BESULLO EL
PUEBLO DE CASONA (viaje a los Ancares)
Voy pa Anchares y en el camino se me aparecen un
culebre y una xana Voy pa Yánez voy pa Llanes voy pa la vega rozada. Muchas
coplas guarda el roncón de la mi gaita. Como la mi gaita no encuentres otra.
Asturias mágica. Cantiñas de camino… los arrieros de Bembibre y caminito de
Avilés un carretero cantaba al son de los esquilones que su carrete llevaba...
marinerito arría la vela que está la mar tranquila y serena… noches de ronda y
oscuridades de calella que a carro volcado todos son carriles y enfilo la
carrilana por la vieja calzada romana que unía Astorga con Pravia. Asturias es
Roma y el Bierzo la provincia más romanizada de la citerior. Ni celtas ni
moriscos ni vacceos ni judíos ni aljamiados ni fenicios. Aquí Roma dejó su
impronta triunfal y este es desde
entonces el sello de la raza. Mis ancestros según he logrado saber por una
carta puebla que expidió el rey don
Alfonso X que gloria haya con privilegio rodado fueron traídos de pa allá
cruzando las sierras y el llano hasta la frontera más allá del Duero casi a la
fuerza desde estos nidos de golondrinas encaramados entre peñotes que determinan
esta parte de la cornisa cántabra la que va desde las dos Cangas la de Onís
y la de Narcea haciendo escala en Tineo
hasta la caput de la Legio séptima gemina que obra como Asturica o Astorga la
bien cercada robles, carvayos, campamentos. Nos ufanamos de venir de la pata
del Cid pero a lo mejor somos procedentes de la cáliga de un centurión y
saltamos hasta la tierra rojiza de las rojizas tierras y gualdas parvas del
Duratón desde la galea de un milites o un equites. Sangre de godos ni moros ni hebreos
en este tierra de chaparros sardones y chabascas todo el cantar de juglaría los
endecasílabos sonantes y tonantes del romancero metidos en un zurrón. Cantos de
siega.
Ya se van a segar para el bierzo los mis
amores
Quiera dios que no caigan muchos calores….
Suspiros daba la niña suspiros daba
A cada manadica suspiros daba
Mi memoria se puebla de canciones mientras ando por
sendas escondidas de la España heroica y encaramada del el recio bronce de mis espadas el bálago
de mil techumbres de las pallozas circulares y cuadradas la vaca que muge la
oveja que bala apriscos en el monte y para espantar al Nuberu y a otros
diantres enredadores moradores del bosque animado canto recio y muy a lo
zamarro…
Dicen que los bueys de xuan non quieren comer la hierba… llevarlos a
beber agua a la fuente de la peña…
Las brañeras en la braña dan la
leche a los galanes…
Debajo de mi ventana tengo un
puñal escondido para matarte mañana si no te casas conmigo… amor mío vienes
tarde has de dormir al sereno que el sereno de la noche para los hombres es
bueno… viva Ancares viva Ancares y también viva Castilla tengo el amor
castellano y yo también quiero que viva.
Sabes más que el cancionero
de Juan de la Encina, Verumtamen.
-
Alguna sé pero se lo debo ese
genio mayor de la historiografía que es Joaquín Díaz. El odre de mi gaita está
lleno de sus viejas tonadas en candencia del bable. De su alegre
melancolía. Tengo el amor ausente y
estoy llorando la despedida... la despedida es corta la ausencia larga quiero
que te diviertas y no me olvides prenda del alma
-
Ya veo que no eres un renegado ni un chaquetero ni que tu moral es acomodaticia. Así te luce
el pelo.
-
-Ni enaciado ni elche ni enaciado ni mudéjar tornadizo. Pero estoy contento con mi conciencia ahora
que todos van a adorar al zancarrón. Ya sabes: Mahoma era epiléptico y fanático
al igual que todos los que padecieron de la gota coral: San Pablo, Napoleón,
Cesar, Dostoievski, Harry Truman… la historia es una crónica que no cesa de
furores… ay todos estos venados. Por eso adoro a Cristo que era manso y dulce y
perdonador, políticamente incorrecto y odioso a los impíos del sanedrín. Los
desarmó con su dulzura. Por eso lo crucificaron
-
-Pues lo llevas claro, Verumtamen; con esas ideas no se puede andar por
la vida. Hoy todos matan al marrano y cuando les mientas la palabra cristiano,
Franco o jalufo echan la pota.
-
¡Si serán cabrones estos vasallos del rey felón los alcayotas de don
Juan Bebo- Bebón que se pimpla de bourbón
y todos esos sátrapas!
-
-Mira Cela habría escrito la Colmena y tres o cuatro obras importantes
pero sólo era conocido por sus habilidades aerofagias coprológicas. ¡Qué tío!
Era capaz de absorber un litro de agua por el ano hasta que se circundó,
aljamiase, y luego vino rodado, el dinero la gloria, y todo lo demás. Hasta le
dieron el Nobel.
Triste me pusieron las reflexiones de mi camarada,
amargas son las verdades de la vida pero yo iba escapando de la España
adocenada o abroncada, atiborrada de hastío y de sitcoms y caminaba a la
procura de la España heroica que este agosto no nos da más que izas y rabizas y
ahí está Cayetana con su maromo el funcionario que ficha y está en nomina
centro de atenciones diz que gallina vieja sólo pone cuando la colocan debajo
del pico de un gallito joven que la monte y estos son nuestros quiquiriquíes
mediáticos. Eso y las capeas. Aplica tu cogüelmo Quosquetandem y no dejes
títere con cabeza.
-
Sea lo que tú digas Verumtamen.
-
Pues digo que ya Jovellanos hablaba de los peligros de los encierros
criticando las malas costumbres de sus paisanos. Un día de encierro –escribía-
desperdicia los jornales de un pueblo. Las visitas a los colmados y los paseos
por la dehesa apartarán a los jóvenes del tajo y del taller desde la víspera.
Agrega otra noticia. Para los encierros son necesarios cabestros viejos que
sean capaces de conducir a los erales sus hermanos arropándolos por las
empalizadas y sendas de recibo… cuando la gente divisa la mangada por el camino
ya vienen… ya viene y empieza a dar voces y a chicolear al ganado. Entonces son
necesario las hondas de los gañanes y la aguijada del mayoral. En el ínterin se
prepara un jolgorio cuando los bueyes entran en el callejón entonces algún
novillo rezagado tira derrotes contra todo lo que se mueve… el toro embiste
porque siente miedo. Gran verdad la que expresa en este párrafo el gran
polígrafo.
