Ser paisano del Buscón y a mucha honra
Por Antonio Parra (escritor y periodista segoviano)
I
“Yo, señor, soy de Segovia. Mi padre llamose Clemente Pablo natural del mismo pueblo (Dios le tenga en el cielo) fue tal como todos dicen de oficio barbero aunque eran tal altos sus pensamientos que se corría el rumor de que era tundidor de barbas y sastre de mejillas” Así arranca la primera de las grandes novelas picarescas y uno de los monumentos literarios del idioma nuestro con el azoguejo como telón de fondo, cuna de lo que llaman los alemanes Schelm literatur (genero picaresco, la briba, la truhanería y el vagabundaje pero todos somos hijos de dios).
La historia de la vida del Buscón don Pablos Ejemplo de vagabundos y Espejo de Tacaños se compone de lances más o menos tristes o gozosos contados a la deriva y del modo más elocuente y dicharachero –habría que hablar de contundencia y estilo perfecto- que ofrece nuestra lengua. En medio de la trama donde no existe argumento sino cuento los personajes capean con sorna, buen talante y algún atropello las adversidades con estoica resignación. El hurto está a la orden del día a pequeña escala pero nunca el asesinato ni el crimen pasional.
Tenía el padre del protagonista otros oficios (hombre de muchos oficios pobre seguro) entre ellos el de verdugo que lega a un pariente suyo precisamente es don alonso el que le dará mulé al barbero y el que escribirá la carta al Buscón en tercero de Retórica en Alcalá dándole cuenta de su heroica muerte en la horca. Tampoco puede presumir de alcurnia ni alta genealogía porque al igual que el Lazarillo que era mulato y de Salamanca, la madre de Pablillos Aldonza de San Pedro presenta sangre no demasiado limpia. Era hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San Cristóbal –a los conversos se les bautizaba con el nombre de las parroquias en las que recibieron las aguas crísmales o con el santo del día. La de san andrés aq escasos metros de la catedrqal y cabe la judería, muy cerca de las casuchas del arrbal del Arco del socorro y del macelo ritual donde los rfabinos supervisaban el sacrificio de las reses trufandolas1 con arreglos a los preceptos talmúdicos “kosher” era barrio de los que seguían la ley viejha y contaban los años desde el día de la creación y no el de la fredención, esto es, judíos en toda regla. La cruz de san Andrés era la de los penitenciados por la Inquisición y en este sector intramuros de la antigua ciudad romana vio la luz por primera vez Pablillos Ambos grandes protagonistas del género picaresco, Lázaro de Tormes y don Pablos, ostentan un origen nada esclarecidos, como nacidos de mujer no velada, o bastardillos, o de casa poco honrada. siendo uno segoviano y el otro salamantino.
El Buscón es más barroco, gnómico y mordaz mientras el anónimo Lazarillo desde el punto de vista argumental es más confuso y carece de la garra quevedesca aunque resulta insuperable por su laconismo de la más estricta urdimbre clásica. Toda la obra de don Francisco de Quevedo y Villegas es una rechifla del clasismo montaraz tan imbricado en el carácter español que alardea de pavones y blasones. Quieren provenir todos de la pata del caballo del Cid cuando todos nacimos de Eva y Adán. El español no es racista sino clasista como tantas veces se ha dicho.
Ese clasismo al que fustiga el autor de los “Sueños” quizás origine toda nuestra complicación mental tan dada al caudillismo, al mestizaje y al concepto de elegidos que hunde sus raíces en la procedencia hebrea. Son atavismos hispánicos la picaresca, el anarquismo, la ingobernabilidad y la utilización de la iglesia primero y después de la política como una sinecura o un modus vivendi donde roba el que puede. El español busca colocación, una canonjía, una sinecura, un lugar al sol para vivir de las rentas o sin pegar golpe. Los hidalgos no quieren trabajar. Viven de la especulación. Encargan de esos menesteres a las castas inferiores como las que proceden de la conversión al catolicismo. Todos aspiran a una carrera. Casi se consideraba un baldón familiar el que uno de los hijos tuviera oficio: ninguno quiere ser herrero ni fontanero. Ahí está la madre del cordero.
Quevedo dice de su personaje que era descendiente de la letanía. Doña Aldonza hechizaba, leía las habas y hacía conjuros por lo que fue emplumada varias veces y la llevaron en el asnillo penitencial (zurcidora de gustos remienda/virgos, celestina, porque somos todo español es hijo del Quijote y de Celestina) y a mucha honra, y algebrista de voluntades desconcertadas, vio volar al cabrón dormía entre sogas de ahorcados y la dieron plumas, las de la risa.
Dice la leyenda que Pablillos nació cabe del arco del Socorro la antigua puerta de San Andrés. Y el licenciado Cuaresma o Domine Cabra asentó su pupilaje cerbatana en la calle de Cantarranas al pie del ábside de la parroquia de Santa Eulalia. Yo nací en un falansterio que llamaban la casa la Troya entre vecinos muy honrados (algún mutilado de guerra la señora Segunda, a la que mataron dos hijos en el frente, la señora Antonia la de Lérida que vino huyendo de un bombardeo en Cataluña, Iglesias el comunista que recitaba el Piyayo tan primorosamente casado con la Serafina, la tía Carnerita etc. Todo ese mundo de aquella corrala segoviana la describo en mi “Seminario vacío” porque nuestra infancia tuvo su parte de picaresca y esa visión del mundo entre expectante, resignada y chusca, marcó mi modo de ser segoviano poco diplomático y espontaneo lleno de corazonadas que no calla ni debajo del agua.
Pues había un letrero conmemorativo entre los mampuestos del arco del Socorro que decía que en aquel barrio nació del Buscón don Pablo hijo del ingenio del gran humorista don Francisco de Quevedo. Y a Cela le hacía mucha gracia aquel epígrafe; en una ocasión me dijo:
—Tus paisanos son un poco cachondos o estaban de broma. Mira que llamar humorista a Quevedo cuando no hay escritor más serio y más profundo en las letras castellanas. No se enteran. No le deben de haber leído bien.
La cuestión era que en San Andrés estaba la aljama o judería vieja y también el macelo o matadero donde los rabinos sacrificaban los corderos con arreglo as los preceptos de la vieja ley, desangrando al animal de las impurezas de la sangre (trufar) lo que denominan los askenazíes del Este carne “kosher”. Meter el dos de bastos y sacar el dos de oros.
Llegue a conocer al último de los descendientes de aquellos matarifes veterotestamentarios uno que lo llamaban el Jurri que por cierto es otro nombre que sale en la novela del Buscón. El azoguejo segoviano era polo de atracción no sólo de tundidores y peraíles una profesión muy habitual en una ciudad lanera como Segovia unos cardaban la lana y otros portaban la fama sino también de gente del hampa o de la carda. Otros lugares de encuentro de la picaresca y del vagabundaje (soldados licenciados de las guerras flamencas, ex convictos y redimidos de galeras frailes giróvagos mozas de toldo y arandela, buleros y buhoneros) eran el Potro cordobés, el Perchel malagueño el Zocodover toledano el arrabal de Arévalo, el Fontán ovetense o las gradas de San Felipe en Madrid. ¿Cómo parlaba, a qué olía aquella sociedad, cual eran los colores, cómo sonaba el castellano en aquellos tiempos, cuál eran las preocupaciones sustanciales de nuestros antepasados gentes de buen talante, aunque apretadas por las dificultades no disimulaban a veces mala condición, que pechaba con las dificultades y se reía de su propia sombra?
Para tener una noción de respuesta a tales preguntas conviene enfrascarse en las alborozadas páginas del Buscón y ver a través del ojo mágico de la literatura guiados por el arte contundente del Caballero de las Espuelas de Oro que nos transporta en un viaje a través de la España del XVII dentro de las artolas de su poderosa y ferviente imaginación.
La preocupación mayor era llenar la andorga pero en eso los españoles no éramos diferentes al resto de los pueblos de Europa (franceses, tudescos, ingleses o rusos) Por demás de exagerado, el retrato del clérigo cerbatana, que mataba de hambre a sus estudiantes, es un dibujo al pastel de la situación real en aquella época. Humor y rechifla con las `propias miserias, indulgencia con los conversos porque en Segovia todos eran conversos y hay una descendencia judía innegable (somos quizá judíos pero de otra tribu muy diferente a la que dirige los asuntos en el mundo. Nos conformamos con Sefarad. Sion y los sueños sionistas quedan un poco a trasmano) además nos bautizamos y nos hicimos católicos a machamartillo.
Es la idea que trasmina en este libro que es una defensa de la catolicidad escolástica. Padeció Pablillos so el poder de Poncio de Aguirre. Lo dice de un judío que no se había aprendido aun el credo cuando entró a servir como fámulo al hijo de Diego Coronel otra familia segoviana de confesos. Se narran las bárbaras costumbres de carnestolendas y las novatadas y cencerradas y otras bárbaras diversiones para matar el tiempo. Corríamos el gallo en la rinconada. Se manteaba a los neófitos, a las viudas que se casaban de segundas nupcias les colocaban un cencerro debajo la cama. Algunos episodios de esta novela picaresca fueron tomados del Decamerón. A la mentalidad medieval se circunscribe gran parte de la narrativa contada sin dar demasiada importancia a sí mismo ni cuartos al pregonero un poco como a la pata la llana y al desgaire. El ojo del culo es el más hundido y más profundo. Pasar hambre aguzaba los garfios de la imaginación. Y otras muchas truhanerías
II
A medio camino entre Alcalá y Madrid la primera vez que pasé por esta casona en la carretera de Zaragoza me cupo la impresión inexplicable de que antes yo había estado allí en otra vida precedente. ¡Una cosa maravillosa! ¿Me reclamaban misa dioses familiares manes lémures y penates? ¿Fui un arriero, un clérigo sin fortuna o un estudiante camino de las escuelas que iba a Alcalá a comerse los libros y abrirse camino en la vida? ¿Un trajinante de los muchos que poblaron los polvorientos camino de Castilla al conjuro de la sentencia de “fortuna te de dios hijo que el saber no te hace falta”? en medio de tan atrayente topografía sentí la llamada de mi pasado y de mi patria. El lugar en plena llanura del valle del Henares solemne y en desabrigo me brindaba su hospitalidad familiar y me parece que a partir de entonces creo que la teoría de la reencarnación no es ninguna superchería.
En el siglo de Oro este ventorro era punto de recalada de estudiantes y ninfas de cantón y allí el ocio y el negocio se juntaban en cueros vivos: matachines, estudiantes, bellacos rufianes y barbianas, la alcahuetería y la religión iban de la mano, porque siempre pasaba algún fraile que los curas en España siempre viajaron mucho.
Don Francisco de Quevedo autor del soneto más impresionante al amor al modo maravilloso y platónico, luego se juntó con rufianas y acredita su conocimiento del ser humano a través de sus excursiones al mundo del hampa. En el mismo saco de su prosa están lo lunfardo y lo provenzal, madrigales y picos pardos pero no era demasiado considerado con las del bello sexo. Hoy las feministas lo correrían al pobre a gorrazos lanzándole excomuniones por machista. “Dios te guarde de alguaciles y de mujer rubia pedigüeña y carirredonda”. A lo mejor los políticos hogaño como ZP y sus secuaces – el más tonto hace un cesto- lo denunciarían por lo de la violencia de género y tiene guasa la coso porque no hay gente más desabrida y violenta que las féminas de las tetas al aire y el culo tieso profanando los iconostasio propugnadoras de la lucha de género, que parecen salvajes, así como los predicadores de lo políticamente correcto verdaderos apaniguados del infierno.
En el mesón de Viveros entre Torote y Torrejón pernoctan don Diego Coronel y su escudero Pablillos que iba a graduarse a la universidad en calidad de fámulo o estudiante de mantellina por lo pobre enviados por el padre, el ilustre prócer segoviense, después de haberles rescatado del cautiverio del Dómine Cabra y tras una convalecencia de nueve días a base de pistos y sustancias, estaban en los puros huesos.
En el corral del albergue – el posadero era morisco y ladrón- topan con su primera aventura: estudiantes dos rufianes un clérigo que hacía que leía el oficio en su breviario y las consabidas ninfas del cantón para las que a estas laboriosas abejas del amor Viveros era parada y fonda desde que comenzaba el año lectivo esto es desde San Lucas hasta pasado el Corpus cuando acababa el curso,porque a “Alcalá putas ya viene san Lucas…”.
― Qué buen talle de caballero, dijo una de las tusonas. ¿Y va a estudiar?
Claro que sí. Allí los despluman. El convite al que se auto invitan los intrusos es de lo más memorable de la literatura culinaria:
― Un abuelo tuvo mvd., tío de mi padre, que en viendo lechugas se desmayaba.
