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miércoles, 7 de marzo de 2018

españa rusia y el anticristo primera parte


 
 
Vi cómo salía del mar una bestia con diez cuernos y siete cabezas y sobre sus cuernos tenía diez cabezas y sobre las cabezas nombres de blasfemia
Apocalipsis 13,  1-2
 
666: ESPAÑA, RUSIA Y EL ANTICRISTO
 
 
A mi madre que acaba de fallecer
 
Antonio PARRA GALINDO
 
Prólogo
La sigla o el nombre de la bestia – el anosmia o numero innombrable que en griego idioma en el que se vertió la escritura cada número se corresponde con una letra y la suma de tres seis daba lugar a la cifra de la muerte- es un guarismo que tuvo bastante literatura. Se basa en el libro del Apocalipsis, un opúsculo difícil de entender que significa cambio o transformación, como corresponde a la exaltada imaginación de la mentalidad judía. El pueblo elegido porta la antorcha de la revolución. Muchos han creído ver en su lectura las señas  de las postrimerías. El fin del mundo seguirá al milenio igualitario y a la derrota de la bestia. ¿Estamos en los preliminares o pródromos del fin del mundo o en el quiliasmos igualitario? Tanto España como Rusia, dos naciones que sirvieron de baluarte al cristianismo a decir de los talmudistas figuran en la nómina de países que han de desaparecer. La una por Ucrania y la otra por Cataluña. España ya está destruida. Rusia padece el acoso incesante de las tinieblas.  No lo sabría exprimir aquí. Lo que sí sé es que ha comenzado la tercera guerra mundial sin que muchos se hayan apercibido y es una guerra primordialmente centrada en la información. Es la guerra de la propaganda-información. Las redes cibernéticas multiplicaron por un millón esta batalla de la comunicación que sustituye al viejo agitprop. Se derrama sangre en sitios puntuales porque la lucha es asimétrica y las esferas del éter vomitan mentiras en expansión. Es la tercera guerra mundial, la antesala del gran exterminio, del holocausto. Ha sido iniciada por los americanos. Cuando veo a Obama comparecer ante las cámaras creo ver en su frente el tatuaje del innombrable. Cameron también cuelga entre las cejas el 666 como un carnero bocho, sólo les faltan los cuernos a ambos personajes para representar a la bestia diabólica Un novelista argentino Hugo Wast lo coteja en una de sus obras más famosas, prácticamente hoy inencontrable. Con independencia de la calidad de este literato – detrás del pseudónimo de  Martínez de Zubiría se agrupan fallos pero no pocos aciertos valederos para el mundo actual- Hugo Wast pronostica la subida al solio pontificio de un argentino y el triunfo de la sinagoga sobre la iglesia, lo que será el precedente de un tiempo de nuevas persecuciones para los creyentes, y de guerras locales bajo el dominio de un poder oculto que propiciará una época funesta de caos controlado, de grandes migraciones o de presura y angustia para los que profesan la fe de Nicea. Este es el meollo de la cuestión y el vaticinio del reinado de la Bestia. Durante largos años a mí me ha preocupado este fenómeno al que he dedicado muchos tajos de mi pluma incandescente a lo largo de lustros y decenios. Desde la cúspide de mi senectud hago esta entrega donde compendio muchos artículos, cuentos y reflexiones recopilados a lo largo de los años. Me preocuparía irme de este mundo sin haber dado a la estampa estos mis solos y paliques. El 666 es el imperio de la mentira y el reto a la verdad del evangelio. Es el triunfo de la fornicación bajo los auspicios de la gran ramera. Enhebro estas reflexiones desde lo alto de la cumbre de mi Helicón desde donde medito y formulo  mis reparos al mundo de hoy sujeto a  cambios vertiginosos.
El Monte Arés en Atenas era una eminencia sagrada que dominaba la ciudad griega. Allí reinaban las nueve musas y plantaron su tienda las amazonas mitológicas. El Monte Arés al que me refiero tiene poco que ver con el círculo olímpico o el areopagita aunque para mí conserve una naturaleza sagrada. Está en el norte en una región que los romanos denominaban Betulia por ser lugar donde crecen los abedules, un árbol al que adoraban los celtas por su piel blanca y sus propiedades curativas. Dicho  collado he aquí que  es  refugio de mi vivir encalmado despertado por el chillido de las gaviotas- esos chorlitos del aire pajarracos caradriformes de mal agüero- cuando baja la marea o escuchando en la noche el silbido lastimero del búho. Las quimas del lauredal frente a la casa cobran mayor altura de año en año a medida que yo envejezco y crecen mis nietos. La escritura para mí es una fórmula de combate contra la bestia, la que acecha fuera, y la que nos hostiga dentro de nosotros mismos traspasándonos de incógnitas y desde mi helicón particular en la falda del monte Arés enhebro estas crónicas, canto estos solos, prorrumpo en mis paliques que vienen a ser un responso por la buena literatura. Se trata de hogueras fugaces y pertinaces, angarios encendidos en la costa contra la invasión que se acerca. Canto a un mundo que se está viniendo abajo con la judaización de Jerusalén, la fiscalización de nuestras vidas y nuestras conciencias a través de la red que han dejado de ser un itinerario virtual de comunicación para convertirse en  aduana de control y un servicio de vigilancia. Cada mañana un abedul adolescente me da los buenos días y me felicita por haber alcanzado el objetivo haber sido escritor y seguir siendo español sin renunciar a mis profundas convicciones de libertad en reacción contra los convencionalismo, los tópicos, las ideas mascadas. Soy un demócrata pero no se me hace la boca agua como a otros que se dicen tales y sólo piensan en la alfalfa. A finales del siglo XX se ha producido en España un regreso a los peores tiempos del siglo XIX  y por la carrera de san Jerónimo se pasea el espectro de Prim, Espartero, Riego que va camino del patíbulo (le dieron mulé en la Plaza de la Cebada) y hasta Rosita la Pastelera  viene por la Puerta de Alcalá. Trágico destino de España entre las garras de la bestia y en manos de los Borbones. Aquí la historia contradiciendo el axioma de Demócrito se repite más que la cebolla bajo la tiranía de las cien familias que se reparten juego, dominan sus cacicazgos y mangonean en sus cantones. No nos modernizamos por dentro aunque aparentemente por fuera seamos tan” modelnos”. Todo esto me ha llevado a revolver en la enjambrazón de crónicas, artículos, pensamientos, historias y sugerencias sobre aspectos poco conocidos del latir español a lo largo de casi cuatro lustros, que yo almacenaba en mi cajón de viejo periodista. Quiero darlos a la estampa. Estos escritos surgen como protesta a la verdad unilateral que nos imponen los de arriba, enhebrada por la mendacidad de un gobierno mundial que no se cohíbe en perpetrar crímenes como el de la guerra de Ucrania o de asesinar moritos en Gaza. Actos todos ellos reprobables, crímenes impunes,  que para el que suscribe constituyen un auténtico rugido de la Bestia, con sus artimañas. Se trata de un zarpazo a la ortodoxia y, viendo los informes de este conflicto un millón de desplazados la actitud mafiosa del Rey del Chocolate, Prosherenko, la crueldad de los soldados otanianos que se dicen ucranios, me acuerdo que esta guerra estaba anunciada en los protocolos de los sabios de Sión (los mundialistas no inventan nada, carecen del poder de imaginación y utilizan la mentira y la desinformación, tácticas viejas, como reclamo pues todos sabemos que querían matar a Putin en viaje de regreso de Brasil y confundiendo el avión presidencial con un malayo en el cual viajaban 298 holandeses lo abatieron pues el fuselaje y las características del aparato era casi idéntico al de Aeroflot, y luego acusan a los prorrusos separatistas los que llevan una cinta con la cruz de san Jorge en la solapa). Están demasiado asidos a la tierra. Son el cuerpo de la serpiente que se arrastra llenando los países de babas y lágrimas y escupiendo constantemente contra la cruz. Este no es el Israel santo sino el que mata a los profetas. Volviendo las espaldas al Sinaí, adoran al Becerro de Oro y están tratando de construir la nueva Babel bajo el signo de la democracia, los derechos humanos, el feminismo radical, el tribadismo, la execración de lo más sagrado, la violencia de género, las migraciones masivas, y, en una palabra, el miedo Quieren un mundo global políticamente correcto, gobernado por la incultura y el terror. La nueva Babilonia porta en su altanera frente la marca del 666.
Hoy día de san Fermín de 2014 lanzo de nuevo este libro a los tórculos. Entre las garras de la bestia es el compendio de la labor de muchos años. Es miscelánea de crónicas, artículos y reflexiones en las que estampo mis temores sobre el porvenir de España como nación. Ciertamente estamos bajo las garras de unas fuerzas ocultas que nos manipulan, nos engañan, nos irritan, nos confunden y nos humillan al albur de un sistema político con nombre tan gaseoso como democracia y que en realidad es un régimen de tiranía a escala global inexorable e impenetrable. Un escriturista por todos los signos que se aprecian alrededor nuestro a este sistema que descabala todos los principios, leyes, seguridades y estamentos con el que el mundo ha venido funcionando los llamaría el reinado del anticristo. Hasta en las fechas de caducidad de algunos productos que compramos y en el código de barras de los artículos viene estampillado el 666. Al Apocalipsis sucederá la Segunda Venida y eso es un signo de esperanza. He aquí una de las razones por las que me he decidido a dar a la estampa estas reflexiones en defensa de la cultura española denunciando sobre todo las manipulaciones con que las logias masónicas, más fuertes que nunca, tratan coaccionar a la Iglesia  como consecuencia de la sustitución de la teología del holocausto por la de la Encarnación. ¿El Papa argentino está entre sus garras? ¿Es un falso profeta? ¿Es uno de ellos? Las fuerzas oscuras, los lacayos de Satanás mandan en el mundo. Se han propuesto borrar de la faz de la tierra todo aquello que suene a cristianismo, a catolicidad, a esperanza sustituyéndolo por el odio, el ateismo y la desesperación.  Entonces la pregunta es si el pueblo de Dios se ha convertido por el gatuperio demócrata en el pueblo del diablo. Como en el asunto Dreyfuss “yo acuso”. Estas crónicas al desgaire desde mi Helicón llevan una intención de denuncia caiga el que caiga. Y la lucha contra los heraldos de la mentira es mi objetivo. Quizás nos aguarden fechas trágicas pero no hemos de tirar la toalla. Habrá que perseverar y persistir en la demanda. La gracia divina fluye latente cual raudal salvífico debajo de las cloacas. Por lo menos, en esa providencia se afirma mi esperanza
 
 
 
I
 
              CORNELIO EL CENTURIÓN DEL GÓLGOTA
 
Cuento de Semana Santa
 
 
Cunctanter. Despacio. Easy, easy, dijo el Centurión Cornelio. Nunca le habíamos visto a aquel rudo soldado tan excitado. Estaba hecho un flan como todos y es que el servicio aquella tarde en el Gólgota se las traía. Algo extraño e inexplicable estaba ocurriendo en nuestra unidad que íbamos todos de cabeza como resortes movidos por la fuerza del sino. Representábamos un papel. Cumplimentábamos un designio. El poder de Roma se supeditaba a las coacciones de un sanedrín y de un tribunal ilegal que iba a dictar sentencia de muerte mediante testigos falsos. Yo fui conteste de cargo y lo que voy a relatar – que la cera de este palimpsesto no se derrita jamás y que sobre las tablillas de mi encerado remanezca por los siglos de los siglos- fueron hechos verídicos. Contaré lo que aquella tarde del Día de Venus en los idus de abril ocurrió en aquel cotarro a las afueras de la Ciudad de la Paz.
Uy. ¡Qué ironía! Bélica debiera llamarse porque fue erigida como tributo a Marte y todas las tribus y todas las etnias pugnaron por ella opugnando sus muros y enfrentando sus clades unas contra otras con gran efusión de sangre. ¿Se puede cometer homicidio en nombre de la deidad? Éramos conscientes de estar siendo espectadores de un momento deshonroso para la humanidad y a la veces sublime. Maldita sea mi sombra. Hubiera preferido pelear con los partos o estar aquella tarde en el Hades. O con  los tracios o los griegos de Macedonia que entregaban como botín de guerra al vencedor vírgenes arrastrapeplos de increíble belleza y de bien ceñidas cinturas. El amor es el premio y el descanso del  guerrero, su más codiciado exuvium. Es por lo que se pelea y por lo que se emigra. Sin embargo, en Jerusalén no había tales bicocas. Las judías se depilaban las cejas y cubrían su rostro con un griñón, insultaban a los romanos y algunas utilizaban sus encantos femeninos con instintos homicidas. Muchos de los nuestros perecieron cuando se encerraron solos con alguna hebrea, como Judith en la tienda  de Olofernes. Y en el primer sueño les degollaban al grito de muerte a los romanos. Amargo es el pan de esta tierra y el ambiente es hostil. Añoro los huertos y riberas de mi Hispania natal. Envidiaba a  Cuneas nuestro portaestandarte que tenía rebajado el servicio por no sé qué historia de haber descabezado a un rabí que le estaba tirando los tejos a su hetaira Pompea. Lo metieron en los calabozos del destacamento y a lo mejor acaban de remate por crucificarlo. No se hará tal cosa con un cives romanus que defiende el lábaro imperial de nuestro Cesar pero los tiempos están cambiando tanto en esta Palestina de nuestros pecados donde manda la política en la cual los judíos siendo tan arteros porfiados y ladinos son casi invencibles. No hay quien pueda con ellos. Nunca se avienen a razones. Son implacables y duros de cerviz. No temen a nadie ni a nada y el filo de nuestra espada contra ellos resulta cosa inane. Así que ya digo. Quizás estas razones de las que pongo al lector en preliminares sirven a lo mejor de antecedentes para esclarecer un poco nuestra situación después de una noche como la que pasamos desde la prima vigilia hasta cantar los gallos en el pretorio para destetar hijos de puta idas y venidas los prohombres de la decapolis y los funcionarios del gobierno provisional y las autoridades religiosas que para colmo dicen llamarse pontífices y sacerdotes de los sumos sacerdotes ¡qué lío vaya una marabunta! Esta fue una noche en la que escuchamos exclamar al Inocente mientras sudaba sangre en el huerto tristis est anima mea usque ad mortem y de mucho jaleo. La plebe estaba enfurecida y como sin control. Querían condenarle a muerte. ¿Qué mal ha hecho? Un romano no entiende los recovecos mentales que exhiben a toda hora estos legalistas jurisprudentes avezados al escrutinio de la letra muerta y se jactan de mantener un conocimiento impermeables de la ley por la ley. Una iota de la escritura no se podrá cambiar sin que perezca el mundo. ¡Pues apañados vamos! Nos exasperan nos confunden a los romanos. Son el poder invisible. Vas a pegar un tajo a la cabeza de uno que crees enemigo del Cesar y ya no está. Se ha difuminado. Se esconden bajo las piedras, se ríen. Risa y llanto de Israel. Carcajadas que resuenan en la tumba vacía. Lóbregas miradas detrás de los ajimeces de la calle desierta. En esta provincia he temido las emboscadas como en ningún otro lugar de la tierra. Son expertos en la guerra de guerrillas y en los actos terroristas. La tropa anda y no es extraño con la moral  vencida. Pues vamos camino del monte de las calaveras un lugar horrible un osario u hoyo Castrillo como el que existe en la oppidum de la cual provengo allá en la Tarraconense de la Hispania. Me dicen el Iacetanus a cuenta de la ciudad donde vi la luz: Iacta o Jaca. Pues bien allá hay un lugar a la salida de la Porta Cavea donde dejan a merced de los buitres y las águilas los cadáveres de los animales muertos y de aquellos ladrones, violadores asesinos, mala gente condenada por los magistrados a perecer sin sepultura, pues este Gólgota es eso y acaso peor que el Podium Castellun de la localidad de Jaca. Da un poco de miedo pasar por este lugar por cuya cima planean las carroñeras y los cuervos hacen ronda, huele mal y hay mucha basura en las laderas. Es el peor lugar para estirar la pata. Un sitio impuro para un romano donde se teme a unos dioses familiares de los que se ríen siempre los hebreos y a cuenta de ese odio que sienten hacia lo que ellos consideran idólatras se ríen de nosotros y no desperdician ocasión para mentalmente arrinconarnos mediante engaños y por virtud de sus artes secretas. Hasta no nos consideran personas ni hombres sino animales.  Somos paganos depravados. Sombras. Un orgullo de casta sienten que les vuelve del mayor de los fanatismos pues la verdad sea dicha no conozco gente más fanática ni testaruda tampoco más envidiosa.  Pues envidian a los griegos a los que imitan en sus costumbres y en su alta calidad intelectiva pero a los que luego tildan de borrachos y de maricones dada la inclinación de sus filósofos al amor de los efebos. Los partos y los medos y los mismos germanos no tienen el corazón tan duro como muestran estos señores de horca y cuchillo, que se autoproclaman elegidos de Yahvé con la ley en la mano, a los que el Inocente llamaba sepulcros blanqueados y razas de víbora. No se calló un pelín y por eso lo elevaron al palo. Una venganza sistemática calculada fría sin precipitación puro cálculo y con toda la alevosía de la cual es capaz el ser humano. Cunctancter… Cunctanter decía nuestro capitán por decir algo. Es un británico de casi dos metros  de estatura pero yo le he visto hoy medroso. Tiene el pelo rojizo y por debajo del penacho del morrión de su galea de plumas de gallo y de cerdas de alazán rojizo horribili visu que infunde pavor al enemigo cuando avistan nuestras turmas empenachadas le asoma un cogote lleno de pecas y el miedo a las fuerzas oscuras ese espanto irracional hacia las cosas invisibles e inexplicables ya que tiene de frente a un enemigo muy superior a los peanes y los coribantes que conoce las normas secretas del mundo más allá de los astros. El miedo es una palabra que no se escribe en idioma de un legionario romano. Hoy no era aquel hombre que vimos en la entrada de Lutetia hace una par de años o en Numancia. Todo el vexilum rindiendo culto a su prócer estatura. Las escamas de su loriga de oro relucían bajo el sol de Hispania rodeado por una cohorte de pretorianos nubios y de esclavos que arrastraban el peplo y de las mujercillas que traía su cohorte  detrás de los lictores con el hacha y las fasces y el orgullo de ser romano como exuvium o botín de guerra acogidas a la sombra de su lacerna y anhelando la protección de su gladium a los sones triunfales de la tuba y del cornu buccinum. Hasta en las cáligas trae nuestro Centurión polvo glorioso de todas las conquistas. No me lo puedo creer. Parece obra de brujos o la quemazón de un coruscante rayo que cae súpito en la seca tormenta. Yo soy su decurión y tengo a mi cargo el control de los manípulos del ala izquierda. En mi cohorte hay hastati o lanceros y triarii o de la reserva. La vida es milicia, batallar constante. El honor de Roma lo llevo esculpido en el pecho desde que juré fidelidad al emperador me humillé ante las torques y esparcí la sangre del vítulo con la que bautizó el sacerdote de Júpiter mi cataphracta. Es el ardor de mi brazo. Es el fulgor de mi espada. Fidelidad a Cesar hasta la muerte y lealtad a mi centurión Britanicus. Así le llaman pues viene de Eboracum ciudad al otro lado de las Galias donde se encuentra el vallum o empalizada más al norte cerca de las tierras de los picti   que en verano ven sol a medianoche. Allí en una de las campañas de nuestros tribunos fue hecho prisionero con sólo catorce años por los nuestros cuando Cesar hizo la guerra domu militiaeque por mar y por tierra y nuestras classes (tropa) atravesando la Támesa en persecución de silures, trinobantes y dumnoni del trans fretum gallicum a cuya estirpe pertenecía dirigiéndose hacia el Ousium en las márgenes de Eboracum. De primeras bajo la jurisdicción del aquilífero que lo llevó a Roma como esclavo. En la Ciudad Eterna se hizo notable por su fuerza y peleó en el circo como hoplomachus gladiador  ante el cossesum o admiración de la plebe que quedó maravillada de sus enormes fuerzas y de la bella disposición de las partes de su cuerpo. Su fama de forzudo llegó a equipararse con la de Urdus y otros espaderos de fama que se midió las tarabillas con un toro de Etruria y lo dobló la testuz  en desigual esgrima de hombre contra minotauro estrangulándolo haciendo fuerza desde el morrillo a la cabeza. Portentosas vires las suyas. Como cosa jamás vista o de designio de los dioses el propio Augusto que presenciaba la lucha mando traerlo ante su imperial presencia. Quedas libre, Britanicus. Las más hermosas matronas le dispersaron su benevolencia y suspiraban por su intimidad. De la misma emperatriz fue fámulo. Pídeme lo que quieras y te lo concederé. Sumo señor dominador yo solo quiero servirte, dijo el esclavo. Entra pues en mi ejército. Manda a mis hombres y que te asciendan a centurión. Fue así como fue manumitido aquel joven de Eboraco y dejó la gleba. Para devenir en mílite que ganó territorio para el emperador. La crista de su galea flameó por todos los rincones de las provincias desde el río Ibero hasta el Rin. Se distinguió sobre todo en el asalto a plazas fuertes y en las escaramuzas de las ciudades de los germanos y de los helvéticos. Primero fue signífero y después aquilífero. Alférez de Roma no lo hubo mejor marchando siempre en las vanguardias sin temor a los dardos hostiles a la sed y a la nieve a los malos vientos y a los hielos  las noches de guarnición. Conoció todas las castrametaciones de la tarraconense y la Gallia. Estuvo en Panonia y en el Ponto como portador de las águilas del imperio y de los símbolos de la victoria de nuestra legión. La nuestra es la famosa Legio VII también conocida como la victrix porque en verdad nunca hemos conocido derrota. Bajó las enseñas insignes de las otras legiones famosas la Macedonia y la Coadiuvatrix  hizo  la guerra a los bárbaros en sus hombros toda la fuerza del Lacio y en sus pies toda la ligereza de Aquiles alado. Ganó fama de concursator duro en las marchas e inagotable calcando con sus pasos todas las piedras miliares de las vías del imperio. En nuestra hoja de servicios figuran las empresas contra los astures, vacceos, arévacos, autrigones y las salvajes tribus de los bárbaros más al norte. Primero en las Galias y en Britania. Más tarde en Helvetia y por fin peinamos las márgenes del Danubio desde Panonia a la Dacia. Ahora Palestina que ha sido para nosotros la campaña más difícil de  nuestra carrera militar. Muchos de los muertos han perdido aquí la vida. Gracias a la dureza del terreno y a las intrigas del enemigo que es un experto en la guerra psicológica nuestras filas están siendo diezmadas por la deserción. El terror anímico aterriza sobre nuestras empalizadas. Aparte de eso, Jerusalén me parece el destacamento más aburrido que conozco. Demasiados predicadores. Muchas preocupaciones por las cosas divinas pero aquí los hombres y las mujeres les importan  poco. Se utiliza a dios como arma de agresión. Se barajan excesivos pensamientos abstractos y los filósofos y teólogos me parecen iluminados y la gente intolerante, orgullosa, hipócrita y desalmada y a veces un poco irreverente con el ágora ateniense donde no se toman en serio a los dioses incluso tienen un templo dedicado a la deidad nombrada y se hacen grandes juergas y banquetes. Recordaba su visita al Olimpo en tierras de Tesalia donde un dios tirado por un carro en que una cuadrilla de tigres iba al freno se reía de las intemperancias de los mortales. Zeus era un dios con rostro bímano que tenía en su poseer las mismas virtudes y defectos agrandados del resto de los mortales. Aquí, no. Los rabinos se lavan quinientas veces al día pero ello no impide la suciedad interior. Me parece que por dentro utilizan poco el pomo de jabón. Hay una mugre que le preocupa a un romano, a ellos no, y es la mugre de las almas. En Jerusalén las tabernas (cauponae) están prohibidas a la luz del día lo mismo que los burdeles pero no he visto una ciudad con tantos lupanares ocultos bajo el brillo de la luna y los sórdidos rincones extramuros. Las hetairas dominan la vida de la ciudad y esa es una de las acusaciones que se han formulado contra el Inocente que andaba de acá para allá en compañía de recaudadores extranjeros de gentecilla de poco fuste y sobre todo de mujeres. Esto último no me extraña pues algunas de mis amigas me han confesado que no hay otro hombre más bello en toda Palestina como ese que dicen el Nazareno. Es bello como un griego. Alto rubio de barba bellida y cabellos bien poblados ojos de mirar perfecto un hijo enviado de los dioses tan elocuente en sus palabras como en sus silencios. En mi manipulo se ha hablado mucho de él y es discutido pero todos lo conocen desde los tribunos hasta el último recluta. ¿Por qué quieren matar al Basileus? Porque se creía hijo de Adonai; una blasfemia para los oídos de los celosos de la ley. Pero esa no es razón. ¡El dinero! Valiente razón entre judíos. No diré las dudas que me asaltan a lo largo de este relato. Los concursatores o tropa de infantería han seguido a ese hombre en sus predicaciones por Galilea y han tramado de ocultis el ingreso en su sinagoga. Al principio creíamos que era una sinrazón de la gentecilla. Un vélite como yo, adscrito a la caballería  imperial, no tenía por qué mezclarse en las disquisiciones de la chusma. Tengo autoridad y puedo decir a uno de los hombres de mi batallón ve y va pero el Basileo utiliza otras razones que no son de aquí. Pienso que pertenece a un grado de hombres superiores. No le entendíamos nosotros cuando dijo que no vino a traer la paz sino la guerra pero otra clase de guerra.
¿Hablar de guerras a un romano? Estamos cansados de batallar. Es nuestro oficio asaltar villas, talar campos y escalar muros. En mi tierra hispana aprendí a manejar las cajas de guerra (la brigola el musculus de la zapa y el onager) pues los iberos pasan por ser gente aguerrida. Nuestros arietes han taladrado mil puertas  y bajo nuestras lanzas cayeron por tierra muchos adarves porque en nuestra centuria nunca se oyó hablar de muros inexpugnables ni cerco que no pudiera ser destruido, a no ser por los equus troianus. Sus palabras sobre amar a los enemigos nos han dejado sin argumentos.
Metido en un carro de guerra participé en la toma de Iliturgis. Pasamos a la ciudad a cuchillo sin respetar a mujeres niños o ancianos y en Numancia vimos inmolarse a sus moradores. Diez legiones (cuarenta mil hombres) tardaron tres años en reducir a una población de tres mil moradores. He matado a cientos. La crueldad es nuestra compañera de viaje e incluso en las casas de Roma vi cómo las damas portan consigo un punzón afilado para picar en las carnes de sus esclavas cuando éstas no les eran obedientes. No me apiado pero no me acostumbro a ver morir a un hombre aunque sea mi enemigo.  Es la ley. Que perezca el hostis  para que Roma siempre viva. Una de nuestras diosas nacionales es la cruel Bellona la de los múltiples brazos que ampara a los valientes y ahoga a los cobardes con sus múltiples anillas. Sin embargo no he sentido tanto miedo a las deidades como en esta madrugada cuando llovía con fuerza sobre las losas del pretorio y caían truenos y relámpagos. Para colmo uno de nuestros flámines actuando como intercesor o capellán ante los dioses al destripar las entrañas de un cuervo las pasadas calendas vio augurios desagradables y un mulo de nuestros acemileros montó a una yegua sin aparear y la dejó preñada. Nació un híbrido monstruoso que nos hizo temblar de miedo. Van a pasar cosas. Ya están pasando. Los astros no engañan y el que padree un garañón nacido de burra y caballo se interpreta como el más ominoso de los presagios. Maldigo la hora en que nuestra VII marchó a la Siria a aplastar la revuelta contra Cesar. Pues hace poco en una escaramuza un dardo  me alcanzó el calcañar y me ha dejado el pie yerto. Querían licenciarme pero yo me he negado. Eso equivaldría a la miseria y a la mendicidad. Me estoy curando las heridas con unas yerbas en  una receta que me dio un soldado que había ido a consultar a la pitonisa de Cumas para un caso semejante. Cojeo sensiblemente. Eso me preocupa pero yo no puedo renunciar a mi stipendium ni a mi soldada con la que mantengo a mi mujer Prímula y a mis tres hijos Venancio, Claudia y Corvinus que habitan en Bibilis. Seguiré sirviendo al Cesar. Él es mi jefe, mi guía, mi dux y mi deus.  Si salgo de ésta con vida, pienso peregrinar a Delfos y me prosternaré ante la imagen de Afrodita en acción de gracias. Zeus sea loado. Por lo demás, creo que mi centurión me protege. Cree que soy uno de sus mejores soldados. Durante la convalecencia estuve al frente de una patrulla de funditores (honderos) baleáricos encargados de hostigar con sus tiracantos a las patrullas rebeldes que infectaban las montañas de Judea. Eran grupos de fundamentalistas religiosos a los que denominaban esenios y que formaba una secta que anunciaba la inmediata llegada del Mesías que habría de libertar a Israel. Eran hostiles a Roma y muchos de sus cabecillas perecerían en el palo de la ignominia.
Jacetanus llevaba algo así como año y medio en el regimiento que el centurión Cornelius comandaba y añoraba otra clase de pelea a campo abierto como las que sostuvo en las Galias o en las somnolientas guarniciones de Hispania o las estepas de las campañas en el reino de la noche y el hielo contra los escitas al otro lado del Ponto. Aquella campaña de Israel era sórdida y extenuante. Muchos de los hombres estaban desmoralizados. La guerra contra los judíos tenía un carácter brutal y psicológico. Atacaban por la espalda. Por otro lado presentía que como enemigo de Roma el pueblo judío era el peor que habían tenido en el Lacio y daba prácticamente la desigual lucha por perdida. Las legiones y al cabo de más de una generación quedaría demostrado tendrían las armas y la fuerza pero la voluntad de vencer pertenecía a Israel. En el momento al que se circunscriben estos acontecimientos la provincia de Palestina que comandaban Herodes el Tetrarca y el pretor Poncio Pilatos de Lusitania estaban pasando por un momento delicado a causa de la conmoción social política y religiosa por la inminente llegada del mesías. 
La paz augusta había desencadenado un movimiento de tregua (indutia) pero dicha tregua era también insegura y la cosa estaba muy revuelta con el reparto de competencias, las sospechas, los recelos y los anuncios de la venida de un verdadero rey de Israel que rescataría a las trece tribus del yugo romano. Muchos de aquellos encuentros acababan en las horcas caudinas cuando Augusto imponía su férula y ley.
Cornelio aquel mediodía estaba de un humor de perros. No entendía nada. No entiendo nada. Cunctancter, cunctancter. Iba de acá para allá como un sonámbulo. Se les había  pasado aviso desde el pretorio al destacamento para desempeñar una misión que detesta todo legionario romano que se precie: la administración del tormento. Se trataba de un castigo in ápice; primero, una flagelación, luego, escarnio y por ultimo la crucifixión en el Gólgota. El reo un tal Jesús al que fue a escuchar al desierto cuando estuvo franco de servicio no se parecía a ninguno de aquellos facinerosos tan abundantes en la Decapolis. No era un faccioso ni un conspirador esenio.
Pese a la herida en el calcañar, aun daba espuela a los caballos de Panonia con la solercia y habilidad de los desultores dacios. Picaba su alazán engualdrapado a la manera de los pretores y cabalgaba por la provincia patrullando la frontera con Persia e Irania. Hasta Petra llegaron las alas de la caballería que mandaba Jacetanus en sus cabalgadas. Allí adoraban las enormes espeluncas calcáreas y ofrecían incienso a los dioses. No se agotó la llama y se quemó la resina de un golpe por lo que los sacerdotes que oficiaban aquellos sacrificios lo tuvieron por una funesto omen
-Algo va a ocurrir. La muerte del Justo traerá la ruina de Roma,- dijo un agorero con las barbas en forma de boca de hacha.
Jacetanus aunque respetuoso con estas cuestiones de la religión no era muy dado a fantasmas ni a predicciones de desgracias pensando que en la vida todas ellas vienen por su cauce y que no somos nada. Sin menoscabo de un hecho cierto: se hallaba el imperio en un tiempo de crisis que acarrearía la resaca de un mar turbulento sobre las costas del Lacio, después del repliegue de los destacamentos en Arabia que ordenó el emperador Adriano. Llevaba año y medio en aquella avanzadilla a las afueras de Jerusalén, contemplando  durante las guardias sus atardeceres prodigiosos. El horizonte jerosolimitano que contemplaba desde su garita era árido un camino de piedra flaqueado de cipreses por el que bajaban los entierros hacia el Valle Hebrón. Se escuchaba llorar a las plañideras y los rabinos se daban de cabezadas contra los sillares del muro de los Lamentos.
Jerusalén por su nombre quiere decir dos cosas: hieros,  santidad, y shalán (paz). Pero de paz tiene poco y en cuanto a la santidad no creo que exista otro lugar más lúgubre y funerario...
Le parecía al legionario hispánico que el lugar era un sitio maldito y que el arca de la alianza no guardaba los santos preceptos como decían los rabinos sino un código misterioso sobre la preeminencia diabólica en las cosas del mundo. El rosa de los rayos declinantes de poniente besaba la punta de los cirros y las murallas se teñían de un color ocre que contrastaba con el brillante diamante de las cúpulas del templo de Salomón. Esto es una guerra sucia. La política se entremezcla con la religión. Le parecían los judíos gente arrogante e intratable. El pueblo hebreo quizás fuera el más orgulloso de la tierra también el más levantisco e indomeñable. Ahora estamos en tiempo de tregua (indutia) pero la provincia anda revuelta: disquisiciones sobre la llegada del Mesías, orden de prioridades, exenciones, prerrogativas, bulas gentilicias. Dicen que va a llegar el libertador de Israel que les liberara del yugo romano. Por eso comprendo la ira de Cornelio. No da abasto. No vislumbramos nada. Nadie nos explica que esta pasando. Nos llamaron del pretorio para hacer un servicio desagradable. Primero una flagelación con verbera  y sayones, escupitajos, blasfemias y todo y más tarde y camino del oscurecer una crucifixión en lo alto del monte. El reo un tal Jesús al que muchos conocían pues habían ido a escucharle al desierto. Yo recuerdo su mirada dulce, su sonrisa tierna y su aspecto prócer. Cuando me tocó una vez  sobre el hombro quedé libre de mi cojera. Pero más que de los males físicos le he de agradecer que me alejara de las enfermedades del alma en particular de la melancolía que vengo padeciendo. Siento añoranza de mi tierra oscense allá en las riberas del Ebro con sus campos de cerezos, piescales y rosales silvestres (cornata) que rodean en espléndidos y surtidos valles los muros de mi Jacta  natal. Entiendo porque la cólera del jefe. Me pareció ver asimismo la cólera del dios en estos instantes. Las palabrotas de grueso calibre y los juramentos le salían hasta por el penacho de su galea. Se ha infligido la ley romana. Se ha pisoteado el derecho. Ese orgullo que siente todo cives romanus ha quedado conculcado. Para los judíos no hay leyes. Ellos son la ley
-Los judíos se ríen den nosotros, Manlio.
Sus palabras sonaron rotundas y airadas derramándose con eco cruel sobre las baldosas del gazofilacio. Entrábamos entonces los de relevo a hacer guardia en el pretorio. El pretor había pedido refuerzos y los del sanedrín estaban en pie de guerra a causa  de no sé qué, de ciertos dichos o ciertos hechos del inculpado que dice llamarse enviado de Israel. Pedían su muerte a gritos por las calles de la ciudad. ¡Cuan ingrato tornadizo y frágil de memoria es el vulgo! Antes de anteayer se despojaban del manto para alfombrar el camino ad portas de Jesús que entraba en la ciudad a la grupa de un pollino.
-Reo es de muerte.
-¿Qué pecado hizo? ¿Qué crimen ha cometido?
-Se hizo a sí mismo hijo de Yahvé
También el cónsul de Roma estaba visiblemente contrariado. Su  toga y su capa pretexta no quedarían indemnes al cabo de aquel proceso, tampoco su cabeza...
-Pon un centinela en cada flanco, Manlio.
Hice como me pedía mi centurión. El lithostros era un mar de gente. Muchos forasteros barzoneaban por el enlosado con poco que hacer y sin saber cómo pasar el tiempo de un día festivo. Había noctámbulos y los habituales peregrinos que preferían merodear por las calles hasta ser de día por no haber encontrado alojamiento. Otros eran gentes sencillas a los que las nuevas del tumulto habían sacado de sus casas y estaban a la expectativa de lo que pudiera pasar.  La población flotante era numerosa por motivos de la pascua. Acababan de cerrar algunos de los poco chigres (cauponae) existentes dentro del recinto sagrado y allí se agrupaba una multitud variopinta de alquilonas cananeas a la caza de algún ultimo cliente, algún peregrino sin posada o de algún milite de permiso. Cruzaban las calles vagabundas con harta soledad y mucho frío en el cuerpo huyendo del relente de las noches del mes de Nissan en puertas de la primavera pero cuando todavía hace frío en Jerusalén e incluso hiela. No faltaban las fregatrices y las señoras de la limpieza y merdellonas solicitas que gustan de hacer corrillos intempestivos con los soldados y dicen frases y largan risas. A cambio de sus ocurrencias estas les lavan la ropa gratis a las legiones o les tienen la impedimenta y les llevan al cuartel sopa caliente. Fue la noche entera un azacaneo de noticias y despachos de truchimanes y de correveidiles. Los judíos se ríen y avergüenzan de los romanos que comemos con los dedos y no nos purificamos o lavamos las manos antes y después de cualquier refección. Me llamó la atención en medio de las befas la insolencia de una de las Maritornes que le hizo sacar los colores a un pobre hombre con aspecto de palurdo que se calentaba ad prunas en una hoguera que habían encendido en el patio y que debía de ser amigo del hombre que juzgaban:
-Tú debes de ser de su cuadrilla. Hablas con acento galileo.
Los galileos se expresan con un retintín especial. Es un deje algo paleta que exaspera o causa risa a los jerosolimitanos castizos que se consideran hijos de David porque menudos son ellos.
-No me vengas con tonterías. Yo soy de aquí aunque fui pescador en el mar Tirreno.
-No te creo- dijo la fregatriz
El hombre tenía el pelo rizoso y era corpulento. Su aspecto era el de un pescador a juzgar por las manos encallecidas. Parecía acobardado pese a su prestancia física ante las preguntas capciosas de la fémina.
-Pues las cosas como son. Tú andabas con ese. Me lo ha dicho una compañera que es de por ahí de donde tú y te conoce.
-No sé lo que me dices, mujer.
El intruso, presa entonces de un repentino temor,  llevándose la mano al puñal, oculto bajo su gramalla, abandonó  el porche. Oímos cantar el gallo por segunda vez y a la tercera, cuando entonaron sus gritos alectorios los mastos de todos los corrales de Jerusalén, el buen galileo al que dicen Cefas salió del recinto llorando. Era  ya la  vigilia tercera...
-Vaya una noche para destetar hijos de puta – le escuche decir a un veterano de la guerra de las Galias arropándose como podía las orejas echándose el capote de piel de tigre sobre la cabeza. Era el gálico Adrianes uno de mis hombres más fieles.  También estaba triste.  Longinos su compañero de terna junto con Maudilius tampoco hablaban. Estaba de plantón a la salida de la escalinata paseando la guardia y andando sin descanso y amenazando al mundo con su lanza. Como hacia frío, tenia subido el borde del capote o paludamentum hasta casi las orejas que le resguardaba del relente de la amanecida. Las plumas de su penacho que eran el orgullo del destacamento por el contrario ahora algo cresticaidas parecían, advirtiendo la pena y turbación de los equites. La madrugada no podía ser más melancólica y allí todos parecíamos desterrados. Y un destierro sagrado era el nuestro, cunctancter. Cunctancter. Así, easy, vayamos paso. Cruzó el cielo de aquella madrugada de viernes de abril una golondrina. También parecía acongojada. Los pájaros en señal de de duelo cesaron en su canto. Roma hace justicia pero nunca asesina.
 
Se cruzaban apuestas sobre quien habría de ir, se retorcían los argumentos con esa habilidad típica que tienen los talmudistas para hacer de la necesidad virtud para que las buenas intenciones se conviertan en malas obras y para que el agua se transforme en vino. Vi al centurión por un momentito. Llevaba en el peto incrustado los exvotos del dios con sus agradecimientos y los exuvium o trofeos conquistados al enemigo. Eran el testimonio de todas las campañas en las que había participado: una cabeza de Isis de oro macizo, el prendedor de una matrona dálmata y un flavelo en miniatura  que le había regalado una etiope. Es fuerza confesar que nuestro centurión poseía un cierto ascendiente con las mujeres. Colgaban también de una cadena que  al cuello dos figurillas de Castor y Pólux las deidades a las cuales la milicia ecuestre se encomendaba antes de arrostrar la lucha. Decía que tales fetiches le daban suerte, lo que no dudo pero estaba seguro que en aquel día en que amaneció Júpiter, el mas inicuo de las historias del mundo, íbamos a necesitarla pues estaba ocurriendo algo muy gordo. ¿Era el principio del fin del imperio? Ante la fuerza de los hados nos sentíamos inermes, de antemano derrotados. Las fibras del destino nos eran contrarias y debajo de la columna rostral del Arco Mayor romano unos desalmados se habían puesto a jugar a los dados. El sonido cual sistro siniestro del cubileteo de las fichas dentro del capacete de la fortuna donde se movían ciertos números con las papeletas del devenir hacia temblar los cimientos del Capitolio. La loba capitolina daba siniestros gritos de dolor. La leche con la que amamantaba a los dos mielgos veneno volviose. A las ninfas del cantón siempre les hemos atraído los soldados no sé por que. Entonces fue cuando se acerco a mi una tal Miriam que había visto hacer la carrera por toda la Decapolis y me espeto de antuvión:
-Seguro que no eres partidario ni de los unos ni de los otros. No eres ni griego ni galileo ni tirio ni troyano. Todo esto que esta pasando te la debe de traer floja y lo más probable que no entiendas nada de política. Vámonos a echar un polvo ¿Subimos un ratito?
La reina me ofrecía sus favores con ese desparpajo de las meretrices hebreas tan agresivas como procaces con que acaparan, funestísimas, a sus clientes.
-Mira, prenda, hoy Marte no puede ser cariñoso con Venus- le dije temiendo una celada. Muchos compañeros de la brigada habían sucumbido al ser seducidos por estas tusonas encerronas al servicio de la guerrilla tan abundantes en Palestina
Livius Jacetanus conocía a aquella mujer pública de verla por las calles de Ramala. Su nombre era Noemí y hacia honor a su titulo que quiere decir hermosa. Creo que había trabajado como bayadera en el cuerpo de baile de Herodías. Era amiga de María de Magdala y tenia su mejor clientela entre el clero y los pontífices (¡oh como detesto esta palabra tan altisonante de pontífice después de haber visto pedir con tanto denuedo a Caifás el santurrón fariseo la cabeza del Inocente, pontífice o artífice de puentes entre dios y la tierra!) pero Noemí había terminado ejerciendo su oficio por las esquinas y garlitos de mala muerte de la ciudad santa. Entonces se escucharon pasos y grita de gente que se acercaba. Oí la voz de Britanicus autoritaria. A mí la guardia. Desenvainamos la poderosa de las estocadas. Echamos fuera del recinto a las putas y a los mirones que huyeron presas del pavor ante el filo de nuestras espadas y el fulgor de las lanzas. Yo estaba enojado y me entraron ganas de hacer correr a gorrazos a alguna de aquellas rameras. Nunca me ha apetecido maltratar a mujer alguna pero, vistas las circunstancias, hubiese descargado mi ira contra lo primero que  pillara como en aquella ciudad de la Bética donde pasamos a cuchillo a los ancianos las mujeres y los niños a causa de la dura resistencia que encontramos entre los defensores. Un romano no asesina solo cumple órdenes pero existe un cierto placer morboso en ver correr la sangre y sentir enervamiento de los gritos los aullidos y blasfemias que acompañan a toda carnecería. Hay un punto en que el ser humano deja de ser racional para convertirse en bestia y para demostrarlo basta con haber sido testigo de la toma de cualquier ciudad extranjera por alguna de nuestras legiones una vez traspasados sus muros y terebradas  con el rezón  o el ariete  algunas de sus puertas. Ello forma parte de la belleza de la guerra. Es lo que llamaban los antiguos los dos valores. Formido proelorum (el miedo y el pánico) que se entrevera contra la formositas o virilidad del combate. A decir verdad y si nos hubiéramos dejado llevar de la furia hubiéramos dispersado a aquella  chusma que entró a prender en el huerto de los olivos al Inocente con palos y con fustas cuando solo un par de días antes alfombraban su paso por las calles de Jerusalén con sus mismos mantos. ¡Qué voluble y tornadiza es la masa! ¡Cuán manipulable! En esto, bajo el dintel de la puerta principal de la fachada de palacio aparece el buen Jesús. La puerta se inunda de una luz radiante, cósmica, y de un aura de belleza y de quietud. La belleza y la gran serenidad adornaban aquel rostro de varón. Miraba de frente y no parecía aturdido ni daba muestras de ira ni arrepentimiento. Los del sanedrín, por el contrario, mantenían la mirada baja. Jesús paseaba sus ojos con gesto de señorío por el recinto en medio del más profundo de los silencios como si buscara a alguien. Su mirada se cruzo con la de Cefas y entonces el Inocente sonrió. El apóstol huye embargado por la tristeza los ojos arrasados en lágrimas. Se había cumplido su promesa. Pedro había estado presenciando aquellas escenas de ludibrio y de juerga desde una esquina. Antes de que el gallo cante por tercera vez tú me habrás negado tres. Ciertamente, el cielo y las estrellas pasarían pero sus palabras no pasaran. La profecía que había formulado el Maestro horas antes, en la infausta noche del prendimiento, acababa de realizarse. Jesús era un hombre de gran porte. No parecía un judío sino un griego, de miembros vigorosos y atléticos, la barba rubia y partida en dos. Sus cabellos de estopa eran muy densos. Lo que más maravillaba en su rostro era el poderío de su mirada, la elegancia de aquellas manos que por doquier iban haciendo el bien, dedos hechos para sanar y para bendecir y unos pies elásticos muy cuidados que habían encauzado los pasos siempre por las rutas del bien. La frente tenía distinción, y su continente era asimismo majestuoso. Y toda la cabeza parecía haber salido del buril de Praxíteles. El cristo ungido no podría ser de otra manera sino la cifra y el compendio del canon de las perfecciones. Una vez que nuestra nave oneraria naufrago y hubimos de alcanzar a nado la ribera del Pireo recuerdo que aproveche aquel tiempo para darle gracias a los dioses por estar vivo. Fui al ágora a escuchar a los filósofos y ascendí al Partenón. Allí prendió en mí la idea del dios desconocido, un dios que habría de venir y que seria como aquellos que yo admiraba en las calles y en los templos de Atenas. Bien me dije. Ese hombre tiene la respuesta a mis expectativas. Un dios nuevo había nacido. Fidias y Mirón habían esculpido su rostro. Apolo habitaba entre nosotros y todo aquella filosofía, todas las elucubraciones de los mitólogos y de los poetas, revertían a aquel instante y a aquella hora y a aquel varón de dolores pero cifra y compendio de todas las perfecciones clavado en una cruz. Sus ojos se fijaron en los míos con tristeza. Parecían conocerme por dentro y al contacto con el brillo y aquel calor que transmitía su mirada quise convertirme en un hombre nuevo, exento de mis pasiones y enfermedades, libre de mi cojera. Creo que me reconoció pero no me miraba como uno de sus verdugos los que habrían de afligirle y desollarle a latigazos. Devolvía mis golpes con caricias de perdón y digotelo yo aquella mirada del Inocente era del todo acariciante y sanadora. Me contempló desde el dintel del pretorio y no he vuelto a sentir mi cojera. Fui herido en una pierna por un dardo en el asalto a un oppidum de Asia Menor. Los defensores arrojaban venablos piedras y calderas de aceite hirviendo contra nosotros. No me abrasé con el plomo derretido que caían sobre nuestras galeas (para la protección de la cabeza toda la testuz que atacaba y golpeaba el ariete contra las murallas nos cubríamos los cascos con una  mampara  de hierro testudo que hurtaba el cuerpo a la acción de los defensores; llamábamoslo la sombrilla contra el poder de los decapitados) pero me abrasé entonces con aquella mirada de amor y de perdón que me lanzo el Inocente desde la puerta. Creo que he dejado de ser el mismo. Recuerdo que mi cerebro estaba lleno de odio y de desesperación como a tantos soldados de mi cohors que se lanzarían por un barranco o se unieran a las cuadrillas de asesinos. Cierto que fui su esbirro a regañadientes por obediencia al Cesar y sometido a los presiones de los judíos que para mí fueron los responsables del asesinato del  hombre-dios pero devolviendo mal por bien el dulce Jesús me curó de mis heridas y puso punto final a mías congojas. “Señor, una palabra tuya bastara para sanarme” dije imitando a nuestro centurión al que también había recitado a su hijo. Me dieron ganas de blandir mi espada y salir en su defensa pero sentí ese miedo típico a los judíos que sobrecogerá a muchos a lo largo de la historia. Me dieron ganas de deshacer sus ataduras y poner en fuga de un tajo de mi gladium a los insolentes que en aquel instante formaban  corte infernal de maltratadotes y escarnecedores en rededor. No fui capaz o lo suficientemente valiente. Me faltaron las fuerzas. Me repudio a mí mismo por haber sido victima de los respetos humanos y del temor al que dirán. Teníamos reputación de valientes los legionarios de la séptima invicta. Soldados de elite nos conocían en algunas partes de las Galias, de Panonia, de Libia o del país de los escitas como los novios de la muerte y los sacamantecas pero aquella tarde nos comportamos como  gallinas y verdaderamente fue cosa chocante y de naturaleza milagrosa. Y es que según vine a entender luego tenían que cumplirse las escrituras y los que habían dicho los profetas Isaías y Jeremías. La hora estaba cumplida. Es preciso que muriera el Hijo del Hombre pero ay de aquel por el que fuese entregado. Más le hubiera valido no haber nacido. Me consuela saber que perdonó a los verdugos. Dios tuvo demasiada indulgencia con los que fuimos sayones del Redentor. Me hubiera gustado aquella tarde no tener manos ni cabeza para no presenciar los sufrimientos y dolores increíbles que infligimos en aquel cuerpo tan bello. Claro que ahora al recordar encuentro un eximente. Estábamos borrachos. El mando había enviado un aguardiente especial mezclado con unas hierbas analgésicas. Se lo dimos a beber al reo. Lo probo pero no lo degusto. Nosotros, eso sí, bebimos mas de la cuenta. En vez de defenderlo en el atrio frente a la chusma que le hostigaba nos quedamos inertes y con los brazos cruzados. Entonces se oyó el grito terrible de una dueña despiadada con una violencia inusual y salida de las entrañas de un útero infame: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestro hijos”. Solo una  hebrea puede ser capaz de tanta protervia. Y aquel fue el clamor mas infame que se escuchó. Es el grito de la culpa que no se borrara jamás y que pesara siempre sobre la conciencia de un pueblo deicida. Ante semejante barbaridad se me encogió el corazón. Estaba claro que no querían ninguna indulgencia. Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Tal injuria únicamente podía salir de la boca de un judío. Se hizo el más profundo de los silencios. Me fije en la túnica de Jesús. Era de color escarlata, e lana de oveja núbil.  Una gramalla como tantas otras en Galilea pero el  ajuar para un profeta. Desnudos venimos al más mundo y desnudos lo abandonamos.
Un verdadero contraste es la simplicidad de este atuendo si se la compara con los más de veintitantos ornamentos que adornan el cuerpo de los sacerdotes cuando ofician cerca del sancta sanctórum de Jerusalén o la gran cidaria de los pontífices máximos que cantan constantemente sus peanes en las ofrendas a Júpiter. Este hombre al morir en una cruz creo que ha venido a traer la guerra. Es un revolucionario. Ha venido a poner las cosas del revés. Sus palabras y sus actos constituyen una carga de profundidad a la línea de flotación del sistema. Su gran delito, robar el fuego a los dioses y entrar con un látigo en el templo de su padre que profanaban los cambistas y publicanos. Su desnudez es una afrenta para los que visten pieles de marta cibelina e inducen a las espaldas mantos de armiño y togas pretextas. El poder siempre lo considerará un enemigo. Lo ahorcarán doscientas veces pero al cabo exultará e inundará las plazas con sus turbas de desarrapados, de famélicos, enfermos y perdedores. Los curas y los políticos siempre andarán sobre sus escritos con mirada vigilante pero en última instancia y al no poderlo vencer intentarán usurparse mensaje y apropiarse de su enseñanzas. Así que los curas y los obispos harán un montaje con su evangelio. El culto a los muertos les dará de comer.
 
