EL LIBRERO VALDÉS DE OVIEDO, MI
CIRINEO. ME TIRA EL FONTÁN. LUCUBRACIONES LITERARIAS
Antonio Parra
Los porches de la antojana del
Fontán tiran lo suyo, y no solamente en la vida literaria de una ciudad - de
vez en cuando hemos de acudir al truchimán ovetense en un afán de descompresión
y oniromancia para que nos interprete nuestros sueños de orbayu y borrinas en
lo altu el puertu y veamos el ángel dicen posa los pies como una perícopa
mística arriba del todo de la torre calada de san Salvador- sino también en la
de los individuos y en la de los pueblos. Valdés cargado de libros me ayudó a
llevar la cruz y ha sido y quiero que sea muchos años en vida de los dos mi
Cirineo.
Los lares tutelares, manes y
penates de Ovetum-Jovis Templum- por míos los tengo. Paul Morand
perentoriamente dijo que los ángeles tienen sexo, bajan a la tierra a hacer el
amor con las hijas de los hombres, y hasta se echan novia, como me pasó a mí
una vez en Oviedo, voto a bríos. Eso nos pasa a todos. Le ocurrió también a
Tigre Juan: que se enamoró. Iba a cortejar detrás de los montes; era sangrador,
barbero, echaba la buena ventura a las clientas, santiguaba y escribía cartas
en romance a las novias analfabetas. Hombre de muchos oficios, pobre seguro;
así que tigre vendía botones y carretes, no daba puntada sin hilo, leía las
rayas de la mano pues ya digo era un tanto quiromante. Su chiscón en la plaza del Fontán era una
romería. El personaje de don Ramón tan facticio y tan real a su vez creo que su
espíritu monta guardia con los angeles tutelares de la Cruz de la Victoria en
alguna buhardilla en los soportales de la catedral. Es un punto de referencia
con soporte veraz más allá de los convencionalismos onomásticos. La buena prosa
como las buenas catedrales y ambas se dan en tal caso están construidas para
suscitar entusiasmo elevando los ojos por encima de esta mediocridad sin
horizontes de tejas abajo.
GLOSAS DE OVIEDO Y DUBLÍN
En ese sentido Oviedo es algo
más que una ciudad. Como el Dublín de Joyce, el Londres de Maugham o la Alcalá
del Buscón. Para mí no es solamente un punto de referencia estético. También
una norma de vida, punto de encuentro y arrancada, cifra y compendio de mi
peripecia vital. Toda la culpa puede ser la tuvo el gótico flamígero de las
catedrales nuevas.
Una ciudad de provincias puede
ser un archivo del pasado y un laboratorio del porvenir. Por eso es menester de tarde en tarde
regresar al parque San Francisco y colocarse al pie de la torre bisunta que tan
bien diseñara Gil de Hontañón para desplegar el catalejo una tarde cualquiera a
la hora de la siesta y guiados por la mano perita del deán de Clarín que empuña
el catalejo esparcir la mirada. Escribir es mirar hacia adentro. Y es llorar
sobre regazos desconocidos. Es ser un poco cotilla intelectual.
Al husmo de tales indiscreciones
bajamos desde Pallares hasta Oviedo la Gentil. Toda una peripecia vital, un
placer estético, un bello y dulce sentir sonando al fondo la cítara de los
salmos que se devanan en cada libro. Oviedo templo de Jupiter y de este étimo
hereda su calidad genitiva de la jovialidad. Lo tonante y jupiterino queda para
otros casos. Nos parece la ciudad más alegre del mundo y la que más pronto se
va a acostar puesto que se asela casi con las gallinas. Es genial y deífica en
todo. Hasta en su toponimia. Más que una ciudad un mundo literario a
retaguardia y a solas con su pasado meditando delante de ese albalá o alfiz que
nos explicaba Camón Aznar en aquellas lecciones suyas magistrales es todo un
misterio de la arquitectura. Son tres arcos ciegos en un pasadizo, tres pilares
- ¿inspirarían a Pérez de Ayala?- inescrutables y mayestáticos como la Santa
Trinidad. Estamos ante una de las diócesis más antiguas de la cristiandad. La
Toledo ultramontana. Todo eso lo cuenta para el que quiera escuchar o entienda
su lenguaje de piedra el alfiz de la Corrada del Obispo. Carillón románico de
San Salvador al que protege la aguja de la catedral de Vetusta arropando
también los tejados de San Tirso. Esto es el pasado. El futuro lo avienta la
sonrisa enigmática y algo nerviosa de Leticia Ortiz, una menestrala busto
parlante convertida de repente, el cuento de Cenicienta hecho verdad, en
princesa de Asturias. Como Gonterodo. Como doña Tota la Asturiana.
