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miércoles, 7 de marzo de 2018

ESPAÑA RUSIA Y EL ANTICRISTO TERCERA PARTE


BESULLO EL PUEBLO DE CASONA (viaje a los Ancares)
Voy pa Anchares y en el camino se me aparecen un culebre y una xana Voy pa Yánez voy pa Llanes voy pa la vega rozada. Muchas coplas guarda el roncón de la mi gaita. Como la mi gaita no encuentres otra. Asturias mágica. Cantiñas de camino… los arrieros de Bembibre y caminito de Avilés un carretero cantaba al son de los esquilones que su carrete llevaba... marinerito arría la vela que está la mar tranquila y serena… noches de ronda y oscuridades de calella que a carro volcado todos son carriles y enfilo la carrilana por la vieja calzada romana que unía Astorga con Pravia. Asturias es Roma y el Bierzo la provincia más romanizada de la citerior. Ni celtas ni moriscos ni vacceos ni judíos ni aljamiados ni fenicios. Aquí Roma dejó su impronta triunfal y este  es desde entonces el sello de la raza. Mis ancestros según he logrado saber por una carta puebla  que expidió el rey don Alfonso X que gloria haya con privilegio rodado fueron traídos de pa allá cruzando las sierras y el llano hasta la frontera más allá del Duero casi a la fuerza desde estos nidos de golondrinas encaramados entre peñotes que determinan esta parte de la cornisa cántabra la que va desde las dos Cangas la de Onís y  la de Narcea haciendo escala en Tineo hasta la caput de la Legio séptima gemina que obra como Asturica o Astorga la bien cercada robles, carvayos, campamentos. Nos ufanamos de venir de la pata del Cid pero a lo mejor somos procedentes de la cáliga de un centurión y saltamos hasta la tierra rojiza de las rojizas tierras y gualdas parvas del Duratón desde la galea de un milites o un equites. Sangre de godos ni moros ni hebreos en este tierra de chaparros sardones y chabascas todo el cantar de juglaría los endecasílabos sonantes y tonantes del romancero metidos en un zurrón. Cantos de siega.
         Ya se van a segar para el bierzo los mis amores
         Quiera dios que no caigan muchos calores….
         Suspiros daba la niña suspiros daba
         A cada manadica suspiros daba
Mi memoria se puebla de canciones mientras ando por sendas escondidas de la España heroica y encaramada  del el recio bronce de mis espadas el bálago de mil techumbres de las pallozas circulares y cuadradas la vaca que muge la oveja que bala apriscos en el monte y para espantar al Nuberu y a otros diantres enredadores moradores del bosque animado canto recio y muy a lo zamarro…
Dicen que los bueys de xuan non quieren comer la hierba… llevarlos a beber agua a la fuente de la peña…
 Las brañeras en la braña dan la leche a los galanes…
 Debajo de mi ventana tengo un puñal escondido para matarte mañana si no te casas conmigo… amor mío vienes tarde has de dormir al sereno que el sereno de la noche para los hombres es bueno… viva Ancares viva Ancares y también viva Castilla tengo el amor castellano y yo también quiero que viva.
Sabes más que el cancionero de Juan de la Encina, Verumtamen.
-          Alguna sé  pero se lo debo ese genio mayor de la historiografía que es Joaquín Díaz. El odre de mi gaita está lleno de sus viejas tonadas en candencia del bable. De su alegre melancolía.  Tengo el amor ausente y estoy llorando la despedida... la despedida es corta la ausencia larga quiero que te diviertas y no me olvides prenda del alma
-          Ya veo que no eres un renegado ni un chaquetero  ni que tu moral es acomodaticia. Así te luce el pelo.
-          -Ni enaciado ni elche ni enaciado ni mudéjar tornadizo.  Pero estoy contento con mi conciencia ahora que todos van a adorar al zancarrón. Ya sabes: Mahoma era epiléptico y fanático al igual que todos los que padecieron de la gota coral: San Pablo, Napoleón, Cesar, Dostoievski, Harry Truman… la historia es una crónica que no cesa de furores… ay todos estos venados. Por eso adoro a Cristo que era manso y dulce y perdonador, políticamente incorrecto y odioso a los impíos del sanedrín. Los desarmó con su dulzura. Por eso lo crucificaron
-          -Pues lo llevas claro, Verumtamen; con esas ideas no se puede andar por la vida. Hoy todos matan al marrano y cuando les mientas la palabra cristiano, Franco o jalufo echan la pota.
-          ¡Si serán cabrones estos vasallos del rey felón los alcayotas de don Juan Bebo- Bebón que se pimpla de bourbón  y todos esos sátrapas!
-          -Mira Cela habría escrito la Colmena y tres o cuatro obras importantes pero sólo era conocido por sus habilidades aerofagias coprológicas. ¡Qué tío! Era capaz de absorber un litro de agua por el ano hasta que se circundó, aljamiase, y luego vino rodado, el dinero la gloria, y todo lo demás. Hasta le dieron el Nobel.
Triste me pusieron las reflexiones de mi camarada, amargas son las verdades de la vida pero yo iba escapando de la España adocenada o abroncada, atiborrada de hastío y de sitcoms y caminaba a la procura de la España heroica que este agosto no nos da más que izas y rabizas y ahí está Cayetana con su maromo el funcionario que ficha y está en nomina centro de atenciones diz que gallina vieja sólo pone cuando la colocan debajo del pico de un gallito joven que la monte y estos son nuestros quiquiriquíes mediáticos. Eso y las capeas. Aplica tu cogüelmo Quosquetandem y no dejes títere con cabeza.
                   - Sea lo que tú digas Verumtamen.
-          Pues digo que ya Jovellanos hablaba de los peligros de los encierros criticando las malas costumbres de sus paisanos. Un día de encierro –escribía- desperdicia los jornales de un pueblo. Las visitas a los colmados y los paseos por la dehesa apartarán a los jóvenes del tajo y del taller desde la víspera. Agrega otra noticia. Para los encierros son necesarios cabestros viejos que sean capaces de conducir a los erales sus hermanos arropándolos por las empalizadas y sendas de recibo… cuando la gente divisa la mangada por el camino ya vienen… ya viene y empieza a dar voces y a chicolear al ganado. Entonces son necesario las hondas de los gañanes y la aguijada del mayoral. En el ínterin se prepara un jolgorio cuando los bueyes entran en el callejón entonces algún novillo rezagado tira derrotes contra todo lo que se mueve… el toro embiste porque siente miedo. Gran verdad la que expresa en este párrafo el gran polígrafo.
 Pensando en todas estas razones y sinrazones Quosquetandem y yo- mi alter ego que a mí me dicen Verumtamen llegamos a Cangas de Narcea a boca de noche.  Allí el Nuberu y el culebre y alguna que otra xana levantisca nos aguardaban bajo la capa de la peregrina. Besuyo quedaba cercas y queríamos rendir viaje en los lares del gran Casona pero como no nos vagaba nos quedamos en Cangas a hacer noche donde nos acontecerían algunos sucesos que se referirán adelante.
 
 
 
 
Demetria es un personaje que surgió de la pluma del gran novelista avilesino Armando Palacio Valdés. En la protagonista de La “Aldea Perdida” se trazan los rasgos del carácter de la mujer astur y el cronista, el amanuense, el reportero que viaja y huye, tal vez de sí mismo, y que va camino de la encartación geográfica de los Ancares (volverás a región) y que había leído mucho de este tema cuando era muchacho se va a encontrar a la heroína de sus sueños en un baile de rueda la noche de san Juan. El baile de rueda que se baila al de por junto y con los dedos entrelazados no tiene nada que ver con estas danzas modernas que han traído los americanos donde cada uno se menea o contonea por su lado como dios le da a entender. Está sujeto a unas reglas de pasos, movimiento y ritmo. Se baila de puntillas la danza prima que es la jota del norte. En sus punteados se encierra el misterio de algo telúrico, ibérico, el brío y el salero carpetovetónico al compás de las notas de la dulzaina, el chistu o la gaita. En sus orígenes era un zapateo guerrero. Tiene sus componentes eróticos de parada nupcial y al mismo tiempo un sentido quasi místico religioso en honor a los dioses tutelares de la fecundidad. Marte y Venus se menean juntos por el corro y nos sacan a bailar. Al escuchar los arpegios del redoble muchos españoles nos ponemos en trance para adorar la Madre Tierra. Los filados del roncón hacen pensar en el caramillo del dios Pan. Algo muy rústico y sencillo pero a la vez muy grande y al escucharlo el alma pega brincos. Es lo nuestro lo autóctono. El corazón se nos va de romería. Demetria sin embargo no es una hetaira ni una bayadera ni una bacante sino una moza de un pueblo con sayas y con mantillas corpiños camisa y enaguas de blonda cubierta de lana hasta el refajo así y todo su poder erótico es más evocador que el de esas pilunguis de la tele con las nalgas al aire. Demetria es el ideal de mujer, la amachu de los vascos. Asturias es también un matriarcado y se nos aparece en un corro con los ojos encendidos. El Nuberu y el Culebre bailan también en la hoguera por esos milagros de la tecnología o por algún duende que se atrinchera dentro de mi cámara de fotos echándonos una mirada de fuego basilisco como si los dioses nos advirtieran de que  los derechos de la mujer con tanto feminismo y tanto ministerio de la cosa nunca fueron tan conculcados. Y es que Demetria ha muerto. La mataron los periodistas y radiofonistas duro hablar de la violencia de género, quieren acabar con la gallina de los huevos de oro, destruir a la mujer. En todo esto que está pasando hay algo satánico  de la rebelión de Luzbel pero nuestro ideal femenino, que nunca existió en la vida real ha resucitado en un baile de candil de los de antes. Y me encuentro con el personaje que plasmó mi soñar de muchacho sobre algo tan complicado e incierto como el Eterno Femenino, el punto de partida  de ese cherchez la femme que mueve en el mundo y que acaso sea una de tantas trampas que nos tiende la naturaleza para perpetuarse a sí misma. Somos en el fondo unos pardillos pero nos arrimábamos a la querencia. Esa efigie de hembra idealizada sólo existe en nuestra mente… sin embargo, Viva Demetria. Nosotros tuvimos la fortuna de retratarlos y se nos apareció en la compañía de duendes y trasgos. Por arte de magia de la noche sanjuanera un asunto clave si se estudia la dramaturgia de otro gran poeta astur, Alejandro Casona. Que sus mercedes lo  disfruten. Y gratis.
Besullo es pueblo abandonado, aldea fantasma, la casa del poeta del amigo, del admirado dramaturgo – regresó a España de su exilio argentino fumando tabaco negro, ¡ah Castilla que face los homes y los desface!, un hombre bueno- que nos hizo soñar en inquietantes señoras que llegaban a la aurora y que desaparecían luego en un recodo de nuestra adolescencia para no volver más- María del Sotrondio fue una de aquellas damas del alba, el eterno femenino, pasó la ronda de la noche sanjuanera, un rostro en el paraíso, una sombra nada más- y peregrinas que pasaban camino de Compostela y a su paso por el borde del lago desde el fondo de las aguas subía la vibración de las campanas de la iglesia de un pueblo sumido cuando construyeron la presa. Creo que por entonces estábamos en estado de gracia por eso venían visitarnos dulces peregrinas y escuchábamos el tañer de campanadas en las profundidades de la mar galana. ¿Dónde se fue aquella mujer que vino en la noche vestida de una capa blanca y se marchó a la aurora signándome en la frente y dejándome una marca?
 
 
XXXVIII
 
LA HUERTA DEL NISO
 Poeta igual a profeta  y Casona anticipa en sus versos el desmadre de la presa que ocurriría veinte años más tardes en Ribadelago. ¡Aquellas noches de san Juan cuando íbamos a coger la flor del agua, danzas en torno a la hoguera, fuego mágico! ¿Quién no se enamoró de nuestra Natacha? ¿Quién no zarpó hacia lejanos mares en la barca sin pescador, o contó las consejas al lado del llar como el cuento de la pájara pinta? Gañía el viento por la pumarada con  las cuerdas de arpa de las ramas de un manzano y alzaba notas de sinfonía mientras asábamos castañas y bebíamos el vino nuevo que trajeron hasta estos riscos pumariegos los arrieros castellanos. Éramos ingenuos y románticos, con la cabeza a pájaros, los sesos se nos volvieron agua. El teatro lírico casoniano refleja aquel mundo evanescente. La vieja casa rural que se nos ha derrumbado. Crece la maleza en la pomarada, las puertas del gallinero desportilladas reciben el sol a raudales por entre los cañizos del tejado, cayó el hórreo en un airón, se asilvestraron los perales de la Huerta del Niso que daba gloria verles cuando el abuelo Pepe los cuidaba y ensillaba la yegua y cabalgaba. Era un abuelo apuesto y galán. Cortejaba a las mozas de la contornada. Pero un día también vino a verle la Dama del Alba.
-No tengas prisa Pepín de Xuana pero la hora ya está cumplida.
-¿Hay pera compota?
Fue su último deseo y fueron sus últimas palabras, lo único que dijo antes de que se lo llevaran las parcas.
Los criados le velaban en el zaguán bebiendo vino, contando viejas historias y cascando nueces en aquel velorio rural de hace cincuenta años. No somos nadie
-De hoy en un año.
-Y usted que lo vea, señor amo.
Escuchábamos con ojos encendidos el romance de don Bueso o el de doña Alda que cantaban los juglares llegados de tierra de moros o el de la loba parda y que bien sonaban aquellos versos en boca de los gañanes cuando conducían al aprisco a la majada. Un rabadán tenía un rabel y un mastín con carlanca de defensa contra el lobo. Antes de lo lírico fue lo épico y los héroes de España entonces cuidaban rebaños por estas veredas encaramadas. ¿Resucitarán algún día los gigantes? Alejandro Casona un asturiano cabal incorpora a su teatro la fuerza del romancero, toda esa lírica oral, historias sin argumentos, sólo hay que seguir el hilo de la canción y cantársela al que conmigo va. Lo grande de la vida es inefable e inexplicable. Los límites de la poesía rozan el misterio y no la toquéis más que así es la rosa. Del corazón brota una jarcha. Creo que el Romancero es la mejor onza de oro que ha entregado la literatura castellana al tesoro de las letras universales. Es genuino. Es anónimo. Es español. Y además se cantaba. Nosotros inventamos los cantares de gesta y la cosa no tiene vuelta de hoja. De la misma manera he tratado de incorporar esta mística del romancero al periodismo. Mis articulitos, humildes, carecen de un tema, pero son algo recitativos que se cascan como huevos al pasar, girando en torno a una idea o más en alrededor de una palabra, para de esta forma  ir contando  cosas al desgaire. Brochazos y zarpazos en frases convulsas. Yo, no canto mi canción sino a aquel que conmigo va y el que tenga orejas para escuchar que atienda.
La casona donde nació Alejandro se ha caído pero todavía muestra, erguidas, solemnes, mirando hacia el valle los siete balcones. Bajo por la Corredoria acongojado con pensamientos tristes. Los jóvenes no saben quien fue Casona y sólo de oídas habrían escuchado que era uno de aquellos jóvenes entusiastas junto con Dalí con Lorca del grupo La Barraca que recorrieron España en un carromato y echaban comedias en el ayuntamiento o en las escuelas. En este país el problema sigue siendo una cuestión de escuelas como dijo Costa pero regresamos al analfabetismo cibernético a esa literatura para apaniguados a esas sibilas en forma de rostros parlantes que se repiten más que la cebolla.
 El amanuense huye a toda crin del sofá donde se crían mollas, aburrimiento, sitcoms, convertidos en los perendengues de la aldea global, y tira contra la pared el mando para hacer zapping y vaga por estos riscos en libertad, feliz y contento de haber llegado a viejo y poder decir lo que le pete.
- Ande yo caliente y ríase la gente pero que me dejen hacer lo que me dé la gana. Dijo el escarabajo a sus hijos vení acá mis flores
-Me las piro.
-Hace Vd. muy bien don Nicomedes.
-¿Me vendes tu escafandra, Vitines? Lo que me cumple a mí a estas alturas es vivir dentro de una campana neumática.
-No soy buzo. Me pasé mi vida al aire libre. Me acongojan los ascensores y los espacios cerrados. Creo que lo mejor que podría mercarse su señoría son una de esas viseras orejeras que llevaban las caballerías para no espantarse. Para mirar adelante. Y Vd. se espanta mucho
 El personal aquí está quemando las naves de su propia historia, desprecia a sus valores y a sus hombres más valiosos. Nos hemos americanizado y amariconado y a la larga pasará cuentas… libertad… libertad. Pero aquí lo importante es agachar la cabeza bajo el ala y poner el cazo.
El cronista aplaude los apotegmas del presidente Chávez el venezolano que dijo que los yanquis constituyen el gobierno más sanguinario de la tierra. Son warmongers a los que les engorda la sangre.  Y ahí están contándonos la actualidad mundial sus hombres y mujeres/ancora, sus relamidos bustos parlantes, admen y conmen heraldos anunciantes de guerras y follones asesinatos. Sus parlamentos y sus oráculos son para deprimir al más majo pero es de lo que se trata, de dominar al ser humano por el miedo, tenerlo agarrado por los cojones, una forma de dominación como otra cualquiera.
 
