Vi cómo salía del mar una bestia con diez cuernos y
siete cabezas y sobre sus cuernos tenía diez cabezas y sobre las cabezas
nombres de blasfemia
Apocalipsis 13,
1-2
666: ESPAÑA, RUSIA Y EL ANTICRISTO
A mi madre que
acaba de fallecer
Antonio PARRA
GALINDO
Prólogo
La sigla o el
nombre de la bestia – el anosmia o numero innombrable que en griego idioma en
el que se vertió la escritura cada número se corresponde con una letra y la
suma de tres seis daba lugar a la cifra de la muerte- es un guarismo que tuvo
bastante literatura. Se basa en el libro del Apocalipsis, un opúsculo difícil
de entender que significa cambio o transformación, como corresponde a la
exaltada imaginación de la mentalidad judía. El pueblo elegido porta la
antorcha de la revolución. Muchos han creído ver en su lectura las señas de las postrimerías. El fin del mundo seguirá
al milenio igualitario y a la derrota de la bestia. ¿Estamos en los
preliminares o pródromos del fin del mundo o en el quiliasmos igualitario?
Tanto España como Rusia, dos naciones que sirvieron de baluarte al cristianismo
a decir de los talmudistas figuran en la nómina de países que han de
desaparecer. La una por Ucrania y la otra por Cataluña. España ya está
destruida. Rusia padece el acoso incesante de las tinieblas. No lo sabría exprimir aquí. Lo que sí sé es
que ha comenzado la tercera guerra mundial sin que muchos se hayan apercibido y
es una guerra primordialmente centrada en la información. Es la guerra de la
propaganda-información. Las redes cibernéticas multiplicaron por un millón esta
batalla de la comunicación que sustituye al viejo agitprop. Se derrama sangre
en sitios puntuales porque la lucha es asimétrica y las esferas del éter
vomitan mentiras en expansión. Es la tercera guerra mundial, la antesala del
gran exterminio, del holocausto. Ha sido iniciada por los americanos. Cuando
veo a Obama comparecer ante las cámaras creo ver en su frente el tatuaje del
innombrable. Cameron también cuelga entre las cejas el 666 como un carnero
bocho, sólo les faltan los cuernos a ambos personajes para representar a la
bestia diabólica Un novelista argentino Hugo Wast lo coteja en una de sus obras
más famosas, prácticamente hoy inencontrable. Con independencia de la calidad
de este literato – detrás del pseudónimo de
Martínez de Zubiría se agrupan fallos pero no pocos aciertos valederos
para el mundo actual- Hugo Wast pronostica la subida al solio pontificio de un
argentino y el triunfo de la sinagoga sobre la iglesia, lo que será el
precedente de un tiempo de nuevas persecuciones para los creyentes, y de
guerras locales bajo el dominio de un poder oculto que propiciará una época
funesta de caos controlado, de grandes migraciones o de presura y angustia para
los que profesan la fe de Nicea. Este es el meollo de la cuestión y el
vaticinio del reinado de la Bestia. Durante largos años a mí me ha preocupado
este fenómeno al que he dedicado muchos tajos de mi pluma incandescente a lo
largo de lustros y decenios. Desde la cúspide de mi senectud hago esta entrega
donde compendio muchos artículos, cuentos y reflexiones recopilados a lo largo
de los años. Me preocuparía irme de este mundo sin haber dado a la estampa
estos mis solos y paliques. El 666 es el imperio de la mentira y el reto a la
verdad del evangelio. Es el triunfo de la fornicación bajo los auspicios de la
gran ramera. Enhebro estas reflexiones desde lo alto de la cumbre de mi Helicón
desde donde medito y formulo mis reparos
al mundo de hoy sujeto a cambios
vertiginosos.
El Monte Arés
en Atenas era una eminencia sagrada que dominaba la ciudad griega. Allí
reinaban las nueve musas y plantaron su tienda las amazonas mitológicas. El
Monte Arés al que me refiero tiene poco que ver con el círculo olímpico o el
areopagita aunque para mí conserve una naturaleza sagrada. Está en el norte en
una región que los romanos denominaban Betulia por ser lugar donde crecen los
abedules, un árbol al que adoraban los celtas por su piel blanca y sus
propiedades curativas. Dicho collado he
aquí que es refugio de mi vivir encalmado despertado por
el chillido de las gaviotas- esos chorlitos del aire pajarracos caradriformes
de mal agüero- cuando baja la marea o escuchando en la noche el silbido
lastimero del búho. Las quimas del lauredal frente a la casa cobran mayor
altura de año en año a medida que yo envejezco y crecen mis nietos. La
escritura para mí es una fórmula de combate contra la bestia, la que acecha
fuera, y la que nos hostiga dentro de nosotros mismos traspasándonos de
incógnitas y desde mi helicón particular en la falda del monte Arés enhebro
estas crónicas, canto estos solos, prorrumpo en mis paliques que vienen a ser
un responso por la buena literatura. Se trata de hogueras fugaces y pertinaces,
angarios encendidos en la costa contra la invasión que se acerca. Canto a un mundo
que se está viniendo abajo con la judaización de Jerusalén, la fiscalización de
nuestras vidas y nuestras conciencias a través de la red que han dejado de ser
un itinerario virtual de comunicación para convertirse en aduana de control y un servicio de
vigilancia. Cada mañana un abedul adolescente me da los buenos días y me
felicita por haber alcanzado el objetivo haber sido escritor y seguir siendo
español sin renunciar a mis profundas convicciones de libertad en reacción
contra los convencionalismo, los tópicos, las ideas mascadas. Soy un demócrata
pero no se me hace la boca agua como a otros que se dicen tales y sólo piensan
en la alfalfa. A finales del siglo XX se ha producido en España un regreso a
los peores tiempos del siglo XIX y por
la carrera de san Jerónimo se pasea el espectro de Prim, Espartero, Riego que
va camino del patíbulo (le dieron mulé en la Plaza de la Cebada) y hasta Rosita
la Pastelera viene por la Puerta de
Alcalá. Trágico destino de España entre las garras de la bestia y en manos de
los Borbones. Aquí la historia contradiciendo el axioma de Demócrito se repite
más que la cebolla bajo la tiranía de las cien familias que se reparten juego,
dominan sus cacicazgos y mangonean en sus cantones. No nos modernizamos por
dentro aunque aparentemente por fuera seamos tan” modelnos”. Todo esto me ha llevado a revolver en la
enjambrazón de crónicas, artículos, pensamientos, historias y sugerencias sobre
aspectos poco conocidos del latir español a lo largo de casi cuatro lustros,
que yo almacenaba en mi cajón de viejo periodista. Quiero darlos a la estampa.
Estos escritos surgen como protesta a la verdad unilateral que nos imponen los
de arriba, enhebrada por la mendacidad de un gobierno mundial que no se cohíbe
en perpetrar crímenes como el de la guerra de Ucrania o de asesinar moritos en
Gaza. Actos todos ellos reprobables, crímenes impunes, que para el que suscribe constituyen un
auténtico rugido de la Bestia, con sus artimañas. Se trata de un zarpazo a la
ortodoxia y, viendo los informes de este conflicto un millón de desplazados la
actitud mafiosa del Rey del Chocolate, Prosherenko, la crueldad de los soldados
otanianos que se dicen ucranios, me acuerdo que esta guerra estaba anunciada en
los protocolos de los sabios de Sión (los mundialistas no inventan
nada, carecen del poder de imaginación y utilizan la mentira y la
desinformación, tácticas viejas, como reclamo pues todos sabemos que querían
matar a Putin en viaje de regreso de Brasil y confundiendo el avión
presidencial con un malayo en el cual viajaban 298 holandeses lo abatieron pues
el fuselaje y las características del aparato era casi idéntico al de Aeroflot,
y luego acusan a los prorrusos separatistas los que llevan una cinta con la
cruz de san Jorge en la solapa). Están demasiado asidos a la tierra. Son el
cuerpo de la serpiente que se arrastra llenando los países de babas y lágrimas
y escupiendo constantemente contra la cruz. Este no es el Israel santo sino el
que mata a los profetas. Volviendo las espaldas al Sinaí, adoran al Becerro de
Oro y están tratando de construir la nueva Babel bajo el signo de la
democracia, los derechos humanos, el feminismo radical, el tribadismo, la
execración de lo más sagrado, la violencia de género, las migraciones masivas,
y, en una palabra, el miedo Quieren un mundo global políticamente correcto,
gobernado por la incultura y el terror. La nueva Babilonia porta en su altanera
frente la marca del 666.
Hoy día de san
Fermín de 2014 lanzo de nuevo este libro a los tórculos. Entre las garras de la
bestia es el compendio de la labor de muchos años. Es miscelánea de crónicas,
artículos y reflexiones en las que estampo mis temores sobre el porvenir de
España como nación. Ciertamente estamos bajo las garras de unas fuerzas ocultas
que nos manipulan, nos engañan, nos irritan, nos confunden y nos humillan al
albur de un sistema político con nombre tan gaseoso como democracia y que en
realidad es un régimen de tiranía a escala global inexorable e impenetrable. Un
escriturista por todos los signos que se aprecian alrededor nuestro a este
sistema que descabala todos los principios, leyes, seguridades y estamentos con
el que el mundo ha venido funcionando los llamaría el reinado del anticristo.
Hasta en las fechas de caducidad de algunos productos que compramos y en el
código de barras de los artículos viene estampillado el 666. Al Apocalipsis
sucederá la Segunda Venida y eso es un signo de esperanza. He aquí una de las
razones por las que me he decidido a dar a la estampa estas reflexiones en
defensa de la cultura española denunciando sobre todo las manipulaciones con
que las logias masónicas, más fuertes que nunca, tratan coaccionar a la
Iglesia como consecuencia de la
sustitución de la teología del holocausto por la de la Encarnación. ¿El Papa
argentino está entre sus garras? ¿Es un falso profeta? ¿Es uno de ellos? Las
fuerzas oscuras, los lacayos de Satanás mandan en el mundo. Se han propuesto
borrar de la faz de la tierra todo aquello que suene a cristianismo, a
catolicidad, a esperanza sustituyéndolo por el odio, el ateismo y la
desesperación. Entonces la pregunta es
si el pueblo de Dios se ha convertido por el gatuperio demócrata en el pueblo
del diablo. Como en el asunto Dreyfuss “yo acuso”. Estas crónicas al desgaire
desde mi Helicón llevan una intención de denuncia caiga el que caiga. Y la
lucha contra los heraldos de la mentira es mi objetivo. Quizás nos aguarden
fechas trágicas pero no hemos de tirar la toalla. Habrá que perseverar y
persistir en la demanda. La gracia divina fluye latente cual raudal salvífico
debajo de las cloacas. Por lo menos, en esa providencia se afirma mi esperanza
I
CORNELIO EL CENTURIÓN DEL GÓLGOTA
Cuento de Semana Santa
Cunctanter. Despacio. Easy, easy, dijo el Centurión Cornelio.
Nunca le habíamos visto a aquel rudo soldado tan excitado. Estaba hecho un flan
como todos y es que el servicio aquella tarde en el Gólgota se las traía. Algo
extraño e inexplicable estaba ocurriendo en nuestra unidad que íbamos todos de
cabeza como resortes movidos por la fuerza del sino. Representábamos un papel.
Cumplimentábamos un designio. El poder de Roma se supeditaba a las coacciones
de un sanedrín y de un tribunal ilegal que iba a dictar sentencia de muerte
mediante testigos falsos. Yo fui conteste de cargo y lo que voy a relatar – que
la cera de este palimpsesto no se derrita jamás y que sobre las tablillas de mi
encerado remanezca por los siglos de los siglos- fueron hechos verídicos.
Contaré lo que aquella tarde del Día de Venus en los idus de abril ocurrió en
aquel cotarro a las afueras de la Ciudad de la Paz.
Uy. ¡Qué ironía! Bélica
debiera llamarse porque fue erigida como tributo a Marte y todas las tribus y
todas las etnias pugnaron por ella opugnando sus muros y enfrentando sus clades
unas contra otras con gran efusión de sangre. ¿Se puede cometer homicidio en
nombre de la deidad? Éramos conscientes de estar siendo espectadores de un
momento deshonroso para la humanidad y a la veces sublime. Maldita sea mi
sombra. Hubiera preferido pelear con los partos o estar aquella tarde en el
Hades. O con los tracios o los griegos
de Macedonia que entregaban como botín de guerra al vencedor vírgenes
arrastrapeplos de increíble belleza y de bien ceñidas cinturas. El amor es el
premio y el descanso del guerrero, su
más codiciado exuvium. Es por lo que
se pelea y por lo que se emigra. Sin embargo, en Jerusalén no había tales
bicocas. Las judías se depilaban las cejas y cubrían su rostro con un griñón,
insultaban a los romanos y algunas utilizaban sus encantos femeninos con
instintos homicidas. Muchos de los nuestros perecieron cuando se encerraron
solos con alguna hebrea, como Judith en la tienda de Olofernes. Y en el primer sueño les
degollaban al grito de muerte a los romanos. Amargo es el pan de esta tierra y
el ambiente es hostil. Añoro los huertos y riberas de mi Hispania natal.
Envidiaba a Cuneas nuestro portaestandarte que tenía rebajado el servicio por
no sé qué historia de haber descabezado a un rabí que le estaba tirando los
tejos a su hetaira Pompea. Lo metieron en los calabozos del destacamento y a lo
mejor acaban de remate por crucificarlo. No se hará tal cosa con un cives romanus que defiende el lábaro
imperial de nuestro Cesar pero los tiempos están cambiando tanto en esta
Palestina de nuestros pecados donde manda la política en la cual los judíos
siendo tan arteros porfiados y ladinos son casi invencibles. No hay quien pueda
con ellos. Nunca se avienen a razones. Son implacables y duros de cerviz. No
temen a nadie ni a nada y el filo de nuestra espada contra ellos resulta cosa
inane. Así que ya digo. Quizás estas razones de las que pongo al lector en
preliminares sirven a lo mejor de antecedentes para esclarecer un poco nuestra
situación después de una noche como la que pasamos desde la prima vigilia hasta
cantar los gallos en el pretorio para destetar hijos de puta idas y venidas los
prohombres de la decapolis y los funcionarios del gobierno provisional y las
autoridades religiosas que para colmo dicen llamarse pontífices y sacerdotes de
los sumos sacerdotes ¡qué lío vaya una marabunta! Esta fue una noche en la que
escuchamos exclamar al Inocente mientras sudaba sangre en el huerto tristis est anima mea usque ad mortem y
de mucho jaleo. La plebe estaba enfurecida y como sin control. Querían
condenarle a muerte. ¿Qué mal ha hecho? Un romano no entiende los recovecos
mentales que exhiben a toda hora estos legalistas jurisprudentes avezados al
escrutinio de la letra muerta y se jactan de mantener un conocimiento
impermeables de la ley por la ley. Una iota de la escritura no se podrá cambiar
sin que perezca el mundo. ¡Pues apañados vamos! Nos exasperan nos confunden a
los romanos. Son el poder invisible. Vas a pegar un tajo a la cabeza de uno que
crees enemigo del Cesar y ya no está. Se ha difuminado. Se esconden bajo las
piedras, se ríen. Risa y llanto de Israel. Carcajadas que resuenan en la tumba
vacía. Lóbregas miradas detrás de los ajimeces de la calle desierta. En esta
provincia he temido las emboscadas como en ningún otro lugar de la tierra. Son
expertos en la guerra de guerrillas y en los actos terroristas. La tropa anda y
no es extraño con la moral vencida. Pues
vamos camino del monte de las calaveras un lugar horrible un osario u hoyo
Castrillo como el que existe en la oppidum
de la cual provengo allá en la Tarraconense de la Hispania. Me dicen el
Iacetanus a cuenta de la ciudad donde vi la luz: Iacta o Jaca. Pues bien allá
hay un lugar a la salida de la Porta
Cavea donde dejan a merced de los buitres y las águilas los cadáveres de
los animales muertos y de aquellos ladrones, violadores asesinos, mala gente
condenada por los magistrados a perecer sin sepultura, pues este Gólgota es eso
y acaso peor que el Podium Castellun
de la localidad de Jaca. Da un poco de miedo pasar por este lugar por cuya cima
planean las carroñeras y los cuervos hacen ronda, huele mal y hay mucha basura
en las laderas. Es el peor lugar para estirar la pata. Un sitio impuro para un
romano donde se teme a unos dioses familiares de los que se ríen siempre los
hebreos y a cuenta de ese odio que sienten hacia lo que ellos consideran
idólatras se ríen de nosotros y no desperdician ocasión para mentalmente
arrinconarnos mediante engaños y por virtud de sus artes secretas. Hasta no nos
consideran personas ni hombres sino animales.
Somos paganos depravados. Sombras. Un orgullo de casta sienten que les
vuelve del mayor de los fanatismos pues la verdad sea dicha no conozco gente
más fanática ni testaruda tampoco más envidiosa. Pues envidian a los griegos a los que imitan
en sus costumbres y en su alta calidad intelectiva pero a los que luego tildan
de borrachos y de maricones dada la inclinación de sus filósofos al amor de los
efebos. Los partos y los medos y los mismos germanos no tienen el corazón tan
duro como muestran estos señores de horca y cuchillo, que se autoproclaman
elegidos de Yahvé con la ley en la mano, a los que el Inocente llamaba
sepulcros blanqueados y razas de víbora. No se calló un pelín y por eso lo
elevaron al palo. Una venganza sistemática calculada fría sin precipitación
puro cálculo y con toda la alevosía de la cual es capaz el ser humano.
Cunctancter… Cunctanter decía nuestro capitán por decir algo. Es un británico
de casi dos metros de estatura pero yo
le he visto hoy medroso. Tiene el pelo rojizo y por debajo del penacho del
morrión de su galea de plumas de gallo y de cerdas de alazán rojizo horribili visu que infunde pavor al
enemigo cuando avistan nuestras turmas empenachadas le asoma un cogote lleno de
pecas y el miedo a las fuerzas oscuras ese espanto irracional hacia las cosas
invisibles e inexplicables ya que tiene de frente a un enemigo muy superior a
los peanes y los coribantes que conoce las normas secretas del mundo más allá
de los astros. El miedo es una palabra que no se escribe en idioma de un
legionario romano. Hoy no era aquel hombre que vimos en la entrada de Lutetia
hace una par de años o en Numancia. Todo el vexilum
rindiendo culto a su prócer estatura. Las escamas de su loriga de oro relucían
bajo el sol de Hispania rodeado por una cohorte de pretorianos nubios y de
esclavos que arrastraban el peplo y de las mujercillas que traía su
cohorte detrás de los lictores con el
hacha y las fasces y el orgullo de ser romano como exuvium o botín de guerra
acogidas a la sombra de su lacerna y
anhelando la protección de su gladium
a los sones triunfales de la tuba y del cornu
buccinum. Hasta en las cáligas trae
nuestro Centurión polvo glorioso de todas las conquistas. No me lo puedo creer.
Parece obra de brujos o la quemazón de un coruscante rayo que cae súpito en la
seca tormenta. Yo soy su decurión y tengo a mi cargo el control de los
manípulos del ala izquierda. En mi cohorte hay hastati o lanceros y triarii o
de la reserva. La vida es milicia, batallar constante. El honor de Roma lo
llevo esculpido en el pecho desde que juré fidelidad al emperador me humillé
ante las torques y esparcí la sangre del vítulo con la que bautizó el sacerdote
de Júpiter mi cataphracta. Es el
ardor de mi brazo. Es el fulgor de mi espada. Fidelidad a Cesar hasta la muerte
y lealtad a mi centurión Britanicus. Así le llaman pues viene de Eboracum
ciudad al otro lado de las Galias donde se encuentra el vallum o empalizada más al norte cerca de las tierras de los picti
que en verano ven sol a medianoche. Allí en una de las campañas de
nuestros tribunos fue hecho prisionero con sólo catorce años por los nuestros
cuando Cesar hizo la guerra domu
militiaeque por mar y por tierra y nuestras classes (tropa) atravesando la Támesa en persecución de silures, trinobantes y dumnoni del trans fretum gallicum a cuya estirpe pertenecía dirigiéndose hacia el Ousium en
las márgenes de Eboracum. De primeras bajo la jurisdicción del aquilífero que
lo llevó a Roma como esclavo. En la Ciudad Eterna se hizo notable por su fuerza
y peleó en el circo como hoplomachus
gladiador ante el cossesum o admiración de la plebe que quedó maravillada de sus
enormes fuerzas y de la bella disposición de las partes de su cuerpo. Su fama
de forzudo llegó a equipararse con la de Urdus y otros espaderos de fama que se
midió las tarabillas con un toro de Etruria y lo dobló la testuz en desigual esgrima de hombre contra
minotauro estrangulándolo haciendo fuerza desde el morrillo a la cabeza.
Portentosas vires las suyas. Como cosa jamás vista o de designio de los dioses
el propio Augusto que presenciaba la lucha mando traerlo ante su imperial
presencia. Quedas libre, Britanicus. Las más hermosas matronas le dispersaron
su benevolencia y suspiraban por su intimidad. De la misma emperatriz fue
fámulo. Pídeme lo que quieras y te lo concederé. Sumo señor dominador yo solo
quiero servirte, dijo el esclavo. Entra pues en mi ejército. Manda a mis
hombres y que te asciendan a centurión. Fue así como fue manumitido aquel joven
de Eboraco y dejó la gleba. Para devenir en mílite que ganó territorio para el
emperador. La crista de su galea flameó por todos los rincones de las
provincias desde el río Ibero hasta el Rin. Se distinguió sobre todo en el
asalto a plazas fuertes y en las escaramuzas de las ciudades de los germanos y
de los helvéticos. Primero fue signífero y después aquilífero. Alférez de Roma
no lo hubo mejor marchando siempre en las vanguardias sin temor a los dardos
hostiles a la sed y a la nieve a los malos vientos y a los hielos las noches de guarnición. Conoció todas las
castrametaciones de la tarraconense y la Gallia. Estuvo en Panonia y en el
Ponto como portador de las águilas del imperio y de los símbolos de la victoria
de nuestra legión. La nuestra es la famosa Legio VII también conocida como la
victrix porque en verdad nunca hemos conocido derrota. Bajó las enseñas
insignes de las otras legiones famosas la Macedonia y la Coadiuvatrix hizo
la guerra a los bárbaros en sus hombros toda la fuerza del Lacio y en
sus pies toda la ligereza de Aquiles alado. Ganó fama de concursator duro en las marchas e inagotable calcando con sus pasos
todas las piedras miliares de las vías del imperio. En nuestra hoja de
servicios figuran las empresas contra los astures, vacceos, arévacos,
autrigones y las salvajes tribus de los bárbaros más al norte. Primero en las Galias
y en Britania. Más tarde en Helvetia y por fin peinamos las márgenes del
Danubio desde Panonia a la Dacia. Ahora Palestina que ha sido para nosotros la
campaña más difícil de nuestra carrera
militar. Muchos de los muertos han perdido aquí la vida. Gracias a la dureza
del terreno y a las intrigas del enemigo que es un experto en la guerra
psicológica nuestras filas están siendo diezmadas por la deserción. El terror
anímico aterriza sobre nuestras empalizadas. Aparte de eso, Jerusalén me parece
el destacamento más aburrido que conozco. Demasiados predicadores. Muchas
preocupaciones por las cosas divinas pero aquí los hombres y las mujeres les
importan poco. Se utiliza a dios como
arma de agresión. Se barajan excesivos pensamientos abstractos y los filósofos
y teólogos me parecen iluminados y la gente intolerante, orgullosa, hipócrita y
desalmada y a veces un poco irreverente con el ágora ateniense donde no se
toman en serio a los dioses incluso tienen un templo dedicado a la deidad
nombrada y se hacen grandes juergas y banquetes. Recordaba su visita al Olimpo
en tierras de Tesalia donde un dios tirado por un carro en que una cuadrilla de
tigres iba al freno se reía de las intemperancias de los mortales. Zeus era un
dios con rostro bímano que tenía en su poseer las mismas virtudes y defectos
agrandados del resto de los mortales. Aquí, no. Los rabinos se lavan quinientas
veces al día pero ello no impide la suciedad interior. Me parece que por dentro
utilizan poco el pomo de jabón. Hay una mugre que le preocupa a un romano, a
ellos no, y es la mugre de las almas. En Jerusalén las tabernas (cauponae) están prohibidas a la luz del
día lo mismo que los burdeles pero no he visto una ciudad con tantos lupanares
ocultos bajo el brillo de la luna y los sórdidos rincones extramuros. Las
hetairas dominan la vida de la ciudad y esa es una de las acusaciones que se
han formulado contra el Inocente que andaba de acá para allá en compañía de
recaudadores extranjeros de gentecilla de poco fuste y sobre todo de mujeres.
Esto último no me extraña pues algunas de mis amigas me han confesado que no
hay otro hombre más bello en toda Palestina como ese que dicen el Nazareno. Es
bello como un griego. Alto rubio de barba bellida y cabellos bien poblados ojos
de mirar perfecto un hijo enviado de los dioses tan elocuente en sus palabras
como en sus silencios. En mi manipulo se ha hablado mucho de él y es discutido
pero todos lo conocen desde los tribunos hasta el último recluta. ¿Por qué
quieren matar al Basileus? Porque se creía hijo de Adonai; una blasfemia para
los oídos de los celosos de la ley. Pero esa no es razón. ¡El dinero! Valiente
razón entre judíos. No diré las dudas que me asaltan a lo largo de este relato.
Los concursatores o tropa de infantería han seguido a ese hombre en sus
predicaciones por Galilea y han tramado de ocultis el ingreso en su sinagoga.
Al principio creíamos que era una sinrazón de la gentecilla. Un vélite como yo,
adscrito a la caballería imperial, no
tenía por qué mezclarse en las disquisiciones de la chusma. Tengo autoridad y
puedo decir a uno de los hombres de mi batallón ve y va pero el Basileo utiliza
otras razones que no son de aquí. Pienso que pertenece a un grado de hombres
superiores. No le entendíamos nosotros cuando dijo que no vino a traer la paz
sino la guerra pero otra clase de guerra.
¿Hablar de guerras a un
romano? Estamos cansados de batallar. Es nuestro oficio asaltar villas, talar
campos y escalar muros. En mi tierra hispana aprendí a manejar las cajas de
guerra (la brigola el musculus de la
zapa y el onager) pues los iberos
pasan por ser gente aguerrida. Nuestros arietes han taladrado mil puertas y bajo nuestras lanzas cayeron por tierra
muchos adarves porque en nuestra centuria nunca se oyó hablar de muros inexpugnables ni cerco que no pudiera
ser destruido, a no ser por los equus
troianus. Sus palabras sobre amar a los enemigos nos han dejado sin
argumentos.
Metido en un carro de guerra
participé en la toma de Iliturgis. Pasamos a la ciudad a cuchillo sin respetar
a mujeres niños o ancianos y en Numancia vimos inmolarse a sus moradores. Diez
legiones (cuarenta mil hombres) tardaron tres años en reducir a una población
de tres mil moradores. He matado a cientos. La crueldad es nuestra compañera de
viaje e incluso en las casas de Roma vi cómo las damas portan consigo un punzón
afilado para picar en las carnes de sus esclavas cuando éstas no les eran
obedientes. No me apiado pero no me acostumbro a ver morir a un hombre aunque
sea mi enemigo. Es la ley. Que perezca
el hostis para que Roma siempre viva. Una de nuestras
diosas nacionales es la cruel Bellona la de los múltiples brazos que ampara a
los valientes y ahoga a los cobardes con sus múltiples anillas. Sin embargo no
he sentido tanto miedo a las deidades como en esta madrugada cuando llovía con
fuerza sobre las losas del pretorio y caían truenos y relámpagos. Para colmo
uno de nuestros flámines actuando como intercesor o capellán ante los dioses al
destripar las entrañas de un cuervo las pasadas calendas vio augurios
desagradables y un mulo de nuestros acemileros montó a una yegua sin aparear y
la dejó preñada. Nació un híbrido monstruoso que nos hizo temblar de miedo. Van
a pasar cosas. Ya están pasando. Los astros no engañan y el que padree un
garañón nacido de burra y caballo se interpreta como el más ominoso de los
presagios. Maldigo la hora en que nuestra VII marchó a la Siria a aplastar la
revuelta contra Cesar. Pues hace poco en una escaramuza un dardo me alcanzó el calcañar y me ha dejado el pie
yerto. Querían licenciarme pero yo me he negado. Eso equivaldría a la miseria y
a la mendicidad. Me estoy curando las heridas con unas yerbas en una receta que me dio un soldado que había
ido a consultar a la pitonisa de Cumas para un caso semejante. Cojeo
sensiblemente. Eso me preocupa pero yo no puedo renunciar a mi stipendium ni a mi soldada con la que
mantengo a mi mujer Prímula y a mis tres hijos Venancio, Claudia y Corvinus que
habitan en Bibilis. Seguiré
sirviendo al Cesar. Él es mi jefe, mi guía, mi dux y mi deus. Si salgo de ésta con vida, pienso peregrinar
a Delfos y me prosternaré ante la imagen de Afrodita en acción de gracias. Zeus
sea loado. Por lo demás, creo que mi centurión me protege. Cree que soy uno de
sus mejores soldados. Durante la convalecencia estuve al frente de una patrulla
de funditores (honderos) baleáricos
encargados de hostigar con sus tiracantos a las patrullas rebeldes que
infectaban las montañas de Judea. Eran grupos de fundamentalistas religiosos a
los que denominaban esenios y que
formaba una secta que anunciaba la inmediata llegada del Mesías que habría de
libertar a Israel. Eran hostiles a Roma y muchos de sus cabecillas perecerían
en el palo de la ignominia.
Jacetanus llevaba algo así
como año y medio en el regimiento que el centurión Cornelius comandaba y
añoraba otra clase de pelea a campo abierto como las que sostuvo en las Galias
o en las somnolientas guarniciones de Hispania o las estepas de las campañas en
el reino de la noche y el hielo contra los escitas al otro lado del Ponto.
Aquella campaña de Israel era sórdida y extenuante. Muchos de los hombres
estaban desmoralizados. La guerra contra los judíos tenía un carácter brutal y
psicológico. Atacaban por la espalda. Por otro lado presentía que como enemigo
de Roma el pueblo judío era el peor que habían tenido en el Lacio y daba
prácticamente la desigual lucha por perdida. Las legiones y al cabo de más de
una generación quedaría demostrado tendrían las armas y la fuerza pero la
voluntad de vencer pertenecía a Israel. En el momento al que se circunscriben
estos acontecimientos la provincia de Palestina que comandaban Herodes el
Tetrarca y el pretor Poncio Pilatos de Lusitania estaban pasando por un momento
delicado a causa de la conmoción social política y religiosa por la inminente
llegada del mesías.
La paz augusta había
desencadenado un movimiento de tregua (indutia)
pero dicha tregua era también insegura y la cosa estaba muy revuelta con el
reparto de competencias, las sospechas, los recelos y los anuncios de la venida
de un verdadero rey de Israel que rescataría a las trece tribus del yugo
romano. Muchos de aquellos encuentros acababan en las horcas caudinas cuando
Augusto imponía su férula y ley.
Cornelio aquel mediodía
estaba de un humor de perros. No entendía nada. No entiendo nada. Cunctancter,
cunctancter. Iba de acá para allá como un sonámbulo. Se les había pasado aviso desde el pretorio al
destacamento para desempeñar una misión que detesta todo legionario romano que
se precie: la administración del tormento. Se trataba de un castigo in ápice;
primero, una flagelación, luego, escarnio y por ultimo la crucifixión en el
Gólgota. El reo un tal Jesús al que fue a escuchar al desierto cuando estuvo
franco de servicio no se parecía a ninguno de aquellos facinerosos tan
abundantes en la Decapolis. No era un faccioso ni un conspirador esenio.
Pese a la herida en el
calcañar, aun daba espuela a los caballos de Panonia con la solercia y
habilidad de los desultores dacios.
Picaba su alazán engualdrapado a la manera de los pretores y cabalgaba por la provincia
patrullando la frontera con Persia e Irania. Hasta Petra llegaron las alas de
la caballería que mandaba Jacetanus en sus cabalgadas. Allí adoraban las
enormes espeluncas calcáreas y ofrecían incienso a los dioses. No se agotó la
llama y se quemó la resina de un golpe por lo que los sacerdotes que oficiaban
aquellos sacrificios lo tuvieron por una funesto omen
-Algo va a ocurrir. La
muerte del Justo traerá la ruina de Roma,- dijo un agorero con las barbas en
forma de boca de hacha.
Jacetanus aunque respetuoso
con estas cuestiones de la religión no era muy dado a fantasmas ni a
predicciones de desgracias pensando que en la vida todas ellas vienen por su
cauce y que no somos nada. Sin menoscabo de un hecho cierto: se hallaba el
imperio en un tiempo de crisis que acarrearía la resaca de un mar turbulento
sobre las costas del Lacio, después del repliegue de los destacamentos en
Arabia que ordenó el emperador Adriano. Llevaba año y medio en aquella
avanzadilla a las afueras de Jerusalén, contemplando durante las guardias sus atardeceres
prodigiosos. El horizonte jerosolimitano que contemplaba desde su garita era
árido un camino de piedra flaqueado de cipreses por el que bajaban los
entierros hacia el Valle Hebrón. Se escuchaba llorar a las plañideras y los
rabinos se daban de cabezadas contra los sillares del muro de los Lamentos.
Jerusalén por su nombre
quiere decir dos cosas: hieros, santidad, y shalán (paz). Pero de paz tiene poco y en cuanto a la santidad no
creo que exista otro lugar más lúgubre y funerario...
Le parecía al legionario
hispánico que el lugar era un sitio maldito y que el arca de la alianza no
guardaba los santos preceptos como decían los rabinos sino un código misterioso
sobre la preeminencia diabólica en las cosas del mundo. El rosa de los rayos
declinantes de poniente besaba la punta de los cirros y las murallas se teñían
de un color ocre que contrastaba con el brillante diamante de las cúpulas del
templo de Salomón. Esto es una guerra sucia. La política se entremezcla con la
religión. Le parecían los judíos gente arrogante e intratable. El pueblo hebreo
quizás fuera el más orgulloso de la tierra también el más levantisco e
indomeñable. Ahora estamos en tiempo de tregua (indutia) pero la provincia anda revuelta: disquisiciones sobre la
llegada del Mesías, orden de prioridades, exenciones, prerrogativas, bulas
gentilicias. Dicen que va a llegar el libertador de Israel que les liberara del
yugo romano. Por eso comprendo la ira de Cornelio. No da abasto. No
vislumbramos nada. Nadie nos explica que esta pasando. Nos llamaron del
pretorio para hacer un servicio desagradable. Primero una flagelación con verbera
y sayones, escupitajos, blasfemias y todo y más tarde y camino del
oscurecer una crucifixión en lo alto del monte. El reo un tal Jesús al que
muchos conocían pues habían ido a escucharle al desierto. Yo recuerdo su mirada
dulce, su sonrisa tierna y su aspecto prócer. Cuando me tocó una vez sobre el hombro quedé libre de mi cojera.
Pero más que de los males físicos le he de agradecer que me alejara de las
enfermedades del alma en particular de la melancolía que vengo padeciendo.
Siento añoranza de mi tierra oscense allá en las riberas del Ebro con sus
campos de cerezos, piescales y rosales silvestres (cornata) que rodean en espléndidos y surtidos valles los muros de
mi Jacta natal. Entiendo porque la
cólera del jefe. Me pareció ver asimismo la cólera del dios en estos instantes.
Las palabrotas de grueso calibre y los juramentos le salían hasta por el
penacho de su galea. Se ha infligido la ley romana. Se ha pisoteado el derecho.
Ese orgullo que siente todo cives romanus
ha quedado conculcado. Para los judíos no hay leyes. Ellos son la ley
-Los judíos se ríen den
nosotros, Manlio.
Sus palabras sonaron
rotundas y airadas derramándose con eco cruel sobre las baldosas del
gazofilacio. Entrábamos entonces los de relevo a hacer guardia en el pretorio.
El pretor había pedido refuerzos y los del sanedrín estaban en pie de guerra a
causa de no sé qué, de ciertos dichos o
ciertos hechos del inculpado que dice llamarse enviado de Israel. Pedían su
muerte a gritos por las calles de la ciudad. ¡Cuan ingrato tornadizo y frágil
de memoria es el vulgo! Antes de anteayer se despojaban del manto para
alfombrar el camino ad portas de Jesús que entraba en la ciudad a la grupa de
un pollino.
-Reo es de muerte.
-¿Qué pecado hizo? ¿Qué
crimen ha cometido?
-Se hizo a sí mismo hijo de
Yahvé
También el cónsul de Roma
estaba visiblemente contrariado. Su toga
y su capa pretexta no quedarían indemnes al cabo de aquel proceso, tampoco su
cabeza...
-Pon un centinela en cada
flanco, Manlio.
Hice como me pedía mi
centurión. El lithostros era un mar de gente. Muchos forasteros barzoneaban por
el enlosado con poco que hacer y sin saber cómo pasar el tiempo de un día
festivo. Había noctámbulos y los habituales peregrinos que preferían merodear
por las calles hasta ser de día por no haber encontrado alojamiento. Otros eran
gentes sencillas a los que las nuevas del tumulto habían sacado de sus casas y
estaban a la expectativa de lo que pudiera pasar. La población flotante era numerosa por
motivos de la pascua. Acababan de cerrar algunos de los poco chigres (cauponae) existentes dentro del recinto
sagrado y allí se agrupaba una multitud variopinta de alquilonas cananeas a la
caza de algún ultimo cliente, algún peregrino sin posada o de algún milite de
permiso. Cruzaban las calles vagabundas con harta soledad y mucho frío en el
cuerpo huyendo del relente de las noches del mes de Nissan en puertas de la
primavera pero cuando todavía hace frío en Jerusalén e incluso hiela. No
faltaban las fregatrices y las señoras de la limpieza y merdellonas solicitas
que gustan de hacer corrillos intempestivos con los soldados y dicen frases y
largan risas. A cambio de sus ocurrencias estas les lavan la ropa gratis a las
legiones o les tienen la impedimenta y les llevan al cuartel sopa caliente. Fue
la noche entera un azacaneo de noticias y despachos de truchimanes y de
correveidiles. Los judíos se ríen y avergüenzan de los romanos que comemos con los
dedos y no nos purificamos o lavamos las manos antes y después de cualquier
refección. Me llamó la atención en medio de las befas la insolencia de una de
las Maritornes que le hizo sacar los colores a un pobre hombre con aspecto de
palurdo que se calentaba ad prunas en
una hoguera que habían encendido en el patio y que debía de ser amigo del
hombre que juzgaban:
-Tú debes de ser de su
cuadrilla. Hablas con acento galileo.
Los galileos se expresan con
un retintín especial. Es un deje algo paleta que exaspera o causa risa a los
jerosolimitanos castizos que se consideran hijos de David porque menudos son
ellos.
-No me vengas con tonterías.
Yo soy de aquí aunque fui pescador en el mar Tirreno.
-No te creo- dijo la
fregatriz
El hombre tenía el pelo
rizoso y era corpulento. Su aspecto era el de un pescador a juzgar por las
manos encallecidas. Parecía acobardado pese a su prestancia física ante las
preguntas capciosas de la fémina.
-Pues las cosas como son. Tú
andabas con ese. Me lo ha dicho una compañera que es de por ahí de donde tú y
te conoce.
-No sé lo que me dices,
mujer.
El intruso, presa entonces
de un repentino temor, llevándose la
mano al puñal, oculto bajo su gramalla, abandonó el porche. Oímos cantar el gallo por segunda
vez y a la tercera, cuando entonaron sus gritos alectorios los mastos de todos
los corrales de Jerusalén, el buen galileo al que dicen Cefas salió del recinto
llorando. Era ya la vigilia tercera...
-Vaya una noche para
destetar hijos de puta – le escuche decir a un veterano de la guerra de las
Galias arropándose como podía las orejas echándose el capote de piel de tigre
sobre la cabeza. Era el gálico Adrianes uno de mis hombres más fieles. También estaba triste. Longinos su compañero de terna junto con
Maudilius tampoco hablaban. Estaba de plantón a la salida de la escalinata
paseando la guardia y andando sin descanso y amenazando al mundo con su lanza.
Como hacia frío, tenia subido el borde del capote o paludamentum hasta casi las orejas que le resguardaba del relente
de la amanecida. Las plumas de su penacho que eran el orgullo del destacamento
por el contrario ahora algo cresticaidas parecían, advirtiendo la pena y
turbación de los equites. La madrugada no podía ser más melancólica y allí
todos parecíamos desterrados. Y un destierro sagrado era el nuestro,
cunctancter. Cunctancter. Así, easy,
vayamos paso. Cruzó el cielo de aquella madrugada de viernes de abril una
golondrina. También parecía acongojada. Los pájaros en señal de de duelo
cesaron en su canto. Roma hace justicia pero nunca asesina.
Se cruzaban apuestas sobre
quien habría de ir, se retorcían los argumentos con esa habilidad típica que
tienen los talmudistas para hacer de la necesidad virtud para que las buenas
intenciones se conviertan en malas obras y para que el agua se transforme en
vino. Vi al centurión por un momentito. Llevaba en el peto incrustado los
exvotos del dios con sus agradecimientos y los exuvium o trofeos conquistados
al enemigo. Eran el testimonio de todas las campañas en las que había
participado: una cabeza de Isis de oro macizo, el prendedor de una matrona
dálmata y un flavelo en miniatura que le
había regalado una etiope. Es fuerza confesar que nuestro centurión poseía un
cierto ascendiente con las mujeres. Colgaban también de una cadena que al cuello dos figurillas de Castor y Pólux
las deidades a las cuales la milicia ecuestre se encomendaba antes de arrostrar
la lucha. Decía que tales fetiches le daban suerte, lo que no dudo pero estaba
seguro que en aquel día en que amaneció Júpiter, el mas inicuo de las historias
del mundo, íbamos a necesitarla pues estaba ocurriendo algo muy gordo. ¿Era el
principio del fin del imperio? Ante la fuerza de los hados nos sentíamos
inermes, de antemano derrotados. Las fibras del destino nos eran contrarias y debajo
de la columna rostral del Arco Mayor romano unos desalmados se habían puesto a
jugar a los dados. El sonido cual sistro siniestro del cubileteo de las fichas
dentro del capacete de la fortuna donde se movían ciertos números con las
papeletas del devenir hacia temblar los cimientos del Capitolio. La loba
capitolina daba siniestros gritos de dolor. La leche con la que amamantaba a
los dos mielgos veneno volviose. A las ninfas del cantón siempre les hemos
atraído los soldados no sé por que. Entonces fue cuando se acerco a mi una tal
Miriam que había visto hacer la carrera por toda la Decapolis y me espeto de
antuvión:
-Seguro que no eres
partidario ni de los unos ni de los otros. No eres ni griego ni galileo ni
tirio ni troyano. Todo esto que esta pasando te la debe de traer floja y lo más
probable que no entiendas nada de política. Vámonos a echar un polvo ¿Subimos
un ratito?
La reina me ofrecía sus
favores con ese desparpajo de las meretrices hebreas tan agresivas como
procaces con que acaparan, funestísimas, a sus clientes.
-Mira, prenda, hoy Marte no
puede ser cariñoso con Venus- le dije temiendo una celada. Muchos compañeros de
la brigada habían sucumbido al ser seducidos por estas tusonas encerronas al
servicio de la guerrilla tan abundantes en Palestina
Livius Jacetanus conocía a
aquella mujer pública de verla por las calles de Ramala. Su nombre era Noemí y hacia honor a su titulo que
quiere decir hermosa. Creo que había trabajado como bayadera en el cuerpo de
baile de Herodías. Era amiga de María de Magdala y tenia su mejor clientela
entre el clero y los pontífices (¡oh como detesto esta palabra tan altisonante
de pontífice después de haber visto pedir con tanto denuedo a Caifás el
santurrón fariseo la cabeza del Inocente, pontífice o artífice de puentes entre
dios y la tierra!) pero Noemí había terminado ejerciendo su oficio por las
esquinas y garlitos de mala muerte de la ciudad santa. Entonces se escucharon
pasos y grita de gente que se acercaba. Oí la voz de Britanicus autoritaria. A
mí la guardia. Desenvainamos la poderosa de las estocadas. Echamos fuera del
recinto a las putas y a los mirones que huyeron presas del pavor ante el filo
de nuestras espadas y el fulgor de las lanzas. Yo estaba enojado y me entraron
ganas de hacer correr a gorrazos a alguna de aquellas rameras. Nunca me ha
apetecido maltratar a mujer alguna pero, vistas las circunstancias, hubiese
descargado mi ira contra lo primero que
pillara como en aquella ciudad de la Bética donde pasamos a cuchillo a
los ancianos las mujeres y los niños a causa de la dura resistencia que
encontramos entre los defensores. Un romano no asesina solo cumple órdenes pero
existe un cierto placer morboso en ver correr la sangre y sentir enervamiento
de los gritos los aullidos y blasfemias que acompañan a toda carnecería. Hay un
punto en que el ser humano deja de ser racional para convertirse en bestia y
para demostrarlo basta con haber sido testigo de la toma de cualquier ciudad
extranjera por alguna de nuestras legiones una vez traspasados sus muros y terebradas con el rezón
o el ariete algunas de sus
puertas. Ello forma parte de la belleza de la guerra. Es lo que llamaban los
antiguos los dos valores. Formido
proelorum (el miedo y el pánico) que se entrevera contra la formositas o virilidad del combate. A
decir verdad y si nos hubiéramos dejado llevar de la furia hubiéramos
dispersado a aquella chusma que entró a
prender en el huerto de los olivos al Inocente con palos y con fustas cuando
solo un par de días antes alfombraban su paso por las calles de Jerusalén con
sus mismos mantos. ¡Qué voluble y tornadiza es la masa! ¡Cuán manipulable! En
esto, bajo el dintel de la puerta principal de la fachada de palacio aparece el
buen Jesús. La puerta se inunda de una luz radiante, cósmica, y de un aura de
belleza y de quietud. La belleza y la gran serenidad adornaban aquel rostro de
varón. Miraba de frente y no parecía aturdido ni daba muestras de ira ni
arrepentimiento. Los del sanedrín, por el contrario, mantenían la mirada baja.
Jesús paseaba sus ojos con gesto de señorío por el recinto en medio del más
profundo de los silencios como si buscara a alguien. Su mirada se cruzo con la
de Cefas y entonces el Inocente sonrió. El apóstol huye embargado por la
tristeza los ojos arrasados en lágrimas. Se había cumplido su promesa. Pedro
había estado presenciando aquellas escenas de ludibrio y de juerga desde una
esquina. Antes de que el gallo cante por tercera vez tú me habrás negado tres.
Ciertamente, el cielo y las estrellas pasarían pero sus palabras no pasaran. La
profecía que había formulado el Maestro horas antes, en la infausta noche del
prendimiento, acababa de realizarse. Jesús era un hombre de gran porte. No
parecía un judío sino un griego, de miembros vigorosos y atléticos, la barba
rubia y partida en dos. Sus cabellos de estopa eran muy densos. Lo que más
maravillaba en su rostro era el poderío de su mirada, la elegancia de aquellas
manos que por doquier iban haciendo el bien, dedos hechos para sanar y para
bendecir y unos pies elásticos muy cuidados que habían encauzado los pasos
siempre por las rutas del bien. La frente tenía distinción, y su continente era
asimismo majestuoso. Y toda la cabeza parecía haber salido del buril de
Praxíteles. El cristo ungido no podría ser de otra manera sino la cifra y el
compendio del canon de las perfecciones. Una vez que nuestra nave oneraria
naufrago y hubimos de alcanzar a nado la ribera del Pireo recuerdo que
aproveche aquel tiempo para darle gracias a los dioses por estar vivo. Fui al
ágora a escuchar a los filósofos y ascendí al Partenón. Allí prendió en mí la
idea del dios desconocido, un dios que habría de venir y que seria como
aquellos que yo admiraba en las calles y en los templos de Atenas. Bien me
dije. Ese hombre tiene la respuesta a mis expectativas. Un dios nuevo había
nacido. Fidias y Mirón habían esculpido su rostro. Apolo habitaba entre
nosotros y todo aquella filosofía, todas las elucubraciones de los mitólogos y
de los poetas, revertían a aquel instante y a aquella hora y a aquel varón de
dolores pero cifra y compendio de todas las perfecciones clavado en una cruz.