Oviedo, acérrimo baluarte contra
la barbarie y cuna de civilizaciones, madre de España y abuela de pueblos como
las Corderas antaño paciendo mansamente en el sel, enseña el azul de sus
colores hidalgos liberales y el rojo y gualda del toldo de la tienda de Tigre
Juan libérrimo en su talante mas duro de pelar. Su creador Pérez de Ayala lo
vació en molde español a no poder ser más. Vio en su persona al último pícaro que
llegaba de la guerra de Cuba de servir al rey. No es un estafermo ni el
mascarón de popa de una nave que se hundiría en Cavite sino un ser de carne y
hueso. A veces hasta me parece que cobra realidad y me lo encuentro circulando
por la calle La Magdalena. Y con él a don Fermín de Pas, a Ripamilán con su voz
perezosa de chantre. Paseando detrás dellos está aquel Capitán Veneno de don
Armando veterano de la guerra de Melilla que parecía un ogro y avanzaba por el
parque San Francisco semejante a Polifemo aquel gran danés del que se
encaprichaban todos los incluseros. El gigante pese a su catadura era tierno y
le regaló el “King” que así se llamaba el perro a un niño huérfano. Estaba solo
en el mundo pero desde aquel día tuvo un perro. Todos estos personajes fruto de
la imaginación de los grandes maestros astures de la pluma se amontonan con los
recuerdos de varones que yo conocí, ovetenses pro que me hicieron bien: Avello,
Gabriel Tuya mi querido suegro, los hermanos Cepeda, Pedro Pascual qui
transierunt ut naves, sicut nubes, velut umbra pero que perviven en la
memoria y ahí están, hagamosles un hueco, bajo las ventanas bigeminadas del
palacio de la Balesquida. Otros son los que entonan cánticos con su lengua de
llama columpiándose ingrávidos sobre el estribo de un botarel.
BELLEZA
En sus voces se plasma toda esa belleza ornamental y visual del
flamígero de las últimas catedrales las denominadas nuevas: Salamanca, Oviedo y
Segovia. Oigamos el cántico viejo de los coros. Escuchemos la voz del Serafín.
Oviedo es para mí todo un
conjunto de vivencias personales. Es
algo que en España le ocurre a mucha gente desde que descubrió el rumbo y el
aire de Pilares. Que ya no podemos vivir muy lejos del Fontán. Cuando le digo
esto a Valdés, que me mira con sus ojos risueños, entre burlones y bondadosos,
de monje laico, creo que me entiende. Estuve yendo y viniendo desde que era
mozo y paraba en una fonda al lado de la estación que daba en los desayunos el
mejor café con leche de Europa entera.
Siempre le encuentro a pie de
obra inmerso en sus catálogos. Es un pionero de las ventas por Internet y uno
de los fundadores de Iberlibro. Para mí su tienda en la bajada de Gastañaga es
como un pequeño mizrav donde acudo a lavarme las heridas y a purificarme. Hay
demasiado polvo en los caminos. Él siempre está dispuesto a otorgarme una
palabra de consuelo. No le falta sentido del humor y al igual que todos los
ovetenses a los que conocí no se toma a sí mismo demasiado en serio. A los
libros, esos libros con lomeras de panza franciscana y tejuelos al oro en piel
de becerro, sí. Siempre está a punto de pasarme el dato que desconocía de tal
libro o cual autor o a contarme alguna anécdota. O la historia de la última
biblioteca que compró que siempre suele ser la de un cura. En este país siempre
andamos en danza detrás de los curas con el vergajo o delante con el cirio en
la procesión. Lo que no obsta para decir que fueron gente bien organizada y que
sus archivos eran los mejores antes de llegarles la hora del defroque.
