho, un “pregonado”, condenado por todos los
hombres, víctima de las maledicencia de los fachas, los ex fachas, de los que
fueron azules y se volvieron del color de la grana no por ideas sino por
interés acomodaticio y al que expulsaron del paraíso quitándole la estola pero
se arrepintió tuvo un 20 enero cuando los rusos celebran al Bautista una
teofanía, escucharon el himno de los coros y el Catábulo se convirtió en una
amplia sala con las techumbres adornadas de alfajías policromas y columnas de
jaspe con capiteles de oro macizo donde sonaba el violín y el ritmo y el
concento de la armonía. Eustacio por mandato de dios expulsó a la bestia. La
habitación no era una cuadra sino un palacio una gran sala donde se iban a
celebrar los desposorios de un príncipe. El Esposo era el Hijo de Dios que
contraía nupcias con la iglesia. Llegó Pomonio
que le robó la frase a Judas “a qué tanto
lujo, maestro, por qué ese dispendio, toda esa inversión se lo podríamos dar a
los pobres” y el Arcángel Divino entonces desenvainó la espada, derribó al
calepino pues su rostro parecía un diccionario de chistes o un tratado de
gramática parda de la silla gestatoria donde se había apoltronado al grito de “Quis Sicut Deus” y blandiendo su espada
flamígera amenazante miraba hacia su gran trasero:
-Fuera de aquí, usurpador.
Y fue así como fue destronado el antecristo y arrojado
a las tinieblas exteriores con pinta de jesuita. Un serafín leyó luego el
sermón del monte y Eudocio le dijo a su protegido Ostiario a la oreja muy
quedo:
-Tú no te preocupes porque los últimos seréis los
primeros. Aborrecidos de los hombres os nombra por vuestro nombre como amigos
el propio Dios. Persevera.
Todos los que allí estaban lloraban de alegría y se
limpiaban las lágrimas con el paño de Beronice
-Entonces ¿lo de la expulsión del aula magna de
aquel seminario vacío y la condena a los trabajos de Argos era mentira?
-No era mentira sino una parábola porque el idioma
divino nunca podrá ser entendido por los hombres sino a través de imágenes y
signos.
Ostiario se quedó con la boca abierta:
-Ah
Y a partir de entonces para el pobre ex seminarista
no hubo más catábulos. Se acabaron las cuadras de Alfeo y las casas de fieras.
Sin embargo, no habría que perder de vista a la gran patulea de espíritus
dañinos que se habían apoderado del alma de las mujeres y de los hombres. Uno
de los ayudantes del Signífero
después de aquella infernal derogación pontifical se acercó a Ostiario muy
misterioso y le recomendó lo que solían decir los mandos a sus guardias civiles
cuando salían de patrulla paso corto vista larga y ojo al cristo que es de
plata; esto es:
-No seas ingenuo ni cacatua, Ostiarín, no te fíes ni
de tu sombra, desconfía de los que te llaman por teléfono y se dicen tus
amigos. Te están vigilando los malditos esbirros de Hitler, los topos de la
Inquisición en desguisa de alzacuellos vaticanos, cáfila de herejes y rufianes
con cara de cura, los lobos se disfrazan de corderos y las serpientes cambian
de camisa.
-Así es. Gracias por advertírmelo, ángel bendito que
yo no me daba cuenta. Son muy suaves tus palabras a mi oído.
De aquel día después de pasar por las horcas
caudinas vigilaba a Pomomio que ese
también era una buena pieza. Dejemos que el bausán de Arévalo siga haciendo
momos y los espantapájaros sigan marcando paquete obsesión de putos y de
peleles que esos no asustan ni a los grajos. Hoy como vuelan bajo pues eso:
hace un frío del carajo
XXVII
A
GARROTAZOS
“Tenemos tal afición los
hispanos a rompernos unos a otros la crisma que todos los sucesos ocurridos en
nuestro país de que pueden aprovecharles los aficionados a composiciones
históricas resultan coetáneos o dependientes de una guerra civil. Diríase que
los nacidos en esta tierra de garbanzos somos capaces de todas las virtudes
cívicas y de todos los afectos privados, de todas las grandezas y heroísmos,
excepto el del amor fraterno”. La cita es del novelista granadino Pedro Antonio
de Alarcón y creo que viene al pelo de la situación en la que estamos viviendo
precisamente ahora que se acerca Nochebuena cuando conspirará contra nosotros
la melancolía, el consumismo como escapismo y una alegría postiza. Nos siguen
escupiendo desde arriba, nos mean en la cabeza y hemos de decir que llueve. Nos
continúan calumniando y nosotros perdonamos. Es muy duro esto. Lo que dice el
escritor accitano, Guadix y la alpujarra en el pensamiento, somos más moros que
cristianos y la verdad es que nos queremos muy poco. Uno maneja buena
información gracias a Dios y por eso pienso que este gobierno dadas las
circunstancias mundiales no está haciendo una claudicación – la opinión
contraria la respeto pero para entenderme hay que volver a los tipos del Circus
y a las tabernas del canal londinense donde Ian Fleming y Philby beben cerveza
y maestros del disimulo tratan de encubrir traidores, vuelve la guerra fría que
pronto se va a tornar caliente, no será una guerra de bloque sino de actitudes
vitales y mores y la verdad que tal y conforme está el patio y lo propensos que
somos los españoles a las estocadas la alianza de civilizaciones puede ser un deterrent. Yo no alcé bandera blanca
pero la verdad tengo más miedo que al moro o al infiel a ese fulano de mi
barrio que me espía, sigue mis pasos, me calumnia y me metiera un navajazo por
la espalda a la ocasión propicia que se dice que es mi amigo y mi paisano. Y a
lo mejor va a misa de doce. Ya no tengo edad para alistarme pero prefería una
trinchera y cañones y más cañones y aquí estaba yo que tener que ir al frente
de la insolidaridad incomunicada de la malquerencia de las personas normales
listas para denunciarte. La soplonería en auge puede que pronto empiecen los
paseos. ZP quiere pasar eso me consta pues insisto uno maneja sus buenos datos
y ha sido periodista destacado y ocupado garitas de observación importante.
Vivo rodeado de chacales pésimamente educados porque no creen que se haya
muerto Franco y muy mal informados. No hay salida. He ahí toda la cera que es
la que arde. Somos el país inventor de dos palabras que en inglés implican
complicaciones testarudamente celtiberias: “guerrilla” y “vigilante”. Lleva
razón el autor del “Escándalo”, “La Pródiga” o el “Niño de la Bola” al meter el
dedo en la llaga. La verdad es que nos queremos muy poco. En la pasada guerra
civil hubo frentes, heroísmos y hasta canciones. En la próxima ya no podrás
entonar aquello de si me quieres escribir. Pero seguirás escuchando el silbido
de los pacos y las bayonetas caladas encontráis en ese tipo que reta al subir
al autobús con los ojos o la señora que te llama acosador y te prepara un trepe
o un juicio de faldas porque vas contando al conductor algunos chistes verdes
ofensivos a las feministas camino de casa. ¿Acosador, mi alma? Pero qué dice
usted. Yo ya no estoy para coger pesos. La acosadora y la abusadora es usted
que me denuncia que me echa de casa que me insulta que me amarga. Ese es el
tenor de la actual guerra civil en las presentes circunstancias. Muchos hombres
dando tumbos por las calles españolas batiendo la grava de vaivén en vaivén de
refugio en refugio de hospicio en hospicio. Es la peor guerra civil que hayamos
parecido precisamente por eso porque aquí nadie dispara pero las almas se han
vuelto insensibles, el egoísmo manda y hay sensiblería solidaria para el étnico
que viene allende los mares mientras al indígena se le condena al ostracismo.
Tampoco hay tantas bajas aparentemente pero esta guerra se dirime con armas
invisibles como por ejemplo la bomba de neutrones que deja intacta las
propiedades y destruye a los cuerpos y las almas por dentro. A mí me hubiera
gustado vivir en los tiempos de Alarcón y haberme marchado con él a las ordenes
de Prim en la batalla de los Castillejos y haber escrito paginas que hoy tienen
una gran relevancia como el Diario de un testigo de la guerra de África (ama al
musulmán pero no renuncies nunca a tu religión ni a tu casta ni a tu patria) y
que murió casi en la pobreza en el número 92 de la madrileña calle de Atocha el
19 de julio de 1891. Había dejado de escribir más de diez años antes, habiendo
confesado su desaliento por el rumbo que cobraban los acontecimientos en la
patria: “Me siento un hombre que no
pertenece a esta época”. Su vida literaria con grandezas y altibajos –
héroe me admira la garra literaria y el patriotismo- encierra el paradigma del
ex seminarista que quiso ser militar y escritor. Su biógrafo Martínez Kleiser
descubre ese carácter zigzagueante, esa inquietud de andaluz que quedó seducido
por Madrid y hasta se compró una quinta en Valdemoro. Se había dedicado a la
vida política con O´Donell. Interrumpió su carrera política pero volvió a
riscar la caja de cerillas de la imaginación y salió “Final de Norma” y el
“Escándalo”. No ganó mucho dinero. Se le murió un hijo de corta edad y aquejado
de depresiones renuncia a la vida de los salones. ¿Adónde voy yo con esta
barriga? Se lamenta en una carta a su
hermano. Es la misma pregunta que hice yo varias veces a mi propia Inquisición.
La Pardo Bazán le hace una entrevista poco antes de morir y le encuentra pálido
de una gordura fofa. Ay esa gordura de los deprimidos y calumniados de las
Españas que siendo liberales y tolerantes se les tacha de ultramontanos
cavernícolas. Fachas. No lo entendieron. A veces le veo en la foto señor moreno
calvo de la bellida y negra barba y hasta diríase que pudiera ser un abuelo
nuestro que murió en la guerra de Cuba o un antepasado lejano. Moro por fuera
godo por dentro. Un gran español. Una pena que sea un clásico descatalogado.