Sus ojos se fijaron en los míos con tristeza. Parecían conocerme por dentro y
al contacto con el brillo y aquel calor que transmitía su mirada quise
convertirme en un hombre nuevo, exento de mis pasiones y enfermedades, libre de
mi cojera. Creo que me reconoció pero no me miraba como uno de sus verdugos los
que habrían de afligirle y desollarle a latigazos. Devolvía mis golpes con
caricias de perdón y digotelo yo aquella mirada del Inocente era del todo
acariciante y sanadora. Me contempló desde el dintel del pretorio y no he
vuelto a sentir mi cojera. Fui herido en una pierna por un dardo en el asalto a
un oppidum de Asia Menor. Los
defensores arrojaban venablos piedras y calderas de aceite hirviendo contra
nosotros. No me abrasé con el plomo derretido que caían sobre nuestras galeas
(para la protección de la cabeza toda la testuz que atacaba y golpeaba el
ariete contra las murallas nos cubríamos los cascos con una mampara
de hierro testudo que hurtaba
el cuerpo a la acción de los defensores; llamábamoslo la sombrilla contra el
poder de los decapitados) pero me abrasé entonces con aquella mirada de amor y
de perdón que me lanzo el Inocente desde la puerta. Creo que he dejado de ser
el mismo. Recuerdo que mi cerebro estaba lleno de odio y de desesperación como
a tantos soldados de mi cohors que se
lanzarían por un barranco o se unieran a las cuadrillas de asesinos. Cierto que
fui su esbirro a regañadientes por obediencia al Cesar y sometido a los presiones
de los judíos que para mí fueron los responsables del asesinato del hombre-dios pero devolviendo mal por bien el
dulce Jesús me curó de mis heridas y puso punto final a mías congojas. “Señor,
una palabra tuya bastara para sanarme” dije imitando a nuestro centurión al que
también había recitado a su hijo. Me dieron ganas de blandir mi espada y salir
en su defensa pero sentí ese miedo típico a los judíos que sobrecogerá a muchos
a lo largo de la historia. Me dieron ganas de deshacer sus ataduras y poner en
fuga de un tajo de mi gladium a los
insolentes que en aquel instante formaban
corte infernal de maltratadotes y escarnecedores en rededor. No fui
capaz o lo suficientemente valiente. Me faltaron las fuerzas. Me repudio a mí
mismo por haber sido victima de los respetos humanos y del temor al que dirán.
Teníamos reputación de valientes los legionarios de la séptima invicta.
Soldados de elite nos conocían en algunas partes de las Galias, de Panonia, de
Libia o del país de los escitas como los novios de la muerte y los sacamantecas
pero aquella tarde nos comportamos como
gallinas y verdaderamente fue cosa chocante y de naturaleza milagrosa. Y
es que según vine a entender luego tenían que cumplirse las escrituras y los
que habían dicho los profetas Isaías y Jeremías. La hora estaba cumplida. Es
preciso que muriera el Hijo del Hombre pero ay de aquel por el que fuese
entregado. Más le hubiera valido no haber nacido. Me consuela saber que perdonó
a los verdugos. Dios tuvo demasiada indulgencia con los que fuimos sayones del
Redentor. Me hubiera gustado aquella tarde no tener manos ni cabeza para no
presenciar los sufrimientos y dolores increíbles que infligimos en aquel cuerpo
tan bello. Claro que ahora al recordar encuentro un eximente. Estábamos
borrachos. El mando había enviado un aguardiente especial mezclado con unas
hierbas analgésicas. Se lo dimos a beber al reo. Lo probo pero no lo degusto.
Nosotros, eso sí, bebimos mas de la cuenta. En vez de defenderlo en el atrio
frente a la chusma que le hostigaba nos quedamos inertes y con los brazos
cruzados. Entonces se oyó el grito terrible de una dueña despiadada con una
violencia inusual y salida de las entrañas de un útero infame: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre
nuestro hijos”. Solo una hebrea
puede ser capaz de tanta protervia. Y aquel fue el clamor mas infame que se
escuchó. Es el grito de la culpa que no se borrara jamás y que pesara siempre
sobre la conciencia de un pueblo deicida. Ante semejante barbaridad se me
encogió el corazón. Estaba claro que no querían ninguna indulgencia. Caiga su
sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Tal injuria únicamente podía
salir de la boca de un judío. Se hizo el más profundo de los silencios. Me fije
en la túnica de Jesús. Era de color escarlata, e lana de oveja núbil. Una gramalla como tantas otras en Galilea
pero el ajuar para un profeta. Desnudos
venimos al más mundo y desnudos lo abandonamos.
Un verdadero contraste es la
simplicidad de este atuendo si se la compara con los más de veintitantos
ornamentos que adornan el cuerpo de los sacerdotes cuando ofician cerca del
sancta sanctórum de Jerusalén o la gran cidaria de los pontífices máximos que
cantan constantemente sus peanes en las ofrendas a Júpiter. Este hombre al
morir en una cruz creo que ha venido a traer la guerra. Es un revolucionario.
Ha venido a poner las cosas del revés. Sus palabras y sus actos constituyen una
carga de profundidad a la línea de flotación del sistema. Su gran delito, robar
el fuego a los dioses y entrar con un látigo en el templo de su padre que
profanaban los cambistas y publicanos. Su desnudez es una afrenta para los que
visten pieles de marta cibelina e inducen a las espaldas mantos de armiño y
togas pretextas. El poder siempre lo considerará un enemigo. Lo ahorcarán doscientas
veces pero al cabo exultará e inundará las plazas con sus turbas de
desarrapados, de famélicos, enfermos y perdedores. Los curas y los políticos
siempre andarán sobre sus escritos con mirada vigilante pero en última
instancia y al no poderlo vencer intentarán usurparse mensaje y apropiarse de
su enseñanzas. Así que los curas y los obispos harán un montaje con su
evangelio. El culto a los muertos les dará de comer.
Mis ojos se posaron en la
túnica del Salvador. Era de color carmesí retinta en sangre de los golpes y de
los palos del simulacro de la coronación. ¿Eres rey de los judíos? Um pues
ahora mismo te colocamos los símbolos y le pusieron la caña por cetro, un saco
por manto de armiño, un pedrusco redondo que habían encontrado en los caminos
por la imago mundi de la armilar que
las testas coronadas – y aquella era una testa coronada de dolor y escarnio, un
rey de aflictos que abrirá la comitiva de los de copas, espadas, oros y bastos,
todos los palos de la baraja, que en este mundo han sido y después de mí el
diluvio y todo lo demás- y encima de la cabeza aquella tonsura de pinchos
ciñendo las sienes admirables. La túnica de una sola pieza había sido tejida
por los dedos amorosos de una Penélope mística. La tejedora era aquella anciana
de luto que estaba al pie de la cruz y a la que otras dos compañeras sostenían
por los ijares para que no se desmayara. Madre dolorosa y aquella visión enorme
y que tuve el privilegio de contemplar como testigo ocular quedaría fijado en
la retina de la historia y sería fuente de inspiración de imagineros, pintores
y poetas.
-Aguarda, mira bien lo que
dices, legionario romano y guárdate del acrónimo: el cetro, la corona y el
manto e armiño no era tributo de los reyes bíblicos sino de las monarquías
medievales.
-De acuerdo estamos jugando
al escondite –dije a la voz de la conciencia- con los símbolos. Las palabras de
los cuatro evangelistas cuarenta paginas que revolucionaron el mundo muy densas
y a veces confusas pero de una fuerza increíble y como si se tratase de un mensaje
llevado en volandas por el huracán del espíritu son una narración deslavazada
pero de una fuerza tal que todavía está haciendo girar al mundo. Su desconexión
repetitiva es un enigma que sigue causando verdaderos dolores de cabeza a los
hermeneutas y a los intérpretes de los sueños místicos.
-Somnia rerum, yo sueño en mis cosas
-Hechos y dichos pero ¿todas
esas parábolas son ciertas?
-Tan ciertas que han volcado
los toneles de la ley pero pertenecen más que al mundo judío al romano.
-Está claro que se la tenían
guardada.
-Nescio quid dicis. No sé lo que dices.
-Yo me entiendo.
La voz me dijo que había una
transposición de términos. En realidad cada unos de los hilos de la túnica
inconsútil forma parte de la malla de un laberinto. Se me metió desde entonces
por los ojos. Y todavía veo el brillo del primer ornamento sagrado. Era la
estola más pura, el primer efod, la estola que abrió todas las preces inundando
los templos de cantos y antífonas a través de la cristiandad, y el mejor
cíngulo que jamás ciñeran sobre sus lomos los sacerdotes del templo de Salomón
y los flamines romanos que ofrendaban sacrificios animales al Sol. Ello forma
parte de los atributos de todas las religiones órficas. Aquella vestidura sin
mangas era la prenda determinada por el señor para dejar proscritas las
estolas, las cidarias, el efod y las mitras de los jerarcas, todos aquellos
ropajes, todas aquellas cosas inciertas que quedarían abolidas para dejar paso
a la nueva ley. La humilde túnica de un crucificado por rebelde a los estatutos
religiosos y políticos de Israel se convertía en símbolo de un Nuevo Orden. Él
se quedó desnudo en el madero pues hasta le despojaron del paño de pudores o
calzoncillos y se los jugaron a la taba los mercenarios etíopes. Él se quedó
con nosotros.
-El dios está en
calzoncillos. Mirad su desnudez.
-Que no escandaliza.
La frase blasfema no dejó de
parecerme un prurito de verdad porque desde aquel vértice en la que el sol
parecía renuente a desplomarse por occidente la luz trajo los designios de la
clarividencia. Los circunstantes y circuyentes por dadiva divina nos
transformamos en presagos y videntes. En la suma de aquel cerro se daban cita
los acontecimientos de la humanidad en mezcolanza de escenas del presente, el
pasado y el avenir. Se veían acciones insólitas y se escuchaban parlamentos en
lenguas extrañas anunciando en tono de profecía lo que habría de llegar. Lo que
fue, es, y será. Se abrieron aquella tarde las fauces de la tierra y los
sepulcros escupieron de su boca a los muertos que allí yacían. La desnudez del
crucificado era para que a la humanidad en adelante no le faltara el vestido.
El nuevo Adán quiso estar en cueros para presentarse de esa manera a Yahvé
cuando bajó a visitarle en el jardín del Edén. A la sombra de la cruz nacía un
nuevo orden y el paño de pudores que se rifaban aquellos crudérrimos
mercenarios etíopes la vestimenta de un ajusticiado la prenda de nuestro
rescate. En aquellas horas se nos hizo fácil dejar escapar la imaginación para
explicar muchas cosas que carecen de sentido puesto que la verdad estábamos
rodeados de símbolos y cada cosa que acontecía y cada hora que pasaba era todo
un ciclo histórico y un montón de acontecimientos que serían el sostén de toda
una parenética posterior. El mundo a partir de aquella hora de tercia estaría
escuchando el sermón de las siete palabras todos los viernes santos
Apreté la túnica
sagrada contra mi pecho. Sentía un calor extraño en mi piel, cierta paz
interior. La pena y la alegría a la vez bañaban mi rostro en lágrimas. Una
fuerza enorme me sujetaba a la tierra y no era la superstición a la cual tan
aficionados somos en Roma sino algo que estaba por encima de los dioses mismos.
Los decuriones nunca lloráis pero mira mi cara. Estoy llorando. ¿Quién es tu
capitán? Se presenta Manus Britanicus
decurión ¿En qué legión militas? La Victrix o séptima. ¿Ala? Tercera. ¿Mano?
Siniestra. ¿Manipulo? El de los honderos mallorquines. Está bien. Puedes
retirarte. Aquella prenda de abrigo despedía como una fuerza que en lugar de
venganza pedía perdón, que sustituía la turbación por la quietud y exhalaba ese
perfume de olíbano. Olía a cosa santa. Hasta incluso creo que me inhibía de mi
vehemencia, una característica por la cual yo me había significado en el
destacamento. Era yo de los de aquella milicia que no da un paso atrás. Ahora
estaba sobrecogido ante mi propia mansedumbre y a mi capitán Britanicus le
ocurría lo mismo puesto que iba de aquí para allá como alma en pena repitiendo
un adverbio de modo: “Cunctancter… cuncti, cuntancter, todos juntos y
despacito”.Bien sabrían nuestros enemigos que esto no era lo normal pero al
contacto con semejante “praeda” o
trofeo espiritual algo se movía dentro del corazón de nosotros mismos. Algo
estaba pasando. Había comenzado la gran pecorea espiritual para la salvación
del mundo. Semejante transformación no entraba dentro de los prolegómenos de la
casuística y de la estadística con que nos marca el destino a los hombres.
Venimos el mundo a ser uno más y a observar una serie de comportamientos y de
reacciones estándar. No te saldrás del camino, beiby pero la gracia lo puede
todo. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué estaba pasando? Este sentimiento de amistad y
de tolerancia hacia nuestros semejantes y que no era lo normal formaba parte
del legado un mandamiento nuevo os doy. Era su parte esencial. El testamento
del cenáculo: el amor, el perdón a los enemigos, una píldora muy difícil de
tragar para un decurión como yo que recibe el estipendio de la Legión Invicta y
ha militado en la Coadjuvatrix y en algunas más de las cuarenta y cinco que
defienden al imperio. Esta noche se ha producido un verdadero milagro. Fue
aquel cambio, aquella metanoia.
Llegaron refuerzos. Los conscriptos de la impedimenta que en las marchas
caminan en la retaguardia arreando los onagros de Abisinia porteando en las
artolas de arpillera Britanicus trajo vino del Ponto jícaras enteras, orzas,
picheles y yo creo que me bebí una cratera. Beber para olvidar. Consumid el
fruto de la uva de tal manera que desaparezcan vuestros propios pensamientos y
que vuestro ojo desvaríe así que no pueda columbrar la ignominia de este día.
Pronto había muchos bolongos. Sin embargo por lo que a mí respecta a pesar de
lo muchos que bebía no me emborrachaba. El centurión aguantaba el que más pues
se conoce que estaba acostumbrado al lúpulo de Eboraco. Nos mandaban de
verdugos a perpetrar uno de los tormentos más ignominiosos en nuestras leyes
penales. Sólo se azotaba a los violadores, a los asesinos reincidentes, a los
enemigos del pueblo. A los delincuentes peligrosos. El castigo era tan duro que
se tenía por costumbre administrar algún lenitivo o clase de droga tanto a los
corchetes que administraban la feroz penitencia como a los reos. Jesús fue dado
a probar una copa de vino griego. Lo degustó pero no lo tomó y soportó el trance
con una entereza y una valor que yo no he visto en ningún otro hombre. Resistió
la verga con cabos de taba pungente y dientes de pescado-el gato- y demostró no
sólo hombría y valor físico sino una naturaleza humana de tan recio temple que
sobrepujaba los términos habituales. Uno, dos, tres. Hasta cinco mil latigazos.
He de confesar aquí que ninguno de mis hombres tocó al Inocente. Sentían como
una especie de reverencia y un pavor que no teníamos por costumbre. Se delegó
para tal vileza a una jarca de conscriptos judíos condenados a muerte y que se
emplearon con harta saña. El premio a aquella infamia fue la absolución de su
condena. Otro regalo del sanedrín al lábaro y las fasces romanas. Aquella
chusma recién soltada de las mazmorras de la Torre Antonia se empleó con valor
y a juzgar por su sevicia muchos de nuestra cohorte, los que no estábamos
ebrios, nos dimos cuenta que en la Palestinense la vida era tenida en muy poco.
Esa fue una de mis conclusiones. La otra, que los judíos son el pueblo más racista
y cruel de la tierra, raza maldita verdaderamente, viperina, y de sepulcros
blanqueados. A los pueblos que no han nacido bajo el consenso de la
circuncisión los consideran subhombres, auténticas bestias. Este orgullo de
casta les hace odiar a la condición humana a la que pretenden esclavizar
mediante el soborno del oro o las mentiras de su historia. Sacaron para aquel
mandado a todos los violadores, parricidas, salteadores de caminos, ladrones y
forajidos de toda especie. Barrabás era el capataz del equipo. Golpeaban con
tal contundencia que diríase fueran auténticos expertos manejando los verbera o trallas de esparto que
remataban en bolas de plomo como si el oficio hubiera sido el suyo de toda la
vida. Cinco mil vergajazos pero lo más humillante fueron las befas. Un buharro
se puso detrás de él e hizo amagos obscenos de sodomizarlo pero uno de mis
hombres desenvainando la espada le decapitó de un golpe certero. La cabeza rodó
por las baldosas del Lithostros igual que una peonza a la que un niño acabara de
soltar en trompo dejando en pos un reguero de sangre. El gentío que asistía al
martirio reía a carcajadas. El Inocente el rostro ensangrentado y los hombros,
que parecían una llaga, volvió la cabeza y como un relámpago se ciñó su túnica
sagrada desatando las cuernas con que estaba amarrado a la columna del pretorio
y adelantándose unos pasos recogió la cabeza ensangrentada del sodomita y la
unió al tronco. Éste se levantó como si no hubiera pasado nada lleno de
confusión pero arrepentido de aquellas obscenidades contra el Lirio de de Dios
paradigma de la castidad misma. Se prosternó ante él y lo adoró saliendo
después del lugar con su cabeza sobre los hombros. Como si no hubiera pasado
nada. Iba diciendo: éste verdaderamente es hijo de Dios. Le llamaban Plauto
según supe después el cognomen debido a su cojera y creo que era un mercader de
Salónica hermafrodita perdido y famoso por sus inclinaciones paidófilas. Desde
aquel entonces nunca le volvieron a ver en
compañía de efebos. Huyó al desierto. Fue bautizado y creo que murió
mártir de los judíos que le llamaban El Impuro y para los cuales no era óbice
su arrepentimiento y la vida penitente que arrastrara. Era la segunda vez que
el ajusticiado utilizaba sus poderes sobrenaturales después de haber conseguido
otra ortomorfosis en la oreja de Malco que fue tajada asimismo por uno de sus
discípulos en un arranque de valentía. Estaba claro que el Inocente que se enfrentaba a la violencia
y crueldad de la que jamás se había tenido noticia bajo la capa del cielo no
utilizaba la guerra para llevar adelante sus planes de salvación.
Bienaventurados los mansos de corazón. Al verle obrar aquel portento comprendí
que se estaba cumpliendo un designio anunciado mucho antes.
Entonces un escriba de los que habían acudido a pedir la muerte de
Jesús a Pilato gritó:
-No le hagáis caso. Es un hijo de la condenación. En nombre de Belcebú
hace milagros.
Aquel hecho no ablandó el corazón de pedernal de los que le
condenaban. Seguían ternes en sus blasfemias cubriendo su cuerpo de gargajos y
pronunciando blasfemias. Estaban cometiendo un pecado que nunca sería
perdonando. Y quedaría adherido a sus genes como un estigma. Aquella tarde
estaba naciendo el Amor Salvador pero por paradoja en el Calvario también
asistíamos al parto de un Odio infinito a aquella cruz que sería el símbolo de
la condenación y de la muerte en un holocausto de todo el pueblo de Israel. Veo
la ciudad llena de piras funerarias y sobre sus murallas alzarse una nube densa
de fuego que abrasará la tierra. Los deicidas en esa hora obtendrán su paga. La
soldadesca se creció a raíz de aquel suceso y hubo varios conatos de tumulto
que mis pretorianos, tras el incidente nefando, hubieron de sofocar con las
armas en la mano. Seguían clamando a pesar de todo lo que dijo la vieja:
-Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
No tenían ningún temor de Dios y menos al Cesar. Eran tan altaneros,
tan pagados de sí mismos y orgullosos de sus convicciones que pagarían cara su
soberbia apenas dos generaciones más tarde de que ocurrieran tales hecho. Más
que la muerte del Inocente a lo que más temían era a contaminarse pues era
sábado y había que guardar las reglas, ceñirse siempre a la letra muerta, rara
vez al espíritu de su Torá. Tampoco se conmovieron cuando fue sacado al pórtico
coronado de espinas. Setenta y dos pinchos olorosísimos de cambronera. Aquí
tenéis al rey. Ecce homo. Prorrumpieron en carcajadas histéricas. Mayores
gritos:
-Crucifícale, crucifícale.
Pilatos que estaba entristecido
y como medroso ante el furor de aquella gente se sentó sobre la curul a
deliberar. La gentualla pedía la cabeza del reo con mayor ahínco. El cónsul de
Roma no comprendía. Yo tampoco entendía nada. Era la hora del asombro. La razón
humana estaba siendo vencida, conculcada la lógica de modo que los argumentos
poco valían mostrándose tonante y prepotente Júpiter Pistor con una energía que
apabullaba. ¿O no era Zeus en realidad el que determinaba semejante secuela de
atropellos contra la verdad y la justicia? Uno tenía la sensación de andar como
flotando. No habíamos llamado a los dioses por su nombre aunque invocábamos su
fuerza. Era otra historia. Era otra cosa. Estábamos jugando al escondite con
los hechos ciertos mucho más allá de las coordenadas que determinan los humanos
comportamientos y desde el primer instante tuve el conocimiento de que aquel
ajusticiado entre los malhechores para ironía de esas special valúes que él al morir de esa manera tenía en tanto
menoscabo y que tanto estima la vanidad humana (ganar buena fama, tener sido en
consideración, ser rico e influyente) era el hijo de dios o hablaba con una
autoridad suprema propia de aquel que puede ejercer su influjo sobre los
astros. Que es capaz de decir a una estrella cae y el gran cuerpo celeste se
convierte en estrella filante. O apostrofar a los peces para que canten y toda
la ictiología de los reinos de la sombra del padre Océano inicia una melodía
infinita que esparcen las ondas y que mueven las mareas de uno al otro confín.
Fuerza suprema. Radiación lumínica y taumaturgia. Levántate, toma tu camilla y
camina le dijo al tullido de la piscina probática y el paralítico de toda la
vida inició una carrera por las trochas que circundan el valle de Hebrón. Yo
soy la verdad y la vida. ¿Quién puede pronunciarse de esa manera sino el Mesías?
Ha blasfemado. El supremo sacerdote escindió su pectoral de oro en dos. La
túnica se la había echado el Inocente sobre los hombros y Pilatos apuntándole
con el dedo dijo Ecce Homo. ¿Qué no
os dais por satisfechos, cabrones? ¿No tenéis bastante ya? Les temblaba la voz.
Titilaba el odio en sus barbillas. ¿Ese loco qué se habrá creído? La envidia,
la presunción, los malos pasos, la soberbia orgullosa de los que escucharon el
sonido de las trompetas de Jericó. Todo resultaba inconexo y un poco como sin lógica.
Nuestro cónsul tenía miedo. Era su tercer año. Le quedaban tan sólo unos meses
de mandato. No le gustaba Palestina, nunca entendió a los judíos. Se había
limitado a llenar las alforjas para volver a Toscana rico. Le aguardaba un
retiro en la quietud de su villa cerca de Ostia regando los geranios, vigilando
sus silos y comerciando con los esclavos de Iliria. Además amaba a su mujer
Claudia profundamente a pesar de que habían corrido rumores por el destacamento
de que ésta llevaba una vida licenciosa pero en el fondo era una buena mujer
que se aburría en aquella ciudad cargada de dioses y de prejuicios y le
hacían añorar a su ambiente de Roma. Los
balnea. Las entradas para el
anfiteatro. Le había dado al gobernador cinco hijos. Un fallo a tales alturas,
pensaba Poncio Pilatos, podría ser ominoso de cara a su jubilación tranquila.
No dudaba que aquel hombre que había traído para ser juzgado nada tenía que ver
con las terribles acusaciones de las que era objeto. Que había sido conducido
al pretorio bajo la imputación de falsos testigos y todas las pruebas eran una
burda fabricación. El clima de odio era tan espeso que casi podía ser cortado
con una navaja. Y era aquel encono, aquella saña, fruto de siglos, fecundaría
los negros campos de la destrucción y de la guerra. Tengo que regresar a Roma
cargado de honores y de lingotes. La nave oneraria que transporte mis
posesiones será la admiración de mis admiradores. Mis enemigos perecerán de
envidia. He sufrido mucho esta noche en sueños por causa de ese justo. La
esposa solícita – la intuición de las mujeres resulta determinante para conocer
la verdad – enviaba recados al procurador pero ¿Quid est veritas? La ética de circunstancias echaría un pulso a la
deontología de un juez. Al fin y al cabo muchos jueces romanos estaban
corruptos y los senadores ambiciosos que eran enviados de procónsules al
Oriente sólo tenían ambición. Para volver con los carros y transportes cargados
de riquezas y encender un cirio en el templo de Vesta enhiesto en una
palmatoria de oro sembrando la admiración de los padres conscriptos. Velay al
hombre. Ciertamente es una injusticia. Este hombre no ha hecho nada malo.
Parece un orate pero escuchad cómo chillan en la platea. La chusma brama
pidiendo su muerte. Al fin y al cabo nadie sabe dónde está la verdad. No puedo
comprometerme ni poner mi carrera política en entredicho. ¿Quién eres tú? El
ajusticiado se entregó al más impenetrable de los silencios pero era un mutismo
manso sin queja bajo la arcada de las columnas dóricas su rostro dolorido bajo
la imposta, los ojos traspasados de melancolía, de dolor el gesto. Nadie quería
compromisos ni complicaciones en la vida. A mí que me dejen tranquilo. Yo voy a
lo mío. Hágase mi voluntad y que se caiga toda la techumbre del firmamento. No
te metas en camisas de once varas. Entonces un esbirro de la escolta con ganas
de hacer méritos le arreó una bofetada y el alapa
volvería a repetirse por el mismo sujeto en la casa de Anás un viejo de barbas
hirsutas la nariz larga y el gesto hosco rapaz desconfiado e insolente. ¿Así
respondes al pontífice? Tas, otra bofetada. El Salvador abrió los labios. Si en
algo falté dime en qué. Si no ¿por qué me golpeas? Pero otro puñetazo fue la
respuesta. Aduladores y cortesanos sinuosos como la serpiente. Vi a una mujer
rapaz los ojos chiquitos y muy móviles como los de una víbora que hablaba
palabras de abominación. Tenía flujo y su olor era bastante desagradable.
Estaba sentada en la Biblioteca de Alejandría. Era la encargada de los scrinia o pequeños cofrecillos en los
que se archivaban los papiros de la satánica venganza. Esta mujer por nombre
Livia pero que procedía de una ciudad cercana a Iliberris era una bruja que
decía tener poderes del maligno. Los que la conocieron la temían y se guardaban
mucho de pronunciar su nombre que era el de Fonscrudelis. ¿Qué hacía aquella arpía en el lugar de la visión? No
lo sabemos pero venía escoltada por otra hispana que le traía la cesta de las
ofrendas y de las libaciones a las deidades infames. No en tiendo por qué se
encontraba en la casa del Sumo Sacerdote pero su nariz era acabañada como el
suyo y el pelo sucio y era algo pecosa. Los que la conocían y temían dijeron
que llegó desde la Bética como cuadrillera que sigue a la tropa ofreciendo sus
servicios pero bienquista con un procónsul de cuyo nombre hago gracia al lector
conquistó favores en el pretorio del gobernador hasta alzarse a un lugar
predominante de la administración colonial. Hacía y deshacía y su influjo se
hacía sentir sobre la psique del propio Pilatos un hombre bueno pero débil y
que vivía dominado por su mujer y por su barragana porque Fonscrudelis había
sido su favorita en la legión. Era una matrona muy altiva como lo suelen ser
las queridas y esposas de los militares en Roma crueles y orgullosos. Al andar
por los pasillos del palacio residencial movía el cuerpo con mucho dengue y
meneo y la cabeza la giraba a compás igual que una jirafa. Si Flavio había
aconsejado que librara del patíbulo a Jesús la jienense le recomendó que fuera
al palo. Reo es de muerte. Aquella mala mujer ejercía una suerte de magnetismo
nefasto sobre el pretor Poncio. Y después de obser5var la gran nariz de Anás
que se daba la mano con la Fonscrudelis la maloliente pero tan fétida como
bella. Era algo pecosa y rojiza el rostro atractivo bien trabada de hombros y
con un buen Partenón al dos pues era portadora de uno de esos traseros que
tanto gustan en las Galias y que son un vehículo de promoción social. La nariz
ya digo de Fonscrudelis era de vultúrida. Lo de fuente cruel no era más que un
mote pues los anales refieren que nada más nacer fue ofrendada por su aya sobre
el cadáver de la madre que la trajo al mundo en mala hora a las deidades de la
fuente Castalia y Fuensanta la llamaron pero no pudo ser más irónico el
cognomen a la vista de los hechos de su vida. Aquella no era una mujer. Poseía
rasgos que recordaba n a la víbora. Se puso a silbar en medio del bullicio
introduciéndose los dedos en la boca para hacer flauta y clamando el crucifijo.
No hay comando más temible en nuestra lengua latina que aquel imperativa
apostrofe con el que las enardecidas turbas pedían la pena capital contra el
galileo. Vi a la infame Fonsi arrebujada en su velo mezclada entre la multitud
odiosa. La reverberación de los azotes los insultos y escupitajos era una elocuente
referencia a las secuelas de aquel magnicidio. Dos tres cuatro. Lentos sonaban
los golpes de un tenor acompasados. El
sol del mes de Nissan se ocultaba detrás de las nubes como si tuviera vergüenza
de presenciar tal espectáculo. Los verdugos sudorosos apagaban la sed en un
aguardiente infame de guindas que parecía tornarles más locos y agresivos. Al
reo le dieron a probar vinagre. He de confesar que ninguno de mis hombres tocó
al inocente. Sacaron de los calabozos a todos los rufianes y asesinos lo peor
de cada casa y a los legionarios que se encontraban cumpliendo cadena por algún
crimen o toda la gente sentenciada a muerte. A ellos echaron al cristo como
tiempo adelante echarían a sus discípulos a los leones. No podía ser mayor la
infamia. Así pues, la ley del flagelo caía rotunda sobre la espalda y las
nalgas de los ajusticiados. Estallaban en el aire los golpes del gato o látigo
de cuerdas que remataban por contera en tabas afiladas de huesos de animal o
clavos. Tanto reos como verdugos tenían que acudir a la bebida para paliar el
tormento de la sed. Tomaban una pócima especial a base de vino judiego a la
griega mezclado con aguija y aguardiente de moras. El trance no podía ser más
atroz. Entre nosotros el tormento de la flagelación superaba en horrores al de
la crucifixión pero el Inocente impelido por una fuerza divina o porque tenía
que cumplir el mandó de apurar el cáliz hasta la última hez los apuró todos.
Una variopinta chusma recién excarcelada de la Torre Antonia estaba dando
rienda suelta a su sadismo. El populacho y es un clamor que no paramos de oír
en toda la tarde decía:
-Duro con él.
Y había que beber. Era preciso apurar el cáliz. Tres mil latigazos.
Estuvieron solmenándole desde la hora tercia pero la constitución física y la
longanimidad –una fuerza secreta dimanaba de su persona- eran portentosas. Una
naturaleza envidiable y una voluntad de hierro abroquelada en su misión de
salvar al orbe. Ante el espectáculo el
mundo futuro comprenderá el comentario del centurión:
-Verdaderamente éste era el hijo de Dios.
Nos estábamos ciñendo al espíritu y la letra de un texto antiguo y
había que cumplir el mandado sin apartarse ni una línea. Vermis sum et non homo. El espíritu de la profecía se estaba
manifestando. Se me abrieron los ojos aquella tarde en el Lithostros. Empecé a
ver y empecé a creer entre homicidas, sodomitas, rameras, sacerdotes
encopetados con la cidaria a la persa y filósofos. Querría que el responsable
de aquel asesinato fuera a Roma a ser juzgado y que el senado y el pueblo supieran
acerca de lo que estaba sucediendo en Palestina. Un suceso que tendría
relevancia para generaciones enteras y para toda la humanidad. Fui testigo de
cargo y yo lo vi con mis propios ojos. Yo acuso al Sanedrín y a la chusma
judaica. Era ya de mañana pasada la hora de tercia y el sol se alzaba besando
sus resplandores los morrillos del empedrado camino del monte de las Calaveras.
Habíamos bebido mucho vino de muchos grados pero ninguno de mis hombres daba
muestras de borrachera. Era el propio ajusticiado cuya sangre vertida se volvía
vino por nosotros infundiéndonos fuerzas. Ya arriba, lo clavaron entre dos
ajusticiados, Dimas y Gestas condenados por asesinato. Uno de ellos era un terrorista.
Uno improperaba. Otro bendecía. Al que le bendecía le prometió el paraíso. Tú,
Señor, tienes palabras de vida eterna.
Jesús gustaba llamar a las cosas por su nombre. Los que lo condenaron
no. Muy a regañadientes, el pretor pasó sentencia. Vi su mirada turbada y sus
dedos vacilantes. Sólo la devotio al
emperador y aquellas amenazas pronunciadas por los judíos de que si no lo
mandas al palo no serás amigo del Cesar le infundieron temor. Se había tatuado
en un brazo la insignia de Tiberio. El centurión por su parte estaba como
ausente. Iba de a un lado al otro del patíbulo donde habían colocado al reo
junto a los dos ladrones dando ordenes contradictorias. A sabiendas de
tener ante sí una tarea difícil. ¿No le
dará pena? ¿Por qué piden su muerte? Y
ante aquella brutalidad le vino al alma la
compassio que siempre caracterizara
a los ingleses. Cuando el Nazareno pidió de beber él mismo le acercó una
esponja mojada en vino y en hiel. No lo desdeñó. Lo probó pero no lo consumió.
Fue un verdadero milagro que hubiéramos ingerido entre todos casi doce cántaros
y que no estuviéramos ninguno ebrio. La beodez, la borrachera de amor vendría
después y sería una garantía de perdón para los pecados del mundo. Los de abajo
le seguían insultando. Le llamaban raca,
hijo de puta y los gestos obscenos se repetían una y otra vez. Las carcajadas y
la provocación:
-Si eres hijo de Dios baja de una vez. Desenclávate.
A golpes de culata manteníamos a raya pero teníamos órdenes estrictas
de no volver a desenvainar el hierro ni cortarle a ninguno la cabeza como había
ocurrido previamente en Cilicia aunque ganas tampoco faltaran. Nuestros jefes
tenían miedo a los judíos y se ceñían a la horma del compromiso político y como
los romanos somos muy aficionados a los juegos de azar pusimos sobre el tapete
sus pobres prendas. Nos jugamos a los dados su túnica inconsútil la que le
tejió su madre María, el ceñidor, y sus sandalias. Pocas pertenencias para un
rey desde luego pero su reino no era de este mundo. La alforja estaba vacía y
la bolsa se la había llevado Judas. Su calceamenta estaba muy gastada y
manchada del polvo de todas las calzadas de Judea. En lo alto del monte del
Gólgota se escuchaba el jadeo de los agonizantes, el llanto de las buenas
mujeres y el cubileteo de las téseras de los tahúres. No podía ser más pobre el
lote del defroque pero no podría ser más ardoroso el empeño de los que
administraban la puesta. Había asistido yo a lo largo de mi vida militar a unos
cuantos expolios mas en ninguno vi tanto empecinamiento y ganas de triunfo por
los jugadores como aquella tarde con Jesús. Parecía que les iba la vida en
aquel lance de fortuna. Todos le abominaban pero todos querían el despojo del
manso Cordero como si de ellos dimanara una fuente de salud. Aquella tarde dejé
de ir a ofrecer incienso a los dioses, de auscultar el vuelo de las aves y de
mirar para los astros. Una luz nueva era nacida dentro de mí.
II
NOCHEBUENA EN EL FRENTE
DEL ESTE
A
los veinte mil españoles que murieron en Rusia.
Posición 375 sección de Antiaéreos. Frente
del Este 24 de diciembre de 1942
Querida
Aderita:
Recibí tu carta ayer. La trajeron los del hipomóvil de la
Comandancia. No había podido hacer el
reparto en siete días pues hemos tenido una cellisca de las que hacen
época. Estos sí que son tormentas y no
las del Bierzo. Gracias por los
aguinaldos con el turrón y la botella de coñac el detente/bala y la estampa del
Niño Jesús que hemos colocado en sitio preferente de la chabola y está Jesusín
hecho un sol y yo no sé cómo con esos taparrabos blanco puede aguantar los
treinta y dos bajo cero. ¡Cómo es Dios y todo lo puede! No le harán mella ni las balas y lo que decía
nuestro general el otro día en una arenga que radiaron por radio Berlín: fuerte
será el invierno ruso pero más recia es mi raza.
Y tan recia, ¡pachasco! nuestro divino Niño lo
puede todo. Aguantar la helada y la nieve que tapa los ojos, hacer callar por ser Nochebuena los organillos de Stalin.
Hasta parece que lo conocen, oye. De vez en cuando nos lanzan octavillas en
castellano muy bien escritas por cierto y nos dicen mejor estabais, puñeteros,
al brasero con vuestras abuelas o junto a la estufa de un baile y no aquí.
Habéis
venido a defender a un tirano, el señor Hitler, pero un cabo primera de la
Plana Mayor gaditano ex legionario, agarró el altavoz y les dijo en perfecto
idioma de Pushkin que estábamos aquí en devolución de visita. Que en Cádiz son
así de cánidos mentales y que se mueran los feos y tal y tal. Nos elevó un poco
la moral pero la verdad que no está el horno para muchos bollos y la tenemos
por los suelos... Ojala Jesusito haga un milagro. No estoy muy seguro de que
nos lleguemos a ver en carne mortal. Tampoco importaría mucho. Un soldado no es
nadie. Un número. Un nombre en una esquela, una inscripción sobre una tumba con
un casco de acero y en el vértice dos palos cruzados. Si caemos en la tierra
rusa quiero que sea por algo y no estoy escribiendo mi testamento pero esta
noche es Navidad y se me amontan las congojas.
Si
me atizan en un fregao estoy seguro
de que tú pensarás en mí. Ah aquel chaval de Soria que se fue a estudiar a
Madrid Filosofía y Letras, luchó con los rojos pues quería cambiar el mundo. Lo
cogieron los nacionales y para redimir la culpa se apuntó a la División Azul.
Un chalao. Un quijote. Un
idealista pero no del todo mal persona.
Un cabeza loca. Que quieres te diga, Derita. A mí esta tierra no se si me gusta
o me disgusta pero me impresiona me
embruja. Es tal y como la pensé cuando leía a los maestros rusos en el caserón
de San Bernardo. Luego está esta
naturaleza inmensa inabarcable. Pues verás nos liamos a cantar villancicos como
descosidos y después llorábamos todos como bobos. Hasta al Teniente Müller- espero que esta
noche no tengamos fuegos artificiales y que los ruskis no nos localicen con los focos de sus potentes trazadoras
porque entonces empezaría la caza del conejo, que atacan en horda y son tan
valiente y nos les importa morir, suena el pito de un oficial y todos se lanzan
a la bayoneta calada, una columna es repelida y entonces salta otra y otra y la
siguiente- que manda la batería y
es un militar prusiano de aspecto seco y que parece poco sentimental le rodaban
las lágrimas. El tapabocas también te lo
agradezco y más sabiendo que ha sido tejido por ti con una toquilla que era de
tu abuela. La botella de Carlos III nos
la chiscamos en amor y amistad fraterna.
No me dio a tiempo a dejar un poco para luego
pues cuando iba a la escuela y me daba mi madre un pan y una onza de chocolate
lo mordisqueaba mucho tiempo y decía
esto para después. Aquí no tenemos el sentido del ahorro como comprenderás. Te
pueden atizar un tiro al momento siguiente.
El cabo Seidenbaum escotó unas salchichas y
varias botellas de aguardiente del que por aquí llaman schnaps junto con una botella de vodka que tomó de un ruso que hicieron
prisionero y alguien sacó una guitarra y una pandereta. Y fuera penas. Dirás que somos unos borrachos pero no. Sin algo de calor en él estomago aquí te
arrices pues como te digo aquí hace mucho más frío que en León. Dirás que por
que té cuentos estas cosas. Pues es que
no te tengo nada que contar. Aquí sólo
hay nieve y nieve.
Hasta los árboles se sumen debajo del talud
blanco y se redondean las casas de los enanitos del bosque como en los cuentos
de hadas. ¿Es Rusia el país de los cuentos de hada con leñador, trineos y
mujiks y coros que cantan como los ángeles? El otro día una panienka de la
retaguardia nos trajo dos panes de mijo y una icono del niño Jesús pero aquí el
Jesusito no está desnudo sino bien fajado y con los faldones de cristianar como
dice el Evangelio de san Mateo.
El nuestro en taparrabos es más carnal y
preciso. Pero ellos que guardan su religión un poco por lo antiguo son más
imprecisos así que su cristianismo menos concretizado parece que llama más a la
puerta del corazón. Perdona que haga estas reflexiones tan profundas y
teológicas pero uno de loes efectos que he sentido del contacto con el Frente
del Este ha sido por tener mucho tiempo libre, todo el del mundo, mientras
estas de plantón, esperando a que llegue la muerte, en esas cosas sagradas de
la religión. Claro que me acuerdo mucho de Dios. Sin embargo el teniente
Weinmüller no es de la misma opinión. Piensa que no hay nada después de esto…
Villancicos.
Cantamos La Marimorena y Veinticinco
de diciembre Bum, Bum. Por aquí también hay catalanes y lo entonaron en el
idioma de su tierra. Somos una sección mixta de artilleros alemanes y
españoles. Mi unidad quedó tan diezmada
en los últimos días que hubo que agrupar fuerzas. Nos entendemos como ponemos pero yo he
aprendido algo de alemán aunque casi me entiendo mejor el ruski que me parece
menos difícil y en esa lengua me sé varias frases. Una que nos aprendemos cuando en las largas
marchas pie desde Grodno hasta esta zona que llaman la Rusia Blanca entrábamos
en las isbas o casuchas de los campesinos medio despeados y muertos de sed y de
hambre y nos salían a recibir niños descalzos abuelas sonrientes y pobres
viejos cubiertos de harapos. Y allí la
cantinela de siempre. Y
menia isti ñiet karovo ni malieko que quiere decir se nos han muerto
las vacas no tenemos leche. Pero los
pobres nos daban a los soldados lo que tenían y encendían el samovar y nos
calentaban té con un poco de pan. Nosotros le dábamos nuestras raciones. Les
hacían mucha ilusión las cantimploras de estaño de la Intendencia española.
Pero les daba lástima de nosotros.
-¿Por qué no tenéis ropa de abrigo? Cuando llegue el invierno al Volga
os moriréis de frío.
- Razón llevaba la babuska. Estos campesinos saben mucho.
Las abuelas bondadosas nos persignaban en la
frente pues así son cristianas Aderita y eso no me lo suponía yo que nos había
dicho que eran los rusos comunistas y rojos perdidos. Pues no es cierto. En las chozas aun en las más miserables había
imágenes de Nuestro Señor y de la Virgen.
Tienen mucha devoción a la Madre de Dios que llaman Blogodortisa. La, lamparilla encendida día y noche me
recordaban un poco el altar de mi pueblo cuando íbamos al rosario y hacíamos
genuflexión de rodillas ante el Santísimo.
Los rusos no se arrodillan, se inclinan y se hacen la cruz
continuamente. Dicen que para espantar a los malos espíritus.
Esta buena gente me impresionó y me pregunté
que hemos venido a hacer aquí a esta tierra a sembrar la muerte y
destrucción. Muchas dudas me asaltan
Aderita. Aquí hay un comandante Schmidt
que dice que la invasión de Rusia ha sido un error de Hitler. Que todos creíamos que lo que había que
cambiar era la desigualdad de pobres y ricos.
Schmidt dice que el diablo se metió en la cabeza loca del Führer. Y que esto es una chifladura suya que bien
caro pagaremos todos, sobre todo el pueblo alemán.
A mí la verdad nada me hicieron los rusos pues
aquí los comunistas que había en España no los vemos por ninguna parte, son
gente humilde y llana y muy sufrida como los castellanos, claro que el
comandante Schmidt sólo profiere esas dudas cuando ya llevan en el cuerpo cinco
o seis copas. Y como para su camisa
porque puede ser arrestado.
Yo soy el cabo pieza de un cañón que llamamos
Ocho- Ocho. Me harté a disparar contra
los aviones rusos y alguno he conseguido abatir. Luego sentía remordimiento. Me
daban pena de los pobres que iban en la carlinga. Eran soldados y jóvenes y con
toda una vida por delante como yo. Pero buena gana cada vez vienen más, son un
enjambre. El otro día sacaron a diez o
doce de la Wehrmacht que estaban metidos en unos pozos de tirador. Eran alemanes casi unos niños. Tenían los pies congelados, se escucha el día
y la noche la música de los organillos de Stalin. Les paramos de momento pero al poco rato traen
refuerzos y atacan y atacan. Como
condenados. Al son de los pitos y pífanos de sus comisarios. Al fondo el cielo
se tiñe de rojo. Y la tierra nevada de sangre y destrucción.
Es el infierno de Stalingrado, Ayer estuvieron pasando convoyes de batallones
destrozados de retirada. Eran infantes
rumanos. Mal se presentan las cosas,
querida Aderita. Y yo mañana que es
Nochebuena cumplo 22 años. ¿A que he venid yo a Rusia, Dios? Una voz interior me dice que para cambiar el
mundo para hacerle mejor para defender a España del Comunismo pero la verdad es
que no lo tengo muy claro. Todas esas son palabras huecas de un vanílocuo
idealista como el que te escribe.
Me alisté voluntario en la División
Azul. No sabía dónde me llevaban ni
adonde me metía, al principio todo iba bien y avanzábamos casi sin pegar un
tiro. Yo cogí un mal constipado y me
hospitalizaran en una ciudad que se llama Vilna. Me lo pasé en grande pues conocí una muchacha
y fue conmigo al baile un par de veces pero al siguiente día al ir a buscarla, vi cómo la sacaban de su casa unos
policías de paisano con abrigo de cuero y cara de muy pocos amigos. Recuerdo su nombre Ester, era judía y a mí
por “confraternizar con el enemigo” por poco me fusilan. Todo se quedó en una orden de arresto de dos días en el
calabozo y me enviaron otra vez al frente. Por lo visto la Ester organizaba
partidas contra los alemanes. Las leyes de la guerra son terribles pero no creo
que la enchiqueraran por su raza ni por su religión, sino por terrorista.
Ya te lo he contado maja. Aunque no te conozco me pareces una chavala
estupenda y hasta pienso que si regreso con vida de esta ratonera me gustaría
pedirte relaciones. Estás muy guapa en
la foto, tienes una cara de buena persona. Mándame más. En fin tu estampa piadosa me ha recordado otras navidades más felices y
el niño me mira con cara de ternura y hasta parece que me habla a mí solo
a mí y me dije Celerizo, yo te voy a ayudar.
Y me quedo ensimismado contemplándole. Mis camaradas dicen que es un Jesús muy
bonito, los alemanes no tienen imágenes pero creo que son también cristianos,
no creen en el papa. Los domingos suele
venir un páter que creo que es luterano se pone un gorro muy raro y una estola
negra como la de don Saturnino el cura de mi pueblo y cantan himnos y ya está
pero no dicen misa como los católicos, sólo cantar y los soldados los cantan
con mucha devoción pues parecen sentir muy adentro su religión más que
nosotros. Para que te vaya a contar si
no son calamidades aunque así me desahogo.
Soy el único que queda de los españoles porque
han ido cayendo todos. El jueves le
atizaron a un asturiano que se llamaba Teófilo Muñiz Salió a hacer del cuerpo el hombre y por lo
visto se puso en un sitio algo lejos de la tienda que no tenía desenfilada y le
arrearon. A Rodrigo que era mi mejor amigo un obús lo dejó sin pierna y lo
evacuaron a Riga. Pero esta muerte de
Muñiz impresionó. Murió en mis brazos. Llamaba a grandes voces a su madre y a mi se
parte el corazón. Madre…madre…madre. Y
el eco clamaba cual voz en el desierto por
la inmensa estepa, retronaba su voz moribunda. Madre, madre ¿dónde estás? Dios le tenga en
su seno. Pero ¿por qué no baja? ¿Por qué no hace algo ese Dios que dice que
está con nosotros? Lo pone un letrero que llevan aquí todos los quintos en la hebilla de su uniforme: Gott mit uns.
