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jueves, 22 de agosto de 2019


 





I




VILLEGUILLO UN HIJO DE LA PIEDRA ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA (introito al libro Hispania Peccatrix que publico en esta bitácora por entregas)


Yo, Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y perseguido por pensar por mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las cuarenta, he venido a esta ciudad donde me nacieron y escuché entre el primer alhorre el vagido de los bustos parlantes y de las rubias de bote que cuentan embustes, chocho morenote, el gran pipote y por ahí de de andar el pireso que es piromano del periodismo de acarreo un tal Jáuregui propalan infamias y dan a la historia violentos retortijones, para purificarme en las aguas del Rasemir y del Clamores, dos ríos mierderos que abrazan a la población amurallada ¿Busco el agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de dudas al respecto. Mi vida ha sido un fracaso pero he sobrevivido a mis naufragios y busco los pecios del amor del barco del amor hundido en el proceloso mar de la vida. Suelen darme yuyos cada cierto tiempo, me emborracho como un zapatero. Una mano me saca de los lóbregos calabozos de Finsternis. La oscuridad me persigue. El oficio de tinieblas se alarga demasiado pero Dios es clemente. Luego me arrepiento y lloro los pecados de mi vida pasada. En uno de mis debacles alcohólicas arruiné mis dos matrimonios. Pero surjo, me levanto como puedo, sacudo las sandalias del polvo del camino y echo a andar hacia la piscina probática. Acudo a mi pueblo a restañarme las heridas y a contar la historia de un amigo que acaba de cometer suicidio. Yo vine al mundo en la Puerta del Socorro frente al Pinarillo y las cuevas de los eremitas que hacían penitencia mirando para la airosa catedral, al de la cárcava donde se alzan los estribos de la barbacana. Soy un mendigo de la palabra cubierto de andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos democráticos, frascas barras de bares copas de aguardiente, cantos del urogallo. Ya no beberé más, apuré el cáliz. Yo sostengo que un funeral irlandés es más alegre que una boda inglesa porque ladraba silogismos el bueno de Boecio y Simón Estilita seguía en lo alto la columna. Días faustos de cerveza, amor y vino y en las esquinas columnas mingitorias. En una ocasión tuve la dicha y la desvergüenza de mear desde la torre del Daily Mirror como solía hacer su dueño el gran magnate y creso israelita Robert Maxwell que no se llamaba así en realidad tenía un nombre checo muy raro, hizo fortuna vendiendo café instantáneo a las multitudes. El rey del café nos meaba a todos desde lo alto lanzaba jaculatorias en yidish que decían de los placeres sin pecar mear y cagar. Había llegado a lo alto a la plenitud del ser pero dicen que murió asesinado por agentes del Mossad por una deuda que tenía contraída con la venta de su rotativo que no quería endosar el estado de Israel le cogieron mientras exoneraba su vejiga en su yate navegando por las Canarias. El rey del chocolate el rey del porno Hefner Epstein el asaltacunas todos adscritos a la lascivia del judaísmo.
De tanto empinar el codo yo padecía prurito vesical y mis canales urinarios ardían en el escozor de la ascitis. `pr la uromancia yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Un día quise abrir una librería de lance en Canterbury pero el arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub en Londres sería más rentable, hijo. Los libros no los quiere nadie. El ángel de la muerte que odia la verdad y el consuelo derramó su copa de acibar sobre las páginas de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a la hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de paicología. Muerte a los filosofos. Venía con una tea los seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la blandían sobre los campos y las torres de las ciudades. Cave canem. Cuidado con el perro. Ojo a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho periodistas y tertulianos o tertulianas melena al viento bellos palmitos hermosos rostros que esconden el alma negra cuajada de fealdades de mentiras asesinas. El asno de Balaam rebuzna por las esquinas. Al gran jefe se le ha puesto cara de trasera del trolebús... a face like the bus of a bus, decía mi querido suegro mr. Hugh. Quiero ir a Londres a un cementerio de Dagenham a llevarle crisantenos. Es el mejor inglés que conocí. Su esposa se llamaba Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por apellido Escolex de cara abullonado y fragil al mirarle yo me daba cuenta de que soy una escolopendra y que mi mente es un ciempiés. Dares y tomares. El marqués estaba en la sombra la mirada alzada hacia el horizonte y la espada en su mano pues la necromancia es un arte del demonio. Mucho se practica en Valladolid. Alli viven españoles de poca sustancia huespedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la iglesia no por devoción sino para calentarse en las estufas templos mixtilíneos donde la Virgen se confunde con diosas de la antifuedad
Si los niños callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los microfonos las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso y dejanto desolación. Busco en los recovequeos de mi existencia aquellas corresponsalías en Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses un angel caido en el barro democrático. Hube por descontado mis maestros y epigonos que abrieron senda antes que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio Suarez un falangista hijo de un médico de Dailiel al que los rojos fusilaron en una uneta un dia de niebla de noviembrew a favor de la oscuridad y de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por Somosierra se pasó. Era un hoven periodistas de flamante pluma al que sus jefes enviaron como coresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aqyuella brillante saga eñ mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le cupo la gloria la gfracia y la desgracia de conar el holocausto o lo que sdicen holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades de toda la guerra  pero el angle del mal se surve de aquel incidente hustorico para acabar con el drama de la pasión del Señor. Llegó a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del bello enclave magiar que había sido sede europera de toda la judería y donde los judios habían podido convivir con los cristianos sin fricciones. Las fortalezas volantes norteamericanos acabaron con aquella buena relación. Lavalia en la cidad valia muy poco. Por unos pengos podías comprar un salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de salchichas. Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de aquellos proceres del periodismo en Nueva York. Cuando el gran Filipo blandía `puños cerrados en Manhattan y amenazaba con emviarmps a topdos a un campo de concetración o fusularnos. Tenía como adlatere a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les daba vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a los pechos de las principales universidades californianas
 Ahora contemplo la magnifica visión amurallada de Segovia desde la Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
 Los mandilones dicen que allí estaba el cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a contar la historia de mi amigo Manahén  Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles. También nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía de ser algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a sus amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano típico.  Segovia "peccatrix" pecadora y cicatera. ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, gente del bronce y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes.  La vida me hizo mostrarme escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán, el Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con eso de que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo, vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano demasiado viejo para cambiar de religión, sin perder de vista la tradición y el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador que es polifónica y habla de mil maneras y en diferentes tonos a los mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo.  Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos avisa:
—No derramarás sangre ni semen.
—Bah, eso de la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por otro nombre tetas.
—Pues si no hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas de haber dado al traste con la unidad patria.
Me subi a la alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para viajar al presente y al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza. Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración  y la tánica pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una  vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos.
 El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco)  la miruella como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual  de mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
 Rezo la plegaria acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido constituido en estrella filante.
Rezamos, pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos de “Ab Urbe condita” Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios,      que todo lo toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas “porque no todos tienen mi  mismo cuajo”.
Vieronse escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas el culo:
─Tente que te unto
De su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”. La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos  de Segovia estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa dijo:
─Os pasa por judaizar. Ya sois míos
En la plazuela del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
 Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron ciegos de  tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la griega la hija de la Federica no vaya a ser que metamos la pata hijo no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
─Parecéis oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso con aires de desafío.
Todos se encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su estandarte enhiesto  y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había sido arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
─De Segovia ni el polvo las zapatillas.
En aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito.

Retumbaban las voces en el transistor del coche, tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión lúgubre de resucitado. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba el lúgubre cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de "No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos. Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
 — Nosotros vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil. Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte. Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no se quedaron a gusto.  Aparentemente los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen, volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé "este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado—  y el Regimiento de Artillería en el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado con consistencia de siglos  con una inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.  
 

Voló a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros y empaparse de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios órficos a pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces. Era los “alectoria” o quiquiriquíes sagrados que alegraban los himnos de los flamines a los dioses peanes los que se quedaron con nosotros, no esos dioses de los que nos han hablado y no vimos nunca. El Sinaí permanecía lejos del Monte Aventino. Había que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables plegarias.