No les conocían de nada. Ni les habían visto en su puta vida pero les siguen estupefactos la corriente. El que más comía era el cura “con solo mirar” gazuza de tres semanas debía tener aquel clérigo. Dieron cuenta de medio cabrito asado dos lonjas de tocino y un par de palomos cocidos.
― No cene mucho, señor, a ver si le va a hacer mal- decía a mi amo el maldito estudiante. Y más que es hacerse a comer poco para la vida de Alcalá
Juan de Leganés famoso aritmético se les aparece para hacerles unas cuantas sumas y restas a la bolsa de don Diego que queda muy menguada. Señor nuevo, pocas estrenas. Sacerdote soy. Ya se lo dirán de misas. Se lo pagarán las ánimas benditas, hermano.
― ¿Qué te dio el cura?
― Un consejo
― ¿Y es todo lo que te dio?
― Sí, y además me dijo sé bueno.
― Con bondades no se paga el piso ni se compran fideos
― Todo es bueno para el convento ya sabes.
― Y yo me cago dentro
En el Buscón no hay pesimismo ni angustia vital sino ganas de vivir. Ahí te las compongas. Espabila. Pablo, abre el ojo que asan carne. Burlas y engaños. Pronto le va a coger el tranquillo a las trazas que se estilaban en la estudiantina. Patente de chacotas y novatadas, algunas crueles pero las travesuras de los estudiantes no tenían fin y se aguzaba el ingenio como un entrenamiento para la vida.
El
autor observa Alcalá que era un ciudad de cristianos nuevos estaba
muy poblado de judíos y moriscos, la mayor parte de sus mercedes
cristianos de nombre en privado seguían observando la religión de
sus mayores adorando el zancarrón mahometano o el candelabro de san
Moisés. Quevedo arremete contra esta circunstancia con todas sus
fuerzas y señala como males del siglo en aquellas conversiones
forzosas la superstición, la alcahuetería, la hipocresía y
disimulo.
Todos
sentían pavor con solo mentar el nombre de la inquisición como le
ocurrió a la patrona de la casa donde el pícaro entró a pupilo, la
del piopío. Creen en dios sobre falso, explica el novelista.
El
morisco suele ser ladrón, se dedica a los más bajos oficios pero
el de tabernero y ventero son sus preferidos. Acostumbra a
bautizar el vino. El judío, ocupado de menesteres más liberales o
curiales (abogado, médico, alquimista) suele ser mentiroso y
engañador como acredita su gran nariz y su cabellera rojiza según
lo pintan en la estatuaria de los pasos que salen en procesión la
Semana Santa.
Al
protagonista le esperan horas crudas, recién incorporado a su
pupitre en las aulas complutenses y a la camarilla del dormitorio
corrido. Le reciben los veteranos con salva de flemas y esputos. Se
aparejaron gargajos y le pusieron como un cristo, blanca de nieve la
sotana recién estrenada. Y tanto temió por su vida que de miedo la
noche de su llegada se cagó y se meó en la cama.
― Por resucitar está Lázaro según hiede- dijo un bellaco.
La escena del eccehomo con que el estudiante paga patente de novatada es una de las descripciones más donosas tragicómicas y patéticas de la literatura del Siglo de Oro. Quevedo se perfila inimitable. Pusiéronle al hombre, blanca de gargajos, la sotana. Échale pan que mañana pía.
Narices
descomunales de los judíos en los pasos de semana santa. Judas era
rubicundo y pelirrojo. Moriscos cleptómanos y de mirada atravesada.
Traidores como refiere también Cervantes en el Quijote al describir
a aquel Chicote paisano suyo al que encuentra con la gente de la
camándula de peregrino a Compostela.
Las
brujas alcalaínas no vuelan por el aire, echan las cartas, recuentan
la guija, calculan las habas y el Santo Oficio las mete mano. La
madre de Pablillos está presa en la cárcel de la inquisición
toledana por esta causa. “La
patrona llevaba enroscado al cuello un rosario de cuentas grandes que
pesaban lo que un haz de leña”.
Le mentaban la dueña la inquisición y rompía a llorar. El
estudiante complutense tiene que espabilar y se licencia no sólo en
retórica y en latín sino también en gramática parda.
El lance de los pollos y el piopio artimaña con la que le afana lo mejor del corral mediante el engaño de que había invocado en irreverencia el nombre de los papas que se llamaban Pío es digno de antología. Pocos autores han visto en él una sátira anti-vaticana. Quevedo educado con los jesuitas y amigo dellos pero creyente más en Jesucristo que en los que se arrogan el título de vicarios suyos les fustiga sin compasión por su rapacidad doblez y altanería.
A su progenitor lo guindan en el rollo de Segovia. Tuvo muerte
tranquila y con presencia de ánimo. Recibió a la Huesuda con
paciencia y buen humor contando chistes y hablando con el verdugo a
ver cómo te portas y cómo cortas; procura que ese tablón que está
podrido del cadalso a ver si lo arreglas para cuando el próximo.
Pablos
vuelve a la ciudad del acueducto para recabar la herencia y abominar
de los suyos. Su madre la Aldonza se encuentra en Toledo encarcelada
por la inquisición. Parábolas, palabras y más palabras, y alguna
parola engañosa pero así de crueles son los tiempos muy recios en
boca de santa Teresa. Los españoles estaban obsesionados con las
guerras de Flandes, los espías franceses, las traiciones de Antonio
Pérez, los moros en la costa o la Alpujarra y los inventos
mecánicos de Juanelo que quería subir todo el agua del Tajo a
Toledo. En las cartas y don Francisco escribió muchas (algunas,
infinidad, se han perdido) se comunicaban a través de la posta los
que sabían escribir sobre dos asuntos principales: si había
arribado la flota de Indias a Sevilla y otra cosa de no menor
importancia: la renovación de las mozas de partido en los lupanares
de Madrid: gallegas, andaluzas, griegas, catalanas y de Logroño.
Parece ser que el Caballero de las Espuelas de Oro se pifiaba por las
irlandesas y así lo hace constar en carta a un amigo. Le gustaban
las rubias pelirrojas por lo visto
III
BUSCÓN REGRESA A SEGOVIA
Muerto el padre de su ayo Diego Coronel y sin cumquibus el pobre estudiante regresa a su ciudad natal de donde no le llegan buena noticias: su progenitor entrega su alma a Dios desde la tablazón del rollo de Segovia instalado a los pies de las gradas de la iglesia del Cristo del Mercado y su madre cumple cadena en los calabozos inquisitoriales. Un tío suyo Alonso Ramplón en una larga epístola le comunica las tristes nuevas con las particularidades de la muerte jocosa en el cadalso del padre de la criatura. “Llegó a la horca, puso un pie en la escalera, no subió a gatas ni despacio y viendo un escalón hendido le dijo al justicia lo mandase aderezar el tablón para la próxima que no todos tenían su hígado… tomó la soga y púsosela a la nuez. En viendo que el teatino le quería predicar vuelto a él le dijo: padre yo lo doy por predicado; vaya un poco de credo y acabemos presto… cayó sin encoger las piernas ni hacer gesto quedó con una gravedad que no había más que pedir. Hícele yo cuartos”
Jamás con tanta concisión y solercia se ha descrito en la literatura universal los últimos momentos de un ahorcado que afronte la muerte con tanta longanimidad y presencia de ánimo. Con todo, en sus memorias hace constar Pablillos que dejó con pena las escuelas de Alcalá a la que siempre recordaría si no como la Arcadia al menos un lugar en el que fue feliz dentro de lo que cabe. “Llegó el día de apartarme de la mejor vida que hallo haber pasado”.
Con una mula alquilona donde carga sus libros y pobres enseres regresa a su pueblo con las orejas gachas y sin haber recibido grado en la docta Complutum pero lleno de sabiduría de calle y de gramática parda. Por el camino le van a ocurrir aventuras. Don Francisco deja correr la pluma al desgaire del placer de narrar soltando párrafos que sembrarán el aire de carcajadas en la boca de los lectores que se entreguen con fruición a la lectura de las inmortales páginas del Buscón a lo largo de los siglos.
Si Cervantes es la sonrisa inteligente en don Quijote, Quevedo es la risa violenta, alegría y solaz para espantar las telarañas del ánima al dominar como nadie los secretos de la sátira. Encuentra en Torote a un loco republico que ya desde entonces quería arreglar las cosas de España a su modo. Luego, a un negro zulú espadachín y matasiete un mulatazo hotentote padre de todos los bellacos y a propósito de este mismo personaje valentón y siempre a punto de desenvainar la “blanca”, nos cuenta la historia de los que se bajaban al turco al igual que hoy algunos se bajan al moro aljamiados correntones y desde el Rif nos cuentan sus borracherías dilapidando nuestro pasado y nuestra religión en hora menguada cuando por el aire vuelan las brujas en sus escobas transportando incautos con barbas de gancho y amplios bigotes en punta que autorizaban a los matones. Quevedo no aguantaba a los moriscos de los que dice que todos se volvieron bandoleros y pastores. Tampoco a lo genoveses y judíos “anticristos de las monedas de España”.
Junto al cancel de la iglesia de Torrejón un ciego entona preces al Justo Juez y luego la del Cumquibus (doble sentido una limosnita por el amor del crucifijo). Aquí juega el autor al ambiguo parodiando el credo atanasiano que dice quicumque salvus vult esse (el que quiera salvarse) y ganar la vida eterna, etc. En la noción popular el dinero es lo que más hace falta para estar en el cupo de los bienaventurados. Igual de perspicuo resulta cuando cuenta el protagonista que a su padre lo hicieron moneda, esto es: cuartos. Cuartos eran la fracción de los reales de a ocho y también el descuartizamiento o despiece carnicero de la res. A los ajusticiados más infames se les troceaba y se esparcían los menudillos por el campo para pasto de aves y alimañas. Don Francisco es un maestro del lenguaje de doble filo el rey de la sinécdoque que sabe en todo momento sacar a plaza los recursos infinitos de la lengua castellana.
El sol doraba los panes y ya en pleno fulgor cuando la mula del estudiante alcanza a la del sacristán de Majada-la-honda poeta trasnochado que regresa de la docta ciudad con las orejas gachas, viene soltando pestes sapos y culebras de Alcalá donde no ganó un premio en el certamen poético en honor del sacramento:
Pastores no es lindo chiste
Que hoy es san Corpus Christe
Hoy es día de danzas
Cuando el cordero sin mancilla
Tanto se humilla y visita nuestras panzas
Y entre nuestras bienaventuranzas
Entra en el humano buche
Suene el lindo sacabuche
Pues nuestro bien consiste
Pastores ¿no es lindo chiste? etc.
Pablillos no consigue domeñar la risa:
—Alto a la dueña, pare el carro, hermano. San Corpus Christe no existe, no está su fiesta en el martirologio. Es la conmemoración de la institución de la eucaristía.
—¿No?- replica el clérigo- Pues aguarde mv. Escuche el poema que he compuesto a las Once Mil Vírgenes en octavas reales
—No es posible.
—Que existan once mil vírgenes.
—Yo las he cantado y alabado con cincuenta versos a cada una. Un millón de octavas reales en total.
—No quiero más cosas a lo divino
—Pues atienda a esta comedia y estos sonetos a las piernas de mi amada.
—¿Vióselas vuesa merced?
—No por vida de mi madre porque tengo ordenes sagradas pero todo se andará.
En aquel momento los árboles de Segovia se estaban muriendo de risa de ver a los segovianos con corbata y sin camisa. Quevedo se despacha aquí en la sátira más implacable contra los poetas “chirles y hebenes” a través del cura de Majadahonda que suelta herejías y disparates uno tras otro y que se jacta haber cenado con Vicente Espinel, conversar con Liñán y haber hablado con Lope. “Estuve tan cerca de su persona como lo estoy ahora de usted mismo”.
La comedia tenía más jornadas que un viaje a Jerusalén y los sonetos eran una sarta de ripios donde se pondera la desmesura de algunos exaltados vates que se ganaban la vida escribiendo despropósitos. Poetas públicos cantoneros vagabundos de los que había gran saturación en aquel siglo dorado de las letras hispanas donde hasta las verduleras sabían de teología y se entusiasmaban con los autos sacramentales que al espectador hogaño le resultan infumables. Poetas conceptistas despedazadores de vocablos volteadores de razones. “Mandamos quemar las coplas de estos poetas”.
A todo esto en la posada de Atocha ya le esperaban al sacerdote majariego una turba de ciegos que esperaban les hubiese escrito una sarta de composiciones piadosas para recitar por los caminos. Cuando se despide el sacristán de Majada la Honda hace una defensa numantina de sus versos y declara que irá a la Ciudad Eterna para que el Papa de Roma le haga justicia. Una lectura de través de esta aventura nos llevaría a conclusiones más precisas sobre lo que hoy denominan dialogo de civilizaciones y la antipatía del autor hacia los moriscos que se hicieron pastores y este pueblo de Madrid a cuya capitulo (las más humildes parroquias a la sazón constaban de un coro de más de treinta miembros) pertenecía el sacerdote poeta enamorado el del millón de octavas a las once mil vírgenes era el punto de recalada de los rebaños de la mesta toda ella morisca y puede que él mismo autor de tales disparates y herejías chirles fuese un mahometano oculto acogido a altana. Y esta es la razón que late so capa de sátira en la premática contra los poetas hueros y hebenes. Moros en la costa. “Mandamos quemar estas coplas”. ¡Ah los greguescos calzones que llevaba el Divino Figueroa!