Conozco a José Manuel y a su
esposa Isabel desde el año 79. Siempre están juntos al lado de los pucheros del
quehacer catalogador o la colocación de resmas. El catálogo es para el
bibliólatra como la rueda de Ictión. Sus vueltas no se acaban nunca. Todas las
mañanas hay que limpiar las cuadras de Anteo. Sacar a calderadas libros y más
libros pero otros vienen a volcarse sobre su mismo lugar. La tarea no acaba
nunca. Pero aquí están José Manuel e Isabel tanto monta monta tanto, dulces
esposos para echar una mano a los ilustrados de todo el mundo y a los que abren
su Web con el deseo de conocer.
En ellos encontré siempre si no
cariño un poco de consuelo y ese qué tal oh que a los ciclotímicos como
yo nos hace tirar palante. Valdés es bien trabado de hombros aunque no muy
aventajado de estatura. Epítome del perfecto bibliopola llegó a los libros a
través de su amor a la escritura. Por sus manos pasó la bibliografía más
selecta que se ha publicado en este país incluso en el mundo. Parece a causa de
su fervor por el verbo y la palabra escrita un tataranieto de aquel Juan Párix
que utilizó por primera vez los caracteres móviles e imprime el incunable más antiguo Los
Sinodales de Aguilafuente, al ladito de mi pueblo. Desde entonces la magna
caterva de bibliotecarios, bibliótafos, escoliastas, cleptómanos y opositores
no han parado de darle al diente.
VERSOS SATÁNICOS
Hermosa profesión y a la vez
triste la de los libreros de ocasión. El lance los vuelve tolerantes y a la vez
apasionados. Dura, en estos tiempos de versos satánicos y que deja escasos
márgenes. Azorín ya lo contó en un genial artículo: el hombre de por vida vive
atado a sus libros, mas estos le sobreviven. Entra en las casas después del
médico y del notario. Por eso buena parte de las existencias de las librerías
de segunda mano se nutren de enajenaciones de colecciones privadas o públicas
[cuando fenece una institución o se produce un cambio político parece que
estorban los libros de antaño] así como de defroques de bibliotecas
sacramentales. Los religiosos es casi lo único que legan al morir: libros. Hay
que tasarlos con bastante paciencia. Valdés la tiene y sus modales son casi de
médico de cabecera a la hora de tratar a enfermos o desamparados de la letra
muerta. Todas las mañanas tiene que hacer la autopsia a un centenar o más de
cadáveres antes de firmar el parte de defunción o enviar a estos tomos
inservibles a la cámara de gas.
Por desgracia el Leteo ¡ay!
También aguarda a nuestras aspiraciones a la gloria. Por eso hay gente de este
oficio que hiede a cadaverina y son insufribles por su mala hostia como es el
caso de un tratante del Rastro de cuyo nombre no quiero acordarme. Sólo mi amor
a los libros ha podido aguantar con paciencia sus malos modos y hasta sus
insultos. El ovetense, todo lo contrario que el cascarrabias de la calle del
Gasómetro, vibra en otra onda.
Hoy muchos libros publicados
mueren a los quince días cuando les sacan de cartel pero el Parnaso sigue
distinguiendo con el laurel de la eternidad a los que vivirán eternamente.
Shakespeare, Clarín, Quevedo, Victor Hugo, Tolstoi, Pérez de Ayala. Dolores
Medio....