Pensando en
todas estas razones y sinrazones Quosquetandem y yo- mi alter ego que a mí me
dicen Verumtamen llegamos a Cangas de Narcea a boca de noche. Allí el Nuberu y el culebre y alguna que otra
xana levantisca nos aguardaban bajo la capa de la peregrina. Besuyo quedaba
cercas y queríamos rendir viaje en los lares del gran Casona pero como no nos
vagaba nos quedamos en Cangas a hacer noche donde nos acontecerían algunos
sucesos que se referirán adelante.
Demetria es un personaje que surgió de la pluma del
gran novelista avilesino Armando Palacio Valdés. En la protagonista de La
“Aldea Perdida” se trazan los rasgos del carácter de la mujer astur y el
cronista, el amanuense, el reportero que viaja y huye, tal vez de sí mismo, y
que va camino de la encartación geográfica de los Ancares (volverás a región) y
que había leído mucho de este tema cuando era muchacho se va a encontrar a la
heroína de sus sueños en un baile de rueda la noche de san Juan. El baile de
rueda que se baila al de por junto y con los dedos entrelazados no tiene nada
que ver con estas danzas modernas que han traído los americanos donde cada uno
se menea o contonea por su lado como dios le da a entender. Está sujeto a unas
reglas de pasos, movimiento y ritmo. Se baila de puntillas la danza prima que
es la jota del norte. En sus punteados se encierra el misterio de algo
telúrico, ibérico, el brío y el salero carpetovetónico al compás de las notas
de la dulzaina, el chistu o la gaita. En sus orígenes era un zapateo guerrero.
Tiene sus componentes eróticos de parada nupcial y al mismo tiempo un sentido
quasi místico religioso en honor a los dioses tutelares de la fecundidad. Marte
y Venus se menean juntos por el corro y nos sacan a bailar. Al escuchar los
arpegios del redoble muchos españoles nos ponemos en trance para adorar la
Madre Tierra. Los filados del roncón hacen pensar en el caramillo del dios Pan.
Algo muy rústico y sencillo pero a la vez muy grande y al escucharlo el alma pega
brincos. Es lo nuestro lo autóctono. El corazón se nos va de romería. Demetria
sin embargo no es una hetaira ni una bayadera ni una bacante sino una moza de
un pueblo con sayas y con mantillas corpiños camisa y enaguas de blonda
cubierta de lana hasta el refajo así y todo su poder erótico es más evocador
que el de esas pilunguis de la tele con las nalgas al aire. Demetria es el
ideal de mujer, la amachu de los
vascos. Asturias es también un matriarcado y se nos aparece en un corro con los
ojos encendidos. El Nuberu y el Culebre bailan también en la hoguera por esos
milagros de la tecnología o por algún duende que se atrinchera dentro de mi
cámara de fotos echándonos una mirada de fuego basilisco como si los dioses nos
advirtieran de que los derechos de la
mujer con tanto feminismo y tanto ministerio de la cosa nunca fueron tan
conculcados. Y es que Demetria ha muerto. La mataron los periodistas y
radiofonistas duro hablar de la violencia de género, quieren acabar con la
gallina de los huevos de oro, destruir a la mujer. En todo esto que está
pasando hay algo satánico de la rebelión
de Luzbel pero nuestro ideal femenino, que nunca existió en la vida real ha
resucitado en un baile de candil de los de antes. Y me encuentro con el
personaje que plasmó mi soñar de muchacho sobre algo tan complicado e incierto
como el Eterno Femenino, el punto de partida
de ese cherchez la femme que
mueve en el mundo y que acaso sea una de tantas trampas que nos tiende la
naturaleza para perpetuarse a sí misma. Somos en el fondo unos pardillos pero
nos arrimábamos a la querencia. Esa efigie de hembra idealizada sólo existe en
nuestra mente… sin embargo, Viva Demetria. Nosotros tuvimos la fortuna de
retratarlos y se nos apareció en la compañía de duendes y trasgos. Por arte de
magia de la noche sanjuanera un asunto clave si se estudia la dramaturgia de
otro gran poeta astur, Alejandro Casona. Que sus mercedes lo disfruten. Y gratis.
Besullo es pueblo abandonado, aldea fantasma, la
casa del poeta del amigo, del admirado dramaturgo – regresó a España de su
exilio argentino fumando tabaco negro, ¡ah Castilla que face los homes y los
desface!, un hombre bueno- que nos hizo soñar en inquietantes señoras que
llegaban a la aurora y que desaparecían luego en un recodo de nuestra adolescencia
para no volver más- María del Sotrondio fue una de aquellas damas del alba, el
eterno femenino, pasó la ronda de la noche sanjuanera, un rostro en el paraíso,
una sombra nada más- y peregrinas que pasaban camino de Compostela y a su paso
por el borde del lago desde el fondo de las aguas subía la vibración de las
campanas de la iglesia de un pueblo sumido cuando construyeron la presa. Creo
que por entonces estábamos en estado de gracia por eso venían visitarnos dulces
peregrinas y escuchábamos el tañer de campanadas en las profundidades de la mar
galana. ¿Dónde se fue aquella mujer que vino en la noche vestida de una capa
blanca y se marchó a la aurora signándome en la frente y dejándome una marca?
XXXVIII
LA HUERTA DEL NISO
Poeta igual a
profeta y Casona anticipa en sus versos
el desmadre de la presa que ocurriría veinte años más tardes en Ribadelago.
¡Aquellas noches de san Juan cuando íbamos a coger la flor del agua, danzas en
torno a la hoguera, fuego mágico! ¿Quién no se enamoró de nuestra Natacha?
¿Quién no zarpó hacia lejanos mares en la barca sin pescador, o contó las
consejas al lado del llar como el cuento de la pájara pinta? Gañía el viento
por la pumarada con las cuerdas de arpa
de las ramas de un manzano y alzaba notas de sinfonía mientras asábamos
castañas y bebíamos el vino nuevo que trajeron hasta estos riscos pumariegos
los arrieros castellanos. Éramos ingenuos y románticos, con la cabeza a
pájaros, los sesos se nos volvieron agua. El teatro lírico casoniano refleja
aquel mundo evanescente. La vieja casa rural que se nos ha derrumbado. Crece la
maleza en la pomarada, las puertas del gallinero desportilladas reciben el sol
a raudales por entre los cañizos del tejado, cayó el hórreo en un airón, se
asilvestraron los perales de la Huerta del Niso que daba gloria verles cuando
el abuelo Pepe los cuidaba y ensillaba la yegua y cabalgaba. Era un abuelo
apuesto y galán. Cortejaba a las mozas de la contornada. Pero un día también
vino a verle la Dama del Alba.
