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sábado, 16 de septiembre de 2017


 
 
EL LIBRERO VALDÉS DE OVIEDO, MI CIRINEO. ME TIRA EL FONTÁN. LUCUBRACIONES LITERARIAS
 
Antonio Parra
 
Los porches de la antojana del Fontán tiran lo suyo, y no solamente en la vida literaria de una ciudad - de vez en cuando hemos de acudir al truchimán ovetense en un afán de descompresión y oniromancia para que nos interprete nuestros sueños de orbayu y borrinas en lo altu el puertu y veamos el ángel dicen posa los pies como una perícopa mística arriba del todo de la torre calada de san Salvador- sino también en la de los individuos y en la de los pueblos. Valdés cargado de libros me ayudó a llevar la cruz y ha sido y quiero que sea muchos años en vida de los dos mi Cirineo.
Los lares tutelares, manes y penates de Ovetum-Jovis Templum- por míos los tengo. Paul Morand perentoriamente dijo que los ángeles tienen sexo, bajan a la tierra a hacer el amor con las hijas de los hombres, y hasta se echan novia, como me pasó a mí una vez en Oviedo, voto a bríos. Eso nos pasa a todos. Le ocurrió también a Tigre Juan: que se enamoró. Iba a cortejar detrás de los montes; era sangrador, barbero, echaba la buena ventura a las clientas, santiguaba y escribía cartas en romance a las novias analfabetas. Hombre de muchos oficios, pobre seguro; así que tigre vendía botones y carretes, no daba puntada sin hilo, leía las rayas de la mano pues ya digo era un tanto quiromante.  Su chiscón en la plaza del Fontán era una romería. El personaje de don Ramón tan facticio y tan real a su vez creo que su espíritu monta guardia con los angeles tutelares de la Cruz de la Victoria en alguna buhardilla en los soportales de la catedral. Es un punto de referencia con soporte veraz más allá de los convencionalismos onomásticos. La buena prosa como las buenas catedrales y ambas se dan en tal caso están construidas para suscitar entusiasmo elevando los ojos por encima de esta mediocridad sin horizontes de tejas abajo.
GLOSAS DE OVIEDO Y DUBLÍN


En ese sentido Oviedo es algo más que una ciudad. Como el Dublín de Joyce, el Londres de Maugham o la Alcalá del Buscón. Para mí no es solamente un punto de referencia estético. También una norma de vida, punto de encuentro y arrancada, cifra y compendio de mi peripecia vital. Toda la culpa puede ser la tuvo el gótico flamígero de las catedrales nuevas.
Una ciudad de provincias puede ser un archivo del pasado y un laboratorio del porvenir.  Por eso es menester de tarde en tarde regresar al parque San Francisco y colocarse al pie de la torre bisunta que tan bien diseñara Gil de Hontañón para desplegar el catalejo una tarde cualquiera a la hora de la siesta y guiados por la mano perita del deán de Clarín que empuña el catalejo esparcir la mirada. Escribir es mirar hacia adentro. Y es llorar sobre regazos desconocidos. Es ser un poco cotilla intelectual.
Al husmo de tales indiscreciones bajamos desde Pallares hasta Oviedo la Gentil. Toda una peripecia vital, un placer estético, un bello y dulce sentir sonando al fondo la cítara de los salmos que se devanan en cada libro. Oviedo templo de Jupiter y de este étimo hereda su calidad genitiva de la jovialidad. Lo tonante y jupiterino queda para otros casos. Nos parece la ciudad más alegre del mundo y la que más pronto se va a acostar puesto que se asela casi con las gallinas. Es genial y deífica en todo. Hasta en su toponimia. Más que una ciudad un mundo literario a retaguardia y a solas con su pasado meditando delante de ese albalá o alfiz que nos explicaba Camón Aznar en aquellas lecciones suyas magistrales es todo un misterio de la arquitectura. Son tres arcos ciegos en un pasadizo, tres pilares - ¿inspirarían a Pérez de Ayala?- inescrutables y mayestáticos como la Santa Trinidad. Estamos ante una de las diócesis más antiguas de la cristiandad. La Toledo ultramontana. Todo eso lo cuenta para el que quiera escuchar o entienda su lenguaje de piedra el alfiz de la Corrada del Obispo. Carillón románico de San Salvador al que protege la aguja de la catedral de Vetusta arropando también los tejados de San Tirso. Esto es el pasado. El futuro lo avienta la sonrisa enigmática y algo nerviosa de Leticia Ortiz, una menestrala busto parlante convertida de repente, el cuento de Cenicienta hecho verdad, en princesa de Asturias. Como Gonterodo. Como doña Tota la Asturiana.