Uno se baja del Alsa, se toma un
café en cualquier tupi y sale disparado hacia la costanilla donde Valdés tiene
su escaparate. Es la sede de las Nueve
Musas y a uno le entran deseos de releer a Azorín para describir cómo es un
librero de lance con la misma solercia con que lo haría el Maestro de Monóvar,
quien por cierto era también asiduo de estos establecimientos. Valdés es un
asturiano jovial, de frente amplia y bondadosa sonrisa. Está sentado frente al
ordenador. A su lado hay muchos libros. Cerca se sienta también su mujer que
trabaja sobre un estrado o ambón desde el cual empaqueta los envíos. También
cabe las fotos sepia y los ejemplares antiguos de A Urbe condita edición
de Amberes traducción yuxtapuesta media holandesa. Aquí el tiempo se detiene.
Es un remanso a la sombra de la espira de Vetusta. Sobre unas cajas se expanden
ligarzas y legajos obra del expolio seguramente de un archivo sacramental que
es como califican los técnicos a la biblioteca de los curas. Un poco más allá
yacen el breviario de un cura latino con los cortes muy sucios y uns novela de
Corin Tellado. Su propietario a lo largo de su vida presbiteral les dio una
buena soba a este libro de horas entonario. “Domine, labia mea aperies. Et os
meum nuntiet gloriam tuam” no hay nada como los salmos ¡Oh los bellos himnos y
lecciones de aquel oficio divino! Únicamente los perversos pueden maldecir estas
donosuras de la edición en piel con atajos litográficos y marmosetes de
finiquito capitular con una frase al uso:
-¡Bah! Latinajos.
SIN LOS POBRES CURAS
Osada es la ignorancia. España
se queda sin curas, van muriendo las rectorales ¿Qué hacer con estos viejos
ejemplares del culto preterido y sobreseído - el profesor Miramamolín Suances
del que ya sabemos para donde tira se frota las manos ante los hechos
consumados; no cabe vuelta atrás- y con toda esa literatura pietista acumulada
en el cuarto de atrás de las sacristías? Ocupan demasiado espacio. Además ya no
se lee y se medita nada. La televisión es el gran factótum. Nada que hacer por ejemplo con los “Puntos”
del P. Vilariño. El síndrome de la iglesia vacía mientras se ríe Satanás de la
inconsciencia y falta de prudencia de los nuevos catequistas que quieren por lo
visto borrón y cuenta nueva empeñados en convertir al Vaticano en una oenegé ha
desterrado de los anaqueles y del mundo de los vivos a todo este cúmulo de
letra muerta. Ya no lo quieren ni los traperos. Estos libros son pignorados por
unos céntimos en los mercadillos o van al contenedor de desperdicios. Les
acompañamos al brasero de la moderna inquisición los que tenemos una mentalidad
moldeada en ellos. Nuestras glosas nunca verán la luz. El Establecimiento los
considera dinamita pura. Nos resignamos pero no nos rendimos en la esperanza de
que algún día se tire de la manta, se cambien las tornas y los engendros
metafísicos fruto de la imaginación del profesor antedicho y sus pedisecuos
vuelvan al índice mientras nuestras novelas y nuestros ensayos salgan del
limbo.
Por eso venimos a Valdés pues
vemos en su persona una especie de mesías espéculo de tolerancia. Buen
alfaqueque de la bibliografía, pagó los rescates de muchas obras olvidadas que
vuelven a ser. Con esa mira se ha pateado los caminos de la patria a golpe de
acelerador. He aquí un redentor de cautivos el buen Valdés.
Ciertamente algunos de estos
mamotretos son infumables e ilegibles pero no hay regla sin excepción y siempre
aparece la perla en el muladar. En el campo de la bibliofilia toda España es
hoy tierra de moros. Parece como si nos
hubieran colonizado los extraterrestres. Un páramo se abre ante nuestros ojos.
Todo cuanto no se someta a férula o reciba el nihil obstat del gran censor
demócrata queda fuera del aprisco y ay de los solos. Todos a morir por dios.