-No tengas prisa Pepín de Xuana pero la hora ya está
cumplida.
-¿Hay pera compota?
Fue su último deseo y fueron sus últimas palabras,
lo único que dijo antes de que se lo llevaran las parcas.
Los criados le velaban en el zaguán bebiendo vino,
contando viejas historias y cascando nueces en aquel velorio rural de hace
cincuenta años. No somos nadie
-De hoy en un año.
-Y usted que lo vea, señor amo.
Escuchábamos con ojos encendidos el romance de don
Bueso o el de doña Alda que cantaban los juglares llegados de tierra de moros o
el de la loba parda y que bien sonaban aquellos versos en boca de los gañanes
cuando conducían al aprisco a la majada. Un rabadán tenía un rabel y un mastín
con carlanca de defensa contra el lobo. Antes de lo lírico fue lo épico y los
héroes de España entonces cuidaban rebaños por estas veredas encaramadas.
¿Resucitarán algún día los gigantes? Alejandro Casona un asturiano cabal
incorpora a su teatro la fuerza del romancero, toda esa lírica oral, historias
sin argumentos, sólo hay que seguir el hilo de la canción y cantársela al que
conmigo va. Lo grande de la vida es inefable e inexplicable. Los límites de la
poesía rozan el misterio y no la toquéis más que así es la rosa. Del corazón
brota una jarcha. Creo que el Romancero es la mejor onza de oro que ha
entregado la literatura castellana al tesoro de las letras universales. Es
genuino. Es anónimo. Es español. Y además se cantaba. Nosotros inventamos los
cantares de gesta y la cosa no tiene vuelta de hoja. De la misma manera he
tratado de incorporar esta mística del romancero al periodismo. Mis
articulitos, humildes, carecen de un tema, pero son algo recitativos que se
cascan como huevos al pasar, girando en torno a una idea o más en alrededor de
una palabra, para de esta forma ir contando cosas al desgaire. Brochazos y zarpazos en
frases convulsas. Yo, no canto mi canción sino a aquel que conmigo va y el que
tenga orejas para escuchar que atienda.
La casona donde nació Alejandro se ha caído pero
todavía muestra, erguidas, solemnes, mirando hacia el valle los siete balcones.
Bajo por la Corredoria acongojado con pensamientos tristes. Los jóvenes no
saben quien fue Casona y sólo de oídas habrían escuchado que era uno de
aquellos jóvenes entusiastas junto con Dalí con Lorca del grupo La Barraca que
recorrieron España en un carromato y echaban comedias en el ayuntamiento o en
las escuelas. En este país el problema sigue siendo una cuestión de escuelas
como dijo Costa pero regresamos al analfabetismo cibernético a esa literatura
para apaniguados a esas sibilas en forma de rostros parlantes que se repiten
más que la cebolla.
El amanuense
huye a toda crin del sofá donde se crían mollas, aburrimiento, sitcoms, convertidos en los perendengues
de la aldea global, y tira contra la pared el mando para hacer zapping y vaga
por estos riscos en libertad, feliz y contento de haber llegado a viejo y poder
decir lo que le pete.
- Ande yo caliente y ríase la gente pero que me
dejen hacer lo que me dé la gana. Dijo el escarabajo a sus hijos vení acá mis
flores
-Me las piro.
-Hace Vd. muy bien don Nicomedes.
-¿Me vendes tu escafandra, Vitines? Lo que me cumple
a mí a estas alturas es vivir dentro de una campana neumática.
-No soy buzo. Me pasé mi vida al aire libre. Me
acongojan los ascensores y los espacios cerrados. Creo que lo mejor que podría
mercarse su señoría son una de esas viseras orejeras que llevaban las
caballerías para no espantarse. Para mirar adelante. Y Vd. se espanta mucho
El personal
aquí está quemando las naves de su propia historia, desprecia a sus valores y a
sus hombres más valiosos. Nos hemos americanizado y amariconado y a la larga
pasará cuentas… libertad… libertad. Pero aquí lo importante es agachar la
cabeza bajo el ala y poner el cazo.
El cronista aplaude los apotegmas del presidente
Chávez el venezolano que dijo que los yanquis constituyen el gobierno más
sanguinario de la tierra. Son warmongers a los que les engorda la sangre. Y ahí están contándonos la actualidad mundial
sus hombres y mujeres/ancora, sus relamidos bustos parlantes, admen y conmen heraldos anunciantes de guerras y follones asesinatos. Sus
parlamentos y sus oráculos son para deprimir al más majo pero es de lo que se
trata, de dominar al ser humano por el miedo, tenerlo agarrado por los cojones,
una forma de dominación como otra cualquiera.
XXXIX
EL INQUISIDOR VALDÉS
Viven en la mentira y les engorda su propia mierda.
Creen que son libres porque tienen la sensación o el espejismo de poder elegir
a sus propios líderes, un presidente tonto mejor que un listo cada cuatro años,
porque así puede ser mejor manejado manijado o "manayeado... o yea"
por las multinacionales.
Y el cronista
recuerda con ironía cómo estuvieron a
punto de expulsarlo del país de los usa porque contó a sus lectores en
una crónica que un sputnik ruso había sido derribado por los guardacostas
americanos. Los del SAC (Strategic Air Command) llamaron a capítulo desde
Washington y amenazaron con expulsarlo del país. ¿Es esto libertad, es esto
civilización? Pues yo me vuelvo a Astorga y camino de ella va subiendo por las
sendas que arrodean los rastros y las pinas vargas de Leitariegos. Trae pan y
vino en el zurrón con algo de queso y
unas morcillas que compró en Salas el pueblo del inquisidor. Allí un cura amigo
lo trató a cuerpo de rey y se prosternó- tuvo ese suerte aunque nunca coleccionó
momias ni es muy partidario del morboso compilar corambres, dejemos a los
muertos en paz en sus sepulturas, no comamos su asadura- ante la tumba de don
Fernando Valdés que no hubo obispo más galán que aquel martillo de herejes.