EL ERMITAÑO DE CERCEDILLA
“Oh cómo volaría yo pólvora gran parte de este puerto y haría buena obra a los caminantes”. En la subida al Puerto de los Leones se escuchan los lamentos de un soldado que llega con la absoluta de servir al rey en Cataluña y detrás suya asciende un ermitaño “de barba tan larga que hacía lodos con ella” (la arrastrada) macilento y vestido de paño pardo. Venía rezando el rosario y cada diez cuentas sonaba un cabe. El eremita era buen peje otro picaro redomado que “limpia” a Pablillos y a sus acompañantes en una partida de rentoy cuando se quedaron en la posada de Cercedilla. El veterano de las guerras de Cataluña y de Flandes en su visión profética anuncia que siglos más tarde taladrarían lo que es hoy el tunel de la A6. si para algo sirve la literatura es para anunciarnos el porvenir y adelantar acontecimientos. Los eremitas encuentran bastante cartel en la novela picaresca. En el Lazarillo salta uno que era lujurioso cada vez que abandonaba su retiro y bajaba al pueblole hacía un chico a su manceba el de l Guzmán de Alfarache es vena. Este del Buscón resulta un redomado tahur muy hábil en el manejo de la desencuadernada (baraja). Se guardaba cartas bajo la manga o jugaba con cartas marcadas. Maestro del disimulo era el frailón “perdía una sencilla y acertaba doce maliciosas” Pablillos y el veterano de las guerras de Frandes quedaron desplumados por seiscientos el uno y por doscientos reales el otro. “Entre luteranos y moros me he visto pero no he padecido tal despojo” sentencia el pobre alférez. Topamos con un genovés, digo con uno de los anticristos de las monedas de espala que subía el pueblo con un paje detrás y con éwl un guardasol, muy a lo dineroso. Debía de ser verano… todo lo juraba sobre su conciencia aunque yo pienso que conciencia en mercader es como virgo en cantonera que se vende sin haber visto. ¿Qué diría el Buscón de los jaques de la CEE con sus comisarías y chanchullos donde ganan paga políticos corruptos como Arias Cañete que se enriqueció vendiendo piedra a los ingleses para que rellenen las aguas del Peñón y hagan de la Roca Calpense un Gibraltar grande y libre colmado de bucaneros y de defraudadores del fisco?
En estas platicas avistaron los muros de Segovia y al protagonista se le alegraron los ojos de volver a su tierra a pesar de las tristes memoria familiaresd y de los padecimientos y hambres en el pupilaje del Domine Cabra. Al pie del acueducto se encuentra con los clasicos perailes y musicos de uña (ladrones) y sigue su camino. La ciudad que lo vio nacer se hace de pencas ante su infortunio y nuestro personaje después de contemplar a su padre hecho cuartos y muy avergonzado por la muerte ignominiosa de su progenitor y de las ejecuciones de su tio alonso Ramplón quien le recibe en su zaquizamí y le presenta a los amigos como MA es mi sobrino maestro por Alcalá, entre ellos a un porquero que se lamenta de que aun estén con virgo sus espaldas. Los corchetes en aquel entonces sabían manejar bien la zurriaga y dar empujones en el envés. El agape municipal en la residencia del verdugo de Segovia resultó una gran borrachera… por una soguilla en un sombrero como suben de limosna los de la cárcel subieron la comida de un bodegón que estaba a espaldas de la cárcel en unos mendrugos de platos y retajillos de tinajas… no quiero decir que comimos sólo que eran todo cosas de beber… sorbiose el corchete tres de puro tinto… parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro y tomando un hisopo después de haber quitado los hojaldres dijeron el réquiem aeternam por el anima del difunto cuyas eran aquellas carnes (un caso de canibalismo porque según explica Pablillos ellos comieron y yo me quedé con los suelos solos de los hojaldres (se estaban merendando a Clemente Pablo su difunto padre) y tenían que tener cuajo porque todos nadaban en mosto. Menudeaban los tientos al jarro para pasar aquel yantar antropofago.
—Sobrino por este pan de Dios que crió a su imagen y semejanza no he comida en mi vida mejor carne tinta
La gran borrachera termina como era de suponer a trompazos entre los comensales. El porquero acusa al corchete de haberle empujado y éste vomita todo el almuerzo en sus barbas y “mi tío que estaba más en su juicio decía que quien había traído a su casa tantos clérigos. Por lo visto los curas no faltaban a estos piscolabis y en los banquetes funerarios, según costumbre de la época, se emborrachaban. Pablos como no probó el vino ni las tajadas mantúvose cuerdo… “salime de casa entretúveme de ver mi tierra toda la tarde pasé por la casa del Cabra supe que había muerto y no curé de preguntar de qué sabiendo que hay tanta hambre en el mundo”. Los comensales tardaron mucho en desollar la mona el porquero andaba a gatas y el corchete creía que eran huéspedes los palos de la cama. Aquí resplandecen los males de la bebida… mi tío no tenía zorra cogió una raposa y tardó en desperezarse… al tarde el porquero el demandador y el corchete con mi tio se pusieron a jugar a la taba. Con las mismas huye de Segovia al amanecer dejando una nota a don alonso diciendo que se va para no volver y que no le busque que no lo encontrará. Adiós jinete de gaznates 2.
Toma el portante y en el camino de la corte se topa con un hidalgo de gotera montañés de nombre muy campanudo don Rodrigo Gómez Vallejo de Ampuero y Jordán. El ilustre apellido empieza en don y acaba en dan como la campana y el badajo pero es un don sin din… un mayorazgo como él en un pueblo corto olía mal a dos días y no se podía sustentar y por eso iba a la patria común donde caben todos y hay mesa franca para estomagos aventureros… somos gentes que comemos un puerro y representamos un capón… si se abren las rodillas se verá el ventanaje… no nos enamoramos sino pane lucrando nada de melindres el caso es comer y comiendo tan poco y bebiendo tan mal no se puede cumplir con las bodegoneras estan todas contentas. Y hablando de estas razones con don Toribio el hidalgo montañés que va a gorronear por la corte posan en la Rozas. El licenciado Pablos había aprendio algunas mañas de la chirlería y se propne en Madrid vivir de la estafa y el engaño… aquella noche dormimos bien madrugamos y dimos con nuestros cuerpos en Madrid
Quevedo bojigangas
La lectura derrama el don de la ebriedad. Sin resacas. Se siente el don de vivir de nuevo a través de los libros bien escritos. Puedo decir que me considero hombre feliz porque he vivido a través de los libros. He montado guardia en la alcaicería de mis pensamientos y esa vela me permite asegurar que el mejor escritor en castellano y tal vez el mejor del mundo es quevedo. Hay en él un senequismo de veta muy española, un desapego de las cosas del mundo que le mueve a risa y una preocupación por la muerte, una muerte que temió toda su vida… oh tú que con callados pasos vienes… aquel cisne que miras, vecina su muerte canta.
Parece ser que tuvo una muerte ejemplar, si no santa al cabo de no pocos padecimientos y cruel enfermedad. El padre jesuita jacinto Tebar le asistió en el último trance. Lo cuenta antonio de tarsia, otro jesuita, en su biografía “sin afeite ni lisonja”.
Don francisco nace en Madrid en 1580. su padre don pedro gómez quevedo, secretario de la reina ana. Su madre, maría de Santibáñez. Eran muy religioso haciendo del hogar una celda y del palacio un convento, espejo de casados, criaron a la prole con la leche del temor de dios. Provenían de la montaña. Su casa solariega en el valle de Toranzo. Servían al Rey desde que uno de los antepasados fuera nombrado capitán de la guardia de Juan ii. Santibáñez es un apellido heráldico, el de la madre. El del padre, pedro Gómez las cosas no están del todo claras en cuanto a linaje. Bien pudo ser de origen converso que en las turbulencias del siglo catorce entraron a servir a la casa real. Las conversiones fueron en masa. Doña maría sirvió como azafata en la corte de Felipe segundo. Tuvo dos hermanas margarita casada con un caballero de santiago don pedro Alderete y caballerizo de su majestad (¡con qué orgullo muestra en todos los retratos el escritor la cruz colorada que le pusieron a recaudo de las infamias de parte de sus enemigos que le acusaban de judío y borracho!) y otra sor Felipa de Jesús que profesó en el convento carmelitano de Santa Ana. Lo que ahora es el teatro español.
De otro lado es de nuestros escritores del siglo de oro que mejor dominaba el hebreo. Se le daban muy bien las lenguas. Era un espadachín de la palabra, aventajado en esgrima tanto la dialéctica como en el sable. Manejaba tan bien el florete que dio muerte a un caballero que había abofeteado a una dama durante los oficios de jueves santo en la iglesia de san martín. Hubo de huir de la corte.
Aparte del hebreo el griego y el latín lo conocía a la perfección como demuestran sus tratados no costumbristas dedicados a la moral y la teología. El italiano lo hablaba como un toscano siendo así que durante la conjura veneciana se libró de la muerte segura por dirigirse a sus perseguidores en perfecto idioma del Lacio sin acento español que lo delatase. Parece ser que uno de los oficios que ejerció fue el de espía. El francés también lo dominaba perfecto. Se dice que su encierro en san marcos no se debió al famoso incidente de la servilleta en el mantel regio…. Entre claveles y rosas su majestad escoja. Sino a su confabulación con los franceses en las guerras de Cataluña. El conde duque fue implacable con este maestro de la esgrima, un malabarista del doble juego ya que sobrepujaba en inteligencia a todos los españoles de su tiempo. Espadachín del retruécano y la agudeza. Tuvo por profesor de hebreo a a Juan de Queralt que leía en Alcalá. Otro converso que decía que el hebreo es un idioma santo. La cátedra de esta lengua era una de las más importantes en las universidades españolas. Otro converso famoso que suscitaba la veneración del autor del Buscón fue el bibliotecario del Rey, Arias Montano, al que denomina príncipe de los poetas y magna decus hispaniorum3
Pequeño de cuerpo pero muy ágil y algo zopo su presbicia y su afición al traguillo dieron pie a las diatribas de su mortal enemigo Luis de Góngora que sin perder ripio se burlaba de sus defectos físicos.
Amante de la vida, visitador de timbas, burdeles y mesones (el lado jocoso y alborozado de su personalidad) era sin embargo un apasionado de la lectura. Leía en el refectorio, leía en el dormitorio, leía en el barco y en la galera “empleaba todo el tiempo en leer letras y en hacellas” nos dice Juan de Tassis. Porque nullus suavior animo cibus Quam cognitio veritatis4.
En los retratos que se conservan de su persona aparece luciendo la cruz de caballero de santiago y detrás los cuerpos o volúmenes de su bien nutrida biblioteca. Nunca menos solo que cuando solo. Disfrutó de la compañía de los difuntos que viven dentro de sus escritos. Hablo con los ojos con los muertos.
Era más amigo de cisnes que de palomas5 y juntó número tan considerable de mamotretos que los volúmenes de su biblioteca alcanzaron los cinco mil, aunque con esto no quiere decirse que diera de lado a la vida airada. Han venido irlandesas, escribe en una carta dando noticia de la llegada de una nueva remesa de mozas de partido que trajo el gran cohen a orillas del Manzanar madrileño. Pero para él la verdadera ambrosía no eran los deleites del vino ni del placer venéreo sino las concluyentes razones de las provechosas sentencias de los antiguos y de los hombres de su tiempo. Vivió y murió en español6.
Tasis hace hincapié en su carácter grafómano. Nunca faltó a la cita con las cuartillas en los 75 años de vida y con lo que escribió así de molde como a mano a cada día le cabe un pliego. Gran parte de su obra se ha perdido, no ha sido suficientemente estudiada y está por descubrir.
Fueron sus mentores don pedro girón duque de osuna y Juan Luis de la Cerda duque de Medinaceli gente de estima que supo valor el calibre de su talento por otro lado tan discutido7 y blanco de los ataques de zoilos, zenones y pirros que trataron de hincar el diente canino de la envidia. El ambiente literario de la corte estaba envenenado y banderizo por causa de los mediocres. La egregia figura del señor de la torre de Juan Abad destaca como un alano en una rehala de gozques. La animadversión y la enemiga que lo tuvieron algunos de sus colegas ha sido relacionada con la mala laya de los inquisidores casi todos ellos de raíz conversa. En su España contra todos denuncia la hipocresía de las camarillas que postulaban la causa de Teresa de Jesús como nueva patrona de la nación española en sustitución del apóstol Santiago.