Aderita, me dices en la tuya que no haces más
que rezar por pues esas preces me vienen bien.
Tus velas a la Virgen del Camino han dado resultado aunque pienso que
salgamos enteros de aquí va a ser un milagro y de los gordos. Madre.
Madre y las voces que pegaba Teófilo eran las mismas que otro asturiano
también amigo del alma que se llamaba Agustín al que atizaron a lo tonto y a lo
bobo. Era también muy fraterno. De
Cudillero. Me decía que tan pronto acabase la guerra me convidaba a
las fiestas de su pueblo que son por san Pedro y los marineros hacen una
ceremonia muy ocurrente y chistosa que llaman la amura vela.
Se llamaba Agustín Fito. Si esta carta llegase a tus manos, yo
quisiera que se las remitiese por favor a su familia que vive en ese pueblo
dándole mis condolencias. De mi vida
aquí poco puedo contarte. Es muy monótona.
Los días se parecen unos a otras como dos gotas de agua. El único aliciente es la llegada de la
estafeta con la carta de casa momento feliz, que se mueran los feos, abajo las
penas. Lo demás comer y dormir. Uno se
embrutece y no piensa en nada. Sólo en sobrevivir pero las balas cuando vienen
de a hecho, como las cartas traen en el membrete tu nombre y dirección y hay
que recibirlas. Pero la que te ha de matar, dicen los veteranos, no la sentirás
venir.
¿Quién inventaría las guerras Aderita? Todas
son guarras las guerras. Llenas de obscenidades. Parece que las prepara una
gentuza. Son los mismos de siempre. Los discípulos de Satanás los que no pueden
vivir sin verter sangre en el altar de Moloch.
La verdad es que cuando recibí felicitaciones de la Komandatur por haber
abatido a cinco cazas enemigos no me sentí un héroe, me pusieron la cruz de
hierro pero yo estuve de decirle al comandante que se metiera la condecoración
por donde le cupiera y si no lo hice fue por tenemos s que me fusilen. Fue de pura chiripa mi coronel, respondía. Si
dijese lo contrario mentiría. También me pareció un despropósito que condecoraran
por el merito al valor al camarada que las diñó mientras estaba en las
letrinas. A título póstumo y muerto en combate rezaba el parte… No me hagas
reír.
No. No
me siento un héroe ni odio a los rusos.
¿Por que tener que disparar contra gente que no conozco y nunca se han metido
conmigo? Velay mis contradicciones,
Aderita bueno madrina, Felices Pascuas y ojalá el año que viene de 1943 sea
prospero y mejor que este puñetero 42.
Estoy seguro de que nos vamos a ver pronto tú
y yo que guay vamos a hacer buenas
migas. ¿Te gustan los bambinos? Claro
que te gustarán a no ser que tengas vocación de monja. Reza mucho por mí y con el Santo Niño Jesús de Praga, aprieta,
maja en tus oraciones, que a ti debe de hacerte caso pues eres muy buena, una
santa. Lo necesito. Y sin otro particular y desando la pasas bien
la Nochebuena se despide este tu amigo y admirador este Karovo que lo es. Tu ahijado de guerra. Arriba España.¡ Viva
Franco Heil Hitler!, Etcétera.
Fermín Celerizo, sargento primero de Artillería
Frente
del Este.
Hasta
aquí la misiva. Llegó a mis manos porque lo primero que hizo el sargento
Celerizo cuando fue repatriado de Rusia fue ponerse en contacto con la novia
del muchacho asturiano que fue su compañero de armas. Aderita, la madrina de guerra,
se había casado con otro y envió la carta a Fifi, creyendo que su ahijado había
perecido en el Este. Desde 1942 no había vuelto a saber más de él. Pero lo
cierto es que Celerizo, habiendo sido hecho prisionero, e internado de un campo
de concentración, consiguió volver el año 1954 con los expedicionarios del
capitán. Eran los últimos de Rusia. Los últimos de Filipinas también. Unos
locos pero gentes como Celerizo tenían buena madera y que buen vasallo si
hubiera buen señor. Esta epístola desde el Frente Oriental encierra las claves
de una bonita historia de amor. Que desbarató una guerra. Malditas guerras.
¿Quién las inventaría, leche?
La
carta del sargento Celerizo la encontré yo el otro día hurgando entre los
baúles traperos que hay en el hórreo de nuestra casona. Era una carta amarilla
de color desvaído por el tiempo que estaba junto a otras e iban dirigidas mi
tía Fifi que antes de estallar la guerra hablaba según decía entonces con
ese pixueto[1]
que cayó en la estepa. Sentí una emoción intensa y miedo a profanar el
relicario de una triste novela. La tía Fifí se quedó soltera. La conocí que
venía a nuestra casa y muy cumplida y ceremoniosa pues había sido educada para
ser una señorita nos traía el bollo de Pascua. De moza debió de ser airosa pero
cuando yo la conocí estaba vieja y algo encorvada. Pensé en Doña Berta la protagonista de uno de los
cuentos de Clarín que quedando para vestir santos le guardó ausencias al único
amor de su vida. ¡Demasiado romántica! Quizás el amor no tenga nada que ver con
el sexo. Pero Tía Fifí se volvió algo gruñona muy murmuradora y muy beata.
Había celado bien el secreto de sus amores. Nunca la vi llevar otra ropa que no
fuese de luto. Con respecto al sargento Celerizo investigando sobre estas
cuestiones llegue a saber que regresó de las trincheras aunque con un brazo de
menos. Le dieron los del Ayuntamiento un
puesto en Segovia y vendía caramelos, periódicos y chuches. Debajo del mandil
de menestral siempre asomaba el forro de su camisa azul. Era una buena persona.
Sin embargo en el frente contrajo el vicio de la bebida. Los chaveas del barrio
de Santa Eulalia se reían de él y le ponían motes. Le tiraban piedras a su
chiringuito y decían:
-Borracho…
borracho, tío Braguetita.
-Si
voy-respondía-condenados niños os meto un brazo por una manga.
Lo
del sobrehúsa Braguetita le debía de venir porque ya de mayor estaba algo de la
próstata y tenía que salir detrás del quiosco a hacer aguas menores. Fue un
idealista. Un soñador y un perdedor. Contaba historias extraordinarias de Rusia
y cantaba con hermosa voz de bajo. Una vez cuando yo era seminarista fuimos a
entregarle un aguinaldo como se solía hacer con los pobres de la ciudad por
Nochebuena. Nos miró a todos, muy emocionado;
-Que majos estáis curillas con esa sotana esa beca y ese bonete. Si yo volviera a nacer
me haría pope. Para entonar las letanías y
cantar en ruso el paternóster. Pope ruso. Nada de cura católico.
-¿Y eso por qué, tío Braguetita?
-Anda demonio. Cosas de la vida.
Era
un bendito de dios. Murió de una borrachera. Pero no lo hizo por vicio sino
para aliviar los terribles dolores que le ocasionó un cáncer de próstata. El
vino al fin y al cabo es sangre de Cristo y él creía en la resurrección.
Algunas tardes se le veía asistir a las Vísperas en la iglesia del Salvador o
en la de Santa Eulalia y prosternarse
ante una imagen del Perpetuo Socorro que había traído del frente. Este icono
luego desapareció o lo robaron. Era un cuadro muy valioso y también milagroso.
Si
alguien le preguntaba que por que tenía tanta fe en aquella imagen que era tan
abstracta y tan poco significativa y no como la dolorosa de Santa Eulalia que
parece tan guapa y a la que le hacen todavía más guapa las lágrimas que ruedan
por sus mejillas de escayola el sargento
de artillería respondía invariablemente:
-Precisamente
por eso porque esta Virgen es más misteriosa.
-¿Y
a que viene usted?
-A
pedirle una buena muerte para que resucite con su Hijo al tercer día. Yo creo
en la resurrección.
Entonces
se calaba su gorra y se volvía por donde
había venido.
De
ambas parroquias era feligrés. El sargento Celerizo después el tío Braguetita
era un bendito de Dios. Y murió como un santo. El vino le ayudó a soportar el
tormento de su agonía.
He de confesar aquí que la División Azul ha sido una
de mis obsesiones literarias porque ellos me acercaron misteriosamente a Rusia.
Aunque derrotados el espíritu que trajeron de aquella guerra mundial que todos
los españoles perdimos sigue vivo en la resurrección de los viejos valores:
patria. Dios, Familia, Europa. Justo aquella Europa que fundó Virgilio y que se
nos está yendo al traste porque han ganado la batalla los americanos arropados
por el impertérrito clan internacional zionista (los nuevos nazis al fin y al
cabo enemigos de la libertad u de la iniciativa personal. No sé lo que habrá
sido del pobre sargento Celerizo y de su novia Aderita pero su fantasma le oigo
cantar las viejas canciones legionarias en la baranda del hórreo las noches en
que muge el viento lebeche. Es un viento que viene de Siberia y me habla de
la División
azul y el alma rusa.
División azul, cisni divitsia, die Blau. Marchas y
canciones, juventud y mitos. Utilizada como arma de propaganda por el
franquismo contra Rusia y ahora por los antifranquistas con idéntico objetivo:
darle caña a Putin. Más de lo mismo. La verdad es que los rusos en el Este nos
dieron hasta en el carné de identidad. Aquellos mozos idealistas o aventureros
no estaban preparados ni para las crudezas del General Invierno porque carecían
de ropa de abrigo y los capotes que les dieron en Alemania tenían buen corte,
eran muy bonitos, pero nuestros artilleros, nuestros infantes, nuestros
pontoneros y hasta los rancheros tiritaban en las bajas temperaturas. El
invierno del año 41 fue el peor en varios siglos. Se encontraron, venida la
primavera, con otro enemigo formidable: la rasputitsa,
el barro de los caminos encharcados de la estepa a causa del deshielo. Las armas que les proporcionaron los alemanes eran buenas pero no las
supieron manejar, muchos desertaron, y soldados del Wehrmacht, prevenidos en
retaguardia, y arriesgando sus vidas para cubrir la retirada de la Blau, que en
algún momento se transformó en desbandada, hicieron lo posible para que la
“defensa elástica” o repliegue no acabase en desastre. Los organillos de Stalin,
unos pequeños cañones de retroceso que no hacían mucho estruendo, pero que,
mortíferos, metieron el miedo en el cuerpo de los soldados del general
Infantes, se convirtieron en una pesadilla; el verdugo de la Blau tuvo un
nombre: el general Yukov, un militar zarista que plantaría sus tanques en
Berlín y que luego sería purgado por los trotskistas. Stalin
nunca le retiró el favor pero Beria, el gran comisario judío, le mandó a
Siberia al gran héroe de la Guerra Patria
Di una conferencia hace
muchos años en la sede de FN que ilustré con música polifónica ortodoxa. No me entendieron muy bien los antiguos guripas pero no me arrepiento;
mis observaciones crearon escuela sobre el alma rusa y el resurgir de la
Ortodoxia en el mundo, lo cual es un hecho que chincha a muchos. La sala estaba llena de fachas que no de falangistas y algunos se
quejaron de que pronuncié el nombre de una ciudad donde se libró encarnizado
combate a orillas del lago Ilmen a la rusa como “voljov” y no a la a la
española que hace una mala versión de la ch germánica que no es exactamente la
“ch” castellana; "volchó" Saqué la conclusión
de que muchos de aquellos excombatientes no sabían donde habían estado, ni a
qué fueron para allá; todo eran ideas confusas pero ciertamente la Blau fue un
mito sacrosanto para el franquismo y yo me crié, como aquel que dice, en un
cuerpo de guardia donde los suboficiales y oficiales para matar la espera
referían sus hazañas bélicas: los asaltos a bayoneta calada, los pozos de
tirador machacados por la catenaria de un carro. No obstante, los
militares que estuvieron en Rusia poseían cierto pedigrí, eran la elite de
aquellos regimientos. Debió de ser horroroso la lucha, más que contra los
soviéticos, contra los elementos atmosféricos de la estepa. Lo importante para mí no es meramente el valor de aquellos guripas (al
soldado español el valor se le supone) sino el espíritu que entroncó con lo más
puro y hermoso del alma rusa dando lugar a una gran generación literaria: los
Laín, los Ridruejo, los Gómez de la Serna, los Luis Romero, los Álvaro de la
Iglesia, los Donato León Tierno y sobre todo Tomás Salvador uno de los mejores
novelistas de todos los tiempos que escribió una obra memorable "División
250", la cual hace una prognosis proféticas a la vista de las torres
trucidadas de las cúpulas de Novgorod, el Vaticano ruso, de que un día
volverían a relucir y resurgir porque no en vano Rusia es el país de la
resurrección [1]. Lo
otro eran batallitas. Recuerdo que mi padre traía a casa todos los meses el Guión una revista que editó el
Ministerio del Ejército en que se ponderaba casi en cada número la hazaña de
aquellos divisionarios que lucieron el casco alemán pereciendo muchos en tumbas
olvidadas a la sombra de una cruz entrecruzada con dos palos de abedul. En la escala activa se respetó a los divisionarios al principio. Luego
fueron orillados porque en el cuadro divisionario los masones brillaban por su
ausencia y algunos se mostraron contra la política del Sistema de
antiestalinismo puro y de proamericanismo neto que siguió Franco en los años
50. Hubo un teniente
que se chupó tres años en un castillo a causa de su rusofilia, le acusaban de
comunista. Lo del resto eran batallitas. Lo que no nos dijeron fue que
sufrieron muchas bajas, que no pocos se rindieron o se pasaron a los ruskis y
que estos les dieron una paliza porque aquella guerra no era la suya. Se
trataba de una guerra de exterminio organizada por los fabricantes alemanes de
armas de origen hebreo y los banqueros suizos. Hitler no sabía
donde se metía. Pero todo hay que decirlo: este destacamento ahorró con su
arrojo y valentía mucha sangre porque evitaron la intervención de España en la
segunda guerra mundial Al sargento Barbado, amigo
de mi padre, se le congelaron las manos izando su pieza del 15 y medio cuando
descargaba proyectiles contra el palacio de Catalina la Grande. Le habían dicho
que la famosa zarina era un poco puta... así que duro con ella... La propaganda
alemana había prometido la cruz de hierro de primera clase al artillero que
consiguiera derribar una de las cúpulas del palacio de invierno. Escribían en
cada proyectil con tiza un saludo. "Buenos días, camarada Stalin, espero
que esta peladilla la saborees" No sabían dónde
estaban, ni por qué luchaban, ni donde se metían pero eran conscientes de que
su sacrificio impediría la invasión de la Wehrmacht de toda la península
ibérica. Franco estaba jugando al ratón y al gato con
los ingleses y utilizó a Muñoz Grandes de quien se decía que Hitler quería
convertirlo en su sustituto, en cola de ratón. Supuestamente iban
en devolución de visita A luchar contra el comunismo, pero allí no encontraron
muchos de esos. En los avances atropaban cadáveres entre la nieve de la famosa
“pijota” [2][2] que
atacaba en oleadas con cruces al cuello e iconos con la imagen del Salvador en
el bolsillo de la guerrera. ¿Dónde quedaban los ateos? No eran diablos los combatientes que tenían enfrente sino mozos que
podían ser de tu escuadra y que trataban de repeler una invasión genocida con
las armas en la mano. Hitler estaba loco. Era un
venado que no contaba ni con la dureza de aquel pueblo que quería sujetar ni
con las inclemencias del General Invierno, ni de lo disparatado de la operación
“Barbarroja”. Cayó como Felipón siguiendo los pasos e incurriendo en los mismos
errores de Napoleón. Algunos de la Blau se
echaron novias soviéticas y acudían a los bailes en la plaza del pueblo con las
panienkas pero las panienkas no eran
rusas sino polacas y bielorrusas. Definitivamente, nuestros guripas no sabían
dónde estaban.
Estas muchachas cuando
avanzaron las tropas del general Yukov serían fusiladas o emplumadas por
colaboracionistas. Hay otra gran novela que profundiza en ese extremo. La escribió
Rodrigo Royo convaleciendo de un pepinazo en un hospital de sangre de Vilnius. El protagonista de “Guerra” se enamoró de una judía a la
que salva y otorga un pasaporte para regresar a España. ¿Holocausto decía
usted? bueno pues según y conforme... Esas son palabras mayores. El holocausto
que conocieron aquellos soldaditos hispanos tuvo más que ver que con Auschwitz
con el de Leningrado: un millón de muertos en dos años la mayoría a causa del
hambre en veintitantos meses de sitio. El holocausto de Stalingrado cerca de
quinientos mil entre rusos y alemanes. El holocausto de la primera Guerra
mundial[3][3] que
padecieron ingleses y franceses. No se borre nunca se memoria. Los rusos sienten un respeto profundo y se cuadran cuando oyen mentar
la “gran guerra patria” la mayor tragedia que han tenido en el siglo XX donde
pusieron toda la carne en el asador, todo su heroísmo, para repeler la agresión
nazista. Detrás
de Stalin estaban los americanos armándose con los mejores tanques
pertrechándoles de buenos cazas de combate. Que
los fementidos no nos vengan con sus batallitas. Ellos en parte fueron los
culpables y por eso han inventado un mito en el que muchos caen en la trampa. La división azul no sé si por aquella conferencia o por la aureola que
tuvo entre nosotros a tiempo pretérito constituye todo un género literario
plagado de tópicos. Ahora se nos presenta JM de Prada con su libro gordo de
petete. Hay censura, una censura programática. Pero no para estos lebreles del
nuevo periodismo. Su libro sobre la Blau abunda en los tópicos
de siempre. Nadie podrá brillar a la altura de Tomás Salvador o de Rodrigo
Royo, dos nombres borrados del libro de la vida por nueva inquisición que nos
acogota; sin embargo, se derriten en alabanzas a este chico de Zamora, muy
beato, y muy del sistema capitalista que escribió “Crijas y Verijas”. Un coñazo
de tío. Pero hubo gente, entre los que me cuento,
para los que la División Azul sirvió para dar pábulo a una gran generación
literaria arriba subrayada y entroncar con el alma rusa que es mesiánica y
salvífica. Caen las torres de Jericó y se pisan crucifijos. No importa;
precedido de una lluvia de estrellas mañana en la noche santa nacerá Cristo
(Xristos razdaet) y en el carillón de los campanarios de Novgorod, bolearán las
campanas por el nacimiento del redentor. Entonemos un himno
de gloria y esperanza. Para plantarle cara al futuro. Una luz nos viene del
Este.
La atisbó Tomás Salvador que murió en la miseria y
muy perseguido.
LA DIVISIÓN AZUL Y RUSIA CRISTIANA
[Apuntes de
una antigua conferencia que pronuncié en la Sede de FN en Madrid en 1992]
EL LAGO ILMEN
(1)
Cuenta la leyenda que a orillas del lago Ilmen se
paseaba Sadko tocando el gusli. Tan bien tocaba el joven que las cúpulas de las
iglesias de la hermosa ciudad de Novgorod brillaban más que el sol. Al paso del
joven músico por la ribera, las encrespadas olas del famoso lago donde
acamparon nuestros divisionarios de la Blau y fue escenario de una cruenta
batalla entre germanos y soviéticos revertiría la calma y regresaría la
bonanza. Hasta el propio zar de las aguas saltaba a la superficie desde lo hondo
de su reino linfático escoltado por una turba de ondinas y de nereidas. Cuando
Sadko atacaba las cuerdas de su instrumento, el mundo parecía dominado por un
poderoso sentimiento de caridad y reinaba la armonía entre los hombres. Se
acaban las guerras y las disputas y volvía la pureza de las costumbres y el
amor presidía sus relaciones. Nadie robaba ni cometía adulterio ni perjurio o
calumnia. En una ocasión en que el zar de las aguas reinaba en su palacio de
cristal al escuchar la voz de Sadko acercándose rozagante y magnífico le dijo:
bien tocas padrecito y bien mereces una recompensa y como premio a tu arte te
daré la mano de mi hija Voljova; la princesa Voljova era la más bella y casta
entre las mujeres. Sadko sin embargo aunque agradecido por la deferencia rehusó
la mano de la princesa y se hizo pope. Llegó a archimandrita y cantaba tan bien
que cuando entonaba el canto de Toda la
letanía, toda la ciudad acudía embelesada a escucharlo. Al eco de su voz entre
vaharadas de incienso se veía pasear a los Ángeles por el sabaoth de las
cúpulas. Los enfermos curaban y aquellos en cuyo corazón anidaban los malos
espíritus se verían pronto libres de las cadenas de los vicios y pecados. El
conjuro mágico de la salmodia del humilde pope no ya el Sadko mozo sino un eclesiástico
de barbas bizantinas que llevaba un rosario en el antebrazo operaba efectos
taumatúrgicos. Este bello cuento es un poco el símbolo de la ortodoxia: que
Cristo ha resucitado venciendo a la muerte y a todos los males del mundo. En la
ortodoxia se unen el culto cristológico y la devoción marial. La invocación en
la liturgia oriental a María, que suele hacerse en la misa inmediatamente a la
consagración, es continua porque la Teotokos simboliza la victoria sobre el mal
(zlo) con sus poderes angélicos. Ella
es el nuevo Miguel que aplastará la cabeza del dragón[4]. Si
existe alguna diferencia entre la religiosidad eslava y la latina seria este
matiz que carga más el acento sobre la intuición que el intelecto. La teología
de santo Tomás es maravillosamente discursiva una pirámide perfecta donde cada
sillar apoya al siguiente al de delante y al de detrás. La bizantina se
abstiene de silogismos y no intenta revelar el misterio de la redención a la
luz de la razón. Simplemente cree en el misterio. Su única garantía es la
resurrección del cristo total. La eucaristía se diferencia de la católica pues
no hay consagración sino epiclesis o invocación al Espíritu Santo. El
celebrante después de la fracción del pan coloca sobre las divinas especies un
paño rojo que mueve ligeramente ayudado por el diácono y otros celebrantes
mientras canta la fórmula he aquí el cuerpo y la sangre del Salvador, rito al
que sigue una loa a la Virgen María por haber traído al mundo al Hijo de Dios.
Tampoco hay sagrario porque el cuerpo y la sangre son consumidos de inmediato
por los comulgantes. El sacramento de la confirmación es muy distinto y hasta
los niños más pequeños son llevados a comulgar desde la más tierna infancia.
Sin .eucaristía no hay redención. El conservadurismo, este apego a las
ancestrales tradiciones hace que el cristianismo oriental se parezca al que
hubo en Asia Menor y viene del arameo. Está prácticamente intacto en sus
preces, abluciones, misales, antifonarios y en sus ancestrales cánticos. Desde
san Cirilo y san Metodio. Es precisamente este apego a la tradición lo que
llena de encanto su maravillosa liturgia la cual es grande y a la vez humilde y
deprecante. En sus iglesias no se tolera otro instrumento musical que el de la
voz humana. El canto coral. Los cantos y motetes en fabordón resuenan
incesantes a lo largo de dilatados y prolongados oficios. La recitación
hesicastica consigue que los creyentes guiados en su ascenso del camino místico
por los staretz alcancen la
perfección. Mantras, salmos, letanías. Es el oriente: cristiandades que según
la leyenda fueron evangelizadas por san Andrés el cual predicó en Novgorod y
antes en Kiev a orillas del Dnieper. Pero no hay Novgorod sin lago Ilmen. Aquí
precisamente vinieron a luchar los soldados de la división frente al
bolchevismo aquí donde Sadko tocaba su gusli a la vista de las cúpulas de las
catedrales e iglesias de esta ciudad. Eran un puñado de españoles idealistas
quijotescos que lo dieron todo a cambio de nada. Padecieron las privaciones y
fatigas del hielo la nieve y el hambre y en verano los cancanos y los mosquitos
insoportables de la rasputiza[5].
Los que pudieron regresar luego serian médicos, periodistas, filólogos
catedráticos o empresarios. Ninguno fue capaz de olvidar a Rusia para bien o
para mal. Su sueño era Europa pero no la
Europa de los mercaderes y burócratas sino aquella a la que cantó Virgilio
asentada sobre los valores de Dios Patria Familia, era la Europa de las
catedrales de los talleres y de la justicia social presidida por la cruz de la
fraternidad de Xto. No la Europa de las plusvalías, los políticos trincones,
los nuevos bandidos de cuello duro y materialista sino aquella Europa que rinde
culto a los valores del espíritu. Se combatía por dos palabras: heimat y rodena[6].
Novgorod
colonizada por los suecos significa en dialecto varego la ciudad de la isla. Su
catedral está dedicada a santa Sofía y varios monasterios. Precisamente durante
un corto periodo de tiempo fue liberada y pudo establecerse el culto divino
previamente suprimido el marxismo. Etimológicamente Ilmen significa mar de
barro opero no fue barro lo que se encontraron los esquiadores del capitán
Ordás sino hielo a 52 grados bajo cero aquella sangrienta trágica tercera
semana de enero de la que se cumple ahora medio siglo. Tuvieron 196 bajas solo
quedaron siete supervivientes en el batallón. “Las guerras-ya lo decía Tito
Livio- son concertadas por los más viles y abyectos y combatidas por los más
valientes y generosos”. En un tiempo en que son derribados pedestales y caen
las estatuas como en un cuento de Oscar Wilde, tras el derrumbe del Muro de
Berlín en la Europa del Este no sólo cambian los nombres de las calles sino que
también se profanan tumbas de soldados convertidas en blanco del furor
vindicativo de este finiseculo sometido a los desmanes de un nuevo Termidor
revanchista totalmente anticristiano. Suprimido el comunismo y derrumbado el
sistema soviético de una forma tan acelerada y sorprendente, por todos los
rincones de Europa se alzan blandiendo las espadas ensangrentadas los nuevos
sacerdotes de Moloq cabalgando sobre alazanes de fuego que rasgan los aires
agitando las crines en las que en lugar de cabellos crecen serpientes. Sobre
los cielos cobrizos de la estepa esos cielos que el gran escritor divisionario
Tomás Salvador describió como falto de vitaminas sobrevuelan grandes bandas de
cuervos. Esas siniestras aves han aventado la cadaverina guiados por una
rapacidad que atisba el amplio expolio. Si bien es esto cierto también parece
que la religiosidad del pueblo ruso registra un nuevo florecer. Están llenos
los templos, aumentan las vocaciones sacerdotales y aspirantes al sacramento
del bautismo. Y se siente el blesni[7] de la
cristiandad. Xto. Regresa a su nación preferida con palabras de perdón y de
reconciliación. Él, que es fuente de eterna misericordia, como entona con
cadencia suplicante el diacono en su canto litúrgico de una riqueza melódica y
de una expresión adorante extraordinaria (blagoslusenia).
El subir del incienso y el refulgir del oro de las casullas y de esos iconostasios
que parecen pintados por Fra. Angélico agrada a la vista y al oído. Todo eso
debió de impresionar a Tomas Salvador así como otros muchos de los
expedicionarios participantes en la campaña. Habría que hablar de una expresión
que sólo existe en idioma ruso: la “sobornostb”[8].Cierto
que en la gran marcha a pie desde Polonia hasta la Rusia profunda muchos se
sentirían despeados y derrotados por la inmensidad misteriosa de la estepa. Sin
embargo darían por bien empleadas sus fatigas y los sufrimientos que trae
aparejados la vida del soldado al comprobar que las poblaciones les aclamaban
por libertadores. Se abrían las iglesias al culto al paso de los regimientos
blindados de la Wehrmacht. Volvían a brillar las lámparas en las credencias de
los altares de Minsk, Posad, Grigorovo. Se encendían candelas a la Virgen.
Volvieronse a escuchar las estrofas del himno del Akathistos[9]. En
diversos narradores de la Blau hemos podido compulsar este punto de contacto
entre la religiosidad y el idealismo: ese entusiasmo con los valores del
espíritu. De ahí que para muchos de los expedicionarios el contacto con la
Rusia lejana supusiera una catarsis, un cierto embeleso al ser deslumbrados por
los fulgores viejos del antiguo cristianismo. Estamos convencidos de que aquellas
quintas que van desde el año 32 al 40 es decir los nacidos entre 1912 y 1920
fueron un prodigioso apéndice de penetración histórica. Algún día se les
terminará haciendo justicia puesto que como dijo el romance tras de tiempos
vendrán tiempos y máxime ahora cuando las cosas pasan deprisa y vienen tan
aceleradas. Los españoles llevábamos sin salir a Europa desde los Tercios. El
común denominador de aquella generación fue la espiritualidad y tengo que
aludir aquí a Las cartas del sargento
Basilio de José García Luna. Espiritualidad y sentido del humor todo junto.
Otra constante en todos ellos es la ausencia de odio. En División 250 de Salvador y en las Cartas del Sargento Basilio se
habla del hermano Iván y del hermano Mischa “que nos incomodan con su música de
viento: los temibles organillos de Stalin”. Muchos se sienten deslumbrados por
la literatura rusa. Habían leído a Chejov en su nostalgia angélica y por cuya
obra pulula la aspiración a los ideales nobles choca con la rutina de la
existencia y el tedio de los hombres vencidos. O contemplado el alma humana a
través de Dostoievski o Tolstoi o admirado las perfectas descripciones de la
naturaleza de Turguenev. La narrativa rusa parece un corolario o sobrehaz a las
páginas del Evangelio. Así que las iglesias que ellos contemplaron seguían
siendo las mismas que las retratadas por los maestros rusos: edificios sólidos,
de traza cuadrada con un atrio o antojana que lindaba con el camposanto, de
muros abocinados de madera o de ladrillo rara vez de piedra y con cúpulas
bulbiformes. Hasta en las aldeas más míseras alza su cresta por encima de las
techumbres de bálago de las isbas el chapitel del templo ortodoxo con sus
cruces trilobuladas una exégesis trinitaria en medio del campo y el bosque. Son
torres sin campanarios.[10]. En
el interior no suele haber bancos o reclinatorios porque a las ceremonias
litúrgicas se suele asistir de pie. Tampoco hay imágenes o estatuas de santos,
una reminiscencia del tiempo de los iconoclastas. En las naves laterales aparecen
iconos y lamparillas de la Theotokos, iluminado su rostro por velas,
oscurecidos por la pátina del tiempo.
2
El altar donde se consagra y se alza el cuerpo y la
sangre del Redentor por una mediana algo más que la altura de un hombre
(iconostasio); la ortodoxia por herencia de los misterios órficos se guardó de
la consagración coram pópulo a sabiendas de que en toda religión ha de subyacer
una cierta magia. Cuando todo se desvela no hay misterio. Al iconostasio que
solo se abre un par de veces durante la eucaristía se accede por una cancela o
verja que abre y cierra el diacono y que se llama puerta real o “darov dvor”[11]. Las
puertas quedan patentes durante la celebración sólo en las súplicas al
Paráclito o epiclesis; en el trisagio o invitatorio o Agios como fórmula del
concilio de Nicea contra los arrianos; en la comunión impartida bajo las dos especies y por último
en la bendición final que el celebrante imparte haciendo la señal de la cruz en
aspa.
La anáfora es más larga que el canon latín y el
padre nuestro se canta una vez y se reza tres. El coro canta con frecuencia el
Slava Tibie o gloria a Ti, doxológico. Es un rito hermoso, cuajado de
simbolismo y de reminiscencias ancestrales de gestos mayestáticos y de una
solemnidad suprema. Las capas pluviales y dalmáticas recamadas de oros y
cobaltos llevan en los vuelos grabada la palabra Niké (victoria) y la feligresía se persigna con frecuencia y
realizan las genuflexiones o plokoni.
Los ortodoxos rara vez se arrodillan. Doblan el torso a veces hasta tocar el
suelo con los dedos de la mano. Se rigen por el calendario juliano que marca
sus fiestas con respecto al gregoriano con dos semanas de retraso. Tampoco
coinciden en la celebración de la pascua salvo una vez cada quinientos años. Es
la fiesta más importante. Después la de la Trinidad. Radiezstvo o nacimientos.
Blagovenia en conmemoración del Bautismo de Jesús, que suele coincidir en
Occidente con la de San Antón. En las fiestas mariales son importantes de
Blagosloveñie o Anunciada el 18 de diciembre y la Ushpenie o Dormición el 15 de
agosto. El santoral deriva de los menologios griegos y en ellos se dan santos
que no figuran en el martirologio romano como san Mistofan, san Spiridon, san
Josafat pero sí san Jorge por ejemplo común a los dos ritos que orientales y occidentales celebran el 23 de
abril. Son importantes las celebraciones de los profetas mayores: San Daniel,
san Ezequiel, San Ezequiel o san Jeremías. La fiesta de san Andrés el 12 de
diciembre es una de las mayores y con motu propio. La de san Juan Crisóstomo la
celebran el 30 de noviembre cuando nosotros veneramos a san Andrés por este
retraso apuntado entre el calendario juliano y el gregoriano. A san Juan
Crisóstomo el patriarca de Constantinopla expulsado al exilio de los montes de
Armenia por fustigar en sus sermones las corruptelas de la corte se le profesa
gran devoción. Un pueblo de gran sensibilidad como el ruso, tan inclinado al
coloquio, y de sus grandes capacitaciones literarias se encuentra a sí mismo en
la fuerte tradición oral surgida al pairo de los rapsodas pues es el país de
los cuenta cuentos y de los rapsodas tienen que venerar a la fuerza al
Crisóstomo[12].
Rusia es el cuento de los cuenta cuentos y de las “sdachi” y que ha legado a la cultura del mundo historias tan
hermosas como la de Blancanieves o Zoliuska. Rusia al igual que Irlanda tiene
una fuerte implantación oral por los estratos campesinos de su población. En la
narración breve nadie consiguió ponerle un pie delante a Chejov o Andreiev. En
ambos autores un par de pinceladas sirven para condensar el pálpito de lo
bello, ese fulgor misterioso traspasado de serenidad y de clemente unción la
cual se refleja en los iconos. Los rusos no tuvieron edad media. Se plantaron
directamente en la modernidad desde el barroco. De ahí que la tradición
cristiana sin pasar por la contrarreforma o la ilustración. Para su suerte
desconocieron las luchas y escándalos a los que dio lugar el papado. Fue un
verdadero don de dios tener iglesias autocefalas y con ello se libraron de las
guerras de religión motivadas en parte por el escándalo y las corrupciones de
la sede apostólica durante el siglo XVI. El haber estado en parte bajo la
dominación otomana dio a los patriarcados cierta cohesión y fue un verdadero
milagro que no desaparecerá el cristianismo. Eso se debe a los zares herederos
del imperio bizantino. De este hecho arranca su supuesto mesianismo. Tan hondo
caló en el pueblo ruso el sentido mesiánico que la palabra para designar a un
campesino y a un creyente es la misma: “xristianki” como hombre o mujer de vida
sencilla que guarda los mandamientos y a la gente común almas. En la gran
narrativa rusa solo aletea el aliento resignado de la aceptación de la voluntad
divina. Los legionarios de la Blau se sorprendían de la mansedumbre,
servicialidad y falta de rencor que observaban en los soldados y oficiales que
hacían prisioneros en sus escaramuzas con el ejército rojo. Pese a su desgracia
parecían completamente avenidos a su destino. Ese talante melancólico inclinado
hacia la belleza sin una mala queja o un lamento, sabiendo percibir la vida
desde una óptica triste pero esperanzada en la resurrección se muestra en su gran capacidad espiritual.
Pero al propio tiempo esta resignación les vuelve indolentes y abúlicos a los
rusos. Casi resulta inexplicable como un imperio ha podido derrumbarse en estos
últimos días sin que haya pasado nada y sin que se haya disparado un solo tiro[13]. Las
babiusas moscovitas armadas de infinita paciencia hacen cola a las puertas de
los Gastronom con sus mostradores vacíos en espera de una ración de carne de
leche o patatas. Esa actitud resignada, ese fatalismo anta la voluntad de dios (volia
boshe). Esta actitud resignada, este talante fatalista, lleno de sumisión,
se cruza constantemente como un espectro por las páginas más brillantes de la
literatura rusa aunque Dostoievski hable de una franja de locura pesimista que
las llena de nihilismo en periodos de abatimiento. Es un país que se extenuó
primero en la lucha contra el tártaro y después contra el turco. Es Europa y
Asia a la vez. El ángel de la melancolía rusa (tascá) se torna en ironía sapiencial en Gogol (ponia) y se vuelve complicada clarividencia en Dostoievski. Es
sencillamente ganas de vivir en Pushkin que se asoma a los rostros de los
tahúres que juegan en las noches de Petersburgo a la caza de la dama de picas.
Y en Chejov es esa sonrisa añorante que se convierte en suspiros y en taedium vitae. La vida no es más que un
triste jardín de los cerezos desde donde se nos expulsa. Suenan los golpes
secos del hacha en el jardín. Llegan los acreedores. Se cierra la finca. Nos
amenazan los consignatarios, la vulgaridad, la indiferencia, el desamor. Todas
las historias de grandeza concluyen en la crujía de un hospital en la galería o
en la cárcel o en el convento para perderse irremisiblemente en ese pañuelo de
tierra que nos aguarda. Solo el vaskresenia o la esperanza de la resurrección
en Xto. Da sentido a la existencia. Puede mitigar tanto dolor. Aquí yace la
clave del gran humanismo ruso: en las veras esencias del cristianismo. De su
mano alcanzaría la novelística rusa las más altas cimas de excelsitud literaria
o se hundió en los penetrales de los flujos de conciencia psicológicos. El alma
rusa se ha enfrentado al bien y al mal con una sonrisa misteriosa “ylibiatsa”.
Es la sonrisa de Basilio el patriarca de Constantinopla que no aceptó las
exigencias del emperador Valente. O es la sonrisa que el viajero encuentra al
llegar a Moscú y que puede ocultar siempre cartas bajo la manga. Es la misma
sonrisa con que los mujiks acogían el látigo del barín. La troika siempre
avanzará por la taiga a golpes knut. Ante la tiranía del amo sólo cabe el
ensimismamiento. El mujik sometido parece decirle a sus propias barbas:
-Ahora tú ganas, me maltratas, tu comportamiento es
infame, pero poco importa porque al final resucitará cristo y nos librará a ti
y a mí del oprobio de nuestros pecados. El se apiadará de tus culpas y a mí me
librará de la injusticia.
Pero semejante mansedumbre no es sinónimo de
debilidad sino que es capacidad de aguante o “vinolit”. Es la resistencia rusa que plantó cara a Hitler y a
Napoleón. Stalin cuando se vio perdido y con los alemanes a las puertas de
Moscú hubo de acudir al patriarca Sergio y apelar al patriotismo eslavo que es
profundamente religioso. Rusia –la shirokaya
natura[14]-
es casi imposible conquerir militarmente. Siempre se guarda una carta en la
manga y exurge cuando parece vencida. Es el país de la resurrección. De la gran
pascua rusa que Rimski Korsakov pasó a los pentagramas. Los que ahora mismo
venden la piel del oso antes de cazarlo debieran ser cautelosos. “Russland ist krank-decía recientemente
un comentarista de la Radio Deutsche Welle- aber
nicht todkrank”[15]. Creo que muchos veteranos
de la Blau aquí presentes y que sobrevivieron al invierno ruso y a las pulgas y
fiebres de la rasputitsa[16] creo
que entenderán lo que quiero decir con tal afirmación. Rusia tiene una cara
oculta como la luna. Entre sus escritores unos son pro occidentales (raskolnieki o zapadniets) y otros eslavófilos. Culpan a la religión los
zapadniets del atraso de la incuria y de la incultura nacional como Turguenev mientras otros los raskolniki
dicen que Rusia ha de centrarse sobre sí misma. Tal es el caso de Dostoievski.
Solzhenitsin ha venido a determinar que el Oeste está podrido. Se está
refiriendo a los banqueros ingleses a los ambientes cosmopolitas alemanes que
generaron la Weltanshaung y los
padrinos del warmongering o maestros ajustadores de los conflictos. La
ortodoxia por su parte va en contra de ese latido pesimista y trae un mensaje
de alegría el de la resurrección...De un fracaso militar y estratégico como fue
aquel (la agrupación tuvo muchos prisioneros, infinidad e incontables
deserciones porque mucho se habían apuntado para pasarse a los rusos porque
habían combatido bajo las banderas del comunismo en la guerra civil) se siguió
un punto de partida, un algo que está en la mente de todos hoy. La gente de mi
generación sujeta a los vaivenes del idealismo y educada en la búsqueda de la
excelencia y de la utopía (pleno empleo, nivel de vida, amor libre, educación y
sanidad gratuitas) a través de una enseñanza tan excelsa como precaria en los
seminarios y colegios de frailes y monjas puede adolecer de confundir la verdad
con la fantasía. Nos lavaron en cerebros con lucubraciones entreveradas de lo
falsa y lo verdadero: en el amor y en la concepción de la mujer un tanto
petrarquista y en la creencia de que el orden de las cosas es de una sola pieza
con una línea demarcación tajante entre el bien y el mal, la noche y el día, la
luz y la sombra.
3
Al correr de los años hemos ido descubriendo a base
de descalabros y de desengaños que no hay tal hito de separación. Que los
campos se confunden. Era el resultado de la propaganda franquista. Yo tenía una
idea romántica de todo aquello. Hube de marear la perdiz. Las batallitas de los
de la división eran charlas de cuarto de banderas en que se mezclaba el escozor
de la derrota y de las penalidades con el orgullo de haber sido supervivientes
del invierno ruso y al avance incontenible de la infantería soviética que peor
pertrechada que la alemana cuando los organillos de Stalin o pequeños bazucas
eran su herramienta principal había [17]mostrado
ser la mejor del mundo. Los mozos de aquellos reemplazos que se alistaron en la
campaña de Leningrado tenía una idea vaga e imprecisa de sus motivos y esa
imprecisión seguiría después en los que crecimos al pairo de aquellas “gestas”.
Pese a la derrota, los militares regresaron con la moral y artilleros infantes
y caballería mecanizada aprenderían bastante sobre el arte de la guerra. Hasta
el punto de que puede decirse que aquellos veteranos serían la elite del
ejército de Franco. Rusia les había transformado. Les resucitó. ¿Por qué? No se
me ocurre otra explicación que el contacto con ese aire mesiánico y renovador
que tiene todo lo ruso. Uno se explica por qué ahora la ex Unión Soviética está
en el punto de mira de los ataques de la propaganda occidental. A tal respecto
a Rusia se la odia por ser cristiana y por ser depositaria de valores de la
cultura europea... De manera que la versión de autores que a mí me
entusiasmaban por entonces como Vadillo, Salvador o García Luna, no era falsa y
tiene en la actualidad plena vigencia. Otro pregunta que me asaltó al estudiar
las hojas militares de todos los que sirvieron en el Osten Front alemán fueron
relegados y ninguneados e incentivó mi curiosidad halló una explicación en los
tratados de amistad con los Estados Unidos que sólo sirvieron para mermar la
capacidad ofensiva y defensiva de nuestro ejército. Los americanos nos
entregaron partidas de desecho de la guerra de Corea. Jeeps que se atollaban en
las maniobras y carros de combate que no disparaban. En suma chatarra. Por lo
menos la Wehrmacht estaba mucho mejor preparada y gran parte del material que
se utilizó en España en los años 50 y 60 era alemán y de muy buena calidad. Yo
me había formado una idea muy romántica de todos aquellos supuestos pero a
grandes rasgos mis percepciones no estaban muy alejadas de la verdad.
En la ortodoxia todo gira en torno a la resurrección.
La gran novela de Tolstoi del mismo identifica un poco el alma a la vez
melancólica y exaltada del pueblo eslavo. Xto. No sólo triunfa de la muerte
sino que da vida a la naturaleza toda
con savia nueva. Entonces el amor llena la tierra. Es un ideal que nunca se alcanza. La realidad de
todos los días es el pecado y la muerte que se acerca y un leitmotiv que se
repite todos los años y que la humanidad avance sin conseguir la meta. No
importa. La noche del sábado santo todas las campanas bolean a gloria por toda
la tierra. Es un mensaje salvífico que impla los confines de todas las cosas.
En ruso en búlgaro en polaco el día del señor o domingo se llama Resurrección.
Otro aspecto diferenciador es el valor que se da entre ellos a la tradición y a la liturgia con su
carga estética del platonismo. Bizancio por ejemplo ejerce un gran influjo en
los latinos hasta la baja edad media inspirando por ejemplo todo el arte
románico y la idea de belleza del Cristos Musicus, del Cristos Sculptor y del
Cristos Pictor que se refleja por ejemplo en el hieratismo del Pórtico de la
gloria. La fe ha de entrar por los ojos, es algo inefable. A ella se llega por
el oído y por la vista pero sobre todo por el oído. Fidex ex auditu. El Cristo
ortodoxo tiene que ver entonces muy poco con el Yahvé que truena en el Sinaí,
un dios que hace la guerra y que maldice a los enemigos. A los popes no les
está permitido tomar armas ni alistarse en el ejercito a diferencia de lo que
ocurrió entre las órdenes militares de occidente.
En este año de 1993 se celebra el sexto centenario
de San Sergio de Radonezh una especie de san Juan de Dios a la rusa que abrió
un sin número de hospitales y casas de beneficencia por todo el país. Es uno de
los bienaventurados más milagrosos de todo el calendario del Santo sínodo y
también un devoto de la virgen puesto que gracias a él toda la vieja Rusia se
llenó de viejos iconos. De la Teotokos Hizo una profecía que creo que se ha
cumplido: que Rusia se salvaría mediante la protección de la Virgen. Rusia por
tanto ha renunciado a los planes quinquenales y manda venir a los yurodivi o santones que van de un lado
para otro con unas alforjas y unos evangelios por todo bagaje, recorriendo en
bordonería mística la estepa. Su espiritualidad sigue los rumbos de los hindúes
y el camino de perfección lo va marcando a los iniciados un “staretz”. He aquí
que pues toda Rusia se ensimisma vuelve a su vieja espiritualidad mientras envía a la chatarra las divisiones
acorzadas y los bombardeos nucleares. Lo que no quiere decir que no sea un país
muy fuerte. Militarmente hablando sigue siendo tan fuerte como los Estados
Unidos e Israel y no es tan fácil destruirlo como quisieran muchos de sus
enemigos. Así pues Rusia propone un rearme moral como programa de salvación
para la humanidad mientras se acoge a la protección del manto de la Virgen. No
soy teólogo de oficio por más que lo sea de afición ni me creo la persona más
idónea para pronunciarse sobre cuestiones de tanta enjundia cómo el asunto de
quien lleva la razón en esta vieja disputa por cuestiones canónicas más que de
dogmáticas [el único matiz es el famoso Filioque que alejó a los latinos de los
griegos en el Concilio de Nicea en la interpretación de la hipóstasis
trinitaria] entre Roma y Bizancio que se vienen manteniendo desde el siglo XI.
Doctores tiene la Iglesia… empero, y lo digo como un atisbo la unión de los
cristianos o de los separados hermanos como se reza en el Octavario de la Unión
de las Iglesias que ahora celebramos[18]
podía llegar muy pronto. Contamos con la presencia de un papa eslavo[19].