Cierto que empapeló a Carranza el metropolita toledano pero algo haría fray
Bartolo para que el arzobispo de Sevilla le llamase a capitulo y le acusase de
herejía por no sé qué majaderías había escrito en una catecismo sobre la
oración mental y la vocal. El arzobispo de Sevilla que no pudo alcanzar la
mitra toledana y acaso esa fuera la razón de la gran trifulca con el prelado
toledano al que procesó por hereje- duerme el sueño eterno y espera a que suene
la trompeta del Juicio Final entre humedades que no parecen afectar al mármol y
al jaspe de su monumento cinerario. Un perrito de aguas duerme su sueño de
piedra a los pies del arzobispo.
Los asturianos son recios y muy rehechos y no se
casan con nadie. Son un pueblo básico y fundamental de cristianos viejos cuya
fe se afianza y guarece en la roca desde donde les protege la Santina. Pero no
les gusta que le hablen mucho del
inquisidor acaso porque eso viene de raza y algunos llevan su inquisición
interior. Nunca permitirán que les hable recio o les enmiende la plana sobre
todo mi amigo Pipón que de ese personaje cree saber más que nadie. El personal
anda por aquí de muy mala leche y ¿quien no se desayuna un cabreo con todos
esos sapos que nos sirve en bandeja la televisión? El cronista que viene de la
corte huyendo del cubileteo de la política y la exasperación que domina al
personal prefiere no discutir ni hablar de don Mariano que siempre le pareció
un político resucitado de últimos del diecinueve y principios del veinte porque
le recuerda a don Tancredo y además es un periférico como lo era Maura, que
tuvo aprender castellano en el Espasa porque su lengua era el chueta y la cosa
acabó como acabó. Dejen en paz a don José Luis que más vale lo malo conocido
que lo bueno por conocer pero estas nociones no le caben en la mollera al bueno
de Pipón muy pepero él. El cronista lo que quiere es triscar por estos riscos y
perderse por estos caminos de cabras recordando las viejas tonadas de cuando
era muchacho. Algo que le toca al cronista por ese cabo quien para espantar los
malos espíritus se arranca por una vieja tonada que aprendió una tarde de
domingo triste escuchando la radio nacional en aquel programa de coros y
danzas:
“esta noche ha llovido mañana hay barro pobre del
carretero se atranca el carro, asómate niña a ese balcón que si no te asomas
ramo de flores… llamaré a la justicia que te aprisione con las cadenas de mis
amores…”
Y otra más
-Dicen que tienes tres gochos según pregona el tu
pa. Y yo digo que son cuatro y yo digo que son cuatro. Con la gocha de to ma.
Permita dios de los cielos que san Juan caiga en domingo, el cura ya lo han
matado y yo corteje contigo.
Ándale.
Ijujú.
Al fedatario o amanuense que sube por las cuestas y
rampas que acometen los viales de los puertos con su bota de vino y su borona y
una hogaza de pan bregado o candeal algo de cecina y una par de morcillas
(morcielles) que le echó al talego su mujer como viático del camino, una
navajilla para cortar el corrusco, pues ya le faltan bastantes dientes, su
indefectible cuaderno de campo y una cámara fotográfica que le regaló su hija
mayor por su santo y con la que retrata todo lo que se mueve y lo que nos se
mueve (robles, alisos que llaman humeros por esta zona, algún ailanto, muchos
sauces y pinos que se convierten en abetos a medida que se sube, algún raitán parlero
tan diminuto que es casi invisible pero que bien canta sobre la quima del castañar, un rebeco, una
fuina[1]
asustadiza y dos vacas marelas que por aquí llaman ratinas que pacen en un
prado armentío la mansa y cencida
hierba) y al cantar estos aires de la tierrina se le ponen los pelos de punta
debajo de la montera picona que las lluvias y los soles del camino han
transformado en sombrero de peregrino. Recuerda la primera vez que oyó aquellas
canciones en un festival de Coros y Danzas por RN. Cuando escuchó no hay
carretera sin barro nin prau que no tenga hierba ni mocina de a quince que no
sea guapa o fea… pasa la ronda que alegre es… de noche no puede ser que me
prende la ronda que me riñe el alcalde, decidió hacerse framontano y la vida le
hizo rodar por una de esas casualidades del destino o por la Divina Providencia
hacia estos cuetos, puertos arriba, y por eso da muchas gracias a Dios porque
se han consumado sus sueños. El cronista es un hombre satisfecho y en paz
consigo mismo por más que no lo parezca. Es una pena que los mozos de hoy en
día no aprendan estos aires de la tierra y se sepan sin embargo todo el
repertorio de canciones en inglés de memoria. El signo de los nuevos tiempos.
Pero no conviene pegar coces contra el aguijón. Son los vientos nuevos de una
nueva cultura que arrasa. Vivimos bajo el paraguas nuclear de Norteamérica y
sólo personajes un tanto zumbados como el carcamal de don Nicomedes se atreven
a reivindicar, ejerciendo de abogados de diablo, una procuraduría mal pagada en
estos tiempos, todo aquello a riesgo de quedar mal ante los amigos y que los
colegas te tomen por un orate pero don Nicomedes, átame esa mosca por el rabo,
dice, cuenta y no acaba, lo que ellos sienten pero no se atreven a decir. Y así
se saca la espina.
