Bocatorcida se ufana y rie de
nosotros. Hablan y garlan. Santifico la duda de Poncio Pilatos. Quid est
veritas? él no fue responsable de la muerte del Salvador. Fue el Sanedrín
responsable del deicidio. Cargan el muerto a Pilatos y he aquí que Mío Cid
carga con nuestros pecados. Asesinan la verdad. Son fanáticos pero Babieca
cabalga, prepara la Tizona, Villeguillo, y la adarga. Al malvado le cortaremos
las barbas. ¿Tambien las orejas? No que no vaya mi crónica desorejada. Nos
afrentan las hijas, nos dilapidan la esperanza, dan la vuelta al argumento. Tú
campeas, buen Cid. Escucho la música de los Nibelungos. Este tiempo no es épico.
No cree en las epopeyas pero tú adalid de la verdad te enfrentaste al papa.
quisieron cambiarnos la Fe. Pontífices corruptos dependiendo de las arcas
llenas de oro del judío. Viva los siete infantes de Lara. Sigamos el estandarte
del obispo don Jerónimo que trota la cruz alzada contra Roma por la calzada de Quinea la vieja estrada que unía Astorga
con Bibilis. Atienza peña muy fuerte. Que buen vasallo si hubiese buen señor
Ruy Díaz el de Vivar fue victima de la
envidia y del morbo visigótico que asuela a la catolicidad. Predicáis la
caridad pero ¿El amor donde está? Quiñoneros y mistureros. Difamadores y
delatores. Contra ellos se enfrentó el protagonista de nuestro primer cantar de
gesta libro en el cual se plasman nuestras primeras correrías. La lanza de
fresno el astil y el fierro tajador. Alza el pendón alférez mesnadero que trotaba
sobre una yegua embrazando el escudo en el que un dragón se pintaba con la
loriga de mallas el belmez de tela acolchada y el almófar o capucha moruno.
Buen Cid estas eran tus armas galopando por las parameras de Gormaz. Huesas y
calzas y el yelmo de Mambrino. Tocaban atambores y detrás de la mesnada venían
mulos de altos borrenes el brial de mi dama y sus bordados de ciclatón mantos
de armiños ordalía y juicios de dios. Todo por Castilla la gentil bajo el cielo
de la limpia cristiandad.
Pantero, el legionario romano al que se atribuyó la paternidad de Jesús de Nazaret 21 enero, 2018
Orígenes de Alejandría, uno de los padres de la Iglesia y pilar de la teología cristiana junto a San Agustín y Santo Tomás, publicó en el 248 d.C. sus ocho libros Contra Celsum, cuyo título es bastante elocuente: se trata de una refutación del ataque al cristianismo hecho por Celso en su obra Discurso verdadero contra los cristianos, en la que se burla de Jesús de Nazaret asegurando que sólo era el hijo resultante del amancebamiento entre una judía y un soldado romano.
Las tesis de este célebre filósofo pagano se enmarcaban en un contexto concreto, el período en el que la nueva religión se difundía imparablemente por el Imperio Romano poniendo en peligro sus tradiciones clásicas (Celso era griego) e incluso el propio estado, ya que se empecinaba en supeditar su autoridad a la de Dios, por lo que intentaba desacreditarla y abogaba por el retorno al culto de los dioses de siempre. En ese sentido recogía iniciativas anteriores y similares de otros autores como Plinio el Joven.
Celso trataba despectivamente a los cristianos al considerarlos incultos y superticiosos, constituyendo el estrato social más miserable donde prendía especialmente la fe de Cristo. Asimismo, criticaba que muchos de sus postulados estaban tomados de otros credos de la época, desde sufrir tortura por los demás a los milagros, pasando por la resurrección; por cierto, consideraba que morir en la cruz, reservado entonces a los reos de más baja estofa, era algo indigno de una divinidad. En suma: “Hay una raza nueva de hombres, nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, unidos contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente marcados de infamia, pero que se glorían de la execración común.”