 
 
 
XXXIX
 
 
 
EL INQUISIDOR VALDÉS
Viven en la mentira y les engorda su propia mierda. Creen que son libres porque tienen la sensación o el espejismo de poder elegir a sus propios líderes, un presidente tonto mejor que un listo cada cuatro años, porque así puede ser mejor manejado manijado o "manayeado... o yea" por las multinacionales.
 Y el cronista recuerda con ironía cómo estuvieron a  punto de expulsarlo del país de los usa porque contó a sus lectores en una crónica que un sputnik ruso había sido derribado por los guardacostas americanos. Los del SAC (Strategic Air Command) llamaron a capítulo desde Washington y amenazaron con expulsarlo del país. ¿Es esto libertad, es esto civilización? Pues yo me vuelvo a Astorga y camino de ella va subiendo por las sendas que arrodean los rastros y las pinas vargas de Leitariegos. Trae pan y vino en el zurrón con algo de queso  y unas morcillas que compró en Salas el pueblo del inquisidor. Allí un cura amigo lo trató a cuerpo de rey y se prosternó- tuvo ese suerte aunque nunca coleccionó momias ni es muy partidario del morboso compilar corambres, dejemos a los muertos en paz en sus sepulturas, no comamos su asadura- ante la tumba de don Fernando Valdés que no hubo obispo más galán que aquel martillo de herejes. Cierto que empapeló a Carranza el metropolita toledano pero algo haría fray Bartolo para que el arzobispo de Sevilla le llamase a capitulo y le acusase de herejía por no sé qué majaderías había escrito en una catecismo sobre la oración mental y la vocal. El arzobispo de Sevilla que no pudo alcanzar la mitra toledana y acaso esa fuera la razón de la gran trifulca con el prelado toledano al que procesó por hereje- duerme el sueño eterno y espera a que suene la trompeta del Juicio Final entre humedades que no parecen afectar al mármol y al jaspe de su monumento cinerario. Un perrito de aguas duerme su sueño de piedra a los pies del arzobispo.
Los asturianos son recios y muy rehechos y no se casan con nadie. Son un pueblo básico y fundamental de cristianos viejos cuya fe se afianza y guarece en la roca desde donde les protege la Santina. Pero no les gusta que le hablen  mucho del inquisidor acaso porque eso viene de raza y algunos llevan su inquisición interior. Nunca permitirán que les hable recio o les enmiende la plana sobre todo mi amigo Pipón que de ese personaje cree saber más que nadie. El personal anda por aquí de muy mala leche y ¿quien no se desayuna un cabreo con todos esos sapos que nos sirve en bandeja la televisión? El cronista que viene de la corte huyendo del cubileteo de la política y la exasperación que domina al personal prefiere no discutir ni hablar de don Mariano que siempre le pareció un político resucitado de últimos del diecinueve y principios del veinte porque le recuerda a don Tancredo y además es un periférico como lo era Maura, que tuvo aprender castellano en el Espasa porque su lengua era el chueta y la cosa acabó como acabó. Dejen en paz a don José Luis que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer pero estas nociones no le caben en la mollera al bueno de Pipón muy pepero él. El cronista lo que quiere es triscar por estos riscos y perderse por estos caminos de cabras recordando las viejas tonadas de cuando era muchacho. Algo que le toca al cronista por ese cabo quien para espantar los malos espíritus se arranca por una vieja tonada que aprendió una tarde de domingo triste escuchando la radio nacional en aquel programa de coros y danzas:
“esta noche ha llovido mañana hay barro pobre del carretero se atranca el carro, asómate niña a ese balcón que si no te asomas ramo de flores… llamaré a la justicia que te aprisione con las cadenas de mis amores…”
Y otra más
-Dicen que tienes tres gochos según pregona el tu pa. Y yo digo que son cuatro y yo digo que son cuatro. Con la gocha de to ma. Permita dios de los cielos que san Juan caiga en domingo, el cura ya lo han matado y yo corteje contigo.
Ándale.
Ijujú.
Al fedatario o amanuense que sube por las cuestas y rampas que acometen los viales de los puertos con su bota de vino y su borona y una hogaza de pan bregado o candeal algo de cecina y una par de morcillas (morcielles) que le echó al talego su mujer como viático del camino, una navajilla para cortar el corrusco, pues ya le faltan bastantes dientes, su indefectible cuaderno de campo y una cámara fotográfica que le regaló su hija mayor por su santo y con la que retrata todo lo que se mueve y lo que nos se mueve (robles, alisos que llaman humeros por esta zona, algún ailanto, muchos sauces y pinos que se convierten en abetos a medida que se sube, algún raitán parlero tan diminuto que es casi invisible pero que bien canta  sobre la quima del castañar, un rebeco, una fuina[1] asustadiza y dos vacas marelas que por aquí llaman ratinas que pacen en un prado armentío  la mansa y cencida hierba) y al cantar estos aires de la tierrina se le ponen los pelos de punta debajo de la montera picona que las lluvias y los soles del camino han transformado en sombrero de peregrino. Recuerda la primera vez que oyó aquellas canciones en un festival de Coros y Danzas por RN. Cuando escuchó no hay carretera sin barro nin prau que no tenga hierba ni mocina de a quince que no sea guapa o fea… pasa la ronda que alegre es… de noche no puede ser que me prende la ronda que me riñe el alcalde, decidió hacerse framontano y la vida le hizo rodar por una de esas casualidades del destino o por la Divina Providencia hacia estos cuetos, puertos arriba, y por eso da muchas gracias a Dios porque se han consumado sus sueños. El cronista es un hombre satisfecho y en paz consigo mismo por más que no lo parezca. Es una pena que los mozos de hoy en día no aprendan estos aires de la tierra y se sepan sin embargo todo el repertorio de canciones en inglés de memoria. El signo de los nuevos tiempos. Pero no conviene pegar coces contra el aguijón. Son los vientos nuevos de una nueva cultura que arrasa. Vivimos bajo el paraguas nuclear de Norteamérica y sólo personajes un tanto zumbados como el carcamal de don Nicomedes se atreven a reivindicar, ejerciendo de abogados de diablo, una procuraduría mal pagada en estos tiempos, todo aquello a riesgo de quedar mal ante los amigos y que los colegas te tomen por un orate pero don Nicomedes, átame esa mosca por el rabo, dice, cuenta y no acaba, lo que ellos sienten pero no se atreven a decir. Y así se saca la espina.
Hace un par de horas que salió de un pueblo que dicen Teverga donde vio la momia de un obispo incorrupto revestido de pontifical con su mitra anillo pastoral guantes morados de seda  cáligas bordadas con hilo de oro y capa pluvial en el escaparate de la sacristía de un monasterio-el prelado sonríe con la sonrisa macabra de la calavera acurrucado en su vitrina esperando la resurrección de la carne- y que debió de ser un santo. Al poco enfila los  cotarros de Tineo  y allí le recibe una traca triunfal de cohetes. Hay folixia[2]. Está de fiesta la localidad. Los tinenses celebran la fiesta de san Roque con fuegos artificiales. Así es la vida. El hilo que separa la tristeza de la risa es muy tenue. Los esmorgantes – un término gallego que se utiliza en esta zona- o cuadrilla de festeros están de muy buen humor y le invitan a varios culines de sidra que el caminante bebe con delectación y muy a sabiendas por la sed y cansancio de la ruta. Cuando canta la sidra en el vaso bien tirada y con buen pulso por los escanciadores se dice que los ángeles mixian[3] y el zumo de la sidra fermentada ríe y salta en el borde del vaso que tu no veas soltando una espuma que debió de ser aquella ambrosía que bebieron los dioses griegos en el Olimpo y les volvió inmortales. No es una espicha. El andarríos se queda a la verbena. Han montado un palenque en medio de la plaza y un grupo de mozos y mozas ataviados en traje regional baila el zapateado de la danza prima, la giraldilla y la chacona, bailes ancestrales. No hay nada más erótico por la virilidad, el brío y el salero de estos saltos y medias vueltas de sayas y de basquiñas. El caminante se queda a mirar emocionado, saca su máquina de retratar digital y tira algunas placas. De pronto ocurre algo misterioso; en alguna de las fotos aparece un cuerpo de luz como un hipocampo o caballito de mar.
-Este debe de ser el culebre.
-Andá.
-Pues mira ésta de aquí. Esa mujer con los ojos de fuego, esa moza bien hecha, rubia, de ojos azules, jacarandosa y bien plantada. ¿Sabes quien es?
-Sí. Esa es Demetria, la heroína asturiana de la Aldea Perdida, tal y conforme la describe Palacio Valdés. Estuve enamorado de ella en mi adolescencia.
-Esa moza no es real pero se te ha aparecido en carne mortal en esta hermosa noche de agosto. ¡Viva san Roque!  Y también el Nuberu y el Culebre.
El cronista piensa que a causa de esos misterios de la tecnología óptica los duendes del camino le han jugado una mala pasada pero prefiere seguir soñando en los signos y presagio de la literatura que luego vienen a concretarse en medio de la existencia real pues Asturias es mágica, la provincia que encierra las claves que contiene el arcano de los misterios de España. Por eso es tan hermoso el oficio de la literatura porque nos libera, nos acerca al criador para más tarde experimentar en nuestra carne las vivencias aprendidas en los libros.
-No tienes que dejar de escribir, Nicomedes. Ni tampoco de retratar. A veces te entra galbana y tedio vital.
-Claro que no. Es para lo que nací. Lo único que sé hacer. Dios sea bendito.
- Para que veas. Dios se esconde en los libros y el ángel de la inspiración y del hallazgo aguarda en algún recodo del camino. Tengamos esperanza.
-Duro y a la cabeza.
-Pero con tiento, Nicomedes, con tiento. Un periodista tiene algo de espía y ha de ir por el mundo con mentalidad de guardia civil: paso corto, vista larga y ojo al cristo que es de plata.
-Con prudencia y con paciencia que es una virtud cardinal. Ninguna de las dos me incumbe.
-Es que no estás homologado
Atronaban las gaitas tristes y alegres. El roncón y el silingüelo no pararon en toda la noche. Nicomedes tuvo que tomarse para calmar la emoción un par de culines más en una caseta  donde se expendían licores y había paisanos que tiraban al pato rodante, como en las ferias de antiguamente, con una escopeta de perdigones con poca puntería la verdad pues algunos iban ya algo enfilaos  y luego se retiró a dormir casi de madrugada, cuando estalló el último petardo, en un almiar de por allí cercas embutido en su saco de dormir. El cielo era limpio y la noche clara, hermosa noche de agosto, noche de san Roque. Arrullado por sus sueños por la bella Demetria. El Nuberu y el Culiebre montaban guardia en aquella era de Tineo que el peregrino pasó en un suspiro a la belle etoile. Hay ocasiones en las que la divinidad se nos manifiesta.
-¡Viva san Roque!
-Y el perro
San Roque pensó el cronista fue además peregrino. Curaba la peste. Es un  santo que hoy hace mucha falta aunque su nombre ya no figure en los misales ni las epactas. Fue suprimido por anacrónico en el último concilio. Da igual. En su honor se sigue bailando en corro la danza prima que es un baile mágico, de mucha hermandad y  muy erótico. Que evoca los tiempos en que éramos un pueblo total en que nos amarrábamos de la mano unos a otros. Todos nos sentíamos participes, miembros de un solo afán, adscritos a un grupo y pertenecientes a una comunidad. Hoy nos sentimos muy demócratas y miramos a nuestro prójimo con agresividad. Habla nuestra lengua sí pero acaso sea un  extraterrestre. A veces nos preguntamos si esto es vida, si este aire que respiramos es real. Se lo pregunto a mi ángel de la guarda que esta noche se llama Vitines. Lo he conocido en el chigre después del baile de candil. El ángel de la guarda  y de la literatura esta noche se llamaba Vitines. Extendía su espada hacia una lejana estrella donde Alejandro Casona el admirable montaba guardia en la más alta estrella escondida y lejana. Velando estaba el poeta de Besullo a los luceros.
 
 
XL
 






CAMINO JACOBEO Y EL SEÑOR CURA DE ARBIN
El sol dora sus muros después de la lluvia del último día de junio. Puertas cerradas. Es una de aquellas casas de curato con una gran cuadra, buenas hechuras, con capacidad suficiente para albergar a un convento, pero dicen que, antes, fue hospital de peregrinos, bajo la advocación de San Roque, el que nos trajo el Mal Francés a lo largo de la ruta jacobea. Ya se sabe: pústulas, algunas llagas en la piel, que empezaban con una tumefacción rosa, y luego los miembros se descoyuntaban poco a poco, venía la artritis y la ceguera y los romeros cantaban:

- El perro de san Roque no tiene rabo, porque se lo ha comido Ramón Pintado.

Ramón Pintado debió de ser un caballero de la corte del Rey que Rabió y bajó desde la dulce Francia cantando madrigales acompañándose de la zampoña. Luego la que pasa: los mesones, la ventera, las mozas de partido. Ser peregrino a Compostela era mucho pretexto para andar a correrla por esos caminos de dios. Por Segovia cantan esto mismo a golpes de jota:
-Arrimate, niña, que soy san Roque, que si viene la peste que no te toque.
 
 
 
Son coplas de peregrino, que alaban al santo del mal gálico
 Hay una obra clave escrita por un inglés: Chaucer en sus cuentos de Cantorbery que nos cuenta lisa y llanamente lo que pasa. La mujer de Bath era una ninfómana que nunca se saturaba y caminaba escoltada por una cáfila de moscones. Juntos iban a venerar la tumba de Santo Tomás. Después otros emprendían el camino de Roma o de Jerusalén cuando se cegó la ruta hacia la Ciudad Santa cambiaron rumbo hacia el Oeste. Compostela era el objetivo. El Calixtino nos habla de la cruda realidad del romeral y de la bordonería en sus miserias y grandezas. Se impuso en Europa el camino jacobeo coincidiendo con los terrores del milenario. El año 1000 constituía un año apocalíptico bajo el hexagrama del 666 y del nombre de la Bestia. Había que hacer penitencia por los muchos pecados pero la carne es débil y ya se sabe el hombre es yesca y la mujer estopa.
 Recomendaba el Calixtino a los caminantes que se abstuviesen de viajar por el País Vasco porque allá los lugareños estaban en estado semisalvaje. Fornicaban con sus yeguas y con sus burras y algunos hasta le hacían el agujero a una gallina. En este lazareto situado en uno de los valles más amenos de Asturias, el de las lejanas Luiñas – buenos pueblos y buena gente aunque de todo hay- veo la sombra del señor cura de Arbín, el protagonista de aquel cuento tan hermoso que leí en mi infancia, autor Armando Palacio Valdés. Se trataba de un arcipreste bastante sencillo e ignorante. La parroquia se reía de él todo lo que les daba la gana y le tomaban el pelo a causa de un jamelgo que tenía que era muy viejo y lleno de mataduras:

-Señor cura, ya es hora de que vaya pensando en cambiar la montura.