Juan Pabilo II puede ser el buen pastor que apaciente la grey hacia un mismo
aprisco. Karol Wojtyla es un papa que vino del frío y existe una máxima en la
Iglesia que afirma: “Ex oriente lux”. Y ciertamente en medio de las convulsiones
milenaristas del finiseculo cuando todos se trastoca y han renacido viejas
polémicas sangrientas en los Balcanes y el Cáucaso y renace el fantasma de la
sequía y de la presura gentium y de
los corrimientos de pueblos que darán ocasión a migraciones masivas de la
lluvia ácida y depleciones de ozono o el flagelo de la pandemia (el sida es el
equivalente a la inguinalis plaga del s.XIV) y el de la superpoblación
convergente con una carestía de recursos se alza redentora y clemente la luz de
la cruz que refulgió en el Gólgota. Es la antena de la verdad pero la verdad se
encuentra en crisis y más manipulada que nunca. Sentarse ante la pantalla del
televisor significa en la actualidad para muchas gentes someterse a un
maniluvio o baño que lava nuestro intelecto de cualquier ilusión. Contra toda
ética periodística en la actualidad se manipulan las conciencias. Se trata de
romper a la familia reducida a mero florero objeto o por el contrario de hidra
feminista que es totalitario y antiliberal. Muchos hogares se han convertido en
infiernos y esa es una de las causas de la llamada violencia domestica lo que
antiguamente se denominaba crimen pasional. Todo ello forma parte de la
confusión de un orden nuevo anticristiano y todo él una antilogía contra los
principios evangelios. Nos han arrebatado la alegría y nos han sumido en la
vanidad de la superstición y el materialismo que sólo cree en el becerro de
Oro. “Sed mundus vult decipi” proclama
Jerónimo. Tal vez siempre fue así aunque la propaganda nunca contó con tanta
proliferación de medios. La capacidad persuasiva del diablo parece haber ido en
aumento. Se combate la sabiduría, la bondad, el silencio entre tanta gritería y
tanta proclama histérica. El ser humano se encuentra sumido en una postración
moral. Quiere hacer de la persona humana portadora de valores eternos según
afirmaba José Antonio un pelele un muñeco con alma de quita y pon igual que si
fuera un bote de coca cola o un articulo desechable. La jerarquía católica
parece que asiste como convidada de piedra a este evento, lo cual enfurecía a
Joseph Ratzinger a la sazón secretario de la Propaganda FIDE que contra los
modernistas esgrimía una frase del Kempis. “Con nuestra reivindicaciones
formales mucho hablamos de la Iglesia pero nos estamos olvidando de Cristo”.
Era un grito contra la secularización y el abrazo a lo inmanente echando al
olvido lo trascendente. Los ortodoxos al conservar las viejas tradiciones
litúrgicas nos están dando una lección. Los patriarcados son auto céfalos pero
apolíticos, suelen estar con el pueblo. A ningún archimandrita por ejemplo se
le ocurriría bendecir a los terroristas etarras como ha hecho un monseñor
donostiarra. Había que dejar las cosas del siglo para concentrarse en las cosas
eclesiales. En nuestras viejas catedrales levantadas por la fe de un pueblo
como torres de expiación ante el Altísimo ya no surgen a través de sus columnas
de altas estrías flamígeras nubes de inciensos ni se escucha el eco de los
cantos. Solo se percibe el taconeo de los turistas que pasan lejanos frente a
las imágenes y en las sillerías de los coros duermen los viejos cantorales de
piel de becerro sobre el alma del facistol. Ya no hay prima ni tercia ni
vísperas. Ni se canta ya el oficio divino. No se ven canónigos apoyando sus
posaderas sobre las labradas misericordias de roble. La iglesia española parece
que alberga complejos por el pasado y ha renunciado a sus esencias. Pero en fin
no perdamos la experiencia. Cristo está en la historia. Alcemos con Él el grito
de salutación Pascual
-Cristos vaskriese.
-Paistini
vaskriese.
-Arriba España.
Se escucharon muchos
aplausos en la sala
III
ALDOUS HUXLEY
Anunció un tiempo terrible
sin demasiadas ternezas y pasó a los neo inquisidores la mano por el lomo.
Aldous Huxley habló para toda una época anunciando la posibilidad de un mundo
irredento de listas negras y de nuevos propaladores de consignas y palabras al
oído con planchas masónicas sin tolerar el sarcasmo y convirtiendo en un delito
la alegría de vivir. Un tiempo en el cual la ironía estaría penalizada por
multas por los grandes sacerdotes y los encomenderos de la persecución y la
tortura utilizando fórmulas escritores de confianza, sus rapsodas, sus
pregoneros, sus políticos. ¿No estará pasando eso en lo que antes era la vieja
Yugoslavia? – esto se publicó en el Diario
de Burgos el 5 de noviembre de 1994-. Aldous Huxley cien años cumple un
apocalíptico.
Puede ser que su efemérides
harto incomoda y picajosa para los que andan pregonando el fin de la utopía
resulte irreverente y piensen suprimirla porque
asistimos a una especie de misa negra en la cual se quiere ofrendar en
holocausto a la inteligencia- esta ceremonia no es sino un vestigio de las
viejas ordalías medievales y de la quema de libros en la plaza pública. Se
trata de borrar la memoria de rescribir la historia y de provocar el caos
controlado que acabará con países de la vieja Europa; primero, Yugoslavia, a
continuación Ucrania y acto seguido vendrá Cataluña cuya secesión respalda el
grupo judío norteamericano. Inane ejercicio porque de los palimpsestos vuelve a
surgir la letra erradicada el nombre incomodo. El nombre de Aldous Huxley
Londres 1894 – California 1963 es tan incomodo como el de Orwell del que 1984
provocó muchas vestiduras desgarradas entre los panegiristas de Reagan y de la
Thatcher. Con su ironía arde Huxley al
igual que Eric Blair, el nombre real de Orwell, en resonancia profética;
denunciaron los abusos de una sociedad superdeficiente bajo la vigilancia del
Supercofrade con grandes autopistas de
la información yendo y viniendo donde la opinión es tabú y casi no se
puede pensar por cuenta propia en que surgirían los grandes trusts
periodísticos como meollos de la cuestión una especie de juzgados de la verdad
y oficinas de la noticia donde se gestiona lo que ha de conocerse. Este sí.
Este no. Quid libet et illibet. La
sutil manipulación de la cosa. Estos reinos de taifas se encuentran regidos por
auténticos midas de la comunicación muy arrogantes que supervisan las ideas y
las conciencias y cobran el barato del miedo. En Francia empezó a surgir un
nuevo individuo le penseur en congé,
el periodista sin periódico. Vino uno y nos echó a todos. Empezó la gran
desbandada la operación de dispersión y de manipulación. El gentleman británico
una voz valiente que denunciara el caos frágil de salud y medio cegato tuvo una
visión de lince de lo que avendría en el futuro. Como padre de la novela
utópica científica. Un mundo feliz no
era más que un sarcasmo pero hubo bastantes críticos que se tomaron la obra en
serio. Empezar a ser como si el pasado no existiese y por supuesto el futuro
tampoco existiría. Aldabonazo a la memoria. Cien años después de su nacimiento
la obra de este gran autor inglés apocalíptico es un toque de advertencia a
todos aquellos que tratan de suprimir la memoria. La generación espontan4ea no
se da en la naturaleza. Tampoco hay el borrón y cuenta nueva a la totalidad.
Huxley intuyó la que se avecinaba con más de un siglo de adelanto. Las
libertades cibernéticas podrían sumir al género humano en la mayor de las
tiranías. Los poderosos utilizan “su libertad” para conculcar la Libertad y esa
Libertad pertenece a los otros aunque ellos no la respetan. Tendríamos, en
consecuencia, bloqueos económicos, chantajes, invasiones. La comunicación
instantánea por defecto traería la incomunicabilidad pavorosa del ser humano. Y
entre los individuos las familias las naciones. Tiempo de tinieblas. El regreso
al buen salvaje y al Emilio roussoniano supondría la aniquilación de dos
milenios de cristianismo y todavía estaba por llegar don cesar Vidal el pseudo
que oculta su fe y acude a las manifestaciones con un sombrero de rabino. El
hombre un lobo para el hombre. Prevalecería la fuerza bruta. Aquí nada de
ideas. Regresamos a la selva urbana haciendo tabla rasa de todas las conquistas
sociales en aras de un supuesto liberalismo económico fomentando la fraternidad
universal. Los negros llegarían a Berlín con un cartel en la solapa en cuyo
letrero ponía Europa el paraíso. Y estaba por anunciarse la gran invasión de
almadías pateras y cayucos sobre nuestros linderos. Uno me dijo en las siete
chimeneas vendrán a morirse a nuestra puerta y aquel colega del gabinete de
prensa tuvo una inflamación profética de la categoría de Huxley. La ley de la
pirámide invertida el mundo patas arriba y la verdad boca abajo. Este peligroso
juego de borrar la memoria dio pábulo al origen del superhombre
nieztschianiniano. Critican a los nazis pero estos sionistas mucho se parecen a
ellos. Son hijos de la gran Z. Se está creando un nuevo lumpen que es joven y
urbanita. Es bueno que haya muchos analfabetos. En la otra vertiente están los
escogidos people elected los lacayos
del sistema que rinden tributos y
obediencia al Supercofrade. Todos empezamos por entonces a hacer zapping y a
ser peleles del mando a distancia. La esclavitud a la carta. El nuevo gulag de
la aldea global que es aldeanísimo resentido lleno de resquemores mal pensado y
cuajado de vulgaridad que vive entre las ráfagas de las luces de neón y el
pretil de las frases hechas. Sus vidas cuelgan sobre el vacío pero ellos se
sienten a resguardo. Sería por lo tanto un alto privilegio la probabilidad de
pensar uno por sí mismo. Ilotas informativos sin posibilidad de remisión.
Huxley no era un profeta del viejo Testamento. Por eso no utiliza el furor de
los antiguos iluminados sino el understatement
de los británicos para enfundar su mensaje en un envoltorio como para no darlo
demasiada importancia y para reírse tal vez de sí mismo. Por más que Cela se
mofe con frecuencia y con esa socarronería suya tan de afilador garbancero. De
los profetas que según él cayeron en desuso en Huxley verdaderamente profeta
tenemos. La más grande tarea de un
escritor es la de hablar en nombre del futuro. Escribir ya los hemos dichos
muchas veces tiene que ver en gran medida con la corazonada o la genial
intuición el rasgo de humor y eso forma parte de ese quid divinum que ha de tener la profesión. Los escritores
importantes continúan la labor callada y cada uno en su medida y en su parcela
de la Revelación.
Huxley pertenecía
a una escuela de grandes novelistas ingleses quienes capitaneado por
Wells encararon el futuro y ensalzaron la utopía en sus servidumbres y
grandezas con un poco de sorna. La literatura inglesa aportó a la universal el
periodismo, los libelos, la utopía relacionada en lo protestante con el
concepto católico de los Novísimos. Tomás Moro y Robinsón en su isla. Swift y
los viajes de Gulliver. Belloc. Chesterton. Orwell. El robinsón en su isla del tesoro. Todos estos nombres
reflejan esa preocupación británica por el advenimiento de un tiempo nuevo y de
un mundo diferente. Fuentes que manan leche y miel. Ínsulas baratarias. El
dorado jauja todos a bordo del transbordador de Staten Island. Aldous Huxley de
formación científica plasma en sus escritos el gran pesimismo de su generación
esquilmada en las trincheras de la primera guerra mundial: On the Margin, Themes &Variations, Point Counterpoint, Those barren
Leaves son producciones de su primera época. Sobre todo instaura la novela
política que se ha de trastocar en sátira de la vida contemporánea. Novelas que
constituían el aviso de un turbulento avenir según el crítico G. Sampson.
Aparte de Counterpoint fue relevante la de A
Brave New World porque este título de novela es ya una frase hecha. Tampoco
hay que olvidar La Máquina del Tiempo
y el Post master General. En
estas obras se hace una critica social pero se insiste en el aspecto de la
injusticia y la dominación de unos pocos que tienen bajo la bota de la
esclavitud el chantaje y la amenaza a unos muchísimos y la conclusión es la
misma que la de la Rebelión En la Granja de Orwell: todos los animales son
iguales pero algunos son más iguales que otros. Se mantuvo en los precintos de
las minorías y la verdad es que sus novelas nunca alcanzaron los grandes
tirajes. Se le consideró una mosca cojonera que cantaba las verdades del
barquero y tuvo que exilarse a América. En realidad era un emigrante que buscó
en Hollywood un lugar al sol. La Metro Goldwyn lo tuvo en su nomina como un
lujo. Rara vez sus guiones fueron aprovechables pero de otros se rodó alguna
que otra película. Este disgusto con su patria inglesa es algo que comparten
gente de su generación en mayor o menor escala: Maughan, Wells, Shaw, Bertrán
Russell, Graham Green, a los que les estomagaba la mediocridad y consistencia
de la monarquía inglesa. En especial con Isabel II en el trono. Murió en
California casi ciego a consecuencia de un cáncer en la lengua. Toda su vida
fumó en pipa.
IV
AMANUENSES Y FONTANEROS.
ORWELL
Es un mero fontanero y un amanuense al del dictado de otros.
Estamos tocando un mundo feliz con la punta de los dedos. Pero de este mundo
súper eficiente y al dictamen de las normas del Hermano Grande y Gordo (el big fat cat, el gato cebón) los
libertarios como yo lo vamos a pasar muy mal.
Pido la venia e invoco la misericordia del Altísimo porque este proyecto del gran
diseño pone patas arriba mis convicciones de cristiano. Estoy releyendo a mi
maestro Orwell con el que trabé contacto en Hull cuando pasaba hambre y me
olvidaba de la gazuza comprando libros de la Penguin.
Por un
par de chelines sacrifiqué una comida y me hice con dos de sus libros
imperecederos: 1984 y Animal Farm[20]. El homenaje a Cataluña siempre me pareció
inferior pues cuenta sus desdichas en el Frente del Ebro.
Pero
la pluma
de Orwell sutil e inconsútil de una sola pieza vuelve a frisar alto en
sus historias del vagabundaje In and out
London and Paris donde refiere algo de su biografía como tramp[21].
Los
mendigos son figuras preocupantes que sin embargo rondan el cerebro de todo
escritor sobre todo si lo es de genio.
El escritor de raza intuye que su vida puede
acabar en la misma rúa de pordiosero. Dios nos libre.
Muchas veces indeliberadamente se coloca
detrás de un personaje de su invención y lo que está detrás no es ficción. Le
va a pasar a él. Por arte de birlibirloque por esa magia que tiene la palabra
para crear para intuir. El buen escritor adivina el futuro Aunque el oficio de
novelista tenga poco que ver con el de profeta arúspice o quiromante, pero como
el profeta habla en nombre de la deidad, como arúspice introspección las
entrañas negras de las aves cuando los ánsares se ponen a graznar en el
Capitolio como pasa ahora y ha pasado siempre, y en cuanto quiromante tiene
algo de brujo y de prestidigitador que va a la caza mediante la palabra del
aura espiritual que dimanan todos los seres.
En ellos el poeta encuentra el aura y surgen
chispas. En esas estamos. La soledad del literato, el abandono, la miseria y el
hambre que padecieron los genios.
A veces escribir es un acto profético y en
Orwell el derrelicto del malecón del Tmesis y el guerrero de nuestra contienda
civil que se preocupaba más que de las balas franquistas de su petaca porque si
le faltaban cigarrillos era incapaz de
coordinar las ideas ni de escribir un par de frases.
En
“1984” proyecta el mundo de hoy con sus ministerios de la verdad, el double talk (doble lenguaje) y el new language (nuevo idioma) los
ministerios de la Verdad y la presencia de un poderoso gobierno omnisciente
como los novelistas malos y omnipresente como el propio Dios. El Gran Hermano
de la tiranía tecnológica y totalitaria. Los “demócratas” (entre paréntesis
oiga que yo no tengo nada contra la democracia bien entendida que como la
caridad empieza siempre por uno mismo) se cabrean mucho cuando se les dice que
Orwell no estaba pensando en la sociedad al otro lado del telón de acero,
puesto que ya cayó el muro de Berlín y
al Big Brother lo encontramos por doquier. Sólo le falto a Eric Blair [22]
un adjetivo; el de americano y ya tendríamos la reseña más cabal.
Es el imperio el que tira del carro. El sueño
global, sueño mesiánico por otra parte, como
lo fue el sueño católico de los españoles en el siglo XVI plasmado en el
soneto de Juan de Herrera de una sola grey bajo el cayado de un mismo pastor.
Lo que pasa el que el American Dream es laico aunque América sea toda ella una
nueva religión, una forma cultual amén de un credo político.
Quizás debajo de la chistera del Tío Sam o del
pariente que escudriña lo que escribimos por Internet, el vecino que nos espía
(he is watching behind the fence[23]).
La amante que no es nuestra amante sino una
agente del gobierno, el jefe que nos persigue, los compañeros de trabajo que
auscultan nuestra ficha y dan el parte si llegamos tarde, (jó qué lío) pero
vivimos en el silencio y el terror sonámbulos por los pasillos del gran
edificio que describió Kafka, otro que tal baila en la Metamorfosis y en The Trial[24].
A
este paso nos vamos a convertir en cucarachas en un mundo feliz donde hay que
pensar por prójimo y adoptar los modos y creencia que se nos impone desde
arriba vía imagen y propaganda. Todos somos Wilson el personaje de esta novela
que sube a su buhardilla londinense con paso cansino y en cada descansillo se
encuentra con un cartel que le advierte:
-El
Hermano mayor te vigila.
Una
sociedad plana y sin conflictos eso es el irenismo, una herejía de los siglos V
y VI que se ha vuelto a poner de moda. Pero ojo que en 1984 se habla del
control del lenguaje. De la doma de las palabras para que obtengan otro sentido
semántica diferente a aquel para lo que fueron inventadas y eso es lo temible y
peligroso.
La
reducción de todo un idioma a una jerga de no más de mil palabras como es el
lenguaje coprológico neoyorquino, los analfabetismos mentales, peores que el
analfabetismo real, los cerebros bañados en estupidez y en soap opera[25],
el tialismo cultural [la tele nos quiere convertir a todos en tontos de baba a
base de drama y de películas made in Hollywood], la policía del pensamiento. Y
todo lo demás.
Cuando
escribió este tratado de sociología política novelada no estaba adelantando
Orwell lo que pasaría en 1984 sino lo que está ocurriendo en 2008 y lo que
ocurrirá en 2010 o 2020. A medida que se haga más fuerte la presencia de la
tecnología será más aleatoria la libertad de conciencia porque a lo que en
realidad vamos es a un totalitarismo.
Pero eso no tiene la culpa ZP que es un gran
intuitivo y un gran amante de la libertad. Él se limita a poner música a lo que
pone el libreto. El gran demiurgo esconde la cara y utiliza caras y cimbeles y
testaferros. Lo mismo daría Zapatero que Rajoy o Galardón o Merkel o Bush o
Zarcosy le petit juif.
V
IRENISMO TOTALITARIO. LA
FALSA PAZ Y EL GRAN ENGAÑO
El alto mando se ha hecho invisible y es el
que controla. Big Brother is watching you. En el país que describe 1984 hay ministerios muy raros. Uno se llama
ministerio de la Verdad y otro el ministerio del Amor pero todos los años se
celebra una fiesta: la del odio en la que aparece el enemigo del pueblo un tal Stein, un judío al que hay que
golpear.
No
sé si Orwell estaba pensando en Big Laden cuando se puso a escribir en el
Londres de la posguerra derruido por las bombas de la Luftwaffe. También se
trata de un enemigo invisible. Quizás irreal pero al que hay que machacar y
sacudir como reafirmación de nuestro ser. Orwell escribió su obra maestra
durante un terrible invierno de posguerra el del 45 en una isla escocesa,
apartado del mundanal ruido de Londres. Al año siguiente entraría en un
sanatorio de enfermos de pecho en Gales. Estaba tuberculoso perdido.
Dentro de unos días será san Pelayo de
Córdoba, el monaguillo del obispo de Tuy al que quiso dar pol culo un califa
resistiéndose el pobre niño, y al grito de maricas y lesbianas de todo el mundo
uníos invertidos bolleras y pederastas tendrán su fiesta laica y sacarán a su
santo disfrazado de arco iris por las calles de Chueca. Axial la Virgen de la
Paloma se nos convierte en transexual. ZP ha creado un ministerio que nadie
sabe para lo que es. El de la Igualdad.
Pujos feministas que ya adelanta Orwell en esa
mujer pálida y cara de arpía pelambrera color de arena que le hace la vida
imposible al protagonista Wilson.
Es
la abanderada o alférez del feminismo de batalla. Pervirtiendo el lenguaje se
consigue un trasunto semántica de la inversión de roles y de valores. La
homosexualidad acaba con la fecundación. Un mundo nuevo. Un nuevo concepto de
familia uniparental.
Hijos
probeta. Manipulación genética y manipulación mental pero de todos estos
peligros lo más peligroso es la perversión del idioma. En las escuelas ya no se
enseña castellano. Se enseña lengua y por ahí por esos textos manipulados por
ese prurito de enviar a la hoguera las viejas y hermosas palabras que duermen
en los diccionarios es por donde puede acabar el mundo. In principio erat verbum.
Sin
embargo no hay que ser pesimistas. Höldering otro dichter alemán visionario nos advertía de que las revoluciones de
este tipo dejan un sedimento positivo.
Y
Yeats se alegraba con ese algo nuevo nos ha caído. La hora más escura es la de la amanecida dicen los
sefarditas. En tal contexto, todos somos Wilson, todos somos Stein y nos tienta
la rubia fláccida con la cabellera terrosa. El diablo disfrazado de
gobernanta-señora de la limpieza- funcionaria del Big Brother-agente secreto -
chivata. No se puede decir miembro. Hay que decir miembra. No juez sino jueza.
El
Hermano Grande habita entre nosotros. Tanto nos ama que nos ha puesto la
argolla de esclavos en un mundo feliz sin castas ni barreras sin permisos de
residencias ni diferencias interétnicas. Un mundo feliz se convierte una
entelequia. No es un paraíso sino una mazmorra adonde bajan a golpearnos todas
las tardes cien demoñillos borrachos. También lo vio Quevedo como Orwell en sus
Zahúrdas de Plutón.
Las utopías albergan un propósito bueno y
edificante. No son malas de por sí. Creo que este tiempo que nos ha tocado
vivir es bastante interesante.
A
muchos españoles se les vuelven los
dedos huéspedes; no les gusta Zapatero. Lo han hecho en burro de todos sus
palos. Pero él no tiene la culpa. Él
sólo le juega con las cartas que le echan.
A mí sí. Con independencia de que esos ministerios de la Verdad y de la
Igualdad me parezcan peligrosa. You ought
to take the Good and the Bad. No todo es malo ni se va a acabar el mundo.
Sonrían por favor.
Tras las conmociones del Viernes de Dolores – las
profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran traición-
ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e institutos
de venganza (give me more). Calixta
la novia que tuvo neozelandesa con su cara de kivi y su voz atiplada de
cupletista pelirroja le gritaba aquella frase imponente, Moisés bajó del Sinaí
con las tablas de la ley en mano, y yo sólo soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en la scullery de su
piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en
Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas
noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio de hacer el
amor y su engorde. Se había comprado unos pantalones en Marks&Spencer que
le daban un aspecto payasil muy holgados de cintura y desde entonces le
puso el mote de Emiliano Pantalones. Eran grises como la
luz de atardecer que iluminaba su
penthouse de soltero en la calle Jardín de las Flores entre Fuljan y Oca Bromato Load. Tenía yo
ganas de huir y me uní al gran corro de la desbandada. Me producía una cierta
tristeza. Ya venían, las vi yo venir, predicas incriminatorias, precitas
instancias. Iba a cambiar la tortilla y yo echándome aquellas novias tan
exóticas que a la hora de pedir no se cortaban un pelo. Dame más. El personal
no quiere saber nada de nadie ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese
grado de insolidaridad estamos llegando a los tiempos del 36 cuando los
madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la Avenida del Quince y
Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica estaba
batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que decía: no me cuente Vd. su vida, ya me la sé.
El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento
al volante y tira millas. Venga radiales, duro que te pego horizontales de
encintado vial de raya continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio aquel que te afligía como cuando viajabas
desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la A1 en tu mini de color rojo. Parabas
a tomar un café en un pimpi y a hacer pis. Cuando un pueblo es marrano, eso
queda muy consignado en los servicios de las fondas en el camino real. Y los
ingleses son unos cochinos, pero los franceses lo son aun más y los portugueses
para de contar. Todo el país es como si le olieran los pies. Huele a Fátima y a
milagro. A melancólicas cuerdas de fado.
En España `por lo menos una taberna de mala muerte goza de las premisas de un
excusado. Y eso es civilización amigo mío y lo demás son vainas. Tenemos un
pueblo campesino los de abajo que se comportaba. Los de arriba, los condes, los
marqueses, Goya, Picasso, se afrancesaron y todos a mamar de la teta de la loba
capitalina y entre sorbete y sorbete prorrumpen en un ay lo mal que está este
país. Muy bien no vamos… tú come y calla. Cuando hay movida a esta gran nación
que se llamaba España siempre le sacan las castañas del fuego los de abajo, los
curas trabucaires, los chisperos, las putas. Y Agustina de Aragón puede ser un
caso. De ahí que el pistolero de Larra nunca me conmueve. Larra era un señorito
y escribía bastante mal. Y en afrancesado pero cayó en gracia sin ser gracioso
con sus cortes de traje a la medida y sus tallas de lindo pisaverde. Pues no te
digo, dándoselas de entendida, el regalo de pedida de doña Ficticia al príncipe
fue El Doncel de Enrique el Doliente un folletón por entregas con traza de
novela histórica. Malos gustos
literarios debe de tener esa doña Leti. Cierto la tristeza tiene un
color no puedo hablar no me entienden acaso sea muda. No me cuente su vida oiga
que es muy triste no venirme con milongas. Llevamos unos cuantos años con las
brigadas del amanecer haciendo de las suyas y no es el cartero que viene a
traernos un giro o una carta certificada sino el polizonte o el comisario que
llega a ponernos una denuncia y nos ruega vellis nolis acompáñame amos anda...
pero tú que te has creído... predicas infernales... ese doctor de las mañanas
de la tele que debe ser del hopos pues lleva años y años en antena no para de
hablar de cáncer... harte el encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras
leñes que ellos piensen lo que les de la gana... tan, tan.. ¿Quién? Abra. Un
registro. Es usted ulanito de tal.- yo soy domingo García Sabell el jefe. Tenga
la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al
baño? Pues tendrá que hacérselo por el camino. Puro tramite. El del mosquetón que
te observa por la mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una
triste saca. Un maldito paseo al amanecer. Billete de ida al reino del iras y
no volverás. La vuelta no se tarifa. Ni se expende. No existe. De los sencillos
y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de ojos claros y el
culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero zampándose tarrinas de
chocolate. Por eso el culo se le ha puesto como un balón. Facultad de que decía
vuesa merced. Reñidas oposiciones y hoy tocan a fajina. El corazón amante.
Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo
pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble
de la Red de San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros.
Nos fagotizamos con tanta guerra civil.- fotos trágicas el máuser en alto. El
mono azul y la guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de
aquella bella miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un
piropo a la vista de su Verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el
pelotón no me va importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían
hacia Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas
del ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar
igual que conejos. Fue el que dijo esta sobra pues sí sobra claro que sí. Lo
malo es que había mucho más jefes que indios y los que maulaban y coloquiaban
que ya no se les pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo
monto con la señora Maqueta ale. La Política no interesa y el que escribió el
estatuto prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me fibs. Pero si eso es el
placer de contra en eso precisamente está el misterio y la maula. Mañana es
domingo de ramos y arranco pa Segovia de estampida. Mis huidos y mis
circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo nací me
tranquiliza pero es para ponerse muy sentimentales sino para precaverse. ¿Vienes
pa muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las hermandades, los cristos
rotos, el entierro de los gascones la torre de san Justo proyectando su sombra
en viernes santo contra la luna el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el
bamboleo de los pasos y un cirio que
arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del azoguejo que
nosotros denominábamos el arzobejo. El diablo que aparece a lo lejos con su
tridente. La banda del regimiento marca el paso y los gastadores estallan sus
botas contra el cemento de la calle. La banda de la academia ataca la Marcha
fúnebre. Los prestes entonan el gorigori en fa bardón. Un moro en cuclillas se
acurruca respetuoso cerca de las tapias del cementerio y él también ve el
tránsito de los pasos. El pueblo devoto canta Amante Jesús Mío. Las manolas
visten velo de luto riguroso y adornan su peinado con una peineta de carey.
Alguien con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede
haber misterio. Tampoco cristianismo se acerca la Venus victrix con su
rozagante manto de dolorosa que porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta
bien drapeado por el que hizo el planteamiento pero en esta noche hay alguien
que nos estorba, las fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo
en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo que los alemanes denominan spanung. La novela es un concepto
musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me
sumo en el oleaje de los recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del
hilo de la fábula. Las trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos
recogidas en cintas multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar
del don de la bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus
determinados siervos. No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la
calma. Tengo que perderme en fárragos de burocracia mientras las mucamas
romanas esperan el autobús en la parada de mi barrio cuya marquesina se ha
convertido en objetivo de los gamberretes. Lo expliqué en un artículo que este
vicio moderno de las tribus se denomina clastomanía, un vicio como otro
cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que vive en los
chalets de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos de la
basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y guardar en
el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar la cuesta
de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no mercó en
la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por la
rebusca. Extrajo el triciclo de un contenedor. Ser y tener. Tanto tendrás tanto
valdrás. Los romanos tenían una cierta pasión ordenancista. Suum cuique, decía pero eran muy
supersticiosos y no se fiaban mucho del provenir cuando volaban las aves en
dirección contraria y escuchaban el dictamen de los arúspices asegurando esto
va mal. La crisis. Pues comamos y bebamos y bebamos que mañana viviremos. Al
triclinio y más tarde al vomitorio. El papado por ejemplo es una constitución
carolingia y la Iglesia como la
literatura y su pasión por los cilicios y las torturas mentales un cajón de
sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema los visigodos con sus
corregidores, bailíes, paciarios y
el uso del sello y el balduque en los documentos oficiales. Desde entonces
todos los clérigos son funcionarios. En realidad es lo que debieran ser los
curas. Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner
nombres en los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya
empezamos todos a mear fuera del orinal. Clericus del griego “kleros” que no
quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos
que nuestras pretensiones y si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco
más modestos, las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es
que hasta el siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en
equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. A
flor del suelo yace mi realidad. El lecho o lectum era la siguiente pieza
consecutiva al triclinio porque de grandes cenas están las sepulturas llenas y
el lecho no era más que la tabla donde dejaban reposar el cadáver los romanos.
El descanso final. Pero desde la resurrección el sepulcro está vacío y eso -¿lo
es?- es una garantía de que nosotros también resucitaremos. Ardua cuestión.
Mejor no pensar. La muerte debe de ser como una gran novela sin capitulo, sin
espacios, sin dialogo sin puntos ni comas ni punto final. Temo a la hinchazón post
mortem la tumefacción y luego los gusanos. La lanzada de Longinos me hizo
sentir sed. Tengo sed y pedí a san
Pedro que me acercara un vaso. Pero tú eres uno de ellos. ¿Tú estás en nómina?
Me dieron posca mezclada con hiel.
Lo probé pero no lo bebí y he aquí que he muerto por asfixia como morían todos
los crucificados. Mi cabeza era un paquete de dolor. Me coronaron con las ramas
de una cambronera de púas aceradas y
eréctil es. O vos omnes qui transitis per
viam videte si es dolor qualis dolor
meus. En la caja de un cuerpo humano no puede caber tanto dolor pero yo
resistí hasta el triunfo de la resurrección. Tú, señor, pudiste (eras el hijos
de dios) pero ¿y nosotros, frágiles pecadores? En la sabana santa quedan marcas
de la hematidrosis de Getsemaní y del ziphus vulgaris que fue la zarza con se
tejió la corona de espinas. Un sacerdote tocaba el sistro en el altar de los
sacrificios citando a Jeremías y escupiendo para otro lado. Puaf... ese hombre.
Nos vino s aguar la fiesta. Tenemos que inventarnos otro holocausto- traedme a
Isaac y a un carnero. Se oscureció el sol, se hizo de noche, se desencadenó un
vendaval y el viento silbaba lúgubre entre las cruces, el velo del templo se oscureció dice el
evangelista. Velum templi scissum est et
omnis terra tremuit. Tremuit. Latro
de cruce clamabat dicens: memento mei domine memento mei dum veneris in
regnum tuum. Dimas esta misma tarde estarás conmigo en el paraíso le dijo el
buen Jesús al buen ladrón. No es extraño que después de este relato y de las
santas reliquias y marcas del santo síndone haya muchos hombres nos hayamos
enamorado del proyecto de Jesús en la historia. Porque fue dios lo asesinaron
porque era verdad cuanto decía lo contradicen. Y no hay vuelta de hoja.
VI
ORWELL
ESCRITOR DE ESCRITORES
He vuelto a las páginas de
Orwell estos calurosos y esperanzados días de la Copa de Europa el pesimismo
ambiente que nos embarga a los españoles por lo demás tan inconscientes y
vitalitas adoptando una actitud frente a la crisis pastueña y resignada
moruecos que llevan entre los cuernos un cartel con la leyenda de “échame pan y llámame can”. La gran prosa
de este escritor tan inglés y tan
universal hace evadirnos de los vaticinios apocalípticos sobre el incremento de
los impuestos el “corralito”, los hierofantes televisivos que nos meten mano al
pensamiento. He decidido no escuchar a Intereconomía donde hay un fulano
conductor de un programa de línea abierta apto sólo para masoquistas y para los
pobres viejos que viven en la cultura de la queja que es como una burbuja. Moaning… Moaning[26].
Nos queje usted tanto, haga algo, tome decisiones resolutivas. A mí que soy
algo judío y creo en la ley del Talión Dios me ampare y me perdone si los
sicarios matasen a alguno de mi familia, voy a por ellos. No me gusta ser víctima,
detesto a las plañideras pero el locutor en cuestión parece un disco rayado
contándonos la desintegración de España, el derrumbe de las cajas. Quiere matar
a los viejos en la antigua radio de Serrano Suñer el ex nazi. ¡Esa boquita tuya
de piñón, amigo Eleuterio Ramos, parece una escupidera de sinrazones, una
gárgola de odio y a un radioescucha de Málaga, le dejó con la palabra en la
boca! Modos absolutistas del hijo de coronel.
Trato de escaparme del pensamiento único que anticipara Orwell. Los que suponen
que su “Granja de cerdos” y su “1984” constituyen una sátira contra la
utopía capitalista. Tiraba la barra mucho más largo y se refería al mundo en
2012.
Anteayer presencié un debate televisivo en la BBC- cómo me recordó mis años londinenses- dirigido por el gran David Dimbleby hijo de uno de los
grandes personajes de aquella casa en el que los participantes se quejaban de
que la libertad de prensa se encuentra en entredicho en el propio UK. La
llegada de Rupert Murdoch y el 11S acabaron con lo poco que quedara de
libertad. Cargó a lo largo de sus breves y azacaneados días contra el Capitalismo, Catolicismo, Sionismo y antisemitismo, Islam, el Pacifismo, el Comunismo, el Troskismo. No conoció en su hora el empuje
revolucionario y casi demoníaco del Feminismo
reduccionista que ha puesto del revés a toda la sociedad occidental. Es muy de
hoy. Tampoco el movimiento gay tenía en los años 40 el predicamento de que goza
hoy. España se ha convertido en un laboratorio de este feminismo causante de la
guerra de géneros. Eric Blair únicamente conoció a la lucha de clases y al
sufragismo. La violencia doméstica poco arraigada en Inglaterra y si se produce
porque allí el matrimonio también está en crisis existe una consigna de
maquillar los casos de atentados en la intimidad del tálamo y aminorarlos para
que no cunda el efecto llamado al igual que se trata de silenciar los suicidios
pero en España a lo que se ve existe un sentimiento morboso de convertir en
primera página y entradilla de los telediarios de asesinatos conyugales sin que
los noticieros se adentren en pormenores o analicen las circunstancias
desencadenantes. Culpando al varón nunca a la mujer. Está visto que en España
no podemos vivir sin terrorismos. La violencia de género, número y caso se ha
llevado a más gente que la maldita ETA. Esta sociedad a la cual parece irle la
marcha se desintegra en su célula más viva que es la familia. Parece ser que
eso es lo que se pretende. ¿Quién gana de estos luctuosos sucesos? Los abogados
y los bancos. Tragedias cotidianas que los periodistas del duerno cuentan con
la impavidez del que se bebe un vaso de agua. ¡Qué horror! Pero seguiremos con
George Orwell. El negro zumbón Obama parece por lo siniestro y bocazas un
protagonista de sus dramas. Escritor de escritores, que ha resucitado al inglés
inconformista y al comunero castellano que llevo en mí. ¡Viva la rebelión en la
granja! El gran porquerizo se ríe de nosotros, nos trata como a cerdos, a
patadas y observa si nuestros jamones son lo suficientemente gordos y demócratas
antes de sacrificarnos en la toza. Todos aquellos que piensen que la novela ha
de ser un espejo que se tiende a lo largo del camino como reflejo inerte e
impávido de lo que se ve y lo que se halla, lo que se trama, lo que acontece,
cuando entren en la apasionada prosa de
Orwell se han de dar con un canto en los dientes pues él es un anti Balzac que
cuando se pone a escribir es porque una rabia le conmueve o le abruma una rabia
de denunciar una injusticia o descubrir una mentira. Los argumentos de sus
ensayos pedalean a piñón fijo. No hay salida. Tú ya no te me escapas. Un libro
para él ha de contener un mensaje, una tesis, una quemazón interior que hace
arder en el alma solitaria y a lo mejor vanidosa de todo escritor un fuego
misterioso. Así que ni espejos a lo largo del camino ni hojas de ruta ni
omnisciencia ni otras paridas, que son artilugios para los poco agraciados en
este oficio donde abundan los romos y los novelistas malos tienen aquí vigencia
alguna a lo largo de la trama de desencuentros en un mundo totalitario. Esos
carriles decimonónicos con estar ya muy gastados y ser harto aburridos siguen
no obstante una herramienta de trabajo para los escritores malos y
acomodaticios Vg.: Vargas Llosa y
tantos y tantos escritores ingleses o norteamericanos del momento que llenan
páginas y más páginas de los suplementos dominicales. Sin embargo, del
advenimiento de estas ranas literarias que croan al borde de la charca George
Orwell ya nos previno. Son los eternos compañeros de viaje, los comparsas de la
orquesta y su llegada ha ido en detrimento y desdoro del arte de las buenas
letras: keep the Aspidrista flying… Put a
spool in Baodicea´s chariot son frases que se me quedaron grabados de
alguno de sus libros. Consciente de la era que le había tocado donde la
política ancilaria de los mercados de valores, de los bancos y el gran
capitalismo, Orwell se revela como un animal político y también se rebela. Por
eso lo pasó muy mal y fue un incomprendido. Murió tuberculoso a los 47 años,
fue un vagabundo por las calles de Londres y de Paris y de tan fatal
experiencia va a nacer su mejor libro Down
and out London and Paris.
Fue
funcionario del Servicio Imperial de Su Majestad, soldado mercenario en la
guerra de España, periodista de la BBC de donde le expulsaron bajo la sospecha
de ser un agente comunista siendo así que no podía ver ni al fascismo y el
comunismo.
Fue quizás para él un drama
remar contra corriente y tratar de mantener su independencia en una era de
auges del totalitarismo en que había que definirse; o se está con unos o con
otros, o eres blimp o antiblimp[27]. Al menos no
había sonado la hora del “pensamiento único” y consigue publicar a pesar de ser
odiado por la “inteligencia” británica que le llamaban el “vagabundo”.Eric
Blair había nacido en la India en 1903 hijo de un funcionario escocés. No tuvo
formación universitaria, no consiguió una beca para Oxford. Fue autodidacta llegando a escribir quizás el
mejor inglés en prosa la más sólida de los años treinta y cuarenta. Empedernido
lector de largas horas, consiguió un trabajo como dependiente en una librería
londinense y en esta pasión por la lectura cuajó un estilo, límpido, directo
sin los floreos y arrequives usuales entre los literatos de su generación.
Cinco años estuvo enrolado con la policía montada de Burma y esta experiencia
le puso en contacto con la brutalidad y la corrupción de sus camaradas con los
nativos. De regreso a la metrópoli la depresión del 29 le hace perder el
trabajo, cayó en la pobreza y se convierte en un “tramp” en un “homeless”
de esos que hemos visto dormir en las calles de Londres entre cartones. Conoció
el sufrimiento cara a cara y vio la muerte de cerca en el frente del Ebro donde
le pegaron un tiro una mañana cuando contaba en la trinchera un chiste a sus
camaradas acerca de los consejos que daba la policía imperial cuando una
súbdita de su majestad graciosa iba a ser violada por un local: aceptar lo
irremediable:
Fue evacuado al primer hospital de sangre en Barcelona y regresó a
Londres. Su enrolamiento en las Brigadas Internacionales obedeció no sólo a
motivos de ideas sino a razones económicas como a tantos y tantos mozos
ingleses de su reemplazo en la cola del paro. Ir a la guerra de España, aparte
de toda una aventura, supondría algún dinero aunque muchos no volvieron para
contarlo. De esta experiencia nace uno de los mejores libros que haya escrito
un inglés sobre la guerra civil española: Homage
to Cataluña. Narra lo que vio: el gran desbarajuste, las luchas
internecinas del bando republicano y plasma su odio como miembro del POUM
comunista hacia los comunistas. Eric Blair es un autor genial pero lleno de
contradicciones. Sus simpatías hacia los catalanes a los que siempre consideró
españoles, habida cuenta del surgimiento de personajes como Arturo Mas, Pujol, Rovira y toda la
patulea de grandes separatistas chocarían con lo expuesto en sus libros porque
aunque no hablen de natío el castellano los considera como los españoles más
castizos y apegados al terruño. Ve en los nacionalismos una expresión de los
demonios del siglo XX. Caracteriza tales movimientos como inestables,
irracionales, xenófobos, pretenden que su lengua y que su raza sean las
mejores, lo que siempre será ocasión y rienda de conflictos. Son inestables y
se hallan llenos de complejos racistas. Se declara pro-judío y ridiculiza a los
graciosos que en el music hall devanaban chistes antisemitas. Sin embargo,
advierte de los peligros del Sionismo
que podría tomar el testigo del catolicismo como movimiento nacionalista
universal de cariz religioso. Uno de los escritores que más le desplace de su
tiempo es Chesterton, ese escritor
cockney que cree que la religión romana frisa por encima del protestantismo y
el paganismo aunque no niega que el autor del “Candor del Padre Brown” sea un novelista original con garra y con
genio. Como muchos británicos Orwell veía a la Iglesia Católica como un
instrumento de colonización espiritual. El Vaticano
fue para ellos una potencia extranjera. Dijo en su tiempo verdades de a puño.
Sin embargo, gozó de la oportunidad de denunciar el estalinismo cuando corrían
los más crudos vientos siberianos de la guerra fría. Él no lo sabía porque toda su obra es dentro de su lucidez
un barrunto con los ojos cerrados, pero contra lo que en realidad estaba
arremetiendo este lobo estepario era contra lo que vendría al final de la
guerra fría tras la caída del muro de
Berlín, el desplome del comunismo; se equivocó en un lustro porque su novela en
lugar de titularse 1984 debería haberse llamado 1989: fue cuando vino el
doble lenguaje y la dualidad de pensamiento y el control del individuo merced a
la introducción de la electrónica en el mundo de la comunicación. Verbigracia.:
Snowdwn y Assange, Wikilileaks, las grandes agencias del espionaje que desde
Londres y Washington espían nuestros mails y nuestras conversaciones por el
móvil. Su gran libro 1984 no ha sido
reeditado con la frecuencia que debiera porque es un manual de usuario para
saber lo que está pasando en un planeta globalizado y unipolar. No convendría
mantener a este gran novelista inglés en el ostracismo. Es un maestro del arte
moderno de la literatura aunque muy poco convencional. Cada vez que algo le
ponía de los nervios escribía una novela yendo así contra toda la preceptiva
del arte narrativo. Fue un elegante periodista y escritor de escritores denso
de ideas que dio a la estampa esas grandes utopías que fueron 1984 y Animals Farm.
VII
ARBÁS LUGAR MÁGICO
Se viene bien desde Busdongo corazón arriba entre
gollizos gargantas y desfiladeros que jalonan el perfil orográfico de la Sierra
Madre, torres románicas, pueblos viejos del antiguo reino leonés que guarda
perfumes mágicos del arca sagrada de las Españas. La tierra empieza a ascender
a levantarse, dueña de su empinación mítica pasadas las revueltas pinariegas
del Rabizo. Yo siempre paraba en la Venta la Tuerta a desbeber y a dejar que se
columpiaran mis niños en el pequeño parque temático de este antiguo corral de
relejes para las diligencias que hacían la ruta de Asturias. Habré hecho el
camino mil veces. La primera vez una noche de julio del 68 iba yo a probar mi
primer seiscientos galano y a ver a una media novia que tuve en Oviedo. Aquel
amor se ha muerto y ahora de vez en cuando la llevo un ramo de flores blancas a
su tumba un cementerio entre castaños y cipreses sobre una colina vigilante del
trajín fabril. Tengo las sensaciones de aquel primer viaje metido en los
cuadriles de mi memoria. En Busdongo probé por primera vez la sidra y cruzado
el puerto paré en una romería que había en el pueblo más bonito de la península ibérica por la
vista y el nombre que se llama Flor de Acebos
y ahora en lugar de flores a
María recuerdos y melancolías es lo que llevo. Estos parajes de montaña
siempre han tirado de mí siendo una orientación o querencia inexplicable. Ya no
bebo culines como entonces y Flor de Acebos es casi una aldea deshabitada razón
la crisis la gente se va muriendo cierran las casas se derrumban los hórreos y
ya no se escucha el cloqueteo musical de las lecheras que bajaban con la
herrada a la cabeza avisando al son de sus madreñas ¡ay mozas de mi juventud!
¿Dónde se fueron que se hizo de tanto galán y caballero que fue de tanto
frenesí? Lo risueño del pasaje no cura mis melancolías esta mañana de domingo
manriqueño. Virgen de Arbás, ruega por ella, protégela en tu dulce seno. Ahora
no me olvido cuando paso por estos riscos de encomendar su alma con un
padrenuestro y me prosterno ante la tumba de don Luis Menéndez Pidal el
restaurador de este templo y que tiene escrito sobre la lauda del arquisolio un
impresionante epitafio que dice: “líbrale
señor de la eterna condenación de la misma forma que él salvó de la ruina este
templo”.
Por más que administrativamente estas laderas de los
Montes Universales sean tributarias de León, en ellas comienza la tierra
asturiana. El hecho ciertamente se percibe por el acento del
bable allí hablado, así como por la estructura del románico rural de las iglesias de aquellas aldeas
reestructuradas durante el barroco siendo rey Carlos III, o, antes, tal vez,
ofreciendo singular parecido con los
templos y monasterios a la umbría de Pajares (campanarios de dos ojos en lugar
de torres como en Andalucía y ambas Castillas, exiguos trazados, con antojana
en vez de atrios en lugares apartados y recoletos. Se trata de las Nonas o
nueve monasterios ubicados al albur de estas montañas sagradas que enmarcan la
entrada de las Asturias.
Hasta la reforma cluniacense de Alfonso VII la
archidiócesis ovetense, según creo, era sede primada y su jurisdicción
alcanzaba hasta el Miño adentrándose en tierras lusitanas. Toda esta zona ofrece parajes bellísimos desde el Bierzo hasta Liébana
con importantes núcleos monásticos (Babia,
maestros templarios, los conventos del valle del Órbigo y Baños de Luna
así como Astorga, núcleo de la dominación romana) y toponimias excelsas que
hacen pensar en su pasado romano: Ponferrada, Riello, Villablino, Bobia,
Villarejo, Amio, Murias y otros enclaves situados a la estribación de la
cordillera cantábrica al pie de los Montes Universales. En tales atravieses a
la sombra de impresionantes cárcavas, gollizos, y esas sillas de montar
tamizadas de canchales y cantos rodados, verdaderas autopistas por donde bajó
el hielo del cuaternario que dejaron los glaciares, se constituye el núcleo de la “fabla” (bable)
astur leonesa que se escuchó durante la Edad Media de aquí hasta allende
riberas del Duero, penetrando en Extremadura. Era el idioma del antiguo reino
de León con sus usos y costumbres, sus fueros y sus instituciones jurídicas, su
forma de aparejar y de construir, además
de una vestimenta con influjos moriscos.
A
los notarios se los denominaba “fieles de fechos” y las casas eran construidas
con galerías de madera por delante; adentro, el estragal o tinelo pero con poca
portada y sin corral; mas bien, la quintana al lado de la casería. El almiar
asturleonés y la corraliza sustituyen al pajar que tanto les gustaba a los
vascos cuando irradiaron su hegemonía hacia Castilla. Extremadura, Zamora y
Salamanca fueron la frontera prevenida
en baluarte contra la morisma por leoneses y asturianos.