Sus novelas inspiran ternura, interés, poesía y vibración de la naturaleza y
son una invitación para la reflexión. Pero ¿quién es ese señor? Don Pedro
Antonio de Alarcón. Hace dos veranos viajé a la Alpujarra y creo haberme
encontrado con su fantasma onírico cuestas arriba de Lanjarón. Todo un
espolique del alma andaluza y española. Siguiendo sus pasos coronaremos el
Mulhacén. Su diagnostico: mejor una hora de lectura que responder ala
provocación con la cabritera. Mejor un treno de Jeremías que un trágala perro
que aquí la gente tiene muy mala leche o es muy agria que un oiga, oiga, usted
no sabe con quien se juega los cuartos. Lleva razón don Pedro Antonio aquí el
personal va con la escopeta cargada o porta una navajilla que le sirve para
algo más que para comer
XXVIII
EL CANTO DE LA PASIÓN
Se acerca la pascua hoy es
Miércoles Corvillo y ayer fue Martes Lardero con Lunes de Carnaval el día
antes, son viejos rastros de una fiesta
medieval superviviente que ya carece de
sentido pues aquí ya no hace penitencia ni el tato y la única penitencia que
tenemos es desayunarse cada mañana el sapo de los informativos y vivir como
corresponde nuestro tiempo de silencio. Todos
los años tenemos por
costumbre algunos de mi curso reunirnos
en Arévalo previa visita a la Virgen de las Angustias ante cuya imagen se
prosternó otrora nuestra Reina y
genuflexión ante la tumba de María de Guevara la protectora de San Ignacio. Un
padre nuestro a las Benditas Animas por los fallecidos del grupo que la muerte
va clareando las filas del consorcio de los antiguos curillas y ya les hemos
cantado el gorigori a muchos. Luego
comida en la Pinilla tostón del bueno y regado con los mejores caldos de las
Morañas. Para a media tarde largarnos a una iglesia de un pueblo cercano cuyo
nombre no diré. Allá cantamos la Passio a tres voces con gran
solemnidad en fa bordón y con esa majestuosidad del canto llano que deja a
Mozart a la altura del zapato y lo siento por lo que piensen algunos melómanos
pero aquí el espíritu está por encima de la letra. Y en música cuanto más
sencillo mejor y no lo toquéis más que así es la rosa. Creo que ningún texto
salido de la pluma de hombre supera la divinidad de este pasaje de San Juan en
el que se alcanzan cimas narrativas nunca superadas. Nosotros al recitar la
monodia de los versículos nos sentimos como en una nube. Milenaria cantinela
llena de penetración psicológica, de misericordia y de perdón en que se cuenta
un hecho histórico que ahora la corrección política trata de negar o amañar a
su propia conveniencia. Es la fuerza en el maravilloso pathos calado de
concisión y de agilidad diacrónica del latín elevada a la enésima potencia y no
el latín clásico sino una lengua muy posterior el que fue lengua franca de la
iglesia del medievo pero la melodía entra en simbiosis con el canon recitativo
y luego están los tres tonos: el tenor del cronista, el contralto de la vox
populi, de Pilatos, el Sanedrín, el Buen
Ladrón, y el bajo del que personifica al Maestro. Durante toda la edad media
solía cantarse a la cuaresma en los atrios de las iglesias como una
representación teatral. La pasión caló profundamente en el alma del pueblo, fue
fuente de inspiración del arte popular y los diferentes pasos quedaron
plasmados en las tallas de los imagineros. Se trata de un hecho central de la
historia humana que no admite ni claudicaciones ni concesiones. Hay un pasaje
al final de esta narración en que el evangelista cuenta cómo José de Arimatea
el discípulo oculto de Jesús y que se había mantenido a distancia de los
acostamientos “propter metum Judeorum” (por miedo a los judíos) a pedirle le
entregue el cuerpo del Señor para embalsamarlo. Ese miedo electriza a toda la
historia y es muy de hoy. Cristo se sublevó contra él y llamaba gallinas a sus
discípulos, hombres de poca fe. No tengáis miedo. Pero a ver quien es el majo que se atreve a
ponerle el cascabel al gato; claro él era el Hijo de Dios y nosotros pobres
pecadores llenos de complejos y de respetos humanos y que para colmo tenemos
todos los días que comer, se nos vuelven los dedos huéspedes. Antes cuando los
obispos gastaban mitra y nadie se atrevía a cortarles las ínfulas de por detrás
o el báculo doctoral este miedo, esa sensación de canguelo ante las fuerzas
oscuras y el qué dirán, se había superado porque el catolicismo era dueño de
sus destino pero, ahora, ya quedan pocos prelados de la talla de un Gelmírez y
aquí lo que tenemos es al tal Blázquez, ese obispillo, por ejemplo, que hace
encaje de bolillos con sus frases, para contemporizar y adobarlo todo para que
el arrebatado Bedoya desde las páginas de su órgano diario les dé su aprobación
y no los excomulgue a los de la conferencia episcopal. Aquí está la esclava del
Señor. Pues muy bien. Pero antes no era así.
Pedro vacila al caminar sobre las aguas y se escucha el grito que sonó
por primera vez en Tiberíades. Sálvanos Señor que perecemos y Él vuelve a
fustigar nuestro encogimiento de hombres de poca fe. Nosotros no sabemos si
pertenecemos al cupo de los de José de Arimatea más bien creo que sí pues en el
grupo del discípulo que tiró de navaja y le cortó la oreja a Malco en el huerto
de los olivos creo que no estamos. Hay mucho acurrucadillo en nuestras filas,
otrora prietas y hogaño en merma, pues no están los tiempos para muchas alacridades.
Los hay misacantanos, otros que lo dejamos ya con la tonsura – no nos echaron
fue una opción nuestra- sobre nuestros occipucios. Tuvo la culpa alguna que
otra romería como aquella a la que nos largamos Pipe el sobrín del obispo de
Oviedo y yo de San Vicente de la Barquera. Es una vida la que dejamos a
nuestras espaldas pues la mayor parte de nosotros estamos a punto de alcanzar
la jubilación y algún miembro del grupo vive ya de a hecho en la residencia
sacerdotal, el asilo de los curas y por último los hay que son abuelos y van
por el tercer o cuarto matrimonio. Nos une sin embargo frente a nuestra
senectud y a la ceniza y el pelo blanco que unge nuestras cabezas la fe moza y
vivificante “ad Deum qui laetificat
juventutem meam” (al Dios que alegra nuestra juventud) de nuestro tiempo de
ilusión alevín. Claro que precisamente nuestra debilidad y nuestras carencias
lo que nos da fortaleza para no contemporizar con alguna de las cosas que
suceden a nuestro alrededor. Y fue precisamente un friolero y un acojonado –
toda su vida tuvo miedo- como don Pío Baroja aquel al que no faltaron arrestos
para proclamar las verdades del barquero al diagnosticar los males que nos
aquejan pues aquí el separatismo siempre fue un cáncer con metástasis. Por
ejemplo, el gran escritor vasco siempre fue del pensamiento que el problema
catalán como en su día lo fue el portugués es una cuestión judía que renace de
vez en cuando pues en este país vamos sin solución de continuidad desde la
mierda hasta la guerra civil. Es el genio de Avinareta que vuelve triscando por sus fueros. Don Pío
no era precisamente del bando de Arimatea. La piedra rechazada por los
arquitectos es elegida como roca basal. ¡Qué grande Baroja, qué intuitivo, qué
genial! Cuya biografía recomiendo pues
sus dichos mantienen una actualidad imperecedera y acaso expliquen esa corona
de espinas que el judío Carod, buen discípulo de Companys otro del clan,
responsable de nuestra guerra civil que trajo al pobre Azaña a mal traer, nos ha pasado por el pico en mimo sacrílego,
sin que se hayan producido aquí trifulcas tan graves como las de las viñetas
del profeta, ni se haya procesado al irreverente pues los jueces se lavan las
manos como Pilatos. “Et in hoc homine
nullam invenio causam, etc” Tampoco el horno está para bollos pues
controlan el call de Gerona donde don
Narcís nos toca el órgano y por las noches nos ponen en antena a don Cesar Vidal, un libro nuevo cada quince días
oye ¿Cómo podrá? Pero aquí si no eres del Sanedrín y no estás en su horma no te
bautizas y están haciendo maravillosamente la maniobra de la tenaza. Atacan por
los dos flancos. Por la izquierda y por la derecha lo que les convierte en poco
menos que invencibles aparte de temibles. Al fin y al cabo Cristo es el
abanderado de nuestra libertad. “eleuteros” le llamaban los griegos
(libertador). Así que los de mi cuadrilla para desagraviar profanaciones como
la del bueno de don Carod con su cara de morsa nos reunimos a entonar la
Passio, a leer a don Pío y a comer jalufo en la Pinilla. Que por cierto tal y
como lo preparan en Arévalo está riquísimo... Los de mi cuadrilla somos godos,
viejos creyentes, o “staroi vierushi”
como nos llaman los de la Ortodoxia. Empieza nuestra cuaresma, tiempo de
perdón. Humillemos nuestras cabezas. Amén.
XXIX
PACTO CONTRA RUSIA
Arturo Koestler escribió una novela sobre los
Kazares la XIII tribu desaparecida de Israel la de Zabulón a la que se perdió
el rastro y, perseguida, fue a parar al Cáucaso al pie del monte Ararat donde
posó el arca de Noé cuando cuajaron las aguas del diluvio. Es una de las
regiones más bellas y desconocidas del planeta por la feracidad de sus valles y
la calidad de sus vinos y de sus frutas. Sitio misterioso de donde arrancó la
humanidad y fue el origen del cristianismo. Supuestamente, los kazares se
bautizaron en masa y allí florecería después del imperio romano una de las
cristiandades de mayor solera. El rito armenio que es una fusión de la liturgia
latina y la griega- los armenios fueron de los primeros pueblos en peregrinar a
Compostela según consta en el Codex Calixtinus y trajeron con ellos las claves
del arte románico al principio de la edad media- es hermosísimo aunque admite
el armonio y otros instrumentos músicos, que están vedados en el canon de los
orientales, sólo admiten la voz humana y en vez de iconostasio tiene
presbiterio. Sin embargo, ha padecido Armenia una historia trágica de guerras y
de calamidades. Los turcos hacían incursiones en sus montañas y se llevaban a
sus muchachas y a sus mocitos imbeles como esclavos a los harenes de Estambul.
El 24 de abril de 1917 un enorme ejército de jenízaros arrasó, debeló, devastó
la hermosa Erevan. Es uno de los mayores genocidios que se conocieron en la
historia. Perecieron se calcula que millón y medio de seres inocentes. Ciudades
como Virap fueron pasto de las llamas. Los monjes del monasterio de Tatev donde
el abad Mesrop Maschtot pontificó durante seis décadas- fue el inventor del
alfabeto armenio una mezcla de griego, romano e indio- en número de quinientos
fueron pasados a cuchillo. Ese holocausto atroz pesa en la conciencia de los
armenios a los que la invasión otomana desplazó por toda la faz de la tierra. Y
guardan memoria. En todas las familias hubo algún muerto. A lo largo de mi
carrera periodística en Londres y en Nueva York he conocido muchos armenios. El
corresponsal de la TASS un tipo bien parecido el pelo rizado espeso y muy
moreno, un ario típico y la nariz ganchuda podría pasar por un andaluz o por un
extremeño en la ONU se hizo amigo mío y una vez dijo:
-Nosotros haciendo honor a nuestro ascendiente errante, sabemos muy bien lo que es la diáspora. Pero somos los cristianos más antiguos del orbe. Hay una cruz en nuestra bandera que tiene el color del albérchigo, el árbol y el fruto que lo identifican. Los armenios son muy industriosos, buenos comerciantes, amantes del clan. En Londres compraron una iglesia anglicana en los Jardines de Evelyn cerca de donde yo vivía y allí celebraban sus misas. Les oía cantar los domingos. También me confesó que Rusia fue el mejor aliado que tuvieron contra el enemigo común el que les echó de sus tierras y les despojó del Ararat su monte sagrado. Los hitlerianos no consiguieron izar la esvástica en el monte Ebrús. Se lo impidió un general armenio héroe soviético de la batalla de Stalingrado. En 1991 una de las naciones de mayor abolengo del planeta – abrazó el cristianismo en el 301 tres lustros antes del edicto de Constantino-recuperó la independencia pero hubo un terremoto terrible el año 88 y la terrible guerra de Ngorno Karabak. El pasado miércoles el presidente de esa republica, Sacrisjan, firmó un tratado con el presidente de Turquía después de un partido de fútbol entre las selecciones nacionales de ambos países. Se abrirán las fronteras y habrá intercambio de embajadores entre Erivan y Ankara pero el Cáucaso es un avispero. Alemania apoya con gran escándalo de su opinión pública el ingreso de los otomanos en la UE. Los norteamericanos a través de la Merkel quieren incrementar su zona de influencia en este punto caliente y centro de paso entre Asia y Europa. De lo que se trata es de arrinconar a Rusia tras el intento fallido de Georgia donde manda un gangster y un señor de la guerra como Saakashvili. Pero el presidente armenio no parece ni de la misma cuña ni de la misma madera que su homólogo georgiano. Hay que confiar en que este acuerdo no sea el pretexto para una nueva noche de Walpurgis en el Cáucaso.