Los púlpitos hicieron mutis por el foro y los curas están en otra onda. Les
estorba su pasado. Se sonrojan de sus propios libros incluso los de los Santos
Padres. Se ha renunciado a la teología y todo está en función de los dictámenes
del gran cofrade orwelliano. Así que vivimos tiempos de verdaderos autos de fe
y la quema inmisericorde o la descatalogación intencionada de autores rebatidos
o con orden de expulsión de todas las sinagogas están a la orden del día. Y
tales almenaras son perpetradas con alevosía y nocturnidad ascuso y a excusañas
siempre de refez y de refilón sin dar cuartos la pregonero. ¿No queríais caldo?
Pues ahí van tres tazas. Todo se hace ahora a cencerros tapados.
Mucho disfrutaría el maestro
Azorín en esta biblioteca, verdadero oasis de paz y de bonhomía en el corazón
de Oviedo y eso se aprecia sobre todo cuando se llega desde Madrid. Falta esta
tarde Alberto, el hijo único de los Valdés. A Albertín lo vimos crecer; nos
encantaba el despejo y la inteligencia del chaval. “Esti guaje será algo. Vanos
a sacar de probes, mira lo bien que se expresa y lo bien educau que yé y lo
saladín”. Hoy con la carrera recién terminada es un iniciado en biblioteconomía
con lo que quiere decirse que recogerá la antorcha. Berto- Albertus Magnus para
los que hacíamos tertulia en los veranos de los ochenta en la rebotica del
librero y escritor para hablar de política, de religión, de coses y de tiempos
que no volverán- yo creo que iba para la lumbrera de la Iglesia pues estudiaba
en los dominicos y seguramente que será un hombre importante pues ya desde
entonces despuntaba al igual que los dos hijos de Ponte Mittlebrun, el niño y
la niña. La fía de Ponte va a emparentar con los Borbones. Habrán de tirar
voladores en el Sotrondio (no os asustéis pecados míos, ni saquéis la cabeza
los mis remordimientos). Salve y honra merece el que a los suyos se parece. Que
por cierto acontece ahora que me acuerdo que le debo un gallo a Esculapio.
Acabo de contar sesenta y me estoy volviendo como Sócrates al pensar en la otra
ribera. Y también le debo dos mil duros a Ponte por el arrendamiento de un 127
de una vez que vine al Fontán y me vendieron la burra mal capada con aquella
puta boda. Que al sobrino del rey no le pase con la chica de la catasta a la
que de pequeñina traía yo caramelos cuando venía de Londres lo que me pasó a mí
con su tía Clara; algo vale que luego en
el Mercau de la Pola la cosa se enmendó con otro consorcio que ni me esperaba
pero esta vida es una caja de sorpresa y aquí el que aguanta gana. Existe una
ley de las compensaciones y a cada uno la vida lo va poniendo en su sitio
caguen ros. Todavía me estoy palpando los machos que ni sé como salí de aquella
por pies y a uña de caballo y a fuerza de lingotazos de ginebra, hermano bebete
tu propia vida breve, apura el cáliz del desamor. Muyeres. Una real moza pero
más rara que un perro verde. La culpa como siempre la tuve yo por meterme en
tales tremedales.
LONGANIMIDAD INGLESA
Buena gente.
Les pido perdón y lo que dicen los ingleses let bygones be bygones.
Pero lo de aquel himeneo fue una historia. El mayor fracaso de mi vida me
aconteció en un lugar que yo consideraba el paraíso: el parque de San
Francisco. Dios me perdone y nos perdone a todos y haya dado paz y felicidad a
la otra pues gracias a ella encontré a ésta. Todo se embrolla. Parece muy
complicado pero en fin a lo hecho pecho y no sirve darle vueltas.
A este otro José Manuel no le
debo nada. Es mucho mejor persona y creo que hasta mejor escritor. Lo que pasa
es la del otro que en este país el candil tiene que lucir bajo el celemín por
cojones. También es Valdés mucho mejor persona y no tan ambicioso. Villano en
su rincón pasa una existencia sosegada propio del Beatus ille horaciano que
aquí el que resiste gana y por ahí en eso hay bastante cabrón. Lo que pasa es
que no publica. ¡ A ver cuando vemos en letras de molde esas poesías, Jose!