En efecto el 26 de marzo de 1628 en carta al papa Urbano VIII le ruega que no suprima el patronato jacobeo. No le perdonaron algunos sus afirmaciones derogatorias hacia la mística doctora aunque era irrefutable en sus juicios desmitidicadores8 de la reformadora del Carmelo. No era ducho en teología ni en ascética tamben medicina, en cinegética,
En farmacopea9. En el juego de ajedrez. Su formación humanista – un humanismo católico cual ningún otro- le llevó a disertar acerca de todas las habilidades y perplejidades de la condición humana. Claro que su excelsitud no es apta para todos los públicos habida cuenta de que es uno de esos novelistas nada del régimen a los que no les tiembla el pulso al abrazarse con la verdad caiga quien caiga en su afán de descubrir mentecatos y desjarretar a la bestia. Su ingenio no respeta a rey ni a roque. En la era de la monarquía absoluta suyos son aquestos versos10. En su pluma la estupidez y el ridículo se vuelven carcajada. No era don Francisco lo que se dice un feminista11
En el caballero de la tenaza o consejo para que los hombres se libren de las embestidas de las mujeres manifiesta su misoginia. El autor del mejor canto al amor12 no debió de ser muy afortunado en amores.
Contrajo matrimonio en 1634 con Esperanza Aragón y Cabra hermana de un jesuita y del obispo de Barbastro
POLÍTICA DE DIOS. GOBIERNO DE CRISTO
Días de las Cabañuelas, expira agosto pasé una noche entera son poder dejar el libro de las manos. Otros curen del gobierno, el mundo y sus monarquías. Por la tele y por la radio hablan de un Lope que no reconozco. Es un porno-Lope. Esta sociedad perversa e inicua todo lo bate con su mortero metrosexual en el ojo de boticario de la lascivia. Lope bien pudo ser un follador impenitente. Luego se arrepentía y hasta llegó a cura. La historia nos cuenta que ni aun con órdenes sagradas y ya viejo logró tener a raya los concupiscentes instintos siguió raptando doncellas. Marta de Navares, su último amor, despidió su féretro desde un balcón enrejado de la calle Atocha y en los trascorrales de la iglesia de San Sebastián, de cuyo cabildo formó parte, aun se yergue un olivo que plantara el Fénix de los Ingenios (porque en horas veinticuatro pasaron las musas al teatro) pero esos chicos de la SER, como vienen de la Logse que ha prohibido la historia de España y el hispanismo, que han querido darnos su peculiar versión de los acontecimientos al revés se les ha querido hacer ingleses pero no saben inglés, no saben nada, están descubriendo el andaopalante, la monarquía constitucional presidida por el rey Carolo I alias Escarolo, que les han dicho que la historia de España empezaba el 20 N de 1975, a efectos imperativos de la Hora Cero, sumidos como vienen en el proceso de desratizicación-desnazificación-desespañolización, y otros trágalas de malsines que instauraron su régimen impío Eliocapitalino (los buenos patriotas son incapaces de ver tv o de escuchar sin enfurecerse lo que transmiten las órdenes del Gran Hermano Bestia Sin Rostro, tú a callar, chitón que para eso me han hecho el jefe de la información y esto la ración de sapoo todos los días un trágala para desayunar, ya somos demócratas, ya somos europeos, pronto gringos), no han leído la pobre barquilla mía ni degustado la ternura de sus Villancicos. Sólo estudian en su mal inglés a los clasicos ingleses, el Paraíso Perdido de Milton que es soporífero, a las hermanas Bronte o a Juanita Austen, indigeribles, yo creía que la Abadía de Northanger era una verdadera abadía y resultó ser una casa del Tócameroque de solteronas feministas que buscan partido en los regimientos de Húsares.
Lope fue un prodigio de fecundidad y de superficialidad, los temas de sus dramas mejores son extractos del romancero, en las novelas pega gatillazos, y pocas veces gracias a él la alta literatura estuvo tan compenetrada con el bajo pueblo. España solía ser musical. Ahora nos la quieren hacer flamenca. Él pulsó ese registro. Sin embargo, si quieres profundidad y buena prosa hay que irse al Buscón.
La verdad es que don Francisco de Quevedo y Villegas no fue un asalta cunas al uso como el bueno de Lope ni un galán de monjas. Más bien parece ser que fue pájaro de un solo nido y se acreditó como el autor del mayor canto al amor en castellano. Polvo soy, más polvo enamorado, pero su Lisi le salió rana. No es que fuera una pilungui. Era una mosca mojonera que hizo de su matrimonio un infierno portátil y se llamaba Felipa... Desencantado por este amor juglaresco y hereje, un nido vacío, un lugar común, falaz, tornó los ojos a Baco y de lupanar en lupanar el sublime zambo conoció muchas hembras, acaso muchas más que el melifluo e hispido Lope. Y lo de híspido lo digo por el bigote y por el tupé con que le pintan sus biógrafos. Al Fénix de los Ingenios hay que leerlo de puntillas, la espada al cinto y alta y bien abotonada la gorguera pero los chicos de Radio Madrid no sabrían qué decirte si les hablas de Fénix de los Ingenios. Hoy las cosas van por lo pedestre. Los chicos de la SER responden a la primera cuando le hablas de Brad Prit pero a la referencia del Manco de Lepanto o al Cojo de Mamblas no sabrían qué decir.
Ya se sabe que los cojos poseen una capacidad sexual hipermetropita. Con que, su icono fálico era muy reverenciado y hasta fue famoso en las casas llanas de Castilla, de Cataluña, de Italia. Pues a Alcalá putas que viene san Lucas. Creo que esta es frase suya para honrar al 18 de septiembre. Pelillos a la mar que esto del amor no puede convertirse en una cuestión de pulgadas como pretenden los ingleses.
Por desgracia los chicos de la SER nunca leerán ni sabrán leer al monstruo de las letras españolas Quevedo siempre fascina y subyuga. Incluso como comentarista político y apologeta religioso, el mensaje de sus libros se preserva fresco transcurridos cuatro siglos. Esta es la prueba del nueve para un escritor. Y es que don Francisco era un hombre de su tiempo, un hombre de hoy, del ayer y del mañana y un español de todos los tiempos, y mira que su vida transcurrida entre calabozos, conjuras y destierros, no fue nada fácil. Acaso el dolor sea la eterna sombra que pervive del genio. Lo que dice y cómo lo dice llegan igual ahora que hace cuatro siglos con tal de tener buen oído quien leyere: qui potest capere capiat.
La voz del autor de los “Sueños” hace que el lector no se encuentra sólo con un autor sino con un país que es la España eterna. Las zahúrdas de Plutón donde toda corrupción, todo meneo, toda laceria tuvieron asiento, están tan vivas que parece que han renovado el fuego del infierno y la corte del Borbón es el nadir de lo que fue cenit con Felipe IV y siguen creciéndonos los enanos y es nadir con Juan Carolo I, el rey bartolo, ahí me las den todos, debe de tener una flauta con un agujero solo, que nunca creíamos que con ese individuo en el trono España pudiera caer tan bajo. Este Zapatero puede ser el bufón de corte don Francesillo el alemán al que pinita Velásquez en las Meninas. Al fondo y deteniéndose en un momento de curiosidad se perfila la sombra de Felipe IV en babuchas.
Con las mismas me voy a Alcalá. Es la ciudad de España junto con Segovia, tal vez, mi pueblo donde se siente y se entiende el mundo quevediano en su españolidad apasionada y candente. El estilo es el hombre y la huella de su paso por esta tierra está en las piedras, en las torres de las iglesias, en los muros de los conventos, en los dinteles blasonados de los colegios mayores. Hay muchos en esta ciudad de genio alegre, estudioso y militar. Busco al caballero de las espuelas de oro, el de la cruz colorada sobre la ropilla de limiste, la mirada profunda un tanto irónica y desvergonzada atravesada entre las lentes el labio superior un poco sumido y el inferior prominente, que se plegaba en rictus entre lo sarcástico y lo despectivo. Me pierdo entre los figones con trastienda y corralillo bajo las parras el pámpano a la puerta un pozo con brocal en el medio y por allí cercas una alberca. ¿Dónde estamos? Hoy no he bebido mucho pero esto es un transporte, una aparición, una visión del paraiso. No se si estoy viviendo algo real o un sueño. Y bendigo a los dioses por haberme deparado la felicidad de este encuentro.
En los dos parnasos- contesta don Francismo mirándome con cierta compasión- pues hay parras y pámpanos. Te sirve Primipila la hostelera de los Carpatos.
Verdad dice su señoría. No veo diablos con espolones que espetan los culos de los inversos con garios candentes y de la cocina llega un olor a torrijas y a miel de espliego que es una bendición. Razón llevais, maestro. Yo al cielo quise ir pero me encuentro en el paraíso de los poetas entre enramadas de laurel y pámpanos.
Primipila iba y venía dispuesta a nos servir. En los tiempos en que vuesa merced era estudiante en los ventorros eran gallegas las muchachas de servicio. Hoy vienen todas del Este. El sumiller Zamnos era un griego y por su mirar cansado podía haber trabajado como pincerna en el refectorio de Felipe IV catando el vino judiego por los más diversos figones regios. Este rey siempre anduvo con la mosca en la oreja en el temor a ser envenenado. Ahora era mâitre de aquel establecimiento y por las noches trabajaba de portero en una discoteca de Polvoranca. Impartía ordenes a la servidumbre en ruso. El poeta comprendió mi raciocinio de que las modas pero los hombres siguen siendo los mismos y le hicieron gracias mis suposiciones de que que aquel candiota que se había afincado en Alcalá. Había pasado tanto tiempo… sin embargo la literatura hace a los hombres redivicos. Vivo en conversación con los difuntos, parlo con los ojos a los muertos
Don fran cisco era una proyección de mi mismo, heraldo de mis fntasías, conjugador ocioso de tantos sueños, rehen de mi soledad y prisionero de mis mazmorras. Toda en esta vida es cárcel y sueño. Miraba para aquel retrato suyo que había en mi celda y que fotocopié de la portada de su biografía redactada por el Padre Tarsis y grité sus grandezas a los cuatro vientos pero no me hicieron caso. Los soplones y los alguacilillos que adulan a los alcaides del presidio cibernético me señalaban con el dedo y decían Quevedo no me da más por ello. Risas y mofas, conspiraciones de silencio. Zurriagos y palos y cuando menos te lo esperas el espontonzazo de cualquier ministril o alabardero de los americanos que han impuesto en Castilla la moda de hablar inglés. Qué me importa a mí Edgar Alan Poe, qué es Jane Austen o las hermanas Bronte al lado de la lengua de Quevedo. Sin embargo, el retrato del gran hombre presidía como un santo en su altar o un rey en su trono las baldas de una de mis estanterías. Y yo, España contra todos, remando contra corriente siendo la voz que clama en los desiertos, daba gracias a los cielos por haber querido seguir su ejemplo en mi vocación de escritor. En la estampa el vate comparece de medio cuerpo cálamo en ristres y caladas las antiparras que dejan atravesar unos ojos vivos pero nobles y serenos. Tiene el autor una expresión de melancólica sabiduría. Luce un chaleco de terciopelo en el que la cruz colorada campea sobre el pecho como un ostensorio de católica españolidad. Trae tambien perilla un bigote con guías el cogote enfrascado en un alzacuellos y la loba abrochada con botones de seda. Se muestra de pie en un rincón de su biblioteca que enseñan el lomo de algunos tomos mientras un angelote oi amorcillo alado revolotea sobre la cabeza del escritor tocando un adufe. Don Francisco parece de vista cansada pero este cansancio no lo da sólo la presbicia sino el abatimiento de su visión algo pesimista y realista del mundo. Da la imresión de estar contemplando al espectgador pero en realidad mira a lo lejos. La mirada suya es penetrante y hacia adentro. Un mirar tal vez de eternidad. Debajo del cuadro hay un epígrafe con una leyenda latina:
“si corpus Quevedo cupis, tibi praestat imago. Si exoptas animam, corpus opusque dabit”13
La leyenda es una advertencia del carácter del personaje que vivió enfrascado en su biblioteca que para él era el descanso del guerrero. Tarsis dice que contaba con cerca de cinco mil cuerpos o volúmenes. En esta advertencia cabe la conjetura de que muchos de los textos saliesen de su puño y letra, dada su gran facilidad para la escritura y su ingenio. Gran parte de su obra quedó perdida porque no publicó algunas producciones como ocurre con “La Política de Dios” que es póstuma o porque no se atrevió estamparlas por miedo a sus muchos enemigos o porque no le vagara.