Los dioses otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te unto. No te muevas, estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu puro cuerpo de ángel no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni sed ni sexo ni actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento circunvolar los espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de esa materia pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar. La transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el milagro de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de Tito Livio y la historia  romana no guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Via Apia, subí las escalinatas del Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus el bretón, me honraba con su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las hosterías y tabernas romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones religiosas, y temeroso de Júpiter, como buen celta hombre supersticioso. En su tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosos familiares quiero decir los de su tierra: a Epona diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater, el dios que golpea con el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que la imaginería popular representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn de los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daba culto a la trinidad en el tríptico de las Matres la triada del padre, la madre y el hijo padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de la diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas deidades incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos son mi fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para torcerle la cabeza a un toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer correr a los leones. Mañana son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo lucho contra el diablo, amigo.
Prometí acudir sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo un canto que había pasado a manera de talismán por la piedra de Juvenal en la muralla de Segovia frente a la casa que me vio nacer, pero prioritariamente estuve contemplando a aquellos seres míticos cuya imagen había estampado un imaginero cretense amigo del gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un toro monstruoso que arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario que acoplaron los cristianos a su religión). Bulleron cabalgaba a lomos de Pegaso el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos enormes alas que pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a la Quimera, el monstruo fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del mino tauro. Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la arena luchando desenvainada la espada con su hermano Atocles, los dos eran hijos de Edipo. Completaban el friso las grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco y el dios Pan, Tirso con su vara Ariadna en la confusión del ovillo, Sátiro que fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso, el Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de los violentos y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud. Todas estas deidades empezaron a parecerme razonables como exponentes de los vicios y virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades superiores pero con encarnadura humana. Los retores filsofaban en el foro sobre la esencia de las cosas, el origen de la vida, las propiedades de las plantas. Ni Platón ni Aristóteles ni Seneca tenían en sus dominios la clave de todo esto que nos envuelve. Del bosque llegaban los alaridos de los scutia, eneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr a latigazos por el bosque a sus esclavas. Roma se divertía con sus juegos seculares. Los 135 días de circo se marcaban en el calendario (magni joci, juegos magnos)

 






 

MI AMIGO GUMERSINDO ARIJE

A Arije me lo encuentro todos los días yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras africanas. Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo de infantería, herido de bala, abierta la sahariana con los ojos turnios agonizantes. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Mi amigo quedaba conmovido al contemplar la estatua. Tarde de mayo dolor de España horas sin amor. Auras de juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la facultad, casa de ladrillo rojo. El cobrador era un gallego rubio uniforme gris como de presidiario y una visera-bonete con un guarismo de registro, por cima de la visera, picaba con gesto indolente los pases que eran veinte números desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo.  el trolebús arrancaba. No va más. Billetes por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al bajar a la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un catalán clásico emblema de la sabiduría y perfil romano. Aparecía sentado en su telonio como un buda mirando alegremente para la juventud divino tesoro que nunca vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista que arrimaba el culo arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material. Hambre sexual de los sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba del placer que suponía a los milicianos invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas daban gracias al cielo sin importarles mucho ser mártires victimas de las sacrílegas turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer piso y se la veía muchas tardes mirando por la cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas de rolliza manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal. Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”. Por las noches en las campas circulaban por los solares del Canalillo mujercillas de virtud incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta; un polvo con goma un duro.  Frenética actividad meretriz se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los amaneceres sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro y a lo mejor el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en África.


Él vendrá a separar a los buenos y a los malos. Apacentará a sus fieles corderos y derramará la sangre de los cabrones y cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las pascuas nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo Arije mis prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de levigar aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud. He oído las palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al firmamento "Satis est vixisse" y así subió a los cielos. Los viejos de la Inter no creen en esta frase porque lo único que les preocupa es llegar a los cien años a fuerza de hierbas cordiales y de visitas a los galenos matasanos. Mejor no ir porque te mira el Esteban y te dice que tienes un cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios quiera. Viva la gallina con su pepita". Quieren acabar con los septuagenarios de la patria. Roban en el banco, les copian las tarjetas. el latrocinio y la protervia habita entre nosotros. Veo la cara alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios con la oreja pegada a la radio de la Inter en un furor encaramado angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de las tardes sarcásticas sin amor el cuerpo doliente huyendo de ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la red, me entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración, arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín con algo del rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor liturgia es la polifónica rusa. Internet me sirvió de alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin que ya es decir pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa de pascua.
 Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas se apodaran de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los malos pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la casa.
 ¿Viste el espich que nos largó don Felipe?
 No me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se me atragantó el turrón. Para mí el único rey que vale es el la baraja. la monarquía viene del mono y en España siempre tuvimos a los borbones una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva.

Crecen los días y suenan por algún rincón del cielo rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos galaicos, espantadazas del paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas navarras al son del chistu, juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una visión muy folklórica y así le iba. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las maniobras en la red de la incomunicación digital la gente enviando guasaps dándole al dedito a mogollón. Todos dicen que el diablo no canta aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos filos y de los sermones del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de los infiernos y allí vivimos cómo se cocían una recella de obispos y pontífices máximos traían en la mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en las posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
No puede ser
Porque tú lo digas
En el altar mayor de la catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón el infierno es una casa de acogida alcancé a ver yo a un mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulos que daba la bienvenida a los colegas recién llegados con una plática en la cual les decía que estaban en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale nunca. La cueva de los castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que crecía en el bulevar. Santi de vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne de serpiente y cañas de aceite de ricino ración de patatas bravas envenenadas, arenques y pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba también como la madre lo parió pero ostentando la tonsura y la cogulla sobre un sillón de nogal aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos de la barba. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección de los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su número era superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva de políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda, Máchele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de mayo que devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de la masonería europea tocado de yamulka y enseñando las filacterias de rabino bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el tendido en la silla de don Tancredo fumando espero, Putin como un zar de la kagebé montando a caballo y disparando misiles, Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario, Berlusconi con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio y no sigo la lista porque la perversidad infinita se había apoderado de los dirigentes del globo terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos respondían los condenados con frases hechas:
Con tanto malvado como hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía el infernal demandadero y les daba la vuelta a la parrilla para que se torrasen un poco más como san Lorenzo.
No había en el infierno aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar y crujir de dientes, y para siempre. Para siempre. en medio de esta algarabía de voces y gritos y blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. la atmósfera era salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta se apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia cumpliendo las órdenes de Lucifer de manera implacable. en aquella alcaicería del furor los que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal viva:
  ¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos confesión en la hora de la muerte?  lloraba un cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a Raspín aquel extremeño que arrimaba las putas al colegio cardenalicio?
  Penen los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas del purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes pudendas donde tanto duele.
Atollite portas antiquas abran la cancela pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad santa había sido bombardeada por tres misiles nucleares. me quedé pasmado ante aquel cuadro de destrucción masiva. Alligieri Dante me señaló a res prelados de blanco que la impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la gehena. Eran Pablo, Juan y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la tasca Julifer también lo llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde y acudí displicente a la hora del café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la Constitución bajaba con los refrescos para refrescar a los sedientos praditos con frascas de vino perronero que los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid Dios que buen vasallo si hubiese buen señor nuestras mesnadas fueron traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta Umbría era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se acercaba siniestro a los montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero del mar de maldades era aquel aposento que yo columbraba.
   ¿Qué dices Etsi?
  Yo no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste abandonada para irte con otra.
Le dije que había navegado en galeras remando contracorriente con toda la canalla de un barco que iba a ninguna parte y ahora me esperaba aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado al que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se come ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad. Sicio. Tengo sed. Un verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el Santi  diome a beber un potingue de cerveza calamocha mezclada con zumo de rabo de culebra.
  No es justo   lamentabase Gumersindo Manahén Arije que en las zahúrdas de Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había pronosticado. él tuvo también esta visión. Se ha torcido mi destino cual tibia de alcazuz que cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre altanero que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de los tilos de la avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de autobuses urbanas. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias por el bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba el ojo. Ellos a lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas que tiraban las niñeras cortejadas sobre los bancos por militares sin graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla: "La viuda rica que con un ojo llora y otro repica, la hija recogida y nunca consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la ciudad con sus deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las bostas de palomizo y perrizo porque la población canina igualaba casi en número a los siete millones de habitantes que tenía Madrid                                                                                 