Mis ojos se posaron en la túnica del Salvador. Era de color carmesí retinta en sangre de los golpes y de los palos del simulacro de la coronación. ¿Eres rey de los judíos? Um pues ahora mismo te colocamos los símbolos y le pusieron la caña por cetro, un saco por manto de armiño, un pedrusco redondo que habían encontrado en los caminos por la imago mundi de la armilar que las testas coronadas – y aquella era una testa coronada de dolor y escarnio, un rey de aflictos que abrirá la comitiva de los de copas, espadas, oros y bastos, todos los palos de la baraja, que en este mundo han sido y después de mí el diluvio y todo lo demás- y encima de la cabeza aquella tonsura de pinchos ciñendo las sienes admirables. La túnica de una sola pieza había sido tejida por los dedos amorosos de una Penélope mística. La tejedora era aquella anciana de luto que estaba al pie de la cruz y a la que otras dos compañeras sostenían por los ijares para que no se desmayara. Madre dolorosa y aquella visión enorme y que tuve el privilegio de contemplar como testigo ocular quedaría fijado en la retina de la historia y sería fuente de inspiración de imagineros, pintores y poetas.
-Aguarda, mira bien lo que dices, legionario romano y guárdate del acrónimo: el cetro, la corona y el manto e armiño no era tributo de los reyes bíblicos sino de las monarquías medievales.
-De acuerdo estamos jugando al escondite –dije a la voz de la conciencia- con los símbolos. Las palabras de los cuatro evangelistas cuarenta paginas que revolucionaron el mundo muy densas y a veces confusas pero de una fuerza increíble y como si se tratase de un mensaje llevado en volandas por el huracán del espíritu son una narración deslavazada pero de una fuerza tal que todavía está haciendo girar al mundo. Su desconexión repetitiva es un enigma que sigue causando verdaderos dolores de cabeza a los hermeneutas y a los intérpretes de los sueños místicos.
-Somnia rerum, yo sueño en mis cosas
-Hechos y dichos pero ¿todas esas parábolas son ciertas?
-Tan ciertas que han volcado los toneles de la ley pero pertenecen más que al mundo judío al romano.
-Está claro que se la tenían guardada.
-Nescio quid dicis. No sé lo que dices.
-Yo me entiendo.
La voz me dijo que había una transposición de términos. En realidad cada unos de los hilos de la túnica inconsútil forma parte de la malla de un laberinto. Se me metió desde entonces por los ojos. Y todavía veo el brillo del primer ornamento sagrado. Era la estola más pura, el primer efod, la estola que abrió todas las preces inundando los templos de cantos y antífonas a través de la cristiandad, y el mejor cíngulo que jamás ciñeran sobre sus lomos los sacerdotes del templo de Salomón y los flamines romanos que ofrendaban sacrificios animales al Sol. Ello forma parte de los atributos de todas las religiones órficas. Aquella vestidura sin mangas era la prenda determinada por el señor para dejar proscritas las estolas, las cidarias, el efod y las mitras de los jerarcas, todos aquellos ropajes, todas aquellas cosas inciertas que quedarían abolidas para dejar paso a la nueva ley. La humilde túnica de un crucificado por rebelde a los estatutos religiosos y políticos de Israel se convertía en símbolo de un Nuevo Orden. Él se quedó desnudo en el madero pues hasta le despojaron del paño de pudores o calzoncillos y se los jugaron a la taba los mercenarios etíopes. Él se quedó con nosotros.
-El dios está en calzoncillos. Mirad su desnudez.
-Que no escandaliza.
La frase blasfema no dejó de parecerme un prurito de verdad porque desde aquel vértice en la que el sol parecía renuente a desplomarse por occidente la luz trajo los designios de la clarividencia. Los circunstantes y circuyentes por dadiva divina nos transformamos en presagos y videntes. En la suma de aquel cerro se daban cita los acontecimientos de la humanidad en mezcolanza de escenas del presente, el pasado y el avenir. Se veían acciones insólitas y se escuchaban parlamentos en lenguas extrañas anunciando en tono de profecía lo que habría de llegar. Lo que fue, es, y será. Se abrieron aquella tarde las fauces de la tierra y los sepulcros escupieron de su boca a los muertos que allí yacían. La desnudez del crucificado era para que a la humanidad en adelante no le faltara el vestido. El nuevo Adán quiso estar en cueros para presentarse de esa manera a Yahvé cuando bajó a visitarle en el jardín del Edén. A la sombra de la cruz nacía un nuevo orden y el paño de pudores que se rifaban aquellos crudérrimos mercenarios etíopes la vestimenta de un ajusticiado la prenda de nuestro rescate. En aquellas horas se nos hizo fácil dejar escapar la imaginación para explicar muchas cosas que carecen de sentido puesto que la verdad estábamos rodeados de símbolos y cada cosa que acontecía y cada hora que pasaba era todo un ciclo histórico y un montón de acontecimientos que serían el sostén de toda una parenética posterior. El mundo a partir de aquella hora de tercia estaría escuchando el sermón de las siete palabras todos los viernes santos
 
  Apreté la túnica sagrada contra mi pecho. Sentía un calor extraño en mi piel, cierta paz interior. La pena y la alegría a la vez bañaban mi rostro en lágrimas. Una fuerza enorme me sujetaba a la tierra y no era la superstición a la cual tan aficionados somos en Roma sino algo que estaba por encima de los dioses mismos. Los decuriones nunca lloráis pero mira mi cara. Estoy llorando. ¿Quién es tu capitán? Se presenta Manus  Britanicus decurión ¿En qué legión militas? La Victrix o séptima. ¿Ala? Tercera. ¿Mano? Siniestra. ¿Manipulo? El de los honderos mallorquines. Está bien. Puedes retirarte. Aquella prenda de abrigo despedía como una fuerza que en lugar de venganza pedía perdón, que sustituía la turbación por la quietud y exhalaba ese perfume de olíbano. Olía a cosa santa. Hasta incluso creo que me inhibía de mi vehemencia, una característica por la cual yo me había significado en el destacamento. Era yo de los de aquella milicia que no da un paso atrás. Ahora estaba sobrecogido ante mi propia mansedumbre y a mi capitán Britanicus le ocurría lo mismo puesto que iba de aquí para allá como alma en pena repitiendo un adverbio de modo: “Cunctancter… cuncti, cuntancter, todos juntos y despacito”.Bien sabrían nuestros enemigos que esto no era lo normal pero al contacto con semejante “praeda” o trofeo espiritual algo se movía dentro del corazón de nosotros mismos. Algo estaba pasando. Había comenzado la gran pecorea espiritual para la salvación del mundo. Semejante transformación no entraba dentro de los prolegómenos de la casuística y de la estadística con que nos marca el destino a los hombres. Venimos el mundo a ser uno más y a observar una serie de comportamientos y de reacciones estándar. No te saldrás del camino, beiby pero la gracia lo puede todo. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué estaba pasando? Este sentimiento de amistad y de tolerancia hacia nuestros semejantes y que no era lo normal formaba parte del legado un mandamiento nuevo os doy. Era su parte esencial. El testamento del cenáculo: el amor, el perdón a los enemigos, una píldora muy difícil de tragar para un decurión como yo que recibe el estipendio de la Legión Invicta y ha militado en la Coadjuvatrix y en algunas más de las cuarenta y cinco que defienden al imperio. Esta noche se ha producido un verdadero milagro. Fue aquel cambio, aquella metanoia. Llegaron refuerzos. Los conscriptos de la impedimenta que en las marchas caminan en la retaguardia arreando los onagros de Abisinia porteando en las artolas de arpillera Britanicus trajo vino del Ponto jícaras enteras, orzas, picheles y yo creo que me bebí una cratera. Beber para olvidar. Consumid el fruto de la uva de tal manera que desaparezcan vuestros propios pensamientos y que vuestro ojo desvaríe así que no pueda columbrar la ignominia de este día. Pronto había muchos bolongos. Sin embargo por lo que a mí respecta a pesar de lo muchos que bebía no me emborrachaba. El centurión aguantaba el que más pues se conoce que estaba acostumbrado al lúpulo de Eboraco. Nos mandaban de verdugos a perpetrar uno de los tormentos más ignominiosos en nuestras leyes penales. Sólo se azotaba a los violadores, a los asesinos reincidentes, a los enemigos del pueblo. A los delincuentes peligrosos. El castigo era tan duro que se tenía por costumbre administrar algún lenitivo o clase de droga tanto a los corchetes que administraban la feroz penitencia como a los reos. Jesús fue dado a probar una copa de vino griego. Lo degustó pero no lo tomó y soportó el trance con una entereza y una valor que yo no he visto en ningún otro hombre. Resistió la verga con cabos de taba pungente y dientes de pescado-el gato- y demostró no sólo hombría y valor físico sino una naturaleza humana de tan recio temple que sobrepujaba los términos habituales. Uno, dos, tres. Hasta cinco mil latigazos. He de confesar aquí que ninguno de mis hombres tocó al Inocente. Sentían como una especie de reverencia y un pavor que no teníamos por costumbre. Se delegó para tal vileza a una jarca de conscriptos judíos condenados a muerte y que se emplearon con harta saña. El premio a aquella infamia fue la absolución de su condena. Otro regalo del sanedrín al lábaro y las fasces romanas. Aquella chusma recién soltada de las mazmorras de la Torre Antonia se empleó con valor y a juzgar por su sevicia muchos de nuestra cohorte, los que no estábamos ebrios, nos dimos cuenta que en la Palestinense la vida era tenida en muy poco. Esa fue una de mis conclusiones. La otra, que los judíos son el pueblo más racista y cruel de la tierra, raza maldita verdaderamente, viperina, y de sepulcros blanqueados. A los pueblos que no han nacido bajo el consenso de la circuncisión los consideran subhombres, auténticas bestias. Este orgullo de casta les hace odiar a la condición humana a la que pretenden esclavizar mediante el soborno del oro o las mentiras de su historia. Sacaron para aquel mandado a todos los violadores, parricidas, salteadores de caminos, ladrones y forajidos de toda especie. Barrabás era el capataz del equipo. Golpeaban con tal contundencia que diríase fueran auténticos expertos manejando los verbera o trallas de esparto que remataban en bolas de plomo como si el oficio hubiera sido el suyo de toda la vida. Cinco mil vergajazos pero lo más humillante fueron las befas. Un buharro se puso detrás de él e hizo amagos obscenos de sodomizarlo pero uno de mis hombres desenvainando la espada le decapitó de un golpe certero. La cabeza rodó por las baldosas del Lithostros igual que una peonza a la que un niño acabara de soltar en trompo dejando en pos un reguero de sangre. El gentío que asistía al martirio reía a carcajadas. El Inocente el rostro ensangrentado y los hombros, que parecían una llaga, volvió la cabeza y como un relámpago se ciñó su túnica sagrada desatando las cuernas con que estaba amarrado a la columna del pretorio y adelantándose unos pasos recogió la cabeza ensangrentada del sodomita y la unió al tronco. Éste se levantó como si no hubiera pasado nada lleno de confusión pero arrepentido de aquellas obscenidades contra el Lirio de de Dios paradigma de la castidad misma. Se prosternó ante él y lo adoró saliendo después del lugar con su cabeza sobre los hombros. Como si no hubiera pasado nada. Iba diciendo: éste verdaderamente es hijo de Dios. Le llamaban Plauto según supe después el cognomen debido a su cojera y creo que era un mercader de Salónica hermafrodita perdido y famoso por sus inclinaciones paidófilas. Desde aquel entonces nunca le volvieron a ver en  compañía de efebos. Huyó al desierto. Fue bautizado y creo que murió mártir de los judíos que le llamaban El Impuro y para los cuales no era óbice su arrepentimiento y la vida penitente que arrastrara. Era la segunda vez que el ajusticiado utilizaba sus poderes sobrenaturales después de haber conseguido otra ortomorfosis en la oreja de Malco que fue tajada asimismo por uno de sus discípulos en un arranque de valentía. Estaba claro que  el Inocente que se enfrentaba a la violencia y crueldad de la que jamás se había tenido noticia bajo la capa del cielo no utilizaba la guerra para llevar adelante sus planes de salvación. Bienaventurados los mansos de corazón. Al verle obrar aquel portento comprendí que se estaba cumpliendo un designio anunciado mucho antes.
Entonces un escriba de los que habían acudido a pedir la muerte de Jesús a Pilato gritó:
-No le hagáis caso. Es un hijo de la condenación. En nombre de Belcebú hace milagros.
Aquel hecho no ablandó el corazón de pedernal de los que le condenaban. Seguían ternes en sus blasfemias cubriendo su cuerpo de gargajos y pronunciando blasfemias. Estaban cometiendo un pecado que nunca sería perdonando. Y quedaría adherido a sus genes como un estigma. Aquella tarde estaba naciendo el Amor Salvador pero por paradoja en el Calvario también asistíamos al parto de un Odio infinito a aquella cruz que sería el símbolo de la condenación y de la muerte en un holocausto de todo el pueblo de Israel. Veo la ciudad llena de piras funerarias y sobre sus murallas alzarse una nube densa de fuego que abrasará la tierra. Los deicidas en esa hora obtendrán su paga. La soldadesca se creció a raíz de aquel suceso y hubo varios conatos de tumulto que mis pretorianos, tras el incidente nefando, hubieron de sofocar con las armas en la mano. Seguían clamando a pesar de todo lo que dijo la vieja:
-Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
No tenían ningún temor de Dios y menos al Cesar. Eran tan altaneros, tan pagados de sí mismos y orgullosos de sus convicciones que pagarían cara su soberbia apenas dos generaciones más tarde de que ocurrieran tales hecho. Más que la muerte del Inocente a lo que más temían era a contaminarse pues era sábado y había que guardar las reglas, ceñirse siempre a la letra muerta, rara vez al espíritu de su Torá. Tampoco se conmovieron cuando fue sacado al pórtico coronado de espinas. Setenta y dos pinchos olorosísimos de cambronera. Aquí tenéis al rey. Ecce homo. Prorrumpieron en carcajadas histéricas. Mayores gritos:
-Crucifícale, crucifícale.
Pilatos que  estaba entristecido y como medroso ante el furor de aquella gente se sentó sobre la curul a deliberar. La gentualla pedía la cabeza del reo con mayor ahínco. El cónsul de Roma no comprendía. Yo tampoco entendía nada. Era la hora del asombro. La razón humana estaba siendo vencida, conculcada la lógica de modo que los argumentos poco valían mostrándose tonante y prepotente Júpiter Pistor con una energía que apabullaba. ¿O no era Zeus en realidad el que determinaba semejante secuela de atropellos contra la verdad y la justicia? Uno tenía la sensación de andar como flotando. No habíamos llamado a los dioses por su nombre aunque invocábamos su fuerza. Era otra historia. Era otra cosa. Estábamos jugando al escondite con los hechos ciertos mucho más allá de las coordenadas que determinan los humanos comportamientos y desde el primer instante tuve el conocimiento de que aquel ajusticiado entre los malhechores para ironía de esas special valúes que él al morir de esa manera tenía en tanto menoscabo y que tanto estima la vanidad humana (ganar buena fama, tener sido en consideración, ser rico e influyente) era el hijo de dios o hablaba con una autoridad suprema propia de aquel que puede ejercer su influjo sobre los astros. Que es capaz de decir a una estrella cae y el gran cuerpo celeste se convierte en estrella filante. O apostrofar a los peces para que canten y toda la ictiología de los reinos de la sombra del padre Océano inicia una melodía infinita que esparcen las ondas y que mueven las mareas de uno al otro confín. Fuerza suprema. Radiación lumínica y taumaturgia. Levántate, toma tu camilla y camina le dijo al tullido de la piscina probática y el paralítico de toda la vida inició una carrera por las trochas que circundan el valle de Hebrón. Yo soy la verdad y la vida. ¿Quién puede pronunciarse de esa manera sino el Mesías? Ha blasfemado. El supremo sacerdote escindió su pectoral de oro en dos. La túnica se la había echado el Inocente sobre los hombros y Pilatos apuntándole con el dedo dijo Ecce Homo. ¿Qué no os dais por satisfechos, cabrones? ¿No tenéis bastante ya? Les temblaba la voz. Titilaba el odio en sus barbillas. ¿Ese loco qué se habrá creído? La envidia, la presunción, los malos pasos, la soberbia orgullosa de los que escucharon el sonido de las trompetas de Jericó. Todo resultaba inconexo y un poco como sin lógica. Nuestro cónsul tenía miedo. Era su tercer año. Le quedaban tan sólo unos meses de mandato. No le gustaba Palestina, nunca entendió a los judíos. Se había limitado a llenar las alforjas para volver a Toscana rico. Le aguardaba un retiro en la quietud de su villa cerca de Ostia regando los geranios, vigilando sus silos y comerciando con los esclavos de Iliria. Además amaba a su mujer Claudia profundamente a pesar de que habían corrido rumores por el destacamento de que ésta llevaba una vida licenciosa pero en el fondo era una buena mujer que se aburría en aquella ciudad cargada de dioses y de prejuicios y le hacían  añorar a su ambiente de Roma. Los balnea. Las entradas para el anfiteatro. Le había dado al gobernador cinco hijos. Un fallo a tales alturas, pensaba Poncio Pilatos, podría ser ominoso de cara a su jubilación tranquila. No dudaba que aquel hombre que había traído para ser juzgado nada tenía que ver con las terribles acusaciones de las que era objeto. Que había sido conducido al pretorio bajo la imputación de falsos testigos y todas las pruebas eran una burda fabricación. El clima de odio era tan espeso que casi podía ser cortado con una navaja. Y era aquel encono, aquella saña, fruto de siglos, fecundaría los negros campos de la destrucción y de la guerra. Tengo que regresar a Roma cargado de honores y de lingotes. La nave oneraria que transporte mis posesiones será la admiración de mis admiradores. Mis enemigos perecerán de envidia. He sufrido mucho esta noche en sueños por causa de ese justo. La esposa solícita – la intuición de las mujeres resulta determinante para conocer la verdad – enviaba recados al procurador pero ¿Quid est veritas? La ética de circunstancias echaría un pulso a la deontología de un juez. Al fin y al cabo muchos jueces romanos estaban corruptos y los senadores ambiciosos que eran enviados de procónsules al Oriente sólo tenían ambición. Para volver con los carros y transportes cargados de riquezas y encender un cirio en el templo de Vesta enhiesto en una palmatoria de oro sembrando la admiración de los padres conscriptos. Velay al hombre. Ciertamente es una injusticia. Este hombre no ha hecho nada malo. Parece un orate pero escuchad cómo chillan en la platea. La chusma brama pidiendo su muerte. Al fin y al cabo nadie sabe dónde está la verdad. No puedo comprometerme ni poner mi carrera política en entredicho. ¿Quién eres tú? El ajusticiado se entregó al más impenetrable de los silencios pero era un mutismo manso sin queja bajo la arcada de las columnas dóricas su rostro dolorido bajo la imposta, los ojos traspasados de melancolía, de dolor el gesto. Nadie quería compromisos ni complicaciones en la vida. A mí que me dejen tranquilo. Yo voy a lo mío. Hágase mi voluntad y que se caiga toda la techumbre del firmamento. No te metas en camisas de once varas. Entonces un esbirro de la escolta con ganas de hacer méritos le arreó una bofetada y el alapa volvería a repetirse por el mismo sujeto en la casa de Anás un viejo de barbas hirsutas la nariz larga y el gesto hosco rapaz desconfiado e insolente. ¿Así respondes al pontífice? Tas, otra bofetada. El Salvador abrió los labios. Si en algo falté dime en qué. Si no ¿por qué me golpeas? Pero otro puñetazo fue la respuesta. Aduladores y cortesanos sinuosos como la serpiente. Vi a una mujer rapaz los ojos chiquitos y muy móviles como los de una víbora que hablaba palabras de abominación. Tenía flujo y su olor era bastante desagradable. Estaba sentada en la Biblioteca de Alejandría. Era la encargada de los scrinia o pequeños cofrecillos en los que se archivaban los papiros de la satánica venganza. Esta mujer por nombre Livia pero que procedía de una ciudad cercana a Iliberris era una bruja que decía tener poderes del maligno. Los que la conocieron la temían y se guardaban mucho de pronunciar su nombre que era el de Fonscrudelis. ¿Qué hacía aquella arpía en el lugar de la visión? No lo sabemos pero venía escoltada por otra hispana que le traía la cesta de las ofrendas y de las libaciones a las deidades infames. No en tiendo por qué se encontraba en la casa del Sumo Sacerdote pero su nariz era acabañada como el suyo y el pelo sucio y era algo pecosa. Los que la conocían y temían dijeron que llegó desde la Bética como cuadrillera que sigue a la tropa ofreciendo sus servicios pero bienquista con un procónsul de cuyo nombre hago gracia al lector conquistó favores en el pretorio del gobernador hasta alzarse a un lugar predominante de la administración colonial. Hacía y deshacía y su influjo se hacía sentir sobre la psique del propio Pilatos un hombre bueno pero débil y que vivía dominado por su mujer y por su barragana porque Fonscrudelis había sido su favorita en la legión. Era una matrona muy altiva como lo suelen ser las queridas y esposas de los militares en Roma crueles y orgullosos. Al andar por los pasillos del palacio residencial movía el cuerpo con mucho dengue y meneo y la cabeza la giraba a compás igual que una jirafa. Si Flavio había aconsejado que librara del patíbulo a Jesús la jienense le recomendó que fuera al palo. Reo es de muerte. Aquella mala mujer ejercía una suerte de magnetismo nefasto sobre el pretor Poncio. Y después de obser5var la gran nariz de Anás que se daba la mano con la Fonscrudelis la maloliente pero tan fétida como bella. Era algo pecosa y rojiza el rostro atractivo bien trabada de hombros y con un buen Partenón al dos pues era portadora de uno de esos traseros que tanto gustan en las Galias y que son un vehículo de promoción social. La nariz ya digo de Fonscrudelis era de vultúrida. Lo de fuente cruel no era más que un mote pues los anales refieren que nada más nacer fue ofrendada por su aya sobre el cadáver de la madre que la trajo al mundo en mala hora a las deidades de la fuente Castalia y Fuensanta la llamaron pero no pudo ser más irónico el cognomen a la vista de los hechos de su vida. Aquella no era una mujer. Poseía rasgos que recordaba n a la víbora. Se puso a silbar en medio del bullicio introduciéndose los dedos en la boca para hacer flauta y clamando el crucifijo. No hay comando más temible en nuestra lengua latina que aquel imperativa apostrofe con el que las enardecidas turbas pedían la pena capital contra el galileo. Vi a la infame Fonsi arrebujada en su velo mezclada entre la multitud odiosa. La reverberación de los azotes los insultos y escupitajos era una elocuente referencia a las secuelas de aquel magnicidio. Dos tres cuatro. Lentos sonaban los golpes de un tenor acompasados.  El sol del mes de Nissan se ocultaba detrás de las nubes como si tuviera vergüenza de presenciar tal espectáculo. Los verdugos sudorosos apagaban la sed en un aguardiente infame de guindas que parecía tornarles más locos y agresivos. Al reo le dieron a probar vinagre. He de confesar que ninguno de mis hombres tocó al inocente. Sacaron de los calabozos a todos los rufianes y asesinos lo peor de cada casa y a los legionarios que se encontraban cumpliendo cadena por algún crimen o toda la gente sentenciada a muerte. A ellos echaron al cristo como tiempo adelante echarían a sus discípulos a los leones. No podía ser mayor la infamia. Así pues, la ley del flagelo caía rotunda sobre la espalda y las nalgas de los ajusticiados. Estallaban en el aire los golpes del gato o látigo de cuerdas que remataban por contera en tabas afiladas de huesos de animal o clavos. Tanto reos como verdugos tenían que acudir a la bebida para paliar el tormento de la sed. Tomaban una pócima especial a base de vino judiego a la griega mezclado con aguija y aguardiente de moras. El trance no podía ser más atroz. Entre nosotros el tormento de la flagelación superaba en horrores al de la crucifixión pero el Inocente impelido por una fuerza divina o porque tenía que cumplir el mandó de apurar el cáliz hasta la última hez los apuró todos. Una variopinta chusma recién excarcelada de la Torre Antonia estaba dando rienda suelta a su sadismo. El populacho y es un clamor que no paramos de oír en toda la tarde decía:
-Duro con él.
Y había que beber. Era preciso apurar el cáliz. Tres mil latigazos. Estuvieron solmenándole desde la hora tercia pero la constitución física y la longanimidad –una fuerza secreta dimanaba de su persona- eran portentosas. Una naturaleza envidiable y una voluntad de hierro abroquelada en su misión de salvar al orbe.  Ante el espectáculo el mundo futuro comprenderá el comentario del centurión:
-Verdaderamente éste era el hijo de Dios.
Nos estábamos ciñendo al espíritu y la letra de un texto antiguo y había que cumplir el mandado sin apartarse ni una línea. Vermis sum et non homo. El espíritu de la profecía se estaba manifestando. Se me abrieron los ojos aquella tarde en el Lithostros. Empecé a ver y empecé a creer entre homicidas, sodomitas, rameras, sacerdotes encopetados con la cidaria a la persa y filósofos. Querría que el responsable de aquel asesinato fuera a Roma a ser juzgado y que el senado y el pueblo supieran acerca de lo que estaba sucediendo en Palestina. Un suceso que tendría relevancia para generaciones enteras y para toda la humanidad. Fui testigo de cargo y yo lo vi con mis propios ojos. Yo acuso al Sanedrín y a la chusma judaica. Era ya de mañana pasada la hora de tercia y el sol se alzaba besando sus resplandores los morrillos del empedrado camino del monte de las Calaveras. Habíamos bebido mucho vino de muchos grados pero ninguno de mis hombres daba muestras de borrachera. Era el propio ajusticiado cuya sangre vertida se volvía vino por nosotros infundiéndonos fuerzas. Ya arriba, lo clavaron entre dos ajusticiados, Dimas y Gestas condenados por asesinato. Uno de ellos era un terrorista. Uno improperaba. Otro bendecía. Al que le bendecía le prometió el paraíso. Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna.
Jesús gustaba llamar a las cosas por su nombre. Los que lo condenaron no. Muy a regañadientes, el pretor pasó sentencia. Vi su mirada turbada y sus dedos vacilantes. Sólo la devotio al emperador y aquellas amenazas pronunciadas por los judíos de que si no lo mandas al palo no serás amigo del Cesar le infundieron temor. Se había tatuado en un brazo la insignia de Tiberio. El centurión por su parte estaba como ausente. Iba de a un lado al otro del patíbulo donde habían colocado al reo junto a los dos ladrones dando ordenes contradictorias. A sabiendas de tener  ante sí una tarea difícil. ¿No le dará pena? ¿Por qué piden su muerte?  Y ante aquella brutalidad le vino al alma la  compassio que siempre caracterizara a los ingleses. Cuando el Nazareno pidió de beber él mismo le acercó una esponja mojada en vino y en hiel. No lo desdeñó. Lo probó pero no lo consumió. Fue un verdadero milagro que hubiéramos ingerido entre todos casi doce cántaros y que no estuviéramos ninguno ebrio. La beodez, la borrachera de amor vendría después y sería una garantía de perdón para los pecados del mundo. Los de abajo le seguían insultando. Le llamaban raca, hijo de puta y los gestos obscenos se repetían una y otra vez. Las carcajadas y la provocación:
-Si eres hijo de Dios baja de una vez. Desenclávate.
A golpes de culata manteníamos a raya pero teníamos órdenes estrictas de no volver a desenvainar el hierro ni cortarle a ninguno la cabeza como había ocurrido previamente en Cilicia aunque ganas tampoco faltaran. Nuestros jefes tenían miedo a los judíos y se ceñían a la horma del compromiso político y como los romanos somos muy aficionados a los juegos de azar pusimos sobre el tapete sus pobres prendas. Nos jugamos a los dados su túnica inconsútil la que le tejió su madre María, el ceñidor, y sus sandalias. Pocas pertenencias para un rey desde luego pero su reino no era de este mundo. La alforja estaba vacía y la bolsa se la había llevado Judas. Su calceamenta estaba muy gastada y manchada del polvo de todas las calzadas de Judea. En lo alto del monte del Gólgota se escuchaba el jadeo de los agonizantes, el llanto de las buenas mujeres y el cubileteo de las téseras de los tahúres. No podía ser más pobre el lote del defroque pero no podría ser más ardoroso el empeño de los que administraban la puesta. Había asistido yo a lo largo de mi vida militar a unos cuantos expolios mas en ninguno vi tanto empecinamiento y ganas de triunfo por los jugadores como aquella tarde con Jesús. Parecía que les iba la vida en aquel lance de fortuna. Todos le abominaban pero todos querían el despojo del manso Cordero como si de ellos dimanara una fuente de salud. Aquella tarde dejé de ir a ofrecer incienso a los dioses, de auscultar el vuelo de las aves y de mirar para los astros. Una luz nueva era nacida dentro de mí.
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
 
II
 
                       NOCHEBUENA EN EL FRENTE DEL ESTE
 
A los veinte mil españoles que murieron en Rusia.
 
 
 
Posición 375 sección de Antiaéreos. Frente del Este 24 de diciembre  de 1942




Querida Aderita:
 Recibí tu carta ayer.  La trajeron los del hipomóvil de la Comandancia.  No había podido hacer el reparto en siete días pues hemos tenido una cellisca de las que hacen época.  Estos sí que son tormentas y no las del Bierzo.  Gracias por los aguinaldos con el turrón y la botella de coñac el detente/bala y la estampa del Niño Jesús que hemos colocado en sitio preferente de la chabola y está Jesusín hecho un sol y yo no sé cómo con esos taparrabos blanco puede aguantar los treinta y dos bajo cero. ¡Cómo es Dios y todo lo puede!  No le harán mella ni las balas y lo que decía nuestro general el otro día en una arenga que radiaron por radio Berlín: fuerte será el invierno ruso pero más recia es mi raza.
 Y tan recia, ¡pachasco! nuestro divino Niño lo puede todo. Aguantar la helada y la nieve que tapa los ojos, hacer callar  por ser Nochebuena los organillos de Stalin. Hasta parece que lo conocen, oye. De vez en cuando nos lanzan octavillas en castellano muy bien escritas por cierto y nos dicen mejor estabais, puñeteros, al brasero con vuestras abuelas o junto a la estufa de un baile y no aquí.
Habéis venido a defender a un tirano, el señor Hitler, pero un cabo primera de la Plana Mayor gaditano ex legionario, agarró el altavoz y les dijo en perfecto idioma de Pushkin que estábamos aquí en devolución de visita. Que en Cádiz son así de cánidos mentales y que se mueran los feos y tal y tal. Nos elevó un poco la moral pero la verdad que no está el horno para muchos bollos y la tenemos por los suelos... Ojala Jesusito haga un milagro. No estoy muy seguro de que nos lleguemos a ver en carne mortal. Tampoco importaría mucho. Un soldado no es nadie. Un número. Un nombre en una esquela, una inscripción sobre una tumba con un casco de acero y en el vértice dos palos cruzados. Si caemos en la tierra rusa quiero que sea por algo y no estoy escribiendo mi testamento pero esta noche es Navidad y se me amontan las congojas.
Si me atizan en un fregao estoy seguro de que tú pensarás en mí. Ah aquel chaval de Soria que se fue a estudiar a Madrid Filosofía y Letras, luchó con los rojos pues quería cambiar el mundo. Lo cogieron los nacionales y para redimir la culpa se apuntó a la División Azul. Un chalao. Un quijote. Un idealista  pero no del todo mal persona. Un cabeza loca. Que quieres te diga, Derita. A mí esta tierra no se si me gusta o  me disgusta pero me impresiona me embruja. Es tal y como la pensé cuando leía a los maestros rusos en el caserón de San Bernardo.  Luego está esta naturaleza inmensa inabarcable. Pues verás nos liamos a cantar villancicos como descosidos y después llorábamos todos como bobos.  Hasta al Teniente Müller- espero que esta noche no tengamos fuegos artificiales y que los ruskis no nos localicen con los focos de sus potentes trazadoras porque entonces empezaría la caza del conejo, que atacan en horda y son tan valiente y nos les importa morir, suena el pito de un oficial y todos se lanzan a la bayoneta calada, una columna es repelida y entonces salta otra y otra y la siguiente-        que manda la batería y es un militar prusiano de aspecto seco y que parece poco sentimental le rodaban las lágrimas.  El tapabocas también te lo agradezco y más sabiendo que ha sido tejido por ti con una toquilla que era de tu abuela.  La botella de Carlos III nos la chiscamos en amor y amistad fraterna.
 No me dio a tiempo a dejar un poco para luego pues cuando iba a la escuela y me daba mi madre un pan y una onza de chocolate lo mordisqueaba  mucho tiempo y decía esto para después. Aquí no tenemos el sentido del ahorro como comprenderás. Te pueden atizar un tiro al momento siguiente.
  El cabo Seidenbaum escotó unas salchichas y varias botellas de aguardiente del que por aquí llaman schnaps junto con una botella de vodka que tomó de un ruso que hicieron prisionero y alguien sacó una guitarra y una pandereta.  Y fuera penas.  Dirás que somos unos borrachos pero no.  Sin algo de calor en él estomago aquí te arrices pues como te digo aquí hace mucho más frío que en León. Dirás que por que té cuentos estas cosas.  Pues es que no te tengo nada que contar.  Aquí sólo hay nieve y nieve.
 Hasta los árboles se sumen debajo del talud blanco y se redondean las casas de los enanitos del bosque como en los cuentos de hadas. ¿Es Rusia el país de los cuentos de hada con leñador, trineos y mujiks y coros que cantan como los ángeles? El otro día una panienka de la retaguardia nos trajo dos panes de mijo y una icono del niño Jesús pero aquí el Jesusito no está desnudo sino bien fajado y con los faldones de cristianar como dice el Evangelio de san Mateo.
 El nuestro en taparrabos es más carnal y preciso. Pero ellos que guardan su religión un poco por lo antiguo son más imprecisos así que su cristianismo menos concretizado parece que llama más a la puerta del corazón. Perdona que haga estas reflexiones tan profundas y teológicas pero uno de loes efectos que he sentido del contacto con el Frente del Este ha sido por tener mucho tiempo libre, todo el del mundo, mientras estas de plantón, esperando a que llegue la muerte, en esas cosas sagradas de la religión. Claro que me acuerdo mucho de Dios. Sin embargo el teniente Weinmüller no es de la misma opinión. Piensa que no hay nada después de esto…
  Villancicos.  Cantamos La Marimorena y  Veinticinco de diciembre Bum, Bum. Por aquí también hay catalanes y lo entonaron en el idioma de su tierra. Somos una sección mixta de artilleros alemanes y españoles.  Mi unidad quedó tan diezmada en los últimos días que hubo que agrupar fuerzas.  Nos entendemos como ponemos pero yo he aprendido algo de alemán aunque casi me entiendo mejor el ruski que me parece menos difícil y en esa lengua me sé varias frases.  Una que nos aprendemos cuando en las largas marchas pie desde Grodno hasta esta zona que llaman la Rusia Blanca entrábamos en las isbas o casuchas de los campesinos medio despeados y muertos de sed y de hambre y nos salían a recibir niños descalzos abuelas sonrientes y pobres viejos cubiertos de harapos.  Y allí la cantinela de siempre.  Y  menia isti ñiet karovo ni malieko que quiere decir se nos han muerto las vacas no tenemos leche.  Pero los pobres nos daban a los soldados lo que tenían y encendían el samovar y nos calentaban té con un poco de pan. Nosotros le dábamos nuestras raciones. Les hacían mucha ilusión las cantimploras de estaño de la Intendencia española. Pero les daba lástima de nosotros.
-¿Por qué no tenéis ropa de abrigo? Cuando llegue el invierno al Volga os moriréis de frío.
- Razón llevaba la babuska. Estos campesinos saben mucho.
  Las abuelas bondadosas nos persignaban en la frente pues así son cristianas Aderita y eso no me lo suponía yo que nos había dicho que eran los rusos comunistas y rojos perdidos.  Pues no es cierto.  En las chozas aun en las más miserables había imágenes de Nuestro Señor y de la Virgen.  Tienen mucha devoción a la Madre de Dios que llaman Blogodortisa.  La, lamparilla encendida día y noche me recordaban un poco el altar de mi pueblo cuando íbamos al rosario y hacíamos genuflexión de rodillas ante el Santísimo.  Los rusos no se arrodillan, se inclinan y se hacen la cruz continuamente. Dicen que para espantar a los malos espíritus.
 Esta buena gente me impresionó y me pregunté que hemos venido a hacer aquí a esta tierra a sembrar la muerte y destrucción.  Muchas dudas me asaltan Aderita.  Aquí hay un comandante Schmidt que dice que la invasión de Rusia ha sido un error de Hitler.  Que todos creíamos que lo que había que cambiar era la desigualdad de pobres y ricos.  Schmidt dice que el diablo se metió en la cabeza loca del Führer.  Y que esto es una chifladura suya que bien caro pagaremos todos, sobre todo el pueblo alemán.
 A mí la verdad nada me hicieron los rusos pues aquí los comunistas que había en España no los vemos por ninguna parte, son gente humilde y llana y muy sufrida como los castellanos, claro que el comandante Schmidt sólo profiere esas dudas cuando ya llevan en el cuerpo cinco o seis copas.  Y como para su camisa porque puede ser arrestado.
 Yo soy el cabo pieza de un cañón que llamamos Ocho- Ocho.  Me harté a disparar contra los aviones rusos y alguno he conseguido abatir. Luego sentía remordimiento. Me daban pena de los pobres que iban en la carlinga. Eran soldados y jóvenes y con toda una vida por delante como yo. Pero buena gana cada vez vienen más, son un enjambre.  El otro día sacaron a diez o doce de la Wehrmacht que estaban metidos en unos pozos de tirador.  Eran alemanes casi unos niños.  Tenían los pies congelados, se escucha el día y la noche la música de los organillos de Stalin.  Les paramos de momento pero al poco rato traen refuerzos y atacan y atacan.  Como condenados. Al son de los pitos y pífanos de sus comisarios. Al fondo el cielo se tiñe de rojo. Y la tierra nevada de sangre y destrucción.
  Es el infierno de Stalingrado,  Ayer estuvieron pasando convoyes de batallones destrozados de retirada.  Eran infantes rumanos.  Mal se presentan las cosas, querida Aderita.  Y yo mañana que es Nochebuena cumplo 22 años. ¿A que he venid yo a Rusia, Dios?  Una voz interior me dice que para cambiar el mundo para hacerle mejor para defender a España del Comunismo pero la verdad es que no lo tengo muy claro. Todas esas son palabras huecas de un vanílocuo idealista como el que te escribe.
  Me alisté voluntario en la División Azul.  No sabía dónde me llevaban ni adonde me metía, al principio todo iba bien y avanzábamos casi sin pegar un tiro.  Yo cogí un mal constipado y me hospitalizaran en una ciudad que se llama Vilna.  Me lo pasé en grande pues conocí una muchacha y fue conmigo al baile un par de veces pero al siguiente día al ir a  buscarla, vi cómo la sacaban de su casa unos policías de paisano con abrigo de cuero y cara de muy pocos amigos.  Recuerdo su nombre Ester, era judía y a mí por “confraternizar con el enemigo” por poco me fusilan. Todo se quedó en  una orden de arresto de dos días en el calabozo y me enviaron otra vez al frente. Por lo visto la Ester organizaba partidas contra los alemanes. Las leyes de la guerra son terribles pero no creo que la enchiqueraran por su raza ni por su religión, sino por terrorista.
 Ya te lo he contado maja.  Aunque no te conozco me pareces una chavala estupenda y hasta pienso que si regreso con vida de esta ratonera me gustaría pedirte relaciones.  Estás muy guapa en la foto, tienes una cara de buena persona. Mándame más.  En fin tu estampa piadosa  me ha recordado otras navidades más felices y el niño  me mira con cara de  ternura y hasta parece que me habla a mí solo a mí y me dije Celerizo, yo te voy a ayudar.
 Y me quedo ensimismado contemplándole.  Mis camaradas dicen que es un Jesús muy bonito, los alemanes no tienen imágenes pero creo que son también cristianos, no creen en el papa.  Los domingos suele venir un páter que creo que es luterano se pone un gorro muy raro y una estola negra como la de don Saturnino el cura de mi pueblo y cantan himnos y ya está pero no dicen misa como los católicos, sólo cantar y los soldados los cantan con mucha devoción pues parecen sentir muy adentro su religión más que nosotros.  Para que te vaya a contar si no son calamidades aunque así me desahogo.
 Soy el único que queda de los españoles porque han ido cayendo todos.  El jueves le atizaron a un asturiano que se llamaba Teófilo Muñiz  Salió a hacer del cuerpo el hombre y por lo visto se puso en un sitio algo lejos de la tienda que no tenía desenfilada y le arrearon. A Rodrigo que era mi mejor amigo un obús lo dejó sin pierna y lo evacuaron a Riga.  Pero esta muerte de Muñiz  impresionó.  Murió en mis brazos.  Llamaba a grandes voces a su madre y a mi se parte el corazón.  Madre…madre…madre. Y el eco clamaba cual voz en el desierto por  la inmensa estepa, retronaba su voz moribunda.  Madre, madre ¿dónde estás? Dios le tenga en su seno. Pero ¿por qué no baja? ¿Por qué no hace algo ese Dios que dice que está con nosotros? Lo pone un letrero que llevan aquí todos los quintos en  la hebilla de su uniforme: Gott mit uns.
  Aderita, me dices en la tuya que no haces más que rezar por pues esas preces me vienen bien.  Tus velas a la Virgen del Camino han dado resultado aunque pienso que salgamos enteros de aquí va a ser un milagro y de los gordos.  Madre.  Madre y las voces que pegaba Teófilo eran las mismas que otro asturiano también amigo del alma que se llamaba Agustín al que atizaron a lo tonto y a lo bobo. Era también muy fraterno.  De Cudillero.  Me decía que  tan pronto acabase la guerra me convidaba a las fiestas de su pueblo que son por san Pedro y los marineros hacen una ceremonia muy ocurrente y chistosa que llaman la amura vela.
 Se llamaba Agustín Fito.  Si esta carta llegase a tus manos, yo quisiera que se las remitiese por favor a su familia que vive en ese pueblo dándole mis condolencias.  De mi vida aquí poco puedo contarte. Es muy monótona.  Los días se parecen unos a otras como dos gotas de agua.  El único aliciente es la llegada de la estafeta con la carta de casa momento feliz, que se mueran los feos, abajo las penas.  Lo demás comer y dormir. Uno se embrutece y no piensa en nada. Sólo en sobrevivir pero las balas cuando vienen de a hecho, como las cartas traen en el membrete tu nombre y dirección y hay que recibirlas. Pero la que te ha de matar, dicen los veteranos, no la sentirás venir.
  ¿Quién inventaría las guerras Aderita? Todas son guarras las guerras. Llenas de obscenidades. Parece que las prepara una gentuza. Son los mismos de siempre. Los discípulos de Satanás los que no pueden vivir sin verter sangre en el altar de Moloch.  La verdad es que cuando recibí felicitaciones de la Komandatur por haber abatido a cinco cazas enemigos no me sentí un héroe, me pusieron la cruz de hierro pero yo estuve de decirle al comandante que se metiera la condecoración por donde le cupiera y si no lo hice fue por tenemos s que me fusilen.  Fue de pura chiripa mi coronel, respondía. Si dijese lo contrario mentiría. También me pareció un despropósito que condecoraran por el merito al valor al camarada que las diñó mientras estaba en las letrinas. A título póstumo y muerto en combate rezaba el parte… No me hagas reír.
 No.  No me siento un héroe ni  odio a los rusos. ¿Por que tener que disparar contra gente que no conozco y nunca se han metido conmigo?  Velay mis contradicciones, Aderita bueno madrina, Felices Pascuas y ojalá el año que viene de 1943 sea prospero y mejor que este puñetero 42.
 Estoy seguro de que nos vamos a ver pronto tú y yo que guay  vamos a hacer buenas migas. ¿Te gustan los bambinos?  Claro que te gustarán a no ser que tengas vocación de monja.  Reza mucho por mí y  con el Santo Niño Jesús de Praga, aprieta, maja en tus oraciones, que a ti debe de hacerte caso pues eres muy buena, una santa.  Lo necesito.  Y sin otro particular y desando la pasas bien la Nochebuena se despide este tu amigo y admirador este Karovo que lo es.  Tu ahijado de guerra. Arriba España.¡ Viva Franco Heil Hitler!, Etcétera.
  Fermín Celerizo, sargento primero de Artillería
Frente del Este.
Hasta aquí la misiva. Llegó a mis manos porque lo primero que hizo el sargento Celerizo cuando fue repatriado de Rusia fue ponerse en contacto con la novia del muchacho asturiano que fue su compañero de armas. Aderita, la madrina de guerra, se había casado con otro y envió la carta a Fifi, creyendo que su ahijado había perecido en el Este. Desde 1942 no había vuelto a saber más de él. Pero lo cierto es que Celerizo, habiendo sido hecho prisionero, e internado de un campo de concentración, consiguió volver el año 1954 con los expedicionarios del capitán. Eran los últimos de Rusia. Los últimos de Filipinas también. Unos locos pero gentes como Celerizo tenían buena madera y que buen vasallo si hubiera buen señor. Esta epístola desde el Frente Oriental encierra las claves de una bonita historia de amor. Que desbarató una guerra. Malditas guerras. ¿Quién las inventaría, leche?
 