Por lo demás en esta semblanza la serenidad es un atisbo de la serenidad del retratado, una serenidad entreverada en entereza. Era sereno y valiente. Nunca se echaba para atrás. Siempre miraba hacia delante. Y hasta parece que sus ojos horadan casi el futuro. Su prosa y su poesía parecen un raudal de inspiración que se despeña en carcajadas, alcaricaturizar la vida política y social en sus sátiras, o provoca el llanto o el estremecimientos al recordar al hombre que no es más que polvo y vanidad, un ser hecho para la nada, destinado a convertirse en polvo enamorado (aquí la influencia de Job y del Libro de Ezequiel llama poderosamente la atención). La existencia humana no es más que una gotra en el mar. Son nuestras vidas un raudo pasar o marchar detrás de un pregonero que grita: transit… sic transit. Quevedo es un ewscritor tremendo. A lo largo de sus obras filosoficas avienta los besos que vio Ezequiel alzarse en el desierto tomar encarnadura y caminar. Resucitarán las almas con los mismos cuerpos que tuvieron. ¿Creía pues en la resurrección al igual que los saduceos o era más bien del bando de los saduceos para los cuales resulta presuntuoso considerar que el hombre es madera de eternidad y no carne de cañón y de dolor? Nunca lo sabremos pero la profundidad y arte de sus escritos nos aproximan a los abismos de la contemplación llegando a superar a los propios místicos al padre Granada, a Teresa de Jesús a Juan de la Cruz o al padre Granada. A todos ellos aventaja en el calado filosófico teológico con la particularidad de que es un malabarista del castellano. Yo me hice escritor o formulé mi plan de vida en esa dirección después de leer los Sueños a los 18 años. Allí me encontré retratado. Pablillos había nacido en Segovia cerca del Arco del socorro donde yo vine al mundo y como él creo haberme hospedado en la casa del Domine Cabra donde los mantistas y sopistas de entonces y hasta hace poco entraron a pupilo. La vivienda estaba situada en la calle de Cantarranas. Allí fui a preparme para entrar en el seminario con un maestro que había sido cura no sé si llegó a cantar misa que era gallego de Lugo y se llamaba don Froilán. Nos mataba de hambre y partidario de la letra con sangre entra aprendimos las conjugaciones y declinaciones entre hambres, ayunos, penitencias y algún que otro golpe de regletas. Cuando cantabamos la lección el gañir de una serrería adlatere se confundía con nuestras declinaciones del musa musae, domus domus y res rei. O los arpegios de un dulzainero que hacía dedos en la calle de la Muerte y la Vida con su gaita y de una casa con las persianas llegaba la musica de airosas jotas.
Me hice hace muchos años de la orden de Fray Jarro. Quevedo es el divino beodo de las letras castellanas. Antes de llegar a Complutum había siete ventas y una estaba en pie hasta hace poco y en ella tuvo lugar el famoso episodio del Buscón de los estudiantes las dos putas y el clérigo gorrón que no había cenado. Todos tratando de engañar a aquel maldito ventero morisco que se las sabía todos pero los gramáticos y el clérigo cornadas del hambre hacen una burla del mesonero y es allí donde consuma su bautismo de fuego en la picaresca el bueno de Pablillos que era cabe recordar paisano mío, hijo del que dispensaba en Segovia el garrote vil con borla del Santo Oficio.
Me siento a la puerta del mesón mientras el posadero morisco me mira de reojo con cara de pocos amigos porque en su establecimiento debe de ser ramadán todos los días. Don Francisco pasea por el estragal y hace momos detrás del cura que va rezando el breviario o hace como que responsea. Las putas se emborrachan a costa de los estudiantes y una de ellas debe de ser prima mía. Se llama Leonides la vi el otro día por la fiesta y diz ejerce o ejercía el oficio más antiguo del mundo en Barcelona. Pasan dos ciclistas. A lo lejos se escucha silbar el tren de cercanías. Perdonen el anacronismo pero este oficio de la literatura carece de tiempo lo trasciende e inmortaliza las visualizaciones interiores. El timbre de un móvil llama la atención del Caballero de la Cruz Colorada que me sonríe. Su boca desalmenada luce todavía unos buenos paletos. Mejor mis dientes que mis parientes reza un adagio pero ésta la única que le dura, pero aun quedan raigones en una boca oscura como un cuévano y llena de mellas. El cura ha parado de rezar o de hacer que reza, y se tercia un poco el bonete y mira con hilaridad para los dos mozas que se mueren de risa y que no acaban de ajustar tarifa con los dos estudiantes novatos.
Rastros conversos aquí y acullá; pero aquí el pueblo de Israel desapoderadamente renuncia a la ley vieja y abraza la catolicidad. He ahí uno de los enigmas del misterio español, del que don Francisco, en sus contradicciones, resulta uno de sus más insignes representantes. Sus raíces judías se compadecen poco con la vehemencia que ataca a Judas en sus tratados religiosos, a los sumos sacerdotes del Sanedrín, fámulos de Anas y Caifas que fueron con palos con antorchas al Huerto de los Olivos (érase un hombre a una nariz pegado) o la vehemencia con que defiende el patronato santiaguista en contra de los conversos que querían sustituir al Hijo del Trueno por Santa Teresa la cual sería canonizada junto con san Isidro Labrador e Ignacio de Loyola en 1521 un cinco de abril cuando es entronizado Felipe IV. Fue el gran rey de las Españas y del imperio al que hace subir Velázquez en un caballo triunfal y ruano, el monarca que ronda los conventos y que se parece un poco a Lope en su sexualidad insaciable casi femenina. En Flandes empezó a ponerse el sol pero aquel glorioso ocaso duró bastante tiempo.
El cuarto de nuestros Felipes. Nieto del prudente, biznieto del invencible e hijo del santo al que Góngora epitomiza como el crisol de las monarquías y que va a servir de modelo a Quevedo para trazar la imagen de lo que debe de ser la monarquía absoluta en un príncipe cristiano, fue augusto en todo cuanto hizo incluso en sus debilidades.
La epistemología al uso asevera que Quevedo era oriundo de la montaña un valle santanderino del mismo nombre. Sus progenitores entraron a servir como criados de los Reyes Católicos, el padre sería caballerizo de Felipe II y la madre azafata de Isabel de Valois. El se mofa de su heráldica cuando hablando de su casa desvencijada y en ruinas, solariega, y tan solariega que en ella “da el sol a todas las horas por haberse hundido el tejado”. Es el único de nuestros clásicos que hablaba y escribía a la perfección el hebreo. Demuestra con soltura y mucha solercia y autoridad tales conocimientos en sus comentarios bíblicos sobre todo en los del Libro de Job, no superados por ningún exegeta. Sin embargo, por rencillas, rencores, y esa malquerencia que surge cuando menos te lo piensas en la vida española tuvo que aparecer un jesuita el padre Juan de Pineda que recela intrusismo en este afán por desmenuzar las explicaciones a uno de los libros más difíciles del antiguo testamento.
“Yo profesé- responde Quevedo al padre jesuita el 8 de agosto de 1626- en la universidad de Alcalá teología y filosofía y estoy graduado; fueron mis maestros el dr. Montesinos, Thenas y el Padre Lorca; no los digo para suficiencia, solo para que vuestra reverencia sepa que, aunque mal a su parecer, hablo de lo que he profesado”. Pero en este país de qué dirán la envidia suele ser aliada de la ignorancia y los reparos del vilipendiado escritor que no sólo era un poeta satírico sino tambien un profundísimo teólogo cayeron en el vacío. Alto a la dueña. Aquí nos crecen siempre los enanos y las puyas que ofenden al más insigne de nuestros vates pero no lo derriban vinieran dirigidas desde la pluma acerada de un jesuita, ya que en carta dirigida a u detractor hace profesión de fe y de respeto a la orden loyolea. “La Compañía está en mí y en mi corazón… a la que debo desde los estudios de gramática y pudiera deber grandes progresos si a sus diligencias no se hubiesen opuesto mi incapacidad y mis distraimientos…” en esta carta parece ser que expresa su desconsuelo por no haber profesado en la Compañía de Jesús y su pesar por haber sido alumno díscolo. Quevedo quizás quiso tomar el hábito de los discípulos de san Ignacio. Algún anatema o alguna circunstancia como la de su oscuro linaje o su trayectoria de vida desarreglada y juguetona en las aulas alcalaínas parece ser fueron detrimento. Era sin embargo y lo fue de por vida un jesuita laico que fue a su aire. La jovialidad y la fama de revoltoso y algo díscolo que se ganó en Alcalá obstaculizaron su acceso a las ordenes por ser costumbre que los que se graduaban en teología recibieran el diaconado o al menos regresaban a sus pueblos de minoristas.
El Gobierno de Dios es una apología de la monarquía absoluta y de la primacía papal14, una defensa de la guerra justa contra la herejía y la invasión. Trono y altar han de aunar fuerzas y el pueblo y el ejército han de estar en colusión y en armonía. Pero al propio tiempo es una diatriba feroz contra los mohatreros, los advenedizos, las camándulas, los malsines, los bocazas, los validos, los monederos falsos, los malos sacerdotes, los reyes tiránicos, los autócratas, los lobos disfrazados de cordero, los explotadores, los enemigos de Dios, los impostores, los falsos pontífices… Quevedo escribía para los europeos de los comedios del siglo XVII pero por las trazas parece que ser que se está dirigiendo a los españoles de inicios del XXI
Dada la gran carga ideológica, Quevedo que tenía terminada la obra en 1635 no se determina a darla a la estampa ante el cúmulo de enemigos que se amotinaron contra él toda su vida y por circunstancias de todos conocidas: la caída de su protector don Pedro Télez Girón duque de Osuna valido de Felipe III. El Conde Duque de Olivares don Gaspar de Guzmán ve morir a su rival en una mazmorra del alcázar de Madrid y se erige en mandamás. Su secretario es desterrado a la torre, la Torre de Juan Abad, propiedad de los calatravos de los que Quevedo en su calidad de4 miembro de número de la Orden Santiaguista era miembro de numero y de allí vuelve rehabilitado para volver a caer en desgracia en 1634 dicen que por una letrilla que apareció en la servilleta del Rey pero puede que la cosa fuese más profunda; las guerras de Cataluña. Encierra tal suposición la eventualidad que Quevedo maquinase una trama en comandita con los franceses, que secundaron la revuelta de Cataluña, según explica Melo, y fuese un espía en la corte a las ordenes del Rey6 de Francia contra don Gaspar de Guzmán. Sin embargo, habida cuenta del exaltado patriotismo de Francisco de Quevedo, tal hipótesis se derrumbaría, aunque ya había practicado el espionaje y en la Conjura de Venecia salvó la cabeza merced a sus conocimientos lingüísticos, pues podía hablar el italiano con acento milanés.
Ese año fue encarcelado en San Marcos de León. Sale suelto diez años más tardes y muere al poco tiempo. El libro es publicado en 1655 por su sobrino Pedro de Alderete y Quevedo. Se trata de un póstumo en el que se encierran las claves un tanto herméticas de la psicología y biografía del autor el cual esparce su vividura y su genio a lo largo de un tiempo turbulento de guerras de religión cuando la idea cesárea de que el poder viene de Dios a través de sus máximos representantes que son el altar y el trono se tambalean. España, contra todos, por decirlo de alguna manera y echando mano del titulo de otro libelo quevediano a favor del catolicismo y de la universidad de la iglesia. Recién abandonado su lóbrego calabazo de León, donde recibe el consuelo y las visitas precisamente de los jesuitas del Colegio legionense de la Compañía prefiere dar a la estampa Vida de Marco Bruto. Es un tema más resistente a las odiosas comparaciones al tratarse de la vida de un romano fallecido hacía muchísimos años por más que genios de la facultad del vate de Villanueva de los Infantes gracias a su poder de penetración siempre traigan a colación figuras de la antigüedad clásica o de la Escritura para ponerlas de perfil sobre los prohombres de su contemporaneidad. Quevedo no puede dar de lado a la sátira -sabía adular pero zahería en la misma medida envueltas sus acres invectivas en melosidades dentro de un raudal de doctrina y de “provechosísimos advertimientos”. Es un hijo de la raza libérrimo en sus descalificaciones censorias que responden al concepto de una elevada moral. El conocimiento de los hombres y la destreza con que utiliza el idioma de Cervantes es una ayuda a tal respecto. Espadachín de las ideas y maestro de esgrima en las censuras en letra de molde. Aureliano Fernández Guerra que editó el texto que manejo realza la ambivalencia de algunas frases que suenan a lisonjas pero no son más que prevenciones y reparos. Y ello sin perder la compage15, sin descomponer el gesto. Y es que muchos en este sueño nuestro confunden el compage con el companaje y el companaje con el compadreo. “Muy alto y poderoso Señor, los monarcas sois jornaleros; tanto merecéis como trabajáis. El ocio es pérdida del salario” el velado sentido de esta observación en que comenta la parábola evangélica de los Obreros de la Viña es manifiesto: esta poniendo en berlina a Felipe IV por su haraganería que es prima hermana de la pereza y ésta a su vez madre y maestra de la pobreza. Ociosidad origen de todos los vicios políticos… que invita a los ministros que desuellan a los vasallos y ha sido causa de ruina y desolación y levantamiento universal de provincias y reinos. Una de las obsesiones del escritor es el Fisco y citando a Polibio y Juvenal y so pretexto de poner en evidencia la rapacidad de algunos cuestores de Roma para amontonar dinero sobre las espaldas del contribuyente y saqueando el erario publico con los impositivos vectigalia 16 hace una observación subliminal a la causa de la sublevación de Cataluña enfurecida por la rapacidad de los ominosos mohatreros y los trapicheos de los alcabaleros chupasangres.