Oviedo, acérrimo baluarte contra la barbarie y cuna de civilizaciones, madre de España y abuela de pueblos como las Corderas antaño paciendo mansamente en el sel, enseña el azul de sus colores hidalgos liberales y el rojo y gualda del toldo de la tienda de Tigre Juan libérrimo en su talante mas duro de pelar. Su creador Pérez de Ayala lo vació en molde español a no poder ser más. Vio en su persona al último pícaro que llegaba de la guerra de Cuba de servir al rey. No es un estafermo ni el mascarón de popa de una nave que se hundiría en Cavite sino un ser de carne y hueso. A veces hasta me parece que cobra realidad y me lo encuentro circulando por la calle La Magdalena. Y con él a don Fermín de Pas, a Ripamilán con su voz perezosa de chantre. Paseando detrás dellos está aquel Capitán Veneno de don Armando veterano de la guerra de Melilla que parecía un ogro y avanzaba por el parque San Francisco semejante a Polifemo aquel gran danés del que se encaprichaban todos los incluseros. El gigante pese a su catadura era tierno y le regaló el “King” que así se llamaba el perro a un niño huérfano. Estaba solo en el mundo pero desde aquel día tuvo un perro. Todos estos personajes fruto de la imaginación de los grandes maestros astures de la pluma se amontonan con los recuerdos de varones que yo conocí, ovetenses pro que me hicieron bien: Avello, Gabriel Tuya mi querido suegro, los hermanos Cepeda, Pedro Pascual qui transierunt ut naves, sicut nubes, velut umbra pero que perviven en la memoria y ahí están, hagamosles un hueco, bajo las ventanas bigeminadas del palacio de la Balesquida. Otros son los que entonan cánticos con su lengua de llama columpiándose ingrávidos sobre el estribo de un botarel.
BELLEZA
  En sus voces se plasma toda esa belleza ornamental y visual del flamígero de las últimas catedrales las denominadas nuevas: Salamanca, Oviedo y Segovia. Oigamos el cántico viejo de los coros. Escuchemos la voz del Serafín.
Oviedo es para mí todo un conjunto de vivencias personales.  Es algo que en España le ocurre a mucha gente desde que descubrió el rumbo y el aire de Pilares. Que ya no podemos vivir muy lejos del Fontán. Cuando le digo esto a Valdés, que me mira con sus ojos risueños, entre burlones y bondadosos, de monje laico, creo que me entiende. Estuve yendo y viniendo desde que era mozo y paraba en una fonda al lado de la estación que daba en los desayunos el mejor café con leche de Europa entera.