La carta del sargento Celerizo la encontré yo el otro día hurgando entre los baúles traperos que hay en el hórreo de nuestra casona. Era una carta amarilla de color desvaído por el tiempo que estaba junto a otras e iban dirigidas mi tía Fifi que antes de estallar la guerra hablaba según decía entonces con ese  pixueto[1] que cayó en la estepa. Sentí una emoción intensa y miedo a profanar el relicario de una triste novela. La tía Fifí se quedó soltera. La conocí que venía a nuestra casa y muy cumplida y ceremoniosa pues había sido educada para ser una señorita nos traía el bollo de Pascua. De moza debió de ser airosa pero cuando yo la conocí estaba vieja y algo encorvada. Pensé  en Doña Berta la protagonista de uno de los cuentos de Clarín que quedando para vestir santos le guardó ausencias al único amor de su vida. ¡Demasiado romántica! Quizás el amor no tenga nada que ver con el sexo. Pero Tía Fifí se volvió algo gruñona muy murmuradora y muy beata. Había celado bien el secreto de sus amores. Nunca la vi llevar otra ropa que no fuese de luto. Con respecto al sargento Celerizo investigando sobre estas cuestiones llegue a saber que regresó de las trincheras aunque con un brazo de menos. Le dieron  los del Ayuntamiento un puesto en Segovia y vendía caramelos, periódicos y chuches. Debajo del mandil de menestral siempre asomaba el forro de su camisa azul. Era una buena persona. Sin embargo en el frente contrajo el vicio de la bebida. Los chaveas del barrio de Santa Eulalia se reían de él y le ponían motes. Le tiraban piedras a su chiringuito y decían:
-Borracho… borracho, tío Braguetita.
-Si voy-respondía-condenados niños os meto un brazo por una manga.
Lo del sobrehúsa Braguetita le debía de venir porque ya de mayor estaba algo de la próstata y tenía que salir detrás del quiosco a hacer aguas menores. Fue un idealista. Un soñador y un perdedor. Contaba historias extraordinarias de Rusia y cantaba con hermosa voz de bajo. Una vez cuando yo era seminarista fuimos a entregarle un aguinaldo como se solía hacer con los pobres de la ciudad por Nochebuena. Nos miró a todos, muy emocionado;
-Que majos estáis curillas con esa sotana  esa beca y ese bonete. Si yo volviera a nacer me haría pope. Para entonar las letanías y  cantar en ruso el paternóster. Pope ruso. Nada de cura católico.
-¿Y eso por qué, tío Braguetita?
-Anda demonio. Cosas de la vida.
Era un bendito de dios. Murió de una borrachera. Pero no lo hizo por vicio sino para aliviar los terribles dolores que le ocasionó un cáncer de próstata. El vino al fin y al cabo es sangre de Cristo y él creía en la resurrección. Algunas tardes se le veía asistir a las Vísperas en la iglesia del Salvador o en la de Santa Eulalia  y prosternarse ante una imagen del Perpetuo Socorro que había traído del frente. Este icono luego desapareció o lo robaron. Era un cuadro muy valioso y también milagroso.
Si alguien le preguntaba que por que tenía tanta fe en aquella imagen que era tan abstracta y tan poco significativa y no como la dolorosa de Santa Eulalia que parece tan guapa y a la que le hacen todavía más guapa las lágrimas que ruedan por sus mejillas de escayola el sargento  de artillería respondía invariablemente:
-Precisamente por eso porque esta Virgen es más misteriosa.
-¿Y a que viene usted?
-A pedirle una buena muerte para que resucite con su Hijo al tercer día. Yo creo en la resurrección.
Entonces se calaba su gorra  y se volvía por donde había venido.
De ambas parroquias era feligrés. El sargento Celerizo después el tío Braguetita era un bendito de Dios. Y murió como un santo. El vino le ayudó a soportar el tormento de su agonía.
 
He de confesar aquí que la División Azul ha sido una de mis obsesiones literarias porque ellos me acercaron misteriosamente a Rusia. Aunque derrotados el espíritu que trajeron de aquella guerra mundial que todos los españoles perdimos sigue vivo en la resurrección de los viejos valores: patria. Dios, Familia, Europa. Justo aquella Europa que fundó Virgilio y que se nos está yendo al traste porque han ganado la batalla los americanos arropados por el impertérrito clan internacional zionista (los nuevos nazis al fin y al cabo enemigos de la libertad u de la iniciativa personal. No sé lo que habrá sido del pobre sargento Celerizo y de su novia Aderita pero su fantasma le oigo cantar las viejas canciones legionarias en la baranda del hórreo las noches en que muge el viento lebeche. Es un viento que viene de Siberia y me habla de la  División azul y el alma rusa.
División azul, cisni divitsia, die Blau. Marchas y canciones, juventud y mitos. Utilizada como arma de propaganda por el franquismo contra Rusia y ahora por los antifranquistas con idéntico objetivo: darle caña a Putin. Más de lo mismo. La verdad es que los rusos en el Este nos dieron hasta en el carné de identidad. Aquellos mozos idealistas o aventureros no estaban preparados ni para las crudezas del General Invierno porque carecían de ropa de abrigo y los capotes que les dieron en Alemania tenían buen corte, eran muy bonitos, pero nuestros artilleros, nuestros infantes, nuestros pontoneros y hasta los rancheros tiritaban en las bajas temperaturas. El invierno del año 41 fue el peor en varios siglos. Se encontraron, venida la primavera, con otro enemigo formidable: la rasputitsa, el barro de los caminos encharcados de la estepa a causa del deshielo. Las armas que les proporcionaron los alemanes eran buenas pero no las supieron manejar, muchos desertaron, y soldados del Wehrmacht, prevenidos en retaguardia, y arriesgando sus vidas para cubrir la retirada de la Blau, que en algún momento se transformó en desbandada, hicieron lo posible para que la “defensa elástica” o repliegue no acabase en desastre.  Los organillos de Stalin, unos pequeños cañones de retroceso que no hacían mucho estruendo, pero que, mortíferos, metieron el miedo en el cuerpo de los soldados del general Infantes, se convirtieron en una pesadilla; el verdugo de la Blau tuvo un nombre: el general Yukov, un militar zarista que plantaría sus tanques en Berlín y que luego sería purgado por los trotskistas. Stalin nunca le retiró el favor pero Beria, el gran comisario judío, le mandó a Siberia al gran héroe de la Guerra Patria
Di una conferencia hace muchos años en la sede de FN que ilustré con música polifónica ortodoxa. No me entendieron muy bien los antiguos guripas pero no me arrepiento; mis observaciones crearon escuela sobre el alma rusa y el resurgir de la Ortodoxia en el mundo, lo cual es un hecho que chincha a muchos. La sala estaba llena de fachas que no de falangistas y algunos se quejaron de que pronuncié el nombre de una ciudad donde se libró encarnizado combate a orillas del lago Ilmen a la rusa como “voljov” y no a la a la española que hace una mala versión de la ch germánica que no es exactamente la “ch” castellana; "volchó" Saqué la conclusión de que muchos de aquellos excombatientes no sabían donde habían estado, ni a qué fueron para allá; todo eran ideas confusas pero ciertamente la Blau fue un mito sacrosanto para el franquismo y yo me crié, como aquel que dice, en un cuerpo de guardia donde los suboficiales y oficiales para matar la espera referían sus hazañas bélicas: los asaltos a bayoneta calada, los pozos de tirador machacados por la catenaria de un carro.  No obstante, los militares que estuvieron en Rusia poseían cierto pedigrí, eran la elite de aquellos regimientos. Debió de ser horroroso la lucha, más que contra los soviéticos, contra los elementos atmosféricos de la estepa. Lo importante para mí no es meramente el valor de aquellos guripas (al soldado español el valor se le supone) sino el espíritu que entroncó con lo más puro y hermoso del alma rusa dando lugar a una gran generación literaria: los Laín, los Ridruejo, los Gómez de la Serna, los Luis Romero, los Álvaro de la Iglesia, los Donato León Tierno y sobre todo Tomás Salvador uno de los mejores novelistas de todos los tiempos que escribió una obra memorable "División 250", la cual hace una prognosis proféticas a la vista de las torres trucidadas de las cúpulas de Novgorod, el Vaticano ruso, de que un día volverían a relucir y resurgir porque no en vano Rusia es el país de la resurrección [1]. Lo otro eran batallitas. Recuerdo que mi padre traía a casa todos los meses el Guión una revista que editó el Ministerio del Ejército en que se ponderaba casi en cada número la hazaña de aquellos divisionarios que lucieron el casco alemán pereciendo muchos en tumbas olvidadas a la sombra de una cruz entrecruzada con dos palos de abedul. En la escala activa se respetó a los divisionarios al principio. Luego fueron orillados porque en el cuadro divisionario los masones brillaban por su ausencia y algunos se mostraron contra la política del Sistema de antiestalinismo puro y de proamericanismo neto que siguió Franco en los años 50.  Hubo un teniente que se chupó tres años en un castillo a causa de su rusofilia, le acusaban de comunista. Lo del resto eran batallitas. Lo que no nos dijeron fue que sufrieron muchas bajas, que no pocos se rindieron o se pasaron a los ruskis y que estos les dieron una paliza porque aquella guerra no era la suya. Se trataba de una guerra de exterminio organizada por los fabricantes alemanes de armas de origen hebreo y los banqueros suizos.  Hitler no sabía donde se metía. Pero todo hay que decirlo: este destacamento ahorró con su arrojo y valentía mucha sangre porque evitaron la intervención de España en la segunda guerra mundial Al sargento Barbado, amigo de mi padre, se le congelaron las manos izando su pieza del 15 y medio cuando descargaba proyectiles contra el palacio de Catalina la Grande. Le habían dicho que la famosa zarina era un poco puta... así que duro con ella... La propaganda alemana había prometido la cruz de hierro de primera clase al artillero que consiguiera derribar una de las cúpulas del palacio de invierno. Escribían en cada proyectil con tiza un saludo. "Buenos días, camarada Stalin, espero que esta peladilla la saborees" No sabían dónde estaban, ni por qué luchaban, ni donde se metían pero eran conscientes de que su sacrificio impediría la invasión de la Wehrmacht de toda la península ibérica. Franco estaba jugando al ratón y al gato con los ingleses y utilizó a Muñoz Grandes de quien se decía que Hitler quería convertirlo en su sustituto, en cola de ratón.  Supuestamente iban en devolución de visita A luchar contra el comunismo, pero allí no encontraron muchos de esos. En los avances atropaban cadáveres entre la nieve de la famosa “pijota” [2][2] que atacaba en oleadas con cruces al cuello e iconos con la imagen del Salvador en el bolsillo de la guerrera. ¿Dónde quedaban los ateos? No eran diablos los combatientes que tenían enfrente sino mozos que podían ser de tu escuadra y que trataban de repeler una invasión genocida con las armas en la mano. Hitler estaba loco. Era un venado que no contaba ni con la dureza de aquel pueblo que quería sujetar ni con las inclemencias del General Invierno, ni de lo disparatado de la operación “Barbarroja”. Cayó como Felipón siguiendo los pasos e incurriendo en los mismos errores de Napoleón. Algunos de la Blau se echaron novias soviéticas y acudían a los bailes en la plaza del pueblo con las panienkas pero las panienkas no eran rusas sino polacas y bielorrusas. Definitivamente, nuestros guripas no sabían dónde estaban.
Estas muchachas cuando avanzaron las tropas del general Yukov serían fusiladas o emplumadas por colaboracionistas.  Hay otra gran novela que profundiza en ese extremo. La escribió Rodrigo Royo convaleciendo de un pepinazo en un hospital de sangre de Vilnius. El protagonista de “Guerra” se enamoró de una judía a la que salva y otorga un pasaporte para regresar a España. ¿Holocausto decía usted? bueno pues según y conforme... Esas son palabras mayores. El holocausto que conocieron aquellos soldaditos hispanos tuvo más que ver que con Auschwitz con el de Leningrado: un millón de muertos en dos años la mayoría a causa del hambre en veintitantos meses de sitio. El holocausto de Stalingrado cerca de quinientos mil entre rusos y alemanes. El holocausto de la primera Guerra mundial[3][3] que padecieron ingleses y franceses. No se borre nunca se memoria. Los rusos sienten un respeto profundo y se cuadran cuando oyen mentar la “gran guerra patria” la mayor tragedia que han tenido en el siglo XX donde pusieron toda la carne en el asador, todo su heroísmo, para repeler la agresión nazista.  Detrás de Stalin estaban los americanos armándose con los mejores tanques pertrechándoles de buenos cazas de combate. Que los fementidos no nos vengan con sus batallitas. Ellos en parte fueron los culpables y por eso han inventado un mito en el que muchos caen en la trampa. La división azul no sé si por aquella conferencia o por la aureola que tuvo entre nosotros a tiempo pretérito constituye todo un género literario plagado de tópicos. Ahora se nos presenta JM de Prada con su libro gordo de petete. Hay censura, una censura programática. Pero no para estos lebreles del nuevo periodismo. Su libro sobre la Blau abunda en los tópicos de siempre. Nadie podrá brillar a la altura de Tomás Salvador o de Rodrigo Royo, dos nombres borrados del libro de la vida por nueva inquisición que nos acogota; sin embargo, se derriten en alabanzas a este chico de Zamora, muy beato, y muy del sistema capitalista que escribió “Crijas y Verijas”. Un coñazo de tío. Pero hubo gente, entre los que me cuento, para los que la División Azul sirvió para dar pábulo a una gran generación literaria arriba subrayada y entroncar con el alma rusa que es mesiánica y salvífica. Caen las torres de Jericó y se pisan crucifijos. No importa; precedido de una lluvia de estrellas mañana en la noche santa nacerá Cristo (Xristos razdaet) y en el carillón de los campanarios de Novgorod, bolearán las campanas por el nacimiento del redentor.  Entonemos un himno de gloria y esperanza. Para plantarle cara al futuro. Una luz nos viene del Este. La atisbó Tomás Salvador que murió en la miseria y muy perseguido.
 
LA DIVISIÓN AZUL Y  RUSIA CRISTIANA
 
[Apuntes de una antigua conferencia que pronuncié en la Sede de FN en Madrid en 1992]
 
 
EL LAGO ILMEN
(1)
 
Cuenta la leyenda que a orillas del lago Ilmen se paseaba Sadko tocando el gusli. Tan bien tocaba el joven que las cúpulas de las iglesias de la hermosa ciudad de Novgorod brillaban más que el sol. Al paso del joven músico por la ribera, las encrespadas olas del famoso lago donde acamparon nuestros divisionarios de la Blau y fue escenario de una cruenta batalla entre germanos y soviéticos revertiría la calma y regresaría la bonanza. Hasta el propio zar de las aguas saltaba a la superficie desde lo hondo de su reino linfático escoltado por una turba de ondinas y de nereidas. Cuando Sadko atacaba las cuerdas de su instrumento, el mundo parecía dominado por un poderoso sentimiento de caridad y reinaba la armonía entre los hombres. Se acaban las guerras y las disputas y volvía la pureza de las costumbres y el amor presidía sus relaciones. Nadie robaba ni cometía adulterio ni perjurio o calumnia. En una ocasión en que el zar de las aguas reinaba en su palacio de cristal al escuchar la voz de Sadko acercándose rozagante y magnífico le dijo: bien tocas padrecito y bien mereces una recompensa y como premio a tu arte te daré la mano de mi hija Voljova; la princesa Voljova era la más bella y casta entre las mujeres. Sadko sin embargo aunque agradecido por la deferencia rehusó la mano de la princesa y se hizo pope. Llegó a archimandrita y cantaba tan bien que cuando entonaba el canto de  Toda la letanía, toda la ciudad acudía embelesada a escucharlo. Al eco de su voz entre vaharadas de incienso se veía pasear a los Ángeles por el sabaoth de las cúpulas. Los enfermos curaban y aquellos en cuyo corazón anidaban los malos espíritus se verían pronto libres de las cadenas de los vicios y pecados. El conjuro mágico de la salmodia del humilde pope no ya el Sadko mozo sino un eclesiástico de barbas bizantinas que llevaba un rosario en el antebrazo operaba efectos taumatúrgicos. Este bello cuento es un poco el símbolo de la ortodoxia: que Cristo ha resucitado venciendo a la muerte y a todos los males del mundo. En la ortodoxia se unen el culto cristológico y la devoción marial. La invocación en la liturgia oriental a María, que suele hacerse en la misa inmediatamente a la consagración, es continua porque la Teotokos simboliza la victoria sobre el mal (zlo) con sus poderes angélicos. Ella es el nuevo Miguel que aplastará la cabeza del dragón[4]. Si existe alguna diferencia entre la religiosidad eslava y la latina seria este matiz que carga más el acento sobre la intuición que el intelecto. La teología de santo Tomás es maravillosamente discursiva una pirámide perfecta donde cada sillar apoya al siguiente al de delante y al de detrás. La bizantina se abstiene de silogismos y no intenta revelar el misterio de la redención a la luz de la razón. Simplemente cree en el misterio. Su única garantía es la resurrección del cristo total. La eucaristía se diferencia de la católica pues no hay consagración sino epiclesis o invocación al Espíritu Santo. El celebrante después de la fracción del pan coloca sobre las divinas especies un paño rojo que mueve ligeramente ayudado por el diácono y otros celebrantes mientras canta la fórmula he aquí el cuerpo y la sangre del Salvador, rito al que sigue una loa a la Virgen María por haber traído al mundo al Hijo de Dios. Tampoco hay sagrario porque el cuerpo y la sangre son consumidos de inmediato por los comulgantes. El sacramento de la confirmación es muy distinto y hasta los niños más pequeños son llevados a comulgar desde la más tierna infancia. Sin .eucaristía no hay redención. El conservadurismo, este apego a las ancestrales tradiciones hace que el cristianismo oriental se parezca al que hubo en Asia Menor y viene del arameo. Está prácticamente intacto en sus preces, abluciones, misales, antifonarios y en sus ancestrales cánticos. Desde san Cirilo y san Metodio. Es precisamente este apego a la tradición lo que llena de encanto su maravillosa liturgia la cual es grande y a la vez humilde y deprecante. En sus iglesias no se tolera otro instrumento musical que el de la voz humana. El canto coral. Los cantos y motetes en fabordón resuenan incesantes a lo largo de dilatados y prolongados oficios. La recitación hesicastica consigue que los creyentes guiados en su ascenso del camino místico por los staretz alcancen la perfección. Mantras, salmos, letanías. Es el oriente: cristiandades que según la leyenda fueron evangelizadas por san Andrés el cual predicó en Novgorod y antes en Kiev a orillas del Dnieper. Pero no hay Novgorod sin lago Ilmen. Aquí precisamente vinieron a luchar los soldados de la división frente al bolchevismo aquí donde Sadko tocaba su gusli a la vista de las cúpulas de las catedrales e iglesias de esta ciudad. Eran un puñado de españoles idealistas quijotescos que lo dieron todo a cambio de nada. Padecieron las privaciones y fatigas del hielo la nieve y el hambre y en verano los cancanos y los mosquitos insoportables de la rasputiza[5]. Los que pudieron regresar luego serian médicos, periodistas, filólogos catedráticos o empresarios. Ninguno fue capaz de olvidar a Rusia para bien o para mal.  Su sueño era Europa pero no la Europa de los mercaderes y burócratas sino aquella a la que cantó Virgilio asentada sobre los valores de Dios Patria Familia, era la Europa de las catedrales de los talleres y de la justicia social presidida por la cruz de la fraternidad de Xto. No la Europa de las plusvalías, los políticos trincones, los nuevos bandidos de cuello duro y materialista sino aquella Europa que rinde culto a los valores del espíritu. Se combatía por dos palabras: heimat y rodena[6].
 Novgorod colonizada por los suecos significa en dialecto varego la ciudad de la isla. Su catedral está dedicada a santa Sofía y varios monasterios. Precisamente durante un corto periodo de tiempo fue liberada y pudo establecerse el culto divino previamente suprimido el marxismo. Etimológicamente Ilmen significa mar de barro opero no fue barro lo que se encontraron los esquiadores del capitán Ordás sino hielo a 52 grados bajo cero aquella sangrienta trágica tercera semana de enero de la que se cumple ahora medio siglo. Tuvieron 196 bajas solo quedaron siete supervivientes en el batallón. “Las guerras-ya lo decía Tito Livio- son concertadas por los más viles y abyectos y combatidas por los más valientes y generosos”. En un tiempo en que son derribados pedestales y caen las estatuas como en un cuento de Oscar Wilde, tras el derrumbe del Muro de Berlín en la Europa del Este no sólo cambian los nombres de las calles sino que también se profanan tumbas de soldados convertidas en blanco del furor vindicativo de este finiseculo sometido a los desmanes de un nuevo Termidor revanchista totalmente anticristiano. Suprimido el comunismo y derrumbado el sistema soviético de una forma tan acelerada y sorprendente, por todos los rincones de Europa se alzan blandiendo las espadas ensangrentadas los nuevos sacerdotes de Moloq cabalgando sobre alazanes de fuego que rasgan los aires agitando las crines en las que en lugar de cabellos crecen serpientes. Sobre los cielos cobrizos de la estepa esos cielos que el gran escritor divisionario Tomás Salvador describió como falto de vitaminas sobrevuelan grandes bandas de cuervos. Esas siniestras aves han aventado la cadaverina guiados por una rapacidad que atisba el amplio expolio. Si bien es esto cierto también parece que la religiosidad del pueblo ruso registra un nuevo florecer. Están llenos los templos, aumentan las vocaciones sacerdotales y aspirantes al sacramento del bautismo. Y se siente el blesni[7] de la cristiandad. Xto. Regresa a su nación preferida con palabras de perdón y de reconciliación. Él, que es fuente de eterna misericordia, como entona con cadencia suplicante el diacono en su canto litúrgico de una riqueza melódica y de una expresión adorante extraordinaria (blagoslusenia). El subir del incienso y el refulgir del oro de las casullas y de esos iconostasios que parecen pintados por Fra. Angélico agrada a la vista y al oído. Todo eso debió de impresionar a Tomas Salvador así como otros muchos de los expedicionarios participantes en la campaña. Habría que hablar de una expresión que sólo existe en idioma ruso: la “sobornostb[8].Cierto que en la gran marcha a pie desde Polonia hasta la Rusia profunda muchos se sentirían despeados y derrotados por la inmensidad misteriosa de la estepa. Sin embargo darían por bien empleadas sus fatigas y los sufrimientos que trae aparejados la vida del soldado al comprobar que las poblaciones les aclamaban por libertadores. Se abrían las iglesias al culto al paso de los regimientos blindados de la Wehrmacht. Volvían a brillar las lámparas en las credencias de los altares de Minsk, Posad, Grigorovo. Se encendían candelas a la Virgen. Volvieronse a escuchar las estrofas del himno del Akathistos[9]. En diversos narradores de la Blau hemos podido compulsar este punto de contacto entre la religiosidad y el idealismo: ese entusiasmo con los valores del espíritu. De ahí que para muchos de los expedicionarios el contacto con la Rusia lejana supusiera una catarsis, un cierto embeleso al ser deslumbrados por los fulgores viejos del antiguo cristianismo. Estamos convencidos de que aquellas quintas que van desde el año 32 al 40 es decir los nacidos entre 1912 y 1920 fueron un prodigioso apéndice de penetración histórica. Algún día se les terminará haciendo justicia puesto que como dijo el romance tras de tiempos vendrán tiempos y máxime ahora cuando las cosas pasan deprisa y vienen tan aceleradas. Los españoles llevábamos sin salir a Europa desde los Tercios. El común denominador de aquella generación fue la espiritualidad y tengo que aludir aquí a Las cartas del sargento Basilio de José García Luna. Espiritualidad y sentido del humor todo junto. Otra constante en todos ellos es la ausencia de odio. En División 250 de Salvador y en las Cartas del Sargento Basilio se habla del hermano Iván y del hermano Mischa “que nos incomodan con su música de viento: los temibles organillos de Stalin”. Muchos se sienten deslumbrados por la literatura rusa. Habían leído a Chejov en su nostalgia angélica y por cuya obra pulula la aspiración a los ideales nobles choca con la rutina de la existencia y el tedio de los hombres vencidos. O contemplado el alma humana a través de Dostoievski o Tolstoi o admirado las perfectas descripciones de la naturaleza de Turguenev. La narrativa rusa parece un corolario o sobrehaz a las páginas del Evangelio. Así que las iglesias que ellos contemplaron seguían siendo las mismas que las retratadas por los maestros rusos: edificios sólidos, de traza cuadrada con un atrio o antojana que lindaba con el camposanto, de muros abocinados de madera o de ladrillo rara vez de piedra y con cúpulas bulbiformes. Hasta en las aldeas más míseras alza su cresta por encima de las techumbres de bálago de las isbas el chapitel del templo ortodoxo con sus cruces trilobuladas una exégesis trinitaria en medio del campo y el bosque. Son torres sin campanarios.[10]. En el interior no suele haber bancos o reclinatorios porque a las ceremonias litúrgicas se suele asistir de pie. Tampoco hay imágenes o estatuas de santos, una reminiscencia del tiempo de los iconoclastas. En las naves laterales  aparecen  iconos y lamparillas de la Theotokos, iluminado su rostro por velas, oscurecidos por la pátina del tiempo.
2
El altar donde se consagra y se alza el cuerpo y la sangre del Redentor por una mediana algo más que la altura de un hombre (iconostasio); la ortodoxia por herencia de los misterios órficos se guardó de la consagración coram pópulo a sabiendas de que en toda religión ha de subyacer una cierta magia. Cuando todo se desvela no hay misterio. Al iconostasio que solo se abre un par de veces durante la eucaristía se accede por una cancela o verja que abre y cierra el diacono y que se llama puerta real o “darov dvor”[11]. Las puertas quedan patentes durante la celebración sólo en las súplicas al Paráclito o epiclesis; en el trisagio o invitatorio o Agios como fórmula del concilio de Nicea contra los arrianos; en la comunión  impartida bajo las dos especies y por último en la bendición final que el celebrante imparte haciendo la señal de la cruz en aspa.
La anáfora es más larga que el canon latín y el padre nuestro se canta una vez y se reza tres. El coro canta con frecuencia el Slava Tibie o gloria a Ti, doxológico. Es un rito hermoso, cuajado de simbolismo y de reminiscencias ancestrales de gestos mayestáticos y de una solemnidad suprema. Las capas pluviales y dalmáticas recamadas de oros y cobaltos llevan en los vuelos grabada la palabra Niké (victoria) y la feligresía se persigna con frecuencia y realizan las genuflexiones o plokoni. Los ortodoxos rara vez se arrodillan. Doblan el torso a veces hasta tocar el suelo con los dedos de la mano. Se rigen por el calendario juliano que marca sus fiestas con respecto al gregoriano con dos semanas de retraso. Tampoco coinciden en la celebración de la pascua salvo una vez cada quinientos años. Es la fiesta más importante. Después la de la Trinidad. Radiezstvo o nacimientos. Blagovenia en conmemoración del Bautismo de Jesús, que suele coincidir en Occidente con la de San Antón. En las fiestas mariales son importantes de Blagosloveñie o Anunciada el 18 de diciembre y la Ushpenie o Dormición el 15 de agosto. El santoral deriva de los menologios griegos y en ellos se dan santos que no figuran en el martirologio romano como san Mistofan, san Spiridon, san Josafat pero sí san Jorge por ejemplo común a los dos ritos que  orientales y occidentales celebran el 23 de abril. Son importantes las celebraciones de los profetas mayores: San Daniel, san Ezequiel, San Ezequiel o san Jeremías. La fiesta de san Andrés el 12 de diciembre es una de las mayores y con motu propio. La de san Juan Crisóstomo la celebran el 30 de noviembre cuando nosotros veneramos a san Andrés por este retraso apuntado entre el calendario juliano y el gregoriano. A san Juan Crisóstomo el patriarca de Constantinopla expulsado al exilio de los montes de Armenia por fustigar en sus sermones las corruptelas de la corte se le profesa gran devoción. Un pueblo de gran sensibilidad como el ruso, tan inclinado al coloquio, y de sus grandes capacitaciones literarias se encuentra a sí mismo en la fuerte tradición oral surgida al pairo de los rapsodas pues es el país de los cuenta cuentos y de los rapsodas tienen que venerar a la fuerza al Crisóstomo[12]. Rusia es el cuento de los cuenta cuentos y de las “sdachi” y que ha legado a la cultura del mundo historias tan hermosas como la de Blancanieves o Zoliuska. Rusia al igual que Irlanda tiene una fuerte implantación oral por los estratos campesinos de su población. En la narración breve nadie consiguió ponerle un pie delante a Chejov o Andreiev. En ambos autores un par de pinceladas sirven para condensar el pálpito de lo bello, ese fulgor misterioso traspasado de serenidad y de clemente unción la cual se refleja en los iconos. Los rusos no tuvieron edad media. Se plantaron directamente en la modernidad desde el barroco. De ahí que la tradición cristiana sin pasar por la contrarreforma o la ilustración. Para su suerte desconocieron las luchas y escándalos a los que dio lugar el papado. Fue un verdadero don de dios tener iglesias autocefalas y con ello se libraron de las guerras de religión motivadas en parte por el escándalo y las corrupciones de la sede apostólica durante el siglo XVI. El haber estado en parte bajo la dominación otomana dio a los patriarcados cierta cohesión y fue un verdadero milagro que no desaparecerá el cristianismo. Eso se debe a los zares herederos del imperio bizantino. De este hecho arranca su supuesto mesianismo. Tan hondo caló en el pueblo ruso el sentido mesiánico que la palabra para designar a un campesino y a un creyente es la misma: “xristianki” como hombre o mujer de vida sencilla que guarda los mandamientos y a la gente común almas. En la gran narrativa rusa solo aletea el aliento resignado de la aceptación de la voluntad divina. Los legionarios de la Blau se sorprendían de la mansedumbre, servicialidad y falta de rencor que observaban en los soldados y oficiales que hacían prisioneros en sus escaramuzas con el ejército rojo. Pese a su desgracia parecían completamente avenidos a su destino. Ese talante melancólico inclinado hacia la belleza sin una mala queja o un lamento, sabiendo percibir la vida desde una óptica triste pero esperanzada en la resurrección  se muestra en su gran capacidad espiritual. Pero al propio tiempo esta resignación les vuelve indolentes y abúlicos a los rusos. Casi resulta inexplicable como un imperio ha podido derrumbarse en estos últimos días sin que haya pasado nada y sin que se haya disparado un solo tiro[13]. Las babiusas moscovitas armadas de infinita paciencia hacen cola a las puertas de los Gastronom con sus mostradores vacíos en espera de una ración de carne de leche o patatas. Esa actitud resignada, ese fatalismo anta la voluntad de  dios (volia boshe). Esta actitud resignada, este talante fatalista, lleno de sumisión, se cruza constantemente como un espectro por las páginas más brillantes de la literatura rusa aunque Dostoievski hable de una franja de locura pesimista que las llena de nihilismo en periodos de abatimiento. Es un país que se extenuó primero en la lucha contra el tártaro y después contra el turco. Es Europa y Asia a la vez. El ángel de la melancolía rusa (tascá) se torna en ironía sapiencial en Gogol (ponia) y se vuelve complicada clarividencia en Dostoievski. Es sencillamente ganas de vivir en Pushkin que se asoma a los rostros de los tahúres que juegan en las noches de Petersburgo a la caza de la dama de picas. Y en Chejov es esa sonrisa añorante que se convierte en suspiros y en taedium vitae. La vida no es más que un triste jardín de los cerezos desde donde se nos expulsa. Suenan los golpes secos del hacha en el jardín. Llegan los acreedores. Se cierra la finca. Nos amenazan los consignatarios, la vulgaridad, la indiferencia, el desamor. Todas las historias de grandeza concluyen en la crujía de un hospital en la galería o en la cárcel o en el convento para perderse irremisiblemente en ese pañuelo de tierra que nos aguarda. Solo el vaskresenia o la esperanza de la resurrección en Xto. Da sentido a la existencia. Puede mitigar tanto dolor. Aquí yace la clave del gran humanismo ruso: en las veras esencias del cristianismo. De su mano alcanzaría la novelística rusa las más altas cimas de excelsitud literaria o se hundió en los penetrales de los flujos de conciencia psicológicos. El alma rusa se ha enfrentado al bien y al mal con una sonrisa misteriosa “ylibiatsa”. Es la sonrisa de Basilio el patriarca de Constantinopla que no aceptó las exigencias del emperador Valente. O es la sonrisa que el viajero encuentra al llegar a Moscú y que puede ocultar siempre cartas bajo la manga. Es la misma sonrisa con que los mujiks acogían el látigo del barín. La troika siempre avanzará por la taiga a golpes knut. Ante la tiranía del amo sólo cabe el ensimismamiento. El mujik sometido parece decirle a sus propias barbas:
-Ahora tú ganas, me maltratas, tu comportamiento es infame, pero poco importa porque al final resucitará cristo y nos librará a ti y a mí del oprobio de nuestros pecados. El se apiadará de tus culpas y a mí me librará de la injusticia.
Pero semejante mansedumbre no es sinónimo de debilidad sino que es capacidad de aguante o “vinolit”. Es la resistencia rusa que plantó cara a Hitler y a Napoleón. Stalin cuando se vio perdido y con los alemanes a las puertas de Moscú hubo de acudir al patriarca Sergio y apelar al patriotismo eslavo que es profundamente religioso. Rusia –la shirokaya natura[14]- es casi imposible conquerir militarmente. Siempre se guarda una carta en la manga y exurge cuando parece vencida. Es el país de la resurrección. De la gran pascua rusa que Rimski Korsakov pasó a los pentagramas. Los que ahora mismo venden la piel del oso antes de cazarlo debieran ser cautelosos. “Russland ist krank-decía recientemente un comentarista de la Radio Deutsche Welle- aber nicht todkrank[15]. Creo que muchos veteranos de la Blau aquí presentes y que sobrevivieron al invierno ruso y a las pulgas y fiebres de la rasputitsa[16] creo que entenderán lo que quiero decir con tal afirmación. Rusia tiene una cara oculta como la luna. Entre sus escritores unos son pro occidentales (raskolnieki o zapadniets) y otros eslavófilos. Culpan a la religión los zapadniets del atraso de la incuria y de la incultura nacional  como Turguenev mientras otros los raskolniki dicen que Rusia ha de centrarse sobre sí misma. Tal es el caso de Dostoievski. Solzhenitsin ha venido a determinar que el Oeste está podrido. Se está refiriendo a los banqueros ingleses a los ambientes cosmopolitas alemanes que generaron la Weltanshaung y los padrinos del warmongering o maestros ajustadores de los conflictos. La ortodoxia por su parte va en contra de ese latido pesimista y trae un mensaje de alegría el de la resurrección...De un fracaso militar y estratégico como fue aquel (la agrupación tuvo muchos prisioneros, infinidad e incontables deserciones porque mucho se habían apuntado para pasarse a los rusos porque habían combatido bajo las banderas del comunismo en la guerra civil) se siguió un punto de partida, un algo que está en la mente de todos hoy. La gente de mi generación sujeta a los vaivenes del idealismo y educada en la búsqueda de la excelencia y de la utopía (pleno empleo, nivel de vida, amor libre, educación y sanidad gratuitas) a través de una enseñanza tan excelsa como precaria en los seminarios y colegios de frailes y monjas puede adolecer de confundir la verdad con la fantasía. Nos lavaron en cerebros con lucubraciones entreveradas de lo falsa y lo verdadero: en el amor y en la concepción de la mujer un tanto petrarquista y en la creencia de que el orden de las cosas es de una sola pieza con una línea demarcación tajante entre el bien y el mal, la noche y el día, la luz y la sombra.
3
Al correr de los años hemos ido descubriendo a base de descalabros y de desengaños que no hay tal hito de separación. Que los campos se confunden. Era el resultado de la propaganda franquista. Yo tenía una idea romántica de todo aquello. Hube de marear la perdiz. Las batallitas de los de la división eran charlas de cuarto de banderas en que se mezclaba el escozor de la derrota y de las penalidades con el orgullo de haber sido supervivientes del invierno ruso y al avance incontenible de la infantería soviética que peor pertrechada que la alemana cuando los organillos de Stalin o pequeños bazucas eran su herramienta principal había [17]mostrado ser la mejor del mundo. Los mozos de aquellos reemplazos que se alistaron en la campaña de Leningrado tenía una idea vaga e imprecisa de sus motivos y esa imprecisión seguiría después en los que crecimos al pairo de aquellas “gestas”. Pese a la derrota, los militares regresaron con la moral y artilleros infantes y caballería mecanizada aprenderían bastante sobre el arte de la guerra. Hasta el punto de que puede decirse que aquellos veteranos serían la elite del ejército de Franco. Rusia les había transformado. Les resucitó. ¿Por qué? No se me ocurre otra explicación que el contacto con ese aire mesiánico y renovador que tiene todo lo ruso. Uno se explica por qué ahora la ex Unión Soviética está en el punto de mira de los ataques de la propaganda occidental. A tal respecto a Rusia se la odia por ser cristiana y por ser depositaria de valores de la cultura europea... De manera que la versión de autores que a mí me entusiasmaban por entonces como Vadillo, Salvador o García Luna, no era falsa y tiene en la actualidad plena vigencia. Otro pregunta que me asaltó al estudiar las hojas militares de todos los que sirvieron en el Osten Front alemán fueron relegados y ninguneados e incentivó mi curiosidad halló una explicación en los tratados de amistad con los Estados Unidos que sólo sirvieron para mermar la capacidad ofensiva y defensiva de nuestro ejército. Los americanos nos entregaron partidas de desecho de la guerra de Corea. Jeeps que se atollaban en las maniobras y carros de combate que no disparaban. En suma chatarra. Por lo menos la Wehrmacht estaba mucho mejor preparada y gran parte del material que se utilizó en España en los años 50 y 60 era alemán y de muy buena calidad. Yo me había formado una idea muy romántica de todos aquellos supuestos pero a grandes rasgos mis percepciones no estaban muy alejadas de la verdad.
 