La escena del cabo moribundo de bronce en manos de la enfermera me recordaba a mis compañeros del tabor de regulares cando serví a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía muy ufano de haber hecho la mili en regulares y cantar por lo bajini aquello de soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y orgulloso de haber sentado plaza en él. Florence Nightingale habita entre nosotros y si no hubiese sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la coruja en la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el firme del bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos. Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los musulmanes y ellos creo que me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar.  Dicen que es un pecado matar en el nombre de dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por Reina Victoria. Debo parecer un paracaidista inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo de la reina que acontece en London en el bello día de junio. Me dicen los ingleses que, como su Majestad le da que se las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se le acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede que se plante en los 115. Así que el heredero, al que llaman el Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo tiene claro.
Tengo una gran colección de arabismos que exornan (palabras que empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural quiso que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan con las barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso fue patrón de los godos durante  siglos hasta que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo le costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que defendían a santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso, al grito de Santiago cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire, queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva, por eso somos un país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser precisamente la que me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo místico. Quiero que me penetren. Voglio una donna.
Apañados y apretujados íbamos aquellos estudiantes sardinas en lata del futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco de Santiago. Por estos tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se dan a la fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo por lo menos le prefiero a la Mística Doctora que, según revelan ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así que aun entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria, sin saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero de mi cachimba, fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico de los neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió más de cien años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín. Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los años. Es el antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con la harina del trigo trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino y habla despacín no nos oya el mío vecin que diz en la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas. Que allá darás rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra sin agua no aguza en la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos un ratón papal en nuestro granero y se hizo amo del cillero.  Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy grande. La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá comprado en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de futbol del Chelsea. Se paseaba por la acera de los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde Kelly. Aquel amor lo desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta de la iglesia, se fue con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el refugio de las decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban los arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la Calatos vino a verle al piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagose el tizón pero todavía no parece el que lo encendió. Dio la piedra en el canto y mal para el cántaro. De tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se le quebró y vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne de barítono dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora no se gana en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero había una vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería abandonada. El vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón abandonado era el refugio nocturno de los vagabundos del Este que trampeaban por la avenida. Que al as de oros no lo juegan bobos. La floristería era una vecera de cerdos humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce que años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana. Leña de romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y huerto y un hogar do calentar las posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos vamos a donde dan. Campanas de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en Sevilla y viva la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para quien sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado que porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la barba en parroquias como el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se hereda y el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce de la floristería después de estas subidas y bajadas, cuando perdía el último autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a su hogar, así que quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos por los colmados alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días que atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en su casa, aquel chiscón que había comprado con sus ahorros en Majadahonda. Seguía escribiendo al dictado de la botella porque para él la escritura era una purificación una catarsis para un tiempo en el cual la poesía había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el camino a muchos se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego vienen los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria, soberbia, homicidios, omecillos, robos, desfalcos, temeridades, contumelia, bandos, disensiones, mecachis en la mar. Acaso el proel de los vicios sea la protervia que la soberbia reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que marchan delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera craso intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como los naranjos que portan poca médula y cáscara canteruda, me aflije a mi la mucha cáscara y escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las mujeres que he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”. mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvalora y por eso echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque el poder cognoscitivo de las potencias del alma acaso se mayor de lo que se cree. Son poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por primera vez que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En el Kiss bailaba la bacante Micaela. Había algo divino, un halo superior en aquella negra.  Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de aquel cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran Vía un argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la mano de rábulas vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises eran negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son los cuatro espíritus vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y Expultrix.
Según Roma, la tribulación aguza la inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los humanos. Para los talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba Santi el del Julifer, el bar de la esquina, hecho un brazo de mar en su telonio despachando cañas de cerveza y mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre. Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia civil franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga estoy jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y el Santi que aquel día se había levantado con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el secreta. Además repuse lo cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo que fue la mafia rusa y Santi corroboró:
—Je a éste cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia. Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Santi era un suma y sigue de su hermanan Leonor a la cual le gustaba faltarme al respeto cuando subía a tomar café de las mañanas del tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo una en los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente pide bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es de plata y ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Leonor era una verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera para caer mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero de mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba con mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una  sacerdotisa de Venus echaba las cartas, dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de Galicia aunque ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas en el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la curia, hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién yo?
—Sí, tú. No te hagas el longuis
—¿Por qué?
Buscas el trato torpe con mujeres públicas. Eres algo seductor y encantador de serpientes pero insensible al dolor ajeno. Hundes tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos y me da que eres algo impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue corroborado por el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes
El camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico de manera contundente. Seguramente había leído a Freud. No. Eso imposible: Santi era de los que jamás han leído un libro. Esos españoles que pertenecen a un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de vanidades. Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas, mala cosa. Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leo nos miraba desde el alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No merece perder el tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute con los jubilados, me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas caso a esa bruja.
Pese a las impertinencias y humillaciones, estaba yo allí todos los días a la hora el cafetín. Me atraía el abismo. Templanza. Moderación. Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un par de hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi llevaba razón: yo, arrastrado de mis malas inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de convertirme en un asesino en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque me daban ganas de vomitar y después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho morenote esa lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea de los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un gobierno de corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por la política que torna a los hombres tristes y rencorosos Por las noches se me acercaban los vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi dormitorio. Alguien soltaba el buho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza en una rama del árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios que montaron el chiringuito) para que la Leonor me escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con un aire místico si me pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción, recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida daba vuelta y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha se le iba diluyendo hasta que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a la hora de vísperas. El impulso cinético concluido, el trompo quedaba tendido panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo. No había matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas sino porque ya iba para mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no es el amor mercenario sino compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas de las brancas del crecal que es árbol sagrado. Que hay moros en la costa y centinelas apostados entre los merlones y almenas de la muralla de Niebla que es la más importante de Andalus. Con que ya me dirás Ruibrás. El zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a compás de los tiempos de la gran zurra. Había que ahogar las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse de la opulencia de las cosas nuevas de las gentes que van en el metro mirando para la consola de su móvil y meneando con agilidad el dedito de la comunicación virtual que se mide en baremos de incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que llevan a las masas a la fantasmagoría de las redes que son las nuevas arpías de los capiteles románicos donde todo está dicho y augurado. Se nos aparecen los monstruos de dos cabezas y la mona que se muestra impúdica ostentando la gran vagina de la mandorla mística. Lo que iba a pasar en los tiempos venideros ya lo sabían los constructores de catedrales del siglo XII. Las iglesias estaban vacías pero las santas pobres mujeres seguían acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
¿A causa de la tos ferina?
Paez que sí
Llevaba el féretro un carro tirado por un tronco de corceles blancos y a Arije que caminaba detrás del cura portando la cruz alzada y cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras tanto, los narcopoetas escanciaban yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas desde que se popularizaron los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del orgullo vaginal.            rNo somos poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución feminista en qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar la vida. Yo quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En España escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los infiernos ya me lo habían dicho:
Arije, tú nunca entrarás n el paraíso. Mala suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies es para las ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo fui por el mundo anunciando nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia y mediocridad. No entendían mi lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio temporum latina y ellos, pagados de si mismos, se creían los reyes del mango pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador, verdaderos “maqueraux” de los portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en Stalingrado y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la ultratumba. Escucho los tambores que anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y todos los que cayeron en aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se derrumbó entonces y vamos muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo llegaría un día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás sobre el áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te ataron. La nieve y la escarcha (Imbert et nix) pasarán pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura nos largará una estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que se abren y cierran en libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se grabaron en la piedra de los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi infancia. La piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá. Haplología cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia, fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la modestia y la abstinencia que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen banzo son las virtudes más importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste y la guerra los más destructivos. Después como todo se renueva florece un tiempo distinto ex novo el abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son crucificados porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de teloneros, de periodistas comprados, y  de abogadotes rábulas picapleitos. Los globos se desinflan y se estrellan contra el asfalto del Paseo de la Castellana en medio del estruendo de palabras altisonantes altoparlantes: democracia, solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo, derechos humanos, lucha de género que ha venido a sustituir a la lucha de clases, el euro, la Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa. una verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Y de apoltronados en Bruselas. Ya no hay propiedad privada la gran aspiración de las clases medias merced a la corrupción sistemática de los partidos políticos que operan bajo la fórmula de “I will buy you out”. Somos unos vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y jactancia en este mundo sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Nos dan gato por libre cantidad por calidad y eso sí grandes superficies y Black Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una almáciga de mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean más corruptibles y manejables
  Una cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían mandado para acá estaban sentados sin trabajo.  Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos mientras dormían descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema zupia calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo menos ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban de brazos caídos porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el paraíso.
— Venimos a España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna lástima te han de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi
 En ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio. Me daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con las abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente corchos de botella con perdón pues así tienen el talle y cara de buenas personas casi todos estos ecuatorianos inditos que a mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las españas sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en una hora. La Leonor estaba de muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá donde el Duero se va a cantar fados a Portugal.  Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del frontón de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien dirá que no son cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes familiares que a mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque ya van quedando menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad.  Día  sí y otro no,  cocido maragato con su compango, chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había detectado algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres gafe todo se soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es muy habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con dinero Baden- Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi comensal era victima de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los italianos denominan la jettatura. Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo soy capaz de hacer las dos cosas a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto su mujer Brontea haría un par de meses y a la legua se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar solos porque le falla una cromosoma de la falta de emotividad. El buey suelto bien se lama. Había sido un marido dominante y posesivo que había dado mala vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la cama allá que se iba pero ahora todo eran lagrimas duelos y quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le nació tonta y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa era otra. Pero ¿tu eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del zamorano cada uno de los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por la izquierda.  Cuídate y no te apures. Todo eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe, te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera. Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como si en el alma me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No tenemos mucha suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta abajo me he bebido cubetes enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas de nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vas electionis? ¿Será eso por lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad. La Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los  bajos instintos. Es un Madrid que me daba cien patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una parrafada que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a la Verbena de la Paloma sobre un lauril en “La Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como arrancarse por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones Nesti para los amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva visera de los de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral. Pero lo perdonó. “ese seguro que reventará cualquier día como el lagarto de Jaén sin que nadie le siente las costuras y le haya partido la boca por mentar a mi madre, que se muera. Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando en suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la  poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo otra alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba las madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los gallos quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y poco a poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio laberinto y de su castillo interior a la negrura de la noche tenía una explicación. Se había pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping por televisión hojeando a rastras insustanciales periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la belleza no estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo exuberante que por una vez se retrasa mostrando sus líneas. Para él la belleza era la filocalía. No estaba en torsos ni en senos flotantes sino en la belleza interior. Una mirada una palabra amable una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan comido: ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos laicos. Los gimnasios habían sustituido a las capillas en su misión soteriológica. Era el síndrome de la catedral vacía de fieles y llena de turistas. La descristianización progresiva, los largos puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La barra fija. La bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel habían sustituido a los curas y a los obispos. Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios, derribaron pulpitos y ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una fabula que se inventó el Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo cambió. Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte de un geo. Dios aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era buena persona en realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la culpa la tendría su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su obra anepigráfica.
—Tío, eres todo un baluarte
—Pero carezco de antivirus
—Que va. Lo que pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya lo sé.
Había que quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.