Hace un par de horas que salió de un pueblo que
dicen Teverga donde vio la momia de un obispo incorrupto revestido de
pontifical con su mitra anillo pastoral guantes morados de seda cáligas bordadas con hilo de oro y capa
pluvial en el escaparate de la sacristía de un monasterio-el prelado sonríe con
la sonrisa macabra de la calavera acurrucado en su vitrina esperando la
resurrección de la carne- y que debió de ser un santo. Al poco enfila los cotarros de Tineo y allí le recibe una traca triunfal de
cohetes. Hay folixia[2]. Está
de fiesta la localidad. Los tinenses celebran la fiesta de san Roque con fuegos
artificiales. Así es la vida. El hilo que separa la tristeza de la risa es muy
tenue. Los esmorgantes – un término gallego que se utiliza en esta zona- o cuadrilla
de festeros están de muy buen humor y le invitan a varios culines de sidra que
el caminante bebe con delectación y muy a sabiendas por la sed y cansancio de
la ruta. Cuando canta la sidra en el vaso bien tirada y con buen pulso por los
escanciadores se dice que los ángeles mixian[3] y el
zumo de la sidra fermentada ríe y salta en el borde del vaso que tu no veas
soltando una espuma que debió de ser aquella ambrosía que bebieron los dioses
griegos en el Olimpo y les volvió inmortales. No es una espicha. El andarríos
se queda a la verbena. Han montado un palenque en medio de la plaza y un grupo
de mozos y mozas ataviados en traje regional baila el zapateado de la danza
prima, la giraldilla y la chacona, bailes ancestrales. No hay nada más erótico
por la virilidad, el brío y el salero de estos saltos y medias vueltas de sayas
y de basquiñas. El caminante se queda a mirar emocionado, saca su máquina de
retratar digital y tira algunas placas. De pronto ocurre algo misterioso; en
alguna de las fotos aparece un cuerpo de luz como un hipocampo o caballito de
mar.
-Este debe de ser el culebre.
-Andá.
-Pues mira ésta de aquí. Esa mujer con los ojos de
fuego, esa moza bien hecha, rubia, de ojos azules, jacarandosa y bien plantada.
¿Sabes quien es?
-Sí. Esa es Demetria, la heroína asturiana de la
Aldea Perdida, tal y conforme la describe Palacio Valdés. Estuve enamorado de
ella en mi adolescencia.
-Esa moza no es real pero se te ha aparecido en
carne mortal en esta hermosa noche de agosto. ¡Viva san Roque! Y también el Nuberu y el Culebre.
El cronista piensa que a causa de esos misterios de
la tecnología óptica los duendes del camino le han jugado una mala pasada pero
prefiere seguir soñando en los signos y presagio de la literatura que luego
vienen a concretarse en medio de la existencia real pues Asturias es mágica, la
provincia que encierra las claves que contiene el arcano de los misterios de
España. Por eso es tan hermoso el oficio de la literatura porque nos libera,
nos acerca al criador para más tarde experimentar en nuestra carne las
vivencias aprendidas en los libros.
-No tienes que dejar de escribir, Nicomedes. Ni
tampoco de retratar. A veces te entra galbana y tedio vital.
-Claro que no. Es para lo que nací. Lo único que sé
hacer. Dios sea bendito.
- Para que veas. Dios se esconde en los libros y el
ángel de la inspiración y del hallazgo aguarda en algún recodo del camino.
Tengamos esperanza.
-Duro y a la cabeza.
-Pero con tiento, Nicomedes, con tiento. Un
periodista tiene algo de espía y ha de ir por el mundo con mentalidad de
guardia civil: paso corto, vista larga y ojo al cristo que es de plata.
-Con prudencia y con paciencia que es una virtud
cardinal. Ninguna de las dos me incumbe.
-Es que no estás homologado
Atronaban las gaitas tristes y alegres. El roncón y
el silingüelo no pararon en toda la noche. Nicomedes tuvo que tomarse para
calmar la emoción un par de culines más en una caseta donde se expendían licores y había paisanos
que tiraban al pato rodante, como en las ferias de antiguamente, con una escopeta
de perdigones con poca puntería la verdad pues algunos iban ya algo
enfilaos y luego se retiró a dormir casi
de madrugada, cuando estalló el último petardo, en un almiar de por allí cercas
embutido en su saco de dormir. El cielo era limpio y la noche clara, hermosa
noche de agosto, noche de san Roque. Arrullado por sus sueños por la bella
Demetria. El Nuberu y el Culiebre montaban guardia en aquella era de Tineo que
el peregrino pasó en un suspiro a la belle
etoile. Hay ocasiones en las que la divinidad se nos manifiesta.
-¡Viva san Roque!
-Y el perro
San Roque pensó el cronista fue además peregrino.
Curaba la peste. Es un santo que hoy
hace mucha falta aunque su nombre ya no figure en los misales ni las epactas.
Fue suprimido por anacrónico en el último concilio. Da igual. En su honor se
sigue bailando en corro la danza prima que es un baile mágico, de mucha
hermandad y muy erótico. Que evoca los
tiempos en que éramos un pueblo total en que nos amarrábamos de la mano unos a
otros. Todos nos sentíamos participes, miembros de un solo afán, adscritos a un
grupo y pertenecientes a una comunidad. Hoy nos sentimos muy demócratas y
miramos a nuestro prójimo con agresividad. Habla nuestra lengua sí pero acaso
sea un extraterrestre. A veces nos
preguntamos si esto es vida, si este aire que respiramos es real. Se lo
pregunto a mi ángel de la guarda que esta noche se llama Vitines. Lo he
conocido en el chigre después del baile de candil. El ángel de la guarda y de la literatura esta noche se llamaba
Vitines. Extendía su espada hacia una lejana estrella donde Alejandro Casona el
admirable montaba guardia en la más alta estrella escondida y lejana. Velando
estaba el poeta de Besullo a los luceros.
XL
CAMINO JACOBEO Y EL SEÑOR CURA DE
ARBIN
El sol dora sus muros después de la
lluvia del último día de junio. Puertas cerradas. Es una de aquellas casas de
curato con una gran cuadra, buenas hechuras, con capacidad suficiente para
albergar a un convento, pero dicen que, antes, fue hospital de peregrinos, bajo
la advocación de San Roque, el que nos trajo el Mal Francés a lo largo de la
ruta jacobea. Ya se sabe: pústulas, algunas llagas en la piel, que empezaban
con una tumefacción rosa, y luego los miembros se descoyuntaban poco a poco,
venía la artritis y la ceguera y los romeros cantaban:
- El perro de san Roque no tiene rabo, porque se lo ha comido Ramón Pintado.
Ramón Pintado debió de ser un caballero de la corte del Rey que Rabió y bajó desde la dulce Francia cantando madrigales acompañándose de la zampoña. Luego la que pasa: los mesones, la ventera, las mozas de partido. Ser peregrino a Compostela era mucho pretexto para andar a correrla por esos caminos de dios. Por Segovia cantan esto mismo a golpes de jota:
-Arrimate, niña, que soy san Roque, que si viene la peste que no te toque.
- El perro de san Roque no tiene rabo, porque se lo ha comido Ramón Pintado.