 
En la ortodoxia todo gira en torno a la resurrección. La gran novela de Tolstoi del mismo identifica un poco el alma a la vez melancólica y exaltada del pueblo eslavo. Xto. No sólo triunfa de la muerte sino que da vida a la naturaleza toda  con savia nueva. Entonces el amor llena la tierra. Es  un ideal que nunca se alcanza. La realidad de todos los días es el pecado y la muerte que se acerca y un leitmotiv que se repite todos los años y que la humanidad avance sin conseguir la meta. No importa. La noche del sábado santo todas las campanas bolean a gloria por toda la tierra. Es un mensaje salvífico que impla los confines de todas las cosas. En ruso en búlgaro en polaco el día del señor o domingo se llama Resurrección. Otro aspecto diferenciador es el valor que se da entre  ellos a la tradición y a la liturgia con su carga estética del platonismo. Bizancio por ejemplo ejerce un gran influjo en los latinos hasta la baja edad media inspirando por ejemplo todo el arte románico y la idea de belleza del Cristos Musicus, del Cristos Sculptor y del Cristos Pictor que se refleja por ejemplo en el hieratismo del Pórtico de la gloria. La fe ha de entrar por los ojos, es algo inefable. A ella se llega por el oído y por la vista pero sobre todo por el oído. Fidex ex auditu. El Cristo ortodoxo tiene que ver entonces muy poco con el Yahvé que truena en el Sinaí, un dios que hace la guerra y que maldice a los enemigos. A los popes no les está permitido tomar armas ni alistarse en el ejercito a diferencia de lo que ocurrió entre las órdenes militares de occidente.
En este año de 1993 se celebra el sexto centenario de San Sergio de Radonezh una especie de san Juan de Dios a la rusa que abrió un sin número de hospitales y casas de beneficencia por todo el país. Es uno de los bienaventurados más milagrosos de todo el calendario del Santo sínodo y también un devoto de la virgen puesto que gracias a él toda la vieja Rusia se llenó de viejos iconos. De la Teotokos Hizo una profecía que creo que se ha cumplido: que Rusia se salvaría mediante la protección de la Virgen. Rusia por tanto ha renunciado a los planes quinquenales y manda venir a los yurodivi o santones que van de un lado para otro con unas alforjas y unos evangelios por todo bagaje, recorriendo en bordonería mística la estepa. Su espiritualidad sigue los rumbos de los hindúes y el camino de perfección lo va marcando a los iniciados un “staretz”. He aquí que pues toda Rusia se ensimisma vuelve a su vieja espiritualidad  mientras envía a la chatarra las divisiones acorzadas y los bombardeos nucleares. Lo que no quiere decir que no sea un país muy fuerte. Militarmente hablando sigue siendo tan fuerte como los Estados Unidos e Israel y no es tan fácil destruirlo como quisieran muchos de sus enemigos. Así pues Rusia propone un rearme moral como programa de salvación para la humanidad mientras se acoge a la protección del manto de la Virgen. No soy teólogo de oficio por más que lo sea de afición ni me creo la persona más idónea para pronunciarse sobre cuestiones de tanta enjundia cómo el asunto de quien lleva la razón en esta vieja disputa por cuestiones canónicas más que de dogmáticas [el único matiz es el famoso Filioque que alejó a los latinos de los griegos en el Concilio de Nicea en la interpretación de la hipóstasis trinitaria] entre Roma y Bizancio que se vienen manteniendo desde el siglo XI. Doctores tiene la Iglesia… empero, y lo digo como un atisbo la unión de los cristianos o de los separados hermanos como se reza en el Octavario de la Unión de las Iglesias que ahora celebramos[18] podía llegar muy pronto. Contamos con la presencia de un papa eslavo[19]. Juan Pabilo II puede ser el buen pastor que apaciente la grey hacia un mismo aprisco. Karol Wojtyla es un papa que vino del frío y existe una máxima en la Iglesia que afirma: “Ex oriente lux”. Y ciertamente en medio de las convulsiones milenaristas del finiseculo cuando todos se trastoca y han renacido viejas polémicas sangrientas en los Balcanes y el Cáucaso y renace el fantasma de la sequía y de la presura gentium y de los corrimientos de pueblos que darán ocasión a migraciones masivas de la lluvia ácida y depleciones de ozono o el flagelo de la pandemia (el sida es el equivalente a la inguinalis plaga del s.XIV) y el de la superpoblación convergente con una carestía de recursos se alza redentora y clemente la luz de la cruz que refulgió en el Gólgota. Es la antena de la verdad pero la verdad se encuentra en crisis y más manipulada que nunca. Sentarse ante la pantalla del televisor significa en la actualidad para muchas gentes someterse a un maniluvio o baño que lava nuestro intelecto de cualquier ilusión. Contra toda ética periodística en la actualidad se manipulan las conciencias. Se trata de romper a la familia reducida a mero florero objeto o por el contrario de hidra feminista que es totalitario y antiliberal. Muchos hogares se han convertido en infiernos y esa es una de las causas de la llamada violencia domestica lo que antiguamente se denominaba crimen pasional. Todo ello forma parte de la confusión de un orden nuevo anticristiano y todo él una antilogía contra los principios evangelios. Nos han arrebatado la alegría y nos han sumido en la vanidad de la superstición y el materialismo que sólo cree en el becerro de Oro. “Sed mundus vult decipi” proclama Jerónimo. Tal vez siempre fue así aunque la propaganda nunca contó con tanta proliferación de medios. La capacidad persuasiva del diablo parece haber ido en aumento. Se combate la sabiduría, la bondad, el silencio entre tanta gritería y tanta proclama histérica. El ser humano se encuentra sumido en una postración moral. Quiere hacer de la persona humana portadora de valores eternos según afirmaba José Antonio un pelele un muñeco con alma de quita y pon igual que si fuera un bote de coca cola o un articulo desechable. La jerarquía católica parece que asiste como convidada de piedra a este evento, lo cual enfurecía a Joseph Ratzinger a la sazón secretario de la Propaganda FIDE que contra los modernistas esgrimía una frase del Kempis. “Con nuestra reivindicaciones formales mucho hablamos de la Iglesia pero nos estamos olvidando de Cristo”. Era un grito contra la secularización y el abrazo a lo inmanente echando al olvido lo trascendente. Los ortodoxos al conservar las viejas tradiciones litúrgicas nos están dando una lección. Los patriarcados son auto céfalos pero apolíticos, suelen estar con el pueblo. A ningún archimandrita por ejemplo se le ocurriría bendecir a los terroristas etarras como ha hecho un monseñor donostiarra. Había que dejar las cosas del siglo para concentrarse en las cosas eclesiales. En nuestras viejas catedrales levantadas por la fe de un pueblo como torres de expiación ante el Altísimo ya no surgen a través de sus columnas de altas estrías flamígeras nubes de inciensos ni se escucha el eco de los cantos. Solo se percibe el taconeo de los turistas que pasan lejanos frente a las imágenes y en las sillerías de los coros duermen los viejos cantorales de piel de becerro sobre el alma del facistol. Ya no hay prima ni tercia ni vísperas. Ni se canta ya el oficio divino. No se ven canónigos apoyando sus posaderas sobre las labradas misericordias de roble. La iglesia española parece que alberga complejos por el pasado y ha renunciado a sus esencias. Pero en fin no perdamos la experiencia. Cristo está en la historia. Alcemos con Él el grito de salutación Pascual
-Cristos vaskriese.
-Paistini vaskriese.
-Arriba España.
Se escucharon muchos aplausos en la sala
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
III
 
 
 
ALDOUS HUXLEY
 
Anunció un tiempo terrible sin demasiadas ternezas y pasó a los neo inquisidores la mano por el lomo. Aldous Huxley habló para toda una época anunciando la posibilidad de un mundo irredento de listas negras y de nuevos propaladores de consignas y palabras al oído con planchas masónicas sin tolerar el sarcasmo y convirtiendo en un delito la alegría de vivir. Un tiempo en el cual la ironía estaría penalizada por multas por los grandes sacerdotes y los encomenderos de la persecución y la tortura utilizando fórmulas escritores de confianza, sus rapsodas, sus pregoneros, sus políticos. ¿No estará pasando eso en lo que antes era la vieja Yugoslavia? – esto se publicó en el Diario de Burgos el 5 de noviembre de 1994-. Aldous Huxley cien años cumple un apocalíptico.
Puede ser que su efemérides harto incomoda y picajosa para los que andan pregonando el fin de la utopía resulte irreverente y piensen suprimirla porque  asistimos a una especie de misa negra en la cual se quiere ofrendar en holocausto a la inteligencia- esta ceremonia no es sino un vestigio de las viejas ordalías medievales y de la quema de libros en la plaza pública. Se trata de borrar la memoria de rescribir la historia y de provocar el caos controlado que acabará con países de la vieja Europa; primero, Yugoslavia, a continuación Ucrania y acto seguido vendrá Cataluña cuya secesión respalda el grupo judío norteamericano. Inane ejercicio porque de los palimpsestos vuelve a surgir la letra erradicada el nombre incomodo. El nombre de Aldous Huxley Londres 1894 – California 1963 es tan incomodo como el de Orwell del que 1984 provocó muchas vestiduras desgarradas entre los panegiristas de Reagan y de la Thatcher. Con su ironía arde  Huxley al igual que Eric Blair, el nombre real de Orwell, en resonancia profética; denunciaron los abusos de una sociedad superdeficiente bajo la vigilancia del Supercofrade con grandes autopistas de  la información yendo y viniendo donde la opinión es tabú y casi no se puede pensar por cuenta propia en que surgirían los grandes trusts periodísticos como meollos de la cuestión una especie de juzgados de la verdad y oficinas de la noticia donde se gestiona lo que ha de conocerse. Este sí. Este no. Quid libet et illibet. La sutil manipulación de la cosa. Estos reinos de taifas se encuentran regidos por auténticos midas de la comunicación muy arrogantes que supervisan las ideas y las conciencias y cobran el barato del miedo. En Francia empezó a surgir un nuevo individuo le penseur en congé, el periodista sin periódico. Vino uno y nos echó a todos. Empezó la gran desbandada la operación de dispersión y de manipulación. El gentleman británico una voz valiente que denunciara el caos frágil de salud y medio cegato tuvo una visión de lince de lo que avendría en el futuro. Como padre de la novela utópica científica. Un mundo feliz no era más que un sarcasmo pero hubo bastantes críticos que se tomaron la obra en serio. Empezar a ser como si el pasado no existiese y por supuesto el futuro tampoco existiría. Aldabonazo a la memoria. Cien años después de su nacimiento la obra de este gran autor inglés apocalíptico es un toque de advertencia a todos aquellos que tratan de suprimir la memoria. La generación espontan4ea no se da en la naturaleza. Tampoco hay el borrón y cuenta nueva a la totalidad. Huxley intuyó la que se avecinaba con más de un siglo de adelanto. Las libertades cibernéticas podrían sumir al género humano en la mayor de las tiranías. Los poderosos utilizan “su libertad” para conculcar la Libertad y esa Libertad pertenece a los otros aunque ellos no la respetan. Tendríamos, en consecuencia, bloqueos económicos, chantajes, invasiones. La comunicación instantánea por defecto traería la incomunicabilidad pavorosa del ser humano. Y entre los individuos las familias las naciones. Tiempo de tinieblas. El regreso al buen salvaje y al Emilio roussoniano supondría la aniquilación de dos milenios de cristianismo y todavía estaba por llegar don cesar Vidal el pseudo que oculta su fe y acude a las manifestaciones con un sombrero de rabino. El hombre un lobo para el hombre. Prevalecería la fuerza bruta. Aquí nada de ideas. Regresamos a la selva urbana haciendo tabla rasa de todas las conquistas sociales en aras de un supuesto liberalismo económico fomentando la fraternidad universal. Los negros llegarían a Berlín con un cartel en la solapa en cuyo letrero ponía Europa el paraíso. Y estaba por anunciarse la gran invasión de almadías pateras y cayucos sobre nuestros linderos. Uno me dijo en las siete chimeneas vendrán a morirse a nuestra puerta y aquel colega del gabinete de prensa tuvo una inflamación profética de la categoría de Huxley. La ley de la pirámide invertida el mundo patas arriba y la verdad boca abajo. Este peligroso juego de borrar la memoria dio pábulo al origen del superhombre nieztschianiniano. Critican a los nazis pero estos sionistas mucho se parecen a ellos. Son hijos de la gran Z. Se está creando un nuevo lumpen que es joven y urbanita. Es bueno que haya muchos analfabetos. En la otra vertiente están los escogidos people elected los lacayos del sistema  que rinden tributos y obediencia al Supercofrade. Todos empezamos por entonces a hacer zapping y a ser peleles del mando a distancia. La esclavitud a la carta. El nuevo gulag de la aldea global que es aldeanísimo resentido lleno de resquemores mal pensado y cuajado de vulgaridad que vive entre las ráfagas de las luces de neón y el pretil de las frases hechas. Sus vidas cuelgan sobre el vacío pero ellos se sienten a resguardo. Sería por lo tanto un alto privilegio la probabilidad de pensar uno por sí mismo. Ilotas informativos sin posibilidad de remisión. Huxley no era un profeta del viejo Testamento. Por eso no utiliza el furor de los antiguos iluminados sino el understatement de los británicos para enfundar su mensaje en un envoltorio como para no darlo demasiada importancia y para reírse tal vez de sí mismo. Por más que Cela se mofe con frecuencia y con esa socarronería suya tan de afilador garbancero. De los profetas que según él cayeron en desuso en Huxley verdaderamente profeta tenemos.  La más grande tarea de un escritor es la de hablar en nombre del futuro. Escribir ya los hemos dichos muchas veces tiene que ver en gran medida con la corazonada o la genial intuición el rasgo de humor y eso forma parte de ese quid divinum que ha de tener la profesión. Los escritores importantes continúan la labor callada y cada uno en su medida y en su parcela de la Revelación.
Huxley pertenecía  a una escuela de grandes novelistas ingleses quienes capitaneado por Wells encararon el futuro y ensalzaron la utopía en sus servidumbres y grandezas con un poco de sorna. La literatura inglesa aportó a la universal el periodismo, los libelos, la utopía relacionada en lo protestante con el concepto católico de los Novísimos. Tomás Moro y Robinsón en su isla. Swift y los viajes de Gulliver. Belloc. Chesterton. Orwell. El robinsón  en su isla del tesoro. Todos estos nombres reflejan esa preocupación británica por el advenimiento de un tiempo nuevo y de un mundo diferente. Fuentes que manan leche y miel. Ínsulas baratarias. El dorado jauja todos a bordo del transbordador de Staten Island. Aldous Huxley de formación científica plasma en sus escritos el gran pesimismo de su generación esquilmada en las trincheras de la primera guerra mundial: On the Margin, Themes &Variations, Point Counterpoint, Those barren Leaves son producciones de su primera época. Sobre todo instaura la novela política que se ha de trastocar en sátira de la vida contemporánea. Novelas que constituían el aviso de un turbulento avenir según el crítico G. Sampson. Aparte de Counterpoint fue relevante la de A Brave New World porque este título de novela es ya una frase hecha. Tampoco hay que olvidar La Máquina del Tiempo y el Post master General. En estas obras se hace una critica social pero se insiste en el aspecto de la injusticia y la dominación de unos pocos que tienen bajo la bota de la esclavitud el chantaje y la amenaza a unos muchísimos y la conclusión es la misma que la de la Rebelión En la Granja de Orwell: todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros. Se mantuvo en los precintos de las minorías y la verdad es que sus novelas nunca alcanzaron los grandes tirajes. Se le consideró una mosca cojonera que cantaba las verdades del barquero y tuvo que exilarse a América. En realidad era un emigrante que buscó en Hollywood un lugar al sol. La Metro Goldwyn lo tuvo en su nomina como un lujo. Rara vez sus guiones fueron aprovechables pero de otros se rodó alguna que otra película. Este disgusto con su patria inglesa es algo que comparten gente de su generación en mayor o menor escala: Maughan, Wells, Shaw, Bertrán Russell, Graham Green, a los que les estomagaba la mediocridad y consistencia de la monarquía inglesa. En especial con Isabel II en el trono. Murió en California casi ciego a consecuencia de un cáncer en la lengua. Toda su vida fumó en pipa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
IV
 
AMANUENSES Y FONTANEROS. ORWELL
 
 
 Es un mero fontanero  y un amanuense al del dictado de otros. Estamos tocando un mundo feliz con la punta de los dedos. Pero de este mundo súper eficiente y al dictamen de las normas del Hermano Grande y Gordo (el big fat cat, el gato cebón) los libertarios como yo lo vamos a pasar muy mal.
 Pido la venia e invoco la misericordia  del Altísimo porque este proyecto del gran diseño pone patas arriba mis convicciones de cristiano. Estoy releyendo a mi maestro Orwell con el que trabé contacto en Hull cuando pasaba hambre y me olvidaba de la gazuza comprando libros de la Penguin.
 Por  un par de chelines sacrifiqué una comida y me hice con dos de sus libros imperecederos: 1984 y Animal Farm[20]. El homenaje a Cataluña siempre me pareció inferior pues cuenta sus desdichas en el Frente del Ebro.
Pero la  pluma  de Orwell sutil e inconsútil de una sola pieza vuelve a frisar alto en sus historias del vagabundaje In and out London and Paris donde refiere algo de su biografía como tramp[21].
Los mendigos son figuras preocupantes que sin embargo rondan el cerebro de todo escritor sobre todo si lo es de genio.
 El escritor de raza intuye que su vida puede acabar en la misma rúa de pordiosero. Dios nos libre.
 Muchas veces indeliberadamente se coloca detrás de un personaje de su invención y lo que está detrás no es ficción. Le va a pasar a él. Por arte de birlibirloque por esa magia que tiene la palabra para crear para intuir. El buen escritor adivina el futuro Aunque el oficio de novelista tenga poco que ver con el de profeta arúspice o quiromante, pero como el profeta habla en nombre de la deidad, como arúspice introspección las entrañas negras de las aves cuando los ánsares se ponen a graznar en el Capitolio como pasa ahora y ha pasado siempre, y en cuanto quiromante tiene algo de brujo y de prestidigitador que va a la caza mediante la palabra del aura espiritual que dimanan todos los seres.
 En ellos el poeta encuentra el aura y surgen chispas. En esas estamos. La soledad del literato, el abandono, la miseria y el hambre que padecieron los genios.
 A veces escribir es un acto profético y en Orwell el derrelicto del malecón del Tmesis y el guerrero de nuestra contienda civil que se preocupaba más que de las balas franquistas de su petaca porque si le faltaban  cigarrillos era incapaz de coordinar las ideas ni de escribir un par de frases.
En “1984” proyecta el mundo de hoy con sus ministerios de la verdad, el double talk (doble lenguaje) y el new language (nuevo idioma) los ministerios de la Verdad y la presencia de un poderoso gobierno omnisciente como los novelistas malos y omnipresente como el propio Dios. El Gran Hermano de la tiranía tecnológica y totalitaria. Los “demócratas” (entre paréntesis oiga que yo no tengo nada contra la democracia bien entendida que como la caridad empieza siempre por uno mismo) se cabrean mucho cuando se les dice que Orwell no estaba pensando en la sociedad al otro lado del telón de acero, puesto que ya cayó el muro de Berlín  y al Big Brother lo encontramos por doquier. Sólo le falto a Eric Blair [22] un adjetivo; el de americano y ya tendríamos la reseña más cabal.
 Es el imperio el que tira del carro. El sueño global, sueño mesiánico por otra parte, como  lo fue el sueño católico de los españoles en el siglo XVI plasmado en el soneto de Juan de Herrera de una sola grey bajo el cayado de un mismo pastor. Lo que pasa el que el American Dream es laico aunque América sea toda ella una nueva religión, una forma cultual amén de un credo político.
 Quizás debajo de la chistera del Tío Sam o del pariente que escudriña lo que escribimos por Internet, el vecino que nos espía (he is watching behind the fence[23]).
 La amante que no es nuestra amante sino una agente del gobierno, el jefe que nos persigue, los compañeros de trabajo que auscultan nuestra ficha y dan el parte si llegamos tarde, (jó qué lío) pero vivimos en el silencio y el terror sonámbulos por los pasillos del gran edificio que describió Kafka, otro que tal baila en la Metamorfosis y en The Trial[24].
A este paso nos vamos a convertir en cucarachas en un mundo feliz donde hay que pensar por prójimo y adoptar los modos y creencia que se nos impone desde arriba vía imagen y propaganda. Todos somos Wilson el personaje de esta novela que sube a su buhardilla londinense con paso cansino y en cada descansillo se encuentra con un cartel que le advierte:
-El Hermano mayor te vigila.
Una sociedad plana y sin conflictos eso es el irenismo, una herejía de los siglos V y VI que se ha vuelto a poner de moda. Pero ojo que en 1984 se habla del control del lenguaje. De la doma de las palabras para que obtengan otro sentido semántica diferente a aquel para lo que fueron inventadas y eso es lo temible y peligroso.
La reducción de todo un idioma a una jerga de no más de mil palabras como es el lenguaje coprológico neoyorquino, los analfabetismos mentales, peores que el analfabetismo real, los cerebros bañados en estupidez y en soap opera[25], el tialismo cultural [la tele nos quiere convertir a todos en tontos de baba a base de drama y de películas made in Hollywood], la policía del pensamiento. Y todo lo demás.
Cuando escribió este tratado de sociología política novelada no estaba adelantando Orwell lo que pasaría en 1984 sino lo que está ocurriendo en 2008 y lo que ocurrirá en 2010 o 2020. A medida que se haga más fuerte la presencia de la tecnología será más aleatoria la libertad de conciencia porque a lo que en realidad vamos es a un totalitarismo.
 Pero eso no tiene la culpa ZP que es un gran intuitivo y un gran amante de la libertad. Él se limita a poner música a lo que pone el libreto. El gran demiurgo esconde la cara y utiliza caras y cimbeles y testaferros. Lo mismo daría Zapatero que Rajoy o Galardón o Merkel o Bush o Zarcosy le petit juif.
 
 
 
 
 
 
V
 
 
IRENISMO TOTALITARIO. LA FALSA PAZ Y EL GRAN ENGAÑO
 El alto mando se ha hecho invisible y es el que controla. Big Brother is watching you. En el país que describe 1984 hay ministerios muy raros. Uno se llama ministerio de la Verdad y otro el ministerio del Amor pero todos los años se celebra una fiesta: la del odio en la que aparece el enemigo del  pueblo un tal Stein, un judío al que hay que golpear.
No sé si Orwell estaba pensando en Big Laden cuando se puso a escribir en el Londres de la posguerra derruido por las bombas de la Luftwaffe. También se trata de un enemigo invisible. Quizás irreal pero al que hay que machacar y sacudir como reafirmación de nuestro ser. Orwell escribió su obra maestra durante un terrible invierno de posguerra el del 45 en una isla escocesa, apartado del mundanal ruido de Londres. Al año siguiente entraría en un sanatorio de enfermos de pecho en Gales. Estaba tuberculoso perdido.
 Dentro de unos días será san Pelayo de Córdoba, el monaguillo del obispo de Tuy al que quiso dar pol culo un califa resistiéndose el pobre niño, y al grito de maricas y lesbianas de todo el mundo uníos invertidos bolleras y pederastas tendrán su fiesta laica y sacarán a su santo disfrazado de arco iris por las calles de Chueca. Axial la Virgen de la Paloma se nos convierte en transexual. ZP ha creado un ministerio que nadie sabe para lo que es. El de la Igualdad.
 Pujos feministas que ya adelanta Orwell en esa mujer pálida y cara de arpía pelambrera color de arena que le hace la vida imposible al protagonista Wilson.
Es la abanderada o alférez del feminismo de batalla. Pervirtiendo el lenguaje se consigue un trasunto semántica de la inversión de roles y de valores. La homosexualidad acaba con la fecundación. Un mundo nuevo. Un nuevo concepto de familia uniparental.
 
Hijos probeta. Manipulación genética y manipulación mental pero de todos estos peligros lo más peligroso es la perversión del idioma. En las escuelas ya no se enseña castellano. Se enseña lengua y por ahí por esos textos manipulados por ese prurito de enviar a la hoguera las viejas y hermosas palabras que duermen en los diccionarios es por donde puede acabar el mundo. In principio erat verbum.
Sin embargo no hay que ser pesimistas. Höldering otro dichter alemán visionario nos advertía de que las revoluciones de este tipo dejan un sedimento positivo.
Y Yeats se alegraba con ese algo nuevo nos ha caído. La hora más escura es la de la amanecida dicen los sefarditas. En tal contexto, todos somos Wilson, todos somos Stein y nos tienta la rubia fláccida con la cabellera terrosa. El diablo disfrazado de gobernanta-señora de la limpieza- funcionaria del Big Brother-agente secreto - chivata. No se puede decir miembro. Hay que decir miembra. No juez sino jueza.
El Hermano Grande habita entre nosotros. Tanto nos ama que nos ha puesto la argolla de esclavos en un mundo feliz sin castas ni barreras sin permisos de residencias ni diferencias interétnicas. Un mundo feliz se convierte una entelequia. No es un paraíso sino una mazmorra adonde bajan a golpearnos todas las tardes cien demoñillos borrachos. También lo vio Quevedo como Orwell en sus Zahúrdas de Plutón.
 Las utopías albergan un propósito bueno y edificante. No son malas de por sí. Creo que este tiempo que nos ha tocado vivir es bastante interesante.
A muchos españoles  se les vuelven los dedos huéspedes; no les gusta Zapatero. Lo han hecho en burro de todos sus palos.  Pero él no tiene la culpa. Él sólo le juega con las cartas que le echan.  A mí sí. Con independencia de que esos ministerios de la Verdad y de la Igualdad me parezcan peligrosa. You ought to take the Good and the Bad. No todo es malo ni se va a acabar el mundo. Sonrían por favor.
Tras las conmociones del Viernes de Dolores – las profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e institutos de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo neozelandesa con su cara de kivi y su voz atiplada de cupletista pelirroja le gritaba aquella frase imponente, Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley en mano, y yo sólo soy un pobre mortal,  mientras hacían el amor en la scullery de su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio de hacer el amor y su engorde. Se había comprado unos pantalones en Marks&Spencer que le daban un aspecto payasil muy holgados de cintura y desde entonces le puso  el mote  de Emiliano Pantalones. Eran grises como la luz de atardecer que iluminaba su  penthouse de soltero en la calle Jardín de las Flores  entre Fuljan y Oca Bromato Load. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro de la desbandada. Me producía una cierta tristeza. Ya venían, las vi yo venir, predicas incriminatorias, precitas instancias. Iba a cambiar la tortilla y yo echándome aquellas novias tan exóticas que a la hora de pedir no se cortaban un pelo. Dame más. El personal no quiere saber nada de nadie ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado de insolidaridad estamos llegando a los tiempos del 36 cuando los madrileños en aquel otoño sangriento se paseaban por la Avenida del Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que decía: no me cuente Vd. su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira millas. Venga radiales, duro que te pego horizontales de encintado vial de raya continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio  aquel que te afligía como cuando viajabas desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la A1 en tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un pimpi y a hacer pis. Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las fondas en el camino real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses lo son aun más y los portugueses para de contar. Todo el país es como si le olieran los pies. Huele a Fátima y a milagro. A melancólicas  cuerdas de fado. En España `por lo menos una taberna de mala muerte goza de las premisas de un excusado. Y eso es civilización amigo mío y lo demás son vainas. Tenemos un pueblo campesino los de abajo que se comportaba. Los de arriba, los condes, los marqueses, Goya, Picasso, se afrancesaron y todos a mamar de la teta de la loba capitalina y entre sorbete y sorbete prorrumpen en un ay lo mal que está este país. Muy bien no vamos… tú come y calla. Cuando hay movida a esta gran nación que se llamaba España siempre le sacan las castañas del fuego los de abajo, los curas trabucaires, los chisperos, las putas. Y Agustina de Aragón puede ser un caso. De ahí que el pistolero de Larra nunca me conmueve. Larra era un señorito y escribía bastante mal. Y en afrancesado pero cayó en gracia sin ser gracioso con sus cortes de traje a la medida y sus tallas de lindo pisaverde. Pues no te digo, dándoselas de entendida, el regalo de pedida de doña Ficticia al príncipe fue El Doncel de Enrique el Doliente un folletón por entregas con traza de novela histórica. Malos gustos  literarios debe de tener esa doña Leti. Cierto la tristeza tiene un color no puedo hablar no me entienden acaso sea muda. No me cuente su vida oiga que es muy triste no venirme con milongas. Llevamos unos cuantos años con las brigadas del amanecer haciendo de las suyas y no es el cartero que viene a traernos un giro o una carta certificada sino el polizonte o el comisario que llega a ponernos una denuncia y nos ruega vellis nolis acompáñame amos anda... pero tú que te has creído... predicas infernales... ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... harte el encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras leñes que ellos piensen lo que les de la gana... tan, tan.. ¿Quién? Abra. Un registro. Es usted ulanito de tal.- yo soy domingo García Sabell el jefe. Tenga la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que hacérselo por el camino. Puro tramite. El del mosquetón que te observa por la mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un maldito paseo al amanecer. Billete de ida al reino del iras y no volverás. La vuelta no se tarifa. Ni se expende. No existe. De los sencillos y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de ojos claros y el culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero zampándose tarrinas de chocolate. Por eso el culo se le ha puesto como un balón. Facultad de que decía vuesa merced. Reñidas oposiciones y hoy tocan a fajina. El corazón amante. Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble de la Red de San Luis y ya digo no es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos fagotizamos con tanta guerra civil.- fotos trágicas el máuser en alto. El mono azul y la guerrera postinera recogen mal los abultamientos de los senos de aquella bella miliciana y un falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la vista de su Verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el pelotón no me va importar acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían hacia Cibeles desde el palacio de Buenavista y de gobernación las camionetas del ejército de la verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar igual que conejos. Fue el que dijo esta sobra pues sí sobra claro que sí. Lo malo es que había mucho más jefes que indios y los que maulaban y coloquiaban que ya no se les pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo monto con la señora Maqueta ale. La Política no interesa y el que escribió el estatuto prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont tell me fibs. Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está el misterio y la maula. Mañana es domingo de ramos y arranco pa Segovia de estampida. Mis huidos y mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo nací me tranquiliza pero es para ponerse muy sentimentales sino para precaverse. ¿Vienes pa muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las hermandades, los cristos rotos, el entierro de los gascones la torre de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra la luna el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos  y un cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del azoguejo que nosotros denominábamos el arzobejo. El diablo que aparece a lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el paso y los gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. La banda de la academia ataca la Marcha fúnebre. Los prestes entonan el gorigori en fa bardón. Un moro en cuclillas se acurruca respetuoso cerca de las tapias del cementerio y él también ve el tránsito de los pasos. El pueblo devoto canta Amante Jesús Mío. Las manolas visten velo de luto riguroso y adornan su peinado con una peineta de carey. Alguien con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber misterio. Tampoco cristianismo se acerca la Venus victrix con su rozagante manto de dolorosa que porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta bien drapeado por el que hizo el planteamiento pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo que los alemanes denominan spanung. La novela es un concepto musical y eso mismo lo tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en cintas multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del don de la bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus determinados siervos. No he de tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme en fárragos de burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la parada de mi barrio cuya marquesina se ha convertido en objetivo de los gamberretes. Lo expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus se denomina clastomanía, un vicio como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que vive en los chalets de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por la rebusca. Extrajo el triciclo de un contenedor. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una cierta pasión ordenancista. Suum cuique, decía pero eran muy supersticiosos y no se fiaban mucho del provenir cuando volaban las aves en dirección contraria y escuchaban el dictamen de los arúspices asegurando esto va mal. La crisis. Pues comamos y bebamos y bebamos que mañana viviremos. Al triclinio y más tarde al vomitorio. El papado por ejemplo es una constitución carolingia y la Iglesia  como la literatura y su pasión por los cilicios y las torturas mentales un cajón de sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema los visigodos con sus corregidores, bailíes, paciarios y el uso del sello y el balduque en los documentos oficiales. Desde entonces todos los clérigos son funcionarios. En realidad es lo que debieran ser los curas. Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner nombres en los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya empezamos todos a mear fuera del orinal. Clericus del griego “kleros” que no quiere decir otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos que nuestras pretensiones y si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco más modestos, las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. A flor del suelo yace mi realidad. El lecho o lectum era la siguiente pieza consecutiva al triclinio porque de grandes cenas están las sepulturas llenas y el lecho no era más que la tabla donde dejaban reposar el cadáver los romanos. El descanso final. Pero desde la resurrección el sepulcro está vacío y eso -¿lo es?- es una garantía de que nosotros también resucitaremos. Ardua cuestión. Mejor no pensar. La muerte debe de ser como una gran novela sin capitulo, sin espacios, sin dialogo sin puntos ni comas ni punto final. Temo a la hinchazón post mortem la tumefacción y luego los gusanos. La lanzada de Longinos me hizo sentir sed. Tengo sed y pedí a san Pedro que me acercara un vaso. Pero tú eres uno de ellos. ¿Tú estás en nómina? Me dieron posca mezclada con hiel. Lo probé pero no lo bebí y he aquí que he muerto por asfixia como morían todos los crucificados. Mi cabeza era un paquete de dolor. Me coronaron con las ramas de una cambronera de púas aceradas  y eréctil es. O vos omnes qui transitis per viam videte si es dolor qualis dolor meus. En la caja de un cuerpo humano no puede caber tanto dolor pero yo resistí hasta el triunfo de la resurrección. Tú, señor, pudiste (eras el hijos de dios) pero ¿y nosotros, frágiles pecadores? En la sabana santa quedan marcas de la hematidrosis de Getsemaní y del ziphus vulgaris que fue la zarza con se tejió la corona de espinas. Un sacerdote tocaba el sistro en el altar de los sacrificios citando a Jeremías y escupiendo para otro lado. Puaf... ese hombre. Nos vino s aguar la fiesta. Tenemos que inventarnos otro holocausto- traedme a Isaac y a un carnero. Se oscureció el sol, se hizo de noche, se desencadenó un vendaval y el viento silbaba lúgubre entre las cruces,  el velo del templo se oscureció dice el evangelista. Velum templi scissum est et omnis terra tremuit. Tremuit. Latro de cruce clamabat dicens: memento mei domine memento mei dum veneris in regnum tuum. Dimas esta misma tarde estarás conmigo en el paraíso le dijo el buen Jesús al buen ladrón. No es extraño que después de este relato y de las santas reliquias y marcas del santo síndone haya muchos hombres nos hayamos enamorado del proyecto de Jesús en la historia. Porque fue dios lo asesinaron porque era verdad cuanto decía lo contradicen. Y no hay vuelta de hoja.
 
VI
 
 
ORWELL ESCRITOR DE ESCRITORES
He vuelto a las páginas de Orwell estos calurosos y esperanzados días de la Copa de Europa el pesimismo ambiente que nos embarga a los españoles por lo demás tan inconscientes y vitalitas adoptando una actitud frente a la crisis pastueña y resignada moruecos que llevan entre los cuernos un cartel con la leyenda de “échame pan y llámame can”. La gran prosa de este escritor  tan inglés y tan universal hace evadirnos de los vaticinios apocalípticos sobre el incremento de los impuestos el “corralito”, los hierofantes televisivos que nos meten mano al pensamiento. He decidido no escuchar a Intereconomía donde hay un fulano conductor de un programa de línea abierta apto sólo para masoquistas y para los pobres viejos que viven en la cultura de la queja que es como una burbuja. Moaning… Moaning[26]. Nos queje usted tanto, haga algo, tome decisiones resolutivas. A mí que soy algo judío y creo en la ley del Talión Dios me ampare y me perdone si los sicarios matasen a alguno de mi familia, voy a por ellos. No me gusta ser víctima, detesto a las plañideras pero el locutor en cuestión parece un disco rayado contándonos la desintegración de España, el derrumbe de las cajas. Quiere matar a los viejos en la antigua radio de Serrano Suñer el ex nazi. ¡Esa boquita tuya de piñón, amigo Eleuterio Ramos, parece una escupidera de sinrazones, una gárgola de odio y a un radioescucha de Málaga, le dejó con la palabra en la boca! Modos absolutistas del hijo de coronel. Trato de escaparme del pensamiento único que anticipara Orwell. Los que suponen que su “Granja de cerdos” y su “1984” constituyen una sátira contra la utopía capitalista. Tiraba la barra mucho más largo y se refería al mundo en 2012.
Anteayer presencié un debate televisivo en la BBC- cómo me recordó mis años londinenses- dirigido por el gran David Dimbleby hijo de uno de los grandes personajes de aquella casa en el que los participantes se quejaban de que la libertad de prensa se encuentra en entredicho en el propio UK. La llegada de Rupert Murdoch y el 11S acabaron con lo poco que quedara de libertad. Cargó a lo largo de sus breves y azacaneados días contra el Capitalismo,  Catolicismo, Sionismo y  antisemitismo, Islam, el Pacifismo, el Comunismo, el Troskismo. No conoció en su hora el empuje revolucionario y casi demoníaco del Feminismo reduccionista que ha puesto del revés a toda la sociedad occidental. Es muy de hoy. Tampoco el movimiento gay tenía en los años 40 el predicamento de que goza hoy. España se ha convertido en un laboratorio de este feminismo causante de la guerra de géneros. Eric Blair únicamente conoció a la lucha de clases y al sufragismo. La violencia doméstica poco arraigada en Inglaterra y si se produce porque allí el matrimonio también está en crisis existe una consigna de maquillar los casos de atentados en la intimidad del tálamo y aminorarlos para que no cunda el efecto llamado al igual que se trata de silenciar los suicidios pero en España a lo que se ve existe un sentimiento morboso de convertir en primera página y entradilla de los telediarios de asesinatos conyugales sin que los noticieros se adentren en pormenores o analicen las circunstancias desencadenantes. Culpando al varón nunca a la mujer. Está visto que en España no podemos vivir sin terrorismos. La violencia de género, número y caso se ha llevado a más gente que la maldita ETA. Esta sociedad a la cual parece irle la marcha se desintegra en su célula más viva que es la familia. Parece ser que eso es lo que se pretende. ¿Quién gana de estos luctuosos sucesos? Los abogados y los bancos. Tragedias cotidianas que los periodistas del duerno cuentan con la impavidez del que se bebe un vaso de agua. ¡Qué horror! Pero seguiremos con George Orwell. El negro zumbón Obama parece por lo siniestro y bocazas un protagonista de sus dramas. Escritor de escritores, que ha resucitado al inglés inconformista y al comunero castellano que llevo en mí. ¡Viva la rebelión en la granja! El gran porquerizo se ríe de nosotros, nos trata como a cerdos, a patadas y observa si nuestros jamones son lo suficientemente gordos y demócratas antes de sacrificarnos en la toza. Todos aquellos que piensen que la novela ha de ser un espejo que se tiende a lo largo del camino como reflejo inerte e impávido de lo que se ve y lo que se halla, lo que se trama, lo que acontece, cuando  entren en la apasionada prosa de Orwell se han de dar con un canto en los dientes pues él es un anti Balzac que cuando se pone a escribir es porque una rabia le conmueve o le abruma una rabia de denunciar una injusticia o descubrir una mentira. Los argumentos de sus ensayos pedalean a piñón fijo. No hay salida. Tú ya no te me escapas. Un libro para él ha de contener un mensaje, una tesis, una quemazón interior que hace arder en el alma solitaria y a lo mejor vanidosa de todo escritor un fuego misterioso. Así que ni espejos a lo largo del camino ni hojas de ruta ni omnisciencia ni otras paridas, que son artilugios para los poco agraciados en este oficio donde abundan los romos y los novelistas malos tienen aquí vigencia alguna a lo largo de la trama de desencuentros en un mundo totalitario. Esos carriles decimonónicos con estar ya muy gastados y ser harto aburridos siguen no obstante una herramienta de trabajo para los escritores malos y acomodaticios Vg.: Vargas Llosa y tantos y tantos escritores ingleses o norteamericanos del momento que llenan páginas y más páginas de los suplementos dominicales. Sin embargo, del advenimiento de estas ranas literarias que croan al borde de la charca George Orwell ya nos previno. Son los eternos compañeros de viaje, los comparsas de la orquesta y su llegada ha ido en detrimento y desdoro del arte de las buenas letras: keep the Aspidrista flying… Put a spool in Baodicea´s chariot son frases que se me quedaron grabados de alguno de sus libros. Consciente de la era que le había tocado donde la política ancilaria de los mercados de valores, de los bancos y el gran capitalismo, Orwell se revela como un animal político y también se rebela. Por eso lo pasó muy mal y fue un incomprendido. Murió tuberculoso a los 47 años, fue un vagabundo por las calles de Londres y de Paris y de tan fatal experiencia va a nacer su mejor libro Down and out London and Paris.
Fue funcionario del Servicio Imperial de Su Majestad, soldado mercenario en la guerra de España, periodista de la BBC de donde le expulsaron bajo la sospecha de ser un agente comunista siendo así que no podía ver ni al fascismo y el comunismo.
 Fue quizás para él un drama remar contra corriente y tratar de mantener su independencia en una era de auges del totalitarismo en que había que definirse; o se está con unos o con otros, o eres blimp o antiblimp[27]. Al menos no había sonado la hora del “pensamiento único” y consigue publicar a pesar de ser odiado por la “inteligencia” británica que le llamaban el “vagabundo”.Eric Blair había nacido en la India en 1903 hijo de un funcionario escocés. No tuvo formación universitaria, no consiguió una beca para Oxford. Fue  autodidacta llegando a escribir quizás el mejor inglés en prosa la más sólida de los años treinta y cuarenta. Empedernido lector de largas horas, consiguió un trabajo como dependiente en una librería londinense y en esta pasión por la lectura cuajó un estilo, límpido, directo sin los floreos y arrequives usuales entre los literatos de su generación. Cinco años estuvo enrolado con la policía montada de Burma y esta experiencia le puso en contacto con la brutalidad y la corrupción de sus camaradas con los nativos. De regreso a la metrópoli la depresión del 29 le hace perder el trabajo, cayó en la pobreza y se convierte en un “tramp” en un “homeless” de esos que hemos visto dormir en las calles de Londres entre cartones. Conoció el sufrimiento cara a cara y vio la muerte de cerca en el frente del Ebro donde le pegaron un tiro una mañana cuando contaba en la trinchera un chiste a sus camaradas acerca de los consejos que daba la policía imperial cuando una súbdita de su majestad graciosa iba a ser violada por un local: aceptar lo irremediable:
-Just close your eyes, keep your mouth shut and think of England[28]
Fue evacuado al primer hospital de sangre en Barcelona y regresó a Londres. Su enrolamiento en las Brigadas Internacionales obedeció no sólo a motivos de ideas sino a razones económicas como a tantos y tantos mozos ingleses de su reemplazo en la cola del paro. Ir a la guerra de España, aparte de toda una aventura, supondría algún dinero aunque muchos no volvieron para contarlo. De esta experiencia nace uno de los mejores libros que haya escrito un inglés sobre la guerra civil española: Homage to Cataluña. Narra lo que vio: el gran desbarajuste, las luchas internecinas del bando republicano y plasma su odio como miembro del POUM comunista hacia los comunistas. Eric Blair es un autor genial pero lleno de contradicciones. Sus simpatías hacia los catalanes a los que siempre consideró españoles, habida cuenta del surgimiento de personajes como Arturo Mas, Pujol, Rovira y toda la patulea de grandes separatistas chocarían con lo expuesto en sus libros porque aunque no hablen de natío el castellano los considera como los españoles más castizos y apegados al terruño. Ve en los nacionalismos una expresión de los demonios del siglo XX. Caracteriza tales movimientos como inestables, irracionales, xenófobos, pretenden que su lengua y que su raza sean las mejores, lo que siempre será ocasión y rienda de conflictos. Son inestables y se hallan llenos de complejos racistas. Se declara pro-judío y ridiculiza a los graciosos que en el music hall devanaban chistes antisemitas. Sin embargo, advierte de los peligros del Sionismo que podría tomar el testigo del catolicismo como movimiento nacionalista universal de cariz religioso. Uno de los escritores que más le desplace de su tiempo es Chesterton, ese escritor cockney que cree que la religión romana frisa por encima del protestantismo y el paganismo aunque no niega que el autor del “Candor del Padre Brown” sea un novelista original con garra y con genio. Como muchos británicos Orwell veía a la Iglesia Católica como un instrumento de colonización espiritual. El Vaticano fue para ellos una potencia extranjera. Dijo en su tiempo verdades de a puño. Sin embargo, gozó de la oportunidad de denunciar el estalinismo cuando corrían los más crudos vientos siberianos de la guerra fría. Él no lo sabía  porque toda su obra es dentro de su lucidez un barrunto con los ojos cerrados, pero contra lo que en realidad estaba arremetiendo este lobo estepario era contra lo que vendría al final de la guerra fría  tras la caída del muro de Berlín, el desplome del comunismo; se equivocó en un lustro porque su novela en lugar de titularse 1984 debería haberse llamado 1989:  fue cuando vino el doble lenguaje y la dualidad de pensamiento y el control del individuo merced a la introducción de la electrónica en el mundo de la comunicación. Verbigracia.: Snowdwn y Assange, Wikilileaks, las grandes agencias del espionaje que desde Londres y Washington espían nuestros mails y nuestras conversaciones por el móvil. Su gran libro 1984 no ha sido reeditado con la frecuencia que debiera porque es un manual de usuario para saber lo que está pasando en un planeta globalizado y unipolar. No convendría mantener a este gran novelista inglés en el ostracismo. Es un maestro del arte moderno de la literatura aunque muy poco convencional. Cada vez que algo le ponía de los nervios escribía una novela yendo así contra toda la preceptiva del arte narrativo. Fue un elegante periodista y escritor de escritores denso de ideas que dio a la estampa esas grandes utopías que fueron 1984 y Animals Farm.
 
 
 
 
 
 
VII
ARBÁS LUGAR MÁGICO
 
Se viene bien desde Busdongo corazón arriba entre gollizos gargantas y desfiladeros que jalonan el perfil orográfico de la Sierra Madre, torres románicas, pueblos viejos del antiguo reino leonés que guarda perfumes mágicos del arca sagrada de las Españas. La tierra empieza a ascender a levantarse, dueña de su empinación mítica pasadas las revueltas pinariegas del Rabizo. Yo siempre paraba en la Venta la Tuerta a desbeber y a dejar que se columpiaran mis niños en el pequeño parque temático de este antiguo corral de relejes para las diligencias que hacían la ruta de Asturias. Habré hecho el camino mil veces. La primera vez una noche de julio del 68 iba yo a probar mi primer seiscientos galano y a ver a una media novia que tuve en Oviedo. Aquel amor se ha muerto y ahora de vez en cuando la llevo un ramo de flores blancas a su tumba un cementerio entre castaños y cipreses sobre una colina vigilante del trajín fabril. Tengo las sensaciones de aquel primer viaje metido en los cuadriles de mi memoria. En Busdongo probé por primera vez la sidra y cruzado el puerto paré en una romería que había en el pueblo  más bonito de la península ibérica por la vista y el nombre que se llama Flor de Acebos  y ahora en lugar de flores a  María recuerdos y melancolías es lo que llevo. Estos parajes de montaña siempre han tirado de mí siendo una orientación o querencia inexplicable. Ya no bebo culines como entonces y Flor de Acebos es casi una aldea deshabitada razón la crisis la gente se va muriendo cierran las casas se derrumban los hórreos y ya no se escucha el cloqueteo musical de las lecheras que bajaban con la herrada a la cabeza avisando al son de sus madreñas ¡ay mozas de mi juventud! ¿Dónde se fueron que se hizo de tanto galán y caballero que fue de tanto frenesí? Lo risueño del pasaje no cura mis melancolías esta mañana de domingo manriqueño. Virgen de Arbás, ruega por ella, protégela en tu dulce seno. Ahora no me olvido cuando paso por estos riscos de encomendar su alma con un padrenuestro y me prosterno ante la tumba de don Luis Menéndez Pidal el restaurador de este templo y que tiene escrito sobre la lauda del arquisolio un impresionante epitafio que dice: “líbrale señor de la eterna condenación de la misma forma que él salvó de la ruina este templo”.
Por más que administrativamente estas laderas de los Montes Universales sean tributarias de León, en ellas comienza la tierra asturiana.  El hecho  ciertamente se percibe por el acento del bable allí hablado, así como por la estructura del románico  rural de las iglesias de aquellas aldeas reestructuradas durante el barroco siendo rey Carlos III, o, antes, tal vez, ofreciendo singular parecido con  los templos y monasterios a la umbría de Pajares (campanarios de dos ojos en lugar de torres como en Andalucía y ambas Castillas, exiguos trazados, con antojana en vez de atrios en lugares apartados y recoletos. Se trata de las Nonas o nueve monasterios ubicados al albur de estas montañas sagradas que enmarcan la entrada de las Asturias.
 Hasta la reforma cluniacense de Alfonso VII la archidiócesis ovetense, según creo, era sede primada y su jurisdicción alcanzaba hasta el Miño adentrándose en tierras lusitanas. Toda esta zona ofrece parajes bellísimos desde el Bierzo hasta Liébana con importantes núcleos monásticos (Babia,  maestros templarios, los conventos del valle del Órbigo y Baños de Luna así como Astorga, núcleo de la dominación romana) y toponimias excelsas que hacen pensar en su pasado romano: Ponferrada, Riello, Villablino, Bobia, Villarejo, Amio, Murias y otros enclaves situados a la estribación de la cordillera cantábrica al pie de los Montes Universales. En tales atravieses a la sombra de impresionantes cárcavas, gollizos, y esas sillas de montar tamizadas de canchales y cantos rodados, verdaderas autopistas por donde bajó el hielo del cuaternario que dejaron los glaciares,  se constituye el núcleo de la “fabla” (bable) astur leonesa que se escuchó durante la Edad Media de aquí hasta allende riberas del Duero, penetrando en Extremadura. Era el idioma del antiguo reino de León con sus usos y costumbres, sus fueros y sus instituciones jurídicas, su forma de aparejar y de construir,  además de una vestimenta con influjos moriscos.
A los notarios se los denominaba “fieles de fechos” y las casas eran construidas con galerías de madera por delante; adentro, el estragal o tinelo pero con poca portada y sin corral; mas bien, la quintana al lado de la casería. El almiar asturleonés y la corraliza sustituyen al pajar que tanto les gustaba a los vascos cuando irradiaron su hegemonía hacia Castilla. Extremadura, Zamora y Salamanca fueron la frontera prevenida  en baluarte contra la morisma por leoneses y asturianos.
A diferencia de vascos y gascones, los astures  no jugaban  a la pelota. En Asturias se ven pocos nidos de cigüeña  y escasean los frontones. Preferían los bolos y el Aluche (lucha leonesa) y con la unificación a Castilla se implanta el Fuero Juzgo o Derecho Romano del común, una de cuyas notas más salientes sería el decreto de las Cartas Pueblas para la repoblación de yermos y baldíos otorgada por Alfonso X el Sabio. De la premática alfonsina surgen las cinco Polas (Somiedo, Laviana, Allande, Siero, Lena) que debieran ser seis porque al cupo ha de unirse Pola de Gordón.
Remontada la cordillera, encontramos la Puebla de Sanabria en la confluencia de Galicia, Asturias, Portugal y Castilla la Vieja. Una de las regiones léxicamente más ricas de la Península es la sanabresa. El bable que se hablaba en la región nororiental de Zamora, poco estudiado, fue el gran cuaderno de campo de dialectólogos tan avisados como el profesor Alarcos de feliz memoria.
Una de sus tesis se refería a la fractura del latín; sus diptongos y la conversión de aspiradas y fricativas o viceversa darían lugar a las variantes regionales. Vg.: multus evoluciona a moito en portugués, molt en catalán mu en bable y muy castellano; fecit/ fizo, factus/ feito; cordis/ cordial/ curaçao.
La aspiración de la f como famis, farina, fons, es total en castellano (hambre, harina, hontanar) pero no desarrolla en el asturleonés; fame, fonte, farina.
Es un idioma, en cuanto al habla, riquísimo que desconoce la j y las guturales fuertes traídas por los árabes pero muy pobre en cuanto idioma escrito, carente de literatura (y sin textos que atestigüen no se va a ninguna parte), sin hacer mención además de la peculiaridad de sus variantes  dialectales (un bable en cada valle y en un tiempo en que las comunicaciones no eran buenas) y ello se debe a que los documentos estaban escritos en el idioma de la Iglesia del siglo IX al XII de la hegemonía astur leonesa.
Pretenderlo resucitar sin un cabal conocimiento del latín que da estructura y cimiento a las lenguas románicas es pegar palos de ciego. Por esto pienso que el bable moderno suena un tanto artificial y de pie forzado aunque no haya perdido su lozanía.
Lo mejor sigue siendo la entonación de un idioma tan melodioso y cantarín y con peculiaridades sintácticas como es la posposición del pretérito indefinido y el articulo reforzando al pronombre posesivo (el mío pa… dixomelo anoche un paxarín, etc.) que se conservarán siempre. Con el gallego y con el vasco unificado ocurre otro tanto al igual que con el catalán en liza con el valenciano y el mallorquín.
El castellano no aparece hasta finales del s. XIII cuando ya campeaba la fusión de los tres reinos. Es por lo que muchas de las voces en las que se comunicaba el vulgo desparecieron pero la labor de la iglesia en la aculturación y parcelación administrativa de esta región es verdaderamente gigantesca.
Sin los cartularios, los censos,  libros de apeos, las tazmías, los diplomas los documentos notariales de las donaciones pro ánima, los registros bautismales, nupciales y funerarios que anotaban minuciosamente los sacerdotes de la iglesia latina, sería una entelequia o vano ejercicio la labor de los historiadores. 
La iglesia trabaja de largo con esa parsimonia imperturbable ante el paso del tiempo y ese “festina lente” de los pendolistas monacales pulsando sus péñolas sobre los cuadernos de becerro en letras capitulares y caligrafía visigótica, cantando el salterio y rezando las Horas. Merced a su apartamiento y su distanciamiento de las cosas del mundo quedó estampado en tales documentos el afán y el trajín de un tiempo tan belicoso como solemne y entusiasmado con la utopía europea. ¡Sublime paradoja! De ahí que se dijera que España fue la cultura perfecta.
España y algunos obispados concretamente el de Oviedo archivísticamente son el país mejor dotado del mundo y la labor organizadora del clero, ingente.
Gran parte de nuestra grandeza  cultural y ese poder civilizador se la debemos a esos clérigos y frailes que vivieron y murieron en el anonimato.
 La demarcación política en provincias que trajeron las constituciones del siglo XIX es arbitraria y responde al talante ordenancista y centralista del ideario napoleónico y de la Revolución Francesa.
A mí me parece que no  fueron como se debe colocados los hitos y mojones de los límites. La división política no se compadece con la diferenciación natural de las comarcas. Las lindes eclesiásticas, por ende, se adecuan mejor, tanto al paisaje como al paisanaje, a la estructura mental de un país o de una región.
 Eso se percibe cuando se viene a través de la N.VI: después de remontar el Rabizo, dejando atrás la Venta de la Tuerta, percibes ya el aire asturiano, notas la brisa del verde. Los edificios poseen una estructura diferente, las casas con solana se dispersan por el campo. Se cruzan bellos paisajes e iglesias con estructura asturiana como es la ermita del Buen Suceso o el antigua priorato de Arbás (de “arva” campo de pación en Lat.) datos que revelan un pasado glorioso que no conviene olvidar en medio de este mundo sujeto a las intercadencias y bandeos de la globalización.
 
 
 
 
VIII
 
 
RECOMENDACIÓN DEL ALMA
 


Estuve a la cabecera de un enfermo, una persona muy entrañable para mí con el que compartí juegos de infancia y afanes.  El Señor ha querido llevárselo antes que a mí pero las lianas de la sangre y del espíritu se estrechan más allá de la muerte. Son más fuertes.  Le leí la recomendación del alma.  El escenario un inmenso hospital de Madrid.  Frío, aséptico, impersonal.  Escondemos la cabeza los humanos en gesto de avestruz y vivimos una época en que nuestra suprema realidad, la muerte para la que nacimos, es ocultada y ninguneada. Se presenta de improviso, inoportuna, y cuando menos la esperamos, descabalando nuestros planes y descabalgándonos de la querida vida.  Pero está allí presente. Ningún cura aparecía por allí.  Es donde debiera estar la Iglesia: a la cabecera de los moribundos, al lado de los afligidos, en las cárceles, en las Barranquillas, cerca del que sufre, haciendo un apostolado que hoy es más necesario que nunca y no lanzando anatemas por mor de la Educación para la Ciudadanía, predicando con el ejemplo - ya sé que hay una Iglesia oculta no la oficial y jerárquica que se guarda “propter metum Iudeorum” intentando ser correctamente política pero nuestros obispos españoles debieran cambiar el chip y hacer lo que hacen en USA que en eso los americanos, los franceses y los alemanes nos dan cien vueltas tratando de acomodar su acción pastoral a los tiempos laicos que vivimos y que bendito sea Dios y para honra de ZP no son de persecución: ganarse a la gente, fundando emisoras en monasterios donde se rece y se cante las 24 horas del día como están haciendo los ortodoxos rusos y no micrófonos que ladran en el éter de una España pagana y confundida pues hay pressura gentium, angor cordis. Y, si hay algún lector iniciado en las grandes verdades teológicas, sabrá que no hablo a humos de pajas- por aquello de zapatero a sus zapatos. En vez de seguir gozando de momios y de subterfugios. 
El enfermo estaba sedado pero consciente. Alguna vez me sonreía cuando, en castellano, le leía la papela de las grandes verdades, la que no perdona a nadie y a todos nos aguarda en el último recodo, impasible el ademán.  Somos seres para la muerte. Para ella hemos nacido.  Pero la muerte no es el final y los creyentes en comunión con la Resurrección de Cristo, nos preguntamos: ¿dónde está tu victoria di?  Mi primo es un tío muy bragado.  Siempre los tuvo bien puestos y no es que portase mucho por la iglesia, que su padre era sacristán y acabó un poco harto y escandalizado de todo aquello pero estas anécdotas accidentales nada han de ver con el meollo de su fe vieja y trascendente. Fue un buen padre de familia de conducta intachable que amó a su mujer y a sus hijos, un currante en el camión desde las cinco de la mañana.  Así que de vez en cuando abría los ojos me largaba una mirada triste y una sonrisa.  Y trataba torpemente de santiguarse lo mismo que hacía nuestro abuelo al que también vi morir. Agustín era un Galindo y los Galindo suelen ser gente altanera de bastante coraje que no se viene abajo ante nadie ni ante nada.  Una señora cuando me vio con la estola roja empezó a blasfemar y a decir disparates diciendo vamos hombre donde se ha visto.  Aquí la gente tiene unas tragaderas enormes para lo que tiene verdadera importancia y pone el grito en el cielo cuando escucha cantar latines.  El diablo hablaba por boca de las incoherencias e improcedencias blasfemas de aquella paisana pero yo muy por lo bajo y siguiendo las rubricas de un antiguo sacramentario mozárabe que me dio un viejo cura amigo mío le fui recitando las oraciones al oído.
 
 
Ponte en camino, alma cristiana, sal de este mundo en el nombre del Padre Omnipotente que te dio el ser y de Jesucristo  Hijo de dios vivo.  Que padeció por ti muerte de cruz.  Y del Espíritu santo que te derramó su gracia.  Y de la gloriosa Genitriz nuestra Madre Santa María.  Y de San José.  Y de todos los Ángeles y Arcángeles, Tronos y Dominaciones, Virtudes, Potestades, el Querubín y el Serafín.  En el nombre de los Patriarcas, Profetas y Evangelistas, Mártires, Confesores, Eremitas, Vírgenes y de todos los Bienaventurados del Señor. Marcha en paz a encontrar el habitáculo que te tiene preparado en la Santa Sión.  Por Cristo Nuestro Señor.  Amen.  Señor de misericordias y de clemencias que haciendo honor a tu misericordia infinita borras la culpa del que se arrepienta. Mira, benigno, a tu siervo, Agustín, y perdónale las faltas que pudiera cometer en esta vida de palabra, obra y omisión.  Renueva en él, Padre Piadoso, todo aquello que por la fragilidad de la carne corrupta o a expensas del diabólico fraude, haya podido transgredir y anexiónale al Cuerpo Místico de la Iglesia.  Ten piedad de su dolor y de su llanto, conmute ante sus lágrimas y admítelo a la comunión contigo mediante el sacramento de reconciliación.  Por Cristo Señor Nuestro.  Amen.  Yo te doy mis recomendaciones al dios omnipotente, querido hermano Agustín, y a Él que te creó del barro te confío. Recuerda que con su muerte paga el débito de nuestra fragilidad mortal y ten piedad de él y de todos nosotros.  Y haz que cuando llegue al Paradiso salgan a recibirlo las legiones de los Ángeles, la turba de los mártires y de los apóstoles y ciñan sobre sus cabezas la corona de laurel del triunfo y de los que mueren en Ti.  Que la Santa Virgen Madre de Dios le sonría y que San José le sea guía a tu presencia.  Apártense en esta hora crucial todas las fuerzas de las tinieblas y que Satanás con sus satélites no lo aterrorice.  Levántate oh Dios y pon en fuga a nuestros enemigos.  Desaparezcan los que nos odiaron. De la misma forma que el humo se disipa por la chimenea así se esfumen o como la cera se derritan ante la vista del fuego.  Queden confundido y derrotado el Tártaro y no me permitas que los ministros del diablo atenten contra el que llega ante Tu Presencia.  Sea liberado Agustín de todo reato, de toda culpa por los méritos de la Pasión de Cristo, tu Hijo y entre con él en los parados amenos del Paradiso y te cuente en el número de las ovejas de sus rebaños.  Sea escrito su nombre en la lista de los elegidos, no en el de los condenados ni precitos.  Para que, así, goce de tu paz por los siglos de los siglos.  Amén.
 
IX
 
EL CURA DE VERICUETO
 
 
 
Refleja la candidez y humildad de aquellos presbíteros aldeanos en la Asturias rural de pasadas épocas. No lo toquéis más que así es la rosa. Desde el siglo nono Europa se estructuró en parroquias, cánones, rentas. Al morir muchos fieles dejan sus propiedades al obispo. Sin las “donaciones por el eterno descanso de los difuntos” que dio pábulo al surgimiento de los monasterios no se puede entender la Edad Media. Así es la historia. Nadie la podrá cambiar ni el propio pontífice actual: un afán de eternidad que se compadece con las rentas, y del oficio surge el beneficio, el oro metal de gran pureza y explica un poco la codicia del párroco de Vericueto que era casto como el manso cordero y amaba a sus feligreses pero tenía una afición irrefrenable al julepe.
  Las sombras de los campanarios se proyectan sobre los campos. Una torre en mi lugar ¿Por qué no leer a Chesterton? La religión cristiana es evangélica pero también estructura, canon y arquitectura. Modulo y modulación porque la Iglesia era una sociedad perfecta que aspiraba a compaginar la ética y la estética en un eclectismo casi místico que sus enemigos pretenden convertirlo en un problema de bragueta. No; los hombres estamos hechos de barro y acusamos nefastas tendencias.
La modernidad ha dejado vacías y sin apenas contenido estas magnificas fábricas de los catedrales, los oratorios, los retablos, los coros vacíos,  no se escucha a los puericantores, ni a los chantres y sochantres. Los maestros de capilla del capiscol y las escolas que denominaban precentores se sumieron en largo mutismo, al igual que los púlpitos; se muestran solitarios los claustros, los tímpanos y toda esa grandeza que se explaya en la cúpula de Bernini, en el arte gótico y románico y en el pórtico.
Dicen los hermeneutas que la Iglesia que fundó el pobre hijo del carpintero se engalanó de oro y de riquezas. El evangelio, no obstante, se convierte en una religión mistérica a imperativos paganos de los ritos órficos.
Hay un Christus músico porque el alma humana es musical y cantando se reza dos veces y por supuesto que la fe entra por el oído, ya que hay cosas que percibe el corazón y que la razón no ve. La búsqueda de la armonía, la paz del alma, el concento de las voces y el contento de las almas ha sido una de las beatitudes de nuestra iglesia católica, formaban parte de su código de valores, reflejada tal vez en la majestad del Pantocrátor.
Ahora por lo visto en las galerías infernales suena la música rock y se escucha la algarabía de la confusión de Babel. ¿Qué fue de los himnos de Pascua, de Adviento y de Pentecostés, de los responsos? ¡Ay, acompaña a tu dios alma mía pues en el infierno no hay armonía y todo es estridencia global! Y a mí no me queda otro remedio que cantar con el salmista: “invaderunt tuam gregem lupi rapaces, ¿cur nos deseris?” (Lobos hambrientos invadieron tu rebaño, Señor, ¿dónde estás?). O sumirme en el ademán que recomendaban los místicos alemanes del abandono en las manos divinas ante lo que repugna a nuestra mente: gelassenheit (quietismo). En España y en la Iglesia ha dado la vuelta al aire y todo parece del revés. “Le Espagne ¡quelle folie, quelle affreuse demence”. No nos queda otro remedio que darle la razón a Víctor Hugo
Hay un Christus arquitecto, un Cristo taumaturgo y un Cristo pedagogo pero ahí está el pobre cura de Vericueto en su curato de las brañas dándole a la brisca o al señor cura de Arbín viniendo de la feria del Boñar con un potro del ramal que luego resultó caballo viejo, los gitanos le habían teñido la melena. O al magistral de Vetusta don Fermín de Pas el hombre con sus dudas y con su pasión sexual.
Y nada se diga de los jesuitas y sus aberraciones de Gijón que pinta Pérez de Ayala en su AMGD o los sacerdotes de su Educación sentimental. Estamos fraguados en barro y debajo de una sotana siempre alienta un hombre sujeto a sus pasiones y mermas de la naturaleza humana.
En un acto de humildad el Papa Francisco se ha confesado pecador. Arrieros somos y eso le honra. Quizá el futuro esté en ese desprendimiento de todo lo accidental, la renuncia a las riquezas y a lo honores. Quizás el futuro lo determine el cura de Cudillero con su carrito de la compra por las aleas del supermercado pero ¿qué se hará de los inmuebles, de los seminarios y de los conventos, de los noviciados sin alumnos, o de los tirocinios jesuíticos atestados otrora? ¿Una nueva desamortización en perspectiva con sus bienes mostrencos que suscitarán la codicia de las clases pudientes de manera que aquellas posesiones gananciales engrosaron el peculio de los que teñían bien cubierto el riñón como sucedió con la ley de Mendizábal?
Da pena ver iglesias normandas en Inglaterra habilitadas como pubs o discotecas. ¿No será esto una rendición o, cuando menos, una confesión de parte del fracaso de la iglesia, o el corolario a las reformas conciliares? Esto no ocurre en Oriente. La iglesia ortodoxa está viva y pujante para bien o para mal. Efectivamente la idea  de convertir los templos abandonados en lazaretos, asilos y casas de acogida en refugio de los sin techo y de las oleadas de inmigrantes que están llegando sin parar, como sugiere el Papa Paco, no es sugerencia desdeñable pero ¿por qué no meterlos en la iglesia de san Pedro y que el altar del confesión sirviese de hogar a los advenedizos en su mayor parte musulmanes? Menuda papeleta. No nos hundimos en tremedales. Para mí la respuesta la da el arcipreste de Cudillero con su bolsa de la compra, pidiendo la vez  y sacando número en la cola del Alimerka. La regla de oro nos la da san Agustín: “ama y haz lo que quieras” pero también san Ignacio (y eso lo sabe bien Bergoglio que es jesuita) en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Señor, que vea
 
 
 
X
 
 
TOMÁS SALVADOR  NUEVO CERVANTES
 
Cuerda de Presos, fechada entre los meses de marzo a junio de 1953, es una de las grandes obras de imaginación que se editan en la postguerra. Un verdadero poema en prosa, análisis psicológico que revela grandes conocimientos del alma humana por parte del autor, y un homenaje a los abnegados hombres, escogidos entre los más selecto del pueblo llano que integran la Benemérita. Además de un canto a España en el paisaje de la solana de las montañas cantabro-artúricas.
El argumento se basa en la conducción o cuerda de un preso que realizan pocos años después de ser fundado el Instituto desde la localidad de Villablino en la raya del Bierzo hasta Vitoria, donde es reclamado el interfecto por una serie de asesinatos ocurridos en la región alavesa entre 1872 y el 76.
Los dos números del comando son Serapio Pedroso Buján, ya veterano y con muchos años de servicio, que corresponden a bastantes leguas de andadura, y muchos soles y muchos hielos en la hoja de servicio, peinando los caminos y Silvestre Abuín Corvino, bisoño y recién ingresado en el cuerpo.
Ambos adscritos al puesto de línea de Murias, en la primera compañía de la comandancia de Villablino, han de realizar esta misión de conducir al preso Garayo a manos del juez. Se trataba nada menos que del Sacamantecas, famoso asesino en serie.
Para los dos guardias civiles es un servicio más en medio de las dificultades y aperreo de la andadura. Para el penado un paseo hasta la horca. Su captura en tierras gallegas había significado para el pobre Garayo, una mente morbosa y enferma, niño maltratado por su madre y que tenía dificultades en su relación con las mujeres, un paseo hasta la horca.


Durante el viaje duradero once días justos el lector convive con las particularidades y manías de unos guardias civiles retratados al natural y acaba por  entender el por qué custodios y custodiados llegan a comprenderse y hasta tenerse simpatía, aunque el conducido sea un criminal que tuvo atemorizado en su día a todo el Condado de Treviño, sin menoscabo de las obligaciones del servicio y de los planes que urde el convicto para escapar.
Una noche en Cistierna aprovechando el pervigilio y la fatiga de sus vigilantes lo intenta pero su conato de fuga es abortado a culatazos. A partir de ahí, ya es un hombre vencido que marcha con la cabeza hundida entre los hombros, los codos trabados y el gesto sumiso. Ha de caminar siempre delante:
-No vayas tan deprisa, Garayo que no vas a ningún baile.
-Sí, señor guardia.
Esta corriente de simpatía es algo más que el síndrome de Estocolmo. Tomás Salvador que ha realizado un buen trabajo de campo y que con pluma maravillosa describe las vicisitudes de estas andanzas por el antiguo Reino de León bucea en la psique profunda del criminal donde hay un alma dulce y desdoblada por la violencia de unos instintos asesinos que el Sacamantecas no puede controlar. Es como el dispositivo de un resorte.  Cuando ve una mujer, en desquite de algún agravio inferido allá en la infancia o váyase a saber, se acerca a ella con las peores intenciones.
Fue un caso parecido al del famoso Destripador de Londres y de muchos otros violadores a los que su personalidad depara la corbata de hierro. Aquí se demuestra que son víctimas ellos mismos de una mala inclinación que no es otro cosa que una enfermedad mental.
Las ideas fijas, las fobias, las obsesiones que asedian su imaginación definen a Garayo como un psicópata. El libro es un tratado de metodología carcelaria y, amen de eso, bueno para saber geografía u ensanchar conocimientos.
Serapio Pedroso se nos muestra como un arquetípico civilón del XIX: duro de pelar, que no ha de bajar nunca la guardia. Con la disciplina, el uniforme, el libro de firmas, y los registros y partes de novedad. Cuando se brinda la ocasión, trata de leerle la cartilla a su compañero Silvestre al que aquel servicio arranca de los brazos de su novia gallega. A la par se sirve darle algunos consejos:
-Las mujeres son como Dios quiere que fuera. No hay por qué estrujarse los sesos.


La tercerola pesa lo suyo y el uniforme te hace ser austero y concebir la vida de otra manera. No es tampoco granjería el destino del cónyuge de cualquier miembro de la Benemérita. Siempre con los bártulos de un lado para otro y viviendo sin comodidad pero en la camaradería de las casas cuartel.  Compartían con sus maridos un magro pasar y una existencia de penurias y de sacrificios.
El servicio es el servicio. Y la pareja lo realiza en jornadas de treinta kilómetros, a veces un poco más, siempre y cuando no protesten demasiado los tobillos. Una conducción era de los de más responsabilidad y compromiso campo a través. Arriesgado porque el agro español era avispero de bandidos. La comitiva tenía que bordear los pueblos y evitar las ciudades. La vista de los reclusos inspiraba en los lugareños piedad, mientras para los guardias que los llevaban esposados con las manos a la espalda eran objeto de mofas e invectivas, cuando no  eran recibidos a tiros.
No se trataba de un cometido fácil. Los números habían de caminar con la tercerola al hombro. Hay un cuadro de Fortuna y otro de José de Alisal que por cierto era paisano del escritor, natural de Villada, Palencia, que revela lo dramático de la escena de estas conducciones cuando los presidiarios habían de ser arrancados materialmente de las manos de sus mujeres e hijos.
Los haberes y gratificaciones por este concepto eran de unos céntimos por lo que los celosos y beneméritos funcionarios  tenían que compartir el pan duro, la cebolla y algún tarugo de queso con los conducidos. El mismo agua, el mismo sol.  Era igual el cansancio. Al término de cada marcha que debía ser efectuada bajo luz cenital, nunca de noche, los tricornios de capas negras y correajes amarillos deberían hacer entrega del prisionero a la autoridad competente, que lo encaminaba al calabozo. Ellos pernoctaban en la casa cuartel, si lo había. Si no, en la posada.
Hay sociología, geografía y lírica en estas páginas.  En las que se deslía una verdadera poesía a la sierra del Bierzo y al río Duero de aguas claras y molineras que en la provincia de hace guerrero y prevenido en frontera. Pero sobre todo, Tomás Salvador exhibe una caudal de conocimientos sobre la historia de aquellas tierras a las que ama.
Era hijo de un hijo del Cuerpo. Había nacido en Villada (Palencia) y a la legua se nota que llevaba a la Guardia Civil en los tuétanos. Y esto determina que en su pluma impasible no anide jamás el resentimiento. Los civiles conocen a España y España les conoce a ellos. Esta índole de conocimientos les permite fijar el fiel de la balanza en un término medio. Ni el entusiasmo delirante. Ni el pesimismo a ultranza. Su política es, siempre que se pueda, pasar de largo y dejar las cosas a su aire. En aras del bien común conviene hacer la vista gorda.


Sin embargo resulta difícil no dejarse llevar por la emoción cuando la pluma de Tomás se mete en el alma de sus tres andariegos personajes: don Quijote y Sancho detrás de la sombra de un hombre arrepentido y vencido, pero con el mosquetón al hombre. Por si acaso, a sabiendas de que a la pareja en el descampado siempre puede aparecérsele un delincuente. ¡Cuántos de sus abnegados números impunemente perdieron la vida en emboscada al ser sorprendidos por salteadores que acechaban con su naranjero o los retacos metidos entre la faja, detrás de una peña o a la salida de una cárcava!
Por eso mismo, conviene cabalgar con tiento. Paso corto y vista larga. Y ojo al cristo que es de plata. Es añadido de algunos para cuadrar la máxima. En Andalucía dado lo quebrado de su geografía y para hacer frente al bandolerismo de Sierra Morena iba montada. Se les llamaba “los de a caballo”. Nutrían sus escuadrones contingentes jinetes bien apercibidos en la monta de caballos árabes.
Años adelante, la Guardia Civil se haría de infantería. El atuendo típico: borceguíes o piales, rara vez almadreñas, leguis o polainas, guerrera verde y pantalón de tela del mismo color, una escarcela para los partes de ruta y hoja de servicio, que también hacía las veces de morral para guardar el vino y una botija de agua (se les prohibía el vino cuando salían de correría), cartucheras de cuero, camisa de hilo, capote azul marino con forros y vueltas rojas sobre correaje amarillo, tricornio forrado de tela, mosquetón y machete a la cintura. En traje de gala, tan apuesto y donde los sastres se esmeraron por realzar la hombría de bien y la belleza varonil, el calzón es blanco y el tricornio va adornado con lengüetas gallonadas. Y una manta de Palencia para combatir los relentes que se solían terciar  como todos los soldaditos. Era el uniforme acostumbrado de la infantería española que se inspiraba en el ejército napoleónico.
“Es bueno andar.-escribe- el alma parece que se libera y deja de sentir las pesadumbres del infortunio”. Soldados de patrulla, peatones del bien común, fuerza armada que vela por la paz, y que ha servido a muchos amos por poca paga y dedicación constante.  Guardias que conocen la sed, el polvo y las incomodidades de la inclemencia meteorológica, pero siempre en su puesto. Sin despear. Sin derecho a la protesta. Su perfil se hace familiar apareciendo por la cintura del horizonte allá a lo lejos o de sorpresa al revolver de una garganta, surgiendo de una loma o alzando sus siluetas inconfundibles por el fondo de un barranco.
Son la sombra misma de Juan Español.
Carretera y manta. Paso corto y vista larga. Los civiles  han por nombra no murmurar unos de otros ni hablar mal del compañero. El Duque de Ahumada pensaba que la política era un mal necesario, menester al cual se dedicaban los más serviles. Aunque era consciente de que tenía que rendirles vasallaje en aras de la lealtad a la patria y su vocación de servicio.


Serapio y Silvestre hacían las rutas de las viejas legiones romanas, dejando a un lado la Ruta de la Plata, se desvían hacia Cistierna por el Itinerario de Antonino. Es un viaje lleno de aventuras novelescas y de vicisitudes varias que dan lugar a que el autor se luzca al describir sobre el mapa las costumbres, tradiciones e idiosincrasias de esta parte septentrional del Reino de León que él conocía bien. “La Cuerda” es a la vez un libro de viajes al uso de aquellos años de comienzo de la década que marca los comedios del siglo XX: “Judíos, Moros y Cristianos” y “Viaje a la Alcarria” de Cela, “Pata de Palo”, de Bartolomé Soler, primorosas narraciones de andar y ver, pero, como novela la del Sordo de Villada parece que aventaja a las demás.
Por el camino uno  otro hablan de sus cosas o se cuentan historias como los viejos peregrinos. El libro en cuestión tiene algo de novela de caballerías y de “morality”. Para entretener la caminata el guardia Pedroso draga sus recuerdos. En estos apólogos quien más sale a relucir es su abuelo, “un arriero muy listo cuando estaba sereno, pero muy poco cuando había bebido más de la cuenta”. Anotan toda la vida que les sale al encuentro. Por ejemplo, es memorable la entrada de un convoy de ferrocarril que entra en el andén de La Robla un amanecer de octubre o la descripción de la fiesta de san Froilán patrón del reino leonés en el Boñar. Los juegos de bolos y el chito o las peleas de Aluche.
Al llegar a Villadiego Tomás salvador nos ilustra sobre una cuestión de filosofía histórica y nos refiere cómo a los judíos nadie les quería por la usura y los continuos desmanes que su presencia ocasionaba en las ciudades. Los bandos de Pedro I fueron los síntomas de un primer  alzamiento  sionista contra los cristianos. El pueblo pronto les escogió como culpables de sus males. La corona de  Castilla hubo de intervenir poniendo a las aljamas bajo jurisdicción real.
Fernando III otorga una premática en virtud de la cual todos los judíos podrían acogerse a sagrado en la iglesia de san Lorenzo de aquella villa. De ahí viene la famosa frase de “tomar las de Villadiego”.
Uno corre el peligro de perderse en soliloquios extasiado ante la insólita maestría de esta obra al seguir los pasos de estos tres seres humanos. Un criminal camino del patíbulo y sus vigilantes. Tres hombres que dan pasos por el sendero. Con ellos aprende a resguardarse del frío y del calor, a aguantar la fatiga y el hambre. Fijándose en la estrella Polar emprende el derrotero del norte. En Villalón se inicia en los secretos de la fabricación quesera. Que por cierto el cuajo que se derrama por las cinchas le vale al guardia Pedroso para alivio de su conjuntivitis. “Cerca de Poza de la Sal - el pueblo de Rodríguez de la Fuente- la vista le empezó a dar guerra. Parecía tener arena en los ojos”. Una buena mujer le saca una tarriza llena de cuajada y con ella se unta los ojos enfermos. “Ya no tendrá que pedir la baja”.
En lo alto de la torre de la iglesia de Mora dos cigüeñas parecen estar jurándose amor eterno mientras que con las dos tarreñas de su prolongado pico machacan el ajo. Es otoño pero por las noches en el campo se escucha machacona la estridulación de los grillos. Unos arrieros, ahítos de vino, discuten a la vera de un camino. Han desenganchado y sus monturas descansan y rumian al pie de los brancales de un carro. Pero al ver venir los guardias cesan al punto la riña y se quitan las boinas con respeto.


-Buenas tardes y menos voces. ¿Adónde se camina?
-A tierra Gordaliza del Pino para lo que quieran ustedes mandar.
-Con Dios.
-Vayan en su compañía, señores civiles.
Poco más adelante, unas lavanderas restriegan su colada a la sombra de un alisal ribera del Órbigo y lanzan miradas subrepticias para Silvestre el guardia joven, pero su compañero profiere un comentario jocoso y aguas que no has de beber déjala correr pero el guardia Silvestre Abuín no puede por menos de sentir saudade de la novia que dejó allá cerca de Ponferrada. El deseo siempre tira. Unos lavancos festejan posar entre los carrizos de un cilanco y luego espantados emprenden un viaje raudo y multitudinario como si fuesen de boda. El preso les mira con envidia y sus acompañantes se hacen a un lado para dejar a las aves pasar.
Erasmo Soria, natural de Salamanca, hablaba en verso y cuidaba de los encuartes o corrales de relevo de la antigua diligencia en la mansión o descanso de la ruta que conectaba en poco menos de 24 horas a Burgos con Bilbao. El trío hace un trayecto corto en este medio de locomoción y se sienten volar. A Pedroso lo encajonan en la rotonda o compartimento vigilando al conducido mientras su camarada trepa a lo alto del pescante con el delantero y el postillón. Se escucha el golpear de la tralla y el bramido de las ruedas, una revolución de flejes y muelles que se disparan hacia adelante y hacia atrás. La diligencia era el último grito de la velocidad. Tomas Salvador hace un nostálgico canto a este carruaje al que por aquellas fechas le quedaba algo más de medio siglo de vida.
Las descripciones que realiza lo mismo que las observación son las de un genio. Lo mismo hay que decir de la acción y el interés que reclama la atención del lector. Todas estas virtudes le confieren el título de novelista mayor de su generación. Dio a la estampa tres obras maestras, tres clásicos, de una tacada: “División 250", una de las mejores historias de la segunda guerra mundial, “Cabo de Vara”, y “Hotel Tánger”. Sus producciones no se parecen ninguna entre sí.  Cultivó no sólo el tema psicológico y la literatura carcelaria sino también obras de ficción y hasta literatura para niños. A Tomás Salvador, al que recuerdo embutido en su camisa azul poco antes de morir, en un reportaje que le hizo Lalo Azcona, con su cara de comisario pachón, no le perdonaron ciertos desvíos de lo que hoy se considera la corrección política aunque no fuese de ningún bando. Él no devolvió la pedrada. Era un guardia civil con un concepto de servicio de Estado. Decepcionado de la política y por los vencedores, colgó la chapa y se dedicó íntegramente a la literatura. No tuvo dificultades para publicar pero nunca ganó dinero. Se ganaba la vida con un quiosco en las Ramblas. Tenía un concepto humilde de su oficio y en “Cuerda de Presos” llega a aparecer él como uno de los múltiples personajes del retablo según una tradición de colarse de rondón en sus propios libros. Ya lo hicieron Cervantes, Petrarca, Bocaccio y el Dante. Él se convierte en zapatero. Escribir una novela lo comparaba a hacer un par de zapatos.  Un novelista no viene a ser sino un maestro de obra prima, pero, ojo, que él lo bordaba. Abordó, insistimos, todos los géneros desde el infantil hasta el de evasión pasando por el histórico. Con mucho “Cuerda de presos” nos parece su entrega mejor. Labra en él un monumento a la sufrida Benemérita. Escrito con el corazón grande de un buen hijo del cuerpo, el final es enternecedor. Cuando entrega Pedroso a los miñones a su pupilo siente como un cosquilleo en los adentros al tiempo que le entrega todo el tabaco y todas las vituallas que porta en el morral. Siente una pena infinita y demuestra que el Sacamantecas no es más que un pobre diablo. Su obsesión con las mujeres le venía de los malos tratos e inseguridad incoada en las palizas recibidas de mano de su madre, pero el mundo es así. Está mal hecho y hay cosas que no tienen solución. Hay gente que nace para ser carne de presidio y de horca. Garayo, verbigracia. ¿No habrá un Dios que se apiade? Y si El no se apiada, porque está lejos o demasiado alto, ¿no nos tendremos que apiadar nosotros que también somos victimas y viruleros de grado o a contramano porque la humanidad no cambia? Esa parece ser la tesis de esta pequeña gran obra de arte escrita desde la resignación y majestad cervantina.  
En el camino de vuelta y ya de correría, no de conducción penal, Tomas Salvador sentado en la tajuela de su chiscón de zapatero, los vio pasar. Les dijo adiós con la mano y volvió a su lezna y a su bramante.  Un buen libro se confecciona igual que un par de zapatos a la medida. Con paciencia. Con tesón. Metiendo el tirafondo con maestría. Que ensamblen todas las piezas y que el conjunto ofrezca la impresión de un totum continúum a prueba de tropezones y caladuras.
En estos días críticos de sobresaltos, amenazas y revanchas, cuando suenan clangores de guerra en lontananza, la obra del Sordo de Villada (consecuencia de los estampidos artilleros de cuando estuvo en Rusia en el Voljov) es un referente de perdón y de misericordia cristiana. Pocos han entendido igual que él lo que es un guardia civil ni nos han demostrado a lo largo de toda una saga de historias que nos elevan el ánimo y nos hacen sentir mejores la grandeza de ser español.  Hoy es un autor olvidado y preterido. Algunos hasta lo llamaron loco. Ni sus propios camaradas lo entendieron. Por impolítico. Sin adscripciones determinadas ni bandos y eso aquí parece que no lo perdonan.
 
 
 
 XI
 
 
GUARDIA CIVIL AL SERVICIO DE UN ESTADO REPRESOR
 
Murió la Matute y se disparan los panegíricos a los escritores del régimen pasó igual que cuando la muerte del García Márquez se dispararon ditirambos y cantos epinicios cuán bueno era la política infarta la literatura es la táctica de la culebra reptante y hay algunos libros que hieden a la peste masónica. Olía a cadaverina en la feria del libro no acudí al paseo del Retiro este año para qué para verle la cara a ese sacristán mediocre que prepara las velas de los turiferarios del sistema y construye las casetas feriales durante todo el año para tener a la vista durante quince días todo el año. Compartí sotabanco con ese sacristán me dieron un pupitre sobre el que acodarme recado de escribir y un ordenador y en ese exilio dorado me tiré los últimos cuatro años de vida laboral que no fueron fáciles hasta recibir la absoluta de la jubilación. Fue una especie de recompensa a mi vocación de escritor recuerdo el rostro agradable de la bella Maite y todos aquellos libros que me daban escolta todas las tardes alguna visita a la cafetería de la esquina las buenas tardes a las conserjes y la vigilancia de aquella mujer de la limpieza zamorana del pueblo de los garbanzos. Mi literatura nada tiene que ver con la de estos escritores supervaloraos. A Gabo fui incapaz de hincarle el diente. Demasiados años de soledad, hojarasca tropical y novelas de iniciación en cuya verborrea se pierde el lector y títulos excesivos que han pasado a ser frases hechas. El coronel no tiene quien le escriba. Fueron nuestros nombres raídos del libro de la vida pues qué bien. De Ana maría Matute no conseguí terminar su “fiesta al noroeste” creo que el tronío que se la dedica obedece al hecho como el de carmen Laforet de ser mujer en la recia feminización de la literatura campaña en la cual andan inmersas las logias la fama tiene que ver con el hecho y el cohecho hoy firman novelas hasta las chicas de la tele.
Un lustro transcurrido de mi jubilación y ha prendido en mi el afán de escribir y de publicar que es para lo que he nacido y me doy con un canto en los dientes y por más que postergado les hago un corte de mafia a los serviles del Establecimiento. Voy a mi aire con tanta fuerza que el otro día pedaleé hasta Avilés  tres horas de día y cuatro de vueltas y al tomar el empalme de mi aldea donde me pusieron la multa los civiles y me quitaron el carné desde mi bicicleta vi un sol enorme que caía como una hostia dorada sobre el horizonte y se hundía en la mar hermoso espectáculo una fiesta al solis invictus  era la víspera de san Juan, la onomástica de los Juanes, ivanes, Hans. Me metí en la cama despeado pero feliz dando cabo al último capítulo de la enorme novela de Tomás Salvador cuerda de presos. Es un libro lleno de sabia ternura de ponderación imponente estructura estilística dentro de su sencillez y el robusto acerbo lexicografito que resucita palabras del buen decir castellano. Homenajea al sufrido pueblo español representado por esa religión de hombres honrados que es la guardia civil pero no esta guardia civil que manda a recaudar a los agentes de trafico y freír a multas al ciudadano la ministra de la cosa esa judía catalana que se llama María Seguí bajo cuya férula la sufrida benemérita como en Casas Viejas vuelve a ser un instituto represor. Por ahora sólo son multas de tráfico. Pronto se ordenará la consigna de tiros a la barriga al estilo de Manuel Azaña. La serpiente sigue arrastrándose en su propia baba. Sin embargo, la relectura de esta novela ha constituido para mí un homenaje y el mejor regalo onomástico de san Antonio en los setenta años que acabo de cumplir. Atracón de palabras y de belleza un verdadero tour de force narrativo libro de andar y ver. Camino de la horca desde Murias en León hasta Vitoria en el señorío de Álava llevan preso a Juan Díaz de Garayo y Argandona alias el Zurrumbón  y el Sacamantecas asesino en serie que se llevó por delante a ocho mujeres año 1870 escoltado por los números Serapio Pedroso Buján y Silvestre Abuín Corvino del puesto de Murias de Paredes primera compañía de la línea de Villablino comandancia de león. Circulan por brañas y barrancos, cruzan ríos como el Órbigo el Esla, el Ebro o el Recachichi la manta terciada el tricornio con visera y la teresiana sobre el cogote. El presidiario las manos atadas no lleva nada, va por delante semidescalzo pero comparte el magro yantar del zurrón de los guardias. Se entabla una relación humana en la cual prende cierta ternura o por lo menos compasión hacia el asesino un alavés que fue monaguillo iba para cura se sabía el confiteor y tuvo siempre dificultades en su relación con las hembras. De las ocho que mató todas eran viejas y del oficio. La primera vez fue por el pago de un servicio, la saludadora le pidió un real de más y esta deuda fue la causa de que acabara la pobre mujer estrangulada al borde de una cacera. Vaya un tío por dos reales que se decía en la España de aquel entonces. Es el tiempo de las guerras carlistas de conmociones políticas y de grandes inventos: el tren, la fotografía, el regadío, la diligencia y los corrales de relevos que habiendo nacido al mismo tiempo que la Benemérita en 1844 tendrían una vida efímera. Las postas dejan de existir arrolladas por el ferrocarril, luego por el automóvil pero supusieron un adelanto notable ya que acortaban el tiempo de los trayectos. En el siglo XIX, antes de la llegada de la diligencia, de Oviedo a Madrid se tardaba día y medio. Jovellanos invertía en este mismo viaje según cuenta en sus diarios tres jornadas. Los corrales de encuarte fueron un tópico poético que atrajo la pluma de Campoamor, de Larra, de Pereda, de Clarín y de Espronceda. Se entablaban amistades y surgían relaciones que duraban toda la vida durante el viaje y los escritores románticos no dejan de acusar en sus narraciones el vaivén de los carruajes los saltos de los baúles y maletas del equipaje en la baca, las mulas delanteras disparadas a la carrera los juramentos del auriga en el pescante, el estruendo de los flejes y los saltos en los baches el gemir de las ruedas, el chirrido de las galgas de frenado. Había comenzado la era de la velocidad. Tomás Salvador describe a un personaje triunfal todo un Eneas de aquella Ilíada que eran los corrales de encuarte donde descansaban y se hacía el relevo de la tracción de sangre los carromatos don Erasmo Soria jefe de enganche en  uno de estos corrales perdidos en la provincia de Burgos cerca del desierto de Lora que hablaba en verso… era como el pan bendito el que lo tiene lo come y el que no se queda frito… “Erasmo Soria me llamo natural de Salamanca con la derecha me persigno y cuido mulos con la manca”. Desde su ventanilla controlaba don Erasmo las hojas de ruta y de pascua adviento en aquellas soledades oteaba el paso de los correos. Era un hombre acecinado con la nariz como un cuchillo… “vivo yo en mis soledades llega el viento y yo le canto. El que se cruza en mi camino se cruza en mi entendimiento libre de ver la ocasión y comprender la opinión que sustento de vivir cara al tiempo libre alegre y satisfecho”… este funcionario que se dirigía a los pasajeros hablando en aleluyas era el último de la estirpe de una raza de versolaris. Hay otros personajes inolvidables como aquel doctor  de Coculina cerca de Poza de la Sal que van a visitar. Cae la noche a Serapio le duelen los ojos el polvo de las roderas le ha ocasionado conjuntivitis les recibe su mujer uy cuanto tarda le habrán llamado para asistir a algún parto. Sí… sí… un parto. Los civiles van a dormir a la posada y a la mañana siguiente cuando ya están en ruta se presenta el bueno de don Ubaldo a caballo pidiendo disculpas y excusas no pedidas acusaciones manifiestas. Al galeno por lo visto le había surgido un compromiso que poco tenía que ver con Hipócrates sino con Venus. Le receta a Serapio unos mejunjes caseros calomelanos sulfato de cinc y una pomada de nitrato en la córnea. Por lo visto lo que tenía el agente de la autoridad era un catarro a la vista por la falta de higiene y porque en una de las pernoctas agarró un virus de una persona enferma con difteria. El sufrido número de la Benemérita se siente mejor pero en Villalón le dan a beber el suero de una tarrina y luego se lo aplica a los ojos y nota un gran alivio. La cuerda hace pensar a veces en las aventuras del quijote pero en ternura y compasión hacia la humanidad compungida este tremendo escritor de Villada supera a Cervantes por su lirismo por su conocimiento del alma humana y por la didascalia. La novela es una narración de historia y de geografía planteada desde el amor a España vista a través de los ojos cansados de un guardia civil veterano y otro más joven que sueña con casarse cuando acabe la conducción del Sacamantecas con una moza en León que se llama Camino. Se calcula se tasa y se pesa por el modo antiguo de áridos y líquidos fanegas celemines, adarmes y onzas heminas cahices leguas libras azumbres arrobas y varas. Una legua 5.6km son 666 varas y un cahiz 666 litros. Es impresionante el acerbo léxico que acerca al lector entrañándole con el paisaje y el paisaje. El libro es como una melodía en que se registran los mejores sones de las viejas palabras de los pueblos de la provincia del norte de León, Palencia, Burgos en la raya con las montañas y es un canto a la GC. Guardias civiles hombres de aquellas tierras redimidos del arado soldados civiles de pueblo en pueblo siguiendo la tradición de los merinos, los miñones forales cuadrilleros de la santa hermanada corregidores y corchetes y alguaciles. El guardia civil es un soldado del pueblo al servicio del orden y la ley instituto fundado en un tiempo de convulsiones políticas en la lucha contra el bandolerismo. En Andalucía era un ejército montado y en Castilla se hizo de infantería, iban de dos en dos, adalides del compañerismo, si te llevas mal con el otro mejor que te tires al río. Sus servidores conocen el aperreo diario de las marchas y correrías por el campo el fusil al hombro nunca en bandolera cuando se iba conducción, las polainas cubiertas de polvo, la teresiana cubriendo el cogote, la manta terciada, pernoctando en campo abierto cerca de los lamederos de las dehesas boyales o en puestos de línea mal abastecidos, los jergones cubiertos de mugre y de chinches. Garayo el pobre es capaz de afeitarse utilizando la lija de una caja de cerillas y de quitarse los pantalones con los grilletes amarrados a los tobillos. Marcha unos pasos delante de sus guardianes con la cabeza hundida entre los hombros los brazos péndulos. El guardia civil es un soldado del pueblo con la cartilla y el libro de firmas siempre a mano. Uno de los artículos del reglamento prohíbe la burla y la murmuración. Mas, si dura es la vida de estos abnegados números de la benemérita mucho mayor sacrificio era el de sus esposas, expuestas a largas desapariciones del marido que salía de correría o a traslados con los enseres en un carro de un puesto a otro. Hay un momento al final de la novela en la cual el guardia viejo no puede más, se rompe, está harto de servir a un amo oculto que le paga pero a quien desconoce y sabe poco de su sacrificio. Es la escena cuando llegan despeados con el prisionero a Pancorbo y un sargento jefe de línea le lee la cartilla a Serapio y le recuerda que muchos de sus compañeros se encuentran en similar situación: “mire, muchos de nosotros perecieron de frío o ahogados en las riadas abrasados en los incendios pero ellos sabían que la mayor fuerza es el ejemplo y que el ejemplo obliga a ir mucho más allá adonde vaya el más valiente, el más honrado, el más sufrido de los hombres. Y la GC ha querido ser siempre ejemplar aun sabiendo que más allá del deber y del ejemplo está la muerte. Sin nombrar a los miles de camaradas que ahora cruzarán las carreteras de toda España, quiero que sepa que la fatiga de ahora ha sido la fatiga de siempre”.
Tales frases harían en sí mismas memorable a este libro pero por el mismo se cruzan personajes que no han sido nunca tan bien trazados en la literatura española ni por el mismo Cervantes como el maestro del Boñar que sabía todo sobre las calzadas romanas o la cantinera que con sus sesenta años a cuestas servía el café a los soldaditos de campaña en un cuartel de infantería, las lavanderas, los cantemisas, las ferias o el fotógrafo Dupont un francés itinerante que retrataba a los paisanos o el pintor Valdivieso al que dieron una paliza por haber hecho un cuadro muy sugerente del cuerpo serrano de la mujer de un alcalde. Tomás Salvador capta la vida de la España del siglo XIX con la misma pericia que lo hizo Cervantes con la del XVI o tal vez mejor. Es una injusticia que un tesoro de tanto valor esté arrinconado. No se le hizo justicia, puso una editorial y se arruinó,  camisa azul pero con Franco y sobre todo con los franquistas no quiso saber nada, se le heló una mano en el frente del Este, y de su experiencia en la Blau escribió una novela profética sobre el resurgir de la Rusia cristiana y de la resurrección de aquellos soldaditos ruskis que vio morir al otro lado de las empalizadas en los combates de Leningrado, División 25o, montó un puesto de periódicos en la Plaza de Cataluña y se lo cerraron. Murió en la miseria. Hijo del cuerpo, se hizo policía de la ronda secreta en Barcelona, de mozo lució la Por eso me enoja tanto pasearme por las casetas de la feria del libro para encontrarme con tanto sacristán tanto profesor mediocre y escritores de alubión. España desprecia cuanto ignora y eso es un ominoso designio que nos persigue. Cuerda de presos no es un thriller ni una novela romántica no hay sexo ni casi trama pero debiera ser libro de lectura obligatoria en los parvulario y por supuesto en la academia y en los cuarteles de la guardia civil el benemérito instituto de cuya probidad y lealtad se han aprovechado  gobiernos de todos los pelajes y colores. Tomás Salvador no morirá nunca. Su recia prosa castellana iluminará el camino de las nuevas generaciones. Cantó a la GC y dijo que el benemérito instituto no ha de ser un cuerpo represor como pretende el actual gobierno del mr. Rajoy aunque no cabe esperar otra cosa del inepto pontevedrés al que llaman don Rajadizo el Mirífico.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
XII


CANTAMAÑANAS Y BUTANEROS. NUESTRO NUEVO PERIODISMO
 
Ya cantan los pájaros al albor. La primavera se adelanta. Llueve. Menos mal. Grande eres en tus obras, Señor. Rezo el salmo 62 de Laudes del Oficio Parvo a Nuestra Señora. “Ad te de luce vigilo”. Hay que estar en guardia contra tanta cabeza de chorlito. Esa plaga que nos invade. Ya están aquí los butaneros y cantamañeros. Entre col y col una lechuga. Entre cuña y cuña comercial un mitin. Tararí... tí... Ti. Alzamos al redoble de tambor y toque de cornetas, prietas las filas, montañas nevadas.
Por favor no me pongan ese pasodoble tan nostálgico de la España que perdimos que mi alma se desinfla. Se enternecen mis fibras y las piernas se me vuelven flan y los dedos huéspedes. Y me entra un cierto desapoderamiento de los sentidos. España es una y cabal. No volvamos a partirla en dos. Nosotros seguimos en esa misma demanda y llevamos repitiendo esta consigna de reconciliación lo menos ocho lustros. Ni la izquierda deletérea progresista y a veces sin sentido nacional. Ni la derecha nostálgica, ególatra, testaruda y que no piensa en los demás. Mi corresponsalía en Inglaterra y Washington me llevo a la persuasión de que somos un pueblo grande y hermoso pero con frecuencia manipulable y papanatas. Esto es caer en la trampa de la guerra civil. Y desde entonces me fío poco de los de Oxford y Cambridge. Mi alma mater es Alcalá.
 Me gustaría ser paloma que sabe convivir con la bandada. Es un ave cándida y social. Más que halcón egoísta y rapaz volando a su aire. Pero aquí los halcones con harta frecuencia se convierten en pavos reales muy finchados y despampanantes desplegando su bonita cola pero que son incapaces de volar. Volemos pues. Y volar es convivir de la misma forma que gobernar es transigir. Perdonar. Se nos va la fuerza por la boca. Dos pasos delante y uno detrás.


Me desenchufo o le doy al guial -amigo de las ondas cortas y del DX, distancias desconocidas que llegan por el cañón de los sueños, ese gamellón de la imaginación, tubos catódicos, brahones y retahílas. Y abandono las estacionales nacionales. La radio enchufo, un poco más de música, maestro, y no tanta información/desinformación. Menos palabrería. Es la radio el mejor instrumento de transmisión de ideas, afectos, sugerencias (deberían sacar más los micrófonos a la calle a ver lo que el pueblo opina, vox populi, vox Dei) puede convertirse en un instrumento de incomunicación. ¿Serán galgos o serán podencos? De todo hay en la viña del señor pero esos gigantescos programas mañaneros cuando canta el ruiseñor y suenan las arengas y los mítines - parece ser que hay montada toda una estrategia del horror y del encono, pero a fin de cuentas esta es la democracia o la de unos pocos con derecho de pernada y de opinión- ponen al oyente en pie de guerra, no son ideas. Cesen las crispaduras. Ese  que tiene la voz un tanto aflautada y la cara de máscara. Es un clown. Más feo que Picio y listísimo más listo que el hambre y la verdad es que no lo hace mal. Imposta la voz, maneja bien el castellano pero no es más que un mimo, un momo y ambos vocablos dan en memo. Su voz sale de las cavernas de la derecha antisocial. No creo que le importe demasiado Miguel Ángel Blanco y tampoco condenando a la horca a De Juana le vamos a devolver la vida ni a él ni a los guardias civiles pobrecitos que alevosamente tronzó en la flor de su edad. Ya los pagará. Si no es en esta vida en la otra. Tiene mucho purgatorio si es que no va a las calderas de Pedro Botero -que será lo más probable- de morros y de cabeza. Y mientras le llega su hora, carne de frenólogo y de manicomio. Dios proveerá y dios lo juzgará. Además, fue excarcelado por una disposición incomprensible de los del fraque y la toga.
 Un juez en tiempos de Aznar le redujo cadena y los dos mil años de condena se quedaron reducidos a dieciocho. En agua de borrajas. Total.  Son ladridos las que se ponen en circulación: chantaje, manos blancas, presidente al paredón. Ultraje y las palabras se vuelven espadas y consignas y el personal las repite como loritos en las tertulias en los chats y en los foros. Clama la voz, la mía, en el desierto. Calma, señores. Un poco de recapacitación.
 Aquí lo que importa es el muerto. El cadáver sobre la mesa. Un muerto mil votos. Cincuenta mil. Un millón. ¡Qué triste realidad! Así que el personal marcha camino del trabajo y se apretuja en el metro o en el autobús repleto de hordas haloetnicas, que seguramente el siglo XXI va a ser el de las grandes masas, del descorrimiento de pueblos, de la perdida de ese centro de equilibrio que era Europa y el cristianismo en su mejor versión la católica, con el cabreo de haberse desayunado el sapo mañanero. A las masas se las maneja mejor con el horror pero este axioma determina no pocos retos a la libertad de expresión.
 
 
 
 
 
 
XIII
                                DEMOCRACIA Y CORTE INGLÉS
 
 Ruede la bola de la información-desinformación. El control de las prensas y de la palabra o la imagen que baja por el éter puede llevarnos a una nueva era de hombres robots con el cerebro bien lavado mas no así el corazón. Los trusts y los grupos de comunicación se imponen y hacen la guerra entre ellas. Recuerdo a principios de los noventas las luchas internecinas entre servios y caníbales. El grupo Z y el grupo Prisa y el de la Cope capitaneado por Antonio Herrero. En esa lucha de golpes bajos y patadas en la espinilla valía todo. Desde la difamación hasta la más inaudita vesania. ¿Es que llevaba razón aquel vasco que dijo y ahora lleva una vida monástica en un pueblo de Guadalajara que somos una tribu? Leguineche quiero decir. Gran reportero de todas las guerras pero creo que esto le viene un poco estrecho. Como a mí que estoy de vuelta de todo. Pues muy bien somos una tribu. Que pasen los periodistas y coman que dijo el ínclito Romanones.


 Las espadas están en alto siempre en esta maravillosa profesión donde han resucitado querellas antiguas sin la crudeza del siglo XIX desde luego(recordemos que Azorín, el impávido Azorín, fue a por Maeztu que era algo vehemente y que había puesto la novelística del autor de Monovar del Campo cual hoja de perejil) con una navaja cabritera y al ceceante Valle Inclán el de las barba de chivo lo dejó manco otro colega Manuel Bueno con un verduguillo, la herida se le infectó, los duelos de la literatura fueron famosos en aquel tiempo y yo he visto a un colega en Londres atizarle un botellazo al corresponsal de un diario de la competencia) estas determinaciones ab irato de poco sirven pues la violencia es algo inane pero son el pan nuestro de cada día en esta profesión. Uno tiene que llevar rodela y hasta un coselete antibalas creo que eso ocurre aún en Hispanoamérica cuando se va a la redacción. Uno escribe y uno habla desde la dilección y con un afán ético o moralizador, o al menos así debiera de ser, desde la sátira y desde el perdón, pero no hay manera para no hacer -dulce razón de amor- de mi querida patria una España encabronada y acojonada
. Pero la crispación, esa palabreja que tanto se usa ahora, llega por el aire y el Evangelio me dice “no luchareis contra los hombres y la carne sino contra los malos espíritus que viajan por el aire” (palabras de la ordenación de diáconos en la Iglesia grecolatina). Y el advenimiento de los grandes Midas de la comunicación todo un fenómeno sociológico. Seguimos luchando contra los molinos de viento aun corriendo el riesgo, ya lo sabemos, de acabar con los huesos quebrantados y molidos. Peleando con la dialéctica de la destrucción, oye. En esta sociedad de la imagen parece ser que el hombre carece de vida interior


. Su existencia se desarrolla hacia afuera. A mí que me dejen en paz. Fútbol. Quiero Fútbol. Panem et circenses. En algo hay que entretener a las masas y mantenerles distraídos. Dales pan y circo ¿Y a los periodistas? Que pasen y coman. Hay que ver que contrajodido y puñetero era ese conde. Y los medios de comunicación dejaron de ser un servicio público para convertirse en la bandería de los intereses comerciales. No me quejo. Esta es una democracia vigilada y hay que ir de compras al Corte Inglés.
Es la vida moderna. O lo coges o lo dejas. Y la cosa empezó con Franco que trajo aquí a las grandes multinacionales. La Revlon, la Perkins, la John Deere, General Electric. Etc. uno escribió una vez en contra de la Westinghouse y la standard cuando estábamos comprando centrales nucleares a Estados Unidos y por poco me echan del “Arriba”. Un lector escribió una soflama contra mí. Me llamó buey. Ya estoy muy acostumbrado a este tipo de dicterios y tengo anchas espaldas aunque carezca de la entereza e importancia de Calvo Sotelo. La guerra civil vino como resultado de una crispación que yo lo he estudiado bastante bien por antiguas rencillas entre militares africanistas y peninsulares. Recíclese, don Verumtamen. Pues me reciclo pero a lo mejor no lo consigo Eso lo logró un genio de la comunicación que se llama José María. Se acabó el tiempo de las plumas galanas y de los nombres rimbombantes. Y vinieron los García los del Olmo las Encarnas de día y las encarnas de noche, degollaron a Balbín que en su programa La Clave había conseguido un nivel de excelencia como en pocas televisiones del mundo con la excepción de la alemana y la francesa se había adquirido. Lo descabezaron alegando que su audiencia era de minorías, lo que era un infundio, y vivimos en los tiempos de las grandes masas. Furbo... Furbo y salsa rosa, se ha dicho. Butaneros y cantamañanas y la información se ha tornado alienante y alienígena - tratando de emular a los anglosajones- aunque ha vuelto la tradición panfletaria del libelo estilo siglo XIX. Por esta vía se puede aniquilar perfectamente el alma de las naciones y crear un nuevo tipo de sociedad con otros atavismos y tics. El lavado de cerebro suma y sigue y la verdad es que la Iglesia que está en la mira de esta labor de zapa no lo ha querido ver o, si no lo ha querido ver, y por aquello de si no les puedes vencer únete a ellos, se ha subido al carro de los vencedores. Los grandes fenómenos en antena de la emisora de los curas se declaran agnósticos y luteranos. Yo pienso que si mala fue la era de Felipe González para los que nos hemos ganado la vida escribiendo la de Aznar fue nefasta. Una concatenación de torpezas y errores pero la verdad es que no tuvo él la culpa como tampoco la tiene ahora Zapatero que han de acatar las disposiciones de un teléfono rojo oculto en alguna parte y quien manda, manda. De esta forma mantener una independencia de criterio resulta no sólo oneroso y peligroso sino algo casi imposible. Lo dijo Ramiro y murió por esa idea: el gran problema de los españoles que se despellejan entre sí desde una izquierda antinacional y una derecha cerril. Hay a muchos que nos sigue gustando este proyecto de futuro basado en la síntesis y vivir, sentir y escribir con una idea de Estado en la cabeza por encima de las facciones y encontronazos de partido.
 Volvemos al sectarismo y a las divisiones de derecha, a la banalización de lo importante, a la cursilería de la escopeta nacional y acaso al caciquismo que hizo fracasar a los dos regímenes constitucionales que tuvo España. Ahora estamos en la tercera y a la tercera va la vencida. A ver si puede ser. Joaquín Costa expuso el proyecto de Ledesma en otros  términos pero casi en la misma idea: el problema es de la despensa y la escuela. Ahora gracias a Dios no hay hambre, las barrigas parecen ahítas, pero puede volver a haberla. Sin embargo la gran ignorancia nacional sigue vigente. Es una escopeta cargada que nos lleva al guerracivilismo.
Convendría pues una mejor educación de las masas irredentas. Nada tengo con el admirable luarqués José María García al que ya empezamos a llamar en la escuela de Periodismo de la Iglesia el Butanito - me alegro de que se haya recuperado de su enfermedad y que siga fumándose sus buenos vegueros- pues venía a clase, las pocas veces que iba, con una casaca del mismo color y en una Vespa.


 Siempre con prisas. Mirada de águila. Un tapón de tío pero listo como el hambre y con una voz de Esténtor, maravilla en un cuerpo tan pequeño, que impostaba y que dio lugar a un estilo inconfundible y una voz propia ante los micrófonos. Es la gran cuestión en literatura y en periodismo: encontrar tu propia voz. El estilo es el hombre. Con poco bagaje cultural sin embargo supo sintonizar con las apetencias de la gente. Y los españoles de la primera transición encontraban en el deporte no practicado sino de la grada una válvula de escape a su adrenalina.
Por eso en los ochenta se dormían escuchando las diatribas del pequeño y rubiales Butanito contra Porta, Soporta y don Jesús Gil que más de una vez le envió los padrinos. En fin, Furbo... Furbo el nuevo dios de los españoles. Reyertas. Es la cólera del español sentado. Yo quiero creer que el personal no desea que se le informe sino que se le arponee. Los españoles dicen somos masoquistas. Le tenía al pobre Porta aquel presidente de la Federación de Futbol un soplón a la puerta de su vivienda y todos los españoles sabíamos cada noche a qué hora en qué minuto y cuánto duraba el paseo cuando don Pablo sacaba a su perro a mear. El mejor estilo de Pueblo lo acreditó este García. Creo escuela y ha tenido no pocos imitadores.
 Que se han hinchado a ganar perras en una profesión que proporciona algunas satisfacciones y bastantes sinsabores poco dinero y bastante caspa. Que es más que nunca el Cuarto Poder. El parlamento de papel. Aunque no es buen síntoma para una democracia el que la política se haga en las redacciones y que algunos prebostes y mandamás del sector tengan más peso específico que muchos ministros. Malo. Ahora hemos pasado de la pajarita de papel a la pajarita de las tertulias con un equipo de opinadotes pluriempleados mientras la gran masa periodística. Haría falta una buena limpia. A ver si el nuevo rey Felipe VI acaba con todos estos tertulianos que chupan cámara y micrófono a piñón fijo. Figuran como el clac de la clase política, ocupan bastante cacho arrogándose las funciones del parlamento. Volvemos pues a tener una democracia de papel.
 Pero la información es poder y hoy es el Poder con mayúsculas. En su modestia uno que no es de derechas ni de izquierdas no entiende estas querellas de patio de vecindad porque a Butanito le hayan degollado una entrevista con el Loco de la Colina. Tenemos dos manos y dos ojos ¿no? Convendría seguir entonces sin bandazos a babor y estribor la trayectoria de la recta. Proa. Proa. Era un diario vespertino de León por cierto y un cachondo se lió a voces una tarde de allá por los años cuarenta cuando los periódicos se voceaban como si León fuera Londres y anunciaba:
- “Proa” Ha salido “Proa”: El Papa se casa con la Hilda y se marchan los dos al Caribe en viaje de novios.
Horror ¡qué titular en pleno Nacional catolicismo! El vendedor debía de estar borracho o debía de ser Genarín. Cerraron aquel periódico que era de la cadena del Movimiento tres meses y a su director por poco lo amarran en blanca a la sombra del “hotel” San Marcos. Como a Quevedo por un soneto. Un titular mal trabado podía valerte no una misa sino que te lo dijeran de misas en aquellos tiempos Y de la misma casa salió don Luis del Olmo que creo que era locutor de la REM (Radio Cadena del Movimiento) en la emisora de Astorga. ¡Qué voz, señores, qué voz! Y ¡cómo la imposta! Creó escuela. Y enamoraba a las señoras cuando salía en antena aquel mozo de los ojos tristes y la voz seductora. Un maragato de Astorga. Moris captus -es lo que significa maragato- cautivado por los moros esto es tornadizo y don Luis con su varonil voz cautivaba a las parientas. Y todas las señoras se iban a comprar al Corte inglés con gran alarma de los maridos que protestaban:
-Esto es el colmo don Luis del Olmo.
 


Me lo encontré una vez que fui al Arrabal de Arévalo a vender libros cuando por culpa de una miliciana del feminismo me suspendieron de empleo. Estaba comiendo en La Pinilla del Olmo. Le acompañaba un guardaespaldas. Ni media palabra durante el almuerzo. Don Luis tenía los ojos tristones. ¡Y qué tenga yo que estar aquí vendiendo libros como un cabrón y venga a comer el plato del día y este señor a la carta ante el mejor cochinillo! Soy tan buen periodista como él. La verdad es que don Luis y su zaguanete comieron poco y yo me hinché a sopas y garbanzos. Desde hace muchos años, inconsciente de mí, he renunciado a guardar la línea.
- Mira, Verumtamen, - me dije a mí mismo - Tú vives mejor que él. Te acabas de zampar un cocido a lo pobre que no se la salta un gitano y te has echado al coleto dos medias botellas de tintorro de la tierra que te hace ver la vida de otra manera. Arriba los corazones. Súrsum corda. Eres mucho más feliz. No llevas guardaespaldas pero eres más feliz. No cambiaste de chaqueta y duermes con la conciencia más tranquila.
Ahí está la maula. Que no cambiamos de chaqueta. Seguimos aferrados a ciertos ideales de la España eterna y nos trataron de locos y de borrachos. Se nos cerraron todas las puertas. Hicimos mutis por el foro pero seguimos al pie del cañón. Tenía que ser así en cumplimiento de las palabras del Caudillo que lo dejó todo atado y bien atado - y sigo pensando que su palabra es verdadera, aunque cometió el grave error de dejar de heredero al Borbón- y si su heredad se desata, creo que el ZP lo que intenta es salvar los muebles, habrá gresca. Por aquel mandato nuestro sacrificio. Nos ofrendamos nuestras vidas y nuestra carrera en holocausto. Éramos los albaceas de aquel legado histórico. Que haya paz y progreso entre los españoles y tuvimos que hacernos el loco y mirar para otra parte y aguantar estas tabarras de butaneros y cantamañeros y la melancolía de esas emisiones oceánicas de costa a costa la voz sexy de la radio una cosa parecida en tío a lo que es la Cristina Maravillosa en mujer. ¡Dios qué voz más sensual! Y lo mejorcito de por aquí. La escuchas y piensas en el amor, qué voz de mujer, Además hija del Cuerpo. ¡Si no fuera tan carca!
Uno se pregunta cómo puede ser esto. Sólo ocurre en la radio de las repúblicas bananeras pero la verdad es que el talante de este pueblo es inclinado al caudillismo también en lo informativo. Eso revuelto con un poco de masoquismo porque al español de abajo le suele ir la marcha y nos da la fórmula. Los que postulamos un periodismo serio, una literatura como Dios manda y un saber estar y saber ser en demócrata tuvimos que callarnos. Hacer un mutis por el foro o ponernos a leer los Intereses Creados de don Jacinto. Que en estas guerras mediáticas que nos desinforman con su noticierismo y su culto a la personalidad fantasmagórica laten miras utilitarias. Detrás de estos grupos se ocultan muchas perras. ¡Ah, amigo! La ambición humana carece de límites. Sosiéguense, señores.
-Así que no es usted de derechas don Verumtamen. -Ni de izquierdas. Lo mío es el la revolución social sindicalista. El comedio no el del pobre Adolfo Suárez al que tan mal hemos pagado por sus incalculables servicios prestados. Tampoco. Pero busco el equilibrio. Cuando todos hemos perdido el centro y un poco los papeles. Virtus in medio est. Buena consigna para un país de desequilibrados. ¡Señores de la tele radio no nos azupen los perros!
 
 
 
 

XIV

 

POR EL CAMINO DE SANTIAGO. A PERRO VIEJO NO HAY TUSTUS

 
 
 
Con el Calixtino por libro de cabecera, guía y vademécum de peregrinaciones, un legajo del siglo XII escrito por un tal Américo Picaud, un gabacho que ya nos pone de vuelta y media a los españoles esgrimiendo los antecedentes que esboza la picaresca sobre buen pueblo pero mala gente que dijo el otro cuando se topó con los muros de Benavente (escopeta nacional y España sin españoles sería el paraíso terrenal), mi amigo don Xanti y yo nos hemos echado a los caminos, bordón en la diestra, nuestras recias botas, nuestros buenos peales, buenos propósitos y mejores resoluciones en el alma que pecadores fuimos y pecadores somos. El vino que no falte. Y el breviario de antes de la guerra también iba en la mochila. Para espantar el diablo que no deja de enredar incluso en las soledades cantábamos en latín los maitines y laúdes a la aurora con el precioso himno monacal de “Iam lucis”, la tercia antes de la siesta, vísperas con el primer rayo del crepúsculo y completas al entrelubricán somnoliento. Nos lo pasamos bomba.  Damos grandes rodeos al pisar las ciudades pero los viejos lugares de la Transcantábrica posábamos en veneración. Esquivábamos las carreteras y los farolillos rojos de los puticlubs que animan las cálidas noches agosteñas, cabe el arcén de las autovías, los apartábamos con un vade retro. A estas edades no es para que te den una medalla de condecoración si no te llama la atención la jodienda. A perro viejo no hay tustús. ¡Oh pecadores de la nueva Babilonia!
En una localidad del camino cantamos la  Passio a dúo al pie de un Santo Cristo milagroso y lo hicimos con tanta unción, mi buen Xantipa de grave y yo atacando los agudos del cronista que narra los acontecimientos en la noche del Viernes Santo, un diácono ruso se nos agregó y bordaba los bajos del repertorio de Palestrina, que el cura y algunas beatas nos invitaron a chocolates con churros. Grande es nuestra fe y grande es España por más que me pongan como un trapo los unos y los otros, aunque los peores seamos nosotros mismos.
-Eso no tiene enmienda. A otra cosa mariposa.
Y dijo el Marquillos de Obregón y es a lo que iba pues no puedo desenredar ese enredijo de misterio que me hace tirarme al monte, claro, o buscar el refugio de las tabernas, pues la frase forma parte del laberinto en el que estamos inmersos:
Si eres por ventura español donde quiera que llegues has de ser mal recibido aunque te pongan buena cara. Que aquesa ventaja hacemos a los nacionales del mundo ser aborrecidos de todos; cuya sea la culpa yo no lo sé.
Ni yo tampoco pero vengo empapado del rocío de las veredas, con la música de algún malvís entre las orejas, el rumor del agua cerca de las cárcavas,  la visión edénica de los gollizos, gargantas y cuchillares, restos de antiguos glaciares que alfombran la manta de los montes de la Robla, el silencio edénico de los castañares ocultos entre las sierras, los cristos rotos y las imágenes venerandas de santos arrumbados- qué se la a hacer un santo no es más que un trozo de madera y una bandera un cacho trapo y ahora se están rige un nuevo furor iconoclasta contra aquello que tanto venerábamos- que esperan en las iglesias cerradas a cal y canto, el tañer del cimbelillo en las ermitas del monte que a veces nos parecían tocar solas y nos sonaban a milagro no sé por qué, el donaire de algunas mesoneras que no niegan una sonrisa y un vaso de agua al peregrino, la borrina de los puertos, suspiros de tul en el paisaje de encaje, o el sonido isócrono de las olas sobre la mar de Vegadeo. O los ecos del canto de una salve al atardecer en alguna aldea perdida del Bierzo. O la armonía de la catedral de Santiago que dicen que el que llega allí por primera vez  se transforma; si está triste se alegra y, si enfermo, cura de toditas todas, y si nervioso le penetra en el alma una calma infinita que trastoca el hervor diabólico, el tráfago luciferino de la ciudad hediendo a azufre y a exhausto de tubo de escape. Traspuesto el monte de Gozo, es cosa digna de mención que parece que se te alegran los pies y dejan de protestar como en algún tranco de la ruta en que estuvimos a punto de tirar la toalla. Gracias al vino que es sangre de Cristo y la fe. Toda esa belleza y dolor que trajo al mundo el cristianismo y que para mí sigue siendo la religión alegre y verdadera diga lo que diga don Haro Tecglén. Tachín tachén. Áteme esa mosca por el raro. Y luego en la catedral compostelana estaban los paneles que mezclan el cielo con la tierra del Pórtico de la Gloria. La perfecta caja acústica de la ortofonía con que fueran diseñadas las bóvedas. El canto llano que ensalza con salmos acompañantes el movimiento pendular del botafumeiro. Los miembros cansados, el rostro contento.
 ¿Habremos conseguido la gran perdonanza? No lo sé ni tampoco me importa mucho. Se hace camino al andar, y lo más importante: Hemos ido por las ranuras de la puerta estrecha pero aquí hemos vuelto con nuevos bríos y con fuerzas de refresco. No hay, no puede haberlo, país más bello en la tierra. En mi zurrón, yo hubiera querido meter en mi zurrón de peregrino tanta hermosura. No me cabía  tanto amor en las alforjas. Al volver de Compostela regresaba ligerito y casi repartiendo besos.
-Oye a ver qué hacemos.
-Vamos de correría.
-¿De correría sin la guardia civil?
-De romeros camino de Compostela. A misa no voy porque estoy cojo pero a la taberna poquito a poco.
-Alguna vez habrá que compaginar la religión y la diversión y con esa idea fija en la mente hicimos la salva de los andantes. Una hogaza de pan tierno, algunos torreznos y tajadillas de la olla que saben a gloria en pleno campo y algún  que otro laustibideo con un par de besos al jarro. Y de hoy en un año que el Dios nos conserve en paz y buenos
-Qui multo peregrinanntur paulo minus santificantur (mucho peregrinar y santificarse poco pero a pesar de las reconvenciones del Kempis lo pasamos bomba).
-Eso es el del Imitación de Cristo. Pero aquel monje flamenco dicen que luego se suicidó o que murió mal y por eso no lo canonizaron aunque gracias a su libro- admirable poder de la literatura que una cosa es predicar y otra dar trigo- canonizaron a muchos. Ya ve usted lo que son las cosas. Ese librillo es una fábrica de santos aunque con un poco de oscurantismo, un si es no es misoneísta y una miaja quietista. Hoy si viviera el anónimo autor lo escribiría de otra forma. En la actualidad los émulos del evangelista actúan de otro modo pero se sigue el modelo copiando. Cristo alfa y omega hoy ayer y siempre. Y lo demuestra el hecho de que siga habiendo tantos crucificados y tantos crucifijos incluso en el canalillo del tetamen de Prosperina. Las nuevas chulas se colocan el símbolo al pecho que no saben lo que es pero que en el fondo las debe de proteger en medio de la hoguera de sus vanidades. Que les sienta como un tiro a tanta paganía. Y los futbolistas cuando saltan a la cancha o marcan un gol se santiguan.
-Cruz al revés.
-No creo que llegue a tanto. Es la puñetera coquetería. Ya sabe usted que si tres son los peligros del alma mundo, demonio y carne, las mujeres agregan otro que las pierde: el buen parecer. Pero yo quería volver a la Imitación pues de niño lo repasé cien veces.
-No me vaya usía a salir con toda una teología de la peregrinación que ya sabemos por donde va y los sabuesos de la información o de la inquisición andan peinando las Webs en pesquisas de sospecha y si con barbas san Antón y si no la Purísima Concepción. Hechos. Y nada de dichos. Facta non verba que dijo el clásico. Cíñase a la banda.
Pues eso mismo. Salimos don Xanti y yo- su nombre de pila es Xantipa- un hermoso día de la Transfiguración después de llevarle laureles  a san Salvador cuya talla se venera desde hace siglos en un rincón junto a uno de las responsiones del lado de la epístola en la catedral ovetense. Allí es un día grande el 6 de Agosto y cumplimos la promesa del viejo rito de llevar el ramo y colocarlo a los pies de la imagen en la peana. El que a Santiago va y no visita San Salvador por honrar al siervo se olvida del Señor.  Y tanto. Por eso, muchos a Oviedo lo  llevamos en el corazón. Es la ciudad de siempre, nuestro “oppidum” anímico, un refrigerio de cortesía y de elegancia, oasis en el desierto intelectual que nos aqueja, punto de fuga, venero de dichas y de desdichas, memorial de recuerdos, unos buenos y otros no tanto. Oviedín del alma, sombra de la aceitera donde don Fermín enfilaba su catalejo, plaza del Fontán y fachada de san Isidoro donde jugaba a la pelota Tigre Juan. El cuerpo podrá salir de tus recintos sagrados pero el alma jamás te abandonará. ¿Oviedo? ¡Presente! A mí me nacieron en Segovia de la misma manera que a Clarín lo parió su madre en Zamora por una casualidad pero es – ómnium consenso- que yo me he vuelto pixueto hasta las cachas y hasta lo dice mi forma de parlar y de expresarme con giros y expresiones de la antigua fabla jovial. Dejamos la Argañosa y el roquedo del Padrún a un lado y a la vera del Nalón río matriz de las Españas con un descansín en Mieres del Camino para yantar dimos vista tras largo trajín a los airosos muros de Santa Cristina de Lena en lo alto de un mogote que fue para los primitivos asturcones monte sagrado  al que escoltan rodales de castaños y un buen manto de abedules de copas esquemáticas y tronco albar. Dios debiose de echar siesta en el paraíso antes de venirse a fundar por aquí estas encartaciones donde los horizontes son sublimes, buen refugio para el que venga huyendo del moro, o de la quema y quiera vivir a escondido. El oratorio de Santa Cristina joya embelesada del ramirense reina señero en el horizonte. Es la llave de los puertos. Sacha, nuestro ruso y del que hablaré más adelante hizo la genuflexión prosternada según el rito bizantino ante el altar de la santa. Estaba abierta la ermita  y delante del iconostasio, en pié, como mandan los cánones, entonamos el Akathistos el más antiguo himno a la Madre de Dios que se conoce. Como se nos había olvidado el griego a Xanti y a mí que también estuvo conmigo en el seminario de Comillas, lo tarareábamos dejando que el diácono ruso llevase la voz cantante. Respondíamos a la plegaria con el radesti (alégrate) cuando el oficiante concluía una de las veintitantas estrofas. Ora pro nobis. Fue emocionante y como se nos hizo de noche allí mismo en aquel Tabor de veneración  de la vieja España cristiana tiramos la boina y acampamos la noche, para, al alba, con el sol ya en las bardas de Campomanes, acometimos la recia subida al Pallares que no es grano de anís.
-Antoñito mucho te pesan las arrobas.
-Más me pesan mis pesares por mis pecados.
-Pero estás aun hecho un recental. Tira palante.
El bordón, la capa de límiste o paño de Segovia de color amusto (pardo), el sombrero capón en son de penitencia, la calabaza que yo sustituí por una cantimplora militar que me legara mi pobre padre recuerdo de los campamentos y las maniobras y todos los arreos del peregrinaje debían de ser un curioso espectáculo para los que pasaban por aquellas soledades. Estampa curiosa que no pertenecía al tiempo del ordenata y del móvil.
Los pueblos están casi desiertos, las casas deshabitadas. Ya no quedan niños y probinos los viellos no pueden ni tenerse pero alguna abuela salió a la puerta para saludarnos deseándonos buen viaje.
-Vayan con Dios
-Y que Él a usted la  acompañe, hermana.
Hace treinta años hubiésemos sido un espectáculo y hubiéramos arrastrado tras nos a una recua de rapaces saliéndonos al camino a pedirnos una estampa o una perra chica para caramelos.
El peligro de los romeros jacobeos eran los canes. Ahora es la velocidad y hay que hacerse a la cuneta no te lleve por delante un treinta ruedas. Algunos camioneros saludaban con deferencia y otros con compasión al vernos vestidos de aquellos capisayos pasados de moda. Una tipa malos pelos y la cara pintada de daifa que por lo que dijo nada amistoso llamándonos cabrones y del pepe por la ventanilla:
-Relicarios, tenéis más moral que el Alcoyano.
Era una rubia de bote y a mí quedaron ganas de retrucar lo del bueno de Jimmy que ya se sabe rubia de bote el chocho morenote por no caer en su misma falta de decoro y devolverla el corte de manga.
-Andididiai.
Otro motorista nos hizo el signo cabruno. Por lo visto le irritaba nuestra cruz de palo al pecho, la calabaza, la ristra de veneras y la esclavina penitente. Nosotros respondiendo bien por mal contestábamos con el signo apotrocaico o señal de la cruz que es aval de paz, de reconciliación y de volver la otra mejilla. En fin que parecíamos unas antiguallas en este siglo de vórtices y de telediarios para perder el resuello. Les da corte nuestra presencia. Nos persignamos. El paisaje era de auténtico cuento de hadas. Los pueblos de la derecha reclinados sobre el vértigo de la montaña parecían figurillas de un belén. Tanta hermosura quitaba la respiración. Abandonamos morriñosos Asturias pero respirando a pleno pulmón el aire limpio de las cumbres. Don Xanti que anda un poco frayau con lo del azúcar perdía huelgo en algunos recuestos y hubo que parar varias veces hasta coronar el alto.
Arbás, arriba de las revueltas de Pajares, vino a darnos las tardes. Es también un emplazamiento producto de algún exordio nuncupativo a Júpiter pues los romanos sabían donde alzar sus piedras y prueba de ello es que en todos los lugares elegidos por ellos uno se siente siempre a gusto. Eran los arva o campos. En este emplazamiento mágico y magnífico se establecieron los cistercienses. Era el primer monasterio de las Monas o Nonas, nueve en total que abrían el paso a los límites astures como un cordón de oración y de trabajo. Fue una de las fundaciones más antiguas de los bernardos. El sitio le encantaba a Menéndez y Pidal, oriundo de Pajares, y todos los veranos se perdía por aquí.
Pero de estos extremos, así como de otros, sobre qué hacíamos tres sexagenarios locos embarcados en la aventura del Jacobeo así como de quien eran mis misteriosos acompañantes, un cura corito al que le habían quitado las letras dimisorias por darle al cristal y un diacono ruso que no sabemos de donde había salido se lo contaré en la próxima entrega, si Dios me guarda una semaneja más de vida, sobre mis andanzas por el camino de Santiago, y si vuesas mercedes me dan gracia y un poquito de su paciencia. Por el momento, vale. De regreso saludo a mis lectores que a buen seguro no me habrán echado de menos pero de algo hay que morir y algo habrá que escribir y más se perdió en Cuba y regresaron cantando.  Vueltos a la faena, la verdad es que te añoraba, Madrid, que ya no te quedas sin gente sino más llena a rebosar. Pues antes que te olvide, Virgen de Atocha, se secará la fuente de la alcachofa, que decía  Luis Candelas que tampoco vivir muy lejos de la Mariblanca y fue allí donde le apiolaron.
-Viene usted hoy de una euforia que lo tira.
- Pues sí la verdad es que no me puedo quejar de la vida.  Parezco un buque de guerra desplegando el pabellón de combate.
- Hombre, no creo que esto sea la guerra
 
 
 
 
 
 
 
XV
 
EL DEAN DE COMPOSTELA Y EL ROBO DEL CALIXTINO
 
Don José María Díez Fernández, cuando yo lo conocí de prefecto en el seminario diocesano de segoviano era un rubiales hermosa cabellera lisa y pelo casi de mazorca misacantano prefecto del Mayor que usaba sotanas caras de cachemir las que cosía Zurita sastre eclesiástico de Valladolid y se paseaba por los Tránsitos luciendo un breviario de piel con cantos dorados. Le llamábamos el Gallego y nos hacía mucha gracia su acento sobre todo cuando en las pláticas de fin de mes nos ponía en antecedentes de los riesgos que se corrían con las amistades particulares una plaga en aquellos internados endogámicos y con todas nuestras hormonas en ebullición cierto que queríamos ser santos y dignos ministros de la iglesia pero, si el alma intentaba planear hacia las alturas, al cuerpo le tiraba el fango: hay que distinguir entre amigos amigotes amiguetes y amiguiños. Tenía un sentido del humor galaico y una mirada que calaba detrás de las gafas de montura de oro. Una eminencia en teología, en cánones. Pero sobre todo se sabía bien la historia de la Iglesia en sus miserias y grandezas. Todos sabíamos que algún día llegaría a obispo o a príncipe de la Iglesia. Nos entusiasmaba por su espontaneidad y su sentido del humor que recordaba un poco a esa bonhomía tan galaica de las cuadrillas de gallegos que nos llamaba cada verano Rosalía de Castro. Os los mando como nenos y vuelven como negros. Y a él también le encantaban las tradiciones romanas de pueblos como Urueñas donde no conocían aun los zapatos sólo las abarcas e imitaba el acento arévaco con que se expresaban los moradores de por aquellos castros y tesos  que hablan un poco en arandino alargando infinidad las terminaciones  interrogatorias. ¿Fuiste a por aguaaaaa? Pues sí pachasco. Y esta interjección de pachasco le llamaba mucho la atención al Rubiales porque no existía traducción al gallego. Sólo eu carallo. He de confesar que fue uno de mis maestros a los que quiero y respeto y les dedico en parte mi libro seminario vacio: los pecados mortales de la iglesia una crítica a los cambios en la Iglesia y una patada en el culo a los mojigatos sin dos dedos de frente que no saben que los ex seguimos amando a aquella iglesia y nos sentimos hijos della por más que no nos corresponda ni atienda nuestro aviso. Sin embargo don José Mari un cura inteligentísimo- venía de la Gregoriana y de la de Salamanca- no pertenecía al cupo. Es ahora el deán de Compostela. Le vi ayer en Informe Semanal. Estaba hecho un mozo. Llevaba en la sotana la cruz colorada de los caballeros de Santiago la misma que lucía Quevedo y los reyes de España en la pechera. Hace unos años un libro interesantísimo que una mano negra se encargo de retirar de la circulación, la misma que ha hecho que el mayor escritor en lengua castellana esté descatalogado y sea un raro o curioso fuera de la circulación. Premática contra Iudeos  creo que era el título que descubrió para gloria de la literatura española y bien de la Iglesia este canónigo archivero y hoy deán de Compostela. Era un texto inédito y puede que tan singular haya sido la causa de la sorda y recia persecución  que tuvo que padecer este sacerdote a causa de esas fuerzas ocultas y santas mafias instaladas en el seno de nuestra santa Madre Iglesia. Es la peste que lo envuelve todo, domina los gobiernos, los sindicatos, la judicatura, los parlamentos y desde el Vaticano concilio segundo ha penetrado en las cavas vaticanas. Nube maligna. Humo satánico. Uno ha seguido los pasos de aquel lucense que vino a desbravarnos a los latinos de Segovia y he sido también  archivero, periodista como un hermano suyo, muy literato y polígrafo. Me apasiona la cultura de España y he escrito de omni re scibili y el que dice España dice de toda la iglesia. Cuando estaba en Alcalá en el AGA estudié el Calixtino un tesoro del siglo XII que es un vademécum o guía de los que se ponían en camino sin ahorrar detalles por escabrosos que fueren. Así previene a los caminantes de que esquiven el País Vasco porque allí no son todavía cristianos y conservan algunas costumbres de la paganía como es el bestialismo y el códice es taxativo al respecto: “Fornican con la mula, la burra o con la cabra y tiran cantos a los forasteros o les desvalijan si cruzan su territorio”. ¿Habrán sido algún caco del PNV el cual dolido por estos renglones del ilustre manuscrito del siglo XII ha querido vengar la afrenta contra su sentido nacionalista? ¿Estará en las garras de Bildu o de ETA o la madre que lo parió? Como archivero y curator de tesoros a los que no se les puede tasar hoy víspera de la fiesta del apóstol le ruego al patrón de España que interceda por nosotros y mueva el corazón duro del ladrón. Es posible que mañana se produzca el milagro y aparezca el libro más antiguo de España y que Dios consuele a mi antiguo prefecto el deán de Compostela que me consta andar muy afligido. Hombre cordial generoso y uno de esos hombres al que gusta escuchar porque una conversación con el Rubiales es una lección magistral. Virilidad y sabiduría fueron las prerrogativas de este canónigo. Sé que todos los curas de Segovia o ex curas que iban a visitar la tumba del apóstol le hacían una visita y él acogía con los brazos abiertos y hasta les honraba con una queimada a los que llegaban procedentes de nuestro viejo seminario conciliar entonces atestado hoy vacío. Estoy seguro de que cuando le hagan obispo a don José Mari se volverá a llenar. Fue para mí como para muchos de nosotros aunque hiciésemos chanza de su acento- cuando hablaba en gallego cerrado no hay quien lo siguiera- uno de esos hombres que dejan poso y marcan ruta. A mí si no de Santiago lo que me hubiera gustado haber sido canónigo de Mondoñedo.
-¿Y por qué non lo fizo, don Verumtamen?
-Prestabanme las mozas por aquel entonces.
-Acabáramos.
-A la vejez viruelas
-Hay en todo este negocio del robo del Calixtino algo muy raro.
-Desde luego. Parece más que una trama policíaca, algo gnóstico. Ya sabe usted, don Quosquetamdem, que Santiago es el hito de los caminos de la cristiandad cuando se cerró Jerusalén y Aladino expulsó a los cruzados. Ahora los de la New Age y la masonería fuerza dominante en el Vaticano quiere expulsar a Jesús de la sede de Pedro. Sólo nos queda Compostela.
-En verdad le digo que nunca vi pasar por estos caminos del Reguerín donde usted y yo hablamos tanto romero. Llegan de todas las partes sobre todo de Alemania y de Centro Europa buscan la estrella, la luz del Oeste.
-Pero el diablo en todo mete el rabo, y en todo se entromete y es por eso por lo que han robado el Calixtino, un acto terrorista más en este caso contra la cultura de la masonería.
-Pero al final Cristo vencerá. Non vos preocupad.
-Eso es lo que le decía a usted el gallego cuando le veía triste por el seminario cuando se meaba en la cama.
-A José María Díez yo te mando un abrazo. Que luzca siempre esa insignia de la cruz roja sobre el pecho.
-Una cruz que es como una daga.
-Desde luego la letra con la sangre entra. No hay que confundir el culo con las témporas y nada de ñoñerías.
Cae la tarde sobre el Reguerín. Al otro lado del valle suenan estampidos de los primeros voladores de la fiesta. Las olas espuman agua mansa sobre los cantiles y un ruiseñor oculto en la sebe despide al día con un sol melancólico que acaricia los ojos y dora de rayos oblicuos los campos. El pájaro melifluo se entrega a su tonada en latín en honor del patrono de España:
Defensor almae Hispaniae
Jacobe, hostium
Tonitrui quem Filius Dei
Vocavit filium. (Oh Santiago apóstol, defensor de la patria hispana contra sus enemigos, al que el hijo de dios llamó el hijo del trueno)
Aquí en Asturias se siente más que en ningún otro lado la presencia y el “iuvamen” del Hijo del Trueno.
 
Posdata: luego se descubrió que el ladrón de la joya bibliográfica era uno de los electricistas al servicio de la catedral, vecino del mismo Compostela el cual abusando de la confianza del cabildo, se llevaba el dinero de las colectas, esquilmaba los cepillos con las limosnas de los peregrinos y dijo barbaridades y calumnias de su mentor y protector, nuestro querido don José María nuestro prefecto de estudios en el seminario de Segovia Miércoles, 07 de marzo de 2012
 
 
Muy ilustre Sr. Deán,
Catedral de Santiago de Compostela,
D. JOSÉ MARÍA Díez Fernández.
Plaza del Obradoiro
16705
COMPOSTELA,
(Coruña)
 
Mi querido don José María:
 
Me tomo la licencia de remitirle mis dos libros Seminario vacío y Franco y Sefarad un amor secreto. Fui alumno suyo en Segovia y me consta lo mucho que Vd. amó a aquella tierra como nosotros le queremos a usted. Para mí fue uno de los maestros que más influyeron sobre todo en aquellas clases de historia. Sé lo mucho que habrá padecido con ese asunto del robo del libro (tribulaciones que manda el Señor para probarnos) por el bien, la verdad y la justicia, pues he sido archivero y reconozco lo mucho que se sufre cuando algún ladrón mete la mano en un tesoro tan grande como el Calixtino.
 
También he sido periodista de la Prensa del Movimiento donde ejercí de corresponsal en Londres y en Nueva York. Ustedes buenos sacerdotes diocesanos me enseñaron a decir la verdad y defender a mi patria y mi fe, y en esa demanda sigo. En mi libro salgo al paso de las calumnias que se han formado contra Franco ese hombre de bien, militar de pro, y gallego aunque sus origines quedan demostrados eran sefardíes. Sin embargo no ha tenido la SRI un valedor tan insigne desde los RR.CC.
Las logias- estamos en lo de siempre- con sus maestres y contramaestres, sus consignas y planchas hacen trizas de su memoria. Sé que usted conoce bien el tema porque publicó, años ha, un texto inédito de Quevedo contra Iudeos. En este libro mío sobre el Caudillo me pregunto si la Teología del Holocausto no ha suprimido la de la Redención. Todo ha dado un vuelco. ¿Quieren cargarse la historia? ¿Por qué ese odio al cristianismo?
Y otro punto que toco es que nosotros fuimos hechura de la Iglesia. Nos moldearon en el mismo molde. Quod scripsi, scripsi.
 
De sus pláticas interesantísimas guardo un grato recuerdo, aunque fuese un prefecto estricto; nos tenía que desasnar, veníamos con el pelo de la dehesa) porque es usted don Josémari un gran orador y profundo escritor saqueé la conclusión de que ser cristiano no es un problema de bragueta y con cierta sátira dejo caer la idea a lo largo de mi Seminario Vacío que he tenido que publicar a mis expensas, pero ya conoce usted el panorama porque ha conocido sobre sus carnes la calumnia y la protervia de los nuevos amos del mundo que manejan los círculos de la información.
Soy un proscrito como periodista y escritor y preterido. Nunca fue la libertad de conciencia tan manipulada y controlada como ahora. Me aflige y es una idea que expongo en mi novela el silencio de aquellos que debieran dar un paso al frente y decir adsum. Usted no pertenece al cupo ni de los liberticidas ni de los apostatas.
 Sé lo que es un poco el silencio de Dios y por eso redacté estas humildes cuartillas que espero que no sean materia de escándalo para usted sacerdote de Cristo y deán nada menos que de Compostela. Nadie ha llegado tan alto entre nosotros. Estoy seguro de que el apóstol hará un milagro y el preciosísimo texto. Usted no se atormente, señor deán, mi querido maestro, eran unos profesionales y ninguna culpa tenía el archivero sino ciertas gentes aleves que anda por el mundo.
 
Le abraza en Xto. Y le da las gracias con todo mi afecto y respeto en recuerdo de aquellos viejos tiempos. Le rogaría que si me hace la merced de leer ambos libros me diga su opinión, aunque sea adversa y aunque me excomulgue. Yo soy un hombre casado con dos matrimonios y cinco hijos todos arriba pero me gustaría morir en un convento o monasterio y ser ordenado al menos de diácono para cantar la Passio. Espero que esté bien de salud. Siempre fue un gallego fuerte como aquellos segadores que llegaban de Galicia a los que canta Rosalía y que yo alcancé a ver en mi tierra castellana en mi niñez
 
Suyo s. s. s.
 
 
 
 
XVI
 
APARECE EL CODICE CALIXTINO INTACTO. ASI LO HABIAMOS ANUNCIADO. UN MILAGRO DEL APOSTOL
 
Albricias y loado sea Jesucristo. Al fin apareció sin magulladura alguna el precioso códice Calixtino. Ya lo adelantábamos en este blog. Ha habido mucha gente en el mundo que rezaba por su recuperación. Un hecho milagroso a mi juicio y entre ellos me encontraba yo que soy amigo y discípulo del señor deán don José M Diez Fernández. Recé con ganas y se lo pedí con ansias a la Virgen de los tránsitos y al Apóstol.
Me consta que el señor deán de Santiago ha pasado un calvario pero los que conocemos a este asturiano de Coaña radicado en Galicia donde lo llevaron sus padres cuando era niño es varón recio y con presencia de ánimo. Bendito sea Dios. Los ladrones del códice del medievo han sido la incultura en que vivimos y el desconocimiento de nuestra historia patria que ha sido suprimida por decreto de nuestros manuales. Y en ese cupo entran muchos periodistas y campaneros del sistema, pero se ha visto que hay una España que sigue incólume que trabaja como los policías, los médicos, los enfermeros y algunos escritores y periodistas a los que se nos veda el acceso a los rotativos y a las editoriales de tronío. Ellos son la cáscara y nosotros el meollo
 Estaba en manos del electricista del templo, un mangante desaprensivo y medio loco al que la cabeza no le rige y que fue beneficiario de la caridad del señor deán al que pagó sus favores con una terrible e inexplicable venganza. Contumelia y calumnia contra su benefactor fueron la moneda con que pagó los beneficios y exceso de confianza con que le trató el canónigo e insigne escriturista.
 La reaparición ha ocurrido vísperas de la fiesta del Apóstol Santiago, un hecho milagroso, insisto que nos anima a los que padecemos persecución por la justicia y tribulación a perseverar en la demanda. Las puertas del infierno no prevalecerán, oh roca sagrada de Israel, España, ten fuerte.
Dos advertencias a la prensa laica que no para de decir tonterías- leo el Mundo que hace una entrevista a Eric el Belga- el mayor ladrón de nuestro patrimonio que expolió nuestras iglesias desde décadas, no se debiera dar cancha a los delincuentes y a los ex terroristas y un terrorista de nuestro acervo patrimonial es este tío que vive tan ricamente en Málaga- acusando a la iglesia compostelana de no haber tomado medidas de seguridad. Eso es falso. Ruge la marabunta. Los enemigos de la fe no pierden ripio a la hora de atacar a la SRI. Soy aparte de periodista archivero y sé lo fácil que es caer en manos de  forajidos que abusando de la bondad y la quiescencia de los funcionarios cometen robos o sacrilegios. Hace un par de años se llevaron mapas de la propia Biblioteca Nacional que cuenta con unos circuitos de seguridad impenetrable. No, el archivero de Santiago, don José María Díaz Fernández, no cometió fallo alguno y en honor a la verdad ha de ser exonerado. El ladrón era de la casa.
El electricista furtivo pagó de esa manera sus favores de una forma desaprensiva y criminal que a punto estuvo de ocasionarle la muerte al buen canónigo, piadoso y caritativo sacerdote, un sabio – como explicamos aquí- al que puede su bondad y su campechanía. Nació en Galicia pero es un asturiano cabal por su generosa forma de ser y así lo corroboran los que le conocemos de antaño. Mis felicitaciones a todos. La Policía Nacional ha actuado como la derecha del Glorioso Apóstol. Una labor impagable. No todo está mal en nuestro país. A los que había que meter mano es a los de arriba, a nuestros políticos, a los que están en la cresta de la ola de la comunicación y son un baldón para los que sentimos y hemos amado la profesión periodista. Yo no me rindo.
 Santiago cierra a España. Que gran noticia en estos tiempos de crisis. No perdamos la esperanza. Enhorabuena, don José Mari, y que el señor deán descanse. Pido a dios que haya acabado la campaña de desprestigio y persecución contra su persona. La cosa viene de lejos como apuntábamos arriba. Estas tempestades no surgen por generación espontánea, tienen un origen, una causa en la perfidia diabólica. “
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
XVII
 
CAE LA NIEVE DE OTROS INVIERNOS.
 
Tal haya el que tal hizo. Publico mi tercer libro en www.manuscritos.com. Pueden encontrarlo en la Web y bajo mi nombre este es título Los lais de Villon. Garantizo al que baje mi texto, ¡Vive Dios!, a su ordenador que se lo va a pasar bien. A mí mismo me sorprende al releer estas páginas, pasados dos lustros de haberlas redactado, la concinidad de mi prosa y la elegancia musical de los versos de este poeta medieval, seguramente el más grande en idioma francés, cuando canta a las filles d´autrefois (las novias de otro tiempo) y a la neige du temp jadis (la nieve de otros inviernos). Su lengua es un berbiquí. No se emboza ni pinta máscaras antes bien revela –buena reflexión y meditatio mortis para un Día de Difuntos- y descubre: lo que somos:
Desengañarte he, engreído, que no eres más que mierda. Vienes al mundo entre sudores y flujos vaginales y te vas por la misma puerta. Te pasas la vida metiendo ruido y haces pedorretas a través de los ocho orificios  que tiene nuestro cuerpo. Viento anal y bomba fétida. Después, ceniza eres y la nada te corteja. Eres polvo y del polvo vienes y al polvo regresas.
Es justo lo que dijo Shakespeare y Faulkner en El Viento y La Furia. La vida es un cuento lleno de ruidos que nos cuenta un idiota. Villon no sé si era judío pero al menos está empapado de la sabiduría del Libro de Job. Su Balada de los Ahorcados es por lo menos una buena cavilación para este Día de las Ánimas que nos exhorta a salir de nuestro azacaneo casquivano por lo de la sentencia del juicio y las arengas de los copinos, copones y copleros que garlan y garlan micrófono en ristre y crispan, irritan e encabritan al personal. La propaganda no tiene nada que ver con la literatura. El arte es la verdad y estos que nos adoctrinan desde sus emisoras  debieran pensar para no cansar y desorientar al personal en lo que ya dijo el Arcipreste de Hita poco antes de que Villon publicase sus cuartetas francesas y que tienen algo del estro profético de Nostradamus:
Huélgame de mujer chica, breve sermón, cama pequeña y corta ración
Poco sabemos de los humildes orígenes de uno de los grandes de la Lengua de Molière. Fue seguramente fruto de los amores de un canónigo de Notre Dame con su barragana. Su escasa fortuna fue la de tantos y tantos expósitos que se vieron en la obligación para guardar las apariencias de llamar tío a su padre biológico y seguramente él mismo fue cura o por lo menos alcanzó órdenes, no sabemos si mayores y menores, pues en sus vagabundajes lo encontramos diciendo misas secas. Como los cartujos y los curas revoltosos a los que sus obispos quitaban las letras dimisorias y la licencia para consagrar. Anduvo condenado a muerte por matar a otro estudiante de la Sorbona y en una cárcel sacerdotal entre los barrotes celulares de la Inquisición redacta su famoso Testamento libro profético y un ataque en toda regla contra los desmanes del clero. Su Balada de los Ahorcados era cantada o al menos yo los escuché por los estudiantes del Mayo Francés. Izas y rabizas en Paris. En sus versos donde ridiculiza a la bordonería de los peregrinos a Santiago como Chaucer o como el Kempis que ya acusaba a los romeros de frívolos: Peregrinantur sed no sanctificantur (los peregrinos son unos disipados a juicio del místico de Anterp o Amberes). Villon fue sin embargo un vagabundo total y parece ser incluso que perteneció a una cuadrilla de salteadores de caminos. Cura revoltoso y díscolo pero su tiempo al alborear el siglo XV fue testigo de la gran relajación monástica. Los monjes giróvagos y las monjas que acababan en mujeres de la vida airada. Sin embargo Europa no ha perdido todavía la fe. Villon se siente profundo creyente en medio de los dislates de su estragada vida. Mira a la estrella e invoca a María. Pocos cantaron desde presidio a la Madre del Dulce Mirar Consuelo de Tristes con tanto fervor y transporte. Esta es la razón de amor de sus insuperables lays rezumantes de acrimonia satírica contra las malas costumbres de los papas obispos y cardenales pero también transidos de la elegancia de los provenzales. En este libro los apasionados de la mariología podrían atisbar una relación del culto de hiperdulía, tan importante en el Catolicismo –María es Madre de la Iglesia- con los cátaros en su obsesión por la pureza y una gran admiración por la mujer. Por el Midí proliferan los puyes o fratrías de la Virgen entonando sus lais, sus romanzas, sus mimos, sus farsas, sus fablieux provenzales fruto del saber enciclopédico. Van de un lado para otro. De villa en villa. De castillo en castillo Villon es un trovador que surgido de la gleba canta a su amada al pie del ajimez. Inalcanzable amor imposible. Para luego irse al burdel. Pronto se arrepiente. Cae y se levanta. Fustiga los vicios clericales pero ama a la Iglesia. Eso se ve. Parte de su obra genial como la Vesse (el pedo) se han perdido. Entre dos peñas feroces sale un hombre dando voces. Píntenme de verde ese acertijo. Pero sus versos –ya sea esto lo más importante- sirven para gloriarnos de esa capacidad de autocrítica que siempre gozó el cristianismo. Esa tolerancia que desconocen otras religiones del Libro. Su estilo es el del argot parisino. Se nota que conocía bien el percal de Panam (Paris). La Sorbona. El XVI Arrondissement. No era un guiri ni calzaba zuecos ni se expresa en patois. Y tiene un asombroso tinte de modernidad. Escribe su Testamento estando en capilla en la cárcel episcopal de Toulouse  a la vez que lega las escasas pertenencias de su humilde defroque a sus amigos desnuda su corazón, hace reflexiones sobre la vida y sí mismo al tiempo que traza una panorámica del espectro social en la baja edad media pidiendo a Dios que perdone su alma. Cuando está a punto de subir los peldaños de la horca llega el indulto del obispo. Había matado a otro sacerdote en una reyerta el Día de Corpus Christi fiesta que los franceses llaman La Fête Dieu. Después de la venia se le pierde de vista. Estuvo considerado siempre un poeta maldito pero fue el padre de Rabelais, de Quevedo, origen de la literatura picaresca o del desencanto. Sus versos que aun hoy no han perdido la frescura ni la modernidad hacen reír y llorar a sus numerosos lectores. Villon sigue vivo. Vive la France. ¿Qué sería de nos sin los heterodoxos? ¿Adonde iríamos a parar sin las moscas cojoneras? ¿Sin los malditos? La realidad se trocaría en un encefalograma plano. Así que yo dedico estos lays a mis enemigos a mis émulos y a los camaradas del rencor. Buenos estaríamos. Nunca se saldrán con la suya. Me queda aun mucha fe en Cristo y mucho recado de escribir todavía gracias a Dios. El mundo se está poniendo muy interesante y no es como ellos nos lo cuentan o quieren que sea.
 
 
 
 
XVII
 
BULGAKOV Y EL APOCALIPSIS. LA GRAN CONJURA PARA ACABAR CON LOS ROMANOV
 
¿Cómo será el fin de los tiempos? ¿Quién será el anticristo… una persona real o un sistema político?
 
Ucrania la tierra feraz donde los arados se hundían en un suelo de labranza de las tierras negras hasta tres metros de profundidad, el granero de Europa, y todo ese légamo de civilización que arrastra sus dos grandes ríos el Don y el Dnieper hacia Kiev, la santa, la madre de las ciudades rusas, con la gran cruz de san Vladimiro presidiendo la bocana, va a acabar en la catástrofe de Chernobil que parece anunciar y presentir en su gran novela la guardia blanca Mixail Bulgakov casi un heraldo del fin de los tiempos. Era la guardia blanca un cuerpo de elite, del regimiento Preobrayenski encargada de la custodia personal del zar. Este libro en su planteamiento coincide con lo que dice Bertrand Russel cuando en 1918 visita la URSS y asegura que la revolución bolchevique fue obra de judíos rusos americanizados. Los hechos de esta novela se desarrollan aquel invierno trágico de 1918 y en Kiev entre grandes celliscas de nieve.
 La tierra feraz se transforma en feroz erial. Se secan las fuentes, resucitan los gigantes, cunde el desamor, las costumbres se corrompen. Arden los bosques... toda Rusia era un incendio aquel verano de 1918 el año que se desarrolla esta novela.
 A lo largo de sus capítulos se escucha el tintineo de las espuelas de los cosacos que se cuadran ante su atamán y el repique-canto-metálico de los teléfonos móviles (un presentimiento atisbando el futuro) la irrupción de los bustos parlantes que se entregan a una vacarme o borrachera de letanías insufribles para contar la actualidad con una sonrisa  mefistofélica en sus rostros, perfectamente atildados, la cara lavada, y de una gélida belleza, pero el alma negra, insensible al dolor ajeno. Son las musas de la democracia, que fungen y fingen cual grandes representantes del sistema, anunciando a todos:
- Habéis de pasar por el aro, besareis mi látigo.
Y todo eso sin descomponer el gesto de hombres-anuncio y la mirada azul de las nuevas sibilas de la tele.
Las sibilas vuelven y es un mundo sibilino  de grandes avances tecnológicos y de una gran pobreza espiritual, dominado por las técnicas de la propaganda el que intuyeron los rusos que vivieron o contaron aquellos días de octubre. Estamos ante una novela profética que anuncia una nueva era con tres cuartos de siglo de anticipación.
Han ganado los americanos, subraya un capitán artillero que aguarda el ataque de los bolcheviques al edificio del Liceo donde los partidarios de la autocracia y la ortodoxia se han hecho fuertes. Sin embargo el coronel que manda la posición a la vista de la inferioridad numérica ordena izar bandera blanca.
 Suenan los gritos de traición… traición pero nadie se atreve a desobedecer los hechos consumados. No se puede hacer nada. Rompan filas.
 Se deshace la guardia blanca y los cadetes, el oficial de dragones, los húsares y los alanos se vuelven a casa con sus botas bruñidas las espuelas de plata, el sable reluciente y el dolman impecable terciado sobre las charreteras. Todo eso ya no sirve para nada. Después de rendirse los coraceros piden vodka para mitigar los efectos del clima bajo cero y se entregan a una orgía pero no hay aguardiente en el mundo que pueda aplacar las heridas del alma congelada. Alcohol y sexo, polizontes de una organización secreta vigilando al ciudadano, que dejó de ser persona para convertirse en tornillo del gran engranaje y una patulea de jueces para la democracia al servicio del poder establecido. Los corazones sangran pero la gente acobardada se vuelve insensible.
 Es la debacle. Es el fin de una era. Sin caballería las guerras ni son guerras ni son nada. No se escucha el grito de alarma de los botasillas del escuadrón. Se acabó el honor, la nobleza, las maneras exquisitas y ese concepto de castas que permitió concebir la existencia desde un punto de vista estético. Se acabó la literatura. Lo que viene es la lucha de clases, la vulgaridad, el encefalograma plano.
Llegan los sindiós que traen sus propios profetas, sus escritores, sus panegiristas y publicistas. El materialismo dialéctico de Marx que permitió por lo menos la educación de las clases más desfavorecidas abocará al materialismo de los globalizadotes donde el ser humano no es más que un número, una unidad de consumo bajo el control de la red de redes.
 En definitiva Bulgakov nos vaticina un mundo feliz, al igual que los grandes utopistas ingleses, pero insufrible. Un judío que es pillado con las manos en el cajón durante un progrom le ruega a un húsar que ha desenvainado la espada todo el dinero… te lo daré todo, le dice el reo, esto será tuyo, y le señala la caja de caudales, si me perdonas la vida. Gracia denegada. El ulano hunde su sable en el cuello del rabino y le corta la cabeza. El rabí muere mártir de la causa invocando a Yahvé. Una acción de guerra se transforma en una teología, la del holocausto, que sustituye a la redención cristiana.
 Chema Israel pero tenemos que ajustar cuentas mientras los caballos del Apocalipsis galopan por las riberas del Dnieper. Se terminó aquel mundo que creíamos mejor. Rompan filas, sálvese el que pueda. El santo y seña del final de los tiempos es que la caridad se enfría, las palabras ya no significan lo que significaban antes. Flotamos en el vacío y la inseguridad nos descarría, nos transforma en verdugos siendo en realidad víctimas.
No hay canon ni medida. Se hunde la barca de Piotr mientras los bateleros del Volga reman, saludando con el sombrero cocidos de vodka al que ha de venir que les observa desde la orilla. Este es Petliura. ¿Quien es Potliura? Es Bandera el cabecilla nazi que se ha puesto de actualidad ahora en la Ucrania de Proroshenko el rey del chocolate un títere sin cabeza en el gran guiñol estratégico norteamericano. Con su servidumbre y el golpe de estado en la plaza de Maiden puede haber empezado la tercera guerra mundial. Según Bulgakov, el que ha de venir el interpuesto al que dicen que han visto alojarse en la habitación numero 666 en un hotel de la calle Lovitskaya pero esta presencia es fantasmal o by hearsay.
 Se narra mediante el oído no mediante la vista y por esto mismo la novela tiene un aire musical más que fotográfico. La trama no es lineal y el estilo participa de la velocidad y contundencia de la vida actual.
La “guardia blanca” es narración de muchas preguntas sin respuesta en esta novela de guerra antimilitarista donde se ridiculiza a los prusianos y a los estados mayores. No hay combates ni escenas de guerra. Sólo se escucha el estampido, lejano, de los cañones y se anuncia que el nuevo orden entrará con sangre y en medio de grandes estertores. Verdún significará una nueva catástrofe para Rusia la dejarán sola sus aliados a merced de la gran conjura de los impíos.
 El asesinato del zar será el epílogo a una historia trágica de furores. El hombre de las patillas largas- Trotsky- se atusa los bigotes tiene una gran cabeza y proclama la revolución permanente. Nuevos dolores y convulsiones para el pueblo ruso. Los cielos refulgen con la estrella roja de los comisarios y el ángel de la muerte escribe sobre las nubes negras el número de la bestia: 666, el anosmié lo innombrable.
En medio del caos se abren camino muchas traiciones, ejecuciones sumarias, deportaciones en masa. Los alemanes dejarán a los blancos de Ucrania a merced de los bolcheviques. Bulgakov les llama felones.
Cunde el desamor y el relato de las vencidas mujeres violadas, campesinos arrojados de su tierra y por todos los dominios del zar se esparce la enfermedad rosa: la sífilis, como un flagelo bíblico. El autor era médico especialista en venéreas y el relato que hace de la enfermedad es puntual. Aparecen unas pústulas en las ingles (chancro) manchas de color rosa en la epidermis, después subseguirá la ceguera y la artrosis si no se ataja la epidemia con inyecciones de permanganato. Fue la enfermedad que sacude a Europa en los años 20.
Dios no escucha, se encuentra remoto muy a gusto  lejos de la humanidad que sufre rodeado de una escolta de ángeles en el paraíso. En uno de los pasajes, sin embargo, aparece un pope que predica contra la desesperación. Es la desesperanza el mayor de los pecados a ojos del Altísimo puesto que viene impregnado de la soberbia satánica y sólo pueden desesperarse los condenados del infierno. No conocéis sus misteriosos designios, se lamenta el padre Vladimiro puesto que el corazón de Dios es fuente de toda misericordia. El dolor y el sufrimiento colectivo tienen un carácter expiatorio y abrirán las puertas de la purificación. Este sermón, que recuerda el discurso del padre Zósimo de Dostoievski, pone una nota de claridad esperanzada en medio de la niebla de pesimismo de todo el relato; 1918 fue un tiempo de tinieblas y su mes de diciembre fue el más perverso en fríos y en crueldades humanas durante siglos.
Desde luego, se acabó la literatura, todo concepto de honor y de estética es pisoteado para dejar paso al lucro, la especulación, los bancos, el gnomo de Zurich corredor de bolsa acude a la llamada y en todos los garitos se mira para las evoluciones del índice Dow Jones. A los periodistas les han convertidos en sus lacayos y hablan con un bozal o por boca de ganso. Mucha gente irá a la cárcel o será marginad por pensar por su cuenta, nos profetiza Bulgakov. Ya se escuchan las pisadas del ángel del Apocalipsis. La idea central del libro es que hubo una conspiración universal para acabar con la ortodoxia proyectada desde el odio a la cruz misericordiosa, una conjura que es tramada por los que son siempre los mismos, los apóstoles del odio y la revancha pero al final vencerá el amor. El autor del Diablo y Margarita era uno de los autores preferidos de Stalin hasta que perdió el favor. Bulgakov muere en Moscú en un bombardeo de los alemanes a los que tanto despreciara en 1942. ¿Fue ello una corazonada?
 
 
 
 
 
 
XIX
 
 
 
 
SEGOVIA MISTERIOSA
 
Habiendo transcurrido mucho tiempo  de aquel suceso, cuando veo caer las hojas de los arces y de la sófora plantada por mí mano, me acuerdo de todo lo acontecido aquella noche como si fuera hoy mismo. Sálvame oh Dios y ten piedad. Los árboles de mi barriada se desnudan de su polisón bajo el sol del veranito de san Miguel y las mañanas son claras en este dulce septiembre cuando las plantas dieron su fruto y granzón del año nueve. En Asturias fue una cosecha buena de manzana y la Virgen de las Viñas que veneran en Aranda fue pródiga con nosotros, gran parte del mosto cosechero ya está metido en la bodega. Aquello ocurrió allá por el cincuenta y tantos. Es otro mundo después del móvil y de la televisión interactiva. La Humanidad ha dado pasos de gigantes. No miro pues atrás con ira sino con nostalgia, aceptando siempre la voluntad del Redentor y sus inescrutables designios. Creo que Cristo se ha hecho invisible pero reina en la Historia.
Las hojas del jardín-acabo de cortarles las ramas supernumerarias de las madreselvas con una cizalla eléctrica, ¡ah si mi abuelo Benjamín levantase la cabeza y viera estos inventos, él que fue un labrador segoviano de hoz y de zoqueta e iba a binar las viñas cojeando por su pata reumática!- y ya es otoño tiempo de plenitud. Se acerca octubre. El día uno se cumplirá 54 años en que yo iba detrás de un maletero con gorra de plato de maletero  jurado  y con chapa por las calles de Segovia. Ingresaba en el seminario. Querían hacerme cura.
 Subimos por la canaleja. En un nicho en plena muralla nos dio los buenos días una virgen románica y yo iba detrás del de la carretilla. Manolo que portaba mi baúl recién comprado y cuyos herrajes relucían como el oro y la ropa dentro olía a nuevo toda recién comprada por mi madre y repasada por mi tía Dominica. Todos me decían que tenía que ser bueno y comerme los libros y que esperaban la hora de mi cante misa, que abandonaba el siglo, pero no llegué a los extremos de Calixto Priscos uno de mi pueblo al que después de una misión que dieron los pasionistas decidió irse a los frailes. Fue a despedirse del personal. A por la gala. Quien le regalaba unos huevos. Quien un choricillo. Quien le daba dos pesetas.  Fue a despedirse muy compungido en la creencia de que no regresaría al pueblo jamás pues tenía intenciones de irse al Congo de misionero.
-Bueno, tía Polonia. Ya hasta el Valle de Josafat que nos volvamos a ver.
-Pues ¿cómo hijo? Eso es el día del juicio final. ¿Es que no piensas volver al pueblo?
Calixto Priscos dijo sentencioso.
-No.
-Abandono el mundo, sus pompas y sus vanidades, señora Polonia.
-Muy fuerte te dio, muchacho.
-Sí para ganar la gloria y sacrificarse. Hacer penitencias y todas esas cosas que nos decía el cura y que no cumplíamos pues somos pecadores.
-¡Ay pecadora de mí! ¿Y qué te doy de gala?
-Lo que le parezca bien. El camino es largo hasta el convento y vamos en mulo.
-Bueno pues aquí tienes una chicharronada que acabo de cocer. Para que te la comas cuando pases por cercas del río Botijas que allí siempre que voy al Lenar a visitar a la Virgen me da hambre.
-Como usted guste. Y lo dicho hasta que nos veamos en el cielo. Allí a gozar y cantar salmos por toda la eternidad. Ya sabe que el que quiere algo le cuesta.
-Muy bien hijo me pareces que tienes vocación. Espero que en la otra vida no nos aburramos de tanto cantar salmos.
-No, señora, seremos espíritus puros
Pero el bueno de Calixto a los quince días estaba de vuelta en Valdebriga. La tía Piquilaya que le había regalado una gallina se mostró muy sorprendida.
-Hombre, Calixto, ¿tú por acá? Tan pronto. Pues nos decías que hasta el Valle de Josafat. ¿Qué pasó?
-No me probaba, tía Piquilaya.
-Anda demonio. Y no me vuelvas a llamar tía Piquilaya que yo me llamo tía María.
-Pues vale, tía María.
Yo no sabría a puntualizar a ciencia cierta qué hecho desencadenante motivó mi llamada al sacerdocio. Tal vez fueran aquellas confesiones torturantes con el fraile jerónimo después de haberle visto las bragas a May mi vecina o si sería por ferias cuando un arcipreste que andaba por ahí desterrado por los pueblos de la iglesia porque había tenido un lío con una moza a la que sacó palante por dos veces y me dijo hazte cura que se vive muy bien. Mira yo. Digo mi misa y todos los días a cazar y a pescar, no paro. Mis feligreses son muy buenos las feligresas sobre todo. Hemos formado un coro y tenemos un club parroquial y echamos cine los domingos. Además los curas somos siempre un seguro de vida para los padres cuando se hacen mayores a la vejez. Yo los tengo conmigo a una hermana y una sobrina. Casi somos familia numerosa. El cura aquel se llamaba don –Evaristo y era amigo de mi padre con el que había estado en guerra. Era un tipo muy sano que se fumaba sus buenos puros y no se andaba con remilgos. Pero lo que creo que me empujó al seminario fue una película que echaron en los claretianos que creo que se llamaba Siguiendo Mi Camino y trabajaba Bin Crossby. O puede ser que también influyera mi carácter introvertido, mi amor a mis libros y sobre todo a las ceremonias litúrgicas de cuando era monago en la catedral. Más adelante lo explicaré.
Están cayendo las hojas de este otoño y qué lejos están aquesas primaveras del 55 y no me rindo sigo siendo un idealista. Caen las hojas de la acacia de mi jardín. Una a una dos a dos y musitan una canción al caer:
-Púdrete grano que mañana serás espiga.
El mundo sigue su rumbo imparable y en la historia como vengo diciendo no cabe marcha atrás. Los acontecimientos nos desbordan. Carecen de lógica o no hay un diseño establecido. Pero debemos ser optimistas y confiar en Dios. Ese pipo de melocotón o de durazno que ahora arrojamos al desgaire sobre la cerca dentro de un tiempo será un frutal frondoso. Es la estela que dejan detrás los hombres: un árbol, un libro, a lo mejor un hijo.
Hoy devano recuerdos, drago mi memoria y en el flahback del tercer ojo de la imaginación regreso a aquel paraninfo en aquella noche del velatorio del pobre Pénjamo que paz descanse. Miro para los altos techos de la ataujía del artesonado mudéjar (Segovia puede que fuese una ciudad judía, también morisca y gótica hasta las cachas. En el siglo XIII todos se convirtieron con su rabino durante las luchas dinásticas de los últimos reinados de los Trastámara cuando en Castilla eran preponderantes pero también fue significativa la aportación árabe con sus alarifes y huertanos; bajo el reinado de Enrique IV había en el alcázar una guardia mora y el propio rey se sentaba a la morisca y sabía leer en letra cúfica, escuchando con gusto la música de adufes, laúdes y chirimías; cierto que tuvo algunos detractores que le llamaban impotente pero en esta ciudad al hermano de Isabela lo queremos mucho) y parece que contemplo aquella decoración de roleos en los bordes con carreras de ninfas que saludaban a Afrodita saliendo del baño (Anadiodema) como si el artista hubiera querido realizar un recorrido por toda la mitología.
Trato de leer aquellas grafías latinas bajo las escenas cinegéticas de Diana Cazadora, de Nabia para los vacceos, de la Venus desnuda surgiendo del amor de una ola, como si fuera de la costilla de Adán, según la Biblia. Desde entonces soy del convencimiento de que el cristianismo no se produce por generación espontáneo sino que es el resultado de unos hechos y creencias antiguas. Los héroes del Olimpo se convertirían en nombres del santoral cristiano. Hércules es san Jorge. Hermes Trismegisto ampara y explica en cierto modo el dogma trinitario. Atlas se convierte en san Cristóbal, Esculapio en san Nicolás y así sucesivamente. Venimos del griego- Cristo era un judío helenizante de origen esenio- del latín, esa lengua maravillosa, y del hebreo. Estas tres raíces conforman el mundo occidental mírese por donde se mire. Con todo, la memoria de Israel pervive en mi Segovia. No me llamen antisemita porque digo la verdad como el profeta Jeremías.
En estas representaciones la ninfas de vestes etéreas que el dios Neptuno las puso en el mundo soplándolas por la boca sostenían en sus manos vagorosas cuatro camafeos sitos en la mitad de cada ángulo del paralelepípedo. El modillón del norte efigiaza a Luís Vives. Al sur había un retrato de los Reyes Católicos, al este el de Francisco de Vergara helenista de Alcalá y que fue maestro de latinidad en aquel centro. Era amigo del doctor Laguna otro segoviano ilustre y que fue perseguido por la Inquisición a causa de sus ideas erasmistas. Completaba la lista el rostro de Laínez el gesto adusto irónico y como sorprendido. Debajo y entre hojas de laureles se leía el epígrafe de la compañía: AMDG. En el de Vives con una gran gorra de visera cubriendo su cabeza se leía “Vives semper vivas”.
El camafeo de los Reyes Católicos era el que tenía más arrequives más hojas de roble y de laurel alrededor. Bajo el águila explayada ponía “ex pluribus unum” y el “tanto monta” que eligieron los norteamericanos como divisa de su republica federal, sólo que en su lema imperial hay una particularidad, la del águila calva de las Rocosas, la española es sólo águila caudal o de San Juan desplegando un pico enorme y fuertes garras como para levantar a estos reinos hacia las estrellas. Plus ultra. Luego estaban también el yugo y las flechas que nada tienen que ver con el fascismo como consideran algunos lerdos. Son simplemente las flechas del poderío y el yugo de la labor.
En esta pared estaba escrito la historia y esbozado los sueños de nuestros ideales. “Sic vos non vobis” ponía en el lema del doctor Vergara. De este modo el cuadrado se incorporaba al círculo; es más: lo probaba en demostración empírica. Lo cóncavo y lo convexo se juntaba. Era toda una parenética de la perfección o sermón pronunciado no con la voz sino pintado al pastel. “Sic ad astra”. El lema apuntaba hacia lo alto, buscad la perfección, caminar pisando los luceros de la excelencia. Por ese camino se va a las estrellas. Y es a lo que aspirábamos al citius fortius altius. Algunos se estrellaron o nos estrellamos no cabe duda pero no hay que achacarlo a nuestros maestros que nos dieron lo mejor que tenían sino que nosotros éramos imperfectos y no dábamos más de sí. Y aquí hay que traer a colación la tan manida frase orteguiana de que el hombre es el hombre y su circunstancia.
La búsqueda de la excelencia, la aspiración a todo lo noble, la ruta de la perfección mediante la renuncia y la abnegación cristiana, la doma de la voluntad, el control de las pasiones: la lengua, el vientre, la ira y la lujuria. El rector que no daba puntada sin hilo nos decía que aquellas ninfas descocadas representaban a los siete pecados capitales. Éramos de barro y querrían hacer de nosotros superhombres. Pero el padre Cabezas le contradecía.
-Esas señoritas, señor rector, son las nueve musas: Melpómene, Terpsícore, la teatral Talía, Polimnia, Urato, Erato, Euterpe, Clío y Caliope que es la más bella de todas.
El profesor Cabezas aunque era de ciencias sabía también lo suyo y daba gusto escucharle sobre todo cuando no estaba cabreado porque no nos entraban los logaritmos ni eso de los números primos. Sin embargo apuntaba un detalle que toda esta mitología de Venus Anadiodema, Diana, Neptuno, las Nueve Musas parecen estar corriendo por la pared y parece que van al encuentro del cristo de los ojos bajos que constituía el epicentro de toda la representación pictórica. La precisión del matemático me pareció sumamente importante y no he dejado de cavilar a lo largo de los años. El Verbo humanado es el epicentro de todo lo que acontece y que la cruz seguirá presidiendo el horizonte de todos los siglos y nadie la podrá arrancar ni derribar. Pero venimos de los griegos los latinos y de la Biblia y estos tres polígonos basan el Nuevo Testamento. Mi carga es ligera y mi yugo es suave. Desde aquel crucifijo que pendía sobre el baldaquín de damasco que amparaba el sitial donde se sentaba el obispo nos ligaba al pasado clásico y nos invitaba al futuro y a la modernidad pero sin renunciar a la tradición porque sería destruir el molde en el que nos vaciaron a los europeos.
Nuestro profesor de literatura, otro gran hombre y otro sabio, don Tirso al que llamaban Coramvobis no se cansaba de insistir en este punto y parecía entrar en éxtasis cuando explicaba a Cicerón, escaneaba los espondeos de Virgilio y nos familiarizaba con Eneas, con el gallo a Esculapio y hacia que aprendiéramos las cinco declinaciones, las conjugaciones, los ablativos absolutos, los verbos irregulares y nos ponía tareas, un párrafo o pensum que teníamos que memorizar y soltarlo en clase. Ahora mismo todavía me acuerdo porque lo que pronto se aprende tarde se olvida y decía así:
Flumen est Arar, quod per fines Aeduorum et Sequanorum in Rhodaum influit incredibili lenitate ita ut oculis, in utram partem fluat, judicari non possit” (el río es el Saona que en las fronteras de lose eduos y los secuanos con lentitud increíble desemboca en el Rodano de manera que no se puede decir a simple vista qué río es el principal y cual el afluente)
Por aquella traducción algo libre Coramvobis me puso un diez. Nunca se lo agradecerá bastante aquel canónigo gordo y ágil que venía al estrado siempre deprisa y llegaba cinco minutos más tardes a veces oliendo un poco a anís, pues incentivó un amor al Latín que sigue vigente en mí hasta el día de hoy. Dios tenga en su morada a aquel buen sacerdote.
 
 
 
 
XX
 
CORRESPONDENCIA ENTRE MENÉNDEZ Y PELAYO Y JUAN VALERA
 
 
 
Desde 1877 hasta 1905 Juan Valera y Marcelino  Menéndez y Pelayo sostienen una nutrida e intensa correspondencia que es paradigma del género epistolar, casi único en su género, precisamente en un país donde no abunda la categoría memorialista. El español es grafómano por excelencia pero no muy dado a las expansiones de esta índole aunque aquí los mozos escriben copiosas cartas de amor de las que alcanzada edad provecta se arrepienten y cuando regresan a estas cartas olvidadas que duermen en un cajón piensen para su capote: “caray las chorradas que escribía yo entonces pero no era yo; guiaba mi pluma mi corazón enamorado u otro afán”.
Estos escritos, rara avis en las letras castellanas, intercambio intelectual entre dos autores próceres, son un testimonio inapreciable para conocer una época singular en la historia del parlamentarismo  y de la democracia española como fue el tiempo de la Restauración. Dos partidos torneantes: Canovas y Sagasta, un pacto de caballeros concertados para el bien común, representados aquí por Menéndez y Pelayo, tildado de ultramontano, casi un neo del catolicismo reaccionario y  montaraz y don Juan Valera, un liberal, humanista. Sirviendo a una misma monarquía desde campos políticos diferentes. Son dos señores que se muestran por encima de las intransigencias de secta y las banderías políticas. Todo un paradigma.
Interesante en todo este intercambio epistolar es la parte corográfica. Valera hace confidencias a su comunicante acerca de todos los lugares a los que visita. Presidió las legaciones diplomáticas de Su Majestad en Lisboa, Washington, Bruselas y Viena. Incomprensiblemente faltan en estas relaciones todo lo concerniente a San Petersburgo donde él también fue embajador. Sus impresiones sobre dichas ciudades y sus moradores no tienen desperdicio.
Por ejemplo los portugueses son para él españoles descastados que renunciaron a su iberismo en aras de un secular vasallaje a los ingleses. La altanería lusitana le parece insoportable y nota cómo en Washington las gentes salen a la puerta de las casas “para tomar el fresco igual que en cualquier lugar de Andalucía o de la Mancha”. Observa cómo los norteamericanos tienen un concepto diferente al de la literatura al que podamos tener nosotros. Ya entonces corrían por Nueva York las novelas por entregas. Edgar Alan Poe rendía culto a las narraciones del terror pero en general las letras yanquis tienen una connotación práctica siguiendo las pautas de Benjamín Franklin. Si le cuentas por ejemplo a un neoyorquino que eres escritor pensará probablemente de ti que eres un dirty old man libidinoso que se pasa la vida emborronando cuadernos de guarradas pornográficas.
Mientras en Europa son importantes las elites entre los gringos se escribe para las masas. Esta apreciación de don Juan Valera me parece que tiene un gran interés y conserva plena actualidad.
En Bruselas el personal se aburre como una ostra y se dedica a comer y a beber cerveza de alta graduación mientras connota cómo Viena se convierte en una ciudad de suicidas cuando sopla el “Föhn” (viento terral de los Alpes).
Desde Madrid Menéndez y Pelayo, gran bibliófilo, devorador de letra impresa, le encarga libros. Al propio tiempo le da cuenta de sus progresos en la redacción de sus proyectos literarios que son por esa  época bastante ambiciosos. También le solicita cartas de recomendación para algún amigo que quiere opositar a cátedras o aspira a algún sillón en la Academia. Salta a la vista que los que se cartean son dos seres humanos, no dos extraterrestres.  La cultura no está reñida con el jabón  y los poetas y escritores no siempre han de llevar greñas e ir desaliñados.                                                                               Sin embargo, mi experiencia triste es de tratar en este tiempo con archiveros es si éstos son auténticamente seres humanos. De ahí mi satisfacción ante este referente. Don Marcelino no sólo fue un hombre de letras, el archivero mayor de estos reinos, sino también ser humano de una sola pieza. No atendía demasiado al acicalamiento personal como todos los dipsómanos. Valera, por el contrario, era el espejo de la pulcritud.
De singular interés son los juicios de valor de don Marcelino sobre algunos aspectos de la vida literaria complutense dando cuenta y razón de lo que se publica. Por esta correspondencia desfilan los nombres de Palacio Valdés, escritor con gancho en aquel momento y que le parece “demasiado realista”. Los dos temen a Clarín como crítico. La Pardo Bazán está muy interesada por los rusos. Galdós va a su aire. Et sic et coeteris...
El egrabense no oculta su desaliento y la astenia productiva. Ha dejado de escribir novelas y sólo redacta algunos cuentos. Se queja  al cumplir los 59 años de ser un viejo. Le cansa leer y teme quedarse ciego. La temática de este carteo lleno de enjundia tanto filosófica como informativa, puesto que ambos realizan un estudio de época, es estrictamente estética. Uno y otro son hombres de ideas. Pero rara vez mientan la política. Cabe notar que en la correspondencia datada en 1898 no existe la menor referencia a la crisis de Cuba. La muerte de Canovas es sólo objeto de unas breves líneas. El eminente estadística cayó asesinado victima de un atentado terrorista en el balneario de Santa Águeda, Guipúzcoa, el 7 de agosto de 1897. La bala del anarquista Angiolillo – por ese cabo nuestra hoja de servicios no puede ser más dramática: la mayor parte de nuestros primeros ministros no suele morir en la cama- fue el prólogo de nuestra decadencia iniciada con la pérdida del último florón de las Antillas.
Sagasta, empecinado en la cuadratura del círculo, hasta el último hombre y hasta la última peseta, se vio inerme y con las manos atadas para lidiar con el gigante yanqui y sus maulas. La voladura del “Maine” fue una impresionante maniobra política de auto golpe. De entonces hasta ahora son expertos en la materia. El jingoísmo, los hechos consumados, las campanas de Randolph Hearst que siguen sonando a media noche en las manos yertas y universales de Ciudadano Kane. Estamos ante el caso de la trama de la novela de Chesterton “El hombre que fue Jueves”. El ladrón he aquí que es el jefe de los guardias. Y el inventor del terrorismo como arma política es el súper agente secreto encargado de acabar con los maleantes con la dinamita a cuestas, transformado en una especie de gendarme universal. Historias de involución. ¡Si yo les pudiera contar!
En la época de las cesantías en este coloquio epistolar a muchas leguas de distancia los abajofirmantes y derechohabientes del parnaso español, dos auténticas plumas galanas, dos fueras de serie, se intercambian letras de recomendación para cada uno de sus comilitones políticos. La izquierda de don Juan y la “derecha” de don Marcelino se entienden bajo cuerda y dialogan, un maravilloso ejemplo para los españolitos de 2004 que viven tiempos tan crispados. Son dos elegantes que poco tienen que ver con la canallesca. Cada uno posee un concepto de España y la ama a su manera.
Pese a la diferencia de edad y de inclinaciones un tanto bohemias los dos debieron de compartir alguna que otra francachela. Ya despunta por entonces las inclinaciones etílicas del santanderino que le habían de conducir a la tumba. Todos sabemos que Menéndez y Pelayo fue un sabio de vida bastante desarreglada. Libros, vino y mujeres fueron la norma de su juventud. El cordobés, de bastante más edad, era de condiciones más áticas y serenas pero en sus buenos tiempos debió de gustar de echarle alguna canita al aire.
Frecuentaron un garito en la calle Barquillo por nombre “La Sinagoga” donde debía de haber unas hebreas bellísimas, sueltas de espíritu y de lengua y que tenían nombres de guerra tan sonoros como Aspasia, Rodopis, Hipatis y otras Raqueles lacrimosas. Amen de comprensivas e inteligentes debían de ser mujeres muy sensibles y cariñosas. Valera desde el extranjero indaga sobre el estado de salud de las pupilas y Menéndez y Pelayo, asiduo cliente del local, le manda recuerdos de su parte. Todo queda en casa pero los detalles no pueden ser más humanos. La prestancia de Valera como escritor de epístolas es destacable. He de decir que aunque sus producciones que leí antaño- “Pepita Jiménez” y “Juanita la Larga”- las encontré demasiado almibaradas y sin gancho; sin embargo estilísticamente es perfecto. Como memorialista sus juicios no son nada desdeñables y su prosa cuajada de primores brilla a gran altura y sus pronunciamientos sobre el mundo que le circunda son definitorios y definitivos.
Todo indica que debió de ser un andaluz diserto y culto, hombre de mundo, muy hábil y con muchas tablas que solía escaparse por la tangente. En los vaivenes de los partidos turnantes supo nadar y guardar la ropa hurtando el cuerpo a las diferentes crisis de gobierno que siempre le encontraron a muchos kilómetros de distancia o con el charco de por medio. Eso en España donde las relaciones personales se encabronan con tanta facilidad  es una ventaja de la cual sabe sacar partido.
Tenía don de gentes. Era buen psicólogo pero en Lisboa se siente abatidísimo. Percibe el fracaso de unidad de los pueblos ibéricos detrás de los cuales se encuentra Inglaterra como muñidora de conflictos. Como siempre. Por eso sus dictámenes antilusitanos son auténticos veredictos: “Esta gente está archiperdida por haber renegado de su casta y por ser ridículo arrendajo de los ingleses... Yo no quiero a Portugal sino despoblada... el portugués es finchado, carrancudo y tieso”. ¿Qué le ocurrió al autor de “Pepita Jiménez” en Portugal?
De todas formas estas cartas son un baremo para estudiar su estado de ánimo. Parece ser que tenía un carácter depresivo. “Hoy no estoy para nada-escribe- Soy el rigor de las desdichas”. Por el contrario, su corresponsal  en la Academia siempre estaba embarcado en alguna aventura literaria y era proverbial su poderosa capacidad de trabajo. “Me sorprende la capacidad que posee usted para escribir” le confiesa Valera en una misiva al tiempo que le confía un encargo: ir a la estafeta a encontrar unas cajas de habanos que le perdieron en Correos y que se fueron por la posta. Los vegueros debían de ser lo mejor de Vuelta Abajo dado el interés que muestra.
Las averiguaciones del eminente polígrafo surten resultados y las cajas aparecen y don Juan se los fumó a la salud de su corresponsal desde el exilio dorado. En agradecimiento desde Lisboa remite a don Marcelino una serie de tomos sobre la poesía de los hispano hebreos (el tema judío le apasiona al autor de los “Heterodoxos”) que habrían de hacer las delicias  lectoras de un hombre como él bibliópola empedernido y siempre a la caza de raros y de curiosos y que llegaría a acumular una de las bibliotecas más surtidas del país.
Hay un cierto holismo, una interdependencia que llega casi a la telepatía entre estas dos mentes privilegiadas, protagonistas intelectuales de una de las épocas más interesantes de la historia de España. Literariamente fue nuestro segundo siglo de Oro. Un faro de luz que alumbra un mundo sumido en las tinieblas de las covachuelas y de los manguitos. Estas cartas son el vivo reflejo de una amistad entrañable. Podemos conocer algunas intimidades de uno y otro. Verbigracia, la esposa del diplomático era gastiza y dada a los dispendios copiosos. Echa de menos las tertulias de Madrid y se queja de su astenia productiva. Refiere la impresión que le causara la ciudad de Washington con su moderna traza, las grandes avenidas. “Esto es como la Granja pero al por mayor”. Se asfixia de calor a orillas del Potomac. Los mosquitos, libélulas y cocoyas son un martirio en las noches de verano. No hay aceras. Las dimensiones de los ríos y del propio país son desbordantes. Desde Nueva York a San Francisco- apunta- hay la misma distancia que desde Cádiz a Arcángel atravesando las distancias de un continente enorme donde la naturaleza es todavía virgen.
Allí le sorprenden algunas desgracias familiares como la muerte de su hijo Luisito a los 16 años. Menéndez y Pelayo le manda el pésame al tiempo que le refiere que acaba de pronunciar una conferencia sobre Raimundo Lulio. Asimismo, le envía un ejemplar de “La Regenta” novela que acaba de aparecer en Madrid en 1884 con gran escándalo para el clero ovetense.
He aquí el juicio que emite don Marcelino sobre la novela de Clarín que siempre le parece que vale más que Pereda: “En él se anuncia un grandioso novelista en medio de ciertas inexperiencias y rasgos de mal gusto”. Ambos comunicantes hacen gala de su espíritu sodalicio pues entonces los amigos lo eran para toda la vida pese a las divergencias políticas.
En 1885 muere Alfonso XII y Menéndez  y Pelayo dice que Verdaguer es el mayor poeta de España aunque adolezca de un cierto victorhuguismo. Valera por su parte manifiesta la ilusión que le hace el que “Pepita Jiménez” está ya en los tórculos de un editor neoyorquino. Él será junto a Palacio Valdés uno de los pocos autores españoles traducidos a ese idioma. Tanto a ingleses como norteamericanos les merecemos poco crédito. Jamás nos hicieron caso y en todo autor que es vertido – loor de enemigo – hay latente casi siempre una intencionalidad política. A pesar de que aquí se ha escrito mucho y bien y nuestra literatura sea quizá más interesante que la anglosajona y sólo comparable a la rusa, escribe el gran escritor cordobés.
En 1886 don Juan es trasladado a Bruselas. Por aquellos días es comidilla en los círculos literarios complutenses la decisión del político español don Manuel  Silvela de publicar la obra completa de Sor María de Ágreda, amiga también por carta del rey Felipe IV y autora de la “Mística Ciudad de Dios”, un bizantino y prolijo tratado acerca de la vida de la Virgen María. Estamos en un tiempo en el cual la gente se interesa por el espiritismo. El mismo Valera, sin llegar a ser un hierofante o experto en materias ocultas, perteneció a una sociedad teosófica. Aunque él creía firmemente que las letras y no la superstición eran signos de renovación entre los pueblos. Y en sus lucubraciones por carta estos dos amigos creen todavía viable un próximo renacimiento de España. “Desde hace dos siglos- afirma el embajador con tristeza- hemos remedado mucho a los extranjeros renegando de nuestras cosas. Nos hemos mostrado algo bárbaros por despecho aceptando acusaciones como alabanzas o haciendo gala del sambenito que nos ponían”.
Los dos quieren ser castizos sin sonar a arcaicos y refutan el “absurdo regionalismo catalán” y están determinados a demostrar que España después de Grecia, Inglaterra e Italia ha sido uno de los  grandes países civilizadores del mundo. ¡Qué gran verdad!
 
