EL DUQUE DE FERIA ES UN CHORIZO DE RAZA LE VIENE
DUCADO DE MEDINA SIDONIA
La persecución a los judíos en la historia de España es una de esas especies con algo de verdad pero pensadas en leyenda negra que corren por nuestros anales. No es cierto que los sefardíes fueran perseguidos en el reino de Castilla o por lo menos no tanto como en Francia o en Inglaterra de donde fueron expulsados varias veces. Como suplemento después de la conversión en masa en los sigos XIV y XV alcanzaron los rangos más altos de la nobleza y se transformaron en dignidades de la iglesia.
Las grandes casas ducales Alba, Mendoza y Sidonia representan este ascenso de la sangre nueva y conversa. Los Medinasidonia con sede en Sevilla ducado de Feria y Sanlucar de Barrameda administraron todo el trafico marítimo de la carrera de Indias y fueron el fundamento del poderío marítimo español tanto atlántico como mediterráneo.
Vamos a Sanlúcar por ver al Duque, decían los mozos que querían servir al Rey en la Escuadra. Los Medina señores absolutos de Andalucía previnieron las escuadras que fueron a luchar contra el turco en Lepanto y artillaron los galeones de la Invencible. Indómitos, altaneros, que se paseaban por Europa jactándose de su sangre marrana, y de estar relacionados con la grandeza de España, para los Austria fueron un verdadero grano en el culo estos Sidonia.
Uno de la familia estuvo implicado en una conspiración para asesinar a Felipe IV y proclamar a Andalucía como estado independiente. Una vez descubierto, fue degollado en Segovia. el marqués de Ayamonte por secesionista.
Esta nobleza levantisca fue el gran problema que tuvieron los Trasmatara con los bandos desencadenantes de la guerra civil entre Pedro el Cruel y su hermano Enrique. Se alzó la rebelión en las aljamas a causa de las arbitrariedades y atropellos que cometían los monarcas bajo la inspiración de sus validos judíos. Los Reyes Católicos hubieron de emplearse a fondo para sofocar los focos de rebelión de la nobleza desmochando las torres de sus castillos o mandando ahorcar a algunos como en Galicia a los Castro.
Sin embargo, los cronistas del judaísmo muy dados tanta a la exageración como la entelequia y a ver la paja en el ojo ajeno en su megalomanía promoviendo las facciones y los enfrentamientos de unos contra otros, su exageración o manipulación de los acontecimientos es factor determinante de esa falta de rigor histórico que a los españoles nos aqueja. Nos tienen odio. Es la marca de la casa, un baño en tinta de leyenda negra. Sin embargo, ahí están los archivos para contar los hechos objetivos e imparciales.
El reconcomio hispanófobo de los Medina Sidonia perduró hasta hace poco hasta la muerte hará no más de un lustro de la “Duquesa Roja” de Medina Sidonia, Luisa Álvarez de Toledo. La cual desheredó a sus hijos y nombró in articulo mortis heredera universal de sus bienes a su querida con la que contrajo nupcias en el lecho de muerte.
Una rebelde típica imbuida del furor contra España en el que ardió también Disraeli. Caronte aguarda. La buena señora poseía el archivo histórico más completo de la cristiandad, quizás mejor que el del Vaticano y gracias a ella este escritor pudo indagar en la vida y andanzas del Lazarillo de Tormes que fue escrito por un médico y protegido de la casa, Andrés Laguna, en las primeras décadas del siglo XVI.
Los Alba rama desgajada de Sidonia, pero más pendones, se han mantenido en un plano de aristocracia terrateniente y derechohabiente más discreto, pero no son godos tampoco, por mucho que se blasonen de provenir de la pata del Cid.
Abrigan el deseo de crear una república democrática universal. Esta obsesión con el linaje, la alcurnia y la limpieza de la sangre es una rémora que trasladaron los sefardíes a los hispanos porque el judío es el pueblo más racista del mundo. Los origines han de ser constatables; rito de la circuncisión, ruptura del hiemen la noche de bodas con un rabino al pie del lecho nupcial como veedor o fiel de fechos.
El poder del dinero. Los secretos de estado bajo control. Antonio Pérez otro judío aragonés se la jugó a Felipe II porque según creen contra el infiel Yahvé bendice la traición. Mucho se sabrá el día del juicio, dice un adagio español y yo digo que no están todos los que son ni son todos los que están.