Todas estas predicas difundidas a beneficio de inventario sin embargo no valían para nada, no le decían nada. Arije se paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte. Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a guantazos y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A que no me coges.
—¡Uy esos! Parece que van mal.

Por fin llegó tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al intercambiador Digital una cochera inmensa debajo de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros actividad frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar don Cejas para la Trinidad pero puso algunas objeciones la Celadora de la Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe unos por otro y la casa sin barrer. La Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora punta y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una fuina se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de hablar. Seguramente que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El 39 fue un año triunfal. Ese año un primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que bonito! —dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza que nos interrumpe. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué puñetas  hacéis?
—Estamos conspirando.
—¿Así, con ese uniforme de penitenciarios? Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Los romanos más que escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete. Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de poeta y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al pobre Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña.  Todo es extraño. Los rostros, mohínos y distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata. Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas esterones, artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor. Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros. ¿Entonces de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete a casa. De noche en Madrid todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La conversación con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso exarico para los que Madrid nunca será Madrid sino Majeriíta. Al menos ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estas perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas al contexto hermeneutas perdidos por el vaho del mundo y tratando de entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio. Señor, sálvanos que perecemos.

AÑO NUEVO ESCUCHO LAS CAMPANAS DE SAN DANIEL

Primero de año estreno doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después del gran catarro que amargó su nochevieja. Escucharon villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa sobre todo que es la música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto. Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Lo que más le gusta dél es su devoción a la madona inspiración jesuita. Al final del oficio se cantó ante el pesebre Alma redemptoris mater pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la Circuncisión llamando a la misa de santificación del Santo nombre de Jesús. El bronce del campanil decía (Arije poseía un segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango[1] y aquella voz sonora del viejo monasterio  san Daniel uno de los muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro constituido por torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que circundaban Madrid por la parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas que había aprendido sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la doctrina con moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el corazón. Es la teología, las súmulas tomistas y el gran acervo de la tradición. En el monasterio de san Daniel escuchaba la misa de cazadores el rey Enrique IV al alba antes de recorrer los montes del Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre rey segoviano lo envenenó un monje por mandato de Palencia cuando regresaba del monte sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar una pócima de hierbas con mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido de aquel modesto campanario hoy convento de monjas le llenó de paz. Las aves huían asustadas por el cielo de Reina Victoria, las palomas buscaban refugio en las helgaduras de las tapias. En el Islam no hay campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta pero Arije se sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos zorros demasiados obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña que crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era adolescente y no podía desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez o por prejuicios. Arije era tozudo y no precisamente uno de esos que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le gustan los cantos de alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la liturgia converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración sacrificial y canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de cultos en su capacidad de católica o universal, apostólica pues proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos que por desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en los cultos (santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental existen varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano francés, el medulano de la iglesia de san Ambrosio de Milán el bizantino griego y  muzárabe-visigótico que aun se celebra en la primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su españolidad y sus adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías — hesicasmo o repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios como los kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo en el ultimo evangelio han traducido et tenebrae eam non comprehenderunt por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que significa es que la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los motetes, los himnos eucarísticos, las secuencias forma parte de un fenómeno privativo del cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los otros credos. Es el Cristus Musicus que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor. Además, las vernáculas han despojado a la iglesia de su universalidad ingénita. Arije no podía por menos de vapulear las enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene la obligación de estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas como el latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que estudian constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay muchas cosas que no se entienden sino a través del legado de la fe. Y estos misterios nos vienen de los ritos órficos de donde arranca en parte la liturgia romana que quiere quiso cristianizar el paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor, normativa y regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que llevaban los legionarios cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá desconocen esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el depósito de nuestra fe a los pecados de la concupiscencia humana es una aberración. La liturgia católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que el teatro nació en los atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare, Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y cimacios románicos con la representación de las sibilas, el infierno, los martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados algunas advertencias donde colocan sus posaderas los canónigos sobre la presencia del maligno den el mundo al cual la Iglesia trata de combatir. Es el zlo  de los ortodoxos rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las bajas pasiones y los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas consideraciones y halagado por la presencia viva del Cristus musicus se santiguó y entró reverente en el pórtico de la iglesia de san Daniel. Las campanas seguían propalando su melodía a la ciudad de Madrid anunciando orbi et orbi la Circuncisión del Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.

Bajé la cuesta, era tan empinada que con frecuencia el tranvía se atascaba por no poder con tanta gente, los estudiantes se bajaban y a empujar. En una esquina la casa chalet de Sebastián Miranda que velaba las armas cara al sol y los aires de la universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y llevaba los sones de aclamación cuando Collar desde la extrema izquierda marcaba Gooool, el grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad Universitaria, aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti. Gumersindo Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido derruido, bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles, estanterías de libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El ordenador dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no quería archivar nada porque todo lo antiguo no valdría para nada. Toneladas de revistas y libros de una época fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la memoria histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Él para contradecir al patán llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente de la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató Cerrolaza un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departmento de Germanistica de la Central. Por el ventanal de la Biblioteca penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue un tiempo de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su pasión por España. Desde allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con una pierna de menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba a ver a la Leonor o se daba un homenaje de cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los postres besaba el retrato del Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me dices ven lo dejo todo.