Siempre le encuentro a pie de obra inmerso en sus catálogos. Es un pionero de las ventas por Internet y uno de los fundadores de Iberlibro. Para mí su tienda en la bajada de Gastañaga es como un pequeño mizrav donde acudo a lavarme las heridas y a purificarme. Hay demasiado polvo en los caminos. Él siempre está dispuesto a otorgarme una palabra de consuelo. No le falta sentido del humor y al igual que todos los ovetenses a los que conocí no se toma a sí mismo demasiado en serio. A los libros, esos libros con lomeras de panza franciscana y tejuelos al oro en piel de becerro, sí. Siempre está a punto de pasarme el dato que desconocía de tal libro o cual autor o a contarme alguna anécdota. O la historia de la última biblioteca que compró que siempre suele ser la de un cura. En este país siempre andamos en danza detrás de los curas con el vergajo o delante con el cirio en la procesión. Lo que no obsta para decir que fueron gente bien organizada y que sus archivos eran los mejores antes de llegarles la hora del defroque.
Conozco a José Manuel y a su esposa Isabel desde el año 79. Siempre están juntos al lado de los pucheros del quehacer catalogador o la colocación de resmas. El catálogo es para el bibliólatra como la rueda de Ictión. Sus vueltas no se acaban nunca. Todas las mañanas hay que limpiar las cuadras de Anteo. Sacar a calderadas libros y más libros pero otros vienen a volcarse sobre su mismo lugar. La tarea no acaba nunca. Pero aquí están José Manuel e Isabel tanto monta monta tanto, dulces esposos para echar una mano a los ilustrados de todo el mundo y a los que abren su Web con el deseo de conocer.
En ellos encontré siempre si no cariño un poco de consuelo y ese qué tal oh que a los ciclotímicos como yo nos hace tirar palante. Valdés es bien trabado de hombros aunque no muy aventajado de estatura. Epítome del perfecto bibliopola llegó a los libros a través de su amor a la escritura. Por sus manos pasó la bibliografía más selecta que se ha publicado en este país incluso en el mundo. Parece a causa de su fervor por el verbo y la palabra escrita un tataranieto de aquel Juan Párix que utilizó por primera vez los caracteres móviles  e imprime el incunable más antiguo Los Sinodales de Aguilafuente, al ladito de mi pueblo. Desde entonces la magna caterva de bibliotecarios, bibliótafos, escoliastas, cleptómanos y opositores no han parado de darle al diente.
VERSOS SATÁNICOS
Hermosa profesión y a la vez triste la de los libreros de ocasión. El lance los vuelve tolerantes y a la vez apasionados. Dura, en estos tiempos de versos satánicos y que deja escasos márgenes. Azorín ya lo contó en un genial artículo: el hombre de por vida vive atado a sus libros, mas estos le sobreviven. Entra en las casas después del médico y del notario. Por eso buena parte de las existencias de las librerías de segunda mano se nutren de enajenaciones de colecciones privadas o públicas [cuando fenece una institución o se produce un cambio político parece que estorban los libros de antaño] así como de defroques de bibliotecas sacramentales. Los religiosos es casi lo único que legan al morir: libros. Hay que tasarlos con bastante paciencia. Valdés la tiene y sus modales son casi de médico de cabecera a la hora de tratar a enfermos o desamparados de la letra muerta. Todas las mañanas tiene que hacer la autopsia a un centenar o más de cadáveres antes de firmar el parte de defunción o enviar a estos tomos inservibles a la cámara de gas.