Ramón Pintado debió de ser un caballero de la corte del Rey que Rabió y bajó desde la dulce Francia cantando madrigales acompañándose de la zampoña. Luego la que pasa: los mesones, la ventera, las mozas de partido. Ser peregrino a Compostela era mucho pretexto para andar a correrla por esos caminos de dios. Por Segovia cantan esto mismo a golpes de jota:
-Arrimate, niña, que soy san Roque, que si viene la peste que no te toque.
Son coplas de peregrino, que alaban al
santo del mal gálico
Hay una obra clave escrita por un inglés: Chaucer en sus cuentos de Cantorbery que nos cuenta lisa y llanamente lo que pasa. La mujer de Bath era una ninfómana que nunca se saturaba y caminaba escoltada por una cáfila de moscones. Juntos iban a venerar la tumba de Santo Tomás. Después otros emprendían el camino de Roma o de Jerusalén cuando se cegó la ruta hacia la Ciudad Santa cambiaron rumbo hacia el Oeste. Compostela era el objetivo. El Calixtino nos habla de la cruda realidad del romeral y de la bordonería en sus miserias y grandezas. Se impuso en Europa el camino jacobeo coincidiendo con los terrores del milenario. El año 1000 constituía un año apocalíptico bajo el hexagrama del 666 y del nombre de la Bestia. Había que hacer penitencia por los muchos pecados pero la carne es débil y ya se sabe el hombre es yesca y la mujer estopa.
Hay una obra clave escrita por un inglés: Chaucer en sus cuentos de Cantorbery que nos cuenta lisa y llanamente lo que pasa. La mujer de Bath era una ninfómana que nunca se saturaba y caminaba escoltada por una cáfila de moscones. Juntos iban a venerar la tumba de Santo Tomás. Después otros emprendían el camino de Roma o de Jerusalén cuando se cegó la ruta hacia la Ciudad Santa cambiaron rumbo hacia el Oeste. Compostela era el objetivo. El Calixtino nos habla de la cruda realidad del romeral y de la bordonería en sus miserias y grandezas. Se impuso en Europa el camino jacobeo coincidiendo con los terrores del milenario. El año 1000 constituía un año apocalíptico bajo el hexagrama del 666 y del nombre de la Bestia. Había que hacer penitencia por los muchos pecados pero la carne es débil y ya se sabe el hombre es yesca y la mujer estopa.
Recomendaba el Calixtino a los caminantes que
se abstuviesen de viajar por el País Vasco porque allá los lugareños estaban en
estado semisalvaje. Fornicaban con sus yeguas y con sus burras y algunos hasta
le hacían el agujero a una gallina. En este lazareto situado en uno de los
valles más amenos de Asturias, el de las lejanas Luiñas – buenos pueblos y
buena gente aunque de todo hay- veo la sombra del señor cura de Arbín, el
protagonista de aquel cuento tan hermoso que leí en mi infancia, autor Armando Palacio Valdés. Se trataba de un arcipreste bastante sencillo e ignorante.
La parroquia se reía de él todo lo que les daba la gana y le tomaban el pelo a
causa de un jamelgo que tenía que era muy viejo y lleno de mataduras:
-Señor cura, ya es hora de que vaya pensando en cambiar la montura.
Y tanta tabarra le dieron sus parroquianos con el tema que un buen día optó el clérigo por ir a la feria del Boñar a vender su jumento. Lo dio en seis reales a unos gitanos. Volvió triste porque aquel caballo había sido el amigo de su vida, casi el único que tenía, y no se encontraba sin él. Así que al año siguiente decidió volver al Boñar por san Andrés y compró otro caballo más joven negro zaino de buena alzada y fino de cabos. Fiado de su buena apariencia pagó por él veinte duras y regresó al pueblo tan contento. Pero a veces las apariencias engañan y nada es lo que parece. Cuando iban acercándose al lugar el arcipreste notó que su rocín inició un leve trote y se encaminó sin necesidad de rienda ni espuela hacia la cuadra.
-Señor cura, ya es hora de que vaya pensando en cambiar la montura.
Y tanta tabarra le dieron sus parroquianos con el tema que un buen día optó el clérigo por ir a la feria del Boñar a vender su jumento. Lo dio en seis reales a unos gitanos. Volvió triste porque aquel caballo había sido el amigo de su vida, casi el único que tenía, y no se encontraba sin él. Así que al año siguiente decidió volver al Boñar por san Andrés y compró otro caballo más joven negro zaino de buena alzada y fino de cabos. Fiado de su buena apariencia pagó por él veinte duras y regresó al pueblo tan contento. Pero a veces las apariencias engañan y nada es lo que parece. Cuando iban acercándose al lugar el arcipreste notó que su rocín inició un leve trote y se encaminó sin necesidad de rienda ni espuela hacia la cuadra.
El buen cura empezó a sospechar y notó como
una mancha en el borrén. Con la almohaza empezó a limpiarle y a medida que
calcaba la almohaza por los ijares la mancha se agrandaba y el color negro
zaino se tornaba entrecano. Alarma.
Había comprado el mismo caballo que fue
a vender al Boñar el año antes. Enterados los de la aldea no cesaban de
cachondearse y decían alborozados y no
sin cierta sorna:
-Velay, al potro del señor cura.
En la feria del Boñar le habían dado gato por liebre a nuestro bendito vicario que aceptó el engaño con melancolía. Amo y caballo murieron, de viejos, a los pocos meses casi al mismo tiempo. Cuando paso por la rectoral de Soto de Luiña yo me acuerdo del pobre cura que vivió en este enorme caserón de casi treinta habitaciones para él solo. La historia de los curas fracasados, pero bondadosos y humanos, me conmueve mucho más que las de los poderosos obispos y arzobispos en la cresta de la ola o la de muchos que pasaron por santos. Ya lo dice el refrán: de dinero y santidad la metá de la metá.
-Velay, al potro del señor cura.
En la feria del Boñar le habían dado gato por liebre a nuestro bendito vicario que aceptó el engaño con melancolía. Amo y caballo murieron, de viejos, a los pocos meses casi al mismo tiempo. Cuando paso por la rectoral de Soto de Luiña yo me acuerdo del pobre cura que vivió en este enorme caserón de casi treinta habitaciones para él solo. La historia de los curas fracasados, pero bondadosos y humanos, me conmueve mucho más que las de los poderosos obispos y arzobispos en la cresta de la ola o la de muchos que pasaron por santos. Ya lo dice el refrán: de dinero y santidad la metá de la metá.