A diferencia de vascos y
gascones, los astures no jugaban a la pelota. En Asturias se ven pocos nidos
de cigüeña y escasean los frontones.
Preferían los bolos y el Aluche
(lucha leonesa) y con la unificación a Castilla se implanta el Fuero Juzgo o
Derecho Romano del común, una de cuyas notas más salientes sería el decreto de
las Cartas Pueblas para la repoblación de yermos y baldíos otorgada por Alfonso
X el Sabio. De la premática alfonsina surgen las cinco Polas (Somiedo, Laviana,
Allande, Siero, Lena) que debieran ser seis porque al cupo ha de unirse Pola de
Gordón.
Remontada la cordillera,
encontramos la Puebla de Sanabria en la confluencia de Galicia, Asturias,
Portugal y Castilla la Vieja. Una de las regiones léxicamente más ricas de la
Península es la sanabresa. El bable que se hablaba en la región nororiental de
Zamora, poco estudiado, fue el gran cuaderno de campo de dialectólogos tan
avisados como el profesor Alarcos de
feliz memoria.
Una
de sus tesis se refería a la fractura del latín; sus diptongos y la conversión
de aspiradas y fricativas o viceversa darían lugar a las variantes regionales.
Vg.: multus evoluciona a moito en portugués, molt en catalán mu
en bable y muy castellano; fecit/
fizo, factus/ feito; cordis/ cordial/
curaçao.
La
aspiración de la f como famis, farina,
fons, es total en castellano (hambre, harina, hontanar) pero no desarrolla
en el asturleonés; fame, fonte, farina.
Es un idioma, en cuanto al
habla, riquísimo que desconoce la j y las guturales fuertes traídas por los
árabes pero muy pobre en cuanto idioma escrito, carente de literatura (y sin
textos que atestigüen no se va a ninguna parte), sin hacer mención además de la
peculiaridad de sus variantes
dialectales (un bable en cada valle y en un tiempo en que las
comunicaciones no eran buenas) y ello se debe a que los documentos estaban
escritos en el idioma de la Iglesia del siglo IX al XII de la hegemonía astur
leonesa.
Pretenderlo
resucitar sin un cabal conocimiento del latín que da estructura y cimiento a
las lenguas románicas es pegar palos de ciego. Por esto pienso que el bable
moderno suena un tanto artificial y de pie forzado aunque no haya perdido su
lozanía.
Lo
mejor sigue siendo la entonación de un idioma tan melodioso y cantarín y con
peculiaridades sintácticas como es la posposición del pretérito indefinido y el
articulo reforzando al pronombre posesivo (el
mío pa… dixomelo anoche un paxarín, etc.) que se conservarán siempre. Con
el gallego y con el vasco unificado ocurre otro tanto al igual que con el
catalán en liza con el valenciano y el mallorquín.
El
castellano no aparece hasta finales del s. XIII cuando ya campeaba la fusión de
los tres reinos. Es por lo que muchas de las voces en las que se comunicaba el
vulgo desparecieron pero la labor de la iglesia en la aculturación y
parcelación administrativa de esta región es verdaderamente gigantesca.
Sin
los cartularios, los censos, libros de
apeos, las tazmías, los diplomas los documentos notariales de las donaciones
pro ánima, los registros bautismales, nupciales y funerarios que anotaban
minuciosamente los sacerdotes de la iglesia latina, sería una entelequia o vano
ejercicio la labor de los historiadores.
La
iglesia trabaja de largo con esa parsimonia imperturbable ante el paso del
tiempo y ese “festina lente” de los pendolistas monacales pulsando sus péñolas
sobre los cuadernos de becerro en letras capitulares y caligrafía visigótica,
cantando el salterio y rezando las Horas. Merced a su apartamiento y su
distanciamiento de las cosas del mundo quedó estampado en tales documentos el
afán y el trajín de un tiempo tan belicoso como solemne y entusiasmado con la
utopía europea. ¡Sublime paradoja! De ahí que se dijera que España fue la cultura
perfecta.
España
y algunos obispados concretamente el de Oviedo archivísticamente son el país
mejor dotado del mundo y la labor organizadora del clero, ingente.
Gran
parte de nuestra grandeza cultural y ese
poder civilizador se la debemos a esos clérigos y frailes que vivieron y
murieron en el anonimato.
La demarcación política en provincias que
trajeron las constituciones del siglo XIX es arbitraria y responde al talante
ordenancista y centralista del ideario napoleónico y de la Revolución Francesa.
A
mí me parece que no fueron como se debe
colocados los hitos y mojones de los límites. La división política no se
compadece con la diferenciación natural de las comarcas. Las lindes
eclesiásticas, por ende, se adecuan mejor, tanto al paisaje como al paisanaje,
a la estructura mental de un país o de una región.
Eso se percibe cuando se viene a través de la
N.VI: después de remontar el Rabizo, dejando atrás la Venta de la Tuerta,
percibes ya el aire asturiano, notas la brisa del verde. Los edificios poseen
una estructura diferente, las casas con solana se dispersan por el campo. Se
cruzan bellos paisajes e iglesias con estructura asturiana como es la ermita
del Buen Suceso o el antigua priorato de Arbás (de “arva” campo de pación en
Lat.) datos que revelan un pasado glorioso que no conviene olvidar en medio de
este mundo sujeto a las intercadencias y bandeos de la globalización.
VIII
RECOMENDACIÓN DEL ALMA
Estuve
a la cabecera de un enfermo, una persona muy entrañable para mí con el que
compartí juegos de infancia y afanes. El
Señor ha querido llevárselo antes que a mí pero las lianas de la sangre y del
espíritu se estrechan más allá de la muerte. Son más fuertes. Le leí la recomendación del alma. El escenario un inmenso hospital de
Madrid. Frío, aséptico, impersonal. Escondemos la cabeza los humanos en gesto de
avestruz y vivimos una época en que nuestra suprema realidad, la muerte para la
que nacimos, es ocultada y ninguneada. Se presenta de improviso, inoportuna, y
cuando menos la esperamos, descabalando nuestros planes y descabalgándonos de
la querida vida. Pero está allí
presente. Ningún cura aparecía por allí.
Es donde debiera estar la Iglesia: a la cabecera de los moribundos, al
lado de los afligidos, en las cárceles, en las Barranquillas, cerca del que
sufre, haciendo un apostolado que hoy es más necesario que nunca y no lanzando
anatemas por mor de la Educación para la Ciudadanía, predicando con el ejemplo
- ya sé que hay una Iglesia oculta no la oficial y jerárquica que se guarda “propter metum Iudeorum” intentando ser
correctamente política pero nuestros obispos españoles debieran cambiar el chip
y hacer lo que hacen en USA que en eso los americanos, los franceses y los
alemanes nos dan cien vueltas tratando de acomodar su acción pastoral a los
tiempos laicos que vivimos y que bendito sea Dios y para honra de ZP no son de
persecución: ganarse a la gente, fundando emisoras en monasterios donde se rece
y se cante las 24 horas del día como están haciendo los ortodoxos rusos y no
micrófonos que ladran en el éter de una España pagana y confundida pues hay pressura gentium, angor cordis. Y, si hay
algún lector iniciado en las grandes verdades teológicas, sabrá que no hablo a
humos de pajas- por aquello de zapatero a sus zapatos. En vez de seguir gozando
de momios y de subterfugios.
El
enfermo estaba sedado pero consciente. Alguna vez me sonreía cuando, en
castellano, le leía la papela de las grandes verdades, la que no perdona a
nadie y a todos nos aguarda en el último recodo, impasible el ademán. Somos seres para la muerte. Para ella hemos
nacido. Pero la muerte no es el final y
los creyentes en comunión con la Resurrección de Cristo, nos preguntamos:
¿dónde está tu victoria di? Mi primo es
un tío muy bragado. Siempre los tuvo
bien puestos y no es que portase mucho por la iglesia, que su padre era
sacristán y acabó un poco harto y escandalizado de todo aquello pero estas
anécdotas accidentales nada han de ver con el meollo de su fe vieja y
trascendente. Fue un buen padre de familia de conducta intachable que amó a su
mujer y a sus hijos, un currante en el camión desde las cinco de la
mañana. Así que de vez en cuando abría
los ojos me largaba una mirada triste y una sonrisa. Y trataba torpemente de santiguarse lo mismo
que hacía nuestro abuelo al que también vi morir. Agustín era un Galindo y los
Galindo suelen ser gente altanera de bastante coraje que no se viene abajo ante
nadie ni ante nada. Una señora cuando me
vio con la estola roja empezó a blasfemar y a decir disparates diciendo vamos
hombre donde se ha visto. Aquí la gente
tiene unas tragaderas enormes para lo que tiene verdadera importancia y pone el
grito en el cielo cuando escucha cantar latines. El diablo hablaba por boca de las
incoherencias e improcedencias blasfemas de aquella paisana pero yo muy por lo
bajo y siguiendo las rubricas de un antiguo sacramentario mozárabe que me dio
un viejo cura amigo mío le fui recitando las oraciones al oído.
Ponte en camino, alma
cristiana, sal de este mundo en el nombre del Padre Omnipotente que te dio el
ser y de Jesucristo Hijo de dios
vivo. Que padeció por ti muerte de
cruz. Y del Espíritu santo que te
derramó su gracia. Y de la gloriosa
Genitriz nuestra Madre Santa María. Y de
San José. Y de todos los Ángeles y
Arcángeles, Tronos y Dominaciones, Virtudes, Potestades, el Querubín y el
Serafín. En el nombre de los Patriarcas,
Profetas y Evangelistas, Mártires, Confesores, Eremitas, Vírgenes y de todos
los Bienaventurados del Señor. Marcha en paz a encontrar el habitáculo que te tiene
preparado en la Santa Sión. Por Cristo
Nuestro Señor. Amen. Señor de misericordias y de clemencias que
haciendo honor a tu misericordia infinita borras la culpa del que se
arrepienta. Mira, benigno, a tu siervo, Agustín, y perdónale las faltas que
pudiera cometer en esta vida de palabra, obra y omisión. Renueva en él, Padre Piadoso, todo aquello
que por la fragilidad de la carne corrupta o a expensas del diabólico fraude,
haya podido transgredir y anexiónale al Cuerpo Místico de la Iglesia. Ten piedad de su dolor y de su llanto,
conmute ante sus lágrimas y admítelo a la comunión contigo mediante el
sacramento de reconciliación. Por Cristo
Señor Nuestro. Amen. Yo te doy mis recomendaciones al dios
omnipotente, querido hermano Agustín, y a Él que te creó del barro te confío.
Recuerda que con su muerte paga el débito de nuestra fragilidad mortal y ten
piedad de él y de todos nosotros. Y haz
que cuando llegue al Paradiso salgan a recibirlo las legiones de los Ángeles,
la turba de los mártires y de los apóstoles y ciñan sobre sus cabezas la corona
de laurel del triunfo y de los que mueren en Ti. Que la Santa Virgen Madre de Dios le sonría y
que San José le sea guía a tu presencia.
Apártense en esta hora crucial todas las fuerzas de las tinieblas y que
Satanás con sus satélites no lo aterrorice.
Levántate oh Dios y pon en fuga a nuestros enemigos. Desaparezcan los que nos odiaron. De la misma
forma que el humo se disipa por la chimenea así se esfumen o como la cera se
derritan ante la vista del fuego. Queden
confundido y derrotado el Tártaro y no me permitas que los ministros del diablo
atenten contra el que llega ante Tu Presencia.
Sea liberado Agustín de todo reato, de toda culpa por los méritos de la
Pasión de Cristo, tu Hijo y entre con él en los parados amenos del Paradiso y
te cuente en el número de las ovejas de sus rebaños. Sea escrito su nombre en la lista de los
elegidos, no en el de los condenados ni precitos. Para que, así, goce de tu paz por los siglos
de los siglos. Amén.
IX
EL CURA DE VERICUETO
Refleja la candidez y humildad de aquellos
presbíteros aldeanos en la Asturias rural de pasadas épocas. No lo toquéis más
que así es la rosa. Desde el siglo nono Europa se estructuró en parroquias,
cánones, rentas. Al morir muchos fieles dejan sus propiedades al obispo. Sin
las “donaciones por el eterno descanso de los difuntos” que dio pábulo al
surgimiento de los monasterios no se puede entender la Edad Media. Así es la
historia. Nadie la podrá cambiar ni el propio pontífice actual: un afán de
eternidad que se compadece con las rentas, y del oficio surge el beneficio, el
oro metal de gran pureza y explica un poco la codicia del párroco de Vericueto
que era casto como el manso cordero y amaba a sus feligreses pero tenía una
afición irrefrenable al julepe.
Las sombras
de los campanarios se proyectan sobre los campos. Una torre en mi lugar ¿Por
qué no leer a Chesterton? La religión cristiana es evangélica pero también
estructura, canon y arquitectura. Modulo y modulación porque la Iglesia era una
sociedad perfecta que aspiraba a compaginar la ética y la estética en un
eclectismo casi místico que sus enemigos pretenden convertirlo en un problema
de bragueta. No; los hombres estamos hechos de barro y acusamos nefastas
tendencias.
La modernidad ha dejado vacías y sin apenas
contenido estas magnificas fábricas de los catedrales, los oratorios, los
retablos, los coros vacíos, no se
escucha a los puericantores, ni a los chantres y sochantres. Los maestros de
capilla del capiscol y las escolas que denominaban precentores se sumieron en
largo mutismo, al igual que los púlpitos; se muestran solitarios los claustros,
los tímpanos y toda esa grandeza que se explaya en la cúpula de Bernini, en el
arte gótico y románico y en el pórtico.
Dicen los hermeneutas que la Iglesia que fundó el
pobre hijo del carpintero se engalanó de oro y de riquezas. El evangelio, no
obstante, se convierte en una religión mistérica a imperativos paganos de los
ritos órficos.
Hay un Christus músico porque el alma humana es musical
y cantando se reza dos veces y por supuesto que la fe entra por el oído, ya que
hay cosas que percibe el corazón y que la razón no ve. La búsqueda de la
armonía, la paz del alma, el concento de las voces y el contento de las almas
ha sido una de las beatitudes de nuestra iglesia católica, formaban parte de su
código de valores, reflejada tal vez en la majestad del Pantocrátor.
Ahora por lo visto en las galerías infernales suena
la música rock y se escucha la algarabía de la confusión de Babel. ¿Qué fue de
los himnos de Pascua, de Adviento y de Pentecostés, de los responsos? ¡Ay,
acompaña a tu dios alma mía pues en el infierno no hay armonía y todo es
estridencia global! Y a mí no me queda otro remedio que cantar con el salmista:
“invaderunt tuam gregem lupi rapaces,
¿cur nos deseris?” (Lobos hambrientos invadieron tu rebaño, Señor, ¿dónde
estás?). O sumirme en el ademán que recomendaban los místicos alemanes del
abandono en las manos divinas ante lo que repugna a nuestra mente: gelassenheit (quietismo). En España y en
la Iglesia ha dado la vuelta al aire y todo parece del revés. “Le Espagne ¡quelle folie, quelle affreuse
demence”. No nos queda otro remedio que darle la razón a Víctor Hugo
Hay un Christus arquitecto, un Cristo taumaturgo y
un Cristo pedagogo pero ahí está el pobre cura de Vericueto en su curato de las
brañas dándole a la brisca o al señor cura de Arbín viniendo de la feria del
Boñar con un potro del ramal que luego resultó caballo viejo, los gitanos le
habían teñido la melena. O al magistral de Vetusta don Fermín de Pas el hombre
con sus dudas y con su pasión sexual.
Y nada se diga de los jesuitas y sus aberraciones de
Gijón que pinta Pérez de Ayala en su AMGD
o los sacerdotes de su Educación
sentimental. Estamos fraguados en barro y debajo de una sotana siempre
alienta un hombre sujeto a sus pasiones y mermas de la naturaleza humana.
En un acto de humildad el Papa Francisco se ha
confesado pecador. Arrieros somos y eso le honra. Quizá el futuro esté en ese
desprendimiento de todo lo accidental, la renuncia a las riquezas y a lo
honores. Quizás el futuro lo determine el cura de Cudillero con su carrito de
la compra por las aleas del supermercado pero ¿qué se hará de los inmuebles, de
los seminarios y de los conventos, de los noviciados sin alumnos, o de los
tirocinios jesuíticos atestados otrora? ¿Una nueva desamortización en
perspectiva con sus bienes mostrencos que suscitarán la codicia de las clases
pudientes de manera que aquellas posesiones gananciales engrosaron el peculio
de los que teñían bien cubierto el riñón como sucedió con la ley de Mendizábal?
Da pena ver iglesias normandas en Inglaterra
habilitadas como pubs o discotecas. ¿No será esto una rendición o, cuando
menos, una confesión de parte del fracaso de la iglesia, o el corolario a las
reformas conciliares? Esto no ocurre en Oriente. La iglesia ortodoxa está viva
y pujante para bien o para mal. Efectivamente la idea de convertir los templos abandonados en
lazaretos, asilos y casas de acogida en refugio de los sin techo y de las
oleadas de inmigrantes que están llegando sin parar, como sugiere el Papa Paco,
no es sugerencia desdeñable pero ¿por qué no meterlos en la iglesia de san
Pedro y que el altar del confesión sirviese de hogar a los advenedizos en su
mayor parte musulmanes? Menuda papeleta. No nos hundimos en tremedales. Para mí
la respuesta la da el arcipreste de Cudillero con su bolsa de la compra,
pidiendo la vez y sacando número en la
cola del Alimerka. La regla de oro nos la da san Agustín: “ama y haz lo que
quieras” pero también san Ignacio (y eso lo sabe bien Bergoglio que es jesuita)
en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Señor, que vea
X
TOMÁS SALVADOR NUEVO CERVANTES
Cuerda de Presos, fechada entre los meses de marzo a junio de 1953, es
una de las grandes obras de imaginación que se editan en la postguerra. Un
verdadero poema en prosa, análisis psicológico que revela grandes conocimientos
del alma humana por parte del autor, y un homenaje a los abnegados hombres,
escogidos entre los más selecto del pueblo llano que integran la Benemérita.
Además de un canto a España en el paisaje de la solana de las montañas
cantabro-artúricas.
El argumento se basa en la conducción o cuerda de un preso que
realizan pocos años después de ser fundado el Instituto desde la localidad de
Villablino en la raya del Bierzo hasta Vitoria, donde es reclamado el
interfecto por una serie de asesinatos ocurridos en la región alavesa entre
1872 y el 76.
Los dos números del comando son Serapio Pedroso Buján, ya veterano y
con muchos años de servicio, que corresponden a bastantes leguas de andadura, y
muchos soles y muchos hielos en la hoja de servicio, peinando los caminos y
Silvestre Abuín Corvino, bisoño y recién ingresado en el cuerpo.
Ambos adscritos al puesto de línea de Murias, en la primera compañía
de la comandancia de Villablino, han de realizar esta misión de conducir al
preso Garayo a manos del juez. Se trataba nada menos que del Sacamantecas,
famoso asesino en serie.
Para los dos guardias civiles es un servicio más en medio de las
dificultades y aperreo de la andadura. Para el penado un paseo hasta la horca.
Su captura en tierras gallegas había significado para el pobre Garayo, una
mente morbosa y enferma, niño maltratado por su madre y que tenía dificultades
en su relación con las mujeres, un paseo hasta la horca.
Durante el viaje duradero once días justos el lector convive con las
particularidades y manías de unos guardias civiles retratados al natural y
acaba por entender el por qué custodios
y custodiados llegan a comprenderse y hasta tenerse simpatía, aunque el
conducido sea un criminal que tuvo atemorizado en su día a todo el Condado de
Treviño, sin menoscabo de las obligaciones del servicio y de los planes que
urde el convicto para escapar.
Una noche en Cistierna aprovechando el pervigilio y la fatiga de sus
vigilantes lo intenta pero su conato de fuga es abortado a culatazos. A partir
de ahí, ya es un hombre vencido que marcha con la cabeza hundida entre los
hombros, los codos trabados y el gesto sumiso. Ha de caminar siempre delante:
-No vayas tan deprisa, Garayo que no vas a ningún baile.
-Sí, señor guardia.
Esta corriente de simpatía es algo más que el síndrome de Estocolmo.
Tomás Salvador que ha realizado un buen trabajo de campo y que con pluma
maravillosa describe las vicisitudes de estas andanzas por el antiguo Reino de
León bucea en la psique profunda del criminal donde hay un alma dulce y
desdoblada por la violencia de unos instintos asesinos que el Sacamantecas no
puede controlar. Es como el dispositivo de un resorte. Cuando ve una mujer, en desquite de algún
agravio inferido allá en la infancia o váyase a saber, se acerca a ella con las
peores intenciones.
Fue un caso parecido al del famoso Destripador de Londres y de muchos
otros violadores a los que su personalidad depara la corbata de hierro. Aquí se
demuestra que son víctimas ellos mismos de una mala inclinación que no es otro
cosa que una enfermedad mental.
Las ideas fijas, las fobias, las obsesiones que asedian su imaginación
definen a Garayo como un psicópata. El libro es un tratado de metodología
carcelaria y, amen de eso, bueno para saber geografía u ensanchar
conocimientos.
Serapio Pedroso se nos muestra como un arquetípico civilón del XIX:
duro de pelar, que no ha de bajar nunca la guardia. Con la disciplina, el
uniforme, el libro de firmas, y los registros y partes de novedad. Cuando se
brinda la ocasión, trata de leerle la cartilla a su compañero Silvestre al que
aquel servicio arranca de los brazos de su novia gallega. A la par se sirve
darle algunos consejos:
-Las mujeres son como Dios quiere que fuera. No hay por qué estrujarse
los sesos.
La tercerola pesa lo suyo y el uniforme te hace ser austero y concebir
la vida de otra manera. No es tampoco granjería el destino del cónyuge de
cualquier miembro de la Benemérita. Siempre con los bártulos de un lado para
otro y viviendo sin comodidad pero en la camaradería de las casas cuartel. Compartían con sus maridos un magro pasar y
una existencia de penurias y de sacrificios.
El servicio es el servicio. Y la pareja lo realiza en jornadas de
treinta kilómetros, a veces un poco más, siempre y cuando no protesten
demasiado los tobillos. Una conducción era de los de más responsabilidad y
compromiso campo a través. Arriesgado porque el agro español era avispero de
bandidos. La comitiva tenía que bordear los pueblos y evitar las ciudades. La
vista de los reclusos inspiraba en los lugareños piedad, mientras para los
guardias que los llevaban esposados con las manos a la espalda eran objeto de
mofas e invectivas, cuando no eran
recibidos a tiros.
No se trataba de un cometido fácil. Los números habían de caminar con
la tercerola al hombro. Hay un cuadro de Fortuna y otro de José de Alisal que
por cierto era paisano del escritor, natural de Villada, Palencia, que revela
lo dramático de la escena de estas conducciones cuando los presidiarios habían
de ser arrancados materialmente de las manos de sus mujeres e hijos.
Los haberes y gratificaciones por este concepto eran de unos céntimos
por lo que los celosos y beneméritos funcionarios tenían que compartir el pan duro, la cebolla
y algún tarugo de queso con los conducidos. El mismo agua, el mismo sol. Era igual el cansancio. Al término de cada marcha
que debía ser efectuada bajo luz cenital, nunca de noche, los tricornios de
capas negras y correajes amarillos deberían hacer entrega del prisionero a la
autoridad competente, que lo encaminaba al calabozo. Ellos pernoctaban en la
casa cuartel, si lo había. Si no, en la posada.
Hay sociología, geografía y lírica en estas páginas. En las que se deslía una verdadera poesía a
la sierra del Bierzo y al río Duero de aguas claras y molineras que en la
provincia de hace guerrero y prevenido en frontera. Pero sobre todo, Tomás
Salvador exhibe una caudal de conocimientos sobre la historia de aquellas
tierras a las que ama.
Era hijo de un hijo del Cuerpo. Había nacido en Villada (Palencia) y a
la legua se nota que llevaba a la Guardia Civil en los tuétanos. Y esto
determina que en su pluma impasible no anide jamás el resentimiento. Los civiles
conocen a España y España les conoce a ellos. Esta índole de conocimientos les
permite fijar el fiel de la balanza en un término medio. Ni el entusiasmo
delirante. Ni el pesimismo a ultranza. Su política es, siempre que se pueda,
pasar de largo y dejar las cosas a su aire. En aras del bien común conviene
hacer la vista gorda.
Sin embargo resulta difícil no dejarse llevar por la emoción cuando la
pluma de Tomás se mete en el alma de sus tres andariegos personajes: don
Quijote y Sancho detrás de la sombra de un hombre arrepentido y vencido, pero
con el mosquetón al hombre. Por si acaso, a sabiendas de que a la pareja en el
descampado siempre puede aparecérsele un delincuente. ¡Cuántos de sus abnegados
números impunemente perdieron la vida en emboscada al ser sorprendidos por
salteadores que acechaban con su naranjero o los retacos metidos entre la faja,
detrás de una peña o a la salida de una cárcava!
Por eso mismo, conviene cabalgar con tiento. Paso corto y vista larga.
Y ojo al cristo que es de plata. Es añadido de algunos para cuadrar la máxima.
En Andalucía dado lo quebrado de su geografía y para hacer frente al
bandolerismo de Sierra Morena iba montada. Se les llamaba “los de a caballo”.
Nutrían sus escuadrones contingentes jinetes bien apercibidos en la monta de
caballos árabes.
Años adelante, la Guardia Civil se haría de infantería. El atuendo
típico: borceguíes o piales, rara vez almadreñas, leguis o polainas, guerrera
verde y pantalón de tela del mismo color, una escarcela para los partes de ruta
y hoja de servicio, que también hacía las veces de morral para guardar el vino
y una botija de agua (se les prohibía el vino cuando salían de correría),
cartucheras de cuero, camisa de hilo, capote azul marino con forros y vueltas
rojas sobre correaje amarillo, tricornio forrado de tela, mosquetón y machete a
la cintura. En traje de gala, tan apuesto y donde los sastres se esmeraron por
realzar la hombría de bien y la belleza varonil, el calzón es blanco y el
tricornio va adornado con lengüetas gallonadas. Y una manta de Palencia para
combatir los relentes que se solían terciar
como todos los soldaditos. Era el uniforme acostumbrado de la infantería
española que se inspiraba en el ejército napoleónico.
“Es bueno andar.-escribe- el alma parece que se libera y deja de
sentir las pesadumbres del infortunio”. Soldados de patrulla, peatones del bien
común, fuerza armada que vela por la paz, y que ha servido a muchos amos por
poca paga y dedicación constante.
Guardias que conocen la sed, el polvo y las incomodidades de la
inclemencia meteorológica, pero siempre en su puesto. Sin despear. Sin derecho
a la protesta. Su perfil se hace familiar apareciendo por la cintura del
horizonte allá a lo lejos o de sorpresa al revolver de una garganta, surgiendo
de una loma o alzando sus siluetas inconfundibles por el fondo de un barranco.
Son la sombra misma de Juan Español.
Carretera y manta. Paso corto y vista larga. Los civiles han por nombra no murmurar unos de otros ni
hablar mal del compañero. El Duque de Ahumada pensaba que la política era un
mal necesario, menester al cual se dedicaban los más serviles. Aunque era
consciente de que tenía que rendirles vasallaje en aras de la lealtad a la
patria y su vocación de servicio.
Serapio y Silvestre hacían las rutas de las viejas legiones romanas,
dejando a un lado la Ruta de la Plata, se desvían hacia Cistierna por el
Itinerario de Antonino. Es un viaje lleno de aventuras novelescas y de
vicisitudes varias que dan lugar a que el autor se luzca al describir sobre el
mapa las costumbres, tradiciones e idiosincrasias de esta parte septentrional
del Reino de León que él conocía bien. “La Cuerda” es a la vez un libro de
viajes al uso de aquellos años de comienzo de la década que marca los comedios
del siglo XX: “Judíos, Moros y Cristianos” y “Viaje a la Alcarria” de Cela,
“Pata de Palo”, de Bartolomé Soler, primorosas narraciones de andar y ver,
pero, como novela la del Sordo de Villada parece que aventaja a las demás.
Por el camino uno otro hablan
de sus cosas o se cuentan historias como los viejos peregrinos. El libro en
cuestión tiene algo de novela de caballerías y de “morality”. Para entretener
la caminata el guardia Pedroso draga sus recuerdos. En estos apólogos quien más
sale a relucir es su abuelo, “un arriero muy listo cuando estaba sereno, pero
muy poco cuando había bebido más de la cuenta”. Anotan toda la vida que les
sale al encuentro. Por ejemplo, es memorable la entrada de un convoy de
ferrocarril que entra en el andén de La Robla un amanecer de octubre o la
descripción de la fiesta de san Froilán patrón del reino leonés en el Boñar.
Los juegos de bolos y el chito o las peleas de Aluche.
Al llegar a Villadiego Tomás salvador nos ilustra sobre una cuestión
de filosofía histórica y nos refiere cómo a los judíos nadie les quería por la
usura y los continuos desmanes que su presencia ocasionaba en las ciudades. Los
bandos de Pedro I fueron los síntomas de un primer alzamiento
sionista contra los cristianos. El pueblo pronto les escogió como
culpables de sus males. La corona de
Castilla hubo de intervenir poniendo a las aljamas bajo jurisdicción
real.
Fernando III otorga una premática en virtud de la cual todos los
judíos podrían acogerse a sagrado en la iglesia de san Lorenzo de aquella
villa. De ahí viene la famosa frase de “tomar las de Villadiego”.
Uno corre el peligro de perderse en soliloquios extasiado ante la
insólita maestría de esta obra al seguir los pasos de estos tres seres humanos.
Un criminal camino del patíbulo y sus vigilantes. Tres hombres que dan pasos
por el sendero. Con ellos aprende a resguardarse del frío y del calor, a
aguantar la fatiga y el hambre. Fijándose en la estrella Polar emprende el
derrotero del norte. En Villalón se inicia en los secretos de la fabricación
quesera. Que por cierto el cuajo que se derrama por las cinchas le vale al
guardia Pedroso para alivio de su conjuntivitis. “Cerca de Poza de la Sal - el
pueblo de Rodríguez de la Fuente- la vista le empezó a dar guerra. Parecía
tener arena en los ojos”. Una buena mujer le saca una tarriza llena de cuajada
y con ella se unta los ojos enfermos. “Ya no tendrá que pedir la baja”.
En lo alto de la torre de la iglesia de Mora dos cigüeñas parecen
estar jurándose amor eterno mientras que con las dos tarreñas de su prolongado
pico machacan el ajo. Es otoño pero por las noches en el campo se escucha
machacona la estridulación de los grillos. Unos arrieros, ahítos de vino,
discuten a la vera de un camino. Han desenganchado y sus monturas descansan y
rumian al pie de los brancales de un carro. Pero al ver venir los guardias
cesan al punto la riña y se quitan las boinas con respeto.
-Buenas tardes y menos voces. ¿Adónde se camina?
-A tierra Gordaliza del Pino para lo que quieran ustedes mandar.
-Con Dios.
-Vayan en su compañía, señores civiles.
Poco más adelante, unas lavanderas restriegan su colada a la sombra de
un alisal ribera del Órbigo y lanzan miradas subrepticias para Silvestre el
guardia joven, pero su compañero profiere un comentario jocoso y aguas que no
has de beber déjala correr pero el guardia Silvestre Abuín no puede por menos
de sentir saudade de la novia que dejó allá cerca de Ponferrada. El deseo
siempre tira. Unos lavancos festejan posar entre los carrizos de un cilanco y
luego espantados emprenden un viaje raudo y multitudinario como si fuesen de
boda. El preso les mira con envidia y sus acompañantes se hacen a un lado para
dejar a las aves pasar.
Erasmo Soria, natural de Salamanca, hablaba en verso y cuidaba de los
encuartes o corrales de relevo de la antigua diligencia en la mansión o
descanso de la ruta que conectaba en poco menos de 24 horas a Burgos con
Bilbao. El trío hace un trayecto corto en este medio de locomoción y se sienten
volar. A Pedroso lo encajonan en la rotonda o compartimento vigilando al
conducido mientras su camarada trepa a lo alto del pescante con el delantero y
el postillón. Se escucha el golpear de la tralla y el bramido de las ruedas,
una revolución de flejes y muelles que se disparan hacia adelante y hacia
atrás. La diligencia era el último grito de la velocidad. Tomas Salvador hace
un nostálgico canto a este carruaje al que por aquellas fechas le quedaba algo
más de medio siglo de vida.
Las descripciones que realiza lo mismo que las observación son las de
un genio. Lo mismo hay que decir de la acción y el interés que reclama la
atención del lector. Todas estas virtudes le confieren el título de novelista
mayor de su generación. Dio a la estampa tres obras maestras, tres clásicos, de
una tacada: “División 250", una de las mejores historias de la segunda guerra
mundial, “Cabo de Vara”, y “Hotel Tánger”. Sus producciones no se parecen
ninguna entre sí. Cultivó no sólo el
tema psicológico y la literatura carcelaria sino también obras de ficción y
hasta literatura para niños. A Tomás Salvador, al que recuerdo embutido en su
camisa azul poco antes de morir, en un reportaje que le hizo Lalo Azcona, con
su cara de comisario pachón, no le perdonaron ciertos desvíos de lo que hoy se
considera la corrección política aunque no fuese de ningún bando. Él no
devolvió la pedrada. Era un guardia civil con un concepto de servicio de
Estado. Decepcionado de la política y por los vencedores, colgó la chapa y se
dedicó íntegramente a la literatura. No tuvo dificultades para publicar pero
nunca ganó dinero. Se ganaba la vida con un quiosco en las Ramblas. Tenía un
concepto humilde de su oficio y en “Cuerda de Presos” llega a aparecer él como
uno de los múltiples personajes del retablo según una tradición de colarse de
rondón en sus propios libros. Ya lo hicieron Cervantes, Petrarca, Bocaccio y el
Dante. Él se convierte en zapatero. Escribir una novela lo comparaba a hacer un
par de zapatos. Un novelista no viene a
ser sino un maestro de obra prima, pero, ojo, que él lo bordaba. Abordó,
insistimos, todos los géneros desde el infantil hasta el de evasión pasando por
el histórico. Con mucho “Cuerda de presos” nos parece su entrega mejor. Labra
en él un monumento a la sufrida Benemérita. Escrito con el corazón grande de un
buen hijo del cuerpo, el final es enternecedor. Cuando entrega Pedroso a los
miñones a su pupilo siente como un cosquilleo en los adentros al tiempo que le
entrega todo el tabaco y todas las vituallas que porta en el morral. Siente una
pena infinita y demuestra que el Sacamantecas no es más que un pobre diablo. Su
obsesión con las mujeres le venía de los malos tratos e inseguridad incoada en
las palizas recibidas de mano de su madre, pero el mundo es así. Está mal hecho
y hay cosas que no tienen solución. Hay gente que nace para ser carne de
presidio y de horca. Garayo, verbigracia. ¿No habrá un Dios que se apiade? Y si
El no se apiada, porque está lejos o demasiado alto, ¿no nos tendremos que
apiadar nosotros que también somos victimas y viruleros de grado o a contramano
porque la humanidad no cambia? Esa parece ser la tesis de esta pequeña gran
obra de arte escrita desde la resignación y majestad cervantina.
En el camino de vuelta y ya de correría, no de conducción penal, Tomas
Salvador sentado en la tajuela de su chiscón de zapatero, los vio pasar. Les
dijo adiós con la mano y volvió a su lezna y a su bramante. Un buen libro se confecciona igual que un par
de zapatos a la medida. Con paciencia. Con tesón. Metiendo el tirafondo con
maestría. Que ensamblen todas las piezas y que el conjunto ofrezca la impresión
de un totum continúum a prueba de tropezones y caladuras.
En estos días críticos de sobresaltos, amenazas y revanchas, cuando
suenan clangores de guerra en lontananza, la obra del Sordo de Villada
(consecuencia de los estampidos artilleros de cuando estuvo en Rusia en el
Voljov) es un referente de perdón y de misericordia cristiana. Pocos han
entendido igual que él lo que es un guardia civil ni nos han demostrado a lo
largo de toda una saga de historias que nos elevan el ánimo y nos hacen sentir
mejores la grandeza de ser español. Hoy
es un autor olvidado y preterido. Algunos hasta lo llamaron loco. Ni sus
propios camaradas lo entendieron. Por impolítico. Sin adscripciones
determinadas ni bandos y eso aquí parece que no lo perdonan.
XI
GUARDIA CIVIL
AL SERVICIO DE UN ESTADO REPRESOR
Murió la Matute y se disparan los panegíricos a los
escritores del régimen pasó igual que cuando la muerte del García Márquez se
dispararon ditirambos y cantos epinicios cuán bueno era la política infarta la
literatura es la táctica de la culebra reptante y hay algunos libros que hieden
a la peste masónica. Olía a cadaverina en la feria del libro no acudí al paseo
del Retiro este año para qué para verle la cara a ese sacristán mediocre que
prepara las velas de los turiferarios del sistema y construye las casetas
feriales durante todo el año para tener a la vista durante quince días todo el
año. Compartí sotabanco con ese sacristán me dieron un pupitre sobre el que
acodarme recado de escribir y un ordenador y en ese exilio dorado me tiré los
últimos cuatro años de vida laboral que no fueron fáciles hasta recibir la
absoluta de la jubilación. Fue una especie de recompensa a mi vocación de
escritor recuerdo el rostro agradable de la bella Maite y todos aquellos libros
que me daban escolta todas las tardes alguna visita a la cafetería de la
esquina las buenas tardes a las conserjes y la vigilancia de aquella mujer de
la limpieza zamorana del pueblo de los garbanzos. Mi literatura nada tiene que
ver con la de estos escritores supervaloraos. A Gabo fui incapaz de hincarle el
diente. Demasiados años de soledad, hojarasca tropical y novelas de iniciación
en cuya verborrea se pierde el lector y títulos excesivos que han pasado a ser
frases hechas. El coronel no tiene quien le escriba. Fueron nuestros nombres
raídos del libro de la vida pues qué bien. De Ana maría Matute no conseguí
terminar su “fiesta al noroeste” creo que el tronío que se la dedica obedece al
hecho como el de carmen Laforet de ser mujer en la recia feminización de la
literatura campaña en la cual andan inmersas las logias la fama tiene que ver
con el hecho y el cohecho hoy firman novelas hasta las chicas de la tele.
Un lustro transcurrido de mi jubilación y ha
prendido en mi el afán de escribir y de publicar que es para lo que he nacido y
me doy con un canto en los dientes y por más que postergado les hago un corte
de mafia a los serviles del Establecimiento. Voy a mi aire con tanta fuerza que
el otro día pedaleé hasta Avilés tres
horas de día y cuatro de vueltas y al tomar el empalme de mi aldea donde me
pusieron la multa los civiles y me quitaron el carné desde mi bicicleta vi un
sol enorme que caía como una hostia dorada sobre el horizonte y se hundía en la
mar hermoso espectáculo una fiesta al solis invictus era la víspera de san Juan, la onomástica de
los Juanes, ivanes, Hans. Me metí en la cama despeado pero feliz dando cabo al
último capítulo de la enorme novela de Tomás Salvador cuerda de presos. Es un libro lleno de sabia ternura de ponderación
imponente estructura estilística dentro de su sencillez y el robusto acerbo
lexicografito que resucita palabras del buen decir castellano. Homenajea al
sufrido pueblo español representado por esa religión de hombres honrados que es
la guardia civil pero no esta guardia civil que manda a recaudar a los agentes
de trafico y freír a multas al ciudadano la ministra de la cosa esa judía
catalana que se llama María Seguí bajo cuya férula la sufrida benemérita como
en Casas Viejas vuelve a ser un instituto represor. Por ahora sólo son multas de
tráfico. Pronto se ordenará la consigna de tiros a la barriga al estilo de
Manuel Azaña. La serpiente sigue arrastrándose en su propia baba. Sin embargo,
la relectura de esta novela ha constituido para mí un homenaje y el mejor
regalo onomástico de san Antonio en los setenta años que acabo de cumplir.
Atracón de palabras y de belleza un verdadero tour de force narrativo libro de
andar y ver. Camino de la horca desde Murias en León hasta Vitoria en el
señorío de Álava llevan preso a Juan Díaz de Garayo y Argandona alias el
Zurrumbón y el Sacamantecas asesino en
serie que se llevó por delante a ocho mujeres año 1870 escoltado por los
números Serapio Pedroso Buján y Silvestre Abuín Corvino del puesto de Murias de
Paredes primera compañía de la línea de Villablino comandancia de león.
Circulan por brañas y barrancos, cruzan ríos como el Órbigo el Esla, el Ebro o
el Recachichi la manta terciada el tricornio con visera y la teresiana sobre el
cogote. El presidiario las manos atadas no lleva nada, va por delante
semidescalzo pero comparte el magro yantar del zurrón de los guardias. Se
entabla una relación humana en la cual prende cierta ternura o por lo menos
compasión hacia el asesino un alavés que fue monaguillo iba para cura se sabía
el confiteor y tuvo siempre dificultades en su relación con las hembras. De las
ocho que mató todas eran viejas y del oficio. La primera vez fue por el pago de
un servicio, la saludadora le pidió un real de más y esta deuda fue la causa de
que acabara la pobre mujer estrangulada al borde de una cacera. Vaya un tío por
dos reales que se decía en la España de aquel entonces. Es el tiempo de las
guerras carlistas de conmociones políticas y de grandes inventos: el tren, la
fotografía, el regadío, la diligencia y los corrales de relevos que habiendo
nacido al mismo tiempo que la Benemérita en 1844 tendrían una vida efímera. Las
postas dejan de existir arrolladas por el ferrocarril, luego por el automóvil
pero supusieron un adelanto notable ya que acortaban el tiempo de los
trayectos. En el siglo XIX, antes de la llegada de la diligencia, de Oviedo a
Madrid se tardaba día y medio. Jovellanos invertía en este mismo viaje según
cuenta en sus diarios tres jornadas. Los corrales de encuarte fueron un tópico
poético que atrajo la pluma de Campoamor, de Larra, de Pereda, de Clarín y de
Espronceda. Se entablaban amistades y surgían relaciones que duraban toda la
vida durante el viaje y los escritores románticos no dejan de acusar en sus
narraciones el vaivén de los carruajes los saltos de los baúles y maletas del
equipaje en la baca, las mulas delanteras disparadas a la carrera los
juramentos del auriga en el pescante, el estruendo de los flejes y los saltos
en los baches el gemir de las ruedas, el chirrido de las galgas de frenado.
Había comenzado la era de la velocidad. Tomás Salvador describe a un personaje
triunfal todo un Eneas de aquella Ilíada que eran los corrales de encuarte
donde descansaban y se hacía el relevo de la tracción de sangre los carromatos
don Erasmo Soria jefe de enganche en uno
de estos corrales perdidos en la provincia de Burgos cerca del desierto de Lora
que hablaba en verso… era como el pan bendito el que lo tiene lo come y el que
no se queda frito… “Erasmo Soria me llamo natural de Salamanca con la derecha
me persigno y cuido mulos con la manca”. Desde su ventanilla controlaba don
Erasmo las hojas de ruta y de pascua adviento en aquellas soledades oteaba el
paso de los correos. Era un hombre acecinado con la nariz como un cuchillo…
“vivo yo en mis soledades llega el viento y yo le canto. El que se cruza en mi
camino se cruza en mi entendimiento libre de ver la ocasión y comprender la
opinión que sustento de vivir cara al tiempo libre alegre y satisfecho”… este
funcionario que se dirigía a los pasajeros hablando en aleluyas era el último
de la estirpe de una raza de versolaris. Hay otros personajes inolvidables como
aquel doctor de Coculina cerca de Poza
de la Sal que van a visitar. Cae la noche a Serapio le duelen los ojos el polvo
de las roderas le ha ocasionado conjuntivitis les recibe su mujer uy cuanto
tarda le habrán llamado para asistir a algún parto. Sí… sí… un parto. Los
civiles van a dormir a la posada y a la mañana siguiente cuando ya están en
ruta se presenta el bueno de don Ubaldo a caballo pidiendo disculpas y excusas
no pedidas acusaciones manifiestas. Al galeno por lo visto le había surgido un
compromiso que poco tenía que ver con Hipócrates sino con Venus. Le receta a
Serapio unos mejunjes caseros calomelanos sulfato de cinc y una pomada de
nitrato en la córnea. Por lo visto lo que tenía el agente de la autoridad era
un catarro a la vista por la falta de higiene y porque en una de las pernoctas
agarró un virus de una persona enferma con difteria. El sufrido número de la
Benemérita se siente mejor pero en Villalón le dan a beber el suero de una
tarrina y luego se lo aplica a los ojos y nota un gran alivio. La cuerda hace
pensar a veces en las aventuras del quijote pero en ternura y compasión hacia
la humanidad compungida este tremendo escritor de Villada supera a Cervantes
por su lirismo por su conocimiento del alma humana y por la didascalia. La
novela es una narración de historia y de geografía planteada desde el amor a
España vista a través de los ojos cansados de un guardia civil veterano y otro
más joven que sueña con casarse cuando acabe la conducción del Sacamantecas con
una moza en León que se llama Camino. Se calcula se tasa y se pesa por el modo
antiguo de áridos y líquidos fanegas celemines, adarmes y onzas heminas cahices
leguas libras azumbres arrobas y varas. Una legua 5.6km son 666 varas y un
cahiz 666 litros. Es impresionante el acerbo léxico que acerca al lector
entrañándole con el paisaje y el paisaje. El libro es como una melodía en que
se registran los mejores sones de las viejas palabras de los pueblos de la
provincia del norte de León, Palencia, Burgos en la raya con las montañas y es
un canto a la GC. Guardias civiles hombres de aquellas tierras
redimidos del arado soldados civiles de pueblo en pueblo siguiendo la tradición
de los merinos, los miñones forales cuadrilleros de la santa hermanada
corregidores y corchetes y alguaciles. El guardia civil es un soldado del
pueblo al servicio del orden y la ley instituto fundado en un tiempo de
convulsiones políticas en la lucha contra el bandolerismo. En Andalucía era un
ejército montado y en Castilla se hizo de infantería, iban de dos en dos,
adalides del compañerismo, si te llevas mal con el otro mejor que te tires al
río. Sus servidores conocen el aperreo diario de las marchas y correrías por el
campo el fusil al hombro nunca en bandolera cuando se iba conducción, las
polainas cubiertas de polvo, la teresiana cubriendo el cogote, la manta
terciada, pernoctando en campo abierto cerca de los lamederos de las dehesas
boyales o en puestos de línea mal abastecidos, los jergones cubiertos de mugre
y de chinches. Garayo el pobre es capaz de afeitarse utilizando la lija de una
caja de cerillas y de quitarse los pantalones con los grilletes amarrados a los
tobillos. Marcha unos pasos delante de sus guardianes con la cabeza hundida
entre los hombros los brazos péndulos. El guardia civil es un soldado del
pueblo con la cartilla y el libro de firmas siempre a mano. Uno de los
artículos del reglamento prohíbe la burla y la murmuración. Mas, si dura es la
vida de estos abnegados números de la benemérita mucho mayor sacrificio era el
de sus esposas, expuestas a largas desapariciones del marido que salía de
correría o a traslados con los enseres en un carro de un puesto a otro. Hay un
momento al final de la novela en la cual el guardia viejo no puede más, se
rompe, está harto de servir a un amo oculto que le paga pero a quien desconoce
y sabe poco de su sacrificio. Es la escena cuando llegan despeados con el
prisionero a Pancorbo y un sargento jefe de línea le lee la cartilla a Serapio
y le recuerda que muchos de sus compañeros se encuentran en similar situación:
“mire, muchos de nosotros perecieron de frío o ahogados en las riadas abrasados
en los incendios pero ellos sabían que la mayor fuerza es el ejemplo y que el
ejemplo obliga a ir mucho más allá adonde vaya el más valiente, el más honrado,
el más sufrido de los hombres. Y la GC ha querido ser siempre ejemplar aun
sabiendo que más allá del deber y del ejemplo está la muerte. Sin nombrar a los
miles de camaradas que ahora cruzarán las carreteras de toda España, quiero que
sepa que la fatiga de ahora ha sido la fatiga de siempre”.