De toda esa diatriba nos interesa aquí especialmente la del origen de Jesús. Por supuesto, descartaba la concepción divina pero es que especificaba que su madre, María, lo había engendrado con un legionario llamado Pantero (o Pantera). Orígenes se esforzó en rebatir todo eso y en el 250 d.C. fue condenado a prisión por Decio, que impulsó una dura persecución contra los cristianos cuando éstos se negaron a obedecer el edicto que les exigía realizar un sacrificio y un juramento de fidelidad al emperador. Orígenes moriría cuatro años después como resultado de los meses de tortura a que fue sometido.
Hacemos ahora un importante salto en el tiempo hasta octubre de 1859. Mientras trabajaban en las obras del ferrocarril en el barrio de Bingerbrück, en la ciudad de Bingen (estado alemán de Renania-Palatinado), unos obreros encontraron varios enterramientos correspondientes a legionarios romanos. Se sabía que a finales del siglo I a.C. había allí un asentamiento celta sobre el que Druso el Mayor, el hermano de Tiberio, mandó construir un castellum para las fuerzas auxiliares de la Legio IV Macedónica, como era el caso de la Cohors III Delmatarum o, posteriormente, los vexillationes (destacamentos) de la Legio XIV Gemina Martia Victrix y la Legio XXII Primigenia.
Según indicaba la inscripción de una de las lápidas (actualmente conservada en el Museo Römerhalle de la localidad de Bad Kreuzach), uno de los soldados sepultados allí se llamaba Tiberio Julio Abdes Pantera, nacido en el año 22 a.C. y fallecido en el 40 d.C. El texto dice literalmente:
Tib(erius) Iul(ius) Abdes Pantera
Sidonia ann(orum) LXII
stipen(diorum) XXXX miles exs(ignifer?)
coh(orte) I sagittariorum
h(ic) s(itus) e(st)
Las tesis de este célebre filósofo pagano se enmarcaban en un contexto concreto, el período en el que la nueva religión se difundía imparablemente por el Imperio Romano poniendo en peligro sus tradiciones clásicas (Celso era griego) e incluso el propio estado, ya que se empecinaba en supeditar su autoridad a la de Dios, por lo que intentaba desacreditarla y abogaba por el retorno al culto de los dioses de siempre. En ese sentido recogía iniciativas anteriores y similares de otros autores como Plinio el Joven.
Celso trataba despectivamente a los cristianos al considerarlos incultos y superticiosos, constituyendo el estrato social más miserable donde prendía especialmente la fe de Cristo. Asimismo, criticaba que muchos de sus postulados estaban tomados de otros credos de la época, desde sufrir tortura por los demás a los milagros, pasando por la resurrección; por cierto, consideraba que morir en la cruz, reservado entonces a los reos de más baja estofa, era algo indigno de una divinidad. En suma: “Hay una raza nueva de hombres, nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, unidos contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente marcados de infamia, pero que se glorían de la execración común.”
Hacemos ahora un importante salto en el tiempo hasta octubre de 1859. Mientras trabajaban en las obras del ferrocarril en el barrio de Bingerbrück, en la ciudad de Bingen (estado alemán de Renania-Palatinado), unos obreros encontraron varios enterramientos correspondientes a legionarios romanos. Se sabía que a finales del siglo I a.C. había allí un asentamiento celta sobre el que Druso el Mayor, el hermano de Tiberio, mandó construir un castellum para las fuerzas auxiliares de la Legio IV Macedónica, como era el caso de la Cohors III Delmatarum o, posteriormente, los vexillationes (destacamentos) de la Legio XIV Gemina Martia Victrix y la Legio XXII Primigenia.
Según indicaba la inscripción de una de las lápidas (actualmente conservada en el Museo Römerhalle de la localidad de Bad Kreuzach), uno de los soldados sepultados allí se llamaba Tiberio Julio Abdes Pantera, nacido en el año 22 a.C. y fallecido en el 40 d.C. El texto dice literalmente:
Tib(erius) Iul(ius) Abdes Pantera
Sidonia ann(orum) LXII
stipen(diorum) XXXX miles exs(ignifer?)
coh(orte) I sagittariorum
h(ic) s(itus) e(st)