XLI
BUENA ORINA BUEN COLOR
Ya
ha florido mayo, título para una gran novela de un novelista de la escuela
andaluza, ahora olvidado siendo valioso, Alfonso
Grosso. Unos van con flores a María [es un símil porque los mayos de ahora
traen bombas bajo la chilaba, la gente anda aterrada y cuerpo a tierra, y entre
flores y rosas Su Majestad es coja, y espían las merdellonas, bajan con los
cubos de la calumnia oliendo a sudor y no se cambian la camisa, tusonas y
fregatrices, da consignas don Bigbroder
el de la voz gorda, corren por la TV gigantes y estafermos que vivir es un sin
vivir, una eterna paradoja, el personal se vigila a la rebatiña, dietas para
adelgazar, buenas andan las comadres] y otros preferimos entonar el romance del
Prisionero. Siempre vivimos emparedados en la cárcel del amor y por un supuesto
lean:
“Que por mayo era por mayo/ cuando hace la calor/cuando los enamorados
van a servir al amor/ y yo triste y cuitado yago en aquesta prisión...la la la
larala/ que no sé cuando es de día/ni cuando las noches son/ sino es por
aquella avecilla que me cantaba al albor/ Matómela un ballestero/. Dele Dios
mal galardón... La la laralalá”
Oigo
el crujir de las cadenas. El estallido de los cerrojos. Los manojos de llaves
del Cerbero que vigila. Siempre en capilla. Estamos en capilla. Al nacer se nos
condena a todos a muerte y eso muchos no lo saben. Pertenecen al cupo de
inmorales ilusos que piensan que se van a quedar aquí para simiente. Los
vigilantes de la parva nos escrutan con mil ojos de Argos. El personal no hace
nada, está desorientado y tales desasosiegos determinan que ande la red cargada
de electricidad. Son duros de oreja y el corazón hanlo de pedernal. Les cantas
las cuarenta y se cabrean. Se rasgan la vestimenta y exclaman: ¿Quién? ¿Yo? Sí,
tú, mosquita muerta. Hay mal ambiente y no debía de haberlo. Echan las culpas a
un zapatero pero este hombre en política hace su trabajo. Obra prima. Buen
trabajo mientras los otros andan sumidos en la cultura de la queja, quejicas,
¿qué hay de lo mío?, yo me mato por mis garbanzos ¿No serán ellos los
remolones? ¿Los sepulcros blanqueados? ¿Los insolidarios? ¡Oh qué tiempos más
interesantes!
- Mientras dure, Ejusmodi....
- Sé por dónde vas, Verumtamen, pero qué bonita canción esa del
romance del prisionero. Un poco triste la verdad y melancólica aunque de menos
nos hizo Dios. Una pena que los jovencitos de hoy ahora desconozcan el
romancero... Andan los tiempos muy alterados con esto de la política. Pero tras
de tiempos vienen tiempos y eso es también del romancero
Serán carne de cañón o usuarios del verdugo que anda por ahí en la
ronda de las celdas. Centinela alerta. Literatura carcelaria siempre excita mi
compasión y existe una gran novela río de Eduardo Zamacois que cuenta las
desventuras de los penados en San Miguel de los Reyes. Eso era un convento del
cister y la desamortización del 1833 lo convirtió en uno de los penales más
temibles en la Península. Se llamaba la obra que me causó impresión cuando la
leía hace como diez años Los vivos
muertos. Tomás Salvador escribió otra epopeya memorable en Cuerda de presos” y otra Cabo de Vara. Por temática, el Hacho. No
llores niña no llores no llores que yo no lloro aunque me lleven a Ceuta a
pelear con el moro. El sufrido pueblo es sabio y tuvo que aguantar prisiones,
tiranías y arbitrariedades. Aquí por menos de un ardite te meten en cintura y
acabas arrastrando cadenas entre bretes y grilletes. Dios no lo permita.
Propugnan la caza de brujas, Macarthy resurrecto. A veces, la cárcel ha sido
morada pasajera o definitiva de todo gran español. Pero ¿a qué no acaban en la
trena los mediocres? Pues no. Más bien no. Y los machacantes del esbirro
siempre hicieron carrera. Deme usted un cigarro. Ese pensamiento se me
atraganta. Quiero pasar humo. Nos vigilamos unos a otros. Hay por ahí esparcida
mucha madera de inquisidor y la red es el tornavoz de mucho escritor diletante
y deprimido. Se observa al personal pero con eso no hay cuenta, Verumtamen. El
arte de contar es la maula de fingir. Uno parece que está detallando su
autobiografía y lo que está haciendo es atisbar la reacción del otro por un
ventanuco. Buena orina, buen color y tres higas al doctor. Ponemos en pepitoria
un corte de manga y parece que acabamos de dejar nuestra alma cubierta de
abrojos y sangrante entre las zarzas. Qué va. Solo es un truco. Escribir es
seducir y hasta cierto punto engañar contando mentiras piadosas, En todo
escritor subyace un buen impostor. Bonita forma de hacer tururú. No me vengas
con monsergas. No me gusta Voltaire pero tiene algunas máximas aprovechables
como cuando espetara que las palabras se esgrimen para ocultar los
pensamientos. Sirven para esquivar los golpes y
son coselete en la taleguilla para burlar los derrotes de mihuras
astifinos que corretean por el albero y andan a cornadas cuando uno menos se lo
piensa y ayudadme zancas que en esta vida todas son maulas.
¿Entonces escribes para hacer tururú? A veces. Nada más razonable que
un corte de manga a tiempo. Los romanos en estas ocasiones se colocaban un
humeral sobre la chepa al que llamaban la indutia.