Por desgracia el Leteo ¡ay! También aguarda a nuestras aspiraciones a la gloria. Por eso hay gente de este oficio que hiede a cadaverina y son insufribles por su mala hostia como es el caso de un tratante del Rastro de cuyo nombre no quiero acordarme. Sólo mi amor a los libros ha podido aguantar con paciencia sus malos modos y hasta sus insultos. El ovetense, todo lo contrario que el cascarrabias de la calle del Gasómetro, vibra en otra onda.
Hoy muchos libros publicados mueren a los quince días cuando les sacan de cartel pero el Parnaso sigue distinguiendo con el laurel de la eternidad a los que vivirán eternamente. Shakespeare, Clarín, Quevedo, Victor Hugo, Tolstoi, Pérez de Ayala. Dolores Medio....
Uno se baja del Alsa, se toma un café en cualquier tupi y sale disparado hacia la costanilla donde Valdés tiene su escaparate.  Es la sede de las Nueve Musas y a uno le entran deseos de releer a Azorín para describir cómo es un librero de lance con la misma solercia con que lo haría el Maestro de Monóvar, quien por cierto era también asiduo de estos establecimientos. Valdés es un asturiano jovial, de frente amplia y bondadosa sonrisa. Está sentado frente al ordenador. A su lado hay muchos libros. Cerca se sienta también su mujer que trabaja sobre un estrado o ambón desde el cual empaqueta los envíos. También cabe las fotos sepia y los ejemplares antiguos de A Urbe condita edición de Amberes traducción yuxtapuesta media holandesa. Aquí el tiempo se detiene. Es un remanso a la sombra de la espira de Vetusta. Sobre unas cajas se expanden ligarzas y legajos obra del expolio seguramente de un archivo sacramental que es como califican los técnicos a la biblioteca de los curas. Un poco más allá yacen el breviario de un cura latino con los cortes muy sucios y uns novela de Corin Tellado. Su propietario a lo largo de su vida presbiteral les dio una buena soba a este libro de horas entonario. “Domine, labia mea aperies. Et os meum nuntiet gloriam tuam” no hay nada como los salmos ¡Oh los bellos himnos y lecciones de aquel oficio divino! Únicamente los perversos pueden maldecir estas donosuras de la edición en piel con atajos litográficos y marmosetes de finiquito capitular con una frase al uso:
-¡Bah! Latinajos.
SIN LOS POBRES CURAS


Osada es la ignorancia. España se queda sin curas, van muriendo las rectorales ¿Qué hacer con estos viejos ejemplares del culto preterido y sobreseído - el profesor Miramamolín Suances del que ya sabemos para donde tira se frota las manos ante los hechos consumados; no cabe vuelta atrás- y con toda esa literatura pietista acumulada en el cuarto de atrás de las sacristías? Ocupan demasiado espacio. Además ya no se lee y se medita nada. La televisión es el gran factótum.  Nada que hacer por ejemplo con los “Puntos” del P. Vilariño. El síndrome de la iglesia vacía mientras se ríe Satanás de la inconsciencia y falta de prudencia de los nuevos catequistas que quieren por lo visto borrón y cuenta nueva empeñados en convertir al Vaticano en una oenegé ha desterrado de los anaqueles y del mundo de los vivos a todo este cúmulo de letra muerta. Ya no lo quieren ni los traperos. Estos libros son pignorados por unos céntimos en los mercadillos o van al contenedor de desperdicios. Les acompañamos al brasero de la moderna inquisición los que tenemos una mentalidad moldeada en ellos. Nuestras glosas nunca verán la luz. El Establecimiento los considera dinamita pura. Nos resignamos pero no nos rendimos en la esperanza de que algún día se tire de la manta, se cambien las tornas y los engendros metafísicos fruto de la imaginación del profesor antedicho y sus pedisecuos vuelvan al índice mientras nuestras novelas y nuestros ensayos salgan del limbo.
Por eso venimos a Valdés pues vemos en su persona una especie de mesías espéculo de tolerancia. Buen alfaqueque de la bibliografía, pagó los rescates de muchas obras olvidadas que vuelven a ser. Con esa mira se ha pateado los caminos de la patria a golpe de acelerador. He aquí un redentor de cautivos el buen Valdés.
Ciertamente algunos de estos mamotretos son infumables e ilegibles pero no hay regla sin excepción y siempre aparece la perla en el muladar. En el campo de la bibliofilia toda España es hoy tierra de moros.  Parece como si nos hubieran colonizado los extraterrestres. Un páramo se abre ante nuestros ojos. Todo cuanto no se someta a férula o reciba el nihil obstat del gran censor demócrata queda fuera del aprisco y ay de los solos. Todos a morir por dios. Los púlpitos hicieron mutis por el foro y los curas están en otra onda. Les estorba su pasado. Se sonrojan de sus propios libros incluso los de los Santos Padres. Se ha renunciado a la teología y todo está en función de los dictámenes del gran cofrade orwelliano. Así que vivimos tiempos de verdaderos autos de fe y la quema inmisericorde o la descatalogación intencionada de autores rebatidos o con orden de expulsión de todas las sinagogas están a la orden del día. Y tales almenaras son perpetradas con alevosía y nocturnidad ascuso y a excusañas siempre de refez y de refilón sin dar cuartos la pregonero. ¿No queríais caldo? Pues ahí van tres tazas. Todo se hace ahora a cencerros tapados.