Él escribe para el cajón. ¡Qué
remedio!. Que no está el manto la Magdalena para tafetanes ni el alcacer para
zampoñas ni el verde para pitos.
Uno a fin de cuentas no es más
que un peraile de la literatura. Pudiera haber nacido en Zocodover o en el
Perchel malagueño o el Potro cordobés o el Arenal sevillano pero me nacieron
cabe la Puerta el Socorro muy cerca del Azoguejo. La misma patria tengo que
Pablillos el Buscón. Por eso me tira el Fontán y busco su querencia vivencial
en que amasé pietismo con vida airada, esteticismo y clastomanía, con vela
votiva en una mano y en la otra tea incendiaria. “Iskra”, pues. Lenin lo
recomendaba cuando envió a sus dinamiteros al Palacio de Invierno. Desconozco
el término medio. Yo voy a lo mío. Ahora al cabo de tanto tiempo tengo las
manos vacías y una punción muy severa en el corazón. Me he ganado mi propio
infierno a pulso. Fui pecador.
Vivo cerca de Lavapiés que también fue lo suyo
en sus tiempos hasta que lo tomaron los chinos. No sé si mi Madrid tendrá
pepsina suficiente para hacer la digestión de tanto étnico como está llegando
en oleadas pero eso no me lo digáis a mí. Toda la culpa la tiene Gallardón
internacionalista de que España esté cambiando de piel y de color. A este paso
pronto nuestra picardía se acabó. Pronto empezará la cultura del melting pot.
Ellos nos meterán en su puchero y coceremos cual cangrejos borboteando por las
asas.
Me opuse a este estado de cosas
que tenemos hoy. Por decir la verdad fui perseguido pero en Oviedo siempre
estaba Valdés para echarme una mano desde su chiscón a la sombra de los
botareles de San Salvador. Él y yo somos el gótico flamígero de la generación
del 68. Fui a Oviedo con avales pues el deán que concluyó la catedral ovetense
se llamaba Arias Dávila y era de mi pueblo. Y de ahí todo lo demás. Aprendía a
amar la literatura en Clarín, padre y profeta nuestro. Escribía como tañendo un
violín. Aun escucho la prima de ese registro. A contar con sentimientos y
narrar lo que veía de la mano experta de un Palacio al que con tanto denuedo
menoscaban los que lo fusilaron. Otra
burra mal capada. No fiar mucho de los críticos. Pero mi padre espiritual,
el espejo en el que quisiera haberme
mirado como escritor, por su alcurnia espiritual y sus tendencias a la
anglofilia y por su clasicismo ático, pensador y narrador libérrimo como libres
son las auras que soplan por el Fontán, es Ramón Pérez de Ayala. Un dandi, un
sportman del buen decir. Con su
escritura elegante dejó marcadas las posibilidades de la lengua castellana.
También al igual que él por lo
que me toca de consorte y de advenedizo, llevo a Asturias en la armadura de mis
huesos y al igual que él quiero ser enterrado bajo polvo asturiano “hasta el
día de la restitución suprema”. De Vetusta y de Pilares soy un fifty fifty y a
escote aunque me nacieran en Segovia ya digo. Mala sombra. Me sitúo en la
parcela de la historia de España que me ha tocado vivir como un testigo de
excepción. El furibundo nacionalismo aldeaniego de Ibarreches y Roviras no van
conmigo. Prefiero el regionalismo astur que te hará siempre vibrar ante la
noción de las dos patrias ahora que nos van a meter a todos en el mismo saco de
lo global y yo protesto.
SUENAN VIOLINES CLARINIANOS
El violín clariniano es
contrapunto de la gaita ayalina que parece retumbar por todo el valle mientras
don Armando ataca la melodía del paisaje con su clarinete; por el cabo del
estrangul en forma de melodía mana un torrente de belleza. Llega hasta mi alma
el mensaje de la purificación. Fueron
tres ases y ya vienen los coros sonando desde Covadonga. Allí la noción de
España nació arropada al manto de la Santina pequeñina, galana y belicosa. Bajó
del cielo e instaló sobre el perfil de los montes el perfil de la gran patria.