-Nosotros haciendo honor a nuestro ascendiente errante, sabemos muy bien lo que es la diáspora. Pero somos los cristianos más antiguos del orbe. Hay una cruz en nuestra bandera que tiene el color del albérchigo, el árbol y el fruto que lo identifican. Los armenios son muy industriosos, buenos comerciantes, amantes del clan. En Londres compraron una iglesia anglicana en los Jardines de Evelyn cerca de donde yo vivía y allí celebraban sus misas. Les oía cantar los domingos. También me confesó que Rusia fue el mejor aliado que tuvieron contra el enemigo común el que les echó de sus tierras y les despojó del Ararat su monte sagrado. Los hitlerianos no consiguieron izar la esvástica en el monte Ebrús. Se lo impidió un general armenio héroe soviético de la batalla de Stalingrado. En 1991 una de las naciones de mayor abolengo del planeta – abrazó el cristianismo en el 301 tres lustros antes del edicto de Constantino-recuperó la independencia pero hubo un terremoto terrible el año 88 y la terrible guerra de Ngorno Karabak. El pasado miércoles el presidente de esa republica, Sacrisjan, firmó un tratado con el presidente de Turquía después de un partido de fútbol entre las selecciones nacionales de ambos países. Se abrirán las fronteras y habrá intercambio de embajadores entre Erivan y Ankara pero el Cáucaso es un avispero. Alemania apoya con gran escándalo de su opinión pública el ingreso de los otomanos en la UE. Los norteamericanos a través de la Merkel quieren incrementar su zona de influencia en este punto caliente y centro de paso entre Asia y Europa. De lo que se trata es de arrinconar a Rusia tras el intento fallido de Georgia donde manda un gangster y un señor de la guerra como Saakashvili. Pero el presidente armenio no parece ni de la misma cuña ni de la misma madera que su homólogo georgiano. Hay que confiar en que este acuerdo no sea el pretexto para una nueva noche de Walpurgis en el Cáucaso.
XXX
QUIRÓGRAFO DE LA ASCENSIÓN
Esperanza
entre mis teclas. San Apolinar frisa
alto y dejo de fumar en este bello día de julio. Sed aliud
est coelum aeternum. Ojos que miran al cielo como en la oda de fray Luis, y
dejas pastor santo tu grey en este valle.
Uno es el cielo inmaterial y otro el cielo aéreo. El matiz es importante porque en ambos cielos
moraban los espíritus; en uno los ángeles, angélica
turba coelorum exultet y abajo los demonios. Una era una cucaracha alemana con el pelo de
estropajo y las mandíbulas como garras de la hormiga atómica. Sed exultet
turba coelorum que todos esos nada podrán contra mí. El cielo aéreo es lo próximo a la tierra pero
el empíreo es otra historia muy diferente. Al cielo aéreo fue sublevado o
subllevado Elías el profeta. Y
transportado hasta una remota región que se trova en paradero secreto hasta el
fin de los tiempos. Coelum quippe terrae proximum est.
Cuando bajó al limbo Jesús resucitado al tercer día, palabras máximas,
soniquetes y comodines, son sus
palabras, rescató a los justos. Esto es
pura mitología. Señor que duro es creer
pero aquí se guardan los sellos de la vida humana en el quirógrafo de la
ascensión. Et mortuos debitum persolvit. Pagó con su muerte la deuda de los
muertos, no obstante el redentor no padeció a la muerte propiamente dicha, la
superaría. La ascensión por su propio
pie y no en manos de ángeles fue el finiquito de la resurrección. Elías fue transportado al cielo igual que san
Pablo en un ataque de gota coral seguramente y la virgen fue asunta. Diferencias por tanto de contorno entre
sublevación, asunción y ascensión. Esa
fue una de las primeras cosas que nos enseñaron con el catecismo. A Elías lo tomaron los ángeles de la mano lo
mismo que a Enoj para superar el lastre de la gravedad pero Cristo se elevó de
su propio pie y con la fuerza de su mano.
Se eleva por tanto sobre las miserias de este siglo y los pálidos
reverberos de la gran belleza del padre se
reflejan en las obras que
hizo. La ascensión es la fiesta más
platónica del calendario cristiano. Y
dicen los comentaristas que el Señor coelorum
fastigia penetravit. El fastigio era
un techo de doble vertiente. Derribó las potestades diabólicas ¿Qué me
pasa? Mientras especulo de tan altas
razones mi existencia subyace en la abyección y la miseria. Sede a
dextris meis, dijo el salmo y Esteban el día de su lapidación vio los
cielos abiertos et filium hominis stantem a dextris. Hay una diferencia entre sedere et stare. El stare es
algo más transitivo. Al sedereo
sentarse realiza un papel más activo en
favor de aquellos que en la tierra invocan su nombre. Íbamos diciendo que se acercaba un tiempo de mártires. Y va induido de la estola (cpitraxil) de gloria. Todos los santos
bizantinos portan la estola cruzada sobre los hombres con la cruz a manera de
estandarte. Me queda un año para jubilarme y esto va a ser otra vía
dolorosa. Ascensión significa exaltación
de la humanidad. Al subir con Cristo a
la gloria el cristiano se convierte en algo sublime y así lo afirma el
quirógrafo o compromiso de nuestra salvación.
Pero
el ave ignoró la senda. Semitam ignoravit avis. Sea. Elevata est magnificentia tua super coelos. En él con él y por él y en él triunfamos de
nuestra corrupción de nuestra podredumbre.
Sin embargo Él nos dice que el camino hacia la excelsitud es la
humildad, la mansedumbre, la claridad.
De esta forma un día podremos gozar de su plenitud. Hay que circunvenir las tentaciones y
adversidades y suprimirlas plantándola combate mediante la huida. El cuerpo que se eleva a efectos de la
potencia divina. El amor viene saltando
los montes. Ecce hic veniet saliens in montibus. De coelo venit in uterum, de utero
in praesepio, et de praesepio venit in
crucem, de cruce in sepulchro et de sepulcro redit in vitam et de vita in
coelum. ¡Jolín too much! Muy brillante. Mucha hiperdulía.
XXXI
TEATRO E IGLESIA
La
noción del teatro como una liturgia y de la iglesia con un escenario con sus
decorados pertenece al ámbito del pensamiento y la literatura rusa. Sin estética y sin arte y sin misterio no hay
religión. Creo que fue Iván Bunin que cuenta una misa entre los expatriados
rusos de Berlín y llega a la conclusión de que
el acto parece la representación de un drama solemne con sus decorados
con sus caracterizaciones y puesta en escena.
Los rubriquistas saben mucho de esta intima conexión de lo sagrado con
las artes escénicas porque la pintura y la música y la escultura son sagradas,
tienen ese hálito o palpitación de la divinidad incombustibles. Es como un
proceso en el que la inspiración se somete a la férula de las corcheas y las
fusas y las semifusas. Una buena partitura, una sinfonía, es contar una
historia inefable que avanza entre tinieblas.
Por eso cuando entramos en una iglesia nos sentimos diferentes, acaso
seamos diferentes. Nos embarga el roce
de lo trascendente, la vivencia de lo ultrasensible. Esa misma sensación nos acomete al pisar la
alfombra de un patio de butacas. Para los rusos esto es el equivalente a una
confesión de parte, y la música cantada resulta en ese sentido una confesión de
lo inefable. Ante el altar ante la grada
del proscenio o calzando el coturno los diálogos a veces se vuelven monólogos.
Así que en un decorado teatralmente tan perfecto como Petersburgo la
arquitectura se vuelve música de gusto neoclásico y ese amor a las tres
unidades de Catalina la Grande. Tanta
línea recta tanta magnificencia parece no ir a compás con el sinuoso carácter
de los rusos que es circular y romboide como las cúpulas mágicas del oriente.
Pero en la ciudad de los zares las piedras se vuelven pentagramas o versos de
Pushkin tan refinados tan respetuosos con las normas de Boileau. La ciudad tiene alma de fuego y en los
atardeceres parece que le nacen llamas a los domos y todo se vuelve fulgores e
incandescencias. La ciudad orillas del Neva adquiere perfiles de estrella,
armando la distancia un dintorno de
fulgores en que cabrillean las torres de las iglesias en forma de llama sobre
el espejo de las aguas del estuario. De
la mano de cualquier compositor alemán instalados en la ciudad nos parece
gastar el tiempo (die Zeit verzheren)
porque Petersburgo tiene también alma filosófica. En ella pudiera Kant ser vecino de
Dostoievski. Es rusa y es alemana.
Avancemos
un poco más; no seamos retrecheros, no nos quedemos meramente con el
paisaje. Volvamos a la historia. En 1582 hubo una victoria cosaca sobre los
tártaros y el zar hizo una donación a las iglesias y monasterios (Soende). En cada uno apostó un carillón o garita [karyl] semejante veleidad le da a la
capital un carácter de fortín, de plaza fuerte amurallada contra las ventiscas
que vienen por el Báltico. Otra nota a
destacar es el aspecto religioso. La
iglesia más grande de toda la cristiandad mayor incluso que san Pablo de
Londres y la basílica del vaticano está en san Isaac. Esta visto que cristo estorba con sus planes
de redención a otros demiurgos. Por eso
le llaman cínico y tonelero agresivo [ausfallend]
un profesor de ciencia itinerante o wanderlehrer que se expresaba en
parábolas. Su palabra quedó prendida
como mechón de humo sobre las cornisas.
Cristo es nuestra antorcha.
Aspiramos a su visión, vamos a su encuentro pero nos entorpecen los
grilletes trabas del pecado (compedibus)
de nuestras ligaduras carnales. Sin embargo, en Petersburgo se siente la
resurrección de la carne. El alma se eleva y los cimborrios y orondos
chapiteles de la catedral de Kazan inician una ascensión ante nuestros ojos,
suben y suben, ascienden. Son una metáfora de la metamorfosis espiritual que ha
de transformar y reformar al hombre. Christus glorioficatio nostra. ¿La
caridad y el amor cierran la culpa? Charitas operit multitudinem peccatorum.
El Redentor nos condona la deuda. Es lo que en aquella ciudad se siente o a mí
me pareció sentir.
XXXII
CONJURO
Así que dios con nosotros. Tengas tranquilidad de
conciencia y paz en el espíritu. Largos sean tus días y tu trabajo de provecho
pero la respuesta que obtienes es inequívoca. Apártese usted de mí señor pateta
y se retuerce la serpiente en sus arillas. Marivientos pega un portazo. El
mensaje franciscano paz y bien no es de este mundo. Así que me repliego en mí
mismo y con la humildad del Maestro que quisiera para mí mismo replico: Si en
algo falté dime en qué. Si no por qué me golpeas. Y voy a un rincón a llorar, a
lamerme las heridas y a cantar la Passio (que resuenen los cánticos de resurrección
por toda la tierra, que nuestras vidas sean un perpetuo coro en la misa de
ángeles, pues vaya un aburrimiento, siempre las mismas respuestas, las mismas
patas de banco, la eternidad es monótona pero no queda otra). El orgullo
satánico que no cesa, se revira en la culebra, ya digo. Y sus retortijones
ocasionan cambios planetarios. La actualidad narrada por inocentes bustos
parlantes y chicas clonadas caballeros recién salidos del armario que son
cabelleras fabricadas en serie es un continuo agitarse y retorcerse del rabo de
la lagartija ahora con pluma. Hicks and hips my dear old friend. Divinas palabras de perdón. Que tengas paz en tu alma. ¿Y tú quien eres,
santurrón? El acontecer marca un rumbo
brutal parece ser que la brújula del mundo viene marcada por la desesperación
en un desorden aparente que controla el gran controlador valga la redundancia.