Y tanta tabarra le dieron sus parroquianos con el tema que un buen día optó el clérigo por ir a la feria del Boñar a vender su jumento. Lo dio en seis reales a unos gitanos. Volvió triste porque aquel caballo había sido el amigo de su vida, casi el único que tenía, y no se encontraba sin él. Así que al año siguiente decidió volver al Boñar por san Andrés y compró otro caballo más joven negro zaino de buena alzada y fino de cabos. Fiado de su buena apariencia pagó por él veinte duras y regresó al pueblo tan contento. Pero a veces las apariencias engañan y nada es lo que parece. Cuando iban acercándose al lugar el arcipreste notó que su rocín inició un leve trote y se encaminó sin necesidad de rienda ni espuela hacia la cuadra.
 El buen cura empezó a sospechar y notó como una mancha en el borrén. Con la almohaza empezó a limpiarle y a medida que calcaba la almohaza por los ijares la mancha se agrandaba y el color negro zaino se tornaba entrecano. Alarma.
Había comprado el mismo caballo que fue a vender al Boñar el año antes. Enterados los de la aldea no cesaban de cachondearse y decían alborozados y  no sin cierta sorna:

-Velay, al potro del señor cura.

En la feria
del Boñar le habían dado gato por liebre a nuestro bendito vicario que aceptó el engaño con melancolía. Amo y caballo murieron, de viejos, a los pocos meses casi al mismo tiempo. Cuando paso por la rectoral de Soto de Luiña yo me acuerdo del pobre cura que vivió en este enorme caserón de casi treinta habitaciones para él solo. La historia de los curas fracasados, pero bondadosos y humanos, me conmueve mucho más que las de los poderosos obispos y arzobispos en la cresta de la ola o la de muchos que pasaron por santos. Ya lo dice el refrán: de dinero y santidad la metá de la metá.
 
 
 
XLI
 
 
 
BUENA ORINA BUEN COLOR
 
 
 
Ya ha florido mayo, título para una gran novela de un novelista de la escuela andaluza, ahora olvidado siendo valioso, Alfonso Grosso. Unos van con flores a María [es un símil porque los mayos de ahora traen bombas bajo la chilaba, la gente anda aterrada y cuerpo a tierra, y entre flores y rosas Su Majestad es coja, y espían las merdellonas, bajan con los cubos de la calumnia oliendo a sudor y no se cambian la camisa, tusonas y fregatrices, da consignas don Bigbroder el de la voz gorda, corren por la TV gigantes y estafermos que vivir es un sin vivir, una eterna paradoja, el personal se vigila a la rebatiña, dietas para adelgazar, buenas andan las comadres] y otros preferimos entonar el romance del Prisionero. Siempre vivimos emparedados en la cárcel del amor y por un supuesto lean:
“Que por mayo era por mayo/ cuando hace la calor/cuando los enamorados van a servir al amor/ y yo triste y cuitado yago en aquesta prisión...la la la larala/ que no sé cuando es de día/ni cuando las noches son/ sino es por aquella avecilla que me cantaba al albor/ Matómela un ballestero/. Dele Dios mal galardón... La la laralalá”
Oigo el crujir de las cadenas. El estallido de los cerrojos. Los manojos de llaves del Cerbero que vigila. Siempre en capilla. Estamos en capilla. Al nacer se nos condena a todos a muerte y eso muchos no lo saben. Pertenecen al cupo de inmorales ilusos que piensan que se van a quedar aquí para simiente. Los vigilantes de la parva nos escrutan con mil ojos de Argos. El personal no hace nada, está desorientado y tales desasosiegos determinan que ande la red cargada de electricidad. Son duros de oreja y el corazón hanlo de pedernal. Les cantas las cuarenta y se cabrean. Se rasgan la vestimenta y exclaman: ¿Quién? ¿Yo? Sí, tú, mosquita muerta. Hay mal ambiente y no debía de haberlo. Echan las culpas a un zapatero pero este hombre en política hace su trabajo. Obra prima. Buen trabajo mientras los otros andan sumidos en la cultura de la queja, quejicas, ¿qué hay de lo mío?, yo me mato por mis garbanzos ¿No serán ellos los remolones? ¿Los sepulcros blanqueados? ¿Los insolidarios? ¡Oh qué tiempos más interesantes!
- Mientras dure, Ejusmodi....
- Sé por dónde vas, Verumtamen, pero qué bonita canción esa del romance del prisionero. Un poco triste la verdad y melancólica aunque de menos nos hizo Dios. Una pena que los jovencitos de hoy ahora desconozcan el romancero... Andan los tiempos muy alterados con esto de la política. Pero tras de tiempos vienen tiempos y eso es también del romancero




Serán carne de cañón o usuarios del verdugo que anda por ahí en la ronda de las celdas. Centinela alerta. Literatura carcelaria siempre excita mi compasión y existe una gran novela río de Eduardo Zamacois que cuenta las desventuras de los penados en San Miguel de los Reyes. Eso era un convento del cister y la desamortización del 1833 lo convirtió en uno de los penales más temibles en la Península. Se llamaba la obra que me causó impresión cuando la leía hace como diez años Los vivos muertos. Tomás Salvador escribió otra epopeya memorable en Cuerda de presos” y otra Cabo de Vara. Por temática, el Hacho. No llores niña no llores no llores que yo no lloro aunque me lleven a Ceuta a pelear con el moro. El sufrido pueblo es sabio y tuvo que aguantar prisiones, tiranías y arbitrariedades. Aquí por menos de un ardite te meten en cintura y acabas arrastrando cadenas entre bretes y grilletes. Dios no lo permita. Propugnan la caza de brujas, Macarthy resurrecto. A veces, la cárcel ha sido morada pasajera o definitiva de todo gran español. Pero ¿a qué no acaban en la trena los mediocres? Pues no. Más bien no. Y los machacantes del esbirro siempre hicieron carrera. Deme usted un cigarro. Ese pensamiento se me atraganta. Quiero pasar humo. Nos vigilamos unos a otros. Hay por ahí esparcida mucha madera de inquisidor y la red es el tornavoz de mucho escritor diletante y deprimido. Se observa al personal pero con eso no hay cuenta, Verumtamen. El arte de contar es la maula de fingir. Uno parece que está detallando su autobiografía y lo que está haciendo es atisbar la reacción del otro por un ventanuco. Buena orina, buen color y tres higas al doctor. Ponemos en pepitoria un corte de manga y parece que acabamos de dejar nuestra alma cubierta de abrojos y sangrante entre las zarzas. Qué va. Solo es un truco. Escribir es seducir y hasta cierto punto engañar contando mentiras piadosas, En todo escritor subyace un buen impostor. Bonita forma de hacer tururú. No me vengas con monsergas. No me gusta Voltaire pero tiene algunas máximas aprovechables como cuando espetara que las palabras se esgrimen para ocultar los pensamientos. Sirven para esquivar los golpes y  son coselete en la taleguilla para burlar los derrotes de mihuras astifinos que corretean por el albero y andan a cornadas cuando uno menos se lo piensa y ayudadme zancas que en esta vida todas son maulas.
¿Entonces escribes para hacer tururú? A veces. Nada más razonable que un corte de manga a tiempo. Los romanos en estas ocasiones se colocaban un humeral sobre la chepa al que llamaban la indutia.  Los padres conscriptos confiaban a esta prenda talar el cuidado de sus personas contra los gargajos que les escupía la plebe disconforme en el foro. Eso, los senadores que los militares portaban el gladium y  a ellos no les escupían, por si las moscas, pues menudos eran los decuriones, desenvainaban a la primera de cambio y el paludamentum o capote de guerra para arrebujarse contra el relente de las madrugadas, los juegos duraban dos días y hasta una semana. Y con ellas se presentaban en el circo a ver pelear a los hoplomachi o gladiadores reciarios (peleaban con red) y andábatas (con casco). Roma y la vida política eran un espectáculo y lo que la chusma quiere. Panem et circenses. Y lameculismo. Mucho lameculismo. Halagos. Lisonja y jabón
Así no murmuraban ni entraban en contubernios contra el emperador... Cuando yo llegué de Nueva York después de haberme partido el pecho por mi país con razón y sin ella fui recibido con un gracias por los servicios prestados y ale usted es uno de tantos, la gente va a su rollo, es insensible para vibrar ante las issues (temas) del patriotismo como pasa en Inglaterra, Estados Unidos o Francia. Yo me sentí un poco como aquellos soldaditos de Mola que regresaron a Larache después de resistir diez meses en un blocaos de Dar-Akoba, diezmada la compañía y después de pasar gurruminas, se preparó un desfile militar y no asistió nadie. Los pobres sorches se sintieron desolados ante esta incomprensión de la retaguardia ellos que se estuvieron batiendo el cobre en la vanguardia. Paso y por partes. Escarbe. Haga memoria. Navegamos ya en aguas válidas. Ya no son caballeras  ni pujan en torrente. El tiempo, sin embargo, anda un poco revuelto. Para esta época vienen  fenomenales los cocimientos de genciana. Pueden ayudar a algunos a combatir la depresión. Otros pacientes de estreñimiento crónico se hinchan a Evacul la aspirina contra el estreñimiento pero van al baño y se sorprenden de obrar cagarrutas y pedos de conejo, el vaso de su dentadura postiza montando guardia toda la noche en la taza del retrete esbozando una sonrisa macabra que anticipa la calavera. Cagan poquito porque su amo no les quiere con locura pero de dar nada, que mucho te quiero perrito, pero de pan poquito o excretan ladrillos. A esos hay que decirles que si quieren pan vayan al batán que allí un perrito que caga poquito  le alcen  el rabo y le den un besito. La envidia es causa de su estreñimiento mental y  a causa de ella les llevan los demonios. Pero, no hay que preocuparse: ya se les pasará. Pues vale pero no cante usted muy alto ese bello romance no vaya a despertar usted a los carceleros que son legión aunque no lo parezca en esta época de derechos humanos hay manga ancha para algunas cosas pero para otras cosas que uno considera leves o un simple ejercicio de la libertad de expresión son implacables y si las dices puedes acabar en la trena. De hecho no somos muy libres. El andamiaje está montado sobre las varas de medir y las vigas del miedo. Llama a seguridad. Que vengan los lictores. Y es con el látigo del terror con el que se tiene dominados a los pueblos. Es por esto por lo que se les ha declarado la guerra a las ideas y pensar por tu cuenta puede ser un delito. No. No quiero cantar las tristes estrofas del romance del prisionero que yo recuerdo haber oído interpretar a algún rabelista que se acercaba al baile en las fiestas de mi pueblo.
-A buen entendedor...
-¿Cuál es entonces la solución?
-Fray Jarro
 
 
 
XLII
 
 
EL DUQUE DE BORBÓN
 
Luis Alfonso de Borbón, el hijo del Duque de Cádiz, honra a su estirpe y mantiene la serenidad en estos tiempos difíciles. Contra viento y marea y pese a las tragedias familiares que han rondado su vida (la muerte de su padre y su hermano, que aparecen en esta foto tomada por mí en 1981 en el Valle los Caídos, en circunstancias misteriosas, aun no aclaradas del todo, ni la una ni la otra porque a medida que pasa el tiempo crece la sospecha de conspiración, y el hostigamiento contumaz que realiza contra su madre la prensa de la entrepierna aunque ella demuestra pese a sus líos de alcoba ser una Franco, una señora, que se ríe de tanta estupidez programada, saliendo a campaña de infundios contra su abuelo, (Maricarmen no es la Belén Esteban por mucho que os corroa, malsines) ha defendido también a su bisabuelo.
 Dios bendiga al hijo de tan alta señora y por cuyas venas corren sangres de los Franco empapadas de amor a España.

Toda una soez orquesta de voces desentonadas hizo acto de presencia contra la familia del Duque de Cádiz.

 
 
 
 
 
XLIII
 

 

EL GRECO.

Dado lo cargado y la crispación del ambiente y como dicen que es llegada la hora de la bestia y el funeral para nuestra patria, marché la otra tarde a Toledo y me planté ante el insigne lienzo en el cual está encerrada buena parte del genio singular de lo español y al regreso me senté a escribir con calma, mucha calma, mi alma sedienta de belleza y tratando de evitar las contiendas que nos afligen pues ya los pasos de la aurora andan pisando la incierta luz del día y a batallas de amor campos de pluma que decía Góngora que equivale en poesía a lo que era el Greco en la pintura, quiero decir: un genio. El genio de los genios. No estaba ante un cuadro sino ante el molde de un enigma. Allí pasé dos horas de la tarde dándole a la cometa de mis sueños.
“Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve”. Esta frase murmurada entre dientes por los prestes que ofician las exequias, san Agustín revestido de capa pluvial y mitra de obispo y san Esteban con la dalmática diaconal, sirve para poner música de fondo a la escena que da marco al entierro del conde Orgaz, lienzo donde se estampa con auténtica veracidad una de las páginas más realistas de la historia de España y un cuadro de costumbres. El Greco junto a Velázquez es pintor poco decorativo. Ambos buscan el alma de las cosas y su arte es el arte de la síntesis. Con tales mimbres que servirán de materia prima de lo sublime [una leyenda local consistente en las mandas que dejara a una iglesia de la ciudad, la de santo Tomé: unas cántaras de vino, unas cargas de leña, unas hogazas de pan a los pobres, y algunas monedas para misas gregorianas] se enhebra el enternecedor milagro. Existe de más de eso una gran familiaridad con la muerte, de acuerdo con la mentalidad de la propia época, y la necrofilia de una monarquía como la de Carlos V quien en los últimos años de su vida en Yuste gustaba de asistir a la celebración de sus propias exequias, sin que el gesto tuviera nada de macabro; antes bien se veía como lo más natural del mundo. Allí estuvo, nada más y nada menos que Fr. Bartolomé Carranza, dominico, que luego sería primado de Toledo durante un año hasta que le echasen mano en Torrelaguna los corchetes del santo oficio que lo incriminaron de herejía por un cierto catecismo que había dado a la estampa en Flandes y por sus conexiones  con Carlos de Seso, el fautor del luteranismo en España, un italiano que fungía como corregidor en Toro, y los conventículos reformistas de Sevilla y Valladolid.


 Así se las gastaban entonces. Eran los tiempos recios a los que alude santa Teresa en sus escritos elípticos, y los difficilia habemus témpora de Luis Vives. Toda esa reciedumbre, esa tortura de una época cuando temas como la existencia del purgatorio y la teología de la justificación por la fe eran de tanto monto, pues hasta las verduleras en Covent Garden y en Zocodover, duchas en teología, debatían con tanto ahínco esos temas como ahora lo hacen nuestros contertulios de la radio sobre la guerra en el Golfo Pérsico, el sexo con garantías o la violencia de género, sujeto muy del agrado de los articulistas en sus coloquios tribunicios. Al socaire de estas cuestiones sobre la vida futura, el fin del hombre, sus relaciones con la divinidad, plasmadas en las fimbrias de esas casullas que con tanto gusto pinta el Greco con su arte minucioso aprendida en el trabajo de los artistas de iconos orientales, los cuerpos pierden peso en sus magníficas producciones para dejar que se alcen hacia arriba, la mirada transfigurada, los espíritus. Son en él recios los trazos, espectaculares las caras iluminadas por una luz que emana de adentro.
Parece extraño que en este tiempo tan iconoclasta como el nuestro pueda ser entendida y admirada la iconodulía del Cretense, que, a contrapelo de sus delicadezas y exquisiteces formales del pudibundo recato en que va a caer la sociedad de su tiempo, sabe interpretar en sus briosos desnudos las donosuras del cuerpo. El chipriota vive este tiempo 1541- 1614 a caballo de los reinados de Carlos V y de Felipe II. Es contemporáneo del concilio de Trento. Ahora se trata de relacionar su pintura con el modernismo. Incluso, con motivo de su exposición en la Nacional Gallería, se ha propalado la nueva de que su “Visión del Apocalipsis” inspirara a las “Señoritas de Aviñón”. Ya es mucho pedir pero todo lo que sube el Greco de cotización va en desdoro y menoscabo de la de Velázquez. Y eso, tampoco. Vaya lo uno por lo otro pero esta prelación del chipriota con respecto al sevillano quizás tenga que ver con los tiempos que corren, más relacionados con las angustias y torturas, la luz fantasmal y los desnudos deformes y hasta homo, que con la placidez de don Diego que no se busca complicaciones en su pintura.