Nosotros somos quien somos. Vivan la historia y sus cuentos. Hay que darle la
vuelta a los versos de Blas de Otero. Por eso en esta hora difícil en que todo
se va al carajo venimos en búsqueda de la querencia umbrátil de los bosques.
Hayedos míticos, robledales y blimeales como los de Artedo. Numen hic est.
Aquí está el dios o la diosa. Porque para nosotros el concepto divino se
enfunda en mujer. Cada verano voy por los caminos que llevan a Pravia. Silo y
Mauregato rezan las letanías de los caminantes en el iconostasio de Santianes. Percibo voces lejanas de monjes
que cantan en griego. La tebaida se instala en el reducido término de un
ajarafe. Digamoslo bien alto. Somos de Cristo y no podemos ver a Mahoma. Ese
prejuicio va en el torrente de la sangre que respalda la muerte de muchos por
siglos y siglos en la defensa de la Cruz. Hasta aquí los godos y los mozárabes
vinieron huyendo de muchas sarracinas como el 11M. Y las que nos quedan porque
los demonios de la modernidad han resucitado a Almanzor con su cimitarra y los
tiempos en vez de tolerancia y convivencia de las tres culturas - qué risa- han
traído fanatismo, reivindicaciones y suspicacias. Coja el diaño a los
tornadizos y que Santa María nos valga. Santiago, cierra España. Que se les
atraganten a unos los priscos y a otros les dé el Señor resignación para que en
el martirio resistan y entren al cielo blandiendo la palma. Numen est hic. Voy
camino del recuerdo y entro en la cueva de las xanas donde estas señoras rueca
en ristre se peinan cabellos de oro y tienden su melena sobre las aguas del lago
Enol. ¡Qué grande eres Valdés. Tú desde Asturias libro va libro viene me
enseñaste a descubrir a España! Y eres un gran escritor. Lo que pasa es que los
grandes autores de esta hora undécima bajo sospecha y flotando sobre sus
cabezas una nube de caveats y de conjetura se ven obligados a escribir para el
cajón. Y de este gran reportaje que es la vida abocáramos al colportaje y a la
venta ambulante. Después de todo no es
deshonra ganarse la vida vendiendo misales. A los usurarios que les den... Con un canto en los dientes. Nos arbitramos
el porvenir desde el trono de la prudencia. Nos derriban mas no nos rematan.
SOLIPSISMO EN CONCLUSIÓN
Pronto llegaremos a puerto.
Nuestra nave entra en dique con todo el trapo empavesado. Escribir y vender
libros es lo mismo: una tarea apostólica. Sirve de composición de lugar y ayuda
a hacer examen de conciencia porque después de todo a las puertas del oráculo
de Delfos había un letrero que decía: “Gnosce te ipsum”. Allí una de las nueve
musas recibe a los adeptos peregrinos con un ojillo entornado. En el jardín se escuchan los susurros del
bosque. Pérez de Ayala tiene un estilo que arrasa agotando la forma y el
concepto fundiendo esencia y accidente. Es nuncupatorio. Irrebatible. Como sois
con frecuencias los asturianos, Valdés. Que dígotelo yo. En Pilares había,
según lo pinta el argumento de Urbano y Simona , cuarenta conventos de monjas y la Vetusta de
Clarín se conmueve con el adulterio de Ana Ozores con un canónigo. Es el
“tijé”, el “fatum” o fuerza ciega del destino el que nos arrastró hacia una
mujer bajo los soportales del Fontán - Tigre Juan y yo amábamos a la misma: un
ser etéreo- y de cuyas garras nos rescató un libro. ¡Oh divino Miguel! Valdés
fue nuestro buen cirineo. Me ayudó a llevar la cruz de aquella noche
insoportable. Le estoy muy agradecido desde entonces.
ANTONIO PARRA