Cuida de tu casa. No tires cantos a tu vecino si tu techo es de cristal. En el
estrado de entrada de la gran conserjería vigilan y escrutan la puerta principal
las grandes milanas. Son viejas, usan pantalones de milicianas y van por la
vida de feministas disfrazadas. No son centinelas hacia fuera que las llaves
del castillo fueron entregadas hace algún tiempo. Su jurisdicción, su perímetro
es guardar el redil de las ovejas. Sus miradas penetrantes matan como las del
basilisco. Tienen poco trabajo pero gozan de un siento. Una de ellas muy
emperifollada acude a su alguacilazgo vestida de pantalones al grito de
consignas que recuerdan parábolas de destrucción y de saqueo. Era fregatriz y
la promovieron a inspectora de la gran parva unos humos que tu no veas odia a
los hombres y se ha convertido en una especie de boogyman, el coco o sacamantecas en la garita de control. El diablo
la azuza y la controla. Vivimos en un perpetuo día de Santa Agueda bajo el
mando de la escoba y el blusón de las señoras de la limpieza. Oiga fiche. ¿Está
usted ya más tranquilo? Mucho más tranquilo que vuecencia. Tiene pinta de ave
rapaz la que me lo dice. Milana bonita. Guardesa en su trono y retahílas,
muchas retahílas. Hagan juego. Las ascendieron, les quitaron la mopa y las
pusieron de vigilantes de la parva incierta y ahora nos vienen con esos humos.
A las que barrían las hicieron jefas de negociado. Por eso la casa está sin
barrer. La casa de España.
Tras la lluvia de estrellas que llamaban “Lágrimas
de san Lorenzo” apogea el verano, el grano ya en el silo o en troje, los
marranillos gruñendo en la cohorte, traje de fiesta camisa blanca – venga esa
muda, chiquitos y a lavarse esas roñas de por el enverano y yo pecosillo que
era de niño y que creía que las pecas de mi rostro eran culpas duro restregarme
la cara con papel de lija pues yo era muy crédulo por aquel entonces y seguí
las recomendaciones del Pedrete que era el jefe de la cuadrilla y un guasón por
poco me desgracia- los agosteros ajustados por san Antonio recibían la soldada,
las noches eran algo más cortas, el relente de las sonochadas anticipaba los
rigores de los primeros fríos del otoño pero toda Castilla era un ascua de fulgores.
De cohetes, rechiflas, arreboladas cantores y rondadores. Los ecos de la gaita
el tamboril retumbaban lontananzas. El cielo de la noche, con más estrellas que
nunca, aparecía iluminado de voladores. Se escuchaban a lo lejos los cantos de ronda, el bramido de
los toros que iban a ser lidiados en el encierro, toros enmaromados que
lidiaban a hurtadillas en las capeas a la luz de la luna. La vida para mí por
aquellos días era una bonita película. Como hacían en Peñafiel, buen pueblo
pero mala gente, decía mi abuelo Benjamín que era muy ocurrente y tenía una
sentencia para todo y él siempre prefirió los encierros de Cuellar que eran mas
limpios, no se enmaromaba a las vaquillas y el vino era menos traidor. Además a
los de Peñafiel como a los de Fuentepiñel (muchos barros y poca miel) les
decían pueblos beatones mucho golpe de pecho, mucho cura, mucha misa y mucho
rosario y mucho pésame señor y por
detrás la coz de la mula Muina. Zas. Siguiendo los consejos sabios de mi
querido abuelo que gloria esté huí siempre de los hipócritas y camándulas como
del pedrisco y me dan cien patadas esos
mulos zainos con cara de no haber roto un plato, das media vuelta y tienes la
navaja en la espalda o la patada en el culo. No. Mi fe y mi esperanza en Cristo
es algo total y coral nada de particular. Aquí del rey abajo ninguno o vamos
todos al cielo o no se salva ninguno. No hay preferencias ni distingos en el
amor divino sino llaneza total. Por mucho que
hagamos el mundo nunca cambiará. Somos pecadores. Sólo el buen Jesús
salva, sólo Él perdona. Lo malo viene cuando uno quiere ser más que el otro y
quiere entrar en el cielo por la puerta
de atrás. La santidad, la virtud el heroísmo, no están reñidos con la
humanidad, esa humanidad que el Hijo de Dios aceptara y en la que se reencarnó
accediendo al dolor, a la risa y al
llanto e incluso compadeciendo a las mujeres pues en su paso por la tierra
siempre anduvo rodeado de putas, recaudadores del fisco y de borrachos. Los
farisaicos predicaban una religión que era todo lo contrario: muchos
ringorrangos más de remate raza de víboras, sepulcros blanqueados. En Cuellar y
en Aranda caguen la orca otro lugar hacia el que Benjamín sentía cierta
querencia pudieran ser más brutos, aunque no tanto como los de Espirdo que
querían meter en la iglesia el pendón de través como toda la gente de la ribera
pero no estaban tocando a la novena a todas las horas y mucho pésame señor y
luego hacer daño al prójimo. En Cuellar hubo una vez obispo y en Aranda casa de
la prostitución. Ahora sí que estamos buenos. Pero estas rivalidades de
campanario hinchen y reaplanan toda la geografía y la historia española. La
historia de los de Fuentepiñel muchos barros y poca miel y los de Fuentesoto
culo roto siete varas y otro poco se repite en esta tierra de coritos la mina y
el mar. No vamos a cantar el prefacio como hacía mi abuelo para entretener las
horas de trillo. La Asunción era la fiesta de Valtiendas (para que me
entiendas) íbamos en bicicleta, echábamos un baile y un traguillo en la bodega
y otra vez pa casa pero una vez cuando volvíamos nos tiraron piedras. A esos. A
esos. Las diversiones de aquellos tiempos solían terminar a cantazos o a
garrotazo limpio por un quitare esas pajas. Ya digo España siempre tuvo la
sangre municipal y espesa. Los de Vallehelado no pueden ver a los de Campaspero
y aquí los de Supterval en la hondonada no aguantan a los de Cabruñada que están en rasa y unos
son aldeanos de la braña y otros marineros pero incluso entre los propios brañeros
montesinos los de Brañaseca no soportan a los de Peña Umbría que es pueblo al
abrigo de un arroyo naciente, unos someros y otros soteros y así sucesivamente.
Debió deber de ser difícil gobernar a un país como éste con pueblos de tantas
madres, hijos de tantas leches y procedencias. De muchas ubres y muchas leches
son las que mamamos algunos de grado y otros a la fuerza. Es lo que dicen los repipis cuando aluden a
nuestra extracción haloetnica pero
son de esa forma triunfó la fe católica un poco a las bravas. Sin embargo
recuerdo aquellos quince de agosto cuando siendo paje y monago catedralicio el
deán me mandaba al cancel por donde hacía su entrada triunfal el señor obispo a
llevarle la cola al prelado (en el buen sentido de la palabra). Los obispos en
aquel entonces hacían alarde del esplendor litúrgico en fiestas tan señaladas y
llegaban a tomar posesión arrastrando una capa magna de tres metros. El
organista hacía sonar desde el coro las
notas del Tedeum y los añafileros municipales hacían sonar el clarín y la
tamboreada. Casullas bordadas en oro y capas pluviales del siglo XIII y los canónigos estrenaban mucetas con lanas
de cordero nuevo adornando sus pescuezos. De
Maria nunquam satis y a la
Iglesia todo le parecía poco para honrar a la Reina de los Mares, la madre del
Verbo, la emperatriz de las Montañas, la Mujer vestida de luna y calzada de sol
que ennoblecía la naturaleza brindando pródigos fruto, intercediendo por los
pecadores y derramando dádivas y prodigios sobre los limpios de corazón. El
quince agosto era la apoteosis de la hiperdulía ese too much que nunca supieron entender los protestantes y del que se
siguen riendo los volterianos. La virgen asunta. Transportada al cielo en manos
de los ángeles tal vez en un carro de fuego. Los ortodoxos la siguen llamando
la fiesta de la Dormición. La madre de cristo no conoció los rigores de la
muerte. Simplemente se durmió según la tradición en casa de san Juan en la isla
de Patmos. El fervor popular y la tradición suplen con creces la falta de rigor
histórico pero es un dogma definido por el papa Pío XII que forma parte del
depósito de la fe en el que hay que creer para salvarse. Asumpta es María in
coelo… el mejor cuadro de este misterioso que yo conozca lo pintó un pintor
anónimo desconocido y que se guarda en la iglesia de santo Domingo de Arévalo.
Allí aparece una doncella tendida coronada de flores que disfruta de un largo y
placentero sueño. Obdormit in Domino. Simplemente se durmió y de esa forma
venció a la muerte. Hermosa fiesta. La Madre del Mundo derrama todas sus
gracias sobre él, pero para entender este misterio hace falta ser español o
de Vallehelado o de Valleumbroso, de
Valtiendas para que me entiendas o de Fuentesoto culo ruto, del llano o de la
ribera, de la marina o de la braña siempre a hostias pero queriéndonos mucho. Muy
creyentes y muy pecadores. Ella Nuestra
Señora fue un regalo que hizo Dios a la fe tibia de nosotros españoles pueblo
tan genial que aquí cada cual se ata sus moscas por el rabo y tiene su
geniecito y temperamento, tan visceral como marial y conflictivo. A ver si de una puñetera vez Ella consigue el
milagro de que nos llevemos bien, cosa harto difícil.
XXXIII
AZOGUEJO SEGOVIANO
Segovia
buenos aires alta ciudad cuajada de elevados empeños. Cuando se asoma el
visitante por ese balcón bien ventilado
que es la Canaleja se le aparece la Mujer Muerta amortajada entre sus
berroqueños pliegues el niño a la cabecera y el diseño en forma de túmulo del
vientre las rodillas y los pies. Cuenta la leyenda que era una hermosa goda que
se interpuso cuando justaban por ella dos caballeros un moro y un cristiano y
quedó atravesada por el afilado acero de uno de ellos. Fue mártir del amor.
Este panorama ofrece al viajero una esencia mística de amor intacto
circunscrito al ideal de la pureza de un deseo… (¡Oh el amor siempre el amor!)
Pero, si se quiere entrar con la realidad de España habrá de bajar unos metros
al real de la feria del azoguejo. Todos los jueves, mercado. Venían los
labrantines de villa y tierra con sus pellizas sus dientes de ajo, puestos de albarcas,
candiles y aperos (horcas, foces, trillos, bieldos, zoquetas, sombreros) yo los
contemplé de niño, era una viva escena del medioevo. Todavía caminaba bajo los
arcos del entrecuesto del acueducto algún señor envuelto en la capa parda, el
sombrero ladeado rematando en cucurucho, calzado con piales y albarcas a la
vieja usanza. Azoguejo pequeño zoco viene del árabe. El lugar fue una de las
universidades donde nació la picaresca. El Portillo de Valladolid, el arrabal
de Arévalo, Zocodover en Toledo, el Potro cordobés y el Perchel malagueño
atraían a la gente desocupada y errante. En Segovia los perailes. En Córdoba
los agujeros o vendedores de agujas. En Madrid en las Escaleras de San Felipe y
la Puerta de Guadalajara soldados licenciados de las guerras de Flandes que,
que para vivir, habían de azuzar el ingenio o exponer sus heridas o sus
desnudos muñones a la puerta de las iglesias entonando la oración del Justo Juez. Llovían los ochavos ante
estos cuerpos mutilados que en los viandantes inspiraban compasión. Triana y la
Puerta del Sol ofrecían el grado de pícaro. El doctorado honoris causa pero
eran sitios peligrosos. En Segovia en Valladolid en León o en el Fontán
ovetense en comparación no eran más que noviciados. Los perailes los del gremio
de cardar y apartar y los tundidores eran los que vareaban la lana y otros se
hacían con el provecho… unos cardan la lana y otros se llevan la pana. Los
mercaderes de Ávila y Medina, judíos todos o conversos, que comerciaban con los
Países Bajos el famoso límiste segoviano
o el paño de veintidoseno. Dicen los
historiadores que la vida en la edad media era gremial y al hilo de esto en
Segovia cada una de las profesiones se constituyen en barrios o en parroquias:
la Trinidad era el barrio de los caballeros junto a otra parroquia la de San
Juan. En San Esteban los escuderos y los curiales del cabildo capitular. En San
Millán los areneros y hortelanos. Los agricultores pertenecían a la parroquia
de Santo Tomás y el Cristo del Mercado. En San Lorenzo, barrio de ascendencia
morisca, los alarifes. En el Salvador los sastres. En Santa Eulalia toda la
gama de la industria textil y así sucesivamente. Segovia era una de las
ciudades más ricas de Castilla no sólo en el sector lanero y su iglesia mayor
poseía la renta más elevada en trigo avena y cebada que se guardaba en un silo
administrado por un canónigo que desempeñaba el cargo de cillero. Por el
entrecuesto o aceña del acueducto manaba no sólo agua, también dineros. Eso lo
supieron los romanos. Mis paisanos desde Trajano hasta nuestros días prefieren
la austeridad al lujo y suelen disimular bajo un aire ropavejero sus riquezas.