El bulevar en rampa de Reina Victoria cambió de nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de Salamanca. Ya se sabe lo que naturaleza no da no te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres. Los másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos de Donald Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio por la Casa Blanca. Escogió el camino  corto: afiliarse a la CIA y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los generales de las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y derruir, machacar, mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta. Acaba con los Españoles sin piedad, límpiate los mocos con la bandera de España y luego los trapos que te sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el obediente Pedrito cargado con sus masteres, arrastrando las chuletas de las páginas que copió con su cara de guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en un nuevo Vietnam los gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar féretros de soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba la manada. Gora san Fermín.
 Todos los días en Madrid es San Fermín y violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada recua mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que llamaban el prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía de los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y haciendo un standing up se la pasaron por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió un rábula en defensa de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos casos no se puede demostrar el estupro.
Hubo en el país una verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle indignadas al amparo de la consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los sostenes a los magistrados se quitaban las bragas y se las tiraban a los magistrados a los hocicos. A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada se creyeron los reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en efecto llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días se mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello, relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de fornicar sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres pero la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto separada de su función primordial que es la maternidad y la familia. Arije conmovido y enternecido por aquel zurriburri oyó a uno que bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín bajaba por la Calle la estafeta algo borracho uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por los inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es este”. Pero se rehízo del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la Cope los curas la Iglesia, el rey la reina, los alguacilillos actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña de alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos se creían superman y otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce pero masticándose las tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame perro. Las estudiantes de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las aulas en la juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y recordaba a la gran mole escurialense para dejar pasar la procesión y contar las nubes.  El Prenda se la cascaba mientras se columpiaba en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se conoce que con el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y quedó castrado sin remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no escarmientan y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas en el clínico y los tranvías venían atestados de hombres y mujeres que acudían a ver qué tal andaban sus parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera de boj que circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y la morgue no daba abasto para aguantar la lista de los fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un viejo. La pica es la reina de las armas, es la fuerza de la escuadra veinticinco palmos para herir sin ser herido. La Pelona no cesaba de ahincar banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va por delante ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en Madrid. Todos acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y todo en la vida es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel del mar y el trigo es cárcel del pan. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales, manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda la infantería perece cuando la Pelona se empeña. Porque contra ella no caben maulas. Pese a todo tenemos la obligación de ser dueños de nosotros mismos. Arije contaba las nubes mientras con el rabillo del ojo seguía a la turba de los violadores en cuadrilla que se perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se puso en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
Quiero más. Dame más
¿No tuviste bastante? Pues vale ya.
Chavala, tú eres insaciable.
Give me more. Give me more. I want it now.
Otro toro que este no vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica historia de los violadores en cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin ningún pudor.
Él pensaba en Etsi aquella novia que tuco y le hacía el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que fui, pensaba para sus adentros, con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más letal hasta que se inventó la bomba atómica fulminante y esparce un hongo de muerte al estallar. Carlos V el emperador se lamentaba maldita la hora que a un chino se le ocurrió descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y la mecha cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja. Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año 89 todo ha cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de Méjico la más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?


II
LUNA DE ENERO

Lunas fuertes de enero cuando las gatas tienen celo y en las radiantes noches los árboles desnudos tiemblan bajo la helada. Había pasado las navidades en su tabuco acariciando sus recuerdos circundado de libros y de papeles. Le vino bien a su salud el ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras. Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo alto de la cúpula, casullas recamadas y el diacono que cantaba:
Xristós rasdaets piite i pklanite yevó (Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundado de caras guapas hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que recitaban los compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se habían la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de redención el ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes del presbítero puntero que iba señalando a los oficiantes los pasajes de las lecciones y de los himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio tenía la clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos días en España: atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En Andalucía pastos y cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres putas se desnudaron en la Plaza de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por donde amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Ierusalem desolada est que cantó Jeremías. La Bestia utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail profería sus blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
  Los feministas follamos más y mejor que los de la ultraderecha,
La palabra ultraderecha y fascista no se le caía de los labios a los de You can que se sentían amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento que arrasaba. Mucho presumir de potencia sexual y seguro de que el miembro no se les ponía erecto para cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver con la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo contra el Sanedrín y se sentía satisfecho consigo mismo por haber dado testimonio pero sus días los pasaba oculto en su esconce y las noches las pasaba en blanco a causa del dolor de España que lo afligía. Después de salir de la cárcel por haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su vida pero tenía demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar la pensión el resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada sabía de su familia. Etsi había venido a verle dos veces a la cárcel pero desde el año 92 no volvió a saber de ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció radiante. Los niños de Madrid había sacado a la calle sus camionetas, sus hombres araña y las muñecas que les trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche mágica. Ponía fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar el mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo celebraban las saturnales. Las doce noches venían marcadas por la tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras, eclipses, pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar la Tierra, terremotos e inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el hombre ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda la Europa nevada en su trineo buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto espirituales como corporales se sentía contento. Había llegado la hora de romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer. Allí todo seguía igual que hacía diez años. El Santis en la barra y la Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta salutación:
—Coño, yo creía que te habías muerto.
No supo qué decir ante tal insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una botella de vino. De postre arroz con leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre la derrota del Madrid ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó el local satisfecho y por aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó su buen humor pero ya en el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal, señor?
—Si llamen a una ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia. Cuando despertó estaba en el quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de mascarillas y de electrodos, enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico una muchacha joven se acercó:
 — ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por amigos míos
—Señor, pues en las lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un veneno que puede causar la muerte pero al parecer es usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado de estomago. Creo que se recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo por sus pecados y un aviso del cielo para no volver a pisar nunca un chigre, tabernas, una fonda sin homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos y de la Leo. Otra vez la Divina Misericordia estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero cuando las gatas entran en celo.

SAN ANTÓN LA GALLINA PON

Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo, al abandonar el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta de un manto níveo bajo los arcos del austero  monumento a Mota y Marín, aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro, que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba a unas manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de haber sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre con un fármaco antídoto de neutralización de la belladona.  El Santi y la Leonor vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un tiro, si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre
la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como
la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de quicio.


FUEGO AMIGO

Arroaban los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina. Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO

ARROABAN los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros y no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.

OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO

Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa, hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra. Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo, inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época. Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus sueños. Nilo Popín admirador de Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State. Surgieron como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos comprometido con su tiempo; 
"Don Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su compañero de filas y lo estampó contra la pared al conjuro de la frase típica menos montar en globo y dado por el ano pues no soy Olano todo lo que quieras. Le llamaron a capitulo, lo empapelaron y le dijeron aquella frase terrible de “mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector General que trabajar con don Palamón que era como se llamaba el bibliotecario era misión imposible que no se la deseaba ni a su peor enemigo. Con decir, mire usted, que tengo que entrar en mi sección cara atrás, como iban los ajusticiados de la Inquisición a horcajadas de un asno y mirando para Toledo. y con las dos manos guardando las posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que decir, señor Inspector general. Pero el mandamás puso orejas de mercader, se pasaba sus reclamos por los mismísimos, y eso que conservaba fama de ser lenible y no mala persona, que si llega a serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora ¿qué hago?, preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance e irme por ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer, escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de operaciones y allí que se plantaba cada martes con su vehículo, montaba el tenderete y se instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes. Había traído un taburete y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz que venían rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y tomates a vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros, a los que decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el punto otrora perahiles, licenciados de Flandes y picaros. Como el Potro de Córdoba, el Perchel malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid, el Azoguejo etc. Estas plazas españoles tan esplendidas tan aseadas enmarcadas en soportales fueron coso de la filosofía, albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida de la picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce pero también de hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de mujeres, de trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien había fallecido aquella semana, un crimen truculento como el del alimañero que mató a un dentista un día que regresó al hogar y encontró a la mujer con otro. Por aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el revolver de los ciclos, el girar de las estaciones por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y arrugas las viejas heridas, pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del común, sangre municipal y espesa a la sombra de la torre de la iglesia. El reloj de sol empotrado en gran hastial cónico del paramento de la iglesia de Santo Domingo debajo tenía un letrero que decía:

-Tempus fugit

Sonaban las campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su vozarrón noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por las socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se ganó a los moros sin combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey Abdelaziz) y pienso que cree en Dios aunque no lo haya visto nunca porque fe es creer lo que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como regalo de caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de sus paranoias con trabajos mentales, miraba para el cielo sumido en un respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don Francisco de Quevedo y Villegas El Grande y se metía en otro mundo arrollado por la cadencia de su prosa.
Por la puerta de Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un teatino salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo del culo escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por un maestro ocultista: Daniel Lebrato y trata de algo tan humano como son las ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás a gusto. Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el  mulo que según come el mulo así caga el culo por antonomasia. Peyose  Colasa que suele hacerlo a lo bajini atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el cuerpo humano y los nueve dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que son sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y el agujero de cagar, estos dos últimos son singulares, los tres primeros van en pareja y todos al de por junto empalman como el último de los sentidos, el que posterior muere, que es del tacto) aunque hay algunos que afirman la existencia de un décimo el flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de la Trinidad en forma de triángulo. Mas no entremos en teologías que la liamos. Pulso de mi lira la más sublime cuerda canto a la mierda.
 Según don Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el ojo del culo es el más inocente y por él poco se peca aunque a los de la cáscara les sea puerta del vicio nefando locus horribilis. Que de los placeres sin pecar, el cagar. Sí caga alegre, caga contento pero caga adentro. Y la mujer que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no daba el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y aunque no es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo tenemos tan guardado pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa, envuelto en unos dominguillos y envainado entre dos greguescos que cuelgan como dos falderillos, avahado en una capa que por se dijo béseme vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
 Sin su reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del culo que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan cuanto sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado yerbas. Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta aunque a veces lo agobie el picor de almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de los diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de haber cagado. Por eso cantan muchos coplas cuando desembuchan o leen un libro cuando van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida. Es docto y filósofo amparo de soledades porque se nace, se muere y se caga solo, es tarea en la que nadie te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser que seas malabaristas. La mayor parte de los cristianos, moros y judías se lo alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de ahora mismo que sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse sus miserias cada uno con los artículos de la prensa sural.
Le cumplen nombres infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia. Es la popa del barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales ayudando a la navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad. Los dómines latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse siempre al cantar de dos chantres porque juega a pares y nones entre las nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque es el portillo que tranca y abre la puerta de los mojones y también manojo de llaves por lo redondo de su forma.
¿Hay quien puje?
Tráigame el bacín vuesa merced.
¿No hay quien dé más?
Sí don Artur Mas al que la boca se la hizo un fraile
Pues que se meta las pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino cabalino.
Son provechosos sus mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento, en la naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la energía. Y como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo. El culo no suele meterse con nadie pero recibe demasiados azotes y descargas y en cierto bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo acullá suscita miradas lascivas.
Julio Cesar el emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el transcurso de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que más fuerte atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar tales competiciones le divertían muchísimo.
Compañero es del amor porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se tiene por seguro que haya habido coyunda ni amancebamiento. También declara amistad porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una pluma, irse de bastos, marchó sin decir adiós, señor de Argamasilla cuando sale chilla. Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú por tú que fuiste tú.
Tirarse un cuesco es asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos. Nadie sabe el por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos- la burra de mi abuelo también se peía- con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y la morfología esferoide de la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir el culo con las témporas"

El pobre Nilo escritor y periodista segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de las letras y no lo hacía mal sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia la Celestina "fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace falta". El Propinas tuvo a los dioses en contra. Había vivido en Gran Bretaña en los locos años sesenta donde había vivido sus aventuras y locuras sexuales y regresó a España tratando de abrirse camino en el bosque encantado de las musas. Es una selva más tupida e impenetrable que la del Amazonas. Le ahogaron las lianas de la desdicha. No fue profeta en su tierra pese a lo deslavazado e impenetrable de sus escritos acertó en su diagnóstico de los males patrios. Había comparado el movimiento Nazi Feminista con el Apocalipsis y estas malditas mujeres del vientre seco y del odio campaban por sus respetos. La Dobermana andaluza rubia de bOte y chocho morenote no dejaba de apretar sus recias mandíbulas de perra con prognatismo contra el partido españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso la zorra no se resistía a abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de víboras donde oda corrupción tenía su asiento. Habían perdido las elecciones los de Susanita pero se echaron al monte. He aquí lo que decía mi difunto colega allá por el año 78:
 Tras las conmociones del viernes de
Dolores – las profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e institutos de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo neozelandesa con su cara de kivui y su voz atiplada de cupletista pelirroja le gritaba aquella frase imponente, Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley en mano, y yo sólo soy un pobre mortal,  mientras hacían el amor en la scullery de su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio de hacer el amor y su engorde. Se había comprado unos pantalones en Marks&Spencer que le daban un aspecto payasil muy holgados de cintura y desde entonces le puso  el mote  de Emiliano Pantalones. Eran grises como la luz de atardecer que iluminaba su  penthouse de soltero en la calle Jardín de las Flores  entre Fulham y la Vieja Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro de la desbandada. Me producía una cierta tristeza Ya verán predicas incriminatorias, precitas instancias. El personal no quiere saber nada de nadie ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado de insolidaridad estamos llegando a los tiempos del 36, cuando los madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la Avenida del Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que decía: no me cuente Vd su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira millas. Venga radiales, duro que te pego horizontes de encintado vial de raya continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio  aquel que te afligía como cuando viajabas desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la A1 en tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a hacer pis. Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las fondas en el camino real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses lo son aun más y los portugueses para de contar. Todo el país es como si le olieran los pies. Huele a Fátima y a milagro. A melancólicas  cuerdas de fado. Cierto la tristeza tiene un color no puedo hablar no me entienden, acaso sea muda. No me cuente su vida oiga que es muy triste, no venirme con milongas. Llevamos unos cuantos años con las brigadas del amanecer haciendo de las suyas y no es el cartero que viene a traernos un giro o una carta certificada sino el polizonte o el comisario que llega a ponernos una denuncia y nos ruega velis nolis acompáñame amos anda... pero tú que te has creído... prédicas infernales... ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... harte el encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras leñes que ellos piensen lo que les de la gana... tan tan.. ¿Quién? Abra. Un registro. Es usted fulanito de tal.- yo soy Domingo García Sabell el jefe. Tenga la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que hacérselo por el camino. Puro tramite. El del mosquetón que te observa por la mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un maldito paseo al amanecer. Billete de ida al reino del iras y no volverás. De los sencillos y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de ojos claros y el culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero zampándose tabletas de chocolate. Por eso el culo se le ha puesto como un balón. ¿Qué decía vuesa merdé? Reñidas oposiciones, la vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante. Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble de la Red de San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos fagotizamos con tanta guerra civil. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono azul y la guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de aquella bella miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la vista de su verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el pelotón no me va importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían hacia Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas del ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar igual que conejos. Fue el que dijo: éste sobra pues sí sobra claro que sí. Lo malo es que había mucho más jefes que indios y los que maulaban y soliloquiaban que ya no se les pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo monto con la señora Marquesa, ale. La Política no interesa y el que escribió el estatuto prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me fibs. Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está el misterio y la maula. Mañana es domingo de Ramos y arranco para Segovia de estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo nací me tranquiliza pero no  es para ponerse muy sentimentales sino para precaverse. ¿Vienes pa muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las hermandades, los cristos rotos, el entierro de los gascones, la torre de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra la luna, el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos, un cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del azoguejo que nosotros denominábamos el arzovejo y al decirlo parecía nos dieran azogue, porque nos entraban las prisas. No es lo mismo decirlo como verlo. El diablo que aparece a lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el paso y los gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber misterio. Tampoco cristianismo se acerca la Venus Victrix la diosa triunfadora con su rozagante manto de Dolorosa que porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el que hizo el planteamiento pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo que los alemanes denominan spanung. La novela es un concepto musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en cintas multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del don de la bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus siervos. No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme en fárragos de burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la parada de mi barrio cuya marquesina se ha convertido en objetivo de los gamberrotes. Lo expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus  urbanas se denomina clastomanía, un vicio como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que vive en los chalet de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una cierta pasión ordenancista. El papado por ejemplo es una constitución carolingia y la Iglesia como la literatura y su pasión por los cilicios y las torturas mentales un cajón de sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema los visigodos con sus corregidores, bailíes, paciarios y el uso del sello y el balduque atado en cuerdas de cáñamo en los documentos oficiales. Desde entonces todos los clérigos son funcionarios. En realidad es lo que debieran ser los curas. Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner nombres en los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya empezamos todos a mear fuera de sillico. Clericus del griego “kleros” que no quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos que nuestras pretensiones y si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco más modestos, las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. He dicho.
Quedó Arije confundido después de la lectura de aquellos párrafos póstumos y contundentes. Que nunca verían la luz de las imprentas, condenados al polvo del olvido al rebujo de los altillos de su biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de domicilio, irían a la hoguera o vendidos al peso del papel. Vanidad de vanidades. Mala suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la guerra y caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la lucha de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres equivalentes: masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo, rajitas y rabitos habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos) él bajo a la calle y se subió al viejo cadillac destartalado que había comprado a un coronel americano de la base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera cubierto de polvo y cargado de kilómetros y mandó al volante que lo condujera hasta el cementerio de Brunete. En uno de los nichos que tenía un epitafio que daba que pensar "nací, amé, luché, vencí, perdí, morí ¿resucitaré el último día?" colocó un ramillete de madreselvas. La sepultura la presidía una cruz latina con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas escrito en un papel antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito ruso, que durante el sepelio sonase la grabación de una misa de resurrección que registró el año 87 durante una audición de onda corta por Radio Sputnik. Una de las aficiones del segoviano aparte de la literatura era el diexismo. Hombre profundamente religioso y reverente Nilo era del parecer que el Vaticano quemó su mandato divino y entregó al diablo las filacterias y las arras de su misión sagrada en el mundo. Pero si Roma prevaricó el patriarca moscovita se mantenía incólume en la doctrina y sobre todo en el esplendor y boato de su liturgia. Arije pensó que esto era una extravagancia de su amigo, no se puede cocear contra el aguijón, y que los tiempos cambian.
Depositadas cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo en el cementerio campestre de Brunete al lado de los blocaos y casamatas recuerdo de la cruenta batalla de 1937 la batalla de la sed se encaminó as Villanueva del Pardillo donde uno de su pueblo Rufino Vírseda fue hecho prisionero por la fuerza del general Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se estaban celebrando los funerales por su eterno descanso en la majestuosa iglesia de Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la amistad del comisario rojo y se pasó la guerra enchufado en un campo de prisioneros nacionales en Valencia. El pueblo trillero tuvo por milagroso aquel suceso que fue comentado en las Siete Villas, un milagro atribuido a la Virgen del Henar. El liberado colocó como exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en el Cuartel de la Montaña al entrar en filas. Cada año en el último domingo de septiembre acudía a Cuellar a dar gracias al Henar por haber salvado el pellejo.
Los violines sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo tiraba millas subiendo la cuesta de Valdemorillo acercándose a las dehesas del Escorial habitadas por fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que desde una rama de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba mensajes sabatinos a una supuesta vidente picaresca nacional. Arije aceleró cuando el coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se escondían entre las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos. Allí se acercaba gente sin rumbo los desahuciados y en desdicha en espera de encontrar cura de sus enfermedades y carestías. Los amigos de la Cuevas poniendo el cazo a cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron millonarios y compraron pisos abrieron residencias de ancianos. Arije que desesperado creyó en aquellos supuestos se pegó el batacazo. Un sábado vio cómo una pareja fornicaba furiosamente al pie del árbol de las apariciones preguntó al hombre:
─¿Qué estáis haciendo ahí sinvergüenzas?
─Quiero empreñar a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre, yermo
El paisano miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su tarea ya casi a punto de terminar.
─A ver, a ver─ contestó don Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver la vista se dio cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba verga de casi medio metro dos cuernos de morueco retuerto que le daban vuelta a la cabeza y no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e incubo como reza la tradición  y la que estaba entre sus piernas no era la vidente sino la alcaidesa de Segovia quien profesaba a Belcebú profunda devoción, hasta el punto de encargarle una estatua para ponerla frente al Acueducto, Arije dio un grito de espantó y huyó del lugar para no volver más a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con diente y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de Segovia.