Mientras Urbano VIII un papa francés abandona las llaves de Pedro permitiendo que se las arrebaten los sacristanes enemigos de la Iglesias para “hacer dellas cerrojos” Felipe IV pasea por el Buen Retiro, caza en el Pardo o escribe cartas a una monja para contarle su fragilidad carnal a España la están desplumando sus acreedores genoveses o los usureros flamencos y el Rey abandona la gobernación a sus validos justificando sus aficiones cinegéticas o devaneos venéreos dándole al pueblo pan y circo como hizo Nerón- en este caso toros y cañas, mimos, momos y estafermos. Quevedo ve la acuidad de sus escritos y se lo piensa dos veces antes de dar a la estampa obra semejante. Buena gana tenía él de complicarse su existencia. Le duele, empero, España. “la monarquía de vuestra majestad ni el día ni la noche la limitan. El sol se pone viéndola y en viéndola nace el nuevo mundo, sacra, católica y real majestad, obligados estáis a la imitación de Cristo”. A renglón seguido precave al monarca de los pecados de omisión y de la dejación de funciones, contra la rapacidad de algunos consejeros y las tasas con las que han de pechar los vasallos pues regir por poderes es gobernar a ciegas, agrega: los malos ministros son discípulos de los judíos que gobiernan en la oscuridad, reinan sin luz y viven a oscuras; vuelven los sayones al pretorio y la emprenden a bofetadas y pescozones contra el Salvador y gritan adivina quién te dio. Con lo que su cetro se vuelve bordón y ellos tientan pero no gobiernan” magníficos retruécanos en los que se esconde una magnífica diatriba contra los mandamases sangradores de las Españas, de entonces y de ahora.
Amén de la defensa del absolutismo basándose en el cometido bíblico de que todo el poder y la autoridad emana de Arriba y adelantandose a su tiempo en su intención o augurio- Quevedo es un escritor profético- de que el constitucionañlismo va a ser el sucedaneo del validismo y es un ambage que esconde que el sistema de partidos no gobierna por y para el pueblo y con el pueblo sino que es la resultante de las injerencias del, poder del dinero y de los bancos (precisamente los genoveses que él tanto aborrece o sus herederos son los que mandan en el orbe), con lo cual la política no es más que un camuflaje. Se trata de la política con minusculas que le hace el caldo gordo al demonio pero Quevedo creía en la Política con mayúsculas que es la de Dios. Una utopía diríase al estilo de Tomás Moro. Cristo- nos recuerda- fue el principe de la paz. Su mayor enseñanza, el contenido mñas depurado de su doctrina, fue vencer huyendo. Y con ello invalida la Ley del Talión. Ordena a sus discípulos a amar los enemigos quedando prterido el precepto del ojo por ojo y el diente por diente. La venganza y la respuesta a la ofensa es algo muy humano pero el perdón es de orden divino. Esta caracteristica más que la potestas clavium o el imperio de la jerarquía es lo que hace indestructible a la SRI en su iglesia contra el principado de Satanás y las potencias infernales. “Porque Cristo domó a la muerte con sus mismas armas destruyendo a la culpa”. He ahí un pensamiento teológico de altos vuelos con los que el autor planea, como un aguila caudal, sobre la mayor parte de sus contemporaneos. Es la mejor reclamo contra las apostillas luteranas que se fijan y a veces con razón en los efectos y demasías del pontificado y la mayor reivindicación de la orotodoxa al saber matizar entre cuestiones meramente humanas y canóninas y los articulos fundamentales de la economía de la Salvación. Incluso hoy cuando la Iglesia, acosada por sus poderosos enemigos, que tienen la sartén por el mango y los medios de comunicación, suprimidos los púlpitos, parece aceptar su derrota, Quevedo hace hincapié en que el hundimiento de la Barca del Pescador no se compadece con lo anunciado en las prédicas evangélicas, es consolador y reconfortante leer a Francisco de Quevedo y Villegas. A ¿que teméis, hombres de poca fe? Estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos
miércoles, 01 de septiembre de 2010
Continuará
EL MANZANARES EN QUEVEDO Y GÓNGORA
El arte de Quevedo es el luquete de naranja/limón que ponemos al vino para quitarle el acíbar y despojar a la vida de todos esos posos de amargura que la circunda, aunque, bien es cierto, los que seguimos a Xto hemos de beber el cáliz hasta las heces como lo bebió don Francisco tres veces desterrado, dos a punto de morir, una en la emboscada que le tendieron los venecianos, y se libraría por pies, por hablar el italiano sin acento ninguno, como un toscano, y la segunda en un lance amoroso en que acabó con tres de sus oponentes, que, en sacando la de Toledo, no había espadachín que le pusiera un pie delante y eso que era zambo, por lo que Góngora se mofa de sus cacorros, hacia adentro y desmangallados, así como de su presbicia (tenía los ojos malos y era cegato aunque su vista de lince fuera tan aguda como su daga). Dos veces lo desterraron de la Corte a sus predios de la Mancha y en una ocasión lo llevaron a presidio cinco años a León, en una fría mazmorra del convento de una orden militar17 llena de humedades, lo que aceleraría su muerte.
Como buen español(1), fue victima de la malsana yedra, que con harta frecuencia crece al sur de los Pirineos como el mal francés que del otro lado viene y que aquí se convierte en morbo visigótico, que llevó a Fray Luis, a Jovellanos, a Cervantes a la cárcel y a otros tantos al destierro. Dicen que la saña constituyen el vicio y el deporte nacional. Por eso se ensalza aquí, hasta los cumbrales, a la medianías. Para triunfar en este país hay que ser del montón o tener buen parecer. Ah! Las apariencias españolas. Aquí los mediocres nunca hicieron daño, mientras al que despunta en algo se le corta la cabeza.
Y un consejo- vademécum para andar por las españas: ser siempre del montón. Como Quevedo era egregio y aventajaba a todos en estatura literaria y en calidad humana, fruto de su vividura, pues fueron a por él. Tengo para mí que el mejor libro, la mejor novela, y única en su género, es el Buscón, todo un tour de force estilístico y de solercia en el manejo del idioma castellano, del que su autor conocía todos sus recursos secretos. Que maneja como si fuera mago del idioma. Y esta esgrima verbal le hace fulgurante en el estilo y en sus estocadas, certero.
Escritor, todo meollo, o carne sin hueso, nunca cáscara [hoy no lo entenderían] nada de hablar por hablar. El fondo se adecua a la forma en una perfecta hipostasis del mensaje. Y esto es el desiderátum de la perfección. El no va más Mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos. Unas, cuernos; otras, huevos. Se podrá contar mejor una historia sobre la condición femenina en este ras con ras, en este par de lineas, dos auténticos tijeretazos de versos? No. Los libros y los versos de este prócer, desde sus tratados teológicos hasta las letrillas jocosas como Erase un hombre a una nariz pegado en que pone en berlina a Góngora y con él a todos los sayones y escribas de nuestra España, tan voluble, tan tornadiza, turiferarios de Caín, no son para paladares delicados. Hay en ellos mucho cuajo, por lo que su literatura nunca será apta para cuáqueros miramelindos. Es Quevedo la antítesis de la cursilada a lo Julián Marías. Por eso le salieron enemigos a mansalva y aún lo queman en efigie los hijos de los hijos de los nietos de aquel linaje de narigudos ridículos, cornudos, o simplemente malvados que él tanto festejara.
Aún lo tienen por peligroso y lo queman en efigie a la chita callando pero él sigue siendo el coloso del parnaso de las letras castellanas. Parece que me mira don Francisco desde la calcomanía con que honro su memoria en mi despacho y se sonríe con sorna. Saca pecho, enseña sus guedejas cansadas de tanto afán dejandolas colgar en desaliño de estudioso sobre el pescuezo y oculta el pie equino, de nacimiento, lo que, aún renqueante, no le impidió cabalgar y ser el mejor espadachín de la corche y no esos matasiete que pinta de cartón piedra e imitación Pérez Reverte en sus novelas de época. En el callejón de la rinconada de la iglesia de san Martín, justo donde está la calle de La Ballesta, un jueves santo, a la salida de los Oficios, tiró de espada y dejó muertos a tres contrincantes que le cerraron el paso. Todo un maestro de esgrima y no los de las novelas por entrega de Reverte.
Causa del riepto? Uno de los caballeros abofeteó en el atrio del templo, a la vista de todos, a una dama. En guardia. A la salida nos vemos. Pues vale. Pero de uno en uno, caballeros. El maestro de esgrima no era un matasiete o uno de esos jaques que lampaban por la corte, galanes de monjas, cortejadores a la hora de misa y el triduo, única ocasión en que aparecían en público las señoras como dios manda. Las que iban al prado en coche tenían mala reputación. Dentro de las carrozas con las cortinillas bajadas recibían a sus amantes. Podía pasar de todo. A veces los bastidores se meneaban con un ritmo sospechoso, el tiro parado y tieso el tentemozo, dormitando el cochero ciego de vino y sin menearse silenciosos con el saco de granzas al morro los caballos ruanos de los caballeros o las mulas episcopales pues también tenían por costumbre de bajar al Prado los eclesiásticos en desguisa.
Este era Quevedo. El caballero de las espuelas de oro como le llama casona. Misógino? Ni por pienso. A su pluma debemos el mejor soneto en castellano y en él canta a la mujer. Y su lamento de letra herido y de amante despachado aun esparce el eco que han conseguido quebrar la vara de la muerte:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevase el blanco día
y podrá desatar el alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera
mas no desta parte en la ribera
dejará la memoria donde ardía
nadar sobre mi llama el agua fría
Y perder el respeto a la ley severa;
Alma a quien todos sus días pasión ha sido;
Venas que humor a tanto fuego han dado;
Médulas que han gloriosamente ardido;
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido
polvo serán, mas polvo enamorado
Se refería a Lisi. De quien fuera Lisi poco sabemos. Sólo que el poeta la inmortalizó en estos pensamientos. La vida real fue mucho más cruel con él. Los grandes hombres acaban contrayendo matrimonio con la que menos les conviene y su bodorrio de mozo viejo con una tal Felipa acabó en desastre. Pero ahí queda como pecio de aquel desastre conyugal aquella antífrasis: mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos.
Don Francisco putañero? No sé pero conocía el mundo por de dentro y de ese mundo parte fundamental es el bello sexo. Habría que colegir al trasluz de sus escritos que ese conocimiento íntimo de la condición femenina no la ganó en los libros o en los confesionarios como Tirso, que era fraile, sino viva voce alternando en las tabernas18 y abriendo la puerta llana de las mancebías. Su concepto de la existencia era demasiado grave para tomarse en serio a las mujeres. De ahí sus exclamaciones utópicas sobre el amor, el olvido y la muerte. Polvo y ceniza en definitiva pero polvo enamorado. En tus ojos, Lisi, vi el oriente en hermosura duplicado, etc. cruzaba el deán el portillo y venían detrás un par de diosas. Amor divino y amor profano que lo uno no quita para lo otro.
A lo que se ve debió de ser visitador frecuente de los puticlubs de entonces que se llamaban cuexcas19. Había una en Madrid, la Casa del Tocame Roque y otra en Alcalá que dio pie al dicho de A alcalá, putas, que llega San Lucas20.
Es posible que la tal Lisi por la cual bebe los vientos el poeta fuera una de aquellas mozas de partido tan abundantes en Madrid, a lo mejor una de aquellas irlandesas tan mal vestidas y hablando con acento de Coca por su afición a empinar el codo, tan mal vestidas y tan bien hechas de cuya arribada da cuenta en alguna de sus cartas. Así que Alcalá, putas, que viene san Lucas y mujeres y gallinas todas ponemos. Ojos ponéis de vendimiar agüela, frase con la que alude a las alcahuetas. Cuando te abracen, advierte, que segadores semejan, con una mano te abrazan, con otra te desjarretan... con un cuarto de turrón y con agua y con grajea goza un Píramo, barata, cualquier Tisbe gallega... corita21 en cogote, gallega en ancas, ran mujer de pullas para los que pasan está describiendo a las ventaneras, costumbre que tenía un nombre legal: solicitación... al trato torpe.