Ese aire de misterio y de sacralidad con que se habla ahora del judío (contra el rey y la inquisición chitón, hoy se puede hablar malo del monarca mujeriego y calavera, pero no se puede decir nada malo del sefardí que maneja bien las redes del silencio y la conspiración). La pasma extiende sus redes, muchos no saben y yo se los recuerdo que Sídney Warburg fue el plenipotenciario de Rockefeller sucursal de los Rochild ante el tercer Reich.
Fueron sus banqueros. Hitler se crió a sus pechos. ¿Cuánto dinero quiere, mein Fuhrer? Cien millones de marcos.
Se los dieron. El judío siente vibrar su alma ante dos palabras clave: sexo y revolución. En cuanto a la guerra son los primeros en acudir al frente y los primeros en volver. Pocos han estudiado las cuentas corrientes del Mendelsohn Bank de Amsterdam que financió a todo el movimiento pardo. Los sidonia los Rockefeller la banca Morgan estaban en el ajo. Fueron organizadores del complot subvencionando a Stalin por el otro cabo. Moloch el dios de la guerra sólo tienen una palabra en la boca: dinero. Cría cuervos y te sacarán los ojos
Susana Griso, masajista tailandesa. Por Eduardo García Serrano
El periodismo español perdió hace muchas décadas los emblemas de su dignidad convirtiéndose en un gremio de lacayos, de siervos oferentes que sólo anhelan acariciar la vanidad del poderoso masturbándole con sus entrevistas de alcahueta, cuyas preguntas ni siquiera hace falta pactar pues están previamente consignadas, domadas, moldeadas y modeladas en las subvenciones multimillonarias con las que el poderoso compra al Medio de Comunicación y al masajista tailandés, de cualquier sexo, que le va a hacer una gayola periodística.
Susana Griso es muchas cosas pero, evidentemente, no es Oriana Fallaci. Le faltan talento, cultura, lecturas y ovarios para ser, siquiera, becaria de la diosa periodística italiana. La entrevista (digo, es un decir) que la nacionalista catalana le hizo a Pedro Sánchez en esa sauna de priapismos gubernamentales que es Antena 3 es la misma, exactamente la misma, que Eva Braun le hubiera hecho a Adolfo Hitler o que Claretta Petacci le habría hecho a Benito Mussolini. Una entrevista rayana en el servilismo de una fátima musulmana ante su amo y señor. No acabó lavandole los pies porque la Semana Santa ya había terminado.
A Pedro Sánchez no le pusieron delante en Antena 3 a una discípula de Oriana Fallaci, le pusieron a una Mona de Pascua no apta para diabéticos, cuya almibarada cortesía rayaba en el servilismo exento de pudor y carente de disimulo. Susana Griso recibió al Presidente del Gobierno tal y como José Luis López Vázquez recibía a la clienta maciza en el Banco de “Atraco a las tres”: “Un amigo, un admirador, un siervo, un esclavo”. A partir de ahí, todo fue felpudo y masaje. Mientras Pedro Sánchez jadeaba sus mentiras y vomitaba su forraje propagandístico su Eva Braun periodística guardaba un ensimismado silencio más propio de una adolescente ante Brad Pitt en “Leyendas de Pasión” que de una profesional... del periodismo, y no de eso que ejerce Susana Griso.
¡Ya lo sabéis, imbéciles!, según la letra de Pedro Sánchez y los Sonidos del Silencio de Susana Griso, “la culpa de vuestra pobreza es de Putin, pactar con VOX es un delito de Lesa Humanidad, pero hacerlo con etarras, comunistas y separatistas es muy progresista, Ayuso y Mañueco no han sido las listas más votadas en Madrid y Castilla y León, y Yolanda Díaz no es comunista, es... el espacio que ocupa”. Cuando terminó la entrevista, el Presidente le deslizó un papelito a Susana Griso con una cita de Pablo Neruda: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”... y la masajista, encantada, orgullosa, plena y satisfecha ante la eyaculación de mentiras de Pedro Sánchez. Ánimo, Susana, no desfallezcas, un par de masajes más como el que le diste a Pablo Iglesias y el que le acabas de dar a Pedro Sánchez y te dan el Pulitzer. O un Goya, que tiene una rima más propia para lo que tú haces.