 
 
 
 
XXI
 
CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA DE PEREDA










Oiréis que se dijo: “pueblo chico, infierno grande”. En parte toda la novelística de José María de Pereda se centra sobre tal ocurrencia sin encontrar otra solución que una huida hacia la naturaleza como remedio a las pequeñeces de la mente y el humano sentir.   Hay una colisión irreparable entre el pensar grande y el párvulo vivir de nuestras existencias cotidianas destinadas al fuego del fracaso o la pira del olvido. Y es que en medio de un paisaje arcádico, donde se percibe a cada hora de sol o en las mismas vigilias nocturnas con un pueblo acurrucado entre montañas bajo la luz de la luna, y vigilado por cimas ciclópeas que se alzan como dioses encaramados, hitos telúricos, deidades oscuras emanadas de lo más profundo de la tierra, se desarrolla la acción de “De tal palo tal astilla”, un estudio cabal de la hipocresía y una de las novelas de ambiente rural cargadas de mensajería, invitando a la reflexión no sólo sobre el latido de las pasiones del hombre decimonónico sino también de la condición humana de todas las épocas, de suyo ruin. Pereda, en esta entrega, y de una tacada, realiza una radiografía exhaustiva de la avaricia (don Sotero el usurero), el amor mojigato y con intereses de Águeda, bella muchacha pero cargada de prejuicios, fruto de la mala educación religiosa de la época. En la configuración de esta mentalidad torcida tienen que ver mucho los curas, monjas y frailes. En cambio, uno de los personajes más limpios y generosos que cruzan las páginas es Fernando, el hijo de un médico volteriano al que apodan “Pateta” (referencia al pata de cabra o sátiro con que la imaginación popular antigua representaba al diablo) y que se enamora de la rica heredera, Águeda. Sin embargo, su  pasión, en un ambiente de comidillas, murmuraciones y habladurías de Valdecines, “habitado por gentes cristianas pero maliciosas y suspicaces” de que el mozo  aspira a la mano de la rica legitimaria no tanto por amor como los dineros de la hacienda. ¿Por qué me quieres, Andrés? Por el interés. El autor nos mete de a hecho en medio de un ambiente cargado de maledicencia, de segundas intenciones, que llega a resultar opresivo. Lo que son los pueblos. Bastián, hijo fornecino de don Sotero, y que el hipócrita pretende casar con Águeda, para quedarse él con la hijuela, vendría a representar, la fuerza bruta. La escena del intento de violación por parte de Bastián abortada in medias res por Macabeo que entra en la habitación donde la protagonista intenta zafarse de la lascivia del bestia de Bastián implorando la ayuda de la Virgen y rezando el rosario, trepando por un breval es una de las mejor conseguidas, por la intensidad y trepidante descripción del relato, en toda la novelística española.  Cuadro duro y con suspense que hace pensar en películas antiguas de Alfredo Hitchcock o en novelas de Edgar Alan Poe. Todos conocemos las ideas del escritor montañés. Unos crían la fama y otros cardan la lana. Y los juicios que dispersa en este libro escéptico y bañado de tristezas perturban el clisé de  derechismo ultramontano de él preconcebido. Tiene que ser precisamente él, un ultramontano, quien denuncie los abusos de las mentes retrógradas. A trancas y barrancas se esfuerza por salvar la virtud de la heroína pero tiene que condenar al suicidio al bueno de Fernando que había cometido el “atrevimiento de poner en tela de juicio las verdades fundamentales y las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia”. Sub límine, late una el desencanto de Pereda con aquel género de vida rancio y cargado de prejuicios. Levanta la tapadera de la olla ferviente al tiempo que nos presenta un drama de pasiones rurales que se desarrolla en el último de los paraísos perdidos. Potente, seguro de sí mismo, y con pluma certera y elegante, traba un cuadro narrativo que es hoja de filiación del Santander y de las Asturias en general de la segunda mitad del Decimonono. La novela, todo un manual de psicología agraria y balance sociológico objetivo y realista de las cosas como son y no como debieran ser, se publica sólo un lustro antes de La Regenta. El argumento, salvados algunos matices, es parecido y la intención poco más o menos. El estilo también, brillante.  En ambos casos sendos escritores hacen acopio de la manera de decir montañesa. Asturias, como se sabe, se divide en dos categorías hablantes: una, los que, cuando van a la hierba, llaman a la zoqueta para afilar el dalle colodra y, otra, los que la dicen zapico. Dos bandos, dos terminologías para un mismo concepto. Pereda pertenece al primer grupo. Clarín al segundo. Sin embargo, la hierba que amontan en el almiar es la misma. O parecida. Tanto el uno como el otro aman profundamente la naturaleza asturiana y la santanderina pero critican un poco la intolerancia de sus villorrios y aldeas poblados por cristianos viejos de mentes algo retorcidas. Pueblo chico infierno grande y la Iglesia parece que se regodea de la ignorancia de sus feligresías. Este analfabetismo es buen caldo de cultivo para su medro. Para los curas chirles el santo temor de Dios no es el principio de la sabiduría. Más bien, lo contrario. El conocimiento allega dolor y crítica contra los valores establecidos. Vénganos el tu reino pero que no sea ahora mismo. Por el momento, la fe del carbonero. ¿A qué meterse en camisa de once varas? El cura de Valdecines es un santo varón de Dios pero corto de luces y carece de respuesta a las dudas contra la fe  que le presenta el hijo de Pateta. Traza un plan para su conversión. Es un método gradual y paso a paso que le va a servir de poco porque su postulante, desesperado por las habladurías, opta por arrojarse desde una roca tajada. Al escribir De Tal Palo don José María derrocha fuerza y hace un alarde de dominio omnisciente, tan importante en novelística. Que los hechos que narras no se te sobrepongan. Que tú lleves siempre la rienda. Y no se te desmanden los jacos de la cuadriga. Tú, autor, siempre controlas, galga en ristre, desde lo alto de la berlina. La novela es el arte de atar cabos. La perfecta y congruente sindéresis. Una verdadera delicia es, en su caso, la lexicografía. Esa forma de hablar castiza y precisa en castellano rotundo y eufónico llamando a las cosas por su nombre. En la descripción topográfica del escenario grandioso de las quebradas que lo vieron nacer pocos le ponen un pie delante.  Pereda es un Argos de la hipotiposis literaria. Resulta, por contera, que el escritor santanderino es más liberal de lo que creyéramos y menos carca -velay los prejuicios- de lo que se supone, aunque su vieja fe cristiana es recia. En los retratos que nos quedan de él, de señor chapado a la antigua, con balandrán de catorceno y monóculo, tiene cara adusta de un rebeco siempre a punto de triscar de risco en risco por los sacrosantos fueros de la tradición. Debía de haberle dado Dios un genio vivo y cascarrabias. De mil demonios debía encontrar su ama al viejo solterón de la casona de Tudanca las mañanas que se levantaba con el pie izquierdo. Pero sus rabietas se acababan pronto. Debía de ser, como todos los Contreras, algo contradictorio. Agraz por fuera. Dulce por dentro. Más ruido que nueces. Perro ladrador poco mordedor.  Hay traza de genialidad en la forma como nos presenta a don Sotero el meapilas fariseo y avariento a quien remata en los últimos trancos del libro con una angina de pecho. Una corazonada tal vez. A veces lo que uno escribe se cumple. El autor de La Puchera moriría de lo mismo. El arte de la literatura tiene aspectos misteriosamente oníricos que nos ligan a los humanos con la antigua profecía y la quiromancia. Casi todos los buenos libros son premonitorios. Pero la grandeza de esta novela no para ahí. Hay un estilo maravilloso. Inimitable. Él siembra pautas. Traza caminos que nos llevan a conocer los giros y las peculiaridades de una región. Hay dos bables, insistimos: el de las Asturias de Oviedo, desde Parres a Ría de Eo, de los que llaman zapico a uno de los aperos más utilizados por el Norte y los de las de la Montaña que lo designan colodra, desde san Vicente de la Barquera hasta Potes. Pero juntos denominan a ciertos pájaros de la misma manera: la negra miruella o miruello de pico largo y hondo como una laya que escarba el futuro, o el pomposo tordipollo o la picara aguzanieves que abreva junto a los cilancos. Los asturianos conocen como pala a secas al trente o tridente, lo que en ciertos recodos de la España citerior, allí donde adentra sus manantiales del idioma Castilla la Vieja apelan gario, voz vascuence, lo más probable, igual que murio y murias (montón de piedras), carro, corral, etc. El primero es renuente a la jota que dicen trajeron a España los moros: xatu y xata, mientras los de Santillana del Mar ofrecen una prosodia más evolucionada, porque acaso estuvieran más en contacto con la Meseta que sus vecinos al otro lado del puerto del Escudo. Así, pronuncian: jato y jata por novillos y novillas uncideras. Un poco más abajo llamarán a este torito que aun no ha cumplido dos años choto. Se encuentran múltiples variantes en el bable occidental y en el oriental[29] pero hay términos aldeanos que no varían en una y otra de las modalidades de las dos orillas de la ría: quima, narvaso, asubiar (poner a cubierto el ganado). Algunos hablistas exaltados de ahora mismo debieran hacer cura de humildad leyendo a Pereda. Pero los de una y otra zona encumbran el carro y echan mano de la sarzuela para que no se entorne. Luego “empayan” toda la balumba a través del boquerón del pósito. Si hurgas en el fondo de cualquier español te encontrarás con el alma de un pajar, donde duerme el pobre y donde fuimos engendrados muchos de nosotros. Que era en ese lugar donde las parejas se escondían para hacer el amor. ¡Ah la “vita bona” que ahora echamos en falta, el sabor de la tierruca, la aldea perdida y encaramada en los recuerdos, retaguardia de toda una estirpe que ha visto como han quedado francos de servicio a impulsos de la tecnología aquellas antiguas palabras que decían tanto! Hoy, caídas en desuso y tan añoradas a medida que el idioma se empobrece.   El espíritu indomable de los ultramontanos ariscos vuelve por donde solía. Se pretende crear un idioma vivo y en continua evolución donde sólo  hubo una lengua muerta y hoy fenecida al pasar a mejor vida toda una civilización de matiz campesino, sin asiento literario apenas. ¿Es atavismo o es inducción foránea? Quieren entronizar a un dialecto, uno de los más hermosos del castellano plus minusve, eso sí, de buenas a primeras y ad nutum, en conformidad escueta con su libre albedrío, conforme les da Dios a entender a los nuevos filólogos de aluvión, pontífices de la tan cacareada cosmocracia que no es más que un embuste, y  untados por una mano extranjera, como lingua franca. Una tarea para la cual hace falta no sólo mucha cara sino también bastante imaginación. Con las lenguas no valen malabarismos de prodigiador. No son un conejo que el osado circense se saca debajo de la chistera. En nuestro patrio solar gozaron de categorías de lenguas junto al castellano el vascuence, el gallego, el valenciano, el catalán y el mallorquín. Pero al paso que vamos, se van a sacar diccionarios hasta del castúo. Debe de ser por un atavismo recio. Existen en nuestra historia pulsiones suicidas y de tarde en tarde asoman la oreja. Es tributo de nuestro estirpe con estos bueyes hemos de arrejacar la linde aspérrima. Este es el país de la real gana. En De Tal Palo Tal Astilla se hace una crítica de la sociedad que conoció su autor. Emperejilada por los poderes fácticos de los que traza un análisis objetivo y sin emblema de facción. En su punto de mira está la Iglesia con su “legión de curas ignorantes que socavan voluntades y conocen quien es quien a través del agujero del confesionario (toda información es poder), se enriquecen a costa de diezmos y relaciones fabulosas sobre el Purgatorio”. La barca de Pedro, en boca de don Fernando, consiste  en toda una nube de frailes comilones y lascivos que saquean los hogares sin conciencia, perturban las almas y quitan la paz en los hogares a veces mancillando la honra de las familias. Una gusanera de monjas rebelándose contra las leyes de la naturaleza cantando con voz gangosa salmos en latín contrahecho. Una lista de papas disolutos y crueles como Alejandro VI, la Papisa Juana[30], Julio II. Un tropel de beatas arrepentidas que con sus pecados de juventud repoblaron la inclusa. La Iglesia ha sido mazmorra del entendimiento durante los últimos tres siglos, concluye. La cita es demoledora, pero - relata refiero- no le falta su miga de razón. Es pertinentísima al hilo de lo que está sucediendo en la actualidad, cuando vemos a un babeante pontífice aferrado a su silla gestatoria, que se resiste a condenar, por lo que pueda pasar, los crímenes de los sionistas nazis y los atropellos de ese general israelí con cara de sacamantecas. Los blindados bombardean y cercan con tropas de asalto la iglesia de la Natividad de Belén. En la mente sólo una idea fija: salvar los muebles en medio de las terribles cosas del acontecer diario. El cielo parece empedrado de amenazas, pero los que tienen la responsabilidad de dirigir y auspiciar, referente y faro de la grey, miran para otra parte.  Mientras, recogemos los escajos de la gran zarabanda libertaria del pasado. Todo en nuestro redondel parece que pincha: los rostros, las palabras, los titulares de los periódicos, los discursos en el parlamento. Es la hora del vértigo y de los remordimientos de conciencia. Pereda, que tanto abominaba de la política encarnada por el rostro de Espartero, el héroe de Luchana, huía de ese mundo ficticio de los salones y de las largas parrafadas de los periódicos. El cuerpo le pedía Montaña. Pese a ello, la carne pecadora no hurta el cuerpo al cinismo in ánima vili. Digresiones aparte, Pereda es el primero en dar la voz de alerta y este mensaje de dolor y cordura vendría avalado por mosén Cinto Verdaguer. El poeta catalán, contemporáneo del autor del Sabor de la Tierruca también barruntó que se avecinaba guerra civil. Ésta tuvo un primitivo contexto religioso. Pereda deja caer la profecía en boca de sus personajes, lo mismo que el poeta catalán quien también sufriría persecuciones de su obispo, Murgades, salidos del magín de un señor tan poco sospechoso de herejía, de derechas de toda la vida, carlista al igual que el poeta de la Canción del Canigó. Ambos no lanzan una diatriba contra el dogma y la tradición sino que hacen una reflexión en voz alta sobre la moral de algunos clérigos y su falta de ética. Y acerca de adónde nos puede llevar el apoltronado clericalismo trasnochado de la sociedad española finisecular. Clarín, que como digo era un místico, se une igualmente al coro. La cuestión religiosa es el eje cobre el cual gira el argumento de la novela que nos ocupa. Que es de las denominadas de tesis en la forma de narración costumbrista. Abordada desde el punto de vista de un español profundamente religioso que se escandaliza de las puerilidades y gazmoñerías de los sectores papistas exaltados cuya piedad finca en el despropósito y su conducta de doble pauta poco recomendable. Sus mañas traen a la memoria la infausta imagen de la monja inglesa que pontificó bajo el nombre de Juan VIII. De hecho, el cura de Valdecines, que “es un santo”, nada se parece al magistral ovetense, Fermín de Pas, emblema de la altanería, el lujo y la riqueza. El cura de aldea vive en la pobreza y la humildad una vida ejemplar, no se mete con nadie, pero tiene un ama que lo trae por la calle de la amargura con su chismorrería noticiera y destripacuentos. No olvidemos que estamos en el país de Celestina y esta dueña, que escucha de detrás de las paredes y espía por el hueco de la cerradura, anticipa a las comadres de la prensa del colorín. Es por esta sirvienta que cunde la novedad del noviazgo entre el joven médico hijo de Pateta, “que pedía iglesia”, dispuesto a renunciar a su convicciones ateas en aras del amor que siente hacia la mayorazga, por toda la aldea. Las malas lenguas se encienden y ocasionan que el pretendiente despechado, al oír que busca dineros y no amor en la doncella, opte por despeñarse por un barranco. La rectoral es una isla de paz en medio del arbolado océano de codicias, malos quereres, y de lujuria que embarga Valdecines. Bastián representa a todos estos pecados capitales. Pero la bondad del preste no basta para contener la furia del huracán de intrigas y su escasa ciencia teológica colma la medida y la curiosidad de un ateo convencido, un hombre de mundo, como es el hijo de Pateta. Las respuestas que da al neófito son desvaídas. Fraseología sin contenido. Explicaciones insípidas. Evasivas y lugares comunes como contestación a los grandes interrogantes de la existencia. Aun no había nacido Teihard de Chardin. La Iglesia siempre suele llegar con veinte minutos de retraso. Cuando no son siglos. La rivalidad ciencia y razón sigue su ruta. Cada una por senderos diferentes. Bastián, el labrantín embrutecido, a instancias de don Sotero que lo convence, se decide a forzar a la muchacha. Precisamente en la maravillosa noche de San Juan cuando media España danza al borde de la hoguera, transida de canciones y añoranzas. Es la fiesta del amor y la renovación por el fuego de la vida que no cesa. El valle ardía como un ascua bajo la luna. Se colocaban las enramadas. Por doquier se escuchaban los cantos de ronda y los conjuros mágicos. Toda esta belleza se contrapone a las maquinaciones diabólicas del hijo espurio del usurero que acude a la cita que le había diseñado éste ahíto de vino. He aquí una dualidad infierno paraíso. La existencia es una pugna sin fin de ambas fuerzas opuestas. La encerrona que había urdido el avaro no surte efecto. La ausencia del baile de Bastián había suscitado sospechas en Macabeo que se cuela saltando la tapia desde las ramas de una higuera a la alcoba donde el intruso se proponía consumar su propósito. Gana el bueno pero se detecta cierto artificio en el pergeño de la aventura. Pereda es mejor descriptor que narrador. Sus argumentos, aunque algo pretenciosos, dejan al descubierto flancos menos sólidos. Hay ocasiones en que corta por lo sano y se nota su tendencia a utilizar el “deus ex machina” y comodines fáciles del convencionalismo de folletón. Sin embargo, sus acuarelas del paisaje montañés no tienen rival. Por ejemplo, la rapidez y brillantez como nos describe la rectoral por una de cuyas ventanas asomaba sus ramas un manzano y detrás del árbol se mostraba el paisaje de un valle de ensueño. Sus libros son perfectos marcos edénicos. Hasta se escucha el tintineo de los cencerros de las reses que pacen en el ejido. Allá en el fondo de la artesa policroma y festoneada de prados que recuerdan a un tapiz verde enmarcados en rodetes de avellanos y zarzales presentan sus quimas al sol, como la guarnición de un regimiento que rinde honores, los bosques de las riberas. Se hace un claro y aparece el río, un hilo de plata que llena el aire de reverberos y de fulgores. Siempre hay vida crepitando en el fondo del desfiladero. Planean los azores y una banda de verderones huyen a toda velocidad de los pájaros de presa. Se escucha el relincho de un caballo confundido con el tañido de una campana que toca a vísperas en la atardecida estival. “Tiene que haber un Dios, esto no ha empezado porque sí, tuvo que existir premeditación proteica, ayúdame, Señor a encontrarte.  Tu creaste a Águeda y eso me basta” razona don Fernando en sus cavilaciones. Pero lo que hay son dioses que aguantan la mirada de la vieja Hécate de blancos pechos, calva y la cara manchada que esparce sobre la tierra un brillo lento que da ditas de oscuridad y de noche a los amantes y enronquece sus gargantas sanjuaneras en el desvarío del vino y los cantos de bacantes. Selene reina en la fiesta del fuego. Ya es casualidad. Mientras se esparcen por el valle el eco de los coros de mozos que salen de ronda. El dios de los judíos es un Zeus oscuro y de malos modales y de un puritanismo estricto que se compadece poco con la paganía practicada por la humanidad durante miles de años. En el Norte no se deja de creer en él porque así SIR[i] lo ordena, pero la cabra siempre tira al monte y en la noche augusta de San Juan de creencias trasfundidas el pueblo vuelve a poner en sus pies y en sus labios la agitada danza de Pan. Son deidades más amables que al menos se ríen, tienen líos con los mortales y hasta con las hetairas del Hades, o empinan el codo para aplacar su ira o el despecho. Jehová no lo hace nunca. Desde lo alto de los riscos Ojanco asoma su rostro de cíclope. Pagano y señorial, se sube al pavés de los gollizos escarpados de la cima de los montes. Mueve de un lado para otro como un periscopio que busque la colimación precisa para catalogar de lo alto las aldeas donde tuvo adoradores antaño, hasta que llegaron los misioneros irlandeses y los monjes ingleses de la primera regla de san Basilio y san Columbano y le quitaron el puesto. Cesaron los sacrificios y las laureadas en su templo. Él quedaría sólo y compuesto con el único ojo que le quedaba. Y cuentan los advertidos que lloró. Es el Polifemo de los celtas. Sus movimientos torpes y su lengua estropajosa advierten que se ha dado a los excesos del vino. Al tuerto de los montes cántabros no se le escapa una. Cataloga al instante y con una sola pupila alcanza a ver, como por un catalejo, tanto como si tuviera dos. El disco de Hécate le hace añorar los alegres días del Olimpo cuando era mozo. Por más que inmortal, siente los muchos años entre las piernas. Por eso está borracho. Porque hay cosas que se escapan a su control.  En cierto modo le dan pena los mortales “chismosos, cizañeros, baldragas” y vierte desde el lagrimal del ojo bueno su llanto macroscópico sobre Valdecines. Al asubiarse el sol, Ojanco se ha asomado al valle de la mano de la luna.  Resucitaron con él los viejos gigantes. Uno de ellos, san Cristobalón que como Prometeo carga sobre sus espaldas los pecados y dolores del mundo o como Miguelón el Arcángel que sustituyendo en sus funciones a Esculapio tras el trasvase de poderes del paganismo al cristianismo afina los cachivaches de su romana al objeto de pesar las almas, las cuales esperan afuera de  la Laguna Estigia, el limbo o el purgatorio, para su catalogación y ensilaje. El ojo del Polifemo celta aparece esculpido en las estelas circulares del Valle del Buelna que recuerdan por su trazado a una cruz enmarcada en el espacio redondo. Es la esvástica. La rueda mágica, la cuadratura del círculo. El movimiento continuo de la vida. Símbolo de la reencarnación en el que creían los pueblos indoeuropeos como recuerdan los cipos funerarios a la cabecera de las tumbas irlandesas. En Fuentesoto de Fuentidueña a cincuenta leguas de esa localidad cántabra presiden la tapia de un cementerio misterioso donde parece que la soledad es tan elocuente que a través de ella los muertos quieren decir algo al viandante que se encarama hasta el cerro. El viento de las parameras aúlla un mensaje sin confines: “Yo al tiempo me lo domino”, creemos oír. Y es que el Ojáncano habla, como ve, al derecho por su ojo torcido. He aquí una única pupila que todo lo abarca. La cruz es un pozo sin fondo. Antes de la tarde del Gólgota en multitud de grafías y murales ya parecía regir los designios del orbe. Representa lo que gira. La tierra es abrazada entre sus aspas. El cura de Valdecines gime bajo el peso de la carga que le encargó el obispo. Pies quietos. A la chita callando has de sustituir a Jesucristo por los fantasmas mitológicos, pero la querencia de los ídolos vuelve en días tan significados como la del veinticuatro de junio. Judíos moros y cristianos por una vez se ponen de acuerdo y rinden culto al esenio. La voz que clamaba en el desierto vestido de áspera marlota y convertía a las multitudes en el Jordán. Es una personalidad gnóstica del que dicen poco las escrituras pero que tanta importancia ejerció a la hora de modular los sentimientos de las antiguas supersticiones que se bautizaban bajo su concha. Los viejos dioses desconocidos son desplazados por el Degollado que hizo el primer gran milagro de que las fuerzas oscuras se transformasen en santos. Uno para cada necesidad y par cada día del año. Allanaba los caminos del que habría de llegar. El precursor bautizaba en agua pero su primo bautizaría en el Espíritu. ¿Habrá que creer estas cosas sólo por el mero hecho de que son increíbles como diría Tertuliano? He vencido al tiempo. Los años, la generaciones, los siglos, las eras los tengo subyugados. Al buen párroco se le había asignado un cometido de Argos poner a Zeus la túnica de nazareno, amarrarle fuerte para que no se fuese de picos pardos con las diosas del Olimpo, traerlo al redil, conseguir que formula el voto de continencia. Si no puedes lograrlo, sé cauto al menos. Ten tus barraganas pero con disimulo. Que no se entere nadie. Algún escriba malintencionado le robó el fuego a los dioses, cuando mandó predicar amor a los enemigos. Le dio la vuelta al argumento. Los bárbaros del norte cambiaron de chaqueta y se bautizaron en masa con todo su pueblo. Los antiguos templos paganos se convirtieron en iglesias juraderas.  Y los pretores en arzobispo, conservando el palio de su antigua investidura pagana dentro de la nueva fe. Para Clodoveo. Para Alfredo. Para Ludovico que acudieron a recibir las aguas crismales con todos sus súbditos. Panagia pasa a ser la Theotokos  ante los protestos de Nestorio que se hacía una pregunta asaz congruente en Efeso. ¿Pero puede Dios tener madre siendo eterno y careciendo de principio ni fin? A lo cual encolerizado responde Atanasio que únicamente según la encarnación Jesús nació de María virgen. Misterio incomprensible. Entre los Siete Varones Apostólicos y Leovigildo hay un espacio blanco que los cronistas mas avisados de la historia de la SIR no han podido llenar. Es como recomponer el rompecabezas de un mosaico bizantino. Entramos aquí en el laberinto. De tarde en tarde los paisanos de la braña quieren volver a ser como las deidades en las que dejaron de creer. Potan la crátera llena hasta los bordes de nepente, la bebida del olvido.   Ojanco por entre las sediciosas nubes asoma su aterrador jeme. En su vagar inconsistente se deshace el nudo gordiano. Los ermitaños entre las cuevas bajan del despoblado a que les laven la muda y algunos aprovechan para echar una canita al aire. De la cayada pendía la carcajada de Simón el Estilita. No se puede abrazar la vida contemplativa del yermo sin un poco de cinismo. San Pacomio no se lavó una sola vez en su vida por mor de no caer en la tentación. Satanás indefectiblemente tenía por costumbre aparecerse en la forma de una garrida hembra de buenas partes. Él la hacía salir de la cueva blandiendo una antorcha encendida y murmurando un latinajo “de bonis mulieribus non est notio” (nunca se oyó que hubiese una mujer buena, caramba). Y he aquí a un cura de pueblo que tenía ya, como sus latines, los tratados de teología empolvados, siendo interrogado por un agnóstico de buena fe pero que trata de volver al redil de la Iglesia por amor a su Águeda. El rústico abate suda, resopla, se palpa los treinta y tres botones de la sotana de cachemira. A causa del uso esta prenda por los hombros se estaba volviendo de un color pardo. Ya era vieja. Como el que la llevaba. El visitante con sus dudas le coloca en un aprieto, pero él le propone un método a seguir en su camino de regreso a la fe. Mientras, las fuerzas oscuras seguían trabajando. Allí estaban las cohortes de la desconfianza, las testuces de la murmuración, las centurias del egoísmo, que tiraban para abajo. Las manos sacerdotales pretenden sacar al pobre náufrago del pozo de la desesperación. A veces la gracia no puede contrarrestar la primera de las leyes naturales, la fuerza de la gravitación universal, y se reconoce impotente y vencida. Los cuerpos son para la tierra, tiran hacia abajo, mientras las almas quieren volar. El vulgo resentido, la grey de cristianos viejos, invoca antiguos prejuicios y privilegios, para calificar de hereje a un agnóstico que intenta creer. Por misterios de la condición humana la bondad y la nobleza sin puestas fuera de combate por las huestes de Satanás. El Pateta se muestra de súpito y cuando nadie lo espera. En plena noche de san Juan, cuando el tiempo se detiene ante el ara sacrosanta del solsticio estival. Cuando las gentes se afanan en buscar la flor del agua y piden amparo al culiebre, al goblin  que presidía las divinidades del bosque druida y a las ondinas o saltan sobre las hogueras de retama que iluminan las sombras con el fuego de la purificación. La Montaña rinde culto a los viejos ídolos en un intento por regresar al sincretismo telúrico. Se escuchan las voces ancestrales del suelo y de la sangre y las gentes intentan ser paganas. Pales pone música de fondo a esta algarabía extendiendo su manto protector de pastores y de ganaderos que amaban la juerga, el pandero y las noches sin dormir.  Los gaiteros vienen tras ella. Música de chirimías y el ronco sonar del paloteo que acompaña a los brincos de la danza prima. Las fuerzas oscuras no son otra cosa que un inventario de las casualidades y misterios de la biología. La lechuza vuelva de rama en rama ocultando su lúgubre grito que tiene algo de hilarante y burlón entre las hojas de los copudos robles. Es el pájaro de Minerva. Cuanta más sabiduría acumulas menos sabes. Y cuanto más sabes, más sufres. El baile es una plegaria que se hace con los pies en honor de la divinidad oculta. Besos estallan en la oscuridad. El amor pagano triunfa entre risas y gemidos. Los pecados arrastran su peplo por le camino. El cura no sabe qué hacerse. Se siente desbordado por otras presencias. Su religión enseña la abnegación, el dominio frente a las inclinaciones de la naturaleza pero tales instrucciones no constituyen sino retórica. No otra cosa es la doctrina eclesial almacenada en unos cuantos librotes insulsos. Pales ven a reinar. Baco y Afrodita te hagan escolta. Bastián no puede consumar su violación. ¡Todo es tan nuevo y tan viejo a la vez! Mientras, resuenan por la hondonada los ecos de los cantos de ronda que van a perderse a los pies de las estrellas impávidas. Son las resonancias magnéticas de un mundo entregado a su liturgia órfica de venerables y antiguas cadencias y para las que el corazón de la vieja España siempre tiene puesto un altavoz. He aquí a la vida que se renueva. Brota y renace la savia. Las parejas se aparean. La llamada de la sangre. Celo estacional en los animales y en el hombre y en la mujer sin cesura. Y en esto Macabeo, apercibido de los siniestros planes de Bastián al que el usurero emborracha antes de ir a cometer la vileza, trepa por un breval contiguo a la tapia del domicilio y coge al violador y a su víctima in medias res. Águeda lo considera un enviado del Cielo. Era la Virgen María que había escuchado sus plegarias impidiendo la consumación del ultraje. Pereda narra la escena a lo vivo con su peculiar estilo donde se da cita la potencia imaginativa con la exactitud estudiosa del lenguaje. Es el suyo un castellano en adobo de cachaza y buen humor con resabios de sorna aldeana. Relata, no predica. En esta obra se hace el retrato de una España rural hacia 1879 que es cuando está datada la entrega. Coloca sus potentes anteojos en la atalaya de mando. Realiza una colimación muy audaz del universo que brilla dentro. Nos describe un planeta psicológico con variedad de tipos. A través de su pluma conocemos cómo respiran y qué piensan los contemporáneos del novelista. De qué pie cojean. A qué aspiran. Su golpe de vista es certero. La vista de Pereda parece la lente de un poderosísimo telescopio con buena escala, o microscopio, según se quiera, capaz de ver las cosas como son.  Al natural. Enfoca para Valdecines y nos da a entender que pese a su ubicación ideal inter montes no es la meliflua Arcadia sino más bien un aparatoso infierno donde reina la mezquindad. El hombre sigue siendo lobo para el hombre. No hay mejora. El discurso, un tanto tolstoyano y fatalista, en su tono patético, trae a mientes reminiscencias del modo literario ruso, pero Pereda es un español chapado a la antigua de talante libérrimo, sólo embridado por sus creencias y carencias religiosas, que comprende y ama a su país, aunque le duelan sus defectos. Entiende el drama de las dos Españas. El eco de los cantos se pierde camino de las impávidas estrellas. Son resonancias magnéticas de un mundo feliz. La vida que se abre paso. El tallo que brota. Los pájaros hacen boda mientras el rebeco en su berra llama a la hembra. Todo lo que vuela y todo lo que corre se entrega a una cópula ininterrumpida de sol a sol.  Es lo único que diferencia a las bestias de los hombres. Ellas se aparean en el celo estacional mientras en el ser humano la libido es constante.  A todo esto, Macabeo apercibido de los siniestros planes de Bastián al que el avaro previamente emborracha trepa por un breval contiguo a la tapia del dormitorio donde la muchacha es retenida de rehén y coge al violador in medias res. La victima lo considera un enviado del Cielo. Por fin la Virgen a la cual ella invocó aterrorizada ha escuchado sus súplicas impidiendo la consumación del ultraje. Pereda narra la escena a lo vivo con su peculiar etilo donde se dan cita la potencia imaginativa con la exactitud del lenguaje adobado de cachaza, un sentido del humor metido en agua de sorna aldeana. Cuenta cosas. No predica. En esta entrega que data de 1879 hace el retrato de la España rural durante la Restauración. Coloca sus potentes anteojos en la atalaya observatorio de su bravía casona y a través de una colimación minuciosa coloca al lector ante un universo que brilla dentro. Nos describe un orbe psicológico. A través de la pluma perediana conocemos cómo respiran, qué piensan sus contemporáneos. Y de qué pie cojean. Cuáles son sus aspiraciones. Su golpe de vista macroscópico tiene el poderío del agua caudal. Enfoca para Valdecines y nos da a entender que pese a su ubicación ideal inter montes no es la meliflua Arcadia soñada sino un averno de pasiones donde reina la mezquindad, la maledicencia y la malquerencia de unos con otros. El hombre sigue siendo un lobo que por una inclinación atávica o por idiopatía ingénita se dedica a fagocitar a sus semejantes. Le gusta simplemente hacer daño. No hay mejora. Entretanto, y sin perder ripio, cabalgan Quijote y Sancho. Ante tanta contradicción como le envuelve al autor de Peñas Arriba de los labios del escritor parte un suspiro de resignación o tal vez de rebeldía. Pereda es un especialista en estos tacos de resignación admirativa que plagan sus libros donde no hay palabrotas: cáspritis, aticuenta, carafles, bodoques, trastajo, pantoques y carpanchos. Por vida del chápiro verde, voto a bríosbaco y otras expresiones de furor. Juramentos a la antigua que carecen del matiz coprológico y vulgar en el que hoy se adentran nuestras conversaciones. Son rancios vocablos que maciza en su prosa y sirven de cebo del donaire. Pereda es un escritor de mar y de montaña a la vez de pluma nerviosa y lábil que parece que se dispara al rodar por la pendiente de gargantas y desfiladeros de la comarca de Potes. Sus párrafos retumbantes y llenos de colorido recuerdan a las aguas bravas del Río Ebro al nacer en Reinosa por cascadas que brincan sonoras de peña en peña. Si la prosopopeya valiera para algo, su retrato ¿qué nos diría? Ha aquí un caballero de rostro alargado, magro de carnes, gesto severo, mirada de lince bajo las dioptrías de su monóculo, tagarote venido a menos, persona algo crédula y entusiasta, de talante bonachón mas algo colérico, también un poco coqueto, aunque solterón, gastaba tupé como don Práxedes Sagasta. Bajo su sombrero de ala ancha y embutido en su anguarina pasada de moda se esconde un soñador marcado por los desengaños y vacilante en las viejas convicciones. Le ha tocado defender un mundo que se derrumba y en el que sólo cree a trancas y barrancas. Se ha cansado de fustigar a los comilitones del sensacionalismo y las corrupciones y bobadas de los señores diputados de la Carrera de San Jerónimo. Ha asumido el oficio de profeta y no se cansa de repetir que España se va a la hoyo. Su estilo es sesquipedal[ii] pero aunque con algunos repámpanos no cae en la elación ni el hinchamiento de los decimonónicos. Es un señor de campo que lo mismo baja a Santander para buscar un remedio a sus vacas que padecen jaldía[iii] que entra en los figones de Puerto Chico a comer marmita con los pescadores. No es casa con nadie. No es un baldragas ni un melifluo. Le gusta llamar a las cosas por su nombre. Tiene por costumbre echar mano de paremiologías, pues su decir es sentencioso, como aquel que dice: “Todas las gentes me dicen cómo no te casas, Juan. Las que me dan no las quiero y las que quiero no me dan”. Como buen cuentista es algo chismosón. Lo que le coloca a un tris de la socarronería. Ama la vida y en cuanto a ideas defiende la tradición por más que para eso tenga que hacer encaje de bolillos con vista a atar cabos. Por lo que sus novelas de tesis son una iniciación al arte de la esgrima psicológica. Su mirada es limpia y aguileña. Debió de ser poco tolerante con las flaquezas de los que le rodeaba. Se había vuelto misántropo al fin de sus días. Sin embargo, no le duraban mucho sus prontos. El asco que le inspiraba el caciquismo lo remediaba con su entusiasmo por el paisaje privilegiado de los Picos de Europa. Galdós podrá tener un arte de narrar más certero pero es más aburrido que él. El canario va a lo seguro mientras el montañés se encarama muy pronto a sus riscos. Al que más se parece, cada uno en su orilla, es a Clarín. Sus obras ciñen bien el viento. Orza la nave de la misma manera. Pero mientras el uno idealiza la aldea en sus cuentos morales el otro la detesta. Ambos se sienten muy a gusto contemplando y describiendo el paisaje. Pueblo chico, infierno grande. Pereda era pesimista sobre la condición humana. Era también católico, feo y sentimental lo mismo que Valle Inclán. Es también carlista y se siente abroquelado en una forma de vida del pasado al cual no puede renunciar y que únicamente le depara disgustos. A su entender la Iglesia viene a ser el comodín de la costumbre. Rara vez Pereda pone al dogma en tela de juicio y se aferra a la fe del carbonero mientras Alas, como buen místico, intenta encontrar otros caminos y fustiga la moral de situación del clero trabucaire y salaz. A diferencia de su vecino de provincia, don Leopoldo era un liberal de cuerpo entero. Pero, como los hombres han de estar por encima del bardal de las ideas, unos y otros se llevaban bien y hasta llegaron a entablar un flujo de correspondencia interesante.



[1]  Pixueto, de pixin, pescado que comen en Cudillero, de la especie de los escualos, y por eso llaman a los de Cudlilero pixuetos o pixines.
[2][2] infantería soviética
[3][3] no hay más que darse una vuelta por cualquier pueblecito francés o inglés y contemplar las estelas funerarias plagadas de listas con nombres de caídos
[4] Al menos eso esperamos los creyentes
[5] deshielo
[6] Patria en alemán y en ruso respectivamente
[7] resplandor
[8] catedralidad, adoración en común.
5 Rito de la virgen en la liturgia de Oriente
[9] himno a la Virgen.
[10] Al igual que en las iglesias muzárabes el campanario ortodoxo suele ser exento y el campanario en cuanto tal se encuentra en un cobertizo o galpón
[11] puerta de los dones
[12] boca de oro literalmente en griego
 
 
 
 
 
 
 
[13] Eran los días en que dimitió Gorbachev
[14] Inmensidad natural
[15] Rusia está enferma pero no herida de muerte.
[16] deshielo
[17]  Todas las noticias que se leen en nuestros papeles sobre Rusia tienen un perfil peyorativo. La situación llegó a ser tan chusca que cuando el equipo nacional de aquel país en los campeonatos de Europa de 2008 batió a Holanda se hizo un juego de palabras titulando los del País en sinécdoque: Guus Hiddink el holandés que entrena a Rusia gana a Holanda. De modo que la idea que tienen los españoles de aquel país es que es un país de mafiosas. Se habla de bandas y de plutócratas rusos cuando en realidad tales bandas son bandas de conexiones oscuras y los millonarios que hacen mangas y capirotes de la ley internacional son de origen judío. Cuando menos se trata de una versión torticera y sesgada de informar...
[18] Era el 17 de enero día de San Antón cuando yo hacía mi ponencia en la Sede de FN
[19] En realidad me equivocaba porque la actuación de Juan Pablo II voló viejos puentes establecidos durante la Ostpolitk por el cardenal Cassaroli e hizo renacer las divergencias históricas entre rusos y polacos y los litigios de los Uniatas entre la sede apostólica y el Santo Sínodo moscovita
[20] Granja de cerdos
[21] Clochard, hombre sin techo  abandonado lo que en Nueva york denominan derelictos
[22] Eric Blair nombre de pila del autor. Jorge Orwell era un pseudónimo
[23] alguien te observa detrás de la lona
[24] E l Juicio
[25] novelones
[26] Llorar. llorar
[27] Reaccionario contra liberal
[28] Cierra los ojos, cierra el pico y piensa en Inglaterra
[29]El profesor Alarcos sostiene la tesis de que el bable como lengua exenta o diferenciada del castellano no existe. Se trata más que de una variante del viejo romance, al que solo dan a entidad su entonación cantarina y algunas tendencias modales arcaicas peculiares, como pudiera ser la utilización del pronombre posesivo como artículo determinativo, “mío pa”. Las explosiva f que no presenta aun formas aspiradas como en farina, formica, facer y ferrada. La diptongación suavizante [azeuxis] tan característica de los hablantes norteños; verbigracia, fuina. Cierta tendencia a la nasalización (se puede identificar a un hablante de Oviedo por como pronuncia las enes casi a la francesa, muy agudas y oxítonas. Remanencia de las linguopaladiales. Todavía dicen llera por lera o glera. Ausencia total del yeísmo. Utilización de la voz pasiva en el verbo, y del pretérito indefinido con preferencias al pretérito perfecto. La aféresis.: Poldo el del molín. Y el apócope.: ¿y de que nos val? Por vale de qué nos vale. Pronombres enclíticos: dixomelu el paisanín.  Etc.
[30]La papisa Juana que reinó con el nombre de Juan VIII, en primera mitad del siglo Nono, es un caso singular de travestismo en la historia del pontificado. Como Tiresias cambió de sexo. Convirtió la cátedra de san Pedro con sus imposturas y sacrilegios, en silla coprónica. Las malas lenguas señalan que ciñendo la tiara sobre sus rubios cabellos esta inglesa tuvo un hijo de su camarlengo el joven Floro que a su vez había sido engendrado de una ramera de Roma por su predecesor en el cargo, Urbano VII. La papisa de origen sajón había profesado en el monasterio de Whitby como varón enamorada de uno de sus monjes. Ambos amantes cruzaron el canal de la Mancha y tras una serie de vicisitudes y peripecias por diversos cenobios benedictinos como los de Fulda, donde se instalaron como copistas de  códices llegaron a Constantinopla. En oriente se deshace la fraternidad. Frumencio queda instalado como monje en el monte Athos mientras que Juana emprende la travesía por mar hacia la Ciudad Eterna disfrazada bajo la cogolla de san Benito. En la corte de san Juan de Letrán deslumbra por su sabiduría a los obispos y cardenales. A la muerte de Urbano el pueblo romano la alza sobre el pavés y es coronada pastora de la cristiandad. El nombre de la papisa ha cebado las cajas de guerra de la leyenda negra contra el Vaticano. Es una flor negra que florece en plena edad de hierro del pontificado, una institución que surge de la voluntad de Carlomagno asistida por sus consejeros judíos, en pleno apogeo del sacro imperio germánico. Para convencerse no hay más que echar manos de las actas de Pepino el Breve el cual proclama los estados pontificios.



[i].Iglesia Romana.
[ii].Sesquipedal, largo, dilatado, oceánico.
[iii].Opilación.

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