 Al fin y al cabo era pintor de corte, una aspiración que Doménico no alcanzara nunca porque sus desgarradas visiones no encontraron plácida acogida en la retina del monarca, y mira que Felipe II era un experto en el Arte de Apeles. Pero el rey no llegó a entender al griego que se adelantó a su tiempo.  Y no es reivindicado hasta los románticos del siglo XIX. Es sólo a principios de 1900 cuando empieza a ser conocido y hablar los críticos de su peculiar macropía que le hacen ver caras alargadas y el mundo irreal. Que dos bienaventurados ausentándose por unos instantes del paraíso bajasen a Toledo, la capital del imperio, hasta que Felipe II en 1561 decide trasladar la capitalidad a Madrid, para dar sepultura al noble y cristiano caballero entra dentro de esa cotidianidad ante la presencia de la muerte.  Y casi se concibe como un hecho corriente y moliente esta intervención del más allá.
 En el arte de Greco hay algo de órfico;  la pintura se hace música y es imposible entenderla sin el acompañamiento de esa gran polifonía, como reverberando en el fondo, que engozna sus composiciones. No hay que perder de vista este carácter que tienen sus cuadros de “troparios” o melodía bizantina. El Greco en este cuadro que supone el triunfo de la misericordia y del amor, esenciales al cristianismo, pinta dos cuadros; el superior y el inferior. Los cielos y la tierra se dan cita en el acontecimiento. Ambos planos son estancos y para bien o para mal no llegarán nunca a juntarse. Paradójicamente el plano terrenal gana la batalla al celestial. El Greco pinta las cosas como son o debían ser según los cánones del ideal platónico pero se cohíbe ante los tremendismos y las ficciones del más allá. En eso se parece un poco a Velázquez quien tampoco supo pintar a los dioses. Y hasta supo reírse dellos como demuestran su fragua de Vulcano y el Baco figurativo. Uno y otro, empero, saben dislocar el dibujo para transmitir el movimiento de las cosas, “dando espíritu al leño y vida al lino” que diría Góngora.


En este divino sepelio lo que está arriba es inferior en calidad a lo que está abajo. Es mucho más desdibujado e imperfecto. Pues para él lo que acontece de tejas abajo es mucho más importante que lo que pudiera dilucidar el más allá.  Sin embargo, la moderna crítica - me refiero a un artículo de John Updike- dice que es al revés. Todas una galería de rostros comparece haciendo corro ante los dos insignes fosores quienes sujetan por los sobacos y las piernas al difunto amortajado con toda la regalía. ¡Cómo brillan los aceros de su armadura! A la vista está que por una vez el espacio tridimensional gana la batalla al tiempo continuo. Los ojos posan ante todos y cada uno de los asistentes al duelo. Afloran una serie de personajes que, tristes y enlutados, hacen rueda de respeto. Muy engolados, pero serenos. El blanco de sus gorgueras rizadas contrasta con el negro de sus tiesos jubones. En la capa llevan algunos bordados la cruz de la Orden de Santiago. Admirable es la técnica de paños mojados, que acentúa la trasparencia, con la que está bordada la sobrepelliz de uno de los oficiantes, mientras un franciscano y un dominico rezan los responsos, y un monaguillo, el hijo del propio Domínicos Theotocopoulos, Jorge Manuel, mira “para la cámara”. Hay un cierto exacerbamiento de la silueta a lo que se une el proverbial estrabismo estético de este autor. La vida no es más que un perenne destello. Hace de preste oficiante don Diego de Covarrubias. En la pechera de la pañosa de los circunstantes se borda la cruz colorada de los maestres de Santiago. Ni que decir tiene que estamos entre caballeros.


¿Podrá haber en el mundo algo más melancólico que un entierro?  Los dos frailes explican a la posterioridad el augusto suceso sin parar mientes en lo que acontece sobre sus cabezas puesto que ya va dicho que el Greco, pese a ser un pintor virgíneo, lo es más de la tierra que de los cielos. Toda su vida fue una ascensión incandescente hacia ese plano superior, un regusto por la quimera. Plasma el maestro con mayor acierto el cielo en la tierra que al revés, pues su realismo no le permite transubstanciar lo que sus ojos, poros del alma, no visualizan. De esta manera el ángel de la guarda llevando al cielo el alma del conde Orgaz, representada en la forma de un niño, es mucho menos creíble que las caras de los caballeros que asisten impertérritos al desarrollo del milagro. No cabe cosa tan extraordinaria en medio de un hecho paranormal. Tanta familiaridad ante lo que es poco consuetudinario resulta francamente portentosa como si los circunstantes estuvieran habituados a vivir con el prodigio. Ninguno de ellos muestra ninguna sorpresa ante la presencia de los dos santos bajados del cielo para hacer las veces de enterradores. Estos son dos aparecidos y sin embargo su aspecto no puede ser más real. Acaban de irrumpir en escena un anciano obispo y un joven misacantano. Sosegaos. Sabe trasladar al lienzo la España de Felipe II en plena apoteosis de una ciudad: Toledo. El pintor, que borda primorosamente las fimbrias de sus ornamentos, pues ni la capa pluvial de san Agustín ni la dalmática del primer diácono dan pasmos, tampoco se sobresalta al narrar los acontecimientos. La piedad melancólica es el hilo conductor del suceso narrado con toda la majestad pero al mismo tiempo con toda la sencillez. El Greco es el pintor del catolicismo universal al que aspiró España en su siglo de oro, en el que cupieran bajo la vara de Cristo sin exclusiones nacionalistas o chovinismos todos los pueblos. No puede haber entonces pintor más insigne de la ortodoxia. Que dos santos bajen del cielo para dar sepultura a un caballero que era legatario de esos ideales de universalidad nada tiene de extraño. La sociedad española a la sazón estaba acostumbrada a vivir con el milagro. El Entierro es la faz emblemática de todo aquel pensamiento. Ni ante la vida ni ante la muerte un hidalgo español ha de perder la compostura. Dicen que el enlosado de Santo Tomé al recibir la visita de los dos santos se llenó de fragancias celestiales pese a lo cual todos los que asistían a la ceremonia permanecieron quietos e impertérritos.
Entre los figurantes estaban don Juan de Austria, Góngora, los hermanos Covarrubias, el hijo del artista y el propio Greco que deja su firma estampada en griego en los vuelos del pañuelo de uno de los personajes, cabe la hopalanda.


No es un cuadro lo que pinta, sino una idea, un estado de ánimo. Estos caballeros, que se apiñan circunspectos con sus rostros ligeramente buidos por la tristeza colmada de serenidad ante la paleta del artista asisten ensimismados al portento. Héticos, silentes, con una punta de desequilibrio en el mirar - ¿para dónde miran esos ojos que parece que están viendo lo que acontece más allá?- los personajes que retrata el Greco bien pudieran ser alguno de aquellos hidalgos que vagaban por la Imperial Ciudad arriba y abajo de Zocodover y que para disimular el hambre publicando que habían comido salpicaban la barba de unas migajas de pan. Almas ardientes embutidas en estómagos vacíos vivían una segunda vida interior de absoluta indiferencia frente a las cosas de este mundo. El autor se desentiende de su obra y el Greco tiene poco que ver con esta austeridad. Sus biógrafos afirman que gracias a sus cuadros nadó en la abundancia y se condujo munificente como  Creso en una Toledo empobrecida y demacrada pese a ser entonces la corte. Murió arruinado y en la Ciudad Imperial las farras que se corrió y la fama de juerguista, cosa que poco tiene que ver con su arte, hicieron época. Es el pintor de cámara de la “dives toletana”[i] llevando una existencia regalada en aquel palacio de alquiler, que contaba con veinticuatro estancias, propiedad del quiromántico marqués de Villena, del que decían las crónicas que ni palabra mala ni obra buena. El tren de vida y la fastuosidad del candiota, que ganó muchos ducados con el arte de Apeles, casan poco con la  frugalidad de los personajes a los que traslada al lienzo. Todo arte emboza ya de por sí una contradicción. Aunque el Greco se asimiló plenamente a las costumbres y al espíritu de Toledo, identificándose con él, vivía como un veneciano. Incluso, contrataba músicos para que le amenizasen las comidas. Insistimos: la música es muy importante en la pintura solemne y celeste de este genio del cristianismo.
No hay según eso una identidad plena entre retratista y retratados. Su forma de pintar es una manera diferente de entender el mundo, a través de esos semblantes con traza de llama, dotados de un singular dramatismo escénico.


El estrabismo estético del autor les confirma una alargadera que algunos atribuyen a determinado defecto óptico del propio Theotocopoulos quien, según referencias, en los últimos años de su vida cayó en la locura. Pero tal extremo no ha podido ser  probado y contiende con la envergadura de este griego transterrado y trastornado a Castilla que pintó Toledo como un verdadero sueño lunar bajo una luz lívida de ocres. Parece ser que la tesis sobre la enajenación mental del Greco se sustenta el haber pasado por la casa de locos del hospital del Nuncio de donde extrae los modelos para perfilar sus doce cuadros sobre el apostolado, cuadros conservados todos ello en el monasterio de las Pelayas de Oviedo. El Greco es un pintor de las almas y en toda alma hay un eco del infinito que se plasma en un cierto grado de enajenación. Tuvo infinidad de detractores. El más insigne fue el propio Felipe II,  buen conocedor del arte de Apeles  y en lides pictóricas peritísimo pero que nunca llegó a entender su manejo de los colores. Tuvo un pleito con el cabildo de Toledo porque en el Expolio, inicio de la pintura de la edad moderna, se resiste a pintar a las tres marías a longe, como nos relata el Evangelio.  De hecho, el propio monarca, que entendía de pintura, pero de gustos absolutamente convencionales, que no le permitía entender ni su estrabismo ni su tendencia a descoyuntar las figuras, como tampoco  el áspero colorido con que formula las escenas de sus personajes atormentados - el Greco es una sabia combinación de lo ponderado y de lo desmedido-, mandó que fuese colgado en la sacristía del Escorial el famoso  martirio de san Mauricio y la Legión Tebana encargando otro lienzo sobre el mismo tema y del que ahora apenas se habla a un tal Cincinatti. Este fracaso yuguló las aspiraciones del candiota a convertirse en pintor de cámara.
Pero él, pintor de eternidades, nunca podría ser un pintor de cámara al uso. No han comprendido sus detractores que era un pintor de eternidades. Su obra permaneció minusvalorada sin un reconocimiento categórico hasta bien entrado el siglo XX.


Domínicos Theotocopoulos (lit. El muy hijo de la madre de Dios) nacido en Candía en 1541 hace honor al título de su apellido. Rompe con los moldes clásicos y ya en Castilla abjura de su romanismo y de su helenismo para erguirse en portavoz del tétrico y a la vez sereno misticismo hispano. En su obra se presenta una antinomia entre lo real y lo ideal. Y pinta a base de crueles borrones impresionistas, muy poco convencionales pero que son de un gran efecto sobre todo en los paisajes de Toledo bajo la luna, cuando la luz circunfleja y espectral se derrama hasta derrumbarse sobre lo gollizos y cuchillares del Tajo. El Greco es poesía marial, el triunfo del bien sobre las fuerzas oscuras. Manuel B. Cossío, su indiscutible biógrafo, señala que en el Expolio nace la pintura moderna. Hay en él un exacerbamiento de la silueta, por lo que resulta uno de los tres grandes retratistas de todos los tiempos junto a Leonardo y Velázquez.


Exégeta de los paraísos perdidos viene de la filocalía de los bizantinos. Es su obra de un platonismo excéntrico y de un cristianismo melancólico. El Greco en España  se desentiende de sus maestros venecianos y queda transfijo ante los iconos fanariotas que lo vieron nacer. El resultado de esta mezcla de sangres es algo profundamente español: sus cuadros se entienden mejor mientras se escucha en lontananza a los coros del monte Athos. Carece por ejemplo de la desesperación y pathos del arte protestante. De Rembrandt pongamos por caso. Desconoce, asimismo, las estridencias de los bufones. Es un arte enteramente aristócrata, pero de un exotismo criollo, por lo de mezcla de credos, cuasi abrazador. Hasta en los locos del Apostolado se deja translucir un poso de cordura. Supo pintar a los locos de Cristo. El Caballero de la Mano en el Pecho y el busto de san Juan de Ávila refrendan ese supuesto. Arte incorrecto que rezuma corrección. Pinta las esencias, va al grano. Por eso se denomina pintor de pintores. De la vida del greco-chipriota poco es lo que se sabe. Que provenía de una familia de recia estirpe cristiana que huyó de Constantinopla el año de la invasión de los turcos, 1453. Que antes de afincarse en Toledo, donde se casó y tuvo un hijo, Jorge Manuel, anduvo por Italia aprendiendo dibujo del Tiziano y de Rafael. Que supo transmitir al lienzo toda la carga de grandeza del alma de Castilla. Que tuvo muchos pleitos con el cabildo de la catedral, con la dirección del Hospital de Illescas por cuestiones que no hacen al caso y que murió en Toledo en 1614.

 

 

 

XLIV

 

CISNEROS  ALFAQUÍ DIVINO

 