Mucho disfrutaría el maestro Azorín en esta biblioteca, verdadero oasis de paz y de bonhomía en el corazón de Oviedo y eso se aprecia sobre todo cuando se llega desde Madrid. Falta esta tarde Alberto, el hijo único de los Valdés. A Albertín lo vimos crecer; nos encantaba el despejo y la inteligencia del chaval. “Esti guaje será algo. Vanos a sacar de probes, mira lo bien que se expresa y lo bien educau que yé y lo saladín”. Hoy con la carrera recién terminada es un iniciado en biblioteconomía con lo que quiere decirse que recogerá la antorcha. Berto- Albertus Magnus para los que hacíamos tertulia en los veranos de los ochenta en la rebotica del librero y escritor para hablar de política, de religión, de coses y de tiempos que no volverán- yo creo que iba para la lumbrera de la Iglesia pues estudiaba en los dominicos y seguramente que será un hombre importante pues ya desde entonces despuntaba al igual que los dos hijos de Ponte Mittlebrun, el niño y la niña. La fía de Ponte va a emparentar con los Borbones. Habrán de tirar voladores en el Sotrondio (no os asustéis pecados míos, ni saquéis la cabeza los mis remordimientos). Salve y honra merece el que a los suyos se parece. Que por cierto acontece ahora que me acuerdo que le debo un gallo a Esculapio. Acabo de contar sesenta y me estoy volviendo como Sócrates al pensar en la otra ribera. Y también le debo dos mil duros a Ponte por el arrendamiento de un 127 de una vez que vine al Fontán y me vendieron la burra mal capada con aquella puta boda. Que al sobrino del rey no le pase con la chica de la catasta a la que de pequeñina traía yo caramelos cuando venía de Londres lo que me pasó a mí con su tía Clara;  algo vale que luego en el Mercau de la Pola la cosa se enmendó con otro consorcio que ni me esperaba pero esta vida es una caja de sorpresa y aquí el que aguanta gana. Existe una ley de las compensaciones y a cada uno la vida lo va poniendo en su sitio caguen ros. Todavía me estoy palpando los machos que ni sé como salí de aquella por pies y a uña de caballo y a fuerza de lingotazos de ginebra, hermano bebete tu propia vida breve, apura el cáliz del desamor. Muyeres. Una real moza pero más rara que un perro verde. La culpa como siempre la tuve yo por meterme en tales tremedales.
LONGANIMIDAD INGLESA
 Buena gente.  Les pido perdón y lo que dicen los ingleses let bygones be bygones. Pero lo de aquel himeneo fue una historia. El mayor fracaso de mi vida me aconteció en un lugar que yo consideraba el paraíso: el parque de San Francisco. Dios me perdone y nos perdone a todos y haya dado paz y felicidad a la otra pues gracias a ella encontré a ésta. Todo se embrolla. Parece muy complicado pero en fin a lo hecho pecho y no sirve darle vueltas.