Tales
frases harían en sí mismas memorable a este libro pero por el mismo se cruzan
personajes que no han sido nunca tan bien trazados en la literatura española ni
por el mismo Cervantes como el maestro del Boñar que sabía todo sobre las
calzadas romanas o la cantinera que con sus sesenta años a cuestas servía el
café a los soldaditos de campaña en un cuartel de infantería, las lavanderas,
los cantemisas, las ferias o el fotógrafo Dupont un francés itinerante que
retrataba a los paisanos o el pintor Valdivieso al que dieron una paliza por
haber hecho un cuadro muy sugerente del cuerpo serrano de la mujer de un
alcalde. Tomás Salvador capta la vida de la España del siglo XIX con la misma
pericia que lo hizo Cervantes con la del XVI o tal vez mejor. Es una injusticia
que un tesoro de tanto valor esté arrinconado. No se le hizo justicia, puso una
editorial y se arruinó, camisa azul pero
con Franco y sobre todo con los franquistas no quiso saber nada, se le heló una
mano en el frente del Este, y de su experiencia en la Blau escribió una novela
profética sobre el resurgir de la Rusia cristiana y de la resurrección de
aquellos soldaditos ruskis que vio morir al otro lado de las empalizadas en los
combates de Leningrado, División 25o,
montó un puesto de periódicos en la Plaza de Cataluña y se lo cerraron. Murió
en la miseria. Hijo del cuerpo, se hizo policía de la ronda secreta en
Barcelona, de mozo lució la Por eso me enoja tanto pasearme por las casetas de
la feria del libro para encontrarme con tanto sacristán tanto profesor mediocre
y escritores de alubión. España desprecia cuanto ignora y eso es un ominoso
designio que nos persigue. Cuerda de presos no es un thriller ni una novela
romántica no hay sexo ni casi trama pero debiera ser libro de lectura
obligatoria en los parvulario y por supuesto en la academia y en los cuarteles
de la guardia civil el benemérito instituto de cuya probidad y lealtad se han
aprovechado gobiernos de todos los
pelajes y colores. Tomás Salvador no morirá nunca. Su recia prosa castellana
iluminará el camino de las nuevas generaciones. Cantó a la GC y dijo que el
benemérito instituto no ha de ser un cuerpo represor como pretende el actual
gobierno del mr. Rajoy aunque no cabe esperar otra cosa del inepto pontevedrés
al que llaman don Rajadizo el Mirífico.
XII
CANTAMAÑANAS Y BUTANEROS. NUESTRO NUEVO PERIODISMO
Ya
cantan los pájaros al albor. La primavera se adelanta. Llueve. Menos mal.
Grande eres en tus obras, Señor. Rezo el salmo 62 de Laudes del Oficio Parvo a
Nuestra Señora. “Ad te de luce vigilo”.
Hay que estar en guardia contra tanta cabeza de chorlito. Esa plaga que nos
invade. Ya están aquí los butaneros y cantamañeros. Entre col y col una
lechuga. Entre cuña y cuña comercial un mitin. Tararí... tí... Ti. Alzamos al
redoble de tambor y toque de cornetas, prietas las filas, montañas nevadas.
Por
favor no me pongan ese pasodoble tan nostálgico de la España que perdimos que
mi alma se desinfla. Se enternecen mis fibras y las piernas se me vuelven flan
y los dedos huéspedes. Y me entra un cierto desapoderamiento de los sentidos.
España es una y cabal. No volvamos a partirla en dos. Nosotros seguimos en esa
misma demanda y llevamos repitiendo esta consigna de reconciliación lo menos
ocho lustros. Ni la izquierda deletérea progresista y a veces sin sentido
nacional. Ni la derecha nostálgica, ególatra, testaruda y que no piensa en los
demás. Mi corresponsalía en Inglaterra y Washington me llevo a la persuasión de
que somos un pueblo grande y hermoso pero con frecuencia manipulable y
papanatas. Esto es caer en la trampa de la guerra civil. Y desde entonces me
fío poco de los de Oxford y Cambridge. Mi alma mater es Alcalá.
Me gustaría ser paloma que sabe convivir con
la bandada. Es un ave cándida y social. Más que halcón egoísta y rapaz volando
a su aire. Pero aquí los halcones con harta frecuencia se convierten en pavos
reales muy finchados y despampanantes desplegando su bonita cola pero que son
incapaces de volar. Volemos pues. Y volar es convivir de la misma forma que
gobernar es transigir. Perdonar. Se nos va la fuerza por la boca. Dos pasos
delante y uno detrás.
Me
desenchufo o le doy al guial -amigo de las ondas cortas y del DX, distancias
desconocidas que llegan por el cañón de los sueños, ese gamellón de la imaginación, tubos catódicos, brahones y retahílas.
Y abandono las estacionales nacionales. La radio enchufo, un poco más de
música, maestro, y no tanta información/desinformación. Menos palabrería. Es la
radio el mejor instrumento de transmisión de ideas, afectos, sugerencias
(deberían sacar más los micrófonos a la calle a ver lo que el pueblo opina, vox
populi, vox Dei) puede convertirse en un instrumento de incomunicación. ¿Serán
galgos o serán podencos? De todo hay en la viña del señor pero esos gigantescos
programas mañaneros cuando canta el ruiseñor y suenan las arengas y los mítines
- parece ser que hay montada toda una estrategia del horror y del encono, pero
a fin de cuentas esta es la democracia o la de unos pocos con derecho de
pernada y de opinión- ponen al oyente en pie de guerra, no son ideas. Cesen las
crispaduras. Ese que tiene la voz un
tanto aflautada y la cara de máscara. Es un clown. Más feo que Picio y
listísimo más listo que el hambre y la verdad es que no lo hace mal. Imposta la
voz, maneja bien el castellano pero no es más que un mimo, un momo y ambos
vocablos dan en memo. Su voz sale de las cavernas de la derecha antisocial. No
creo que le importe demasiado Miguel Ángel Blanco y tampoco condenando a la
horca a De Juana le vamos a devolver la vida ni a él ni a los guardias civiles
pobrecitos que alevosamente tronzó en la flor de su edad. Ya los pagará. Si no
es en esta vida en la otra. Tiene mucho purgatorio si es que no va a las
calderas de Pedro Botero -que será lo más probable- de morros y de cabeza. Y
mientras le llega su hora, carne de frenólogo y de manicomio. Dios proveerá y
dios lo juzgará. Además, fue excarcelado por una disposición incomprensible de
los del fraque y la toga.
Un juez en tiempos de Aznar le redujo cadena y
los dos mil años de condena se quedaron reducidos a dieciocho. En agua de
borrajas. Total. Son ladridos las que se
ponen en circulación: chantaje, manos blancas, presidente al paredón. Ultraje y
las palabras se vuelven espadas y consignas y el personal las repite como
loritos en las tertulias en los chats y en los foros. Clama la voz, la mía, en
el desierto. Calma, señores. Un poco de recapacitación.
Aquí lo que importa es el muerto. El cadáver
sobre la mesa. Un muerto mil votos. Cincuenta mil. Un millón. ¡Qué triste
realidad! Así que el personal marcha camino del trabajo y se apretuja en el
metro o en el autobús repleto de hordas haloetnicas, que seguramente el siglo
XXI va a ser el de las grandes masas, del descorrimiento de pueblos, de la
perdida de ese centro de equilibrio que era Europa y el cristianismo en su
mejor versión la católica, con el cabreo de haberse desayunado el sapo
mañanero. A las masas se las maneja mejor con el horror pero este axioma
determina no pocos retos a la libertad de expresión.
XIII
DEMOCRACIA Y
CORTE INGLÉS
Ruede la bola de la
información-desinformación. El control de las prensas y de la palabra o la
imagen que baja por el éter puede llevarnos a una nueva era de hombres robots
con el cerebro bien lavado mas no así el corazón. Los trusts y los grupos de
comunicación se imponen y hacen la guerra entre ellas. Recuerdo a principios de
los noventas las luchas internecinas entre servios y caníbales. El grupo Z y el
grupo Prisa y el de la Cope capitaneado por Antonio Herrero. En esa lucha de
golpes bajos y patadas en la espinilla valía todo. Desde la difamación hasta la
más inaudita vesania. ¿Es que llevaba razón aquel vasco que dijo y ahora lleva
una vida monástica en un pueblo de Guadalajara que somos una tribu? Leguineche
quiero decir. Gran reportero de todas las guerras pero creo que esto le viene
un poco estrecho. Como a mí que estoy de vuelta de todo. Pues muy bien somos
una tribu. Que pasen los periodistas y coman que dijo el ínclito Romanones.
Las espadas están en alto siempre en esta
maravillosa profesión donde han resucitado querellas antiguas sin la crudeza
del siglo XIX desde luego(recordemos que Azorín, el impávido Azorín, fue a por
Maeztu que era algo vehemente y que había puesto la novelística del autor de
Monovar del Campo cual hoja de perejil) con una navaja cabritera y al ceceante
Valle Inclán el de las barba de chivo lo dejó manco otro colega Manuel Bueno
con un verduguillo, la herida se le infectó, los duelos de la literatura fueron
famosos en aquel tiempo y yo he visto a un colega en Londres atizarle un
botellazo al corresponsal de un diario de la competencia) estas determinaciones
ab irato de poco sirven pues la
violencia es algo inane pero son el pan nuestro de cada día en esta profesión.
Uno tiene que llevar rodela y hasta un coselete antibalas creo que eso ocurre
aún en Hispanoamérica cuando se va a la redacción. Uno escribe y uno habla
desde la dilección y con un afán ético o moralizador, o al menos así debiera de
ser, desde la sátira y desde el perdón, pero no hay manera para no hacer -dulce
razón de amor- de mi querida patria una España encabronada y acojonada
.
Pero la crispación, esa palabreja que tanto se usa ahora, llega por el aire y
el Evangelio me dice “no luchareis contra los hombres y la carne sino contra
los malos espíritus que viajan por el aire” (palabras de la ordenación de
diáconos en la Iglesia grecolatina). Y el advenimiento de los grandes Midas de
la comunicación todo un fenómeno sociológico. Seguimos luchando contra los
molinos de viento aun corriendo el riesgo, ya lo sabemos, de acabar con los
huesos quebrantados y molidos. Peleando con la dialéctica de la destrucción,
oye. En esta sociedad de la imagen parece ser que el hombre carece de vida
interior
.
Su existencia se desarrolla hacia afuera. A mí que me dejen en paz. Fútbol. Quiero Fútbol. Panem et
circenses. En algo hay que entretener a las masas y mantenerles distraídos.
Dales pan y circo ¿Y a los periodistas? Que pasen y coman. Hay que ver que
contrajodido y puñetero era ese conde. Y los medios de comunicación dejaron de
ser un servicio público para convertirse en la bandería de los intereses
comerciales. No me quejo. Esta es una democracia vigilada y hay que ir de
compras al Corte Inglés.
Es
la vida moderna. O lo coges o lo dejas. Y la cosa empezó con Franco que trajo
aquí a las grandes multinacionales. La Revlon, la Perkins, la John Deere,
General Electric. Etc. uno escribió una vez en contra de la Westinghouse y la
standard cuando estábamos comprando centrales nucleares a Estados Unidos y por
poco me echan del “Arriba”. Un lector escribió una soflama contra mí. Me llamó
buey. Ya estoy muy acostumbrado a este tipo de dicterios y tengo anchas
espaldas aunque carezca de la entereza e importancia de Calvo Sotelo. La guerra
civil vino como resultado de una crispación que yo lo he estudiado bastante
bien por antiguas rencillas entre militares africanistas y peninsulares.
Recíclese, don Verumtamen. Pues me reciclo pero a lo mejor no lo consigo Eso lo
logró un genio de la comunicación que se llama José María. Se acabó el tiempo
de las plumas galanas y de los nombres rimbombantes. Y vinieron los García los
del Olmo las Encarnas de día y las encarnas de noche, degollaron a Balbín que
en su programa La Clave había conseguido un nivel de excelencia como en pocas
televisiones del mundo con la excepción de la alemana y la francesa se había
adquirido. Lo descabezaron alegando que su audiencia era de minorías, lo que
era un infundio, y vivimos en los tiempos de las grandes masas. Furbo... Furbo
y salsa rosa, se ha dicho. Butaneros y cantamañanas y la información se ha
tornado alienante y alienígena - tratando de emular a los anglosajones- aunque
ha vuelto la tradición panfletaria del libelo estilo siglo XIX. Por esta vía se
puede aniquilar perfectamente el alma de las naciones y crear un nuevo tipo de
sociedad con otros atavismos y tics. El lavado de cerebro suma y sigue y la verdad
es que la Iglesia que está en la mira de esta labor de zapa no lo ha querido
ver o, si no lo ha querido ver, y por aquello de si no les puedes vencer únete
a ellos, se ha subido al carro de los vencedores. Los grandes fenómenos en
antena de la emisora de los curas se declaran agnósticos y luteranos. Yo pienso
que si mala fue la era de Felipe González para los que nos hemos ganado la vida
escribiendo la de Aznar fue nefasta. Una concatenación de torpezas y errores
pero la verdad es que no tuvo él la culpa como tampoco la tiene ahora Zapatero
que han de acatar las disposiciones de un teléfono rojo oculto en alguna parte
y quien manda, manda. De esta forma mantener una independencia de criterio
resulta no sólo oneroso y peligroso sino algo casi imposible. Lo dijo Ramiro y
murió por esa idea: el gran problema de los españoles que se despellejan entre
sí desde una izquierda antinacional y una derecha cerril. Hay a muchos que nos
sigue gustando este proyecto de futuro basado en la síntesis y vivir, sentir y
escribir con una idea de Estado en la cabeza por encima de las facciones y
encontronazos de partido.
Volvemos al sectarismo y a las divisiones de
derecha, a la banalización de lo importante, a la cursilería de la escopeta
nacional y acaso al caciquismo que hizo fracasar a los dos regímenes
constitucionales que tuvo España. Ahora estamos en la tercera y a la tercera va
la vencida. A ver si puede ser. Joaquín Costa expuso el proyecto de Ledesma en
otros términos pero casi en la misma
idea: el problema es de la despensa y la escuela. Ahora gracias a Dios no hay
hambre, las barrigas parecen ahítas, pero puede volver a haberla. Sin embargo
la gran ignorancia nacional sigue vigente. Es una escopeta cargada que nos
lleva al guerracivilismo.
Convendría
pues una mejor educación de las masas irredentas. Nada tengo con el admirable
luarqués José María García al que ya empezamos a llamar en la escuela de
Periodismo de la Iglesia el Butanito - me alegro de que se haya recuperado de
su enfermedad y que siga fumándose sus buenos vegueros- pues venía a clase, las
pocas veces que iba, con una casaca del mismo color y en una Vespa.
Siempre con prisas. Mirada de águila. Un tapón
de tío pero listo como el hambre y con una voz de Esténtor, maravilla en un
cuerpo tan pequeño, que impostaba y que dio lugar a un estilo inconfundible y
una voz propia ante los micrófonos. Es la gran cuestión en literatura y en
periodismo: encontrar tu propia voz. El estilo es el hombre. Con poco bagaje
cultural sin embargo supo sintonizar con las apetencias de la gente. Y los
españoles de la primera transición encontraban en el deporte no practicado sino
de la grada una válvula de escape a su adrenalina.
Por
eso en los ochenta se dormían escuchando las diatribas del pequeño y rubiales
Butanito contra Porta, Soporta y don Jesús Gil que más de una vez le envió los
padrinos. En fin, Furbo... Furbo el nuevo dios de los españoles. Reyertas. Es
la cólera del español sentado. Yo quiero creer que el personal no desea que se
le informe sino que se le arponee. Los españoles dicen somos masoquistas. Le
tenía al pobre Porta aquel presidente de la Federación de Futbol un soplón a la
puerta de su vivienda y todos los españoles sabíamos cada noche a qué hora en
qué minuto y cuánto duraba el paseo cuando don Pablo sacaba a su perro a mear.
El mejor estilo de Pueblo lo acreditó este García. Creo escuela y ha tenido no
pocos imitadores.
Que se han hinchado a ganar perras en una
profesión que proporciona algunas satisfacciones y bastantes sinsabores poco
dinero y bastante caspa. Que es más que nunca el Cuarto Poder. El parlamento de
papel. Aunque no es buen síntoma para una democracia el que la política se haga
en las redacciones y que algunos prebostes y mandamás del sector tengan más
peso específico que muchos ministros. Malo. Ahora hemos pasado de la pajarita
de papel a la pajarita de las tertulias con un equipo de opinadotes
pluriempleados mientras la gran masa periodística. Haría falta una buena
limpia. A ver si el nuevo rey Felipe VI acaba con todos estos tertulianos que
chupan cámara y micrófono a piñón fijo. Figuran como el clac de la clase
política, ocupan bastante cacho arrogándose las funciones del parlamento.
Volvemos pues a tener una democracia de papel.
Pero la información es poder y hoy es el Poder
con mayúsculas. En su modestia uno que no es de derechas ni de izquierdas no
entiende estas querellas de patio de vecindad porque a Butanito le hayan
degollado una entrevista con el Loco de la Colina. Tenemos dos manos y dos ojos
¿no? Convendría seguir entonces sin bandazos a babor y estribor la trayectoria
de la recta. Proa. Proa. Era un diario vespertino de León por cierto y un
cachondo se lió a voces una tarde de allá por los años cuarenta cuando los
periódicos se voceaban como si León fuera Londres y anunciaba:
- “Proa”
Ha salido “Proa”: El Papa se casa con la Hilda y se marchan los dos al Caribe
en viaje de novios.
Horror
¡qué titular en pleno Nacional catolicismo! El vendedor debía de estar borracho
o debía de ser Genarín. Cerraron aquel periódico que era de la cadena del
Movimiento tres meses y a su director por poco lo amarran en blanca a la sombra
del “hotel” San Marcos. Como a Quevedo por un soneto. Un titular mal trabado
podía valerte no una misa sino que te lo dijeran de misas en aquellos tiempos Y
de la misma casa salió don Luis del Olmo que creo que era locutor de la REM
(Radio Cadena del Movimiento) en la emisora de Astorga. ¡Qué voz, señores, qué
voz! Y ¡cómo la imposta! Creó escuela. Y enamoraba a las señoras cuando salía
en antena aquel mozo de los ojos tristes y la voz seductora. Un maragato de
Astorga. Moris captus -es lo que significa maragato- cautivado por los moros
esto es tornadizo y don Luis con su varonil voz cautivaba a las parientas. Y
todas las señoras se iban a comprar al Corte inglés con gran alarma de los
maridos que protestaban:
-Esto
es el colmo don Luis del Olmo.
Me
lo encontré una vez que fui al Arrabal de Arévalo a vender libros cuando por
culpa de una miliciana del feminismo me suspendieron de empleo. Estaba comiendo
en La Pinilla del Olmo. Le acompañaba un guardaespaldas. Ni media palabra
durante el almuerzo. Don Luis tenía los ojos tristones. ¡Y qué tenga yo que
estar aquí vendiendo libros como un cabrón y venga a comer el plato del día y
este señor a la carta ante el mejor cochinillo! Soy tan buen periodista como
él. La verdad es que don Luis y su zaguanete comieron poco y yo me hinché a
sopas y garbanzos. Desde hace muchos años, inconsciente de mí, he renunciado a
guardar la línea.
-
Mira, Verumtamen, - me dije a mí mismo - Tú vives mejor que él. Te acabas de
zampar un cocido a lo pobre que no se la salta un gitano y te has echado al
coleto dos medias botellas de tintorro de la tierra que te hace ver la vida de
otra manera. Arriba los corazones. Súrsum corda. Eres mucho más feliz. No
llevas guardaespaldas pero eres más feliz. No cambiaste de chaqueta y duermes
con la conciencia más tranquila.
Ahí
está la maula. Que no cambiamos de chaqueta. Seguimos aferrados a ciertos
ideales de la España eterna y nos trataron de locos y de borrachos. Se nos
cerraron todas las puertas. Hicimos mutis por el foro pero seguimos al pie del
cañón. Tenía que ser así en cumplimiento de las palabras del Caudillo que lo
dejó todo atado y bien atado - y sigo pensando que su palabra es verdadera,
aunque cometió el grave error de dejar de heredero al Borbón- y si su heredad
se desata, creo que el ZP lo que intenta es salvar los muebles, habrá gresca.
Por aquel mandato nuestro sacrificio. Nos ofrendamos nuestras vidas y nuestra
carrera en holocausto. Éramos los albaceas de aquel legado histórico. Que haya
paz y progreso entre los españoles y tuvimos que hacernos el loco y mirar para
otra parte y aguantar estas tabarras de butaneros y cantamañeros y la
melancolía de esas emisiones oceánicas de costa a costa la voz sexy de la radio
una cosa parecida en tío a lo que es la Cristina Maravillosa en mujer. ¡Dios
qué voz más sensual! Y lo mejorcito de por aquí. La escuchas y piensas en el
amor, qué voz de mujer, Además hija del Cuerpo. ¡Si no fuera tan carca!
Uno
se pregunta cómo puede ser esto. Sólo ocurre en la radio de las repúblicas
bananeras pero la verdad es que el talante de este pueblo es inclinado al
caudillismo también en lo informativo. Eso revuelto con un poco de masoquismo
porque al español de abajo le suele ir la marcha y nos da la fórmula. Los que
postulamos un periodismo serio, una literatura como Dios manda y un saber estar
y saber ser en demócrata tuvimos que callarnos. Hacer un mutis por el foro o
ponernos a leer los Intereses Creados de don Jacinto. Que en estas guerras
mediáticas que nos desinforman con su noticierismo y su culto a la personalidad
fantasmagórica laten miras utilitarias. Detrás de estos grupos se ocultan
muchas perras. ¡Ah, amigo! La ambición humana carece de límites. Sosiéguense,
señores.
-Así
que no es usted de derechas don Verumtamen. -Ni de izquierdas. Lo mío es el la
revolución social sindicalista. El comedio no el del pobre Adolfo Suárez al que
tan mal hemos pagado por sus incalculables servicios prestados. Tampoco. Pero
busco el equilibrio. Cuando todos hemos perdido el centro y un poco los
papeles. Virtus in medio est. Buena consigna para un país de desequilibrados.
¡Señores de la tele radio no nos azupen los perros!
XIV
POR EL CAMINO
DE SANTIAGO. A PERRO VIEJO NO HAY TUSTUS
Con el Calixtino por libro de cabecera, guía y
vademécum de peregrinaciones, un legajo del siglo XII escrito por un tal
Américo Picaud, un gabacho que ya nos pone de vuelta y media a los españoles
esgrimiendo los antecedentes que esboza la picaresca sobre buen pueblo pero
mala gente que dijo el otro cuando se topó con los muros de Benavente (escopeta
nacional y España sin españoles sería el paraíso terrenal), mi amigo don Xanti
y yo nos hemos echado a los caminos, bordón en la diestra, nuestras recias botas,
nuestros buenos peales, buenos propósitos y mejores resoluciones en el alma que
pecadores fuimos y pecadores somos. El vino que no falte. Y el breviario de
antes de la guerra también iba en la mochila. Para espantar el diablo que no
deja de enredar incluso en las soledades cantábamos en latín los maitines y
laúdes a la aurora con el precioso himno monacal de “Iam lucis”, la tercia
antes de la siesta, vísperas con el primer rayo del crepúsculo y completas al
entrelubricán somnoliento. Nos lo pasamos bomba. Damos grandes rodeos al pisar las ciudades
pero los viejos lugares de la Transcantábrica posábamos en veneración.
Esquivábamos las carreteras y los farolillos rojos de los puticlubs que animan
las cálidas noches agosteñas, cabe el arcén de las autovías, los apartábamos
con un vade retro. A estas edades no es para que te den una medalla de
condecoración si no te llama la atención la jodienda. A perro viejo no hay
tustús. ¡Oh pecadores de la nueva Babilonia!
En una localidad del camino cantamos la Passio a dúo al pie de un Santo Cristo
milagroso y lo hicimos con tanta unción, mi buen Xantipa de grave y yo atacando
los agudos del cronista que narra los acontecimientos en la noche del Viernes
Santo, un diácono ruso se nos agregó y bordaba los bajos del repertorio de
Palestrina, que el cura y algunas beatas nos invitaron a chocolates con
churros. Grande es nuestra fe y grande es España por más que me pongan como un
trapo los unos y los otros, aunque los peores seamos nosotros mismos.
-Eso no tiene enmienda. A otra cosa mariposa.
Y dijo el Marquillos de Obregón y es a lo que iba
pues no puedo desenredar ese enredijo de misterio que me hace tirarme al monte,
claro, o buscar el refugio de las tabernas, pues la frase forma parte del
laberinto en el que estamos inmersos:
Si
eres por ventura español donde quiera que llegues has de ser mal recibido
aunque te pongan buena cara. Que aquesa ventaja hacemos a los nacionales del
mundo ser aborrecidos de todos; cuya sea la culpa yo no lo sé.
Ni yo tampoco pero vengo empapado del rocío de las
veredas, con la música de algún malvís entre las orejas, el rumor del agua
cerca de las cárcavas, la visión edénica
de los gollizos, gargantas y cuchillares, restos de antiguos glaciares que
alfombran la manta de los montes de la Robla, el silencio edénico de los
castañares ocultos entre las sierras, los cristos rotos y las imágenes
venerandas de santos arrumbados- qué se la a hacer un santo no es más que un
trozo de madera y una bandera un cacho trapo y ahora se están rige un nuevo furor
iconoclasta contra aquello que tanto venerábamos- que esperan en las iglesias
cerradas a cal y canto, el tañer del cimbelillo en las ermitas del monte que a
veces nos parecían tocar solas y nos sonaban a milagro no sé por qué, el
donaire de algunas mesoneras que no niegan una sonrisa y un vaso de agua al
peregrino, la borrina de los puertos, suspiros de tul en el paisaje de encaje,
o el sonido isócrono de las olas sobre la mar de Vegadeo. O los ecos del canto
de una salve al atardecer en alguna aldea perdida del Bierzo. O la armonía de
la catedral de Santiago que dicen que el que llega allí por primera vez se transforma; si está triste se alegra y, si
enfermo, cura de toditas todas, y si nervioso le penetra en el alma una calma
infinita que trastoca el hervor diabólico, el tráfago luciferino de la ciudad
hediendo a azufre y a exhausto de tubo de escape. Traspuesto el monte de Gozo,
es cosa digna de mención que parece que se te alegran los pies y dejan de
protestar como en algún tranco de la ruta en que estuvimos a punto de tirar la
toalla. Gracias al vino que es sangre de Cristo y la fe. Toda esa belleza y
dolor que trajo al mundo el cristianismo y que para mí sigue siendo la religión
alegre y verdadera diga lo que diga don Haro Tecglén. Tachín tachén. Áteme esa
mosca por el raro. Y luego en la catedral compostelana estaban los paneles que
mezclan el cielo con la tierra del Pórtico de la Gloria. La perfecta caja
acústica de la ortofonía con que fueran diseñadas las bóvedas. El canto llano
que ensalza con salmos acompañantes el movimiento pendular del botafumeiro. Los
miembros cansados, el rostro contento.
¿Habremos
conseguido la gran perdonanza? No lo sé ni tampoco me importa mucho. Se hace
camino al andar, y lo más importante: Hemos ido por las ranuras de la puerta
estrecha pero aquí hemos vuelto con nuevos bríos y con fuerzas de refresco. No
hay, no puede haberlo, país más bello en la tierra. En mi zurrón, yo hubiera
querido meter en mi zurrón de peregrino tanta hermosura. No me cabía tanto amor en las alforjas. Al volver de
Compostela regresaba ligerito y casi repartiendo besos.
-Oye a ver qué hacemos.
-Vamos de correría.
-¿De correría sin la guardia civil?
-De romeros camino de Compostela. A misa no voy
porque estoy cojo pero a la taberna poquito a poco.
-Alguna vez habrá que compaginar la religión y la
diversión y con esa idea fija en la mente hicimos la salva de los andantes. Una
hogaza de pan tierno, algunos torreznos y tajadillas de la olla que saben a
gloria en pleno campo y algún que otro
laustibideo con un par de besos al jarro. Y de hoy en un año que el Dios nos
conserve en paz y buenos
-Qui multo
peregrinanntur paulo minus santificantur (mucho peregrinar y santificarse
poco pero a pesar de las reconvenciones del Kempis lo pasamos bomba).
-Eso es el del Imitación
de Cristo. Pero aquel monje flamenco dicen que luego se suicidó o que murió
mal y por eso no lo canonizaron aunque gracias a su libro- admirable poder de
la literatura que una cosa es predicar y otra dar trigo- canonizaron a muchos.
Ya ve usted lo que son las cosas. Ese librillo es una fábrica de santos aunque
con un poco de oscurantismo, un si es no es misoneísta y una miaja quietista.
Hoy si viviera el anónimo autor lo escribiría de otra forma. En la actualidad
los émulos del evangelista actúan de otro modo pero se sigue el modelo
copiando. Cristo alfa y omega hoy ayer y siempre. Y lo demuestra el hecho de
que siga habiendo tantos crucificados y tantos crucifijos incluso en el
canalillo del tetamen de Prosperina. Las nuevas chulas se colocan el símbolo al
pecho que no saben lo que es pero que en el fondo las debe de proteger en medio
de la hoguera de sus vanidades. Que les sienta como un tiro a tanta paganía. Y
los futbolistas cuando saltan a la cancha o marcan un gol se santiguan.
-Cruz al revés.
-No creo que llegue a tanto. Es la puñetera
coquetería. Ya sabe usted que si tres son los peligros del alma mundo, demonio
y carne, las mujeres agregan otro que las pierde: el buen parecer. Pero yo
quería volver a la Imitación pues de
niño lo repasé cien veces.
-No me vaya usía a salir con toda una teología de la
peregrinación que ya sabemos por donde va y los sabuesos de la información o de
la inquisición andan peinando las Webs en pesquisas de sospecha y si con barbas
san Antón y si no la Purísima Concepción. Hechos. Y nada de dichos. Facta non verba que dijo el clásico.
Cíñase a la banda.
Pues eso mismo. Salimos don Xanti y yo- su nombre de
pila es Xantipa- un hermoso día de la Transfiguración después de llevarle
laureles a san Salvador cuya talla se
venera desde hace siglos en un rincón junto a uno de las responsiones del lado
de la epístola en la catedral ovetense. Allí es un día grande el 6 de Agosto y
cumplimos la promesa del viejo rito de llevar el ramo y colocarlo a los pies de
la imagen en la peana. El que a Santiago
va y no visita San Salvador por honrar al siervo se olvida del Señor. Y tanto. Por eso, muchos a Oviedo lo llevamos en el corazón. Es la ciudad de
siempre, nuestro “oppidum” anímico, un refrigerio de cortesía y de elegancia, oasis
en el desierto intelectual que nos aqueja, punto de fuga, venero de dichas y de
desdichas, memorial de recuerdos, unos buenos y otros no tanto. Oviedín del
alma, sombra de la aceitera donde don Fermín enfilaba su catalejo, plaza del
Fontán y fachada de san Isidoro donde jugaba a la pelota Tigre Juan. El cuerpo
podrá salir de tus recintos sagrados pero el alma jamás te abandonará. ¿Oviedo?
¡Presente! A mí me nacieron en Segovia de la misma manera que a Clarín lo parió
su madre en Zamora por una casualidad pero es – ómnium consenso- que yo me he
vuelto pixueto hasta las cachas y hasta lo dice mi forma de parlar y de
expresarme con giros y expresiones de la antigua fabla jovial. Dejamos la
Argañosa y el roquedo del Padrún a un lado y a la vera del Nalón río matriz de
las Españas con un descansín en Mieres del Camino para yantar dimos vista tras
largo trajín a los airosos muros de Santa Cristina de Lena en lo alto de un
mogote que fue para los primitivos asturcones monte sagrado al que escoltan rodales de castaños y un buen
manto de abedules de copas esquemáticas y tronco albar. Dios debiose de echar
siesta en el paraíso antes de venirse a fundar por aquí estas encartaciones
donde los horizontes son sublimes, buen refugio para el que venga huyendo del
moro, o de la quema y quiera vivir a escondido. El oratorio de Santa Cristina
joya embelesada del ramirense reina señero en el horizonte. Es la llave de los
puertos. Sacha, nuestro ruso y del que hablaré más adelante hizo la genuflexión
prosternada según el rito bizantino ante el altar de la santa. Estaba abierta
la ermita y delante del iconostasio, en
pié, como mandan los cánones, entonamos el Akathistos
el más antiguo himno a la Madre de Dios que se conoce. Como se nos había
olvidado el griego a Xanti y a mí que también estuvo conmigo en el seminario de
Comillas, lo tarareábamos dejando que el diácono ruso llevase la voz cantante.
Respondíamos a la plegaria con el radesti
(alégrate) cuando el oficiante concluía una de las veintitantas estrofas. Ora
pro nobis. Fue emocionante y como se nos hizo de noche allí mismo en aquel
Tabor de veneración de la vieja España
cristiana tiramos la boina y acampamos la noche, para, al alba, con el sol ya
en las bardas de Campomanes, acometimos la recia subida al Pallares que no es
grano de anís.
-Antoñito mucho te pesan las arrobas.
-Más me pesan mis pesares por mis pecados.
-Pero estás aun hecho un recental. Tira palante.
El bordón, la capa de
límiste o paño de Segovia de color amusto (pardo), el sombrero capón en son de
penitencia, la calabaza que yo sustituí por una cantimplora militar que me
legara mi pobre padre recuerdo de los campamentos y las maniobras y todos los
arreos del peregrinaje debían de ser un curioso espectáculo para los que
pasaban por aquellas soledades. Estampa curiosa que no pertenecía al tiempo del
ordenata y del móvil.
Los pueblos están casi desiertos, las casas
deshabitadas. Ya no quedan niños y probinos
los viellos no pueden ni tenerse pero alguna abuela salió a la puerta para
saludarnos deseándonos buen viaje.
-Vayan con Dios
-Y que Él a usted la
acompañe, hermana.
Hace treinta años hubiésemos sido un espectáculo y
hubiéramos arrastrado tras nos a una recua de rapaces saliéndonos al camino a
pedirnos una estampa o una perra chica para caramelos.
El peligro de los romeros jacobeos eran los canes.
Ahora es la velocidad y hay que hacerse a la cuneta no te lleve por delante un
treinta ruedas. Algunos camioneros saludaban con deferencia y otros con
compasión al vernos vestidos de aquellos capisayos pasados de moda. Una tipa
malos pelos y la cara pintada de daifa que por lo que dijo nada amistoso
llamándonos cabrones y del pepe por la ventanilla:
-Relicarios, tenéis más moral que el Alcoyano.
Era una rubia de bote y a mí quedaron ganas de
retrucar lo del bueno de Jimmy que ya se sabe rubia de bote el chocho morenote
por no caer en su misma falta de decoro y devolverla el corte de manga.
-Andididiai.
Otro motorista nos hizo el signo cabruno. Por lo
visto le irritaba nuestra cruz de palo al pecho, la calabaza, la ristra de
veneras y la esclavina penitente. Nosotros respondiendo bien por mal
contestábamos con el signo apotrocaico o señal de la cruz que es aval de paz,
de reconciliación y de volver la otra mejilla. En fin que parecíamos unas
antiguallas en este siglo de vórtices y de telediarios para perder el resuello.
Les da corte nuestra presencia. Nos persignamos. El paisaje era de auténtico
cuento de hadas. Los pueblos de la derecha reclinados sobre el vértigo de la
montaña parecían figurillas de un belén. Tanta hermosura quitaba la
respiración. Abandonamos morriñosos Asturias pero respirando a pleno pulmón el
aire limpio de las cumbres. Don Xanti que anda un poco frayau con lo del azúcar perdía huelgo en algunos recuestos y hubo
que parar varias veces hasta coronar el alto.
Arbás, arriba de las revueltas de Pajares, vino a
darnos las tardes. Es también un emplazamiento producto de algún exordio
nuncupativo a Júpiter pues los romanos sabían donde alzar sus piedras y prueba
de ello es que en todos los lugares elegidos por ellos uno se siente siempre a
gusto. Eran los arva o campos. En
este emplazamiento mágico y magnífico se establecieron los cistercienses. Era
el primer monasterio de las Monas o Nonas, nueve en total que abrían el paso a
los límites astures como un cordón de oración y de trabajo. Fue una de las
fundaciones más antiguas de los bernardos. El sitio le encantaba a Menéndez y
Pidal, oriundo de Pajares, y todos los veranos se perdía por aquí.
Pero de estos extremos, así como de otros, sobre qué
hacíamos tres sexagenarios locos embarcados en la aventura del Jacobeo así como
de quien eran mis misteriosos acompañantes, un cura corito al que le habían
quitado las letras dimisorias por darle al cristal y un diacono ruso que no
sabemos de donde había salido se lo contaré en la próxima entrega, si Dios me
guarda una semaneja más de vida, sobre mis andanzas por el camino de Santiago,
y si vuesas mercedes me dan gracia y un poquito de su paciencia. Por el
momento, vale. De regreso saludo a mis lectores que a buen seguro no me habrán
echado de menos pero de algo hay que morir y algo habrá que escribir y más se
perdió en Cuba y regresaron cantando.
Vueltos a la faena, la verdad es que te añoraba, Madrid, que ya no te
quedas sin gente sino más llena a rebosar. Pues antes que te olvide, Virgen de
Atocha, se secará la fuente de la alcachofa, que decía Luis Candelas que tampoco vivir muy lejos de
la Mariblanca y fue allí donde le apiolaron.
-Viene usted hoy de una euforia que lo tira.
- Pues sí la verdad es que no me puedo quejar de la
vida. Parezco un buque de guerra
desplegando el pabellón de combate.
- Hombre, no creo que esto sea la guerra
XV
EL DEAN DE
COMPOSTELA Y EL ROBO DEL CALIXTINO
Don
José María Díez Fernández, cuando yo lo conocí de prefecto en el seminario
diocesano de segoviano era un rubiales hermosa cabellera lisa y pelo casi de
mazorca misacantano prefecto del Mayor que usaba sotanas caras de cachemir las
que cosía Zurita sastre eclesiástico de Valladolid y se paseaba por los
Tránsitos luciendo un breviario de piel con cantos dorados. Le llamábamos el
Gallego y nos hacía mucha gracia su acento sobre todo cuando en las pláticas de
fin de mes nos ponía en antecedentes de los riesgos que se corrían con las
amistades particulares una plaga en aquellos internados endogámicos y con todas
nuestras hormonas en ebullición cierto que queríamos ser santos y dignos
ministros de la iglesia pero, si el alma intentaba planear hacia las alturas,
al cuerpo le tiraba el fango: hay que
distinguir entre amigos amigotes amiguetes y amiguiños. Tenía un sentido
del humor galaico y una mirada que calaba detrás de las gafas de montura de
oro. Una eminencia en teología, en cánones. Pero sobre todo se sabía bien la
historia de la Iglesia en sus miserias y grandezas. Todos sabíamos que algún
día llegaría a obispo o a príncipe de la Iglesia. Nos entusiasmaba por su
espontaneidad y su sentido del humor que recordaba un poco a esa bonhomía tan
galaica de las cuadrillas de gallegos que nos llamaba cada verano Rosalía de
Castro. Os los mando como nenos y vuelven como negros. Y a él también le
encantaban las tradiciones romanas de pueblos como Urueñas donde no conocían
aun los zapatos sólo las abarcas e imitaba el acento arévaco con que se
expresaban los moradores de por aquellos castros y tesos que hablan un poco en arandino alargando
infinidad las terminaciones
interrogatorias. ¿Fuiste a por aguaaaaa? Pues sí pachasco. Y esta
interjección de pachasco le llamaba mucho la atención al Rubiales porque no
existía traducción al gallego. Sólo eu
carallo. He de confesar que fue uno de mis maestros a los que quiero y
respeto y les dedico en parte mi libro seminario
vacio: los pecados mortales de la iglesia una crítica a los cambios en la
Iglesia y una patada en el culo a los mojigatos sin dos dedos de frente que no
saben que los ex seguimos amando a
aquella iglesia y nos sentimos hijos della por más que no nos corresponda ni
atienda nuestro aviso. Sin embargo don José Mari un cura inteligentísimo- venía
de la Gregoriana y de la de Salamanca- no pertenecía al cupo. Es ahora el deán
de Compostela. Le vi ayer en Informe Semanal. Estaba hecho un mozo. Llevaba en
la sotana la cruz colorada de los caballeros de Santiago la misma que lucía
Quevedo y los reyes de España en la pechera. Hace unos años un libro
interesantísimo que una mano negra se encargo de retirar de la circulación, la
misma que ha hecho que el mayor escritor en lengua castellana esté
descatalogado y sea un raro o curioso fuera de la circulación. Premática contra Iudeos creo que era el título que descubrió para
gloria de la literatura española y bien de la Iglesia este canónigo archivero y
hoy deán de Compostela. Era un texto inédito y puede que tan singular haya sido
la causa de la sorda y recia persecución
que tuvo que padecer este sacerdote a causa de esas fuerzas ocultas y
santas mafias instaladas en el seno de nuestra santa Madre Iglesia. Es la peste
que lo envuelve todo, domina los gobiernos, los sindicatos, la judicatura, los
parlamentos y desde el Vaticano concilio segundo ha penetrado en las cavas
vaticanas. Nube maligna. Humo satánico. Uno ha seguido los pasos de aquel
lucense que vino a desbravarnos a los latinos de Segovia y he sido también archivero, periodista como un hermano suyo,
muy literato y polígrafo. Me apasiona la cultura de España y he escrito de omni re scibili y el que dice España
dice de toda la iglesia. Cuando estaba en Alcalá en el AGA estudié el Calixtino
un tesoro del siglo XII que es un vademécum o guía de los que se ponían en
camino sin ahorrar detalles por escabrosos que fueren. Así previene a los
caminantes de que esquiven el País Vasco porque allí no son todavía cristianos
y conservan algunas costumbres de la paganía como es el bestialismo y el códice
es taxativo al respecto: “Fornican con la
mula, la burra o con la cabra y tiran cantos a los forasteros o les desvalijan
si cruzan su territorio”. ¿Habrán sido algún caco del PNV el cual dolido
por estos renglones del ilustre manuscrito del siglo XII ha querido vengar la
afrenta contra su sentido nacionalista? ¿Estará en las garras de Bildu o de ETA
o la madre que lo parió? Como archivero y curator de tesoros a los que no se
les puede tasar hoy víspera de la fiesta del apóstol le ruego al patrón de
España que interceda por nosotros y mueva el corazón duro del ladrón. Es
posible que mañana se produzca el milagro y aparezca el libro más antiguo de
España y que Dios consuele a mi antiguo prefecto el deán de Compostela que me
consta andar muy afligido. Hombre cordial generoso y uno de esos hombres al que
gusta escuchar porque una conversación con el Rubiales es una lección
magistral. Virilidad y sabiduría fueron las prerrogativas de este canónigo. Sé
que todos los curas de Segovia o ex curas que iban a visitar la tumba del
apóstol le hacían una visita y él acogía con los brazos abiertos y hasta les
honraba con una queimada a los que llegaban procedentes de nuestro viejo
seminario conciliar entonces atestado hoy vacío. Estoy seguro de que cuando le
hagan obispo a don José Mari se volverá a llenar. Fue para mí como para muchos
de nosotros aunque hiciésemos chanza de su acento- cuando hablaba en gallego
cerrado no hay quien lo siguiera- uno de esos hombres que dejan poso y marcan
ruta. A mí si no de Santiago lo que me hubiera gustado haber sido canónigo de
Mondoñedo.
-¿Y
por qué non lo fizo, don Verumtamen?
-Prestabanme
las mozas por aquel entonces.
-Acabáramos.
-A
la vejez viruelas
-Hay
en todo este negocio del robo del Calixtino algo muy raro.
-Desde
luego. Parece más que una trama policíaca, algo gnóstico. Ya sabe usted, don
Quosquetamdem, que Santiago es el hito de los caminos de la cristiandad cuando
se cerró Jerusalén y Aladino expulsó a los cruzados. Ahora los de la New Age y la masonería fuerza dominante
en el Vaticano quiere expulsar a Jesús de la sede de Pedro. Sólo nos queda
Compostela.
-En
verdad le digo que nunca vi pasar por estos caminos del Reguerín donde usted y
yo hablamos tanto romero. Llegan de todas las partes sobre todo de Alemania y
de Centro Europa buscan la estrella, la luz del Oeste.
-Pero
el diablo en todo mete el rabo, y en todo se entromete y es por eso por lo que
han robado el Calixtino, un acto terrorista más en este caso contra la cultura
de la masonería.
-Pero
al final Cristo vencerá. Non vos preocupad.
-Eso
es lo que le decía a usted el gallego cuando le veía triste por el seminario
cuando se meaba en la cama.
-A
José María Díez yo te mando un abrazo. Que luzca siempre esa insignia de la
cruz roja sobre el pecho.
-Una
cruz que es como una daga.
-Desde
luego la letra con la sangre entra. No hay que confundir el culo con las
témporas y nada de ñoñerías.
Cae
la tarde sobre el Reguerín. Al otro lado del valle suenan estampidos de los
primeros voladores de la fiesta. Las olas espuman agua mansa sobre los cantiles
y un ruiseñor oculto en la sebe despide al día con un sol melancólico que
acaricia los ojos y dora de rayos oblicuos los campos. El pájaro melifluo se
entrega a su tonada en latín en honor del patrono de España:
Defensor almae Hispaniae
Jacobe, hostium
Tonitrui quem Filius Dei
Vocavit filium.
(Oh Santiago apóstol, defensor de la patria hispana contra sus enemigos, al que
el hijo de dios llamó el hijo del trueno)
Aquí
en Asturias se siente más que en ningún otro lado la presencia y el “iuvamen”
del Hijo del Trueno.
Posdata: luego se descubrió que el ladrón de la joya bibliográfica era uno de
los electricistas al servicio de la catedral, vecino del mismo Compostela el
cual abusando de la confianza del cabildo, se llevaba el dinero de las
colectas, esquilmaba los cepillos con las limosnas de los peregrinos y dijo
barbaridades y calumnias de su mentor y protector, nuestro querido don José
María nuestro prefecto de estudios en el seminario de Segovia Miércoles, 07 de marzo de
2012
Muy ilustre Sr. Deán,
Catedral de Santiago de Compostela,
D. JOSÉ MARÍA Díez Fernández.
Plaza del Obradoiro
16705
COMPOSTELA,
(Coruña)
Mi querido don José María:
Me tomo la licencia de remitirle mis dos libros Seminario vacío y Franco y Sefarad un amor secreto. Fui alumno suyo en Segovia y me
consta lo mucho que Vd. amó a aquella tierra como nosotros le queremos a usted.
Para mí fue uno de los maestros que más influyeron sobre todo en aquellas
clases de historia. Sé lo mucho que habrá padecido con ese asunto del robo del
libro (tribulaciones que manda el Señor para probarnos) por el bien, la verdad
y la justicia, pues he sido archivero y reconozco lo mucho que se sufre cuando
algún ladrón mete la mano en un tesoro tan grande como el Calixtino.
También he sido periodista de la Prensa del
Movimiento donde ejercí de corresponsal en Londres y en Nueva York. Ustedes
buenos sacerdotes diocesanos me enseñaron a decir la verdad y defender a mi
patria y mi fe, y en esa demanda sigo. En mi libro salgo al paso de las
calumnias que se han formado contra Franco ese hombre de bien, militar de pro,
y gallego aunque sus origines quedan demostrados eran sefardíes. Sin embargo no
ha tenido la SRI un valedor tan insigne desde los RR.CC.
Las logias- estamos en lo de siempre- con sus
maestres y contramaestres, sus consignas y planchas hacen trizas de su memoria.
Sé que usted conoce bien el tema porque publicó, años ha, un texto inédito de
Quevedo contra Iudeos. En este libro
mío sobre el Caudillo me pregunto si la Teología del Holocausto no ha suprimido
la de la Redención. Todo ha dado un vuelco. ¿Quieren cargarse la historia? ¿Por
qué ese odio al cristianismo?