So capa del desenfado burlesco, Quevedo es de una profundidad aterradora. Toda su poesía recuerda un cuadro del Bosco por las descripciones que hace de la corrupción y relajo de costumbres del Madrid del primer cuarto del siglo XVII.
La rechifla con que describe el Manzanares es deliciosa: Tieneme del sol la llama tan chupado y tan sorbido que en mi se mueren de sed las ranas y los mosquitos. Y es facistol de chicharras en la solfa de lo frito el aprendiz de río que lleva penosa vida condenada de charquillos, merendero de tusonas y de mirones que bajaban a ver las ninfas desnudarse en el arroyo estantío... muy hético de corriente, muy angosto y muy roído, con dos charcos con muletas... acostado en un puchero el cuerpo y el sueño a gatas, etc.
En las numerosas aceñas que debía contar a la sazón la raquítica ribera del Manzanares observa el paso del tiempo, otra de las preocupaciones de Quevedo: azudes de la noria de la vida son las horas; ayer ya no es, no existe mañana y hoy es un punto fugitivo... soy un fue y un será y un es cansado...
Pero hay otro detalle, aparte del panorama jocoso que traza sobre el Manzanares, en lo social y costumbrista con sus lavanderas a las que algún beneficiado baja a ver las nalgas mientras recuden los pañales del niño, con sus trémulas pausas y los mastines de Sodoma que hacen acto de aparición de atardecida, los azacanes o aguadoras, las damas de toldo y arandela o meretrices, los mendigos que acuden a despiojarse, los niños que van a bañarse en las pozas o a jugar al marro, y es la información meteorológica que facilita. Como colofón de lo dicho, el Manzanares, a falta en Madrid de una plaza del Potro cordobés, del Arenal de Sevilla, el Perchel malagueño, el Zocodover de Toledo, el Arrabal arevalense o el Azoguejo de Segovia, punto de encuentro de perailes, pícaros, rameras y gente del bronce, hace las veces de locus communis, paradero del que va y viene. Garcilaso que debía de ser tan inocente como buena persona y mejor poeta ve al Manzanares lleno de cisnes, ninfas y nereidas, utilizando un tropo muy común entre los poetas del Renacimiento en su afición a la mitología. Era mucho pedir. La ribera del Manzanares estaba poblada de ninfas pero de otras especie diferente a las que describe Garcilaso. Góngora y Quevedo en su sorna son más realistas al tiempo que nos proporcionan valiosa información sobre el referido locus amoenus que no era tan ameno como para mirarlo con ojos idealistas sino realistas.
Por tales trazas el siglo XVII debió de ser seco. Se había producido un cambio climático en toda Europa. El clima que era lluvioso y bonancible en las centurias precedentes debió de acusar los efectos de una glaciación. En 1666 a causa de esta sequía acontece el gran fuego que arrasa Londres y la plaza mayor en 1634 también se quemó quedando sólo la Casa de la Panadería.
Esta sequía trajo consigo aparejada la hambruna. Mientras, los literatos se toman la cuestión a pitorreo. Eso y empezar las jácaras todo fue uno. Fue tan capona la primavera que no pudo abrir. No hay agua pero no falta el vino. Se alude a los moscos irlandeses cuya borrachez se hace manifiesta en las calles de Madrid o a los moscos tudescos que ingerían una cantara de un golpe en las bayucas aledañas a las escaleras de San Felipe. España se desentiende, se despreocupa. Toros y cañas y autos sacramentales para olvidarse de los desastres de Flandes o los naufragios de la Flota de la Carrera de Indias. Los piratas ingleses estaban siempre al acecho. Ande yo caliente ríase la gente. Aquí cada uno va a lo suyo y eso le saca de las casillas a Quevedo. Empieza una refriega, una lucha entre dos colosos. Los dos tenían un conocimiento eximio de los idiotismos del idioma y no se les iba lo que se dice la fuerza por la boca
Góngora a la vista de la escualidez del Támesis de los Madriles y del escuchimizado hilo de agua que vertía en aquellos tórridos veranos exclama: ayer meome un burro y hoy me ahogo. Y se cachondea con la misma insolencia de sus puentes. Mucho puente para tan poco río dice del de Toledo, y del de Segovia, señora puente castellana cuyos ojos están llorando arena y en otro verso de su letrilla hace referencia a que los orines de las mulas den salud al río. De lo objetivo se pasa a lo subjetivo y el río de una ciudad va a ser el pretexto para una recia enemistad entre don Francisco y don Luis. La reyerta literaria hará las delicias de los amantes de las bellas letras porque en ella predomina el insulto. Sí pero hay que saber insultar. Además, la sangre nunca llega al río. Y en este donoso cruce de invectivas Góngora llama a Quevedo Anacreonte, melifluo y zambo y putero. Cegato y pelotillero. Quevedo se despacha motejandole de tahúr, mal sacerdote, judío y narigudo. Los dos poetas mayores de nuestro siglo de oro se ponen de vuelta y guerra o a caer de un burro. Lo de ayer meome un burro debió de ser ficción de Góngora pensando en su rival
MEOME AYER UN BURRO
Y hoy me ahogo en aguaduchos de orines. Poco más o menos Góngora y el ínclito Quevedo se mofan a porfía del río de Madrid que no es el Eúfrates ni el Tigris. Más bien un cagadero. Tuvo por afluente el Arroyo Abroñigal que es un río meadero, todo boñigas. Allá donde la villa y corte exonera su vientre, lava sus culpas y antiguamente había verbenas. Por la de San Marquillos el Verde y luego la de San Antonio que es la primera que dios envía. Bajaban allí las ninfas disfrazadas de chulapas, a hacer de cuerpo y viejos verdes tonsurados arrastrando la loba y el manteo al salir del coro las espiaban desde las peñas con un catalejo que el locus amoenus siempre tuvo mirones para el amor de alquiler. Darse un lote de vista y llevarse las manos a la cabeza con un adonde vamos a parar y cómo están los tiempos no estaba mal visto.
El propio autor de Los sueños murmura del rumbo aciago que cobraban sus tiempos. A juzgar por estos versos todo sigue igual en el hombre. Nada cambia:
Todo se ha trocado ya. Todo del revés se ha vuelto.
Las mujeres son soldados y los hombres doncellas.
La obsesión que manifiesta Quevedo por los putos entre los que incluye a Góngora también había gente saliendo del armario en nuestro Siglo de Oro
Por Cuaresma, combates nabales que nabos y cohombros los daba excelente su ribera, lo mismo que cebollas y orondos tomates de un rojo casi lujurioso. Rábanos? Los de su ribera, los mejores. Aunque siempre picaron un poquito. En la costanilla del Ava Pies y el postigo del Avemaría había sinagogas y muchos rabinos. Con el edicto de expulsión muchos de ellos se metieron a frailes y colgaban morcillas y botillos a la puerta de sus conventos por bien parecer. Madrid no es lo que parece. Aquí el personal siempre vivió hacia adentro. Un lastre que arrastramos de nuestros antepasados los judíos. También, se cursa estudios por ser más. Y por mejor parecer. El parecer es el súmmum bonum de los hidalgos de gotera, la honra, el buen criterio. Hasta, sin haberse desayunado muchos días, como nos refiere el Lazarillo se echaban migajas en la barba para anunciar que habían comido. Por ahí vienen los calvos. Observa Quevedo que hay calvas de muchos tipos: sacerdotales, jerónimas, y calvos calvísimos, aprendices de calvo y aquellos que no saben portar su calvicie con dignidad, a lo Anasagastegui, que la por entonces se hacían el recorrido. Hay calvo que re rebuja para tapar el melón y aparece hecho un basilisco. Aquí estamos yendo y viniendo del no te jode a nos ha jodido. Vivimos un sinvivir de la política entre el tupé de Sagasta y el recorrido de Anasagastegui, áspero tribuno de la plebe vasca, que, por no saber, no sabe llevar su calva con dignidad.
Luego llegan los sastres. Sastres vienen? Pues al infierno. El ángulo de visión de Quevedo, el de un verdadero buzo de las clases sociales en el maremágnum de gentes con los que le tocó convivir. Odiaba a las viejas, pues no en vano tuvo fama de misógino. A los sastres. A los médicos y a los sacamuelas.
. Ay sí. El Manzanarillos debe de tener la sangre municipal y espesa y por eso y por la mierda que corría en los remansos pasada la Virgen de Atocha se criaban tan buenos tomates, lechugas y pimientos. La villa y corte era un pueblo desde 1606 en que obtuvo el título de capitalidad por orden del tercero de los Felipes. Góngora fue nombrado capellán regio y puede que la ojeriza con Francisco de Quevedo, aspirante al oficio de cortesano y que tuvo vara alta en la ante corte la del valido el Duque de Lerma se debiera a ser los dos contrincantes para un mismo empleo..
Además dice el refrán que quien es tu enemigo el de tu oficio. Aparte de gananciosos de la sopa boba y anhelando un beneficio, una sinecura, una prestamera, los dos eran grandísimos poetas. Los mejores que hubiera jamás en esta lengua. Las rivalidades a muerte se originan precisamente en esos concursos oposición en que los españoles se queman las pestañas memorizando textos que no les servirán para nada sino para colgar un título en la pared y pasarselo a los demás cerrar el pico, aparentar más, veis?
Yo estudio, yo soy algo, más que tú, el origen está en el puñeteros morbo visigótico y buscarse un carguete de por vida a costa de la iglesia que fue la primera que abrió el torno o lotería de las oposiciones a canonjía, luego vendrían las de notarías, que esas sí que son peliagudas o las del ingreso en el Cuerpo Jurídico del Estado o en la Cuerpa mismamente. Luego a tumbarse a la bartola.
Manía del español que quiere vivir sin pegar golpe. Góngora ganó un beneficio en la catedral de Córdoba pero no pisaba la catedral, no iba nunca al coro y tuvo que tener que pagar, como consta en los archivos, multa de muchos maravedís por su inasistencia pero ay amigo obtuvo aquel beneficio a fuerza de codos y estuvo una hora de reloj, en lo que caía la arena por la clepsidra, recitando una tesis de la Summa de Santo Tomás. Tenía un título. Hoy mucho más rentable que aprobar oposiciones es meterse a político y entonar la coplilla gongorina sobre la meada del burro que provoca inundaciones por Madrid.
De nada sirve que fuera si no un mal sacerdote al menos muy negligente -apenas se le conoce haber abordado el tema religioso en su obra- y de origen converso al que asustaba comer jalufo. Pero había ganado las oposiciones. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Agua va. Cuando las dueñas se ponían a arrojar los pericos o servicios de aguas mayores. Góngora se fumaba el Oficio divino y se quedaba en alguna timba o se iba por las rinconadas de la vera del Guadalquivir a la búsqueda de algún efebo.
Sacerdote sin vocación y cura de misa y olla. Por la mañana cátedra de Prima y por las tardes, de sobrina. Ahí nos las den todas. Se da la buena vida y busca, villano en su rincón, una misericordia segura en la que sentar sus posaderos y tener ración por oposición que es para lo que empollaban latín los españoles de entonces y los de ahora se atiborran de temas. Aspiran a un buen pasar, eso que se llamaba antes la vita bona del Beatus ille. Echa la galga, amigo. Tumbémonos a la bartola. Pasan los clérigos con el bonete de tres puntas, las mulas hacaneas con un paxio o artolas cargada de libros camino de Alcalá terciado el manteo y la loba cuajada de cazcarrias y de barro de los charcos del camino. Suben la cuesta los arrieros. Huele a ajo y a vino y a trasudores de Castilla cuando va de el personal trajinante y detrás llegan los ministriles. Un domine con antiparras acaba de pasar camino de su casa a pupilo. Va a dar lición a sus gramáticos. Les enseñará algo de gramática parda.
Un morisco cargado de un banasto con hortalizas. Una vieja marivina a la que hiede el aliento podrido del mosto, la cebolla y las caries. Y sigue la comitiva con ministriles, algún jaque arreando un macho burreño de gran alzada y ahí están las lavanderas cantando las coplas del momento mientras restriegan la colada que reúne las bragas de una marquesa y los calzoncillos con palominos de un obispo. Y no podían faltar en esta escena los azacanes cargados de cantaros de agua de nieve. Delante de las damas de toldo y arandela, cisnes del placer, y fenices del gusto. Abigarrado retablo de tipos y de costumbres. A cada profesión le corresponde un vicio.
Un niño llora y un viejo con su lazarillo canta la oración del Justo Juez. Las capas negras de los letrados se confunden con las capas pardas de los mercachifles y labradores, las tocas blancas de las dueñas hacen contrapunto con los velos negros de las viudas. Cantan los cubos de los carros a los que no se permitía pasar por la puente y han de vadear por el albero salpicando los charcos o hundiendose en el légamo. Estallan en el aire las trallas. Se escuchan algunos juramentos. Algunos carruajes hacen molino y los carreteros se quejaron toda la vida del pontazgo de la Puente Castellana.