Debajo de una mala capa hay un buen bebedor. Si los de Segovia fueran
marineros- y algo deben de serlo porque el alcázar semblanza ofrece de un navío
que surca los trigales de la vega baja hacia la Almunia- podría cabe decir de
mis paisanos que se aferran a la grímpola de la prudencia y aferran con tesón
el cataviento de la lealtad. En el azoguejo al pie del acueducto por lo demás
yo he presenciado cómicas escenas como aquel tratante de Cantalejo al que le
sacaron la navaja unos gitanos por haberles vendido un yeguato por un burreño o
aquellos marraneros del blusón negro y la tralla gris que eran expertos en el
arte de la balichería [3](robar
puercos metiéndoles el dedo en el ano para inmovilizarles) y otros muchos
lances de la inventiva picaresca.
XXXIV
HAROLD PINTER
Siempre me ha intrigado el misterio
de Azorín como me ha impresionado el misterio que late en todo tránsfuga, su
metamorfosis o las alas que le crecen al gusano en el claustro materno de la
crisálida hasta llegar a ser mariposa. Y digo esto porque hace justamente un
siglo en el otoño de 1905 después de regresar de la Mancha donde preparó un
texto el escritor de Monovar con motivo del cuarto centenario del Quijote
ocurrió la conversación del antiguo revolucionario y anarquista que escribía
iluminado por la tea incendiaria -la iskra”
de Lenin- pasquines y panfletos de silva lección y de variada índole se
convierte en amanuense autor, áulico y conservador. Literaturizador de postín.
Pasen los periodistas y coman que clamaba Romanotes; es que no queda otro
remedio oye. Publicaba en la tercera de ABC y aún me acuerdo de alguna de estas
terceras que yo leía con interés de aprendiz pero sin fruición estética, pues
el estilo de Antonio Azorín es paso de bueyes y a mí siempre me gustó cabalgar
de otra manera. Quevedo por ejemplo es un ritmo más rápido. Va a galope. A los
cuatro pies. En el trayecto de Argamasilla de Alba hasta Atocha cae el antiguo redactor
de soflamas cae del caballo y se opera en él el camino de Damasco. El viejo nihilista se convierte en señor con
bombín que acude a las monjas de la en carnación a misa de doce. Yo nunca
entendí muy bien por qué Fernández Pombo mi profesor de Redacción idolatraba al
escritor murciano. Porque a mí nunca me han gustado los transmudas y
acomodadizos. Al estilo de Raúl del Pozo, de Cela ofreciéndose para ir a la
caza de rojos, o fulanos como el Sánchez Dragó (nadie ha sacado tanto partido a
los quince días que se tiró a la sombra en Carabanchel con Tamames, Múgica
Herzog etc., para pasar factura cuando todos sabíamos que ese señor que escribe
ilegible y piensa menos que refrita). Es
increíble. Los ex franquistas contra Franco copan las páginas, reinan en las
ondas, se sientan en los consejos editoriales. El Dragó se tiró media
existencia haciéndole la pelota a Lara. Se trata al parecer de una servidumbre
de paso en este oficio donde el que no adula no mama y el que no sabe pasarle
la mano por el lomo al jerifalte, reírle las gracias, airear sus pedos, poco
medra.
Cuando escribía con su nombre de Martínez Ruiz
era el enfant terrible del 98 tanto es así que en muchos de los periódicos en
los que aparecía su firma se daban de baja escandalizado por sus ideas
disolventes los lectores de la suscripción. Antes del año cinco cuando se
produce el camino hacia Damasco Antonio Azorín era una especie de Harold Pinter
al que no le crecían los pelos en la lengua. Ni contra los militares, ni contra
la Iglesia ni contra las costumbres. Llegó a ser abogado del amor libre un tipo
tan pazguato como él y que tuvo esos aires de mosquita muerta. Pero como aquí
el crimen no paga y la izquierda sólo da berrinches don Antonio se nos hizo de
derechas harto de criar caspa. Seguía entusiasmado por Montaigne el autor que
más cita en su obra pero se hizo anglófilo. El alicantino quiere adoptar las
flemas de los clubs londinenses y hasta se declara incondicional de los sastres
de Savile Row. Se puso a bien con los curas y adulaba a los ricos. Sus novelas
no se mueven, no tienen acción, muy poca trama y apenas plot pero eso sí
rezuman sartorial elegancia Asistí al
entierro de Azorín allá por el año 64. Era el único escritor con derecho a
acceder a las aulas en aquellas quintas y levas del franquismo por el Imperio
hacia dios. Azorín el gesto bonancible, flemático y reposado, muy británico, su
paraguas rojo, era al único que leíamos en los colegios de frailes. Junto con
los primeros premios Nadal, Baroja, mucho Lorca y acabamos aburridos de
Machado. Los jesuitas habían proscrito a
Pérez de Ayala que para mí es el mejor de toda la leva del 98 por más que a
veces su anglofilia exagerada le lleve a cometer ciertos errores de esencia y
norma histórica, también estilísticos, a causa de una novela que escribió A.M.D.G poniendo a la Compañía de chupa
me domine [nunca se me borrará la escabrosa escena de esta en que una mujer
entra en la celda de uno de los prefectos del noviciado que tenía fama de
santo, se quita la sotana y aparece hecho un fauno, libidinoso con aquellas
patorras que ocultaba los capisayos, los calcetines pinzados con liga, y
aquellos labios de sapo y trata de besar a la dama que era la madre de uno de
sus pupilos; ésta huye llena de horror, no es para menos] Creo que se trata de una descripciones
cargadas de erotismo mejor llevadas de toda la prosa española. El asturiano a
diferencia del alicantino no era un escritor de gabinete ni recamara sino
paseante en cortes y prosador a la luz del día. Si alguno de los libros de don
Ramón cargaba delantero por los afeites clásicos era porque él era de esa
manera: ático, tradicional. Sin embargo, los renglones de Azorín de puro
lineales le salen torcidos. La escritura
de Ayala era trasunta de lo que veía en la naturaleza. Por el contrario, Azorín
es un escritor de escritores.
No es la vida la fuente de la imaginación sino
los libros. Cuando llegó a Argamasilla de Alba para escribir sobre el pueblo
oriundo del Quijote no preguntó por donde estaba la posada, dónde los arrieros,
dónde la ventera dónde el cura de misa y olla.
Pidió que le llevasen a la biblioteca municipal. De ahí que los que
entendamos un poco literatura [no me glorío sino en la fe de N.S.J] pues
llevamos medio siglo en la brecha y puede que nos pase como al herrero de
Mamblas que de tanto trabajar en la fragua se le olvidó el oficio. Escribir
puede comportar, amén de una ascensión a los cielos, una bajada a los
infiernos. Por ende, a mí me cae Azorín un poco gordo porque aparte de
cleptómano en las librerías de viejo, y eso me da cien patadas, nunca se
emborrachó con el vino espeso y peleón de las tabernas donde recala el obrero.
Era un anarquista de salón como todos esos “rogelios” que he citado
previamente. Oportunistas. A Unamuno al que mi profesor de Preceptiva Literaria
el P. Penagos gustaba de llamar “unamona”, una alacridad que sólo puede
permitirse un tipo que había pasado muchos años en Bilbao aunque fuese
santanderino le pasa tres cuartos de lo mismo. No atraen demasiado porque
tienen truco, mucho adobo y artificio, para luego acodar sus escritos con
fórmulas de otros y aparte de que suelen tender al chaqueterismo como toda esa
pléyade a la que antes he aludido. Una de las mayores calidades artísticas de
ese hombre era su patrimonio de la contradicción. Es la condena de los que
impostan la voz y hablan por boca de ganso. No son naturales. Evolucionan sí
pero siempre serán consecuentes consigo mismos y lo que dijeron.
Un ejemplo de congruencia sería
Harold Pinter. Su Nobel merecido. El
otro día crucificado en el lecho del dolor y desde la silla de ruedas que le
tiene postrado con cáncer habló por todos nosotros. Entonó un “Elí, Elí, lamma
sabactani” (Dios mío, Diosa mío por qué nos has abandonado). Esta postura
crítica es la misma que hacía cuando en los sesenta íbamos a una boite a ver la representación de su Tea Party porque nunca se le permitió
representar sus obras en los teatros nacionales sino en las buhardillas y
sotabancos de Londres. La misma voz recia y bronca de profeta de Israel que
desvela la desolación del pueblo y al propio tiempo alza los puños. En ese puño
crispado de Harold Pinter he visto reflejada parte de mi biografía. Después de
todo y contra lo que creen muchos turiferarios y perfumeros del sistema siempre
con el incensario a cuestas entonando cantos de alabanza a los Estados Unidos,
el nombre de la Bestia se escribe con B de Bush, B de Blair y B de burro. El
mundo está gobernado por una panda de mangantes. Ya está bien. Franco nos
entusiasmaba pero toda esta panda de franquistas renegados a uno y otro lado
del espectro pues no podrán borrar de sus vidas al general que es su sino me
dan cien patadas en los molletes. La voz inconfundible me ha reconciliado un
poco con el mundo con mi dolor, con mi propio ostracismo. Es Daniel en la cueva
de los leones. Abro las páginas de mi manuscrito rechazado “Franco y Sefarad un
amor secreto” y me ufano de haber dicho lo que queda dicho. Bien por Harold
Pinter, un hombre de la barricada y que nos demuestra que el mundo seguirá
existiendo y nosotros vivos mientras haya un judío que diga que no. Ha ocurrido
también con Arthur Koestler cuyo centenario ha transcurrido en el mayor de los
mutismos pues claro su versión de la guerra española, impolítica e incorrecta,
no es la misma que están refiriendo los profesionales del pelotazo. Nunca me
causaron ningún beneplácito los Wendehaalsche
o turncoats. Por eso Harold Pinter
vivirá eternamente.
Los libros de Azorín el mundo nada perdería
si desaparecen en un incendio lo mismo
que todos esos impostadores de voz o impostores del autobombo como el Dragó. Lo
del chisquete, la viagra y lo demás seguramente que es un farol. ¿Hasta cuando
tendremos que aguantar su atril, sus lentes de media luna y concha, su cara de
ciervo, sus cataliniarias y jactancias de lo bien que funciona con esa japonesa
que podía se su nieta (otro miles gloriossus) de pontífice máximo de fiscal de
la literatura y de inquisidor de libros en los programas a los que solo lleva a
sus amigos? Es el franquismo instalado en esta democracia, mudada la camisa. Ya
digo que aquí fusilan siempre los
mismos. Por eso claro aquí carecemos de escritores como Harold Pinter. Resulta lacerante ver tanto duerno que abreva
a tanto pastueño de un rebaño acomodaticio que bala en manada. Va de rabadán en
este cordel delante de los carneros el bueno de Sánchez Dragó. Verlos pasar
delante de las cámaras constituye todo un espectáculo. Es un tiro, tú. Todos
son iguales. Novelas que van a la papelera o libros de ensayo que tiraba Umbral
a la piscina... Como Azorín ciento y la madre con todos los hijos de San Luis y
de Julián Marías que en paz descanse que parecen haber descubierto Londres oye.