A este otro José Manuel no le debo nada. Es mucho mejor persona y creo que hasta mejor escritor. Lo que pasa es la del otro que en este país el candil tiene que lucir bajo el celemín por cojones. También es Valdés mucho mejor persona y no tan ambicioso. Villano en su rincón pasa una existencia sosegada propio del Beatus ille horaciano que aquí el que resiste gana y por ahí en eso hay bastante cabrón. Lo que pasa es que no publica. ¡ A ver cuando vemos en letras de molde esas poesías, Jose!
Él escribe para el cajón. ¡Qué remedio!. Que no está el manto la Magdalena para tafetanes ni el alcacer para zampoñas ni el verde para pitos.
Uno a fin de cuentas no es más que un peraile de la literatura. Pudiera haber nacido en Zocodover o en el Perchel malagueño o el Potro cordobés o el Arenal sevillano pero me nacieron cabe la Puerta el Socorro muy cerca del Azoguejo. La misma patria tengo que Pablillos el Buscón. Por eso me tira el Fontán y busco su querencia vivencial en que amasé pietismo con vida airada, esteticismo y clastomanía, con vela votiva en una mano y en la otra tea incendiaria. “Iskra”, pues. Lenin lo recomendaba cuando envió a sus dinamiteros al Palacio de Invierno. Desconozco el término medio. Yo voy a lo mío. Ahora al cabo de tanto tiempo tengo las manos vacías y una punción muy severa en el corazón. Me he ganado mi propio infierno a pulso. Fui pecador.
 Vivo cerca de Lavapiés que también fue lo suyo en sus tiempos hasta que lo tomaron los chinos. No sé si mi Madrid tendrá pepsina suficiente para hacer la digestión de tanto étnico como está llegando en oleadas pero eso no me lo digáis a mí. Toda la culpa la tiene Gallardón internacionalista de que España esté cambiando de piel y de color. A este paso pronto nuestra picardía se acabó. Pronto empezará la cultura del melting pot. Ellos nos meterán en su puchero y coceremos cual cangrejos borboteando por las asas.


Me opuse a este estado de cosas que tenemos hoy. Por decir la verdad fui perseguido pero en Oviedo siempre estaba Valdés para echarme una mano desde su chiscón a la sombra de los botareles de San Salvador. Él y yo somos el gótico flamígero de la generación del 68. Fui a Oviedo con avales pues el deán que concluyó la catedral ovetense se llamaba Arias Dávila y era de mi pueblo. Y de ahí todo lo demás. Aprendía a amar la literatura en Clarín, padre y profeta nuestro. Escribía como tañendo un violín. Aun escucho la prima de ese registro. A contar con sentimientos y narrar lo que veía de la mano experta de un Palacio al que con tanto denuedo menoscaban los que lo fusilaron.  Otra burra mal capada. No fiar mucho de los críticos. Pero mi padre espiritual, el  espejo en el que quisiera haberme mirado como escritor, por su alcurnia espiritual y sus tendencias a la anglofilia y por su clasicismo ático, pensador y narrador libérrimo como libres son las auras que soplan por el Fontán, es Ramón Pérez de Ayala. Un dandi, un sportman del buen decir.  Con su escritura elegante dejó marcadas las posibilidades de la lengua castellana.
También al igual que él por lo que me toca de consorte y de advenedizo, llevo a Asturias en la armadura de mis huesos y al igual que él quiero ser enterrado bajo polvo asturiano “hasta el día de la restitución suprema”. De Vetusta y de Pilares soy un fifty fifty y a escote aunque me nacieran en Segovia ya digo. Mala sombra. Me sitúo en la parcela de la historia de España que me ha tocado vivir como un testigo de excepción. El furibundo nacionalismo aldeaniego de Ibarreches y Roviras no van conmigo. Prefiero el regionalismo astur que te hará siempre vibrar ante la noción de las dos patrias ahora que nos van a meter a todos en el mismo saco de lo global y yo protesto.
SUENAN VIOLINES CLARINIANOS