Los borrachos de Velázquez se han reunido en un corrillo y coronan a Baco desnudo con una corona de laurel y lo cubren con un manto purpura como el que cubrió las desnudeces de Noé. Uno de ellos que debe de ser fraile huido del convento les sermonea en latines. Nadie le hace caso. Mucho puente para tan poco río sí pero con mucha humanidad viva que se mueve por abajo y por arriba. Señora doña puente Castellana, tus ojos están llorando arena.
La literatura estando más allá de la imagen que en encandila y decipit (decepciona), según los escolásticos, es vividura y transcendente. La imago es una noción ficticia de lo intrascendente. La imagen destruye y deslumbra pero la palabra o el concepto construye e ilumina. El arte de la palabra va mucho más allá de la cinemática y el cine es cínico pues poseen el mismo étimo griego; kinos designa al movimiento pero también al perro.
Quevedo y Góngora que son a la vez culteranos y conceptistas nos llevan por las altas sendas de la imaginación. Nunca frisó nuestro idioma tan alto como en estos dos vates, tan diferentes y tan parecidos. Esta trifulca sobre el río de Madrid en el que coinciden descriptivamente pero que luego van a desenvainar, por rigurosidades e inquinas personas que no hacen al caso, las plumas, convertidas en lanzas. Y qué lanzas, madre mía! Al ver lo que escriben el uno del otro los ahora políticamente correctos, escritorzuelos de toma chicha y nabo, se llevan las manos a la cabeza y gritan:
-Insulto. Insulto.
Pero hay que saber insultar, señores míos, y hacerlo con cierto salero. No ese desmantelamiento que les es propio a los anti-castizos.
La literatura, insistimos, es vividura. Y vividura profética. Por eso mismo cuando nos encontramos en un libro donosamente escritos nos asalta la impresión de haber estado en aquel sitio, en aquella casa o a la vera de aquel río que nos pinta el autor. Uno ha subido y bajado unas cuantas veces por el Puente de Toledo y está familiarizado con el genus loci y los manes madrileños.
Nos han sucedido aventuras. Vimos no a las ninfas y nereidas pero sí bastante ninfas del cantón que en el Cerro la Plata cobraban a duro el polvo. Niños y militares sin graduación algo menos y una paja tres pesetas. Algunos fuimos iniciados en el amor a tan módico precio por la Josefa una sacerdotisa de Venus al aire libre, que venía de Valencia, culona, de amplias tetas, tenía un poco de bigote pero compensaba. Cela dixit.
Hemos visto desfilar a los pastores de la mesta. A los jaques sacamantecas con la poderosa entre la faja, y a los mismos borrachos de Velázquez dar tumbos por las bayucas aledañas a la catedral de san Isidro que ya estaban abiertas hace cuatro siglos. Nos hemos puesto la coroza de los penitentes que salían en Viernes Santo detrás de un paso al lado de las vestidas de dolorosas luciendo cuerpo y jeme.. Tan chulas y presumidas ellas. La religión aquí estuvo íntimamente relacionada con el sexo.
Acompañar al Santo Entierro era un pretexto para lucir su cuerpo serrano. Debían de ser las mismas damas que acompañaban a Felipe IV tan salaz como piadosísimo a los triduos y oficios de las Cuarenta Horas que organizaban los jesuitas. Nuestro catolicismos es áspero, algo tristón y pasionista. Ya lo decía don Francisco: Católica y cruel Majestad.
Hemos padecido y gozado de situaciones similares a las de Quevedo o a las de Góngora. Los genios en sus escritos nos invitan a hacer un viaje hacia el futuro. Ay Madrid que te quedas sin gente, la ciudad por la que ha discurrido gran parte de nuestro vivir. Universidad de picaresca y de misticismo. Aquí la luz tutela y es tan ardiente que acaba destruyendo. Madrid me mata a mí. Madrid te mata a ti. Por eso tanto le queremos.
A veces tuvo aire de sepulcro. Cuando Dámaso Alonso se refería a un millón de cadáveres ambulante sabía bien lo que se decía. Con algo de sepulcro pues todo en la vida es cárcel y todo en la vida es sepulcro.
Del vientre a la prisión
vine en naciendo
de la prisión iré al sepulcro amando
y siempre en el sepulcro
Estaré ardiendo.
De amor? Por supuesto. Quevedo y Góngora que conocerán tan bien a las mujeres las dan poca importancia. Lisi la amada inmortalizada en el soneto del polvo enamorado es un accidente. Don Francisco lo que conoció mayormente fueron las Lisis a la vera del Manzanares, las tusonas, busconas y godeñas, en particular las hijas de la Verde Erín cuya arribada a la Corte desde la católica Irlanda era todo un acontecimiento, y que tanto le entusiasman, tan mal vestidas como bien hechas, un tanto inclinadas al mosto, las coritas asturianas y gallegas de ancas triunfales, que con una mano te abrazan y con otra te hurgan la faldriquera.
Ah las dulces mozas querenciosas del oro, todas del partido de Santo Tomé, zamarreando por la orilla del río estantío en esta capona primavera que no pudo abrir un lirio.
No le gustaran a Quevedo, a lo que se ve, mucho los ríos; lo intuía, estaba oliendo el poste. Parece sentir en sus versos las humedades reumáticas de aquella mazmorra a orillas del Bernesga, del Órbigo y del Castro que son cachirríos y del Duero meninos (por afluentes). Allí le esperaban las sombras. Todo en la vida es cárcel. He ahí otro signo del poder premonitorio que mueve la pluma de los que escriben, sobre todo, si lo hacen bajo la luna de la inspiración y el poderío que brinda la introspección profética.
No se entiende muy bien esa tirria que le inspira don Luis. Serían ramalazos de ese anticlericalismo proteico que se detecta en toda la literatura castellana? Odio de clérigo? Rija de opositor a Corte?
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla
Docto en pullas cual mozo de camino.
Apenas hombre, sacerdote indino.
Que aprende sin Christus la cartilla,
Chocarrerías de Córdoba y Sevilla.
Y en la corte, bufón a lo divino.
Por qué censuras tú la lengua griega
siendo rabí de la judía,
Cosa que tu nariz no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía,
aunque esto de escribas se te pega
Por tener de sayón la rebeldía.
Duros epifonemas. Le tacha de judío converso y de maricón (poco hombre) y de narigudo.
La odiosidad debió de nacer en el complot contra el Duque de Lerma que significaría la caída del Señor de la Torre de Juan Abad de patitas en el destierro. En su invectiva apunta un dato de una gran solidez histórica que ha sido poco estudiado: la influencia que tuvieron los criptojudíos en la corte de Felipe IV a través de los jesuitas. Pero se da asimismo la paradoja de que Quevedo se va a coger a la protección de los jesuitas y durante sus presidios y destierros sus amigos serían los jesuitas y su biógrafo sería un jesuita. En otros epigramas censura a su rival su afición al juego: tahúr, poco cristiano, mal clérigo. Misal apenas. Naipe cotidiano. Capellán del rey de bastos que en Córdoba nació. Murió en Burgos. Y en Pinto le dieron sepultura.
Por su parte Góngora en un poema escrito ahora justamente hace cuatro siglos dice de Francisco de Quevedo lo siguiente:
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía
que ya que vuestros pies son de elegía
vuestras suavidades son de arrope
No imitareis al terenciano Lope
que al de Belerofonte22 cada día
sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego
No habiendo mirado vuestros ojos.
Prestadle un rato a mi ojo ciego23,
porque a luz saque ciertos versos flojos
Y entenderéis24 cualquier gregüescos25 luego.
El soneto gongorino tampoco tiene desperdicio. Tilda a su oponente de poeta descuidado, suave, zambo, mal caballero26, espadachín y matasiete. Y le pide que le ponga la mano en el culo para escuchar una ventosidad de sus adentros. Góngora no se tira un farol. Se tira un cuesco.
La polémica entre los dos grandes literatos, aunque profusamente estudiada por la erudición, ha dejado inédita una idea importante: el enfrentamiento de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que ridiculizó a los que querían hacer santa patrona de España a una judía Teresa de Jesús, y los cristianos nuevos. Tanto él como Lope -éste de una forma más superficial- tomaron partido por los cristianos viejos.
De modo que sus diferencias con los conversos, que tanto nombradío e influjo trujeron bajo el mandato del valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, y su aireamiento con los franceses que tenían el criterio de que la Santa Sede había caído en manos de los judíos, pudo ser un motivo de su detención y posteriormente su encarcelamiento en San Marcos de León durante un quinquenio. Una flagrante injusticia.
Al parecer, el mejor escritor en lengua se movía en contextos políticamente incorrectos para su tiempo. De todos modos, espíritu crítico y valiente, mete el dedo en la llaga y descubre uno de los enigmas de la historia española y las causas de su decadencia.
Aunque cegato, su pluma era certera, y su visión de aguila caudal que diquelaba desde muy lejos.
Su fama de chistoso y jaranero que tiene en la cronología hispana, donde todos los chistes guarros se atribuyen a Quevedo, no se compadece con la hondura de su pensamiento tan español, tan entero. Miré los muros de la patria mía. Acaso este postergamiento y ninguneación a que se someten sus obras, más citadas que leídas, sea otra venganza judía?
Mientras tanto las aguas del Manzanares siguen fluyendo enterradas bajo un bunker de hormigón por decreto de los nuevos munícipes faraónicos anhelosos de convertir a este afluente del Tajo que pasa por los Madriles en un nuevo Guadiana. Pronto lo harán navegable y habrá choque de escuadras y batallas nabales por menos de un pimiento. Es igual. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Ay, Manzanares, Manzanarillos, en ti se mueren de sed las ranas y los mosquitos.
14 de agosto de 2008
1 Moisés declara que la sangre de animal de pezuña, el flujo de las menstruantes, la carne de cerdo y la piel de un cadáver son de naturaleza impura. Todo contacto con lo inmundo exige un rito de purificación a cargo de un sacerdote
2 Los verdugos compasivos se ponían a horcajadas sobre el pescuezo de los ajusticiados para abreviarles el suplicio
3 Decoro de los españoles
4 No hay manjar más dulce para el alma que el conocimiento de la verdad
5 Cisne era el ave de Apolo. La paloma de Venus
6 Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos, libros gusto.
Vivo en comunión con los difuntos
Y escucho con mis ojos a los muertos
Si no siempre entendidos siempre abiertos
O enmiendan o secundan asuntos
Y en nunca callados contrapuntos
Al sueño de la vida hablan despiertos
7 Sigue siéndolo a día de hoy
8 La historia parece haber dado a Quevedo la razón que no consideraba , como buen místico que era, tan altas las razones de la fundadora carmelita que se convirtió en el estandarte de los cristianos nuevos
9 Conocía las propiedades curativas de las hierbas de Sierra Morena y mató una onza o leopardo en un paraje de Castilla la Nueva
10 Catolica, sacra y cruel majestad
Ea ya Felipe cuarto
Que en el mundo eres famoso
Abre el pecho generoso
Danos de tu sangre un parto
De quien nunca se vio harto
De pan que le quita al pobre
De quien ha bajado al cobre…
Un ministro en paz se come en gajes
Más que en guerra pueden gastar diez linajes
11 Las mujeres son compañía forzosa. Se ha de gozar dellas con amor y tenerlas bajo sospecha. Si se las trata bien, algunas son malas. Si se las trata mal, peores. Hombre es muy avisado el que usa de sus caricias sin fiarse demasiado
12 Polvo enamorado
13 Si deseas ver el rostro de Quevedo aquí lo tienes pero si buscas su alma, te la dará su obra jalonada por los cuerpos (libros) de sus escritos.
14 El cuarto voto ignaciano exigía como condicionante a los aspirantes al jesuitismo una obediencia de cadáver al Romano Pontífice
15 Enlace o trabazón de una cosa con otra
16 Exacciones
17Todo este mundo es prisiones;
Todo es cárcel y penar.
Los dineros están presos
en la bolsa donde están
la cuba es cárcel del vino
la trox es cárcel del pan
la cáscara, de las frutas
Las espinas del rosal.
El cuerpo es cárcel del alma,
la tierra es cárcel del mar
18Fue cliente del figón de Juan Lepre que abría sus puertas en la calle Huertas de Madrid. Parroquiano de ese establecimiento fue también Diego Velázquez y alguno de sus comilitones del jarro le sirvieron de modelo al cuadro Los borrachos
19Casa de tolerancia (Germ.)
20En la fiesta de san Lucas el 18 de octubre se solían impartir los grados a los estudiantes
21Corito, asturiano. En el siglo XVI las gallegas, asturianas y vizcaínas no gozaban de buena reputación.
22Belerofonte, el hijo de Neptuno, que montó a Pegaso y venció a la Quimera
23El culo
24Por oír
25Pedo
26Quevedo fue el caballero de las espuelas de oro. Su defecto físico no le impedía ser un consumado experto en la equitación.