Hay tres aspectos poco subrayados en la figura y en la obra de este titán de la historia española (y pocos tan calumniados e incomprendidos pues el propio Cesar figuró en el cupo de sus detractores los que no comprendieron su gigantesca labor de pacificación y de creación de un estado). Uno fue los seis años que pasó en Roma a la mira de un cargo. Sólo consigue buenas palabras y unas letras dimisorias para la tenencia de un curato en un pueblo de la Alcarria, Uceda, que le costó una temporada en las cárceles del Arzobispo de Toledo. Aquel obispo Carrillo un príncipe del Renacimiento protagonista activo de las guerras civiles entre partidarios de doña Isabel y la Beltraneja debió de ser una mala bestia. Debió el clérigo que luego se haría franciscano de sentirse decepcionado a la vista de las corruptelas simoniacas de la curia papal de Alejandro VI y asqueado lo mismo que Juan Ruiz el arcipreste de Hita aquel clérigo muzárabe al que llevaron a la ciudad eterna negocios tan temporales como era pedir dispensas del celibato hubo de decir: “yo vi allá en Roma do mora Santidad que todos las dinero hacían humildad”. Cisneros como el de Hita hubo de volverse con las orejas gachas. Unos ladrones le atracan por el camino y le quitan todo lo que llevaba excepto las cartas de recomendación. A Juan Ruiz le aguardaban las prisiones del primado de Toledo don Gil de Albornoz otro mitrado difícil y a Gonzalo de Cisneros las de su sucesor Alonso Carrillo corte imperial ejercito propio y hasta un número indeterminado de hijos fornecinos. Entonces los obispos montaban a caballo en todos los sentidos de la palabra pero que no se entere tu mano derecha lo que hace la izquierda y poblaban los monasterios masculinos y femeninos y las canonjías de bastardos y de bastardas. Otro hijo natural de Fernando de Aragón aspiró a la mitra toledana pero ésta por deseo expreso de la Reina Santa fue para su confesor de quien en punto a amoríos los cronistas nunca pudieron decir ni media. Fue un hombre austero y observante de la regla de San Francisco. No obstante y en definitiva este escándalo que le causó la corte romana le hace sentirse más católico y más hispano visigótico y esta fue acaso una de las razones por las cuales quiso restaurar el viejo misal hispano romano.  Cisneros busca el arca perdida. En esta tentativa de sustitución del rito romano por el mozárabe se ve también un intento de reconciliación con el Islam. Este viene a ser uno de los aspectos más desconocidos de la personalidad del eclesiástico. Se llama rito mozárabe en honor a un rey de moro Toledo Muza Arabi que fue muy tolerante y respetuoso con el culto de los hispano romanos sometidos que siguieron practicando su religión hasta bien avanzado el siglo XIII con la llegada de los almohades fundamentalistas. Tampoco Alfonso VI mal aconsejado por su mujer doña Constanza y los cistercienses franceses  respetó la mezquita de Toledo situada en lo que es hoy la catedral. Hechos lamentables e irreversibles de la historia. Las flaquezas y el orgullo humano se arrogan el privilegio de hablar en nombre de Dios cuando en verdad lo que están poniendo en el escaparate es su propia protervia y vanidad. De cualquier manera el cardenal nombrado regente se siente atraído por la solución de la unidad religiosa y de la búsqueda de un entendimiento con el Islam después de la toma de Granada. El buenismo de Hernando de Talavera que ya en el siglo XVI predica en pro de la abolición del latín y quiere que el oficio divino lo entienda la gente. Pero al arzobispo de Granada esto es a Talavera no lo toman en serio los moriscos a los que quiere convertir. Según un cantar de aquel tiempo los ciegos de la Alhambra “arzobispo de Granada cara de oveja y carne de cabra pero arzobispo de Toledo dar caperuza y hacer cristiano nuevo. Los métodos de Cisneros para la pacificación del Albaicín eran mucho más drásticos de acuerdo con los rasgos de su carácter de una gran firmeza pero al mismo tiempo compasión y munificencia. Cisneros participa de la obsesión franciscana de un acercamiento mediante el amor y la compasión de Mahoma a Jesús. Por eso quiso irse de misionero a Berbería y por eso planificó la toma de Alcazarquivir. Una saludadora en Gibraltar a punto de embarcarse para tierra de moros le quitó esa idea de la cabeza. Sus enemigos lo acusan de un auto de fe que tuvo lugar en Granada en 1497 con la quema de unos cuantos ejemplares del Alcorán. No llegaron a treinta. Sin embargo manda recoger todos los libros de medicina que se encontraban en las mezquitas del reino de Granada cuyo número asciende a más de treinta mil y los traslada a Alcalá algunos de ellos podrán todavía consultarse en la biblioteca nacional escritos en árabe y con caracteres cúficos. Y la quema no fue ordenada por el metropolita de Toledo sino por un fámulo suyo un clérigo por nombre León que más inri era de origen morisco. Dios nos libre de la furia del converso. Este afán de unidad de las tres religiones monoteístas es la idea motriz que le lleva a fundar la universidad complutense. La primera piedra se coloca en 1499 y en 1508 cuando el prelado acaba de cumplir los sesenta y tres años de edad se inaugura el curso un día de san Lucas allá por setiembre y los estudiantes procesionan a lo largo de la calle mayor luciendo sus vistosas becas cada una del color al colegio que pertenecen. Estos son doce como los doce apóstoles: el de San Ildefonso, el de San Pedro y san Pablo, el de la Madre de Dios de los teólogos, Santa Catalina para los bachilleres en Artes, Santa Balbina de los retóricos, San Ildefonso el de los latinos. San Eugenio al que después llamarían de San Ambrosio y el de san Jerónimo o Trilingüe porque se impartían clases en romance en hebreo y en árabe. Fundó, con las mismas, un hospital para estudiantes pobres el de San Lucas donde trabajó Iñigo de Loyola como enfermero para pagarse la matricula  en el de San Eugenio. En total sumaban 46 cátedras. El plato fuerte del menú eran la filosofía y la teología pero en Alcalá se hace la innovación de establecer una facultad de Medicina  y Anatomía otra de Matemáticas y seis para las Sagradas Escrituras. En sus aulas enseñaron Lebrija, el Brocense, Antonio de Nebrija, López Zúñiga y Pinciano el divino maestro en lengua griega y los segovianos hebraístas Alonso y Pablo Coronel. Así como un número indeterminado de domines que conocían la lengua árabe a la perfección. Todo ello va dar pábulo a la monumental versión de la Biblia políglota. España conoce gracias a este príncipe de la iglesia una época de esplendor como no había conocido desde la Escuela de Traductores de Toledo. Sin Cisneros acaso no hubiese sido posible Cervantes que era además alcalino ni Calderón ni Tirso ni Lope ni Juan de Ávila ni san Ignacio de Loyola. Todas estas cosas me cuenta cuando me quito la boina todas las mañana camino del trabajo y paso ante la estatua iluminado de Fray Francisco que mira orgulloso para la fachada de la Universidad de piedra gualda de fina labra y en cuyos modillones se encuentran encerrados los arcanos de la misteriosa historia de mi patria. Viva Alcalá escuela de hombres y espejo de tolerancia. Yo también soy y me siento complutense.

 

 

 

XLV

 

 

 

 

ALONSO DE PALENCIA DETRACTOR Y CRONISTA DE ENRIQUE IV

 

Digna de una novela policíaca es la peripecia del manuscrito de la cuarta década de la Gesta Hispaniorum de Alonso de Palencia desde su redactada por  un amanuense italiano que “fusiló” su latín porque las actas fueron recogidas de oído hasta su entrada en el archivo de la Academia de la Historia sito en el palacio del Nuevo Rezado, ese caserón de la calle del León, una de las arterias del viejo Madrid donde abría sus puertas la gran pescadería de los maragatos y había varias librerías de lance, cerca de donde vivieron Cervantes y Lope y tuvo su convento Tirso de Molina.

 En ella hace unos años me encontré yo una vez con mi profesor de Arte, Azcarate y le convidé a una copa de ginebra en una cutre taberna que debió de alarmar al viejo profesor y salió pitando. Si hubiese sido don Marcelino Menéndez y Pelayo entre cuyas pasiones figuraban después de los libros el orujo montañés y el anís tal vez no se me hubiera hecho tal desprecio pero es que uno es un poco vagabundo de las estrellas y mis singladuras por el mar de la verdad y de la ciencia me llevan a océanos etílicos.

 Los libros son compañía y soledad pero gracias a estos navegantes de la literatura, las bibliotecas, los archivos y los tenderetes de los libreros de lance- el más singular el de Riudavets en Moyano en la época que me ha tocado vivir- entre los cuales me cuento el vulgo puede tener noticias ciertas de problemas de la historia de España aun no resueltos. Para mí es mucho más novela de intriga este manuscrito que el propio código D´Avinci.

Durante la guerra de Independencia los anales de Alonso de Palencia fueron a parar al monasterio de Montserrat y allí lo conservaron los benedictinos hasta la desamortización de Mendizábal en que llegaron los infolios a Madrid.

 La aldaba de la suerte estaba llamando a la puerta. Durante la segunda parte del XIX los escritos de Alonso de Palencia estuvieron sujetos a una profunda controversia sobre su autenticidad y si sobre era conveniente verterlos al castellano del latín, habida cuenta de las barbaridades contra un augusto monarca español que en sus páginas se injertan.

 A la primera pregunta los eruditos dijeron que en vista de la antigüedad del papel y de la letra gótico humanista dijeron que sí, pero el amanuense que lo compuso al dictado del propio autor era anónimo y a la segunda unos dijeron que no y otros que sí.

 El mamotreto a día de hoy sigue sin traducir. Fue uno de los pocos que se salvó de la quema. Otras obras de este mismo autor que era un escritor compulsivo como algunos trozos de su Guerra de Granada quedaron perdidas. Las Décadas fueron un poco la joya de la corona de la docta institución junto con la Gesta Roderici Campodoci o Poema del Cid.

Don Enrique IV vivió sólo medio siglo pero los cincuenta años de su existencia desde 1425 hasta 1474 en que fallece en Madrid fue una época muy interesante en los anales españoles porque representan un tiempo de cambio que marca el fin de la edad media y el comienzo de la moderna. Pocas figuras de la monarquía castellana por otra parte han hecho correr tanta tinta de plumas agitadas siendo tan vilipendiadas al propio tiempo.

 Ya apuntamos arriba cual pudiera ser la razón de tanto menoscabo y una de ellas el haberse ganado la enemiga del pueblo elegido como consecuencia de los desmanes acaecidos en Burgos reinando su abuelo y los de Segovia de 1410 con el robo sacrílego de las hostias catorcenas. Parece ser que no hubo en Segovia a diferencia de Burgos tumultos ni asaltos a la aljama. Todo quedó en desagravios eucarísticos y la institución de las procesiones devotas a las que tan inclinados mis paisanos. Que acudían embelesados a escuchar los sermones apocalípticos y antisemitas que pronunciara san Vicente Ferrer en la iglesia del Cristo del Mercado. Hablaba en valenciano y sus oyentes le entendían en castellano. En estas diatribas contra judeos Dios debía de hacer un milagro.

Los incidentes más notables fueron por este orden:

-         Toma de la plaza de Gibraltar (1462) que costaría arduo trabajo y muchos muertos. El recuerdo del asalto a Gibraltar y al fuerte de Archidona determinarían en su personalidad de bon vivant una inclinación a los pactos y a los consensos. Enrique IV si hubiera vivido en el posfranquismo a lo mejor se hubiera hecho de UCD. Le repugnaba derramar sangre, no le gustaban los extremos y ante la infamia y el ataque frontal se observa en él una constante: la escapada.

-         Se registra la primera sublevación de Cataluña instigada por los franceses pero ahí el que iba a ser su hermano político Fernando de Aragón hila fino y compra las voluntades de los barceloneses para que no se separen de la corona de Aragón y en 1463 se decretan las paces con Luis.

-         Conflictividad con Portugal y con Navarra. El monarca castellano conjura el recelo de los navarros y de los lusitanos mediante sendos matrimonios los cuales fueron muy desgraciados.

-         Revueltas de los nobles y de la iglesia, en una crisis social que aboca a una guerra dinástica y va a ser el germen de la sublevación de las comunidades.

-         Su reinado no puede desligarse del de su padre Juan II el cual tuvo un reinado turbulento a la sombra del gran valido Álvaro de Luna pero no por ello menos interesantes pues la corte fue mecenas de artistas, poetas, juglares,  pero de él heredó la medrosidad y el carácter irresoluto y la pasión por las artes y las cosas buenas de la vida, incluso algún que otro gatillazo.

Por último hay que estudiar dos aspectos biológicos interesantes. Enrique IV era hermano de un costado de Isabel la Católica y del príncipe Alfonso por cuyas venas corría sangre lusitana, hijos ambos de Juana de Portugal y aquel de Blanca de Navarra. La segunda esposa de Juan II murió loca en el castillo de Arévalo a los cuarenta y dos años de enviudar y esta esquizofrenia por la consaguinidad viene a brotar en la mujer de Felipe el Hermoso hija a su vez de los Reyes Católicos que arrastró una vida longeva y solitaria en el castillo de la Mota. Otro paralelismo que ocurre es la muerte prematura de Alfonso quien llegó a ser coronado rey con el nombre de Alfonso XII pero no llegaría a gozarlo. Murió exhausto después de una noche de amores e igual le acaecería a su sobrino nieto el infante don Juan príncipe de los Reyes Católicos en plena mocedad. La historia maestra de la vida muestra a los hombres en sus miserias y en sus grandezas, la eterna pasión de mandar, que promueve batallas y conjuras sin cuento, y el ardor sexual, rueda de la existencia, sólo que en ciertos casos acerca al hombre a la muerte. Eros y Tanatos son hermanos gemelos Es la primordial lección que se concluye de esta apasionante y embarullada historia que nos narra en sus anales el bueno de Alonso de Palencia tratando de estudiar un poco la condición humana.

 

 

 

 

XLVI

 

 

 

 

 

EL TESTAMENTO DE DOÑA URRACA Y LA VIOLENCIA CONYUGAL. CONFESIONES UN CURA DE ALDEA


 

 

 

Anduvimos al Burguillo este fin de semana luna de lobos encinas chaparros un almez munificente en la ribera del río que no sabemos lo que pintaba por allá y algún espantapájaros. Se van los veraneantes y pronto empezarán las vendimias, afila sus ojos y sus garras el garduño, los buitres se dejan ver solemnes y silenciosos circunvalando despectivos la vertical del aire.

  El oso busca querencia madriguera para la invernada  Tierra misteriosa: tomillares, cardos borriqueros, la genciana y el cantueso y otras hierbas que desconozco esparcidos por la plataforma de aquella meseta de soledades.

 Por allí pasaba una calzada romana que atravesaba desde Asturica Augusta hasta Tarraco los costillares del macizo ibérico. Quedan algunas lajas del viejo empedrado y los restos de una gran necrópolis visigoda.

 Aún no han llegado las palas debeladoras del paisaje que meterán la vertedera de sus dientes gigantes y en vez de surcos colocarán cimientos para domar el paisaje de urbanizaciones a marchas forzadas de ladrillo y de cemento. Segunda vivienda, casa en el campo, yo siempre albergué un sueño y en el fondo de las aguas enigmáticas del pantano yace con sus artes, sus aperos, sus arcas, sus llaves y sus huertos todo un pueblo llamado Linares de donde era mi amigo Barbolla.

 La verdad es que Madrid queda un poco lejos. Por estas lindes pasó un día el Cid camino del destierro. Valles de Almazán, vegas de Osma, la vieja Uxama. Soria fría, Soria, pura, cabeza de Extremadura, que cantaba el poeta Bandadas de jilguerillos tiene querencia a la zarza.

 Por san Frutos ya se sabe. No en vano lo bautizaron al buen godo eremita con la sobrehúsa del pajarero. Uno se siente a gusto por estos riscos buen tiempo de septiembre de alboradas frías pero a más de mediodía estorba la chaqueta.

Mi amigo Elpidio que es cura por estos contornos no diré cual pueblo y el nombre también es fingido nos tumbamos a la bartola a tomar pan apoyados de un codo como hacían los romanos que se derrumbaban para comer-costumbre que aún se conserva en Castilla sobre todo en el campo- en su triclinio y  en un ahí nos las den todas le echamos mano a unas tajadillas, un torrezno, un par de cascos de cebolla comida humilde y sana regada con unos cuantos tiempos a la bota y de hoy en un año.

Es la hora de tomar el pan y aquí se está bien.

El reloj marca las cinco y nosotros llevamos desde la salida del sol zamarreando por estos tesos entregados a la noble ocupación de ver pájaros, no matarlos, sólo diquelarles con nuestro catalejo y tirar alguna placa, cámara digital en ristre.

 Barzoneábamos por los terreros y nos saludaban desde lejos las retamas y la flor de la camamila. Tierra de pan llevar a trechos. El jabalí y el lobo al acecho. Yo llevo un eremita en mis adentros y así se lo confieso a don Elpidio que comprende mi asqueo de la civilización, del tráfago, el pago de la hipoteca, los atascos y el metro y alza la mano y señala unos gollizos que parecen la marca de un glaciar en los bordes del inmenso lago. Allí estaban las cuevas de los Siete Altares.

-Lo ibas a pasar mal. Te ibas a aburrir de lo lindo. La vida cenobítica que tú ansias no es nada fácil.

Acaba de pasar el vilano y se dirige por la hondonada hacia Fresno de Cantespino que es el pueblo con el nombre  más bonito más sonoro de Castilla después de Madrigal de las Altas Torres. Allí, hacia el año 1111 vivía con su amante el Conde de Cantespín cuando su marido legítimo vino a por ella, mató al conde y se llevó a doña Urraca la pobre a un convento de Teruel.

Ella, cabra que tira al monte, y cerrera de condición, se escapó del aragonés con la ayuda de sus mesnaderos castellanos.

Hablamos de mujeres pero Elpidio, mi compañero de terna en el seminario hace ya muchos años, pone oídos de mercader, no suelta prenda. Ya a estas edades... Si los curas se jubilaran a mi compañero le tocaría dar carpetazo el año que viene pero los curas no se jubilan. Sirve a cuatro parroquias y dos anejos. Está hecho un roble, pero misar todos los domingos y fiestas de guardar supone un recorrido de sus buenos ochenta kilómetros entre pitos y flautas. Tiene que binar consagraciones y ponerle mucha agua al cáliz de su sacerdocio. Una vez, cuando iba a decir la eucaristía de un pueblo a otro, le paró la GC y en un control de alcoholemia dio positivo. Don Elpidio le explicó su problema; siete misas en siete pueblos, una tras otra.

-Y a mí no me gusta aguar el sanguis. La sangre de Xto. es la sangre de Xto. Y hay que apurar el cáliz hasta las heces, mi sargento.

-Pues va usted aviado, padre. Pero siga su camino.

 El sargento de la Benemérita hizo la vista gorda y a nuestro curilla no lo metieron en la cárcel ni le quitaron puntos del carné. Hay escasez de sacerdotes, la juventud ha dejado de ir a misa, que en las parroquias sólo aparecen viejos, y abunda la violencia de género. Y como las cosas no parece que tengan remedio pues litro  y medio. Agua y ajo. Si te pega tu Paco pues agua y ajo. Ay Paco. Mi curita tuvo que ir a poner en muchos sitios paz. Es una tarea muy complicada y desagradable porque dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Mejor no interferir. De algo tan positivo como es la emancipación de la mujer que es persona humana, que busca su vida y su libertad, se ha derivado una problemática que parece insoluble tal y conforme están las cosas.

-La cuestión es insoluble pero el matrimonio es indisoluble nos decían. Algo para toda la vida.