El violín clariniano es contrapunto de la gaita ayalina que parece retumbar por todo el valle mientras don Armando ataca la melodía del paisaje con su clarinete; por el cabo del estrangul en forma de melodía mana un torrente de belleza. Llega hasta mi alma el mensaje de la purificación.  Fueron tres ases y ya vienen los coros sonando desde Covadonga. Allí la noción de España nació arropada al manto de la Santina pequeñina, galana y belicosa. Bajó del cielo e instaló sobre el perfil de los montes el perfil de la gran patria. Nosotros somos quien somos. Vivan la historia y sus cuentos. Hay que darle la vuelta a los versos de Blas de Otero. Por eso en esta hora difícil en que todo se va al carajo venimos en búsqueda de la querencia umbrátil de los bosques. Hayedos míticos, robledales y blimeales como los de Artedo. Numen hic est. Aquí está el dios o la diosa. Porque para nosotros el concepto divino se enfunda en mujer. Cada verano voy por los caminos que llevan a Pravia. Silo y Mauregato rezan las letanías de los caminantes en el iconostasio de  Santianes. Percibo voces lejanas de monjes que cantan en griego. La tebaida se instala en el reducido término de un ajarafe. Digamoslo bien alto. Somos de Cristo y no podemos ver a Mahoma. Ese prejuicio va en el torrente de la sangre que respalda la muerte de muchos por siglos y siglos en la defensa de la Cruz. Hasta aquí los godos y los mozárabes vinieron huyendo de muchas sarracinas como el 11M. Y las que nos quedan porque los demonios de la modernidad han resucitado a Almanzor con su cimitarra y los tiempos en vez de tolerancia y convivencia de las tres culturas - qué risa- han traído fanatismo, reivindicaciones y suspicacias. Coja el diaño a los tornadizos y que Santa María nos valga. Santiago, cierra España. Que se les atraganten a unos los priscos y a otros les dé el Señor resignación para que en el martirio resistan y entren al cielo blandiendo la palma. Numen est hic. Voy camino del recuerdo y entro en la cueva de las xanas donde estas señoras rueca en ristre se peinan cabellos de oro y tienden su melena sobre las aguas del lago Enol. ¡Qué grande eres Valdés. Tú desde Asturias libro va libro viene me enseñaste a descubrir a España! Y eres un gran escritor. Lo que pasa es que los grandes autores de esta hora undécima bajo sospecha y flotando sobre sus cabezas una nube de caveats y de conjetura se ven obligados a escribir para el cajón. Y de este gran reportaje que es la vida abocáramos al colportaje y a la venta ambulante.  Después de todo no es deshonra ganarse la vida vendiendo misales. A los usurarios que les den...  Con un canto en los dientes. Nos arbitramos el porvenir desde el trono de la prudencia. Nos derriban mas no nos rematan.

SOLIPSISMO EN CONCLUSIÓN

Pronto llegaremos a puerto. Nuestra nave entra en dique con todo el trapo empavesado. Escribir y vender libros es lo mismo: una tarea apostólica. Sirve de composición de lugar y ayuda a hacer examen de conciencia porque después de todo a las puertas del oráculo de Delfos había un letrero que decía: “Gnosce te ipsum”. Allí una de las nueve musas recibe a los adeptos peregrinos con un ojillo entornado.  En el jardín se escuchan los susurros del bosque. Pérez de Ayala tiene un estilo que arrasa agotando la forma y el concepto fundiendo esencia y accidente. Es nuncupatorio. Irrebatible. Como sois con frecuencias los asturianos, Valdés. Que dígotelo yo. En Pilares había, según lo pinta el argumento de Urbano y Simona ,  cuarenta conventos de monjas y la Vetusta de Clarín se conmueve con el adulterio de Ana Ozores con un canónigo. Es el “tijé”, el “fatum” o fuerza ciega del destino el que nos arrastró hacia una mujer bajo los soportales del Fontán - Tigre Juan y yo amábamos a la misma: un ser etéreo- y de cuyas garras nos rescató un libro. ¡Oh divino Miguel! Valdés fue nuestro buen cirineo. Me ayudó a llevar la cruz de aquella noche insoportable. Le estoy muy agradecido desde entonces.

 

ANTONIO PARRA

 

 

    

  

   

 

 

 

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