Aquella garamalla sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y sus siervos y seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al año que viene en Jerusalén pero caminamos de espaldas al monte calvario- abolía el orden viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos, de  Júpiter Diana Afrodita y Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos e incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi me desternillaba de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no señor al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos anegamos en un marasmo de sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir a los mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas las mitras las cidarias el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de otro, negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.
Degolló nuestros principios sin espada.
─ ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otros?
─Por sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se rieron dél, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo con todo lo que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a piedra y los campos adyacentes de su pomerium  o arrabales, arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir de los tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel cerco se produjera.
─ ¿Y no escarmentaron los judíos?
─Por vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de cerviz, una alegoría de la sinrazón y estupidez humanas.
Era  Jesús un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; sin embargo no fue su obra atenazada por las tinieblas. Resplandeció su luz venciendo a la oscuridad. Sus vestiduras  de ajusticiado por una de esas carambolas inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto trascendente) y se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por los siglos de los siglos sobre aquel pebetero puesto que nadie será capaz de destruir el amor,  eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo, que de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales. Su doctrina no era de este mundo pero venció al mundo con su evangelio.
Debió de ser un revés para los sionistas mesiánicos. El libertador anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado por dos ladrones Dimas y Gestas. No me vengáis con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron ─la frase de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes─ mientras los mercenarios, puesto que no se puede hablar de soldados romanos, ya que el centurión Cornelio, un hispano nacido en Híspalis se negaba a crucificar al Mesías pero ante la contumacia del sanedrín “tolle, tolle, crucifige eum” (quita, quita, mátalo) no quería que el pueblo romano se manchase las manos de sangre y contrató a una partida esclavos sirios para hacer aquel trabajo. Los soldados de Cornelio estaban cabizbajos cuando se rasgó el velo del templo, hubo una tormenta, tembló la tierra y oscureció a las tres de la tarde. Para entretener la vela, mientras custodiaban al pie de la cruz, se rifaban con el cubilete sus paños menores. Y cuando “cum voce magnum” expiró…  sonó el consumatum est que hizo temblar los quicios de la historia, huyeron despavoridos y bajaban algunos diciendo por el monte Calvario atentándose unos a otros para no caer debido a la oscuridad que se hizo en el cielo de repente:
─Verdaderamente este era el Hijo de Dios.
 El Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde se vio?
La humilde túnica inconsútil era el símbolo del siglo futuro. El que busca su vida la perderá. A ver queremos; un signo pues ese no nos vale.
La vida  de todos los hombres por nuestra salvación se la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de 72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos y la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su barba taheña ¡Ah que nos miraba a todos con aquellos ojos dulces llenos de perdón! Del primer pecado de Adán Él, varón de dolores, nos redimió.  A mí se me hacía muy difícil de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los dioses con un cierto escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero.  Los dioses reinaban en el Olimpo para  castigar y enviar rayos y desgracias a los mortales. Si te enojabas con Júpiter, éste te taladraba con su gario y te convertías en rana.
Con los dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapio y se ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la barbilla, abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al Barquero. Tan  mala costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para que en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los designios. Oro, oro y nada más.
Fue ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros una caricatura de ser humano, un guiñapo.
Ecce homo… ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No queríais que lo castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? ─ dijo Poncio
 ─No. ─ clamaron entonces los judíos.
La chusma quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con palabras terribles
─Crucifícale, crucifícale, mándale al palo y caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
─ ¿A vuestro Rey queréis que condene a pena de muerte?
─No es nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé. Blasfemó.
Dada la condición vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo morbo, el de aquellos judíos soliviantados y nacionalistas, que el que impulsaba  a la plebe de Roma a cometer toda suerte de desmanes en el coliseo. Quería ver la sangre a chorros de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave, Caesar, los que van a morir te saludan.
Ecce Homo. Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el que llevaban los locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una caña en la mano por cetro y así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal democrático, por mano alzada, que sometía sus veredictos a votación en la casa de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la perfidia de esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar las cosas desde un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin embargo, el pueblo elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca tuvo paz consigo mismo.

Roma madre de pueblos ciudad del amor su nombre me retrotraía a aquellas tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio pasando paginas del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer Muerta. El aire frío de la ventisca  se colaba bajo los ojos del acueducto. ¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto de Tito Livio me sonreía desde la portada del libro de tío Livio que don Valeriano fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría cinco años en la Plaza del Rey habitando con el duende de las Siete Chimeneas. Jacobo I de Inglaterra vino a casarse con una infanta la cual diole calabazas, aquel rey moriría en la horca y su fantasma merodearía por los pasillos. Allí estaba un banco y luego pusieron un ministerio.  No sé si habrá un registro de los hados  que marca la ruta de nuestros designios. Vida errante. Soy judío. Flavio Josefo contó la destrucción de Jerusalén por las legiones de Vespasiano en castigo por haber dado muerte al Inocente. El templo fue arrasado y su velo se rasgó cuando el sermón de las siete Palabras. A lomos de prisioneros israelitas el Gran Candelabro de los Siete Brazos fue arrastrado durante cuatro mil kilómetros hasta la Ciudad Eterna. Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas quedó convertida en Aelia Capitolina. Fuiste señora y ahora esclava te condenaron a vagar por el mundo. Vida errante. Me lo contó Vilicus uno de los guardias que custodiaron la agonía del Inocente y al pie de la cruz se jugaron a la taba sus pobres despojos las sandalias, el lienzo de pudores, un peine con el que Jesús se acicalaba la barba, y no pudieron hacer partes de la túnica de Xto porque era de una sola pieza. Era el triste despojo de un profeta vagabundo que viajó por Palestina sin dinero y sin impedimenta. Un tullido que se puso sus sandalias se levantó de la silla de ruedas y empezó a caminar, Longinos el decurión enjugó su rostro enfermo por la sífilis en el paño de pudores que había llevado el Señor, aquellos santos calzoncillos, sanó. La gente cuando se produjo el desenclavo y bajaron el cuerpo de Cristo de la cruz quedó atónita ante las cosas extraordinarias sucedidas aquella tarde de Viernes Santo en el Gólgota: Las curaciones milagrosas y las resurrecciones intempestivas vieron salir de sus tumbas a los muertos de los cementerios y el propio centurión Cornelio cuando regresó a la ciudad despues de aquel servicio se encontró a su esposa Camelia dando gritos de júbilo: uno de los hijos del militar que estaba enfermo y casi en la agonía de súbito se puso bueno, se le quitó la fiebre y pidió punzón y tablillas para describir en el viaje que había realizado — el galeno Mincio que lo curaba y el flamine que le ayudaba a bien morir habían dado al joven por muerto el hígado se le salía a cachos por la boca— y así pasamos la tarde pensando en estas y otras cosas mientras contemplábamos la naumaquia y las peleas de gladiadores.
Hay que guardar silencio en el templo de Anguerota, la vestal que me introdujo en el mundo del silencio. Séneca me enseño a dominar mi concupiscencia desde el criterio de que el dominio de las pasiones sobre todo la gula es el pórtico de entrada a la felicidad.
 El silencio es inefable puesto que la palabra a veces ofusca el entendimiento y empecé a ver claro cerca del circo máximo. Los gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento cubierto de grava. Olía a embrocado y a sudor. Los reciarios hacían movimientos con la red, los andábatas extendían el tridente y un esclavo subalterno les enseñaba cómo tenían que gritar ave cesar los que van a morir te saludan. Un calificador catalogaba las posibilidades que tenía el etíope Ursus de vencer a un tigre que le soltarían media después. Se escuchaba el rugir de la multitud. Un sol de justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban llaves y estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero que debía de medir dos metros limpiaba el “anguis” o enseña militar con un dragón pintado que abriría carrera de la procesión de tres vueltas al ruedo y otras tantas prosternaciones ante la tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un tipo rechoncho de ojos grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su frente, llevaba tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un hombre vulgar de origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente risitas y carcajadas. Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la función, ya estaba “trompa”. Un “signífer” o adelantado de centuria trepó a lo alto de la columna trajana y soplando en un añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba el inicio de las espectaculares “joci” circenses. La chusma enardecida vitoreaba al emperador y gritaba:
           Panem et circenses
Fuese menester tener contento al pueblo y propicios a los dioses o no el hecho era que ésta era la política de los emperadores. Arriba y abajo. En lo alto estaban los dioses y el senado romano,  abajo el ejercito y el populacho. Por las gradas se veían sombrillas y parasoles para guarecer del sol aquellas caras tostadas de los libertos y el bello cutis de las matronas. Vendedores ambulantes recorrían los vomitorios vendiendo agua de nieve y pepitas de calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los contendientes. Unos apostaban por los que habían de perecer en la arena y otros por los gladiadores victoriosos. Cantaban sus nombres y se proclamaban “addicti” de su combatiente preferido. Unos apoyaban a Carneades un griego con cara de matón al que le faltaba un ojo que pegaba golpes certeros y ganaba todos los combates y otros a un tal Rufus venido de Hibérnica que era el terror del Coliseo.
El día de circenses las vestales tenían la tarde libre. Y algunas acudían a los juegos causando entre la hinchada admiración por su belleza serena y llena de quietud. La vestal maesa portaba una diadema sobre la frente; la joya injerta en amatistas, diamantes y zafiros hacía aguas deslumbrando a los espectadores. Uno de los gladiadores cayó derribado por su contrincante cuando se distrajo mirando para el tendido reservado a las vestales. Les daba escolta a las jóvenes una cohorte de los más fornidos eunucos, algunos de ellos provenían del Alto Nilo, eran númidas. Antes de entrar al servicio del templo eran castrados previamente. También custodiaban a las meretrices del harén del emperador. En el anfiteatro los númidas se destacaban por sus cuerpos atléticos, y el rigor con el que cumplían con su deber: mantener a buen recaudo a las vírgenes consagradas a Júpiter de la lascivia del populacho. Violar a una vestal constituía uno de los delitos más horrendos del derecho romano, castigado con la pena capital previa emasculación del delincuente. Una vestal tampoco podía ser condenada a muerte. Permanecían encerradas entreaño. Al llegar las saturnales, sin embargo, era quebrantada su clausura y salir a la calle. Se las veía pasear por la Vía Apia arrastrando sus peplos y ricos mantos de seda guarnecidos con as más ricas alhajas extraídas de las mejores minas del imperio. Roma no pagaba traidores. La gran solidez y consistencia que duraron más de seis siglos se apoyaba en la norma del derecho el cual a su vez tomaba como columna basal dos conceptos: el “jus” (derecho) y la “virtus”. Tuve yo allí un esclavo griego, Andronicus, que me enseñaría las pandectas y todas las intríngulis bizantinas de la casuística. Los hados y la superstición eran otra característica que servía de base a su concepto sincretista de la religión. Eran un pueblo práctico. ¿Por qué conformarse con un dios único — aducían los flamines sacerdotes de Júpiter— cuando la divinidad puede constar de tantas variantes en medio de una realidad tan complicada variopinta y diversa? No hay respuesta. Sólo sé que no sé nada. Lamentablemente, las religiones fueron la causa de muchas muertes y peleas entre los mortales. Allá cada cual con su creencia.
En un rincón del anfiteatro aparecían despavoridos y sollozantes como medio centenar de personas. Entre ellos había viejos mujeres y niños, unos se mostraban temerosos y sollozantes pero otros aparecían alegres y como deseosos de alcanzar la palma del martirio en la boca de los leones. Iban a ser sacrificados por haberse negado a quemar incienso en honor de los dioses. El egregio luchador Silvinus Carassus parecía querer arroparlos, dispuesto a defender a aquellos postulantes de una religión nueva predicada por un judío llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús su maestro había bajado del cielo para salvar a los hombres pero murió en una cruz (el tormento más ignominioso para un romano) condenado por el consejo de ancianos de Jerusalén para quienes era un blasfemo por haberse creído hijo de Dios.
Vistoso y abigarrado espectáculo el que ofrecía aquel recinto abarrotado ocupado por una chusma ávida de emociones fuertes. Cerca de sesenta mil almas contemplaban la arena desde los tendidos. Unos reían, otros lloraban a causa de las riñas frecuentes y otros jugaban a los dados. La ludopatía era el vicio mayor en Roma. Se jugaban a la mujer, a la madre, las fincas, la casa y perdían hasta la camisa. De pronto se notaba barullo en una grada. Dos espectadores se estaban pegando en ese momento escupía el vomitorio un pelotón de soldados que zanjaba la disputa a machetazos. Los juegos duraban todo el día hasta la noche por lo que había que traer merienda. Se veía a algunas mujeres comer a dos carrillos bocatas de jabalí o una salazón de pescado que llamaban garium. Regaban la merienda con vino aguado. Sobre todo las mujeres libaban de lo lindo. Apuraban las “pocula” (jarros) Una matrona que le había dado al pimple más de la cuenta se puso a cantar canciones obscenas y recitar versos de Plauto se llevaba las manos a los genitales y exhibía los pechos al aire por culpa del vino. La plebe empezó a silbarla y jalearla y se preparó todo un espectáculo. Estaba beoda. Había consumido dos cráteras  — casi una cántara — de morapio de Lesbos que en las “cauponae” (tabernas) se consideraba el  más fuerte. El pueblo se divertía con la vieja. Quería pan y circo. Nerón dio la señal y un trompeta (el “tubicen”) soplando por la tuba tocó una diana florida, saltaron a la arena, rugientes y en manada, los leones que habían de despedazar a los cristianos.


                                                                                                    

   




















[1] Llamo a lo fieles, loro por los muertos y soy pararrayos