Los padres conscriptos confiaban a
esta prenda talar el cuidado de sus personas contra los gargajos que les
escupía la plebe disconforme en el foro. Eso, los senadores que los militares
portaban el gladium y a ellos no les escupían, por si las moscas,
pues menudos eran los decuriones, desenvainaban a la primera de cambio y el paludamentum o capote de guerra para
arrebujarse contra el relente de las madrugadas, los juegos duraban dos días y
hasta una semana. Y con ellas se presentaban en el circo a ver pelear a los hoplomachi o gladiadores reciarios
(peleaban con red) y andábatas (con casco). Roma y la vida política eran un
espectáculo y lo que la chusma quiere. Panem et circenses. Y lameculismo. Mucho
lameculismo. Halagos. Lisonja y jabón
Así
no murmuraban ni entraban en contubernios contra el emperador... Cuando yo
llegué de Nueva York después de haberme partido el pecho por mi país con razón
y sin ella fui recibido con un gracias por los servicios prestados y ale usted
es uno de tantos, la gente va a su rollo, es insensible para vibrar ante las issues (temas) del patriotismo como pasa
en Inglaterra, Estados Unidos o Francia. Yo me sentí un poco como aquellos
soldaditos de Mola que regresaron a Larache después de resistir diez meses en
un blocaos de Dar-Akoba, diezmada la compañía y después de pasar gurruminas, se
preparó un desfile militar y no asistió nadie. Los pobres sorches se sintieron
desolados ante esta incomprensión de la retaguardia ellos que se estuvieron
batiendo el cobre en la vanguardia. Paso y por partes. Escarbe. Haga memoria.
Navegamos ya en aguas válidas. Ya no son caballeras ni pujan en torrente. El tiempo, sin embargo,
anda un poco revuelto. Para esta época vienen
fenomenales los cocimientos de genciana. Pueden ayudar a algunos a
combatir la depresión. Otros pacientes de estreñimiento crónico se hinchan a Evacul la aspirina contra el
estreñimiento pero van al baño y se sorprenden de obrar cagarrutas y pedos de
conejo, el vaso de su dentadura postiza montando guardia toda la noche en la
taza del retrete esbozando una sonrisa macabra que anticipa la calavera. Cagan
poquito porque su amo no les quiere con locura pero de dar nada, que mucho te
quiero perrito, pero de pan poquito o excretan ladrillos. A esos hay que
decirles que si quieren pan vayan al batán que allí un perrito que caga
poquito le alcen el rabo y le den un besito. La envidia es
causa de su estreñimiento mental y a
causa de ella les llevan los demonios. Pero, no hay que preocuparse: ya se les
pasará. Pues vale pero no cante usted muy alto ese bello romance no vaya a
despertar usted a los carceleros que son legión aunque no lo parezca en esta
época de derechos humanos hay manga ancha para algunas cosas pero para otras
cosas que uno considera leves o un simple ejercicio de la libertad de expresión
son implacables y si las dices puedes acabar en la trena. De hecho no somos muy
libres. El andamiaje está montado sobre las varas de medir y las vigas del
miedo. Llama a seguridad. Que vengan los lictores. Y es con el látigo del
terror con el que se tiene dominados a los pueblos. Es por esto por lo que se
les ha declarado la guerra a las ideas y pensar por tu cuenta puede ser un
delito. No. No quiero cantar las tristes estrofas del romance del prisionero
que yo recuerdo haber oído interpretar a algún rabelista que se acercaba al
baile en las fiestas de mi pueblo.
-A
buen entendedor...
-¿Cuál
es entonces la solución?
-Fray
Jarro
XLII
EL DUQUE DE BORBÓN
Luis Alfonso de Borbón, el hijo del Duque de Cádiz,
honra a su estirpe y mantiene la serenidad en estos tiempos difíciles. Contra
viento y marea y pese a las tragedias familiares que han rondado su vida (la
muerte de su padre y su hermano, que aparecen en esta foto tomada por mí en
1981 en el Valle los Caídos, en circunstancias misteriosas, aun no aclaradas
del todo, ni la una ni la otra porque a medida que pasa el tiempo crece la
sospecha de conspiración, y el hostigamiento contumaz que realiza contra su
madre la prensa de la entrepierna aunque ella demuestra pese a sus líos de
alcoba ser una Franco, una señora, que se ríe de tanta estupidez programada,
saliendo a campaña de infundios contra su abuelo, (Maricarmen no es la Belén
Esteban por mucho que os corroa, malsines) ha defendido también a su bisabuelo.
Dios bendiga
al hijo de tan alta señora y por cuyas venas corren sangres de los Franco
empapadas de amor a España.
Toda
una soez orquesta de voces desentonadas hizo acto de presencia contra la
familia del Duque de Cádiz.
XLIII
EL
GRECO.
Dado lo cargado y la crispación del
ambiente y como dicen que es llegada la hora de la bestia y el funeral para
nuestra patria, marché la otra tarde a Toledo y me planté ante el insigne
lienzo en el cual está encerrada buena parte del genio singular de lo español y
al regreso me senté a escribir con calma, mucha calma, mi alma sedienta de
belleza y tratando de evitar las contiendas que nos afligen pues ya los pasos
de la aurora andan pisando la incierta luz del día y a batallas de amor campos
de pluma que decía Góngora que equivale en poesía a lo que era el Greco en la
pintura, quiero decir: un genio. El genio de los genios. No estaba ante un
cuadro sino ante el molde de un enigma. Allí pasé dos horas de la tarde dándole
a la cometa de mis sueños.
“Tal galardón
recibe quien a Dios y a sus santos sirve”. Esta frase murmurada entre dientes
por los prestes que ofician las exequias, san Agustín revestido de capa pluvial
y mitra de obispo y san Esteban con la dalmática diaconal, sirve para poner
música de fondo a la escena que da marco al entierro del conde Orgaz, lienzo
donde se estampa con auténtica veracidad una de las páginas más realistas de la
historia de España y un cuadro de costumbres. El Greco junto a Velázquez es
pintor poco decorativo. Ambos buscan el alma de las cosas y su arte es el arte
de la síntesis. Con tales mimbres que servirán de materia prima de lo sublime
[una leyenda local consistente en las mandas que dejara a una iglesia de la
ciudad, la de santo Tomé: unas cántaras de vino, unas cargas de leña, unas
hogazas de pan a los pobres, y algunas monedas para misas gregorianas] se
enhebra el enternecedor milagro. Existe de más de eso una gran familiaridad con
la muerte, de acuerdo con la mentalidad de la propia época, y la necrofilia de
una monarquía como la de Carlos V quien en los últimos años de su vida en Yuste
gustaba de asistir a la celebración de sus propias exequias, sin que el gesto
tuviera nada de macabro; antes bien se veía como lo más natural del mundo. Allí
estuvo, nada más y nada menos que Fr. Bartolomé Carranza, dominico, que luego
sería primado de Toledo durante un año hasta que le echasen mano en Torrelaguna
los corchetes del santo oficio que lo incriminaron de herