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jueves, 22 de noviembre de 2018


PSICOLOGÍA DE UN ADULTERIO

Tema eterno que dio pábulo a la novela y al teatro, así como a la crónica negra, desde la vida misma, ceba el monstruo de la literatura de bulevar y también de la novela psicológica. Madame Bovary ha tenido no pocos secuaces. En la actualidad es asunto de la tragedia de todos los días porque aquí está el origen del crimen pasional y la violencia de género. Un adulterio en la alta sociedad de Oviedo le hizo escribir a Clarín su Regenta. Es asunto recurrente en Galdós pero a mi juicio pocos autores lo han tratado con tanta solercia y dominio de las pasiones que irrumpen nadie sabe por qué dentro de un matrimonio y destrozan familias originando crímenes y desgarros como Ricardo León en “El Amor de los Amores”. En esta novela se retrata a Juana la esposa de don Fernando Villazal y Samaniego de cuerpo entero. Es la historia de los amores de esta mujer hermosa y de origen humilde con Felipe un anarquista miembro de la masonería, de escasas virtudes físicas y morales pero dotado de grandes poderes de persuasión. El usurpador del amor de los amores es taimado, rastrero, hipócrita y traidor. Sólo la bondad y la elegancia de don Fernando permiten que acceda como un miembro de la familia a la Torre. Se enfrentan en estas tinieblas la luz del ángel con la serpiente maligna, la caridad frente al egoísmo, la hidalguía y señorío español de la pureza de la sangre contra la villanía del converso. Y vence aparentemente el diablo. El mensaje de este libro coloca muy en entredicho las enseñanzas del mandato nuevo: hay que amar los enemigos. Sin embargo don Fernando al permitir la entrada en su casa a Felipe deja que el demonio allane su morada y le robe lo que más quiere: su esposa y su hacienda. He aquí una diatriba contra la filantropía y el buenismo. Dice el evangelio que no se puede quitar el pan de la boca de los hijos para dárselo a los perros Siempre oí decir que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y la comisión del amarse unos a otros es una utopía que la iglesia como institución casi nunca ha seguido. Ese es el enigma metafísico que plantea esta estremecedora nación. El señor de la Torre que estaba ciego milagrosamente recupera la visión cuando da a luz doña Juana para comprobar que el hijo de la parida no es suyo. Es “un gitanillo”. La familia se deshace, la casa se destruye. El protagonista renuncia al mundo y se lanza a los caminos como ermitaño abrazado a su dolor y a la cruz. Doña Juana en los primeros capítulos cuando el autor describe al antagonista muestra aversión hacia la persona de Felipe. Sin embargo es victima de una pasión irresistible hacia aquel hombre mal encarado, ladino, de ojos hundidos y sin ninguna atracción física. En contraste, no siente nunca por su marido Fernando ninguna admiración, lo trata como a un niño, lo humilla en público. Ricardo León avizora en este desdén un fallo que derivará en tragedia. La mujer tiene que ser dominada no sólo física sino psicológicamente por su esposo. Surge la lectura, los palos, las voces, las lagrimas, los tiros, las cuchilladas y todas esas tragedias del hogar que nos relatan a diario los informativos y son el afrecho de muchos programas matinales de la tele que viven del morbo y del dolor ajeno sin que se analicen en profundidad los orígenes y las causas. Decir violencia de género es algo muy genérico y traído por los pelos. Nuestros psicólogos, nuestros periodistas llevados por el sensacionalismo se quedan tan solo en la epidermis. Es el síndrome de Madame Bovary. El fracaso del matrimonio en occidente, el amor de los amores se va a pique arrastrando a la profunda sima a nuestra sociedad. Ricardo León no sólo nos deleita con este libro publicado en las primeras décadas del pasado siglo sino que nos brinda a los españoles una lección de ética. Abordando un tema que quizás carezca de solución como el adulterio