Os los regalo. Jesús ¡qué tropa nos atropa!
XXXV
BABLE:
LAS PALABRAS MÁS HERMOSAS
No hay carretera sin barro ni prao que non tenga
yerba ni niña sin amores etc. La tonada crece hacia adentro como el rumor de
los raudales cantarines que de pronto uno encuentra por el monte, tramontada
una sebe o zarzo - la sebe o saepes
es latín puro y de entonación suave no como la de los del Lacio o los de la Dacia,
eso me lo dijo una vez dándole caladas a su pipa el profesor Criado del Val que
de filologías sabía un rato- cuando uno se pierde por las brañas de Manto al
encuentro de las xanas.
Y es que Asturias es el alma y la cuna de la nación
española, temple recio e independiente como la voz de nuestro juglar el Presi,
hijo de guardia civil y socialista hispano y astur temple como sus tonadas de
inimitables filados. Gracias a los satures y los leoneses el latín que hablaban
los legionarios romanos no se arabizó o se perdió de remate como ocurrió en
Tagaste y en Mauritania. Covadonga es más que un símbolo y un estandarte como
Kosovo para los yugoslavos (aquí comenzó a latir el corazón pequeñito de una
nación) fue un antemural que conservó las leyes los usos y las costumbres y
sobre todo la fabla. La j que dicen trajeron los moros pero yo creo que es
fonema vascongado no pasó el Puerto Pajares ni el Somiedo ni Puerto Ventana.
Hay una serie de características fónicas que
identifican al bable como un dialecto o una lengua y es la inalterabilidad de
la f labiodental plosiva que enmudece en el
castellano y se torna en h, el mantenimiento de la g gutural frente al acoso de la mentada consonante y la
inmutabilidad de x renuente a hacerse
j aunque se mantenga en el Ijuju que
es el grito básico de la danza prima.
Así que un asturiano de Somiedo siempre dirá fembra, güeyos (ojos) y güevus huevos y puxar
empujar aunque es más aldeano
todavía el non emburries. Otro signo
de identificación es la utilización de los enclíticos pronominales y la
proliferación del articulo con el apostrofe así como la tendencia a suprimir la
preposición de y a la predilección
del pretérito indefinido en sustitución del pretérito perfecto o el anterior.
Pero existen voces bables intraducibles y que se desconocen en el castellano
habitual:
Pesllar o cerrar con llave.
Abocanar
cesar la lluvia
Afrellose y esguardamillase se deslomó de un golpe.
Arrebalgar o cabalgar a horcajadas.
Acompangar o comer pan con compango o mondongo algo
de sustancia que siempre se echará en la fabada
Argallo y argallu argallar un derrumbe o alud a
causa de la lluvia
Trebeyar que no es traballar sino todo lo contrario
es el retozar con una moza una tarde de romería por ejemplo.
Xintar comer a mediodía
Mancarse cortarse
Desmangarse descomponerse una herramienta
Fesoria por azada
Enxereyar o enjaretar.
Por ultimo otra constante en la eufonía entonación
del acento que suena mucho más meloso y
musical que el bronco castellano de Valladolid es la inclinación por los
diminutivos que son cantidades. Así
rapaz o chaval tiene rapacín, rapazón y rapazuco. Jovellanos y Carlos
Parada nos advierten que la evolución genérica está menos evolucionada que
detrás de los montes. Así el calificativo bonum- bona- bonus que en castellano
da bueno en bable es bonu para el masculino bona para el femenino y bono para
el neutro.
El amigo
Bono, ese que dice ser socialista. Entonces debe de tener raíces de alta montaña. Mejor casi que no, no oiga. En alguna de las Polas yo he
oído decir vino bono que conserva la estirpe latina de vinum bonum laeticat cor hominum. El vino bueno alegra el
corazón de los hombros pero Berceo ya nos habla de un vaso de buen vino. En la
Rioja hubo por tanto una mayor evolución. El bable ofrece puntos de contacto o
hermandades que nunca serán totalidades con el gallego. Y uno puede escuchar
hablar de almofallas o hueste. Adur apenas. De azconas que eran dardos
pequeños. Daquende de aquí que. Fabliellas o chismes. Falagueros y falagar. Te
falagaré con un palu de avellana dice la canción en sentido sarcástico. Aquí no
es halagar sino cutir sacudir. Otro asturianismo es tupir. Tupiose el lavabo.
Fornados y furacos agujeros. Leno alcahuete y asmar por conjeturar ver
entender. Laceria de llacerar. Según la región y el valle así la fabla. El
idioma de los asturianos está muy disperso y ofrece la originalidad y talante
independiente de sus hablantes aunque siempre se puede establecer una línea que
homologa a los diferentes bables. Lo difícil y problemático es hacerlo de una
forma artificial como se pretendió hacer con el vasco en el cual los de Navarra
y los de Guecho no se entendían. Al homogeneizar una lengua por las bravas
siempre se pierde la espontaneidad. Los léxicos no se pueden enseñar nunca con
pistolas ni a cañonazos.
XXVI
BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA. RIMAS. CRISTIANISMO Y MITOLOGÍA
Pegaso era un caballo alado que pacía en los montes
del parnaso. Los dioses iban a darle agua a las fuentes de helicón. Pegó una
coz un día y por toda la tierra brotaron los manantiales de los ríos que van a
dar a la mar. En el espejo de los hontanares de helicón se reflejan las
estrellas. Júpiter ordenó entonces a Ganímedes que bajara del empíreo y le
nombró su copero. Este Júpiter romano o padre Zeus de los griegos era un dios
caprichoso de reacciones imprevisibles, tenía virtudes pero también defectos.
Las parcas tejían el paño del destino y en sus inescrutables designios. Júpiter hacía lo que le daba la gana con el
destino o fatum de los hombres, de
los pueblos, de los animales y de la cosas. Tenía derecho de pernada tanto con
las mujeres o con las diosas y de estos ayuntamientos nacían monstruos y
criaturas perfectas. El bien y el mal juegan al escondite a través de la
mitología pagana la cual observa no pocos puntos de contacto con el Génesis y
toda la Biblia. Tenía por costumbre violar a todas las ninfas. Por ejemplo, de
uno de sus estupros con Plota nacería Tántalo que tenía inclinaciones al
canibalismo, descuartizaba a sus hijos y se los comía. Tántalo o Cronos[4] el
tiempo que devora fue condenado al tormento de la sed y no pudo comer el fruto
del árbol del bien y del mal[5]. Un
paralelismo que guarda inequívoca similitud con la versión bíblica de la
condena por el pecado original. Sin duda, el libro sagrado fue inspirado por
dios pero parece beber en las fuentes de los dioscuros y aparte de eso en
algunos de sus capítulos se semejaba más a una novela de hazañas bélicas en la
cual bajo la mirada de una deidad olímpica, veleidosa y llena de prejuicios y
favoritismos hacia los elegidos no brilla la bondad y la ponderación del dios
de las misericordias, bondadoso para los suyos. Hay que ver como se las gasta
Yahvé con los de casa, pero cruel hasta el exterminio y lleno de prejuicios
para con los que no fueron elegidos. Un dios materialista, exclusivista y
xenófobo que instiga el racismo y la primacía étnica del pueblo judío. Jehová
viene a ser una versión canónica de los delirios jupiterinos paganos. Esta
misma prevención debió de embargar el ánimo de algunos de nuestros clásicos,
quienes escandalizados por el Antiguo Testamento, vuelven sus ojos hacia la
mitología sincretista. Este bien puede ser el caso de los Argensola sobre todo
de Leonardo porque Lupercio es otra cosa. Los dos aragoneses, los dos clérigos,
los dos buenos cristianos pero llenos de dudas vuelven sus ojos a la latinidad
para encontrar respuestas al misterio del ser humano que no se encuentran en
los textos sagrados. La vida es breve y el hombre bajo el yugo del destino se
siente muy poca cosa. Además la Biblia como la mitología está plagada de
estupros, incestos, asedios, traiciones, destrucciones, guerras, calamidades.
Sólo en el Nuevo Testamento encontramos una divinidad clemente, igualitaria,
que habla de renuncias y sacrificios cuyo código de valores se resiste a aceptar
los imperativos de la naturaleza basados en la ley del más fuerte. El dios que
trema en el Sinaí o sobre las faldas del Olimpo se contrapone al que expira en
el Calvario. La vida es breve y el hombre que avanza uncido al yugo del destino
es bastante poca cosa mientras Euterpe toca su flauta. Todo es subrepticio o
bajo cuerda y obrepticio esto es
obtenido por procedimientos violentos como cuando Júpiter disfrazado de cisne
consigue los favores de Leda que traiciona a su esposo Tinodoro. De este
adulterio nacieron los mellizos Castor y Pólux que cabalgan juntos por el
cielo. Su cabalgadura es una de las Siete Cabrillas o los Siete Bueyes del
septentrión que despliega la Osa Mayor y protegen a los navegantes. En versión
cristiana este papel lo cumplen san Telmo y san Nicolás. El canónigo Argensola,
al que debían de agradarle los capones y se daba buena vida alternando el coro
de la seo con sus estudios y excelsa escritura, empapado de Plinio, de Plotino
y de Hermes Trismegisto, nos pone en antecedentes de una crisopeya para andar
por casa al tiempo que analiza estas combinaciones míticas con los artículos de
la fe. Por ejemplo, Trismegisto el tres veces justo y el tres veces santo nos
lleva a las conjeturas sobre el dogma de la Trinidad que nació precisamente en
Egipto al pie de las pirámides allí donde cuando otros pueblos andaban sumidos
en las anfractuosidades de la prehistoria ellos cultivaban las matemáticas y
las bellas artes. La filosofía y la teología se proyectan a través de la
retórica porque a lo primero era la palabra y sin ella los hombres se alejan
del pensamiento de dios y vuelven a la barbarie. Argensola saca su cantimplora
que llevaba siempre debajo de la muceta como las mozas de Villalón [6] y da
de beber a los que andan sedientos de belleza y de verdad con ese talante
libérrimo que caracteriza a los aragoneses porque para libre, según Gracián,
Aragón. No sufre el río Ebro márgenes ni puentes. Su genio es conceptista, no
culterano que ya llevó tras sí sus pámpanos octubre. Y había en el Olimpo un
buey coceador que tiró una patada a Ganímedes que era un tanto presumido. Todo
se vino abajo y al cabo de nueve meses nacieron niños hermafroditas. Llegó la
hora de los putos y de la paidofilia harto común en los albores del siglo XVII
español como lo fuera en la Atenas degenerada. En los cabildos catedralicios
algunos capellanes comandaban su propio cupo de escolanos con los que se
divertían en juergas y bacanales contraviniendo el precepto clásico de máxima puero debetur reverentia[7].
Comían como gochos y fornicaban como monos. La figura del lenón o alcahuete es
arropada por la iglesia bajo cuerda.