Y otro punto que toco es que nosotros fuimos hechura
de la Iglesia. Nos moldearon en el mismo molde. Quod scripsi, scripsi.
De sus pláticas interesantísimas guardo un grato
recuerdo, aunque fuese un prefecto estricto; nos tenía que desasnar, veníamos
con el pelo de la dehesa) porque es usted don Josémari un gran orador y
profundo escritor saqueé la conclusión de que ser cristiano no es un problema
de bragueta y con cierta sátira dejo caer la idea a lo largo de mi Seminario
Vacío que he tenido que publicar a mis expensas, pero ya conoce usted el
panorama porque ha conocido sobre sus carnes la calumnia y la protervia de los
nuevos amos del mundo que manejan los círculos de la información.
Soy un proscrito como periodista y escritor y
preterido. Nunca fue la libertad de conciencia tan manipulada y controlada como
ahora. Me aflige y es una idea que expongo en mi novela el silencio de aquellos
que debieran dar un paso al frente y decir adsum.
Usted no pertenece al cupo ni de los liberticidas ni de los apostatas.
Sé lo que es
un poco el silencio de Dios y por eso redacté estas humildes cuartillas que
espero que no sean materia de escándalo para usted sacerdote de Cristo y deán
nada menos que de Compostela. Nadie ha llegado tan alto entre nosotros. Estoy
seguro de que el apóstol hará un milagro y el preciosísimo texto. Usted no se
atormente, señor deán, mi querido maestro, eran unos profesionales y ninguna
culpa tenía el archivero sino ciertas gentes aleves que anda por el mundo.
Le abraza en Xto. Y le da las gracias con todo mi
afecto y respeto en recuerdo de aquellos viejos tiempos. Le rogaría que si me
hace la merced de leer ambos libros me diga su opinión, aunque sea adversa y
aunque me excomulgue. Yo soy un hombre casado con dos matrimonios y cinco hijos
todos arriba pero me gustaría morir en un convento o monasterio y ser ordenado
al menos de diácono para cantar la Passio.
Espero que esté bien de salud. Siempre fue un gallego fuerte como aquellos
segadores que llegaban de Galicia a los que canta Rosalía y que yo alcancé a
ver en mi tierra castellana en mi niñez
Suyo s. s. s.
XVI
APARECE EL CODICE CALIXTINO INTACTO. ASI LO
HABIAMOS ANUNCIADO. UN MILAGRO DEL APOSTOL
Albricias y loado sea Jesucristo. Al fin apareció
sin magulladura alguna el precioso códice Calixtino. Ya lo adelantábamos en
este blog. Ha habido mucha gente en el mundo que rezaba por su recuperación. Un
hecho milagroso a mi juicio y entre ellos me encontraba yo que soy amigo y
discípulo del señor deán don José M Diez Fernández. Recé con ganas y se lo pedí
con ansias a la Virgen de los tránsitos y al Apóstol.
Me consta que el señor deán de Santiago ha pasado un
calvario pero los que conocemos a este asturiano de Coaña radicado en Galicia
donde lo llevaron sus padres cuando era niño es varón recio y con presencia de
ánimo. Bendito sea Dios. Los ladrones del códice del medievo han sido la
incultura en que vivimos y el desconocimiento de nuestra historia patria que ha
sido suprimida por decreto de nuestros manuales. Y en ese cupo entran muchos
periodistas y campaneros del sistema, pero se ha visto que hay una España que
sigue incólume que trabaja como los policías, los médicos, los enfermeros y
algunos escritores y periodistas a los que se nos veda el acceso a los
rotativos y a las editoriales de tronío. Ellos son la cáscara y nosotros el
meollo
Estaba en
manos del electricista del templo, un mangante desaprensivo y medio loco al que
la cabeza no le rige y que fue beneficiario de la caridad del señor deán al que
pagó sus favores con una terrible e inexplicable venganza. Contumelia y
calumnia contra su benefactor fueron la moneda con que pagó los beneficios y
exceso de confianza con que le trató el canónigo e insigne escriturista.
La
reaparición ha ocurrido vísperas de la fiesta del Apóstol Santiago, un hecho
milagroso, insisto que nos anima a los que padecemos persecución por la
justicia y tribulación a perseverar en la demanda. Las puertas del infierno no
prevalecerán, oh roca sagrada de Israel, España, ten fuerte.
Dos advertencias a la prensa laica que no para de
decir tonterías- leo el Mundo que hace una entrevista a Eric el Belga- el mayor
ladrón de nuestro patrimonio que expolió nuestras iglesias desde décadas, no se
debiera dar cancha a los delincuentes y a los ex terroristas y un terrorista de
nuestro acervo patrimonial es este tío que vive tan ricamente en Málaga-
acusando a la iglesia compostelana de no haber tomado medidas de seguridad. Eso
es falso. Ruge la marabunta. Los enemigos de la fe no pierden ripio a la hora
de atacar a la SRI. Soy aparte de periodista archivero y sé lo fácil que es
caer en manos de forajidos que abusando
de la bondad y la quiescencia de los funcionarios cometen robos o sacrilegios.
Hace un par de años se llevaron mapas de la propia Biblioteca Nacional que
cuenta con unos circuitos de seguridad impenetrable. No, el archivero de
Santiago, don José María Díaz Fernández, no cometió fallo alguno y en honor a
la verdad ha de ser exonerado. El ladrón era de la casa.
El electricista furtivo pagó de esa manera sus
favores de una forma desaprensiva y criminal que a punto estuvo de ocasionarle
la muerte al buen canónigo, piadoso y caritativo sacerdote, un sabio – como
explicamos aquí- al que puede su bondad y su campechanía. Nació en Galicia pero
es un asturiano cabal por su generosa forma de ser y así lo corroboran los que
le conocemos de antaño. Mis felicitaciones a todos. La Policía Nacional ha
actuado como la derecha del Glorioso Apóstol. Una labor impagable. No todo está
mal en nuestro país. A los que había que meter mano es a los de arriba, a
nuestros políticos, a los que están en la cresta de la ola de la comunicación y
son un baldón para los que sentimos y hemos amado la profesión periodista. Yo
no me rindo.
Santiago
cierra a España. Que gran noticia en estos tiempos de crisis. No perdamos la
esperanza. Enhorabuena, don José Mari, y que el señor deán descanse. Pido a
dios que haya acabado la campaña de desprestigio y persecución contra su
persona. La cosa viene de lejos como apuntábamos arriba. Estas tempestades no
surgen por generación espontánea, tienen un origen, una causa en la perfidia
diabólica. “
XVII
CAE LA NIEVE DE OTROS INVIERNOS.
Tal haya el que tal hizo. Publico mi tercer libro en
www.manuscritos.com. Pueden
encontrarlo en la Web y bajo mi nombre este es título Los lais de Villon. Garantizo al que baje mi texto, ¡Vive Dios!, a
su ordenador que se lo va a pasar bien. A mí mismo me sorprende al releer estas
páginas, pasados dos lustros de haberlas redactado, la concinidad de mi prosa y
la elegancia musical de los versos de este poeta medieval, seguramente el más
grande en idioma francés, cuando canta a las filles d´autrefois (las novias de otro tiempo) y a la neige du temp jadis (la nieve de otros
inviernos). Su lengua es un berbiquí. No se emboza ni pinta máscaras antes bien
revela –buena reflexión y meditatio
mortis para un Día de Difuntos- y descubre: lo que somos:
Desengañarte he, engreído,
que no eres más que mierda. Vienes al mundo entre sudores y flujos vaginales y
te vas por la misma puerta. Te pasas la vida metiendo ruido y haces pedorretas
a través de los ocho orificios que tiene
nuestro cuerpo. Viento anal y bomba fétida. Después, ceniza eres y la nada te
corteja. Eres polvo y del polvo vienes y al polvo regresas.
Es justo lo que dijo
Shakespeare y Faulkner en El Viento y La Furia. La vida es un cuento lleno de
ruidos que nos cuenta un idiota. Villon no sé si era judío pero al menos está
empapado de la sabiduría del Libro de Job. Su Balada de los Ahorcados es por lo
menos una buena cavilación para este Día de las Ánimas que nos exhorta a salir
de nuestro azacaneo casquivano por lo de la sentencia del juicio y las arengas
de los copinos, copones y copleros que garlan y garlan micrófono en ristre y
crispan, irritan e encabritan al personal. La propaganda no tiene nada que ver
con la literatura. El arte es la verdad y estos que nos adoctrinan desde sus
emisoras debieran pensar para no cansar
y desorientar al personal en lo que ya dijo el Arcipreste de Hita poco antes de
que Villon publicase sus cuartetas francesas y que tienen algo del estro
profético de Nostradamus:
Huélgame de mujer chica,
breve sermón, cama pequeña y corta ración
Poco sabemos de los humildes
orígenes de uno de los grandes de la Lengua de Molière. Fue seguramente fruto
de los amores de un canónigo de Notre Dame con su barragana. Su escasa fortuna
fue la de tantos y tantos expósitos que se vieron en la obligación para guardar
las apariencias de llamar tío a su padre biológico y seguramente él mismo fue
cura o por lo menos alcanzó órdenes, no sabemos si mayores y menores, pues en
sus vagabundajes lo encontramos diciendo misas secas. Como los cartujos y los curas
revoltosos a los que sus obispos quitaban las letras dimisorias y la licencia
para consagrar. Anduvo condenado a muerte por matar a otro estudiante de la
Sorbona y en una cárcel sacerdotal entre los barrotes celulares de la
Inquisición redacta su famoso Testamento libro profético y un ataque en toda
regla contra los desmanes del clero. Su Balada de los Ahorcados era cantada o
al menos yo los escuché por los estudiantes del Mayo Francés. Izas y rabizas en
Paris. En sus versos donde ridiculiza a la bordonería de los peregrinos a
Santiago como Chaucer o como el Kempis que ya acusaba a los romeros de
frívolos: Peregrinantur sed no
sanctificantur (los peregrinos son unos disipados a juicio del místico de
Anterp o Amberes). Villon fue sin embargo un vagabundo total y parece ser
incluso que perteneció a una cuadrilla de salteadores de caminos. Cura
revoltoso y díscolo pero su tiempo al alborear el siglo XV fue testigo de la
gran relajación monástica. Los monjes giróvagos y las monjas que acababan en
mujeres de la vida airada. Sin embargo Europa no ha perdido todavía la fe.
Villon se siente profundo creyente en medio de los dislates de su estragada
vida. Mira a la estrella e invoca a María. Pocos cantaron desde presidio a la
Madre del Dulce Mirar Consuelo de Tristes con tanto fervor y transporte. Esta
es la razón de amor de sus insuperables lays rezumantes de acrimonia satírica
contra las malas costumbres de los papas obispos y cardenales pero también
transidos de la elegancia de los provenzales. En este libro los apasionados de
la mariología podrían atisbar una relación del culto de hiperdulía, tan
importante en el Catolicismo –María es Madre de la Iglesia- con los cátaros en
su obsesión por la pureza y una gran admiración por la mujer. Por el Midí
proliferan los puyes o fratrías de la Virgen entonando sus lais, sus romanzas,
sus mimos, sus farsas, sus fablieux
provenzales fruto del saber enciclopédico. Van de un lado para otro. De villa
en villa. De castillo en castillo Villon es un trovador que surgido de la gleba
canta a su amada al pie del ajimez. Inalcanzable amor imposible. Para luego
irse al burdel. Pronto se arrepiente. Cae y se levanta. Fustiga los vicios
clericales pero ama a la Iglesia. Eso se ve. Parte de su obra genial como la Vesse (el pedo) se han perdido. Entre
dos peñas feroces sale un hombre dando voces. Píntenme de verde ese acertijo.
Pero sus versos –ya sea esto lo más importante- sirven para gloriarnos de esa
capacidad de autocrítica que siempre gozó el cristianismo. Esa tolerancia que
desconocen otras religiones del Libro. Su estilo es el del argot parisino. Se
nota que conocía bien el percal de Panam (Paris). La Sorbona. El XVI Arrondissement. No era un guiri ni
calzaba zuecos ni se expresa en patois. Y tiene un asombroso tinte de
modernidad. Escribe su Testamento estando en capilla en la cárcel episcopal de
Toulouse a la vez que lega las escasas
pertenencias de su humilde defroque a
sus amigos desnuda su corazón, hace reflexiones sobre la vida y sí mismo al
tiempo que traza una panorámica del espectro social en la baja edad media
pidiendo a Dios que perdone su alma. Cuando está a punto de subir los peldaños
de la horca llega el indulto del obispo. Había matado a otro sacerdote en una
reyerta el Día de Corpus Christi fiesta que los franceses llaman La Fête Dieu. Después de la venia se le
pierde de vista. Estuvo considerado siempre un poeta maldito pero fue el padre
de Rabelais, de Quevedo, origen de la literatura picaresca o del desencanto.
Sus versos que aun hoy no han perdido la frescura ni la modernidad hacen reír y
llorar a sus numerosos lectores. Villon sigue vivo. Vive la France. ¿Qué sería de nos sin los heterodoxos? ¿Adonde
iríamos a parar sin las moscas cojoneras? ¿Sin los malditos? La realidad se
trocaría en un encefalograma plano. Así que yo dedico estos lays a mis enemigos
a mis émulos y a los camaradas del rencor. Buenos estaríamos. Nunca se saldrán
con la suya. Me queda aun mucha fe en Cristo y mucho recado de escribir todavía
gracias a Dios. El mundo se está poniendo muy interesante y no es como ellos
nos lo cuentan o quieren que sea.
XVII
BULGAKOV Y EL
APOCALIPSIS. LA GRAN CONJURA PARA ACABAR CON LOS ROMANOV
¿Cómo será el fin de los tiempos? ¿Quién será el
anticristo… una persona real o un sistema político?
Ucrania la tierra feraz donde los arados se hundían
en un suelo de labranza de las tierras negras hasta tres metros de profundidad,
el granero de Europa, y todo ese légamo de civilización que arrastra sus dos
grandes ríos el Don y el Dnieper hacia Kiev, la santa, la madre de las ciudades
rusas, con la gran cruz de san Vladimiro presidiendo la bocana, va a acabar en
la catástrofe de Chernobil que parece anunciar y presentir en su gran novela la guardia blanca Mixail Bulgakov casi
un heraldo del fin de los tiempos. Era la guardia blanca un cuerpo de elite,
del regimiento Preobrayenski encargada de la custodia personal del zar. Este
libro en su planteamiento coincide con lo que dice Bertrand Russel cuando en
1918 visita la URSS y asegura que la revolución bolchevique fue obra de judíos
rusos americanizados. Los hechos de esta novela se desarrollan aquel invierno
trágico de 1918 y en Kiev entre grandes celliscas de nieve.
La tierra
feraz se transforma en feroz erial. Se secan las fuentes, resucitan los
gigantes, cunde el desamor, las costumbres se corrompen. Arden los bosques...
toda Rusia era un incendio aquel verano de 1918 el año que se desarrolla esta
novela.
A lo largo de
sus capítulos se escucha el tintineo de las espuelas de los cosacos que se
cuadran ante su atamán y el repique-canto-metálico de los teléfonos móviles (un
presentimiento atisbando el futuro) la irrupción de los bustos parlantes que se
entregan a una vacarme o borrachera de letanías insufribles para contar la
actualidad con una sonrisa mefistofélica
en sus rostros, perfectamente atildados, la cara lavada, y de una gélida
belleza, pero el alma negra, insensible al dolor ajeno. Son las musas de la
democracia, que fungen y fingen cual grandes representantes del sistema,
anunciando a todos:
- Habéis de pasar por el aro, besareis mi látigo.
Y todo eso sin descomponer el gesto de
hombres-anuncio y la mirada azul de las nuevas sibilas de la tele.
Las sibilas vuelven y es un mundo sibilino de grandes avances tecnológicos y de una gran
pobreza espiritual, dominado por las técnicas de la propaganda el que intuyeron
los rusos que vivieron o contaron aquellos días de octubre. Estamos ante una
novela profética que anuncia una nueva era con tres cuartos de siglo de
anticipación.
Han ganado los americanos, subraya un capitán
artillero que aguarda el ataque de los bolcheviques al edificio del Liceo donde
los partidarios de la autocracia y la ortodoxia se han hecho fuertes. Sin
embargo el coronel que manda la posición a la vista de la inferioridad numérica
ordena izar bandera blanca.
Suenan los
gritos de traición… traición pero nadie se atreve a desobedecer los hechos
consumados. No se puede hacer nada. Rompan filas.
Se deshace la
guardia blanca y los cadetes, el oficial de dragones, los húsares y los alanos
se vuelven a casa con sus botas bruñidas las espuelas de plata, el sable
reluciente y el dolman impecable terciado sobre las charreteras. Todo eso ya no
sirve para nada. Después de rendirse los coraceros piden vodka para mitigar los
efectos del clima bajo cero y se entregan a una orgía pero no hay aguardiente
en el mundo que pueda aplacar las heridas del alma congelada. Alcohol y sexo,
polizontes de una organización secreta vigilando al ciudadano, que dejó de ser
persona para convertirse en tornillo del gran engranaje y una patulea de jueces
para la democracia al servicio del poder establecido. Los corazones sangran
pero la gente acobardada se vuelve insensible.
Es la
debacle. Es el fin de una era. Sin caballería las guerras ni son guerras ni son
nada. No se escucha el grito de alarma de los botasillas del escuadrón. Se
acabó el honor, la nobleza, las maneras exquisitas y ese concepto de castas que
permitió concebir la existencia desde un punto de vista estético. Se acabó la
literatura. Lo que viene es la lucha de clases, la vulgaridad, el encefalograma
plano.
Llegan los sindiós que traen sus propios profetas,
sus escritores, sus panegiristas y publicistas. El materialismo dialéctico de
Marx que permitió por lo menos la educación de las clases más desfavorecidas
abocará al materialismo de los globalizadotes donde el ser humano no es más que
un número, una unidad de consumo bajo el control de la red de redes.
En definitiva
Bulgakov nos vaticina un mundo feliz, al igual que los grandes utopistas
ingleses, pero insufrible. Un judío que es pillado con las manos en el cajón
durante un progrom le ruega a un húsar que ha desenvainado la espada todo el
dinero… te lo daré todo, le dice el reo, esto será tuyo, y le señala la caja de
caudales, si me perdonas la vida. Gracia denegada. El ulano hunde su sable en
el cuello del rabino y le corta la cabeza. El rabí muere mártir de la causa
invocando a Yahvé. Una acción de guerra se transforma en una teología, la del
holocausto, que sustituye a la redención cristiana.
Chema Israel
pero tenemos que ajustar cuentas mientras los caballos del Apocalipsis galopan
por las riberas del Dnieper. Se terminó aquel mundo que creíamos mejor. Rompan
filas, sálvese el que pueda. El santo y seña del final de los tiempos es que la
caridad se enfría, las palabras ya no significan lo que significaban antes.
Flotamos en el vacío y la inseguridad nos descarría, nos transforma en verdugos
siendo en realidad víctimas.
No hay canon ni medida. Se hunde la barca de Piotr
mientras los bateleros del Volga reman, saludando con el sombrero cocidos de
vodka al que ha de venir que les observa desde la orilla. Este es Petliura.
¿Quien es Potliura? Es Bandera el cabecilla nazi que se ha puesto de actualidad
ahora en la Ucrania de Proroshenko el rey del chocolate un títere sin cabeza en
el gran guiñol estratégico norteamericano. Con su servidumbre y el golpe de
estado en la plaza de Maiden puede haber empezado la tercera guerra mundial.
Según Bulgakov, el que ha de venir el interpuesto al que dicen que han visto
alojarse en la habitación numero 666 en un hotel de la calle Lovitskaya pero
esta presencia es fantasmal o by hearsay.
Se narra mediante el oído no mediante la vista y por
esto mismo la novela tiene un aire musical más que fotográfico. La trama no es
lineal y el estilo participa de la velocidad y contundencia de la vida actual.
La “guardia blanca” es narración de muchas preguntas
sin respuesta en esta novela de guerra antimilitarista donde se ridiculiza a
los prusianos y a los estados mayores. No hay combates ni escenas de guerra.
Sólo se escucha el estampido, lejano, de los cañones y se anuncia que el nuevo
orden entrará con sangre y en medio de grandes estertores. Verdún significará
una nueva catástrofe para Rusia la dejarán sola sus aliados a merced de la gran
conjura de los impíos.
El asesinato
del zar será el epílogo a una historia trágica de furores. El hombre de las
patillas largas- Trotsky- se atusa los bigotes tiene una gran cabeza y proclama
la revolución permanente. Nuevos dolores y convulsiones para el pueblo ruso.
Los cielos refulgen con la estrella roja de los comisarios y el ángel de la
muerte escribe sobre las nubes negras el número de la bestia: 666, el anosmié lo innombrable.
En medio del caos se abren camino muchas traiciones,
ejecuciones sumarias, deportaciones en masa. Los alemanes dejarán a los blancos
de Ucrania a merced de los bolcheviques. Bulgakov les llama felones.
Cunde el desamor y el relato de las vencidas mujeres
violadas, campesinos arrojados de su tierra y por todos los dominios del zar se
esparce la enfermedad rosa: la sífilis, como un flagelo bíblico. El autor era
médico especialista en venéreas y el relato que hace de la enfermedad es
puntual. Aparecen unas pústulas en las ingles (chancro) manchas de color rosa
en la epidermis, después subseguirá la ceguera y la artrosis si no se ataja la
epidemia con inyecciones de permanganato. Fue la enfermedad que sacude a Europa
en los años 20.
Dios no escucha, se encuentra remoto muy a
gusto lejos de la humanidad que sufre
rodeado de una escolta de ángeles en el paraíso. En uno de los pasajes, sin
embargo, aparece un pope que predica contra la desesperación. Es la
desesperanza el mayor de los pecados a ojos del Altísimo puesto que viene
impregnado de la soberbia satánica y sólo pueden desesperarse los condenados
del infierno. No conocéis sus misteriosos designios, se lamenta el padre
Vladimiro puesto que el corazón de Dios es fuente de toda misericordia. El
dolor y el sufrimiento colectivo tienen un carácter expiatorio y abrirán las
puertas de la purificación. Este sermón, que recuerda el discurso del padre
Zósimo de Dostoievski, pone una nota de claridad esperanzada en medio de la
niebla de pesimismo de todo el relato; 1918 fue un tiempo de tinieblas y su mes
de diciembre fue el más perverso en fríos y en crueldades humanas durante
siglos.
Desde luego, se acabó la literatura, todo concepto
de honor y de estética es pisoteado para dejar paso al lucro, la especulación,
los bancos, el gnomo de Zurich corredor de bolsa acude a la llamada y en todos
los garitos se mira para las evoluciones del índice Dow Jones. A los
periodistas les han convertidos en sus lacayos y hablan con un bozal o por boca
de ganso. Mucha gente irá a la cárcel o será marginad por pensar por su cuenta,
nos profetiza Bulgakov. Ya se escuchan las pisadas del ángel del Apocalipsis.
La idea central del libro es que hubo una conspiración universal para acabar
con la ortodoxia proyectada desde el odio a la cruz misericordiosa, una conjura
que es tramada por los que son siempre los mismos, los apóstoles del odio y la
revancha pero al final vencerá el amor. El autor del Diablo y Margarita era uno de los autores preferidos de Stalin
hasta que perdió el favor. Bulgakov muere en Moscú en un bombardeo de los
alemanes a los que tanto despreciara en 1942. ¿Fue ello una corazonada?
XIX
SEGOVIA MISTERIOSA
Habiendo transcurrido mucho tiempo de aquel suceso, cuando veo caer las hojas de
los arces y de la sófora plantada por mí mano, me acuerdo de todo lo acontecido
aquella noche como si fuera hoy mismo. Sálvame oh Dios y ten piedad. Los
árboles de mi barriada se desnudan de su polisón bajo el sol del veranito de
san Miguel y las mañanas son claras en este dulce septiembre cuando las plantas
dieron su fruto y granzón del año nueve. En Asturias fue una cosecha buena de
manzana y la Virgen de las Viñas que veneran en Aranda fue pródiga con
nosotros, gran parte del mosto cosechero ya está metido en la bodega. Aquello
ocurrió allá por el cincuenta y tantos. Es otro mundo después del móvil y de la
televisión interactiva. La Humanidad ha dado pasos de gigantes. No miro pues
atrás con ira sino con nostalgia, aceptando siempre la voluntad del Redentor y
sus inescrutables designios. Creo que Cristo se ha hecho invisible pero reina
en la Historia.
Las hojas del jardín-acabo de cortarles las ramas
supernumerarias de las madreselvas con una cizalla eléctrica, ¡ah si mi abuelo
Benjamín levantase la cabeza y viera estos inventos, él que fue un labrador
segoviano de hoz y de zoqueta e iba a binar las viñas cojeando por su pata
reumática!- y ya es otoño tiempo de plenitud. Se acerca octubre. El día uno se
cumplirá 54 años en que yo iba detrás de un maletero con gorra de plato de
maletero jurado y con chapa por las calles de Segovia.
Ingresaba en el seminario. Querían hacerme cura.
Subimos por
la canaleja. En un nicho en plena muralla nos dio los buenos días una virgen
románica y yo iba detrás del de la carretilla. Manolo que portaba mi baúl
recién comprado y cuyos herrajes relucían como el oro y la ropa dentro olía a
nuevo toda recién comprada por mi madre y repasada por mi tía Dominica. Todos
me decían que tenía que ser bueno y comerme los libros y que esperaban la hora
de mi cante misa, que abandonaba el siglo, pero no llegué a los extremos de Calixto Priscos uno de mi pueblo al que
después de una misión que dieron los pasionistas decidió irse a los frailes.
Fue a despedirse del personal. A por la gala. Quien le regalaba unos huevos.
Quien un choricillo. Quien le daba dos pesetas.
Fue a despedirse muy compungido en la creencia de que no regresaría al
pueblo jamás pues tenía intenciones de irse al Congo de misionero.
-Bueno, tía Polonia. Ya hasta el Valle de Josafat
que nos volvamos a ver.
-Pues ¿cómo hijo? Eso es el día del juicio final.
¿Es que no piensas volver al pueblo?
Calixto Priscos dijo sentencioso.
-No.
-Abandono el mundo, sus pompas y sus vanidades,
señora Polonia.
-Muy fuerte te dio, muchacho.
-Sí para ganar la gloria y sacrificarse. Hacer
penitencias y todas esas cosas que nos decía el cura y que no cumplíamos pues
somos pecadores.
-¡Ay pecadora de mí! ¿Y qué te doy de gala?
-Lo que le parezca bien. El camino es largo hasta el
convento y vamos en mulo.
-Bueno pues aquí tienes una chicharronada que acabo
de cocer. Para que te la comas cuando pases por cercas del río Botijas que allí
siempre que voy al Lenar a visitar a la Virgen me da hambre.
-Como usted guste. Y lo dicho hasta que nos veamos
en el cielo. Allí a gozar y cantar salmos por toda la eternidad. Ya sabe que el
que quiere algo le cuesta.
-Muy bien hijo me pareces que tienes vocación.
Espero que en la otra vida no nos aburramos de tanto cantar salmos.
-No, señora, seremos espíritus puros
Pero el bueno de Calixto a los quince días estaba de
vuelta en Valdebriga. La tía
Piquilaya que le había regalado una gallina se mostró muy sorprendida.
-Hombre, Calixto, ¿tú por acá? Tan pronto. Pues nos
decías que hasta el Valle de Josafat. ¿Qué pasó?
-No me probaba, tía Piquilaya.
-Anda demonio. Y no me vuelvas a llamar tía
Piquilaya que yo me llamo tía María.
-Pues vale, tía María.
Yo no sabría a puntualizar a ciencia cierta qué
hecho desencadenante motivó mi llamada al sacerdocio. Tal vez fueran aquellas
confesiones torturantes con el fraile jerónimo después de haberle visto las
bragas a May mi vecina o si sería por ferias cuando un arcipreste que andaba
por ahí desterrado por los pueblos de la iglesia porque había tenido un lío con
una moza a la que sacó palante por dos veces y me dijo hazte cura que se vive
muy bien. Mira yo. Digo mi misa y todos los días a cazar y a pescar, no paro.
Mis feligreses son muy buenos las feligresas sobre todo. Hemos formado un coro
y tenemos un club parroquial y echamos cine los domingos. Además los curas
somos siempre un seguro de vida para los padres cuando se hacen mayores a la vejez.
Yo los tengo conmigo a una hermana y una sobrina. Casi somos familia numerosa.
El cura aquel se llamaba don –Evaristo y era amigo de mi padre con el que había
estado en guerra. Era un tipo muy sano que se fumaba sus buenos puros y no se
andaba con remilgos. Pero lo que creo que me empujó al seminario fue una
película que echaron en los claretianos que creo que se llamaba Siguiendo Mi
Camino y trabajaba Bin Crossby. O puede ser que también influyera mi carácter
introvertido, mi amor a mis libros y sobre todo a las ceremonias litúrgicas de
cuando era monago en la catedral. Más adelante lo explicaré.
Están cayendo las hojas de este otoño y qué lejos
están aquesas primaveras del 55 y no me rindo sigo siendo un idealista. Caen
las hojas de la acacia de mi jardín. Una a una dos a dos y musitan una canción
al caer:
-Púdrete grano que mañana serás espiga.
El mundo sigue su rumbo imparable y en la historia
como vengo diciendo no cabe marcha atrás. Los acontecimientos nos desbordan.
Carecen de lógica o no hay un diseño establecido. Pero debemos ser optimistas y
confiar en Dios. Ese pipo de melocotón o de durazno que ahora arrojamos al
desgaire sobre la cerca dentro de un tiempo será un frutal frondoso. Es la
estela que dejan detrás los hombres: un árbol, un libro, a lo mejor un hijo.
Hoy devano recuerdos, drago mi memoria y en el
flahback del tercer ojo de la imaginación regreso a aquel paraninfo en aquella
noche del velatorio del pobre Pénjamo que paz descanse. Miro para los altos
techos de la ataujía del artesonado mudéjar (Segovia puede que fuese una ciudad
judía, también morisca y gótica hasta las cachas. En el siglo XIII todos se
convirtieron con su rabino durante las luchas dinásticas de los últimos
reinados de los Trastámara cuando en Castilla eran preponderantes pero también
fue significativa la aportación árabe con sus alarifes y huertanos; bajo el
reinado de Enrique IV había en el alcázar una guardia mora y el propio rey se
sentaba a la morisca y sabía leer en letra cúfica, escuchando con gusto la
música de adufes, laúdes y chirimías; cierto que tuvo algunos detractores que
le llamaban impotente pero en esta ciudad al hermano de Isabela lo queremos
mucho) y parece que contemplo aquella decoración de roleos en los bordes con
carreras de ninfas que saludaban a Afrodita saliendo del baño (Anadiodema) como
si el artista hubiera querido realizar un recorrido por toda la mitología.
Trato de leer aquellas grafías latinas bajo las
escenas cinegéticas de Diana Cazadora, de Nabia para los vacceos, de la Venus
desnuda surgiendo del amor de una ola, como si fuera de la costilla de Adán,
según la Biblia. Desde entonces soy del convencimiento de que el cristianismo
no se produce por generación espontáneo sino que es el resultado de unos hechos
y creencias antiguas. Los héroes del Olimpo se convertirían en nombres del
santoral cristiano. Hércules es san Jorge. Hermes Trismegisto ampara y explica
en cierto modo el dogma trinitario. Atlas se convierte en san Cristóbal,
Esculapio en san Nicolás y así sucesivamente. Venimos del griego- Cristo era un
judío helenizante de origen esenio- del latín, esa lengua maravillosa, y del
hebreo. Estas tres raíces conforman el mundo occidental mírese por donde se
mire. Con todo, la memoria de Israel pervive en mi Segovia. No me llamen
antisemita porque digo la verdad como el profeta Jeremías.
En estas representaciones la ninfas de vestes
etéreas que el dios Neptuno las puso en el mundo soplándolas por la boca
sostenían en sus manos vagorosas cuatro camafeos sitos en la mitad de cada
ángulo del paralelepípedo. El modillón del norte efigiaza a Luís Vives. Al sur
había un retrato de los Reyes Católicos, al este el de Francisco de Vergara
helenista de Alcalá y que fue maestro de latinidad en aquel centro. Era amigo
del doctor Laguna otro segoviano ilustre y que fue perseguido por la
Inquisición a causa de sus ideas erasmistas. Completaba la lista el rostro de
Laínez el gesto adusto irónico y como sorprendido. Debajo y entre hojas de
laureles se leía el epígrafe de la compañía: AMDG. En el de Vives con una gran
gorra de visera cubriendo su cabeza se leía “Vives semper vivas”.
El camafeo de los Reyes Católicos era el que tenía
más arrequives más hojas de roble y de laurel alrededor. Bajo el águila
explayada ponía “ex pluribus unum” y el “tanto monta” que eligieron los
norteamericanos como divisa de su republica federal, sólo que en su lema
imperial hay una particularidad, la del águila calva de las Rocosas, la
española es sólo águila caudal o de San Juan desplegando un pico enorme y
fuertes garras como para levantar a estos reinos hacia las estrellas. Plus
ultra. Luego estaban también el yugo y las flechas que nada tienen que ver con
el fascismo como consideran algunos lerdos. Son simplemente las flechas del
poderío y el yugo de la labor.
En esta pared estaba escrito la historia y esbozado
los sueños de nuestros ideales. “Sic vos non vobis” ponía en el lema del doctor
Vergara. De este modo el cuadrado se incorporaba al círculo; es más: lo probaba
en demostración empírica. Lo cóncavo y lo convexo se juntaba. Era toda una
parenética de la perfección o sermón pronunciado no con la voz sino pintado al
pastel. “Sic ad astra”. El lema apuntaba hacia lo alto, buscad la perfección,
caminar pisando los luceros de la excelencia. Por ese camino se va a las
estrellas. Y es a lo que aspirábamos al citius fortius altius. Algunos se
estrellaron o nos estrellamos no cabe duda pero no hay que achacarlo a nuestros
maestros que nos dieron lo mejor que tenían sino que nosotros éramos
imperfectos y no dábamos más de sí. Y aquí hay que traer a colación la tan
manida frase orteguiana de que el hombre es el hombre y su circunstancia.
La búsqueda de la excelencia, la aspiración a todo
lo noble, la ruta de la perfección mediante la renuncia y la abnegación
cristiana, la doma de la voluntad, el control de las pasiones: la lengua, el
vientre, la ira y la lujuria. El rector que no daba puntada sin hilo nos decía
que aquellas ninfas descocadas representaban a los siete pecados capitales.
Éramos de barro y querrían hacer de nosotros superhombres. Pero el padre
Cabezas le contradecía.
-Esas señoritas, señor rector, son las nueve musas:
Melpómene, Terpsícore, la teatral Talía, Polimnia, Urato, Erato, Euterpe, Clío
y Caliope que es la más bella de todas.
El profesor Cabezas aunque era de ciencias sabía
también lo suyo y daba gusto escucharle sobre todo cuando no estaba cabreado
porque no nos entraban los logaritmos ni eso de los números primos. Sin embargo
apuntaba un detalle que toda esta mitología de Venus Anadiodema, Diana,
Neptuno, las Nueve Musas parecen estar corriendo por la pared y parece que van
al encuentro del cristo de los ojos bajos que constituía el epicentro de toda
la representación pictórica. La precisión del matemático me pareció sumamente
importante y no he dejado de cavilar a lo largo de los años. El Verbo humanado
es el epicentro de todo lo que acontece y que la cruz seguirá presidiendo el
horizonte de todos los siglos y nadie la podrá arrancar ni derribar. Pero
venimos de los griegos los latinos y de la Biblia y estos tres polígonos basan
el Nuevo Testamento. Mi carga es ligera y mi yugo es suave. Desde aquel
crucifijo que pendía sobre el baldaquín de damasco que amparaba el sitial donde
se sentaba el obispo nos ligaba al pasado clásico y nos invitaba al futuro y a
la modernidad pero sin renunciar a la tradición porque sería destruir el molde
en el que nos vaciaron a los europeos.
Nuestro profesor de literatura, otro gran hombre y
otro sabio, don Tirso al que llamaban Coramvobis no se cansaba de insistir en
este punto y parecía entrar en éxtasis cuando explicaba a Cicerón, escaneaba
los espondeos de Virgilio y nos familiarizaba con Eneas, con el gallo a
Esculapio y hacia que aprendiéramos las cinco declinaciones, las conjugaciones,
los ablativos absolutos, los verbos irregulares y nos ponía tareas, un párrafo
o pensum que teníamos que memorizar y soltarlo en clase. Ahora mismo todavía me
acuerdo porque lo que pronto se aprende tarde se olvida y decía así:
“Flumen est Arar, quod per fines Aeduorum et Sequanorum in Rhodaum
influit incredibili lenitate ita ut oculis, in utram partem fluat, judicari non
possit” (el río es el Saona que en las fronteras de lose eduos y los
secuanos con lentitud increíble desemboca en el Rodano de manera que no se
puede decir a simple vista qué río es el principal y cual el afluente)
Por aquella traducción algo libre Coramvobis me puso
un diez. Nunca se lo agradecerá bastante aquel canónigo gordo y ágil que venía
al estrado siempre deprisa y llegaba cinco minutos más tardes a veces oliendo
un poco a anís, pues incentivó un amor al Latín que sigue vigente en mí hasta
el día de hoy. Dios tenga en su morada a aquel buen sacerdote.
XX
CORRESPONDENCIA
ENTRE MENÉNDEZ Y PELAYO Y JUAN VALERA
Desde
1877 hasta 1905 Juan Valera y Marcelino
Menéndez y Pelayo sostienen una nutrida e intensa correspondencia que es
paradigma del género epistolar, casi único en su género, precisamente en un
país donde no abunda la categoría memorialista. El español es grafómano por
excelencia pero no muy dado a las expansiones de esta índole aunque aquí los
mozos escriben copiosas cartas de amor de las que alcanzada edad provecta se
arrepienten y cuando regresan a estas cartas olvidadas que duermen en un cajón
piensen para su capote: “caray las chorradas que escribía yo entonces pero no
era yo; guiaba mi pluma mi corazón enamorado u otro afán”.
Estos
escritos, rara avis en las letras
castellanas, intercambio intelectual entre dos autores próceres, son un
testimonio inapreciable para conocer una época singular en la historia del parlamentarismo y de la democracia española como fue el
tiempo de la Restauración. Dos partidos torneantes: Canovas y Sagasta, un pacto
de caballeros concertados para el bien común, representados aquí por Menéndez y
Pelayo, tildado de ultramontano, casi un neo del catolicismo reaccionario
y montaraz y don Juan Valera, un
liberal, humanista. Sirviendo a una misma monarquía desde campos políticos
diferentes. Son dos señores que se muestran por encima de las intransigencias
de secta y las banderías políticas. Todo un paradigma.
Interesante
en todo este intercambio epistolar es la parte corográfica. Valera hace
confidencias a su comunicante acerca de todos los lugares a los que visita.
Presidió las legaciones diplomáticas de Su Majestad en Lisboa, Washington, Bruselas
y Viena. Incomprensiblemente faltan en estas relaciones todo lo concerniente a
San Petersburgo donde él también fue embajador. Sus impresiones sobre dichas
ciudades y sus moradores no tienen desperdicio.
Por
ejemplo los portugueses son para él españoles descastados que renunciaron a su
iberismo en aras de un secular vasallaje a los ingleses. La altanería lusitana
le parece insoportable y nota cómo en Washington las gentes salen a la puerta
de las casas “para tomar el fresco igual que en cualquier lugar de Andalucía o
de la Mancha”. Observa cómo los norteamericanos tienen un concepto diferente al
de la literatura al que podamos tener nosotros. Ya entonces corrían por Nueva
York las novelas por entregas. Edgar Alan Poe rendía culto a las narraciones del
terror pero en general las letras yanquis tienen una connotación práctica
siguiendo las pautas de Benjamín Franklin. Si le cuentas por ejemplo a un
neoyorquino que eres escritor pensará probablemente de ti que eres un dirty old man libidinoso que se pasa la
vida emborronando cuadernos de guarradas pornográficas.
Mientras
en Europa son importantes las elites entre los gringos se escribe para las
masas. Esta apreciación de don Juan Valera me parece que tiene un gran interés
y conserva plena actualidad.
En
Bruselas el personal se aburre como una ostra y se dedica a comer y a beber
cerveza de alta graduación mientras connota cómo Viena se convierte en una
ciudad de suicidas cuando sopla el “Föhn”
(viento terral de los Alpes).
Desde
Madrid Menéndez y Pelayo, gran bibliófilo, devorador de letra impresa, le
encarga libros. Al propio tiempo le da cuenta de sus progresos en la redacción
de sus proyectos literarios que son por esa
época bastante ambiciosos. También le solicita cartas de recomendación
para algún amigo que quiere opositar a cátedras o aspira a algún sillón en la
Academia. Salta a la vista que los que se cartean son dos seres humanos, no dos
extraterrestres. La cultura no está
reñida con el jabón y los poetas y
escritores no siempre han de llevar greñas e ir desaliñados.
Sin embargo, mi experiencia triste es de tratar en este tiempo con
archiveros es si éstos son auténticamente seres humanos. De ahí mi satisfacción
ante este referente. Don Marcelino no sólo fue un hombre de letras, el
archivero mayor de estos reinos, sino también ser humano de una sola pieza. No
atendía demasiado al acicalamiento personal como todos los dipsómanos. Valera,
por el contrario, era el espejo de la pulcritud.
De
singular interés son los juicios de valor de don Marcelino sobre algunos
aspectos de la vida literaria complutense dando cuenta y razón de lo que se
publica. Por esta correspondencia desfilan los nombres de Palacio Valdés,
escritor con gancho en aquel momento y que le parece “demasiado realista”. Los
dos temen a Clarín como crítico. La Pardo Bazán está muy interesada por los
rusos. Galdós va a su aire. Et sic et coeteris...
El
egrabense no oculta su desaliento y la astenia productiva. Ha dejado de
escribir novelas y sólo redacta algunos cuentos. Se queja al cumplir los 59 años de ser un viejo. Le
cansa leer y teme quedarse ciego. La temática de este carteo lleno de enjundia
tanto filosófica como informativa, puesto que ambos realizan un estudio de
época, es estrictamente estética. Uno y otro son hombres de ideas. Pero rara
vez mientan la política. Cabe notar que en la correspondencia datada en 1898 no
existe la menor referencia a la crisis de Cuba. La muerte de Canovas es sólo
objeto de unas breves líneas. El eminente estadística cayó asesinado victima de
un atentado terrorista en el balneario de Santa Águeda, Guipúzcoa, el 7 de
agosto de 1897. La bala del anarquista Angiolillo – por ese cabo nuestra hoja
de servicios no puede ser más dramática: la mayor parte de nuestros primeros
ministros no suele morir en la cama- fue el prólogo de nuestra decadencia
iniciada con la pérdida del último florón de las Antillas.
Sagasta,
empecinado en la cuadratura del círculo, hasta el último hombre y hasta la última
peseta, se vio inerme y con las manos atadas para lidiar con el gigante yanqui
y sus maulas. La voladura del “Maine” fue una impresionante maniobra política
de auto golpe. De entonces hasta ahora son expertos en la materia. El
jingoísmo, los hechos consumados, las campanas de Randolph Hearst que siguen
sonando a media noche en las manos yertas y universales de Ciudadano Kane.
Estamos ante el caso de la trama de la novela de Chesterton “El hombre que fue
Jueves”. El ladrón he aquí que es el jefe de los guardias. Y el inventor del
terrorismo como arma política es el súper agente secreto encargado de acabar
con los maleantes con la dinamita a cuestas, transformado en una especie de
gendarme universal. Historias de involución. ¡Si yo les pudiera contar!
En
la época de las cesantías en este coloquio epistolar a muchas leguas de
distancia los abajofirmantes y derechohabientes del parnaso español, dos
auténticas plumas galanas, dos fueras de serie, se intercambian letras de
recomendación para cada uno de sus comilitones políticos. La izquierda de don
Juan y la “derecha” de don Marcelino se entienden bajo cuerda y dialogan, un
maravilloso ejemplo para los españolitos de 2004 que viven tiempos tan
crispados. Son dos elegantes que poco tienen que ver con la canallesca. Cada
uno posee un concepto de España y la ama a su manera.
Pese
a la diferencia de edad y de inclinaciones un tanto bohemias los dos debieron
de compartir alguna que otra francachela. Ya despunta por entonces las
inclinaciones etílicas del santanderino que le habían de conducir a la tumba.
Todos sabemos que Menéndez y Pelayo fue un sabio de vida bastante desarreglada.
Libros, vino y mujeres fueron la norma de su juventud. El cordobés, de bastante
más edad, era de condiciones más áticas y serenas pero en sus buenos tiempos
debió de gustar de echarle alguna canita al aire.
Frecuentaron
un garito en la calle Barquillo por nombre “La Sinagoga” donde debía de haber
unas hebreas bellísimas, sueltas de espíritu y de lengua y que tenían nombres
de guerra tan sonoros como Aspasia, Rodopis, Hipatis y otras Raqueles
lacrimosas. Amen de comprensivas e inteligentes debían de ser mujeres muy
sensibles y cariñosas. Valera desde el extranjero indaga sobre el estado de
salud de las pupilas y Menéndez y Pelayo, asiduo cliente del local, le manda
recuerdos de su parte. Todo queda en casa pero los detalles no pueden ser más
humanos. La prestancia de Valera como escritor de epístolas es destacable. He
de decir que aunque sus producciones que leí antaño- “Pepita Jiménez” y “Juanita
la Larga”- las encontré demasiado almibaradas y sin gancho; sin embargo
estilísticamente es perfecto. Como memorialista sus juicios no son nada
desdeñables y su prosa cuajada de primores brilla a gran altura y sus
pronunciamientos sobre el mundo que le circunda son definitorios y definitivos.
Todo
indica que debió de ser un andaluz diserto y culto, hombre de mundo, muy hábil
y con muchas tablas que solía escaparse por la tangente. En los vaivenes de los
partidos turnantes supo nadar y guardar la ropa hurtando el cuerpo a las
diferentes crisis de gobierno que siempre le encontraron a muchos kilómetros de
distancia o con el charco de por medio. Eso en España donde las relaciones
personales se encabronan con tanta facilidad
es una ventaja de la cual sabe sacar partido.
Tenía
don de gentes. Era buen psicólogo pero en Lisboa se siente abatidísimo. Percibe
el fracaso de unidad de los pueblos ibéricos detrás de los cuales se encuentra
Inglaterra como muñidora de conflictos. Como siempre. Por eso sus dictámenes
antilusitanos son auténticos veredictos: “Esta gente está archiperdida por
haber renegado de su casta y por ser ridículo arrendajo de los ingleses... Yo
no quiero a Portugal sino despoblada... el portugués es finchado, carrancudo y
tieso”. ¿Qué le ocurrió al autor de “Pepita Jiménez” en Portugal?
De
todas formas estas cartas son un baremo para estudiar su estado de ánimo.
Parece ser que tenía un carácter depresivo. “Hoy no estoy para nada-escribe-
Soy el rigor de las desdichas”. Por el contrario, su corresponsal en la Academia siempre estaba embarcado en
alguna aventura literaria y era proverbial su poderosa capacidad de trabajo.
“Me sorprende la capacidad que posee usted para escribir” le confiesa Valera en
una misiva al tiempo que le confía un encargo: ir a la estafeta a encontrar
unas cajas de habanos que le perdieron en Correos y que se fueron por la posta.
Los vegueros debían de ser lo mejor de Vuelta Abajo dado el interés que
muestra.
Las
averiguaciones del eminente polígrafo surten resultados y las cajas aparecen y
don Juan se los fumó a la salud de su corresponsal desde el exilio dorado. En
agradecimiento desde Lisboa remite a don Marcelino una serie de tomos sobre la
poesía de los hispano hebreos (el tema judío le apasiona al autor de los
“Heterodoxos”) que habrían de hacer las delicias lectoras de un hombre como él bibliópola
empedernido y siempre a la caza de raros y de curiosos y que llegaría a
acumular una de las bibliotecas más surtidas del país.