-También existe en esta tierra nuestra mucho moro posesivo. Dios nos libre de los celos de Otelo y del maté porque era mía.

-No, no las matan por cuestión de sexo,  Elpidio. Ni siquiera por la honra a lo mejor. Las asesinan porque se ven perdidos y en la calle. Es cuestión de pasta y de dineros. Los jueces fan toda la razón a ellas que se quedan con todo y ellos se desesperan. El origen de los litigios conyugales como todo tiene un matiz económico. Sin embargo, discuten y andan a palos.

A don Elpidio le da mucha pena que antiguos feligreses suyos buenos padres de familia acaben en la rúa de vagamundos. Y todo porque se llevan mal con la parienta. Tratan de meterlas en vereda pero por el testamento y la maldición de doña Urraca que vaga por estas tierras cuando una mujer sale traviesa no hay dios que las meta en vereda. ¿Solución? Agua y ajo.

-No sabes el favor que me hizo Dios cuando abracé el celibato, Antoñito.

-Pues sí y lo que decía don Camilo a sus guardias si no podéis ser castos por lo menos sed cautos.

-Yo estoy casado y me ha ido bien aunque con todo y eso tocó pasar mis malos trances, pero en general bien no me arrepiento

Las desavenencias conyugales son incluso en el campo no ya meramente en la ciudad una pandemia. Ha caído una estructura. Se acabó una forma de vivir y abre sus batientes el portón de una nueva era. Está claro que la mujer tiene derecho a su libertad, no vale aquel prejuicio de la pata quebrada  atada a la mesa y en casa como pretendió hacer Alfonso el Batallador con doña Urraca. Hoy las mujeres salen. Son más independientes. Eso es de cajón y en ese cajón puede que también esté metida la Iglesia. Que tendrá que andar lista, reformar su estructura ni meterse en bernegales. Los patrones medievales no sirven. Uno visitando estos riscos, y todos estos pueblos románicos que vivieron a la sombra despreocupada de un campanario durante milenios, tiene ese barrunto. Que faltan curas es un secreto a voces y que, si esto sigue así, muchas iglesias de Castilla, Andalucía, Asturias, Aragón, León, tendrán que echar el cierre. Por agotamiento de la raza. Que una institución tan veneranda como es la familia, tan arraigada en España, pues nuestro país tiene una constitución tribal, dé en quiebra traerá aparejado que se cancelen muchos templos. Don Elpidio y yo hemos sido testigos de este cambio que hará cosa de medio siglo nos parecía inasumible.

-¿Sabes quien era doña Urraca, Elpì?

-Pues que ha de hacer. A los moros por dinero y a los cristianos de gracia.

- Hay que ver. Los curas estáis en todas. Eso es con lo que amenazaba a su padre Fernando I de Castilla cuando hizo las particiones del territorio. Meterse a puta si no le daban una hijuela con más garantías.

-Le tocó Zamora la bien cercada. Por uno la cerca el Duero y por otro Peñatajada.

Mi amigo Elpidio que ya nos sorprendía en el seminario cuando era capaz de soltar una tesis de Aristóteles en latín sin perder el huelgo. Tenía buena memoria y era un apasionado de la historia. Un cura tiene que saber de todo. Pero a la pobre doña Urraca, que era algo pendón, su marido el Batallador y hay un documento en Simancas que así lo avala, la sacudía el polvo. A ella a lo mejor le gustaba la marcha: “Faciem meam suis manibus sordidis multoties turbatam esse; pede suo me percuisse omni dolendum est nobilitatem” (tengo la cara desfigurada por sus puñetazos y me pega  patadas en el trasero; lo que me duele no son los golpes sino que se haya olvidado de mi dignidad de reina.) Que ande a puntapiés un rey con su reina no es cosa que se vea todos los días pero la violencia de género no hace distingos de condición. Escala los talamos y los altos estrados. Este testimonio del siglo XII ya demuestra que el zurrar a la parienta es más viejo que el andao para adelante y no se detiene ni ante las propias testas coronadas.  Luego mi amigo Elpidio socarrón me dice que si la zurraba algo haría. Y aquello de si te pega tu Paco pues agua y ajo. Es mejor no meterse en estos enredos. Aunque no hace ascos a la idea de los curas casados dice que el celibato demuestra la sabiduría de la iglesia.

-Y su hipocresía-le replico.

-Yo creo que estamos muy bien así.

-Pero sois lo último de una estirpe. Esto es un fin de fiesta.

-Que te lo crees tú.

-La vida de casado es más dura que la de soltero-, salto yo como un resorte.

-Partim eumdam partim diversa, Antonio. Que no eres lógico y te has olvidado de la asignatura que nos enseñaba don Fausto López.

-La verdad amigo mío que sois un poco misóginos.

-Qué va. Somos más cómodos.  En la vida hay que evitarse complicaciones. Ya sabes lo que dice el Eclesiastés de ellas: aula diaboli, aquilonis percussio.

-El aula diablo y el picotazo del escorpión. Pero creo que la mujer es también lo mejor de la vida.

-Puede que sí y puede que no. Dubitatio metódica cartesiana que decíamos de seminaristas.

Elpidio el cura se me queda pensativo y añorante y murmura:

-Yo no sé. No tengo experiencia. Nunca lo caté. Tampoco lo echo de menos.

-¿Nunca? Ni un vulgar casquete

-Moriré entero como mi madre me echó al mundo.

Le creo. Mi condiscípulo era incapaz de mentir desde cuando éramos pipiolos y juntos ingresamos en el seminario a< los once años.

-Qué cosas. De buena te libraste pero yo también conocí a párrocos que andaban con el ama a puntapiés como Alfonso el Batallador.

-De todo tendrá que haber en la viña del Señor. Puede que existiera ese tipo de violencia en las sacristías. Al fin y al cabo los curas también somos hombres.

Está diciendo la verdad, don Elpidio no es el típico cura mocero o el que se va de marcha a los puticlubs de carretera. El un buey suelto que bien se lame. Toda su vida muy independiente. Para él el celibato no ha supuesto problema. La soledad sí lo es. Las bodas de plata de su sacerdocio las celebró en el 92, año mágico. Ni feliz ni infeliz. Todo a ratos. Tuvo que pasar malos trances porque ha vivido una de las épocas más traumáticas de la iglesia. Ha sido un buen cura de aldea. Lo que le costó más duró fueron las innovaciones litúrgicas, pastorales e incluso teológicas que vinieron con el Concilio y que para muchos curas fueron una especie de cambio climático. Un terremoto. Un tsunami en rectorías y curias.

-¿Sería el cambio para bien?

-En algunas cosas-responde don Elpidio- sí en otras no tanto.

Ahora le preocupa la violencia de género y me lo cuenta. Muchos de sus feligreses se están separando. No se aguantan. Las casas y las familias se vienen abajo. Y yo le digo que más valiera que esos maridos acaparadores echasen un poco más la vista gorda, tuvieran más mano izquierda y sepan lo que contaban nuestros abuelos de que los españoles solemos tocar a siete y una tuerta, viejo resabio del harén moro que corre por nuestras venas.

-Eres un machista.

-Lo que soy es realista.

Elpidio me mira con aire de superioridad incrédula y abandonamos el lugar ameno. Se desploman sombras desde la montaña, corre una brisilla y hay que ponerse la chaqueta. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Y la cuestión de la jodienda no tiene enmienda. ¡Si tuviéramos la mano un poco más quieta! Me acuerdo del testamento de doña Urraca, una reina de Castilla, nacida en Oviedo, que fue algo ligera de cascos y a mí siempre me cayó simpática pues llegó a contar entre la larga lista de sus amantes con un arzobispo. A los cristianos de balde ¿Y a los moros? Por dinero, pero de ellos no hay registros en las crónicas. Callades, hija callades, le dijo el rey Fernando su padre al testar. Esa palabra no pronuncies.  Y ella gritó puta con más fuerza. A los moros por dinero y a los cristianos de gracia, lo que tradujo en verso libre Quevedo con aquello de gallinas y mujeres todas ponen. Unas, huevos y otras, cuernos. Pobre doña Urraca. Fue la reina de los tristes destinos como doña María de Molina.

-No murió por las tabernas, ni tampoco tablas jugando que él murió sobre Zamora, vuestra honra resguardando- cantaba el romance.

 Deslices de la humana naturaleza. Pobre doña Urraca.

-Me alegro, sin embargo, de verte, Elpidio. Estás hecho un toro.

 Se ríe y dice:

-No creas, las apariencias engañan, también caen los cedros del Líbano.

 

Luego al despedirnos echamos el ultimo traguillo de la bota y él me bendice unos rosarios que he traído para regárselos a mis hijas. A ver si con la bendición de Elpidio encuentran un hombre que no las maltrate cuando se casen.

 

 

 

XLVII

 

 

 

ENRIQUE IV “TENÍA UNA GRANDE VERGA”

 

“E EL Rey don Enrique Nuestro Señor aveva una grande verga nos daba deleite como cualquier ome pagando su débito viril en la coyunda”. Este testimonio aportado por las meretrices de Segovia y  que recoge  Marañón  en su estudio biológico sobre el tan denostado rey castellano tira por tierra, al parecer, todas las acusaciones de impotencia que contra su real persona descargó la historia.

 La historia no la escriben los vencedores sino los traidores y este puede un caso manifiesto de interpretaciones de tercería interesada y capciosa.  Los parciales de su hermana doña Isabel le sentaron las costuras. ¡Pobre hombre, un pelele difamado en los anales! Cometió un delito este buen rey y fue el enajenarse con los judíos de Segovia. Las cosas sin embargo no fueron tan negras como las pintan ciertos autores- Con don Enrique Castilla acusa los estertores de una nueva época, la moderna y eso trajo convulsiones sociales: carestía de monedas de vellón, bandidaje que venía de Francia e Inglaterra, un cúmulo de malas cosechas pero los cronistas obvian la gran arquitectura de aquellos años de los últimos castillos mudéjares, la invención de la imprenta que tuvo por escenario un pueblo de la provincia donde se dieron a la estampa los primeros documentos en letras de molde sinodales de Aguilafuente nuestro primer incunable que data de 1472.. El rey y el obispo contrataron los servicios de un ambulante bohemio del que apenas se sabe más que el nombre: Juan Parix, que viviría en  el alcázar. Los sinodales de Aguilafuente se publicaron de la mano de este maestro dicho año.

A Su Majestad se le quiso mucho en Segovia donde tenía su corte gran parte del tiempo cuando se iba a cazar a los montes de la Despernada. Curiosamente vivo cerca del castillo de Villafranca donde estaba la guarnición de este castillo  denominado del Aulencia, en los predios de las dos Villanuevas la del Pardillo y la Cañada que por entonces eran tan sólo monte pero aún quedan las eras de la antigua villa hoy desaparecida. Su abulia y su amor a la caza puede que se confundiera con la impotencia y no era otra cosa que cierto desencanto con aquella Castilla que le tocó vivir plagada de intrigas y de conspiraciones promovidas por la nobleza, la jerarquía y los judíos. Tedium vitae. Hastío de la vida. Desencanto de la política.

 Tanto el historiador Alonso Palencia como Hernández del Pulgar eran amanuenses a favor de su hermana Isabel a la que se denominó la Reina Católica, amanuenses amañadores porque exageraron o deformaron algunos sucesos y sólo el franciscano Diego Enríquez del Castillo al que nombró don Enrique su cronista particular tras la muerte de Juan de Mena, se permite hablar con cierta discreción y benevolencia sobre estas supuestas mermas de Enrique IV pero sin echar su cuarto a espadas a la hora de desbaratar ciertos infundios. Desde luego le tocó tarifar con aquellos arzobispos como don Alonso Carrillo que era una mala bestia. Aun se le puede contemplar a su reverencia de cuerpo entero vestido de pontifical ante el convento alcalaíno de las monjas de San Diego, de mediana estatura y mediana edad, renegrido, calvo y con malas pulgas. Tarifar con dicho prelado no debió ser fácil porque era un señor de horca y cuchillo y enseguida sacaba la espada. Utilizaba el báculo cual arma arrojadiza. Era un aguerrido prelado prevenido en frontera.

 Él fue el promotor de la gran afrenta denominada el pelele de Arévalo. Este acto infausto no ocurrió en la villa arevalense sino en Ávila. En comandita con el obispo de Calahorra el cual sería más tarde el cardenal Mendoza – tuvo 33 hijos naturales reconocidos-, el marqués de Villena don Juan de Pacheco y después de destronarle arrebatando de su cabeza la diadema de la corona, el cetro de su mano y el manto de armiño de sus espaldas nombraron soberana y heredera a doña Juan la Beltraneja supuestamente habida de su matrimonio con la reina doña Juana la portuguesa pero de cuya concepción hablaban las malas lenguas fue debida a don Beltrán de la Cueva la Beltraneja.  El urdidor verdadero, el que manejaba los hilos  de la conjura en la sombra, muñidor de todos los enredos, fue uno de esos personajes siniestros que de vez en cuando cruzan por la historia de España: el marqués de Villena “ni palabra mala ni obra buena”, De don Juan de Pacheco quiromante y conocedor de sortilegios y artes diabólicas se hablaba que tenía dominada la voluntad regia, que le había dado un bebedizo. Marañón presume muy bien que don Enrique sufriera de melancolía en parte porque la reina portuguesa debía de ser un caso parecido a doña Urraca, una ninfomaníaca que a los moros por dinero y a los cristianos de balde. El rey empezó a sentir la depresión psicológica a raíz del repudio de su primera esposa doña Blanca de Navarra de la que no hubo descendencia al parecer por esterilidad de la soberana,  y esto consta por el testimonio del privilegio de “fiel de fechos”(una especie de báscula moral que levantaba acta de los actos humanos incluso los más insospechables), bárbara e inaudita costumbre de los tiempos medievales porque en las bodas regias y para conjurar los achaques de bastardía y de cuestiones de legitimidad que dieron pábulo a no pocas guerras se colocaban en la cámara regia tres pajes, un notario y dos pincernas y todos ellos testificaron que doña Blanca era virgen y que fue desvirgada en la noche de bodas, como corresponde, y que el lienzo que pusieron sobre el lecho fue manchado con sangre y  esperma. El paño de pudores dijo, máquina de la verdad, que su Majestad no tuvo contratiempos en su noche nupcial. No sucedió pues lo que cuenta Góngora en su inmortal soneto:

Con Marfisa en la estacada

Entrose tan desguarnido

Que su escudo aunque hendido

No pudo rajar la espada


No se vio en trance tan crudo

Ni vuestra vergüenza pudo

Cuatro lágrimas llorar

Siquiera por dejar

De orín tomado el escudo

Estos mirones pudieron dar cuenta de que el rey no era impotente y que tenía todo el aparato genésico en condiciones. Era un varón de aventajada oscura, de aspecto taciturno y reservado, tardo en sus reacciones, de enfermizo semblante, y dicen los cronistas que “allá donde ponía los ojos mucho le duraba el mirar”

 Los juicios que vierte Marañón sobre la impotencia de don Enrique acaso fueran juicios de parte o meras conjeturas sectarias: el pie valgo o plano, el aspecto fofo y algo feminoide de su persona (no vamos a entrar en detalles), aunque es posible que esa pérdida de la virilidad ocurriera debido a una enfermedad de carácter urinario como el mal de piedra y a lo mejor un cáncer de colon o de próstata, agravados con la edad. Se le acusaba al propio tiempo de verse rodeado de una guardia morisca – nada de particular tenía esto porque el rey cristiano se fiaba, lo mismo que Franco, más de los musulmanes que de los cristianos- y de haber adoptado algunas de sus costumbres como sentarse a la morisca y deleitarse con música de adufes, gaitas y chirimías.  Hablaba la algarabía que aprendió de mozo en la campaña de Andalucía porque fue el primer que tomó la plaza de Gibraltar incorporándola a la corona de España.

Tales cargos señalaban que era “una ofensa a la religión cristiana el traer consigo a moros infieles y de holgar y salir a cazar en su compañía y que esta gente eran expulsos o prófugos de Granada donde no habían querido seguir la facción del rey Chiquito (Boabdil) y que forzaban a las cristianas que encontraban de camino”.

Para mí al igual que para muchos historiadores todas estas hablillas son el resultado de la falsedad, del mal ejemplo, el ansia de poder y la hipocresía de aquellos príncipes de la iglesia: el ya mentado Carrillo, el cardenal Mendoza, el obispo de Coria, Iñigo Manrique, el almirante don Fadrique Enríquez que era el suegro del rey de Aragón don Juan padre de Fernando el católico, y era judío converso. Todos ellos más que en el bienestar de sus súbditos y el ejemplo y la edificación de sus fieles tenían su mira puesta en las riquezas, en los devengos, martiniegas, diezmos y primicias. El pueblo esquilmado gemía bajo la bota de todos estos tiranos, algunos eclesiásticos como los maestres de Santiago que por acá dieron bastante guerra y los de Calatrava, y otros de la más encopetada nobleza que se jactaban de traer sangre de los godos y de venir de la pata del Cid.

 La historia demuestra que esta divinización de los templarios se corresponde con una verdadera demonización, con los poderes ocultos Aquellos monjes soldados asimilados a monasterios fronterizos en punto a cristianismo dejaban bastante que desear por crueles y malsines y opresores del pueblo como fue el caso de la trama de la famosa comedia de Lope, Fuenteovejuna: un reitre calatraveño abusa de una moza y el pueblo pide cuentas al rey que entonces estaba por encima de la Iglesia

Le hicieron abjurar a don Enrique en la reunión habida en la villa de Cigales (buen vino debieron de beberse aquellos señores) pero luego el rey como era irresoluto y de carácter inhibido se volvió atrás y se fue a cazar puercos a los montes de la Mocha Chica y de Navalcarnero y ello daría lugar a toda una guerra civil, a las banderías famosas castellanas del siglo XV a los despechos del maestre de Calatrava don Pedro Girón a varias luchas y batallas entre castellanos y portugueses por culpa de la Beltraneja: las batallas de Toro y Albuera y al tratado de los Toros de Guisando, un punto de inflexión en la historia española, pues no hay mal que por bien no venga, en el que Enrique IV nombra su sucesora y princesa de Asturias a su hermana Isabel.

Hay en Segovia o había dos olmas principales. Una era la de San Miguel donde fue jurada reina la princesa de Asturias un 12 de diciembre de 1474 y otra la olma del convento de San Antonio el Real paredaño al palacio del monarca.

La leyenda dice que fue el rey nuestro señor don Enrique de Trastámara el que la mandó plantar y yo la he visto oronda y solemne echar ramas muchas primaveras a este prodigio forestal pues estaba cerca del Campillo, donde comienzan los arcos del acueducto y donde yo jugaba de niño al fútbol en los terraplenes del campillo. Esta olma fue talada en los años 80 a efectos de la grafiosis una enfermedad forestal que acabó con nuestras famosas olmedas, pero la conseguí fotografiar.

Cuando iba a mi pueblo ante esta olma me cuadraba y me echaba a temblar, guay de mi España. Don Enrique al que tanto quisimos en Segovia porque fue un poco el alma de la ciudad, que recibió como señorío propio a la edad de catorce años de su padre el rey don Juan II y a la que gustaba de llamar mi Segovia no fue ni tan impotente ni tan malo como argumentan sus detractores. Es un consuelo saber que “tenía una grande verga”, una buena polla castellana, vaya. Con lo que querrá decirse que era un hombre como los demás, ni mejor ni peor, muy campechano y convival como eran en otra época los que nacieron a los pies del acueducto, que gustaban de comunicarse, darse los buenos días, acudir a las ferias y a las bodegas, echarse de vez en cuando una cana al aire, devotos hasta cierto punto y don Enrique profesaba un fervor muy significado a san Antonio de Padua y pertenecía a la cofradía de las cinco llagas, (lo enterraron en Guadalupe de hábito franciscano) pero sin pasarse, amante del traguillo en la bodega y una charla con los amigos ante una ración de escabeche bonito de cubillo en que se contaban historias de cuanto entonces y se adobaba la conversación entre besos al jarro y de hoy en un año, salud es lo que hace falta, que en el cielo le veamos, si se brindaba por un difunto, con retraheres y chascarrillos, en una palabra, un castellano de pura cepa, nada engreído y al que la corona le venía un poco grande y acaso el cetro le pesara más de la cuenta, prefería la cachava. ¿Entonces por qué le difaman? Por crueldades de la política y por veleidades del destino. Trataremos de esclarecerlo en este libro.  La historia -vuelvo a insistir- en este país no la escriben los vencedores sino los traidores.

 

 

 

 

 

XLVIII

 

ENRIQUE IV Y LA IGLESIA

 

La iglesia española había adquirido un gran poder e independencia frente a Roma gracias al llamado Cisma de Occidente. Una gran parte de los prelados de Castilla y Aragón se inclinaban por el pontífice de Aviñon en cuya sede se instaló uno de sus nombres de mayor relumbre: el Papa Luna Benedicto XIII. Hubo obispos tan significados como el primado de Toledo, Gil de Albornoz. Que estuvieron con la “legalidad” y la legalidad entonces no era el Vaticano.

 Se produce entonces una literatura y una tradición irreverente hacia la primacía papal habida cuenta que el poder en este lado de la cristiandad residía en el episcopado. Roma estaba lejos y no tardó en condecorarse con una aureola negra de corruptelaS, perversidades, puterío, practicas simoniacas y esta corriente de opinión se detecta en autores castellanos como Juan de Mena, el Marqués de Santillana, el Arcipreste de Hita y el de Talavera. Estas invectivas se disfrazan de alegoría como en el “Laberinto de Fortuna” (en la corte de Roma se excomulga a los vencidos y a los vencedores se corona”) y otras son más directas como en el “Libro del Buen Amor” (yo vi en Roma do es la santidad que todos al dinero facían humildad). La Silla Apostólica es considerada un comodín y como juzgado de última instancia para dirimir litigios eclesiásticos, sobre todo, pleitos matrimoniales.

 Enrique IV quiere ver anulado su matrimonio con Blanca de Navarra y ello ocasiona una de las muchas contiendas civiles entre el príncipe de Bearne y la corte castellana. Pío II reclama dineros y da largas. Esto de las nulidades matrimoniales va a ser uno de los grandes negocios del palacio de San Juan de Letrán. Entre los reinos cristianos veían en el Papa la última ratio o suprema corte de apelación cuando querían dar marcha atrás en sus bodas, y éste con estos dimes y diretes y sus monseñores hacían caja. Caso palmario fue el de Enrique VIII cuando repudió a su legítima Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. Los talamos regios estaban inquietos ahora y entonces. El sexo ha sido una fuente de divisas para la curia romana porque así son los humanos y porque el catolicismo se ha entendido como un problema de bragueta desgraciadamente en desdoro de las enseñanzas evangélicas. En sus predicaciones Jesucristo pasa de largo y como de puntillas en lo que se refiere a las relaciones entre hombre mujer. Sólo anatematiza contra aquellos que promueven el escándalo pero aquí tenemos a toda una ingente masa de confesores, curadores de almas y directores de conciencia que con mentes enrevesadas sembraron el bullicio, los escrúpulos y el dolor en muchas almas tiernas, haciendo caso omiso de los traumas que han causado en sus dirigidos cuando se han producido abusos sexuales.

 La Moral y los Cánones nos llevarían siempre a un terreno pedregoso de quien peca, cómo y con quien. Por ejemplo, en la edad media se consideraba un pecado muy gordo ver desnuda a la mujer. Sólo estaba permitido el coito dentro del tálamo conyugal y así y todo sin morbo, a pelo, el aquí te pillo, aquí te mato porque incluso dentro del lecho canónico, el goce se consideraba una desviación de la moral cristiana. De Roma llegaban las bulas de cuaresma, los reescritos, los anatemas, las sentencias inculpatorias por concubinato o la absolución de culpas que eran materia reservada al Papa. Estas prácticas se consideraban una rutina pero el pueblo era muy creyente, creía en el cielo, el infierno y el purgatorio, y al morir dejaba mandas de misas y de limosnas o hacía donaciones pro ánima que tanto han enriquecido a la Iglesia. Los obispos eran magnates y sus clérigos próceres.

Gozaban de inmunidad penal y en parte su poder se acercaba al de los mismos reyes. Sin embargo, dentro de esta jerarquía corrupta y dominante de los siglos XI al XV, cuando los arzobispos eran próceres y señores de horca y cuchillo, nunca estuvo el cristianismo tan arraigado y seguro de sí mismo pese a las limitaciones de sus pastores que a veces eran lobos disfrazados de piel de oveja, ni fue tan firme la fe. Existía el convencimiento de que el cristianismo era la religión verdadera y mi país con razón y sin ella. Se moría por esa fe. ¿Por qué? Porque había un propósito común de avance frente al Islam y una liturgia que se extendía por toda Europa desde Portugal hasta Suecia y desde Inglaterra al Principado de Moscú. ¿Y el Papa? una especie de cuarto dios después de la Trinidad, como señala Clarín. Entonces la Iglesia tenía un cuerpo muy grande y una cabeza pequeñita que no se asomaba a la televisión y vivía prisionera en San Juan de Letrán, lo que exacerbaba su carácter mágico. Se le besaba el pie y todos los reyes querían ganar como mejor trofeo de sus vidas la rosa de oro o ser proclamados defensores de la fe como ocurriría con Enrique VIII de Inglaterra el cual despechado en sus anhelos de disolver su matrimonio con Catalina de Aragón, se puso de manos traseras, renunció a esa fe que defendía y fundó una iglesia por su cuenta. Al intentar rebasar el límite de sus competencias el pontificado se produjo la hecatombe religiosa de la edad moderna. En parte Roma tuvo la culpa de Lutero y de Calvino.

 La otra culpa de la rebelión la tuvieron las epístolas de San Pablo que desencadenaron una tormenta de fundamentalismo y de Biblia a palo seco. Castilla se va a quedar sola en la quijotesca defensa de la utopía papal aunque los castellanos fuesen poco fervorosos en sus prácticas religiosas pero siempre respetaron la tradición. Enrique IV, aunque tibio con moderación, favoreció a los franciscanos y hace donaciones y mandas para que las Clarisas abriesen dos conventos en la ciudad. En uno de ellos estaba instalado su palacio y esta generosidad hacia los frailes menores se repite en Madrid y en Toledo donde dice la tradición que tuvo amores con una monja que era priora de aquella congregación.

La consecuencia a extraer de esta interpretación es que con frecuencia hacen más por Jesucristo los que se consideran a sí mismos pecadores que santurrones. Porque tan importante como la fe es la tradición y es por ende que al convertirnos en martillo de herejes en Trento los españoles nos enfrascamos en la defensa de una causa perdida. ¿Ocurrirá otro tanto con el mundialismo, el entendimiento entre civilizaciones de ZIP? En las Gesta Hispaniorum sale a relucir esta desconfianza hacia la primacía romana que se compadece con la alegría de vivir aunque fuese en pecado mortal. Los obispos no solían decir misa a diario, tarea que delegaban en sus capellanes. Únicamente oficiaban en las solemnidades. Y éstas tenían un poco de convención social y un mucho de espectáculo porque la Iglesia no consiste meramente en cánones y en casuística. Relata un historiador del siglo XVII que un confesor niega la absolución a un penitente porque había tenido cinco cópulas con su mujer en una misma noche… quinque in eadem noctem; eso era lascivia y un mal uso del sacramento del matrimonio destinado a la procreación no al deleite. Esta obsesión sexual que tanto daño hizo a la iglesia puede que sea una aberración de su doctrina soteriológica. La iglesia es también filocalía, culto a la belleza, melodía y misterio.

 La misa no viene a ser más que la representación alegórica y teatral del drama de la redención. Después de eso, que cada uno haga de su capa un sayo y allá con su conciencia. La norma evangélica es el ideal al que aspira todo bautizado a sabiendas de que contempla una meta inalcanzable. Los hombres hemos sido fraguados en barro.

 La fe del carbonero tan denostada tiene entonces lados inefables. Y un poco es la fe del carbonero la que practica Enrique IV quien no acaba de entender al primado Carrillo, su enemigo jurado. Se muestra humilde y pese a todo mantiene en su corte a un cabildo de capellanes. Uno de ellos será Diego Enríquez del Castillo quien escribió la crónica de la batalla de Olmedo pero un día que se fue de putas le robaron el ms. Seguramente los parciales de Alonso de Palencia.

Quinque cognitiones in eadem nocte. Que barbaridad. Entonces los había que eran superman. Sin embargo a estos clérigos disolutos, a estos obispos que iban a la guerra y tenían sus mancebas, creo que nadie se atrevería a profanarles una capilla o entrar una noche en un templo a robar hostias consagradas. Los culpables se expondrían a un buen ladrillazo de Roma. La iglesia de entonces era plaza fuerte. En la actualidad se bate en retirada y eleva a los altares a jerarcas tan dudosos como Wojtyla. Yo me quedaría con don Alfonso Carrillo que sigue ostentando su báculo y su mitra en esa estatua de bronce de Alcalá mirando para Cisneros que tampoco era manco por eso cabo y se fue a pelear con el sarraceno a Oran. Pero este concepto de la fe se defiende con la espada y de que la letra con la sangre entra la habían asimilado los cristianos de la tradición muslímica y de los largos años de brega durante la Reconquista. “Mete tu espada en la vaina” recomienda Jesús a Pedro en el huerto de Getsemaní cuando Cefas en un arranque de coraje corta la oreja a Malco uno de los que bajaron a prenderlo. Ciertamente el pensamiento cristiano es pacifista y “dejado” en los brazos de la Providencia pero la religión católica la integran seres humanos pecadores y de la misma forma que los mahometanos no siguen la ley del Corán con frecuencia y los judíos caminan por la historia de espaldas al Sinaí porque también son pecadores no se puede pedir peras al olmo ni exigir la perfección a la jerarquía eclesiástica de la cual ellos carecen. Esta actitud es muy condenable pero se encuentra muy extendida cuando se recrimina a los seguidores del Crucificado matar en nombre de la Cruz. Sin embargo los ocho siglos de la Reconquista ¿no fueron una guerra defensiva y, en cuanto tal, perfectamente lícito el batallar?

 

 

 

 

XLIX

 

 

EL CRONISTA HERNANDO DEL PULGAR Y ENRIQUE IV

Y vi a don Hernando aplicado a su pupitre cálamo en ristre yugo y atril escribiendo en las largas noches de invierno en su aposento del castillo de Coca. Cartas fueron venidas y consejos anotaciones bíblicas para el que quisiera llevar. Al obispo de Tuy Diego de Muros arrojado a una prisión de Coimbra por haber echado en cara al rey de Portugal don Juan segundo sus insidias contra Castilla, corría el año 1478 y el poder regio primaba sobre el episcopal. Los mastines de la grey ladraban desde el púlpito excomuniones con brios apocalípticos. Los profetas y los que decían verdad eran arrojados al foso de los leones. Iban y venían con sus sacos al hombro cargados de profecía.

Ese año de 1478 nació el príncipe don Juan y todos creyeron que era el precursor o Mesías de las Españas que por entonces no era sino Hesperillas, nombre que debía al de una estrella speros que seguían los marineros griegos cuando viajaban al oeste en busca de las columnas de Hércules pero hete aquí que las famosas pilastras se estaban derrumbando pero este clérigo escritor proponía servir a dios con devoción, al rey con lealtad y a la patria con amor. Escribe a la reina doña Isabel instándola al aprendizaje del latín que le enseñaba Beatriz Galindo y dice que es lengua zahareña que no se deja aprender de los que tienen muchos negocios y preocupaciones en la cabeza pero muy recomendable. Al paso advierte a un canónigo de Sevilla tiempos revueltos y algaradas por lo de los cristianos nuevos que trajeron divisiones discrepancias, descalificaciones sobre la mala condición inquieta de natura de los españoles. El tal canónigo llegaría a ser cardenal de España y era converso pese a su apellido Pedro  Hurtado de Mendoza. “Los hispanos, señala, en la guerra son perezosos y en la paz escandalosos”. Tenía buen ojo clínico don Hernando y hace una evaluación periodística del mundo que circunvolaba en torno a su mirada aunque no deja de reconocer que se siente parcial del bando isabelino y detractor de don Enrique. Admite empero que el monarca lo era todo menos cruel porque a diferencia de otros ostentadores de cetro y corona de su tiempo – Juan de Portugal mató a su privado y a su propio hijo; en Navarra los envenenamientos estaban a la orden del día y el rey de Aragón respondía a las venganzas catalanas con la contundencia sangrienta y homicida del badajo de la campana de Huesca- no colgó a nadie y los desmanes en Castillas corrían a placer porque en los patíbulos crecía la hierba. ¿Por pusilanimidad del rey absoluto o por bondad? Vaya usted a saber. Lo cierto es que cualquier historiador avisado ha de notar una carga de animosidad contra sus personas. Es destacable en este terreno el rijoso Palencia clérigo de origen converso. También lo era Pulgar aunque no llegase a los extremos de animadversión de aquel rey cazador y abúlico que se convergería en el risum teneatis de los nobles de las intrigas lusitanas de los obispos en especial de del primado Carrillo y de Navarra. Le habían hecho casar a la fuerza con una princesa que llevaba las tres efes fatídicas de ser fea floja y fría y colorada[4]. No hay que preocuparse. Eros y Tanatos se unen en el mismo lazo y la muerte es el último de los dolores terribles pero dura poco lo mismo que el coito sexual.