Es frecuente que mancebías y prostíbulos en ciudades
castellanas hallen cobijo al pie de las catedrales a tenor de la vida perezosa
de estos claustros relajados. Y es que el diablo cuando no tiene nada que hacer
mata moscas con el rabo. Con frecuencia las ninfas devienen harpías y eso es
verdad muy de ahora del siglo XXI pero en el XVII donde las costumbres estaban
tan depravadas como hoy se hacía la vista gorda. Son pecados particulares de
los eclesiásticos que a nadie importan con una diferencia y es que a la sazón
la fe tenía prelación sobre las conductas individuales y a la cruz de la fecha
es al revés. Las sibilas asoman su faz de bustos parlantes desde los casalicios
de las pantallas abrasadoras de la tele cantando las alabanzas del dios único
que es la fuerza del dinero, del sexo, el look
y el buen parecer. Brindan sus trofeos a los vencedores del mundo y condenan al
infierno a los perdedores, los desheredados de la fortuna. El arte dejó de
rendir tributo a la estética. La armonía deviene cacofonía y parlamento
monocorde de unos cuantos encaramados cuyo discurso es tan cansino como
repetitivo. Los grutescos cuadros de Picasso supervalorados no dejan de ser grotescos.
El arte de Talía ha muerto. Euterpe hace gemir su arpa por las esquinas.
Tersipomene dejó de existir. Los coribantes con sus estolas recamadas de oro
bendicen a las bayaderas de gestos frenéticos. Mi niña quiso ser cantatriz,
luego actriz y se convirtió en saltatriz. Escuchamos las causídicas protestas
de los rábulas porque aquí todo son pleitos y litigios. Se habla de sociedades
filantrópicas y enejes que han expulsado de los corros a las almas caritativas
pues la caridad es vicio cristiano y prevalece la filautía o el egoísmo
hedónico. La mitología tiene que ver con la alegoría y a las explicaciones
teologales sobre el origen de la vida y el propósito existencial, si es que
alguno cabe. Pululan entre nosotros narcisos y narcisas preguntando al espejito
mágico eres tú la más bella de las mujeres. Nuestra moderna clase política
poblada de aristarcos caciquiles tiene que ver con el rancio establecimiento
romano del quirinal. Salgan los tertulianos, entren los quirites. Una bacante no es lo mismo que
una vacante porque aquí lo que sobran son putas y lo que falta es trabajo y
como donde no hay harina todo es mohína los abogados tienen trabajo, nos chupan
la sangre los usureros.
Leer a Argensola promueve sorpresas incontestables
como por ejemplo que la mentalidad del español ha cambiado poco desde 1613
salvo que estemos maleando y aun teniendo más seamos más infelices que en las
décadas de los Habsburgo. Las campanas de Velilla tañen solas a clamor cuando
barruntan un difunto. ¿Estarán anunciando la muerte de Europa? Sigamos en el
ostracismo de nuestra concha o en el petalismo de nuestra hoja. Lo menos
llevadero es el exilio interior que padeció este cura/poeta aragonés y sufrimos ahora
nosotros. Leonardo prefirió ser villano en su rincón gozando del apartamiento
de una rectoral luego una canonjía en Zaragoza[8] que
un cortesano al uso. Nacido en Barbastro en 1561, estudió en el seminario de
Huesca y nos cuenta cómo era la vida hispánica durante el reinado de Felipe II,
estuvo a punto de embarcarse como capellán de la Invencible, luego viviría las
alteraciones aragonesas adoptando una postura neutral durante la turbulenta
fuga de Antonio Pérez. El justicia mayor pues para libre Aragón otorgó
salvoconductos al prófugo y renegado traidor granjeándose la ira filipina.
Conocedor del árabe ayudó al maestro Utrera a catalogar los manuscritos en
letra cúfica que se guardan en la biblioteca del monasterio del Escorial. Su
poesía es sesuda de elevados entendimientos y afín al conceptismo barroco.
Tanta sensatez y gravedad siempre caracterizaron al talante aragonés. Debió de
ser de baja estatura y algo entrado en carnes pero muy aficionado al mundo
grecolatino. Se lamenta por ejemplo en este verso de la dejadez que sienten sus
paisanos por la historia… con mármoles de
nobles inscripciones fabrican hoy en Sagunto tabernas y mesones. Y en sus
poemas -uno de los más famosos es el dedicado a las ruinas de la Itálica- nos
deja ese poso de tristeza por aquel mundo perdido de los dioses disolutos. El
cristianismo heredó en la liturgia el verbalismo y la solemnidad nuncupatoria
de los Coribantes. La tiara de los obispos es el legado de la cidaria de los
sacerdotes persas. La religión predicada por san Pablo está en deuda con
aquella paganía a la que predicó el apóstol cometiendo en su ardor misionero el
de desencadenar la destrucción sacrílega del templo de Afrodita en Efeso, dando
muchas voces. Precisamente allí murió la Virgen María y de aquella ciudad del
Asia Menor irradia su culto. Cuando visita el buen clérigo aragonés la ciudad
de Segovia hacia 1613 se queda extasiado ante el acueducto construido por
Trajano y por la calidad de los paños del primer enclave de las merindades
castellanas. Cierto que a veces sus metáforas resultan un tanto lexicalizadas o gastadas y que con frecuencia
cae en el prosaísmo pero resulta una delicia y un consuelo volver a él en estos
tiempos de crisis. La mayor desgracia de los españoles acaso sea dar de lado a
su excelsa literatura e ignorar su glorioso pasado.
XXXVII
EL AÑO DEL SAPO
Letraherido y aterrado por
la sonrisa del batracio (un sapo que me persigue que tiene la voz gorda y los
pies planos cara de chino y tez de gitano) he acudido a la didascalia del arte
románico para ponerme a cobro del enemigo y extasiarme en los pórticos de la gloria
y en los capiteles historiados, ménsulas y girolas de las iglesias de mi país,
vidas de Cristo, sus milagros, y también gárgolas con las fauces abiertas donde
el dragón que acecha estos días está muy significado. Me he sentado sobre el
respaldo de las misericordias donde el mundo animal y vegetal está explicitado,
para alivio de mis cansadas posaderas, como un viejo chantre derrengado, harto
estoy de especular. Las virtudes y los vicios, el ángel y la bestia, se dan la
mano en esos poderosos frisos estatuarios que son sermones en piedra.
Parenética triunfal del arte mudo del siglo XII.
El maestro Mateo era un
teólogo itinerante que explicaba con el buril y la gubia los evangeliarios a un
pueblo que no sabía leer. Penetremos por ejemplo en el jardín litúrgico de San
Vicente el diacono una ermita de mi pueblo solitaria donde le doy al mando del
casete y empiezan a sonar la himnodia de una grabación de una misa ortodoxa y
es como si las flores de piedra volvieran a echar hojas vegetales. El rito
mozárabe se parecía mucho más gracias a su exhuberancia y maravillosa himnodia
al griego que al romano. Pocos templos muzárabes quedan más debajo de la sierra
la única rara avis la de Melque en Toledo. Fueron destruidas por la morisma
almohade que no se comportó en su afán iconoclasta de una forma tolerante al
revés que los cristianos que transformamos en aras católicas y consagramos las
viejas mezquitas – ahora quieren recuperar la de Córdoba en gesto aparentemente
amistoso pero yo veo en esa reclamación un deseo de revancha poco acorde con el
diálogo de civilizaciones y sus predicados- y ésta de Segovia fue erigida por
bautizados que vinieron desde Jaén en los términos de una antigua tebaida
huyendo de la persecución de los califas. Me esparzo por estas soledades y
campos del pueblo que pisé de niño. Ahí está el Tetramofros por ejemplo efigies
de león águila hombre buey los cuatro elementos o los cuatro puntos cardinales
o si se quiere las cuatro vías de la ascesis mítica (purificativa, ilativa,
amativa, unitiva) y los cuatro brazos de la virtud para la unión con Dios:
tribulación, abnegación, humildad y presencia de xto. en la historia. Me anego
en el coloquio fantasmal de estas tallas tan elocuentes dentro de su mutismo.
Es año nuevo y habrá que cambiar de vida, volver a la virtud, ahorcar los
vicios. Aquí se encuentran las esencias las presencias y potencias del karma
iluminativo. Conviene tener muy presente estas consideraciones porque el mundo
anda hoy un poco a la decrépita. Las estatuas del pórtico de la gloria de mi
pueblo me hablan en paremias. Todo son símbolos y aforismos bajo el arco
abovedado irguiéndose en pico de mitra. Veo los arcángeles turiferarios con las
alas papeloneadas. Los escribas redactan sus anales. Hay una mártir seguramente
Sta. Catalina, ¿O es santa Bárbara, la cual aparece con los senos expuestos
portando la cabeza en las manos?
Estas semblanzas son como
analectas o fragmentos literarios que los monjes estudiaron antes de Completas
o antes del gran silencio cuando en los monasterios cistercienses –el edificio
es lo que queda de un viejo monasterio de bernardos se prohibía articular
palabra cerrado el ocaso, quede callado el hombre y hable Dios al alma- se
establecía la fórmula del taceant omnes
que no se levantaba hasta el Benedicamuns
Dominum de Maitines al quebrar albores del día siguiente, para aprender la
ciencia de las artes liberales y de la botánica con sus propiedades
terapéuticas. Así por ejemplo Atermidoro recomendaba precaverse contra la
lenteja granulada y oscura y raíz de todos los males. El serpol o tomillo se
utilizaba contra las mordeduras de serpiente y el ajo era escudo contra los
maleficios. El hinojo estimula la sangre. La lechuga es recomendada por los
padres de la Iglesia para guardar la castidad. El llantén vale para el dolor de
cabeza y el lirio que se mantiene fresco
o se pone mustio en el momento que lo toca una mujer es bueno para conocer si
es moza o no la doncella. Los tímpanos de la catedral de Chartres son todo un
tratado de botánica. Allí la hiedra, la vid, el rosal, el laurel, el roble o el
acanto son utilizados para expresar conceptos de la filosofía hermética. Cada
planta tiene un poder curativo o se corresponde con una virtud cristiana. Así
el helecho con la humildad. La venenosa mandrágora con el hombre. La calabaza
con el orgullo y la fecundidad. El sicómoro se identifica con la incredulidad
del pueblo elegido. El cardillo y la ortiga con la vanidad y la fuerza
respectivamente. El escaramujo o eléboro plasma la envidia. Debe de ser por eso
por lo que este seto florece tanto en forma de falsa zarza por tantos rincones
de los campos de España. El liquen es la soledad y la escarola el ayuno. La
reseda o retama la inocencia y la rosa triunfal el martirio. La artemisa era
utilizada en toda la edad media contra el baile de San Vito y la pasionaria
morada anticipa el dolor y la enfermedad llevados con paciencia. La valeriana
llamada hierba de San Jorge se utiliza contra las enfermedades nerviosas y el
escaramago planta crucífera y humilde que encontramos por ejemplo al borde de
los caminos simboliza en la emblemática litúrgica la mansedumbre del que por
amor a Dios se deja pisotear. Las fuerzas de Belial son ingentes y contumaces
como demuestra este paseo por cada una de las categorías estancas del bestiario
pero el mérito de la Pasión del Redentor las vence al haber pagado por nuestro
rescate con su muerte. Tengamos esperanza. E inclinemos la cabeza bajo el yugo.
Cúmplase tu voluntad que ducunt volentem
fata, nolentem trahunt decía Virgilio de Mantua (al que se resigna los
hados lo conducen pero al que se rebela lo arrastran. ¿Adónde? ¿Al cadalso como
al pobre Sadam Husein Alá lo haya perdonado?