Hay
un cierto holismo, una interdependencia que llega casi a la telepatía entre
estas dos mentes privilegiadas, protagonistas intelectuales de una de las
épocas más interesantes de la historia de España. Literariamente fue nuestro
segundo siglo de Oro. Un faro de luz que alumbra un mundo sumido en las tinieblas
de las covachuelas y de los manguitos. Estas cartas son el vivo reflejo de una
amistad entrañable. Podemos conocer algunas intimidades de uno y otro.
Verbigracia, la esposa del diplomático era gastiza y dada a los dispendios
copiosos. Echa de menos las tertulias de Madrid y se queja de su astenia
productiva. Refiere la impresión que le causara la ciudad de Washington con su
moderna traza, las grandes avenidas. “Esto es como la Granja pero al por
mayor”. Se asfixia de calor a orillas del Potomac. Los mosquitos, libélulas y
cocoyas son un martirio en las noches de verano. No hay aceras. Las dimensiones
de los ríos y del propio país son desbordantes. Desde Nueva York a San
Francisco- apunta- hay la misma distancia que desde Cádiz a Arcángel atravesando
las distancias de un continente enorme donde la naturaleza es todavía virgen.
Allí
le sorprenden algunas desgracias familiares como la muerte de su hijo Luisito a
los 16 años. Menéndez y Pelayo le manda el pésame al tiempo que le refiere que
acaba de pronunciar una conferencia sobre Raimundo Lulio. Asimismo, le envía un
ejemplar de “La Regenta” novela que acaba de aparecer en Madrid en 1884 con
gran escándalo para el clero ovetense.
He
aquí el juicio que emite don Marcelino sobre la novela de Clarín que siempre le
parece que vale más que Pereda: “En él se anuncia un grandioso novelista en
medio de ciertas inexperiencias y rasgos de mal gusto”. Ambos comunicantes
hacen gala de su espíritu sodalicio pues entonces los amigos lo eran para toda
la vida pese a las divergencias políticas.
En
1885 muere Alfonso XII y Menéndez y
Pelayo dice que Verdaguer es el mayor poeta de España aunque adolezca de un
cierto victorhuguismo. Valera por su parte manifiesta la ilusión que le hace el
que “Pepita Jiménez” está ya en los tórculos de un editor neoyorquino. Él será
junto a Palacio Valdés uno de los pocos autores españoles traducidos a ese
idioma. Tanto a ingleses como norteamericanos les merecemos poco crédito. Jamás
nos hicieron caso y en todo autor que es vertido – loor de enemigo – hay
latente casi siempre una intencionalidad política. A pesar de que aquí se ha
escrito mucho y bien y nuestra literatura sea quizá más interesante que la
anglosajona y sólo comparable a la rusa, escribe el gran escritor cordobés.
En
1886 don Juan es trasladado a Bruselas. Por aquellos días es comidilla en los
círculos literarios complutenses la decisión del político español don
Manuel Silvela de publicar la obra
completa de Sor María de Ágreda, amiga también por carta del rey Felipe IV y autora
de la “Mística Ciudad de Dios”, un bizantino y prolijo tratado acerca de la
vida de la Virgen María. Estamos en un tiempo en el cual la gente se interesa
por el espiritismo. El mismo Valera, sin llegar a ser un hierofante o experto
en materias ocultas, perteneció a una sociedad teosófica. Aunque él creía
firmemente que las letras y no la superstición eran signos de renovación entre
los pueblos. Y en sus lucubraciones por carta estos dos amigos creen todavía
viable un próximo renacimiento de España. “Desde hace dos siglos- afirma el
embajador con tristeza- hemos remedado mucho a los extranjeros renegando de
nuestras cosas. Nos hemos mostrado algo bárbaros por despecho aceptando
acusaciones como alabanzas o haciendo gala del sambenito que nos ponían”.
Los
dos quieren ser castizos sin sonar a arcaicos y refutan el “absurdo
regionalismo catalán” y están determinados a demostrar que España después de
Grecia, Inglaterra e Italia ha sido uno de los
grandes países civilizadores del mundo. ¡Qué gran verdad!
XXI
CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA
DE PEREDA
Oiréis que se dijo:
“pueblo chico, infierno grande”. En parte toda la novelística de José María de
Pereda se centra sobre tal ocurrencia sin encontrar otra solución que una huida
hacia la naturaleza como remedio a las pequeñeces de la mente y el humano
sentir. Hay una colisión irreparable
entre el pensar grande y el párvulo vivir de nuestras existencias cotidianas
destinadas al fuego del fracaso o la pira del olvido. Y es que en medio de un
paisaje arcádico, donde se percibe a cada hora de sol o en las mismas vigilias
nocturnas con un pueblo acurrucado entre montañas bajo la luz de la luna, y
vigilado por cimas ciclópeas que se alzan como dioses encaramados, hitos
telúricos, deidades oscuras emanadas de lo más profundo de la tierra, se
desarrolla la acción de “De tal palo tal astilla”, un estudio cabal de la
hipocresía y una de las novelas de ambiente rural cargadas de mensajería,
invitando a la reflexión no sólo sobre el latido de las pasiones del hombre
decimonónico sino también de la condición humana de todas las épocas, de suyo
ruin. Pereda, en esta entrega, y de una tacada, realiza una radiografía
exhaustiva de la avaricia (don Sotero el usurero), el amor mojigato y con
intereses de Águeda, bella muchacha pero cargada de prejuicios, fruto de la
mala educación religiosa de la época. En la configuración de esta mentalidad
torcida tienen que ver mucho los curas, monjas y frailes. En cambio, uno de los
personajes más limpios y generosos que cruzan las páginas es Fernando, el hijo
de un médico volteriano al que apodan “Pateta” (referencia al pata de cabra o
sátiro con que la imaginación popular antigua representaba al diablo) y que se
enamora de la rica heredera, Águeda. Sin embargo, su pasión, en un ambiente de comidillas,
murmuraciones y habladurías de Valdecines, “habitado por gentes cristianas pero
maliciosas y suspicaces” de que el mozo
aspira a la mano de la rica legitimaria no tanto por amor como los
dineros de la hacienda. ¿Por qué me quieres, Andrés? Por el interés. El autor
nos mete de a hecho en medio de un ambiente cargado de maledicencia, de
segundas intenciones, que llega a resultar opresivo. Lo que son los pueblos.
Bastián, hijo fornecino de don Sotero, y que el hipócrita pretende casar con
Águeda, para quedarse él con la hijuela, vendría a representar, la fuerza
bruta. La escena del intento de violación por parte de Bastián abortada in
medias res por Macabeo que entra en la habitación donde la protagonista intenta
zafarse de la lascivia del bestia de Bastián implorando la ayuda de la Virgen y
rezando el rosario, trepando por un breval es una de las mejor conseguidas, por
la intensidad y trepidante descripción del relato, en toda la novelística
española. Cuadro duro y con suspense que
hace pensar en películas antiguas de Alfredo Hitchcock o en novelas de Edgar
Alan Poe. Todos conocemos las ideas del escritor montañés. Unos crían la fama y
otros cardan la lana. Y los juicios que dispersa en este libro escéptico y
bañado de tristezas perturban el clisé de
derechismo ultramontano de él preconcebido. Tiene que ser precisamente
él, un ultramontano, quien denuncie los abusos de las mentes retrógradas. A
trancas y barrancas se esfuerza por salvar la virtud de la heroína pero tiene
que condenar al suicidio al bueno de Fernando que había cometido el
“atrevimiento de poner en tela de juicio las verdades fundamentales y las
enseñanzas de la Santa Madre Iglesia”. Sub límine, late una el desencanto de
Pereda con aquel género de vida rancio y cargado de prejuicios. Levanta la
tapadera de la olla ferviente al tiempo que nos presenta un drama de pasiones
rurales que se desarrolla en el último de los paraísos perdidos. Potente,
seguro de sí mismo, y con pluma certera y elegante, traba un cuadro narrativo
que es hoja de filiación del Santander y de las Asturias en general de la
segunda mitad del Decimonono. La novela, todo un manual de psicología agraria y
balance sociológico objetivo y realista de las cosas como son y no como
debieran ser, se publica sólo un lustro antes de La Regenta. El argumento,
salvados algunos matices, es parecido y la intención poco más o menos. El
estilo también, brillante. En ambos
casos sendos escritores hacen acopio de la manera de decir montañesa. Asturias,
como se sabe, se divide en dos categorías hablantes: una, los que, cuando van a
la hierba, llaman a la zoqueta para afilar el dalle colodra y, otra, los que la
dicen zapico. Dos bandos, dos terminologías para un mismo concepto. Pereda
pertenece al primer grupo. Clarín al segundo. Sin embargo, la hierba que
amontan en el almiar es la misma. O parecida. Tanto el uno como el otro aman
profundamente la naturaleza asturiana y la santanderina pero critican un poco
la intolerancia de sus villorrios y aldeas poblados por cristianos viejos de
mentes algo retorcidas. Pueblo chico infierno grande y la Iglesia parece que se
regodea de la ignorancia de sus feligresías. Este analfabetismo es buen caldo
de cultivo para su medro. Para los curas chirles el santo temor de Dios no es
el principio de la sabiduría. Más bien, lo contrario. El conocimiento allega
dolor y crítica contra los valores establecidos. Vénganos el tu reino pero que
no sea ahora mismo. Por el momento, la fe del carbonero. ¿A qué meterse en
camisa de once varas? El cura de Valdecines es un santo varón de Dios pero
corto de luces y carece de respuesta a las dudas contra la fe que le presenta el hijo de Pateta. Traza un
plan para su conversión. Es un método gradual y paso a paso que le va a servir
de poco porque su postulante, desesperado por las habladurías, opta por
arrojarse desde una roca tajada. Al escribir De Tal Palo don José María
derrocha fuerza y hace un alarde de dominio omnisciente, tan importante en
novelística. Que los hechos que narras no se te sobrepongan. Que tú lleves
siempre la rienda. Y no se te desmanden los jacos de la cuadriga. Tú, autor,
siempre controlas, galga en ristre, desde lo alto de la berlina. La novela es
el arte de atar cabos. La perfecta y congruente sindéresis. Una verdadera
delicia es, en su caso, la lexicografía. Esa forma de hablar castiza y precisa
en castellano rotundo y eufónico llamando a las cosas por su nombre. En la
descripción topográfica del escenario grandioso de las quebradas que lo vieron
nacer pocos le ponen un pie delante.
Pereda es un Argos de la hipotiposis literaria. Resulta, por contera,
que el escritor santanderino es más liberal de lo que creyéramos y menos carca
-velay los prejuicios- de lo que se supone, aunque su vieja fe cristiana es
recia. En los retratos que nos quedan de él, de señor chapado a la antigua, con
balandrán de catorceno y monóculo, tiene cara adusta de un rebeco siempre a
punto de triscar de risco en risco por los sacrosantos fueros de la tradición.
Debía de haberle dado Dios un genio vivo y cascarrabias. De mil demonios debía
encontrar su ama al viejo solterón de la casona de Tudanca las mañanas que se
levantaba con el pie izquierdo. Pero sus rabietas se acababan pronto. Debía de
ser, como todos los Contreras, algo contradictorio. Agraz por fuera. Dulce por
dentro. Más ruido que nueces. Perro ladrador poco mordedor. Hay traza de genialidad en la forma como nos
presenta a don Sotero el meapilas fariseo y avariento a quien remata en los
últimos trancos del libro con una angina de pecho. Una corazonada tal vez. A
veces lo que uno escribe se cumple. El autor de La Puchera moriría de lo mismo.
El arte de la literatura tiene aspectos misteriosamente oníricos que nos ligan
a los humanos con la antigua profecía y la quiromancia. Casi todos los buenos
libros son premonitorios. Pero la grandeza de esta novela no para ahí. Hay un
estilo maravilloso. Inimitable. Él siembra pautas. Traza caminos que nos llevan
a conocer los giros y las peculiaridades de una región. Hay dos bables,
insistimos: el de las Asturias de Oviedo, desde Parres a Ría de Eo, de los que
llaman zapico a uno de los aperos más utilizados por el Norte y los de las de
la Montaña que lo designan colodra, desde san Vicente de la Barquera hasta
Potes. Pero juntos denominan a ciertos pájaros de la misma manera: la negra
miruella o miruello de pico largo y hondo como una laya que escarba el futuro,
o el pomposo tordipollo o la picara aguzanieves que abreva junto a los
cilancos. Los asturianos conocen como pala a secas al trente o tridente, lo que
en ciertos recodos de la España citerior, allí donde adentra sus manantiales
del idioma Castilla la Vieja apelan gario, voz vascuence, lo más probable,
igual que murio y murias (montón de piedras), carro, corral, etc. El primero es
renuente a la jota que dicen trajeron a España los moros: xatu y xata, mientras
los de Santillana del Mar ofrecen una prosodia más evolucionada, porque acaso
estuvieran más en contacto con la Meseta que sus vecinos al otro lado del
puerto del Escudo. Así, pronuncian: jato y jata por novillos y novillas uncideras.
Un poco más abajo llamarán a este torito que aun no ha cumplido dos años choto.
Se encuentran múltiples variantes en el bable occidental y en el oriental[29]
pero hay términos aldeanos que no varían en una y otra de las modalidades de
las dos orillas de la ría: quima, narvaso, asubiar (poner a cubierto el
ganado). Algunos hablistas exaltados de ahora mismo debieran hacer cura de
humildad leyendo a Pereda. Pero los de una y otra zona encumbran el carro y
echan mano de la sarzuela para que no se entorne. Luego “empayan” toda la
balumba a través del boquerón del pósito. Si hurgas en el fondo de cualquier
español te encontrarás con el alma de un pajar, donde duerme el pobre y donde
fuimos engendrados muchos de nosotros. Que era en ese lugar donde las parejas se
escondían para hacer el amor. ¡Ah la “vita bona” que ahora echamos en falta, el
sabor de la tierruca, la aldea perdida y encaramada en los recuerdos,
retaguardia de toda una estirpe que ha visto como han quedado francos de
servicio a impulsos de la tecnología aquellas antiguas palabras que decían
tanto! Hoy, caídas en desuso y tan añoradas a medida que el idioma se
empobrece. El espíritu indomable de los
ultramontanos ariscos vuelve por donde solía. Se pretende crear un idioma vivo
y en continua evolución donde sólo hubo
una lengua muerta y hoy fenecida al pasar a mejor vida toda una civilización de
matiz campesino, sin asiento literario apenas. ¿Es atavismo o es inducción
foránea? Quieren entronizar a un dialecto, uno de los más hermosos del
castellano plus minusve, eso sí, de buenas a primeras y ad nutum, en
conformidad escueta con su libre albedrío, conforme les da Dios a entender a
los nuevos filólogos de aluvión, pontífices de la tan cacareada cosmocracia que
no es más que un embuste, y untados por
una mano extranjera, como lingua franca. Una tarea para la cual hace falta no
sólo mucha cara sino también bastante imaginación. Con las lenguas no valen
malabarismos de prodigiador. No son un conejo que el osado circense se saca
debajo de la chistera. En nuestro patrio solar gozaron de categorías de lenguas
junto al castellano el vascuence, el gallego, el valenciano, el catalán y el
mallorquín. Pero al paso que vamos, se van a sacar diccionarios hasta del
castúo. Debe de ser por un atavismo recio. Existen en nuestra historia
pulsiones suicidas y de tarde en tarde asoman la oreja. Es tributo de nuestro
estirpe con estos bueyes hemos de arrejacar la linde aspérrima. Este es el país
de la real gana. En De Tal Palo Tal Astilla se hace una crítica de la sociedad que
conoció su autor. Emperejilada por los poderes fácticos de los que traza un
análisis objetivo y sin emblema de facción. En su punto de mira está la Iglesia
con su “legión de curas ignorantes que socavan voluntades y conocen quien es
quien a través del agujero del confesionario (toda información es poder), se
enriquecen a costa de diezmos y relaciones fabulosas sobre el Purgatorio”. La
barca de Pedro, en boca de don Fernando, consiste en toda una nube de frailes comilones y
lascivos que saquean los hogares sin conciencia, perturban las almas y quitan
la paz en los hogares a veces mancillando la honra de las familias. Una
gusanera de monjas rebelándose contra las leyes de la naturaleza cantando con
voz gangosa salmos en latín contrahecho. Una lista de papas disolutos y crueles
como Alejandro VI, la Papisa Juana[30],
Julio II. Un tropel de beatas arrepentidas que con sus pecados de juventud
repoblaron la inclusa. La Iglesia ha sido mazmorra del entendimiento durante
los últimos tres siglos, concluye. La cita es demoledora, pero - relata
refiero- no le falta su miga de razón. Es pertinentísima al hilo de lo que está
sucediendo en la actualidad, cuando vemos a un babeante pontífice aferrado a su
silla gestatoria, que se resiste a condenar, por lo que pueda pasar, los
crímenes de los sionistas nazis y los atropellos de ese general israelí con
cara de sacamantecas. Los blindados bombardean y cercan con tropas de asalto la
iglesia de la Natividad de Belén. En la mente sólo una idea fija: salvar los
muebles en medio de las terribles cosas del acontecer diario. El cielo parece
empedrado de amenazas, pero los que tienen la responsabilidad de dirigir y
auspiciar, referente y faro de la grey, miran para otra parte. Mientras, recogemos los escajos de la gran
zarabanda libertaria del pasado. Todo en nuestro redondel parece que pincha:
los rostros, las palabras, los titulares de los periódicos, los discursos en el
parlamento. Es la hora del vértigo y de los remordimientos de conciencia.
Pereda, que tanto abominaba de la política encarnada por el rostro de
Espartero, el héroe de Luchana, huía de ese mundo ficticio de los salones y de
las largas parrafadas de los periódicos. El cuerpo le pedía Montaña. Pese a
ello, la carne pecadora no hurta el cuerpo al cinismo in ánima vili. Digresiones
aparte, Pereda es el primero en dar la voz de alerta y este mensaje de dolor y
cordura vendría avalado por mosén Cinto Verdaguer. El poeta catalán,
contemporáneo del autor del Sabor de la Tierruca también barruntó que se
avecinaba guerra civil. Ésta tuvo un primitivo contexto religioso. Pereda deja
caer la profecía en boca de sus personajes, lo mismo que el poeta catalán quien
también sufriría persecuciones de su obispo, Murgades, salidos del magín de un
señor tan poco sospechoso de herejía, de derechas de toda la vida, carlista al
igual que el poeta de la Canción del Canigó. Ambos no lanzan una diatriba
contra el dogma y la tradición sino que hacen una reflexión en voz alta sobre
la moral de algunos clérigos y su falta de ética. Y acerca de adónde nos puede
llevar el apoltronado clericalismo trasnochado de la sociedad española
finisecular. Clarín, que como digo era un místico, se une igualmente al coro.
La cuestión religiosa es el eje cobre el cual gira el argumento de la novela
que nos ocupa. Que es de las denominadas de tesis en la forma de narración
costumbrista. Abordada desde el punto de vista de un español profundamente
religioso que se escandaliza de las puerilidades y gazmoñerías de los sectores
papistas exaltados cuya piedad finca en el despropósito y su conducta de doble
pauta poco recomendable. Sus mañas traen a la memoria la infausta imagen de la
monja inglesa que pontificó bajo el nombre de Juan VIII. De hecho, el cura de
Valdecines, que “es un santo”, nada se parece al magistral ovetense, Fermín de
Pas, emblema de la altanería, el lujo y la riqueza. El cura de aldea vive en la
pobreza y la humildad una vida ejemplar, no se mete con nadie, pero tiene un
ama que lo trae por la calle de la amargura con su chismorrería noticiera y
destripacuentos. No olvidemos que estamos en el país de Celestina y esta dueña,
que escucha de detrás de las paredes y espía por el hueco de la cerradura,
anticipa a las comadres de la prensa del colorín. Es por esta sirvienta que
cunde la novedad del noviazgo entre el joven médico hijo de Pateta, “que pedía
iglesia”, dispuesto a renunciar a su convicciones ateas en aras del amor que
siente hacia la mayorazga, por toda la aldea. Las malas lenguas se encienden y
ocasionan que el pretendiente despechado, al oír que busca dineros y no amor en
la doncella, opte por despeñarse por un barranco. La rectoral es una isla de
paz en medio del arbolado océano de codicias, malos quereres, y de lujuria que
embarga Valdecines. Bastián representa a todos estos pecados capitales. Pero la
bondad del preste no basta para contener la furia del huracán de intrigas y su
escasa ciencia teológica colma la medida y la curiosidad de un ateo convencido,
un hombre de mundo, como es el hijo de Pateta. Las respuestas que da al neófito
son desvaídas. Fraseología sin contenido. Explicaciones insípidas. Evasivas y
lugares comunes como contestación a los grandes interrogantes de la existencia.
Aun no había nacido Teihard de Chardin. La Iglesia siempre suele llegar con
veinte minutos de retraso. Cuando no son siglos. La rivalidad ciencia y razón
sigue su ruta. Cada una por senderos diferentes. Bastián, el labrantín
embrutecido, a instancias de don Sotero que lo convence, se decide a forzar a
la muchacha. Precisamente en la maravillosa noche de San Juan cuando media
España danza al borde de la hoguera, transida de canciones y añoranzas. Es la
fiesta del amor y la renovación por el fuego de la vida que no cesa. El valle
ardía como un ascua bajo la luna. Se colocaban las enramadas. Por doquier se
escuchaban los cantos de ronda y los conjuros mágicos. Toda esta belleza se
contrapone a las maquinaciones diabólicas del hijo espurio del usurero que
acude a la cita que le había diseñado éste ahíto de vino. He aquí una dualidad
infierno paraíso. La existencia es una pugna sin fin de ambas fuerzas opuestas.
La encerrona que había urdido el avaro no surte efecto. La ausencia del baile
de Bastián había suscitado sospechas en Macabeo que se cuela saltando la tapia
desde las ramas de una higuera a la alcoba donde el intruso se proponía
consumar su propósito. Gana el bueno pero se detecta cierto artificio en el
pergeño de la aventura. Pereda es mejor descriptor que narrador. Sus
argumentos, aunque algo pretenciosos, dejan al descubierto flancos menos
sólidos. Hay ocasiones en que corta por lo sano y se nota su tendencia a
utilizar el “deus ex machina” y comodines fáciles del convencionalismo de
folletón. Sin embargo, sus acuarelas del paisaje montañés no tienen rival. Por
ejemplo, la rapidez y brillantez como nos describe la rectoral por una de cuyas
ventanas asomaba sus ramas un manzano y detrás del árbol se mostraba el paisaje
de un valle de ensueño. Sus libros son perfectos marcos edénicos. Hasta se
escucha el tintineo de los cencerros de las reses que pacen en el ejido. Allá
en el fondo de la artesa policroma y festoneada de prados que recuerdan a un
tapiz verde enmarcados en rodetes de avellanos y zarzales presentan sus quimas
al sol, como la guarnición de un regimiento que rinde honores, los bosques de
las riberas. Se hace un claro y aparece el río, un hilo de plata que llena el
aire de reverberos y de fulgores. Siempre hay vida crepitando en el fondo del
desfiladero. Planean los azores y una banda de verderones huyen a toda
velocidad de los pájaros de presa. Se escucha el relincho de un caballo
confundido con el tañido de una campana que toca a vísperas en la atardecida
estival. “Tiene que haber un Dios, esto no ha empezado porque sí, tuvo que
existir premeditación proteica, ayúdame, Señor a encontrarte. Tu creaste a Águeda y eso me basta” razona
don Fernando en sus cavilaciones. Pero lo que hay son dioses que aguantan la
mirada de la vieja Hécate de blancos pechos, calva y la cara manchada que
esparce sobre la tierra un brillo lento que da ditas de oscuridad y de noche a
los amantes y enronquece sus gargantas sanjuaneras en el desvarío del vino y
los cantos de bacantes. Selene reina en la fiesta del fuego. Ya es casualidad.
Mientras se esparcen por el valle el eco de los coros de mozos que salen de
ronda. El dios de los judíos es un Zeus oscuro y de malos modales y de un
puritanismo estricto que se compadece poco con la paganía practicada por la
humanidad durante miles de años. En el Norte no se deja de creer en él porque
así SIR[i]
lo ordena, pero la cabra siempre tira al monte y en la noche augusta de San
Juan de creencias trasfundidas el pueblo vuelve a poner en sus pies y en sus
labios la agitada danza de Pan. Son deidades más amables que al menos se ríen,
tienen líos con los mortales y hasta con las hetairas del Hades, o empinan el
codo para aplacar su ira o el despecho. Jehová no lo hace nunca. Desde lo alto
de los riscos Ojanco asoma su rostro de cíclope. Pagano y señorial, se sube al
pavés de los gollizos escarpados de la cima de los montes. Mueve de un lado
para otro como un periscopio que busque la colimación precisa para catalogar de
lo alto las aldeas donde tuvo adoradores antaño, hasta que llegaron los
misioneros irlandeses y los monjes ingleses de la primera regla de san Basilio
y san Columbano y le quitaron el puesto. Cesaron los sacrificios y las
laureadas en su templo. Él quedaría sólo y compuesto con el único ojo que le
quedaba. Y cuentan los advertidos que lloró. Es el Polifemo de los celtas. Sus
movimientos torpes y su lengua estropajosa advierten que se ha dado a los
excesos del vino. Al tuerto de los montes cántabros no se le escapa una.
Cataloga al instante y con una sola pupila alcanza a ver, como por un catalejo,
tanto como si tuviera dos. El disco de Hécate le hace añorar los alegres días
del Olimpo cuando era mozo. Por más que inmortal, siente los muchos años entre
las piernas. Por eso está borracho. Porque hay cosas que se escapan a su
control. En cierto modo le dan pena los
mortales “chismosos, cizañeros, baldragas” y vierte desde el lagrimal del ojo
bueno su llanto macroscópico sobre Valdecines. Al asubiarse el sol, Ojanco se
ha asomado al valle de la mano de la luna.
Resucitaron con él los viejos gigantes. Uno de ellos, san Cristobalón
que como Prometeo carga sobre sus espaldas los pecados y dolores del mundo o
como Miguelón el Arcángel que sustituyendo en sus funciones a Esculapio tras el
trasvase de poderes del paganismo al cristianismo afina los cachivaches de su
romana al objeto de pesar las almas, las cuales esperan afuera de la Laguna Estigia, el limbo o el purgatorio,
para su catalogación y ensilaje. El ojo del Polifemo celta aparece esculpido en
las estelas circulares del Valle del Buelna que recuerdan por su trazado a una
cruz enmarcada en el espacio redondo. Es la esvástica. La rueda mágica, la
cuadratura del círculo. El movimiento continuo de la vida. Símbolo de la
reencarnación en el que creían los pueblos indoeuropeos como recuerdan los
cipos funerarios a la cabecera de las tumbas irlandesas. En Fuentesoto de
Fuentidueña a cincuenta leguas de esa localidad cántabra presiden la tapia de
un cementerio misterioso donde parece que la soledad es tan elocuente que a
través de ella los muertos quieren decir algo al viandante que se encarama
hasta el cerro. El viento de las parameras aúlla un mensaje sin confines: “Yo
al tiempo me lo domino”, creemos oír. Y es que el Ojáncano habla, como ve, al
derecho por su ojo torcido. He aquí una única pupila que todo lo abarca. La
cruz es un pozo sin fondo. Antes de la tarde del Gólgota en multitud de grafías
y murales ya parecía regir los designios del orbe. Representa lo que gira. La
tierra es abrazada entre sus aspas. El cura de Valdecines gime bajo el peso de
la carga que le encargó el obispo. Pies quietos. A la chita callando has de
sustituir a Jesucristo por los fantasmas mitológicos, pero la querencia de los
ídolos vuelve en días tan significados como la del veinticuatro de junio.
Judíos moros y cristianos por una vez se ponen de acuerdo y rinden culto al
esenio. La voz que clamaba en el desierto vestido de áspera marlota y convertía
a las multitudes en el Jordán. Es una personalidad gnóstica del que dicen poco
las escrituras pero que tanta importancia ejerció a la hora de modular los
sentimientos de las antiguas supersticiones que se bautizaban bajo su concha.
Los viejos dioses desconocidos son desplazados por el Degollado que hizo el
primer gran milagro de que las fuerzas oscuras se transformasen en santos. Uno
para cada necesidad y par cada día del año. Allanaba los caminos del que habría
de llegar. El precursor bautizaba en agua pero su primo bautizaría en el
Espíritu. ¿Habrá que creer estas cosas sólo por el mero hecho de que son
increíbles como diría Tertuliano? He vencido al tiempo. Los años, la
generaciones, los siglos, las eras los tengo subyugados. Al buen párroco se le
había asignado un cometido de Argos poner a Zeus la túnica de nazareno,
amarrarle fuerte para que no se fuese de picos pardos con las diosas del
Olimpo, traerlo al redil, conseguir que formula el voto de continencia. Si no
puedes lograrlo, sé cauto al menos. Ten tus barraganas pero con disimulo. Que
no se entere nadie. Algún escriba malintencionado le robó el fuego a los
dioses, cuando mandó predicar amor a los enemigos. Le dio la vuelta al
argumento. Los bárbaros del norte cambiaron de chaqueta y se bautizaron en masa
con todo su pueblo. Los antiguos templos paganos se convirtieron en iglesias
juraderas. Y los pretores en arzobispo,
conservando el palio de su antigua investidura pagana dentro de la nueva fe.
Para Clodoveo. Para Alfredo. Para Ludovico que acudieron a recibir las aguas
crismales con todos sus súbditos. Panagia pasa a ser la Theotokos ante los protestos de Nestorio que se hacía
una pregunta asaz congruente en Efeso. ¿Pero puede Dios tener madre siendo
eterno y careciendo de principio ni fin? A lo cual encolerizado responde
Atanasio que únicamente según la encarnación Jesús nació de María virgen.
Misterio incomprensible. Entre los Siete Varones Apostólicos y Leovigildo hay
un espacio blanco que los cronistas mas avisados de la historia de la SIR no
han podido llenar. Es como recomponer el rompecabezas de un mosaico bizantino.
Entramos aquí en el laberinto. De tarde en tarde los paisanos de la braña
quieren volver a ser como las deidades en las que dejaron de creer. Potan la
crátera llena hasta los bordes de nepente, la bebida del olvido. Ojanco por entre las sediciosas nubes asoma
su aterrador jeme. En su vagar inconsistente se deshace el nudo gordiano. Los
ermitaños entre las cuevas bajan del despoblado a que les laven la muda y
algunos aprovechan para echar una canita al aire. De la cayada pendía la
carcajada de Simón el Estilita. No se puede abrazar la vida contemplativa del
yermo sin un poco de cinismo. San Pacomio no se lavó una sola vez en su vida
por mor de no caer en la tentación. Satanás indefectiblemente tenía por
costumbre aparecerse en la forma de una garrida hembra de buenas partes. Él la
hacía salir de la cueva blandiendo una antorcha encendida y murmurando un
latinajo “de bonis mulieribus non est notio” (nunca se oyó que hubiese una
mujer buena, caramba). Y he aquí a un cura de pueblo que tenía ya, como sus
latines, los tratados de teología empolvados, siendo interrogado por un
agnóstico de buena fe pero que trata de volver al redil de la Iglesia por amor
a su Águeda. El rústico abate suda, resopla, se palpa los treinta y tres
botones de la sotana de cachemira. A causa del uso esta prenda por los hombros
se estaba volviendo de un color pardo. Ya era vieja. Como el que la llevaba. El
visitante con sus dudas le coloca en un aprieto, pero él le propone un método a
seguir en su camino de regreso a la fe. Mientras, las fuerzas oscuras seguían
trabajando. Allí estaban las cohortes de la desconfianza, las testuces de la
murmuración, las centurias del egoísmo, que tiraban para abajo. Las manos
sacerdotales pretenden sacar al pobre náufrago del pozo de la desesperación. A
veces la gracia no puede contrarrestar la primera de las leyes naturales, la
fuerza de la gravitación universal, y se reconoce impotente y vencida. Los
cuerpos son para la tierra, tiran hacia abajo, mientras las almas quieren
volar. El vulgo resentido, la grey de cristianos viejos, invoca antiguos
prejuicios y privilegios, para calificar de hereje a un agnóstico que intenta
creer. Por misterios de la condición humana la bondad y la nobleza sin puestas
fuera de combate por las huestes de Satanás. El Pateta se muestra de súpito y
cuando nadie lo espera. En plena noche de san Juan, cuando el tiempo se detiene
ante el ara sacrosanta del solsticio estival. Cuando las gentes se afanan en
buscar la flor del agua y piden amparo al culiebre, al goblin que presidía las divinidades del bosque
druida y a las ondinas o saltan sobre las hogueras de retama que iluminan las
sombras con el fuego de la purificación. La Montaña rinde culto a los viejos
ídolos en un intento por regresar al sincretismo telúrico. Se escuchan las
voces ancestrales del suelo y de la sangre y las gentes intentan ser paganas.
Pales pone música de fondo a esta algarabía extendiendo su manto protector de
pastores y de ganaderos que amaban la juerga, el pandero y las noches sin
dormir. Los gaiteros vienen tras ella.
Música de chirimías y el ronco sonar del paloteo que acompaña a los brincos de
la danza prima. Las fuerzas oscuras no son otra cosa que un inventario de las
casualidades y misterios de la biología. La lechuza vuelva de rama en rama
ocultando su lúgubre grito que tiene algo de hilarante y burlón entre las hojas
de los copudos robles. Es el pájaro de Minerva. Cuanta más sabiduría acumulas menos
sabes. Y cuanto más sabes, más sufres. El baile es una plegaria que se hace con
los pies en honor de la divinidad oculta. Besos estallan en la oscuridad. El
amor pagano triunfa entre risas y gemidos. Los pecados arrastran su peplo por
le camino. El cura no sabe qué hacerse. Se siente desbordado por otras
presencias. Su religión enseña la abnegación, el dominio frente a las
inclinaciones de la naturaleza pero tales instrucciones no constituyen sino
retórica. No otra cosa es la doctrina eclesial almacenada en unos cuantos
librotes insulsos. Pales ven a reinar. Baco y Afrodita te hagan escolta.
Bastián no puede consumar su violación. ¡Todo es tan nuevo y tan viejo a la
vez! Mientras, resuenan por la hondonada los ecos de los cantos de ronda que
van a perderse a los pies de las estrellas impávidas. Son las resonancias
magnéticas de un mundo entregado a su liturgia órfica de venerables y antiguas
cadencias y para las que el corazón de la vieja España siempre tiene puesto un
altavoz. He aquí a la vida que se renueva. Brota y renace la savia. Las parejas
se aparean. La llamada de la sangre. Celo estacional en los animales y en el
hombre y en la mujer sin cesura. Y en esto Macabeo, apercibido de los
siniestros planes de Bastián al que el usurero emborracha antes de ir a cometer
la vileza, trepa por un breval contiguo a la tapia del domicilio y coge al
violador y a su víctima in medias res. Águeda lo considera un enviado del
Cielo. Era la Virgen María que había escuchado sus plegarias impidiendo la
consumación del ultraje. Pereda narra la escena a lo vivo con su peculiar
estilo donde se da cita la potencia imaginativa con la exactitud estudiosa del
lenguaje. Es el suyo un castellano en adobo de cachaza y buen humor con
resabios de sorna aldeana. Relata, no predica. En esta obra se hace el retrato
de una España rural hacia 1879 que es cuando está datada la entrega. Coloca sus
potentes anteojos en la atalaya de mando. Realiza una colimación muy audaz del
universo que brilla dentro. Nos describe un planeta psicológico con variedad de
tipos. A través de su pluma conocemos cómo respiran y qué piensan los
contemporáneos del novelista. De qué pie cojean. A qué aspiran. Su golpe de
vista es certero. La vista de Pereda parece la lente de un poderosísimo
telescopio con buena escala, o microscopio, según se quiera, capaz de ver las
cosas como son. Al natural. Enfoca para
Valdecines y nos da a entender que pese a su ubicación ideal inter montes no es
la meliflua Arcadia sino más bien un aparatoso infierno donde reina la
mezquindad. El hombre sigue siendo lobo para el hombre. No hay mejora. El
discurso, un tanto tolstoyano y fatalista, en su tono patético, trae a mientes
reminiscencias del modo literario ruso, pero Pereda es un español chapado a la
antigua de talante libérrimo, sólo embridado por sus creencias y carencias
religiosas, que comprende y ama a su país, aunque le duelan sus defectos.
Entiende el drama de las dos Españas. El eco de los cantos se pierde camino de
las impávidas estrellas. Son resonancias magnéticas de un mundo feliz. La vida
que se abre paso. El tallo que brota. Los pájaros hacen boda mientras el rebeco
en su berra llama a la hembra. Todo lo que vuela y todo lo que corre se entrega
a una cópula ininterrumpida de sol a sol.
Es lo único que diferencia a las bestias de los hombres. Ellas se
aparean en el celo estacional mientras en el ser humano la libido es
constante. A todo esto, Macabeo
apercibido de los siniestros planes de Bastián al que el avaro previamente
emborracha trepa por un breval contiguo a la tapia del dormitorio donde la
muchacha es retenida de rehén y coge al violador in medias res. La victima lo
considera un enviado del Cielo. Por fin la Virgen a la cual ella invocó
aterrorizada ha escuchado sus súplicas impidiendo la consumación del ultraje. Pereda
narra la escena a lo vivo con su peculiar etilo donde se dan cita la potencia
imaginativa con la exactitud del lenguaje adobado de cachaza, un sentido del
humor metido en agua de sorna aldeana. Cuenta cosas. No predica. En esta
entrega que data de 1879 hace el retrato de la España rural durante la
Restauración. Coloca sus potentes anteojos en la atalaya observatorio de su
bravía casona y a través de una colimación minuciosa coloca al lector ante un
universo que brilla dentro. Nos describe un orbe psicológico. A través de la
pluma perediana conocemos cómo respiran, qué piensan sus contemporáneos. Y de
qué pie cojean. Cuáles son sus aspiraciones. Su golpe de vista macroscópico
tiene el poderío del agua caudal. Enfoca para Valdecines y nos da a entender que
pese a su ubicación ideal inter montes no es la meliflua Arcadia soñada sino un
averno de pasiones donde reina la mezquindad, la maledicencia y la malquerencia
de unos con otros. El hombre sigue siendo un lobo que por una inclinación
atávica o por idiopatía ingénita se dedica a fagocitar a sus semejantes. Le
gusta simplemente hacer daño. No hay mejora. Entretanto, y sin perder ripio,
cabalgan Quijote y Sancho. Ante tanta contradicción como le envuelve al autor
de Peñas Arriba de los labios del escritor parte un suspiro de resignación o
tal vez de rebeldía. Pereda es un especialista en estos tacos de resignación
admirativa que plagan sus libros donde no hay palabrotas: cáspritis, aticuenta,
carafles, bodoques, trastajo, pantoques y carpanchos. Por vida del chápiro
verde, voto a bríosbaco y otras expresiones de furor. Juramentos a la antigua
que carecen del matiz coprológico y vulgar en el que hoy se adentran nuestras
conversaciones. Son rancios vocablos que maciza en su prosa y sirven de cebo
del donaire. Pereda es un escritor de mar y de montaña a la vez de pluma
nerviosa y lábil que parece que se dispara al rodar por la pendiente de
gargantas y desfiladeros de la comarca de Potes. Sus párrafos retumbantes y
llenos de colorido recuerdan a las aguas bravas del Río Ebro al nacer en
Reinosa por cascadas que brincan sonoras de peña en peña. Si la prosopopeya
valiera para algo, su retrato ¿qué nos diría? Ha aquí un caballero de rostro
alargado, magro de carnes, gesto severo, mirada de lince bajo las dioptrías de su
monóculo, tagarote venido a menos, persona algo crédula y entusiasta, de
talante bonachón mas algo colérico, también un poco coqueto, aunque solterón,
gastaba tupé como don Práxedes Sagasta. Bajo su sombrero de ala ancha y
embutido en su anguarina pasada de moda se esconde un soñador marcado por los
desengaños y vacilante en las viejas convicciones. Le ha tocado defender un
mundo que se derrumba y en el que sólo cree a trancas y barrancas. Se ha
cansado de fustigar a los comilitones del sensacionalismo y las corrupciones y
bobadas de los señores diputados de la Carrera de San Jerónimo. Ha asumido el
oficio de profeta y no se cansa de repetir que España se va a la hoyo. Su
estilo es sesquipedal[ii]
pero aunque con algunos repámpanos no cae en la elación ni el hinchamiento de
los decimonónicos. Es un señor de campo que lo mismo baja a Santander para
buscar un remedio a sus vacas que padecen jaldía[iii]
que entra en los figones de Puerto Chico a comer marmita con los pescadores. No
es casa con nadie. No es un baldragas ni un melifluo. Le gusta llamar a las
cosas por su nombre. Tiene por costumbre echar mano de paremiologías, pues su
decir es sentencioso, como aquel que dice: “Todas las gentes me dicen cómo no
te casas, Juan. Las que me dan no las quiero y las que quiero no me dan”. Como
buen cuentista es algo chismosón. Lo que le coloca a un tris de la
socarronería. Ama la vida y en cuanto a ideas defiende la tradición por más que
para eso tenga que hacer encaje de bolillos con vista a atar cabos. Por lo que
sus novelas de tesis son una iniciación al arte de la esgrima psicológica. Su
mirada es limpia y aguileña. Debió de ser poco tolerante con las flaquezas de
los que le rodeaba. Se había vuelto misántropo al fin de sus días. Sin embargo,
no le duraban mucho sus prontos. El asco que le inspiraba el caciquismo lo
remediaba con su entusiasmo por el paisaje privilegiado de los Picos de Europa.
Galdós podrá tener un arte de narrar más certero pero es más aburrido que él.
El canario va a lo seguro mientras el montañés se encarama muy pronto a sus
riscos. Al que más se parece, cada uno en su orilla, es a Clarín. Sus obras
ciñen bien el viento. Orza la nave de la misma manera. Pero mientras el uno
idealiza la aldea en sus cuentos morales el otro la detesta. Ambos se sienten
muy a gusto contemplando y describiendo el paisaje. Pueblo chico, infierno
grande. Pereda era pesimista sobre la condición humana. Era también católico,
feo y sentimental lo mismo que Valle Inclán. Es también carlista y se siente
abroquelado en una forma de vida del pasado al cual no puede renunciar y que
únicamente le depara disgustos. A su entender la Iglesia viene a ser el comodín
de la costumbre. Rara vez Pereda pone al dogma en tela de juicio y se aferra a
la fe del carbonero mientras Alas, como buen místico, intenta encontrar otros
caminos y fustiga la moral de situación del clero trabucaire y salaz. A
diferencia de su vecino de provincia, don Leopoldo era un liberal de cuerpo
entero. Pero, como los hombres han de estar por encima del bardal de las ideas,
unos y otros se llevaban bien y hasta llegaron a entablar un flujo de
correspondencia interesante.
[1]
Pixueto, de pixin, pescado que comen en Cudillero, de la especie de los
escualos, y por eso llaman a los de Cudlilero pixuetos o pixines.
[3][3] no hay más que darse una vuelta por
cualquier pueblecito francés o inglés y contemplar las estelas funerarias
plagadas de listas con nombres de caídos
[4] Al
menos eso esperamos los creyentes
[5]
deshielo
[6]
Patria en alemán y en ruso respectivamente
[7]
resplandor
[8]
catedralidad, adoración en común.
5 Rito de la virgen en la liturgia de Oriente
[9] himno
a la Virgen.
[10] Al
igual que en las iglesias muzárabes el campanario ortodoxo suele ser exento y
el campanario en cuanto tal se encuentra en un cobertizo o galpón
[11]
puerta de los dones
[13] Eran
los días en que dimitió Gorbachev
[14]
Inmensidad natural
[15]
Rusia está enferma pero no herida de muerte.
[16]
deshielo
[17] Todas las noticias que se leen en nuestros
papeles sobre Rusia tienen un perfil peyorativo. La situación llegó a ser tan
chusca que cuando el equipo nacional de aquel país en los campeonatos de Europa
de 2008 batió a Holanda se hizo un juego de palabras titulando los del País en sinécdoque: Guus Hiddink el holandés que entrena a Rusia gana a Holanda. De
modo que la idea que tienen los españoles de aquel país es que es un país de
mafiosas. Se habla de bandas y de plutócratas rusos cuando en realidad tales
bandas son bandas de conexiones oscuras y los millonarios que hacen mangas y
capirotes de la ley internacional son de origen judío. Cuando menos se trata de
una versión torticera y sesgada de informar...
[18] Era
el 17 de enero día de San Antón cuando yo hacía mi ponencia en la Sede de FN
[19] En
realidad me equivocaba porque la actuación de Juan Pablo II voló viejos puentes
establecidos durante la Ostpolitk por el cardenal Cassaroli e hizo renacer las
divergencias históricas entre rusos y polacos y los litigios de los Uniatas
entre la sede apostólica y el Santo Sínodo moscovita
[20]
Granja de cerdos
[21]
Clochard, hombre sin techo abandonado lo
que en Nueva york denominan derelictos
[22] Eric
Blair nombre de pila del autor. Jorge Orwell era un pseudónimo
[23]
alguien te observa detrás de la lona
[24] E l
Juicio
[25]
novelones
[26]
Llorar. llorar
[27]
Reaccionario contra liberal
[28]
Cierra los ojos, cierra el pico y piensa en Inglaterra
[29]El profesor Alarcos sostiene la
tesis de que el bable como lengua exenta o diferenciada del castellano no
existe. Se trata más que de una variante del viejo romance, al que solo dan a
entidad su entonación cantarina y algunas tendencias modales arcaicas
peculiares, como pudiera ser la utilización del pronombre posesivo como
artículo determinativo, “mío pa”. Las explosiva f que no presenta aun formas
aspiradas como en farina, formica, facer y ferrada. La diptongación suavizante
[azeuxis] tan característica de los hablantes norteños; verbigracia, fuina.
Cierta tendencia a la nasalización (se puede identificar a un hablante de
Oviedo por como pronuncia las enes casi a la francesa, muy agudas y oxítonas.
Remanencia de las linguopaladiales. Todavía dicen llera por lera o glera. Ausencia
total del yeísmo. Utilización de la voz pasiva en el verbo, y del pretérito
indefinido con preferencias al pretérito perfecto. La aféresis.: Poldo el del
molín. Y el apócope.: ¿y de que nos val? Por vale de qué nos vale. Pronombres
enclíticos: dixomelu el paisanín. Etc.
[30]La papisa Juana que reinó con el
nombre de Juan VIII, en primera mitad del siglo Nono, es un caso singular de
travestismo en la historia del pontificado. Como Tiresias cambió de sexo.
Convirtió la cátedra de san Pedro con sus imposturas y sacrilegios, en silla
coprónica. Las malas lenguas señalan que ciñendo la tiara sobre sus rubios
cabellos esta inglesa tuvo un hijo de su camarlengo el joven Floro que a su vez
había sido engendrado de una ramera de Roma por su predecesor en el cargo,
Urbano VII. La papisa de origen sajón había profesado en el monasterio de
Whitby como varón enamorada de uno de sus monjes. Ambos amantes cruzaron el
canal de la Mancha y tras una serie de vicisitudes y peripecias por diversos
cenobios benedictinos como los de Fulda, donde se instalaron como copistas
de códices llegaron a Constantinopla. En
oriente se deshace la fraternidad. Frumencio queda instalado como monje en el
monte Athos mientras que Juana emprende la travesía por mar hacia la Ciudad
Eterna disfrazada bajo la cogolla de san Benito. En la corte de san Juan de
Letrán deslumbra por su sabiduría a los obispos y cardenales. A la muerte de
Urbano el pueblo romano la alza sobre el pavés y es coronada pastora de la
cristiandad. El nombre de la papisa ha cebado las cajas de guerra de la leyenda
negra contra el Vaticano. Es una flor negra que florece en plena edad de hierro
del pontificado, una institución que surge de la voluntad de Carlomagno
asistida por sus consejeros judíos, en pleno apogeo del sacro imperio
germánico. Para convencerse no hay más que echar manos de las actas de Pepino
el Breve el cual proclama los estados pontificios.
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