Quemaron Escalona por entonces y otras muchas ciudades de Castilla a causa de las rivalidades y bandos entre las casas ducales, las episcopalías y los maestrazgos el de Calatrava con el de Santiago, el de Avis con el de Montesa. En el cerco de Montánchez por ejemplo perecieron mil jinetes y doscientos ballesteros. Toledo estaba revuelto y a favor del rey portugués. En Sevilla serían provocados desmanes por los conversos y hubo un asalto a la aljama. El pueblo se alza en armas contra la usura de ciertos prestamistas y el lujo y la lujuria de la iglesia dominada por antiguos rabinos. El biógrafo jurado de los reyes católicos escribe una carta muy sentida a la reina y ésta otorga el perdón general. Lo acontecido en Sevilla se relaciona con los desmanes habidos en Burgos cien años atrás y en Segovia casi paralelamente, en Toledo y en Zaragoza.

Pulgar entona un misereatur y aduce razonamientos del antiguo testamento que conocía bien y de los que están trucados sus cartas y sus comentarios a las coplas de Mingo Revulgo. El arzobispo hispalense es preconizado cardenal de Toledo. Se inicia la primacía de los Mendoza de gran importancia en la iglesia castellana.

Entona don Hernando el misereatur y le dice a la reina que mire en su magnanimidad cómo los hombres son todos inclinados al mal y le hace advertencias de la mala índole de los españoles quejándose de los tiempos disidentes y banderizos que corrían, suplica clemencia y doña Isabel se la concede.

El conde de Cifuentes cae prisionero de los moros en la batalla de Atarija. Muy afligido debió de estar el buen conde en su mazmorra cargado de cadenas. Como en el famoso romance no sabe cuándo es de día ni cuando las noches son si no es por una avecilla que le cantaba al albor, matosela un ballestero, dele dios mal galardón. Vía epistolar le consuela el buen cronista diciéndole que aprenda árabe pero maldita la gracia que le debía de hacer a Cifuentes iniciarse en la algarabía. Pagaron su rescato en una fuerte suma de ducados y regresa a sus posesiones alcarreñas harto enojado el prócer.

Muchos buscan el tenue consuelo de la filosofía. Estas décadas turbulentas en que el feudalismo da sus últimos suspiros están llenos de senequismo. Las gentes de bien emigran al exilio interior, el alma contrita. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. En la corrupción de las costumbres están la destrucción y la muerte mientras los predicadores, esos mastines de los que hablan la Coplas de Mingo Revulgo, no dejan de proferir en sus broncos ladridos al barruntar el cerco de los lobos a la majada advertencias apocalípticas sobre el enojo de la divinidad contra una humanidad corrompida. Poco más o menos, la misma situación que hoy. Es por lo que el cardenal Mendoza, un converso, establece la Institución de Sevilla 1478 con enojo del maestro Pulgar que trasluce su disgusto y ciertas simpatías con los herejes y tacha de albardanes o burros a quienes critican su postura. Los quiciales sobre los que se soporta el cancel de las puertas del firmamento ceden a la furia de los tiempos. Escribe una carta, desengañado, a una hija monja profesa clarisa en Dueñas alabando su decisión de haber abandonado el siglo y haberse sacudido el yugo del matrimonio y vivir alejada de los miedos, los locos gozos y discordias, las lides acechanzas, iras, enemistades, mentiras, lisonjas, engaños, porfías, ambiciones, envidias, osadías, lujurias, fuerzas y estupros, menguas, pobrezas, adulterios, sacrilegios y herejías, calumnias, juicios inicuos, trabajos y latrocinios del mundo. Al trasluz de esta lista de maldades se observa que el ambiente no ha cambiado demasiado en las mentalidades del hombre del siglo XV y del XXI. El hombre, agrega citando a san Agustín, no puede vivir sin trabajo, sin dolores y sin temores. Avanza la técnica, llegan nuevos inventos pero la condición humana sigue idéntica a sí misma pese al celo de los moralistas, las evaluaciones y directrices que formulan los sociólogos y psicólogos. Es consuelo el que da la religión a los perdedores. Según él, guarda de los peligros y alegra el corazón aparte de que permite ver los toros desde la barrera, nos dice aquel padre desengañado y que recuerda con tristeza sus alegres años de estudiante en la Sorbona donde se encuentra con un compañero que había tomado el habito de los dominicos y le dijo que si no hubiera pecado tanto no habría aborrecido tanto el pecado. Una anécdota parecida a la que se produciría medio siglo más tarde cuando Ignacio de Loyola amista en Paris a Francisco de Javier. De qué te sirve el mundo si pierdes el alma.

Lejos del inmanentismo actual aquellos castellanos creían que esto era un valle de lágrimas o una mala noche en una infame posada. Lo importante, de lo que se trataba el existir, era la salvación del alma.

Hay en estas letras o cartas observaciones meteorológicas. Los siglos medievales terminan en el décimo quinto en que se enfría la tierra. Acontecen grandes rigores climáticos. Las montañas y los mares desatan sus furias y Pulgar ve también en esto una señal del dedo de dios.

Al obispo de Coria a cuya silla accede desde el decanato del cabildo toledano le dice que siente acidia y que le repugna el escribir porque estoy cansado de tanta muerte, tantos robos, asonadas, fuerzas y desafíos cada día más abundantes en las diversas partes de estos reinos. Don Francisco entra en su diócesis a lomos de una pollina blanca el año 1473. Descendía de conversos lo mismo que Lope Barrientos que ocupaba la silla de Cuenca y autor de Tizón de la Nobleza Española. La idea de la honra preside las relaciones y las cosas  hasta la desmesura al igual que el más allá.

Y es la religión el eje de marcha de la reconquista. El infiel tiene que ser dominado o convertido y que la cruz ha de triunfar sobre la media luna y el candelabro del tartaja. Ningún otro país del mundo fue víctima de ese ideal a excepción de los Estados Unidos que trata de imponer el parquísimo democrático como un dogma de fe. Como resultado de esta aspiración y de tratar de aplicar tu religión, tu forma de pensar a viva fuerza se desencadena la guerra y como bien demuestran las calendas de la actualidad que hoy son los telediarios. La mercadotecnia norteamericana vive por y para la guerra porque la guerra reditúa muchos más beneficios que la paz. Ya los romanos adoraban a la diosa Belona como compañera de cama de Mercurio. Las armas que arruinan y destruyen no pocas vidas y ciudades a una pequeña minoría les hacen ricos. Recordemos las arcas llenas de arena con que el Cid Campeador engañó a Raquel y Vidas haciéndoles creer que guardaban oro. Un detalle significativo que demuestra que en la Reconquista las aljamas hebreas tanto en la zona cristiana como entre los muslimes gozaban de la protección del rey castellano y de los taifas porque subvenían los intereses bélicos de unos y otros, prevenían las escuadras, dotaban de maquinaria de destrucción (espadas, torres de asalto, testuces, pólvora y artillería) a los ejércitos. Campos de Haceldama, el oro de Judas, la maldición del progreso, la usura como palanca de cambio. Claro que la táctica se volvió contra ellos en 1492 y esto forma parte de un asunto clave y misterioso- el bando de los poderosos hebreos se decanta por Isabel y luego ésta los expulsa- determinante la gobernación del último de los Trastámara tan denostado por sus enemigos. Detrás de su supuesta afeminación, relajo, impotencia del rey de la granada y del agridulce reinar se encontraba el auge del pensamiento castellano, de las artes, la literatura y la ciencia. El afán  de utopía del alma grandiosa castellana que soñaba otros mundos. Y detrás de don Enrique mal llamado el Impotente estaba la corte de su padre don Juan II con su estadillo de poetas, astrólogos, sus frailes iluminados, sus geógrafos. Nada surge por generación espontánea.

En Hernando del Pulgar se echa de ver esa típica melancolía española del escritor que se siente inerme de tanto batallar y solo, profundamente solo, recordando las ansias de su juventud, las izas y rabizas, el baile de la chacona con sus recuerdos de la vida bona, los amoríos ardientes que siembran la melancolía en el corazón apagado ya y sin fuerza de un viejo prostático e impotente. Amar después de los sesenta es hacer el ridículo. Cruzada esa raya liminal, los hombres se ven obligados a un voto de castidad forzosa. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar como escribió aquel gran poeta de la corte de Enrique IV, Jorge Manrique.

 

 

 

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ENRIQUE IV Y LOS JUDÍOS

 

Se ha intentado comparar a Enrique cuarto con Carlos II el Hechizado pero todos los historiadores son contestes de que no puede haber parangón tal. El Trastámara era valiente- fue el primer monarca que devolvió a España el peñón de Gibraltar y resultó herido en la toma de Archidona al poco- vicioso amante del vino y de las mujeres aunque es posible que también de los mozos y la sospecha de su bisexualidad no probada habrá de ser investigada, muy poco rezador y su amistad con los moros le hace ser sospechoso a algunos de sus contemporáneos de sectario de Mahoma. Le gustaba la caza, correr toros y cañas y más de alguna vez se le vio en algún torneo sobre el palenque pese a su horror a la sangre por las heridas inferidas en el asalto a las almenas de Archidona. Mientras el Austria era un imbécil y un caso clínico de los desastres a los que puede llevar la naturaleza: enano, casi deforme y supersticioso, puesto que creía en fantasmas  y en aparecidos. No Enrique IV no fue el baldón de la monarquía absoluta ya que en su época de convulsiones, revueltas y aventuras se crearía el germen de la unidad de la patria. Su hermanastra Isabel va a recoger el testigo. Los más calamitosos reinados que convirtieron a España en una caricatura de sí misma fueron dos: uno absolutista con trazas de constitucional el de Fernando VII y otro constitucional con trazas de absolutista el de Juan Carlos I al que puso Franco. Éste no solamente no ha recuperado Gibraltar sino que entregará Ceuta y Melilla a su primo el alauita y puso el país a los pies de los caballos norteamericanos que estampan sus cascos apocalípticos contra el empedrado internacional; la eventual secesión de Cataluña, el pavoroso desempleo juvenil, la llegada en masa de inmigrantes de todos los rincones del planeta y seres tan despóticos y repelentes como los que nos desinforman y nos desgobiernan. Con don Enrique España aun en agraz se estaba fraguando mientras con don Juan Carlos se descompuso y esto parece la corte de los milagros trufada de una turba de soplones y aduladores... Y todos estos buitres, epitome de la ambición y las ansias de poder dejan muy pálidas las esferas de aquellos maestrantes y magnates de la nobleza castellana de la decimoquinta centuria castellana: El primado Carrillo, renegrido, petizo, hombre correoso, generoso con los de su bando, violento, infumable eclesiástico, los obispos de Coria y de Mondoñedo, don Pedro Girón, don Suero de Quiñones el del paso honroso del Órbigo, el duque de Betanzos y otros muchos de la cuadrilla. Que aquellos prelados al lado de los “modelnos” se han quedado en hermanitas de la caridad. Ellos nos han tirado al lago de las pirañas. Con ellos por ellos y en ellos España va cuesta abajo.

 El solo hecho de haber ganado la plaza de Gibraltar al año siguiente de ser coronado debiera de hacer del Trastámara uno de los monarcas más honorables del elenco, pero aquí hay una conspiración sepulcral para los hechos medulares y los hombres que los claros varones de Hernando del Pulgar hoy son botarates se publica la gallofa, se persigue a los buenos escritores y los libros escritos en el reinado del Rey Felón duermen el sueño de los justos dentro de un cajón, olvidados en un altillo o una gaveta. En cuanto a lo de impotente vayamos por partes Porque ahí queda el testimonio de las putas de Segovia que don Enrique estaba mejor armado que un carabinero. Es un hecho ineluctable que se enamoró de una azafata portuguesa de su segunda mujer doña Juana de Portugal que se llamaba doña Guiomar de Castro. La reina la echó fuera de Segovia pero doña Guiomar siguió siendo visitada en Arévalo donde la puso casa y renta; y otro de sus romances lo tuvo nada menos y nada más que con la abadesa de un monasterio de Toledo que se llamaba sor Benilde. ¿No haría Enrique IV a pelo y a pluma? Que va o por lo menos no era tan impotente como dicen los que le calumnian.

Entonces, ¿de dónde le viene tanta infamia? Muy fácil. Sus relaciones con los judíos adquirieron un sesgo poco favorable porque ya en tiempos de su padre últimos años del reinado de Juan II se produjo el ultraje sacrílego de las sagradas formas en la iglesia de San Facundo que conmovió a la ciudad. La hostia que hervía en un caldero de la sinagoga empezó a subir por el aire y se produjo el llamado milagro de la Catorcena. Parece ser que tales actos sacrílegos suelen producirse cuando los judíos tienen mucho mando y es suceso continuo y lamentable en la España de 2011 al igual que lo era en la España de 1418: quema de las puertas de la iglesia católica de Santa Catalina en Majadohonda, atentado contra varios templos de Barcelona, robos de copones en los Caramancheles y así sucesivamente. El hecho en la Segovia del siglo desencadenó toda una conmoción popular. Esa enemiga o animadversión no sé si justificada pero real tenía un trasfondo económico porque los judíos eran los alcabaleros y freían a impuestos a la comunidad. Por otra parte se daba el hecho curioso de que los hijos de Moisés se bautizan aunque en oculto sigan practicando la Ley Vieja. Este parece ser el caso de Alonso de Palencia burgalés que era algo pariente de Pablo de Santamaría el rabino de Burgos que convertido a la fe de Jesús llega a arzobispo y su hijo Alonso de Cartagena al que se atribuyen las Coplas del Provincial y que sería obispo de Málaga era pariente de Palencia. En ese contexto habría que examinar el origen de las opiniones que vierte contra el soberano embadurnadas de contumelia y de hechos reales. Medias verdades. Su IV Década alude a las indecisiones y a los calamitosos sucesos por las burlas que cundían por todo el reino sobre los cuernos que le puso don Beltrán; sin embargo, su paternidad la reconoce su propia mujer doña Juana en Buitrago cuando es interpelada al respecto por el cardenal de Albi cuando iban a casar a la Beltraneja con el rey francés.

-¿Jura, Majestad, que Juana es hija del rey su marido?

-Sí, lo juro- dijo la portuguesa con un acento que tenía cadencias de fado. Su voz se perdió por los montes y valles de Somosierra

Se pasa por alto el que plantara por vez primera vez el pabellón castellano en la Roca de Gibraltar y amen de eso fuera el promotor de las guerras de Granada. Mucho apreciaba a los moros porque hablaba el árabe y había adoptado algunas de sus modas o lucía en el campo armas arábigas pero fue el primero en darse cuenta de que la unidad nacional tendría que tener un trasfondo de unidad de las tres religiones a la sombra de la cruz. Su hermana Isabel recogerá esa antorcha.

 

 

 

 

 

 



[1] nutria
[2] Verbena en bable
[3] mean
[4] Según los fisiólogos la impotencia supuesta de don enrique pudo deberse a que las pelirrojas no suelen ser buenas compañeras de cama en el lecho conyugal, Marañon por lo menos reconoce que  la flojera sexual de su biografiado era parcial



[i].Dives toletana, sancta ovetensis, pulcra leonina, fortis salamantina, ebúrnea burgalensis. Un adagio que se atribuía en la España medieval a las antiguas catedrales.

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