La Bestia hace fotos por el móvil y nos hace señas para que nos vayamos
preparando pues su obsesión es la muerte, la venganza, y el asesinato, quiere
pasarnos la pluma por el pico. Mal comienzo para el año del batracio. Los
mártires mueren en el patíbulo y los tiranos en la cama tan ricamente, lo acaba
de decir un hombre de Dios como es el patriarca Alexei de Moscú al que yo escucho
todas las homilías. Pero un día Dios hará justicia y Cristo Salvator dará paso
al Christus Iudex que vendrá a juzgar a buenos y malos y los pesará en la estatera (romana) del valiente Miguel. A
un capitel románico hay que analizarlo despacio porque en la piedra se hallan
escritos el futuro y el pasado. Observo sin embargo –y esa es acaso la
primordial enseñanza de los frescos que contemplo- dentro del absurdo de la
veleidosa fortuna y del dictamen del capricho del azar una cierta congruencia o
la ley del encadenamiento universal de la materia. Es la “exporosis” de Heraclio. Ese continuo fluir. Año del sapo. Ya
cantan las ranas de enero o las oigo al menos cantar es imaginación mía al
borde de las charcas y de los cilancos. Pronto empezarán los sonoros de los
gatos. Estamos bajo el coturno y las alas del Psicagogo –el arte románico
siempre nos revierte al culto miguelino que en Oriente es san Jorge sometiendo
a la bestia con su espada- y aunque la lucha será larga no hay que dudar de
quien será el trofeo al final. De las fuerzas de la luz que de remate pondrán
en fuga con su presencia a las tinieblas de la zozobra que hoy como hace diez
siglos se esparcían por el mundo. Aquellos monjes repobladores de la
Reconquista tenían muy presente la idea del Hortus
conclussus y de los jardines de María. De ahí que gran parte de los
monasterios fundados en el medievo se hallen dedicados a la advocación de la
Virgen. En ellos se honraba al Cristus musicus
y al Cristus structor (albañil) pero
hay también un Cristus medicus y otro
Cristo que es hortelano. Toda nuestra farmacopea arranca de los cilleros
monacales. Los frailes del Cister pasaban una parte del día encerrados en
oración en la iglesia y la otra en el campo a la recogida de las cosechas y de
las plantas oficinales. Por eso sabían tanto. Ora et labora. Seguían la máxima
de San Benito pero profesan un amor vagoroso, poético, a la Madre de Dios que
era asimismo Madre de la Sabiduría (Sofía) y que por qué no decirlo guarda
reminiscencias ancestrales esta hiperdulía del culto a la vieja Cibeles madre
de la tierra y de la fecundidad de los romanos. No quiero adentrarme en el
misterioso fenómeno de las vírgenes negras. Esta madre dulce e intercesora ante
el Señor de los desamparados se transforma con concomitancias con el culto
miguelino en la Mujer calzada de luna y vestida de sol del Apocalipsis. La que
derrotará al mal. Está claro que toda está flora y fauna místicas de los
rostros pasmados y algo naif del románico necesita de un hermeneuta. Llevo
parte de mi vida contemplando estos retablos y puedo decir con orgullo que soy
un iniciado mirando a la mandorla o almendra mística del Pantocrátor. Existe
una verdadera cohobación de creencias e interpretaciones que nos llevarían a
misterios de orden cabalístico. ¿Por qué a san Columbano, por ejemplo, se le
representa con un cardo borriquero? Porque es el patrón del imbécil es,
comentan algunos exegetas. Era irlandés dicen los ingleses. La paloma
representa a la Virgen María y al Paráclito. Los sátiros, las esfinges, las arpías,
la hidra, los pigmeos, las sirenas, los onagros y los centauros de los atrios
románicos son la personificación del mal y de la duda. Al diablo lo pintan en
figura de mono pero cuando es más peligroso y terrible es cuando el artista se
refiere a él en la forma de sapo. San Melitón en su beluario utiliza otros
motivos aparte del inmundo batracio: lobo, hiena y cerdo. El cuervo es la
providencia y la astucia. Es el ave que volaba al desierto para llevar a san
Antón dos panecillos. Algunos alcanzan la edad de cien años La perdiz simboliza
la generosidad pues muchas veces empolla los huevos que puso su hermana. Trae
la suerte lo mismo que la araña que teme tanto al sol como el maligno teme a la
iglesia y realiza gran parte de su labor textil por la noche a boca de
oscuridad. El águila es garantía del orgullo y del tesón de la ascensión
mística. Es el único animal que puede mirar al sol a los ojos sin cegar. La
tórtola idea al igual que la cigüeña amor conyugal y fidelidad desde que las
tórtolas fueron ofrecidas en Jerusalén cuando María se presentó en el templo.
San Epifanio considera al buey como emblema del sacerdocio. El ave fénix que
vive de las semillas del fresno es el pájaro de la resurrección al igual que el
pelicano eucarístico que se hace sangre a sí mismo para dar de beber y
alimentar a sus polluelos. Todas estas faunas quiméricas nos dicen que temamos
al dragón y nos guardemos del basilisco. Del unicornio también hay que huir
pues es animal crudelísimo pero hace referencia por su color blanco a la castidad.
San Isidoro nos habla de un
ave fabulosa por nombre portación que tiene las patas de perdiz la cabeza de
conejo y el cuerpo de león. Su funcionalidad ayudar a los maridos engañados.
Avisa con su propia muerte cuando sabe que su amo ha sido engañado por la
esposa. Y por esto mismo y dada la habitualidad de los cuernos nos dice el
santo que nada de particular tiene que se haya extinguido. El hipocampo o
caballo de mar tiene que ver con las gemonías o cloacas del alma. Su mirada es
inteligente y llora con voz humana al igual que el pavo real bello de aspecto
pero que emite unos sonidos desagradables.
Al cangrejo lo convierten en
símbolo de la herejía pues camina hacia atrás al igual que sus parientes el
escorpión y el alacrán. El castor es la vera efigie de la circunspección. El
lobo de la avaricia. El zorro de la trapacería. El jabalí del furor y el
leopardo de la cólera. La hiena cambia de sexo – esa era la creencia- practica
la antropofagia y la bisexualidad, el tribadismo, lo suyo es la sodomía y lleva
plasmada la lujuria en su inmundo hocico pero puede llegar a hablar como el
hombre a decir de santa Hildegarda de Bingen. A ver quien da más.
Y para finalizar un consejo
o resolución de cabo de año. Por lo que más quieran huyan del sapo. Es muy dañino
y peligroso y nos lo quieren entronizar como señor del mundo poniendo la verdad
en cuarentena y los libros y las noticias
quizás haya que leerlas por el exergo quiero decir del revés. La víbora
y la sierpe nos miran con sus ojos pasmados. Todos sabemos al pueblo que
representa. El adepto ocultista guardase bien de posar el pie en los llamazares
y escondrijos donde vive este ofidio con boca de pez y ojos casi de ser humano.
Cuando se cruza con la mujer engendra un híbrido terrible: la arpía. Sin embargo
hay están los catorce santos auxiliadores para nuestra defensa. San Jorge el
primero es el de los de a caballo pisotea al diablo y es abogado contra el
herpes.
San Blas siempre a dos velas nos libra del
cáncer laríngeo. San Erasmo lleva una cabra con las vísceras enrolladas contra
los males de estómago. San Pantaleón con las manos clavadas abogado de tísicos.
San Vítores la cruz en la mano nos libra de los tics y espasmos. San Cristóbal
gigante del Niño Jesús nos lleva por el buen camino y lo invocan taxistas y
camioneros. San Dionisio que porta en sus manos la cabeza nos defiende de la
posesión diabólica. San Ciriaco contra el mal de los ojos. San Acacio coronado
de espinas contra el dolor de cabeza. La cierva de San Eustaquio nos libra del
fuego. San Gil tiene por símbolo a un rebeco que ahuyenta el pánico y las
pesadillas nocturnas. Santa Margarita que amarra a un dragón protege a las
preñadas y les hace parir en hora corta. Santa Bárbara con su torre y su copón
rematado en una Hostia es remedio contra la muerte repentina. Santa Catalina
con su rueda nos ayuda a salir airosos de los exámenes.
La Iglesia, sabia y que prevalecerá hasta el
fin de los siglos, nos invita a visitar esas maravillas de los viejos templos
para cargar la batería, extasiarse en la
contemplación sosegada de sus testeros y tímpanos eclesiales, para reunir
energías contra las tribulaciones y persecuciones que se avecinan en este año
que acordándome no sé por qué de Álvaro Cunqueiro gran aficionado como yo a
estas fábulas y bizarrías del ocultismo he querido bautizar como “el año del
sapo”. Feliz 2007 para todos los gnósticos. Y los que no lo son.
[1]El profesor Alarcos sostiene la
tesis de que el bable como lengua exenta o diferenciada del castellano no
existe. Se trata más que de una variante del viejo romance, al que solo dan a
entidad su entonación cantarina y algunas tendencias modales arcaicas
peculiares, como pudiera ser la utilización del pronombre posesivo como
artículo determinativo, “mío pa”. Las explosiva f que no presenta aun formas
aspiradas como en farina, formica, facer y ferrada. La diptongación suavizante
[azeuxis] tan característica de los hablantes norteños; verbigracia, fuina.
Cierta tendencia a la nasalización (se puede identificar a un hablante de
Oviedo por como pronuncia las enes casi a la francesa, muy agudas y oxítonas.
Remanencia de las linguopaladiales. Todavía dicen llera por lera o glera. Ausencia
total del yeísmo. Utilización de la voz pasiva en el verbo, y del pretérito
indefinido con preferencias al pretérito perfecto. La aféresis.: Poldo el del
molín. Y el apócope.: ¿y de que nos val? Por vale de qué nos vale. Pronombres
enclíticos: dixomelu el paisanín. Etc.
[2]La papisa Juana que reinó con el
nombre de Juan VIII, en primera mitad del siglo Nono, es un caso singular de
travestismo en la historia del pontificado. Como Tiresias cambió de sexo.
Convirtió la cátedra de san Pedro con sus imposturas y sacrilegios, en silla
coprónica. Las malas lenguas señalan que ciñendo la tiara sobre sus rubios
cabellos esta inglesa tuvo un hijo de su camarlengo el joven Floro que a su vez
había sido engendrado de una ramera de Roma por su predecesor en el cargo,
Urbano VII. La papisa de origen sajón había profesado en el monasterio de
Whitby como varón enamorada de uno de sus monjes. Ambos amantes cruzaron el
canal de la Mancha y tras una serie de vicisitudes y peripecias por diversos
cenobios benedictinos como los de Fulda, donde se instalaron como copistas
de códices llegaron a Constantinopla. En
oriente se deshace la fraternidad. Frumencio queda instalado como monje en el
monte Athos mientras que Juana emprende la travesía por mar hacia la Ciudad
Eterna disfrazada bajo la cogolla de san Benito. En la corte de san Juan de
Letrán deslumbra por su sabiduría a los obispos y cardenales. A la muerte de
Urbano el pueblo romano la alza sobre el pavés y es coronada pastora de la
cristiandad. El nombre de la papisa ha cebado las cajas de guerra de la leyenda
negra contra el Vaticano. Es una flor negra que florece en plena edad de hierro
del pontificado, una institución que surge de la voluntad de Carlomagno
asistida por sus consejeros judíos, en pleno apogeo del sacro imperio
germánico. Para convencerse no hay más que echar manos de las actas de Pepino
el Breve el cual proclama los estados pontificios.
[3]
Baliche es cerdo en germanía
[4] Goya
pintó un cuadro sobre este mito en su época negra
[5] Se
trata de la misma versión del génesis. Por el pecado de Cronos su descendencia
tuvo que enfrentarse al tiempo, a la muerte devoradora y a los trabajos
forzados.
[6] Las
mozas de Villalón dicen que no beben vino y debajo del refajo llevan el jarro
escondido
[7] Se
debe respetar siempre a la infancia
[8] Vive
ignorado de la fama que más vale morir plebeyo viejo que príncipe joven, nos
recuerda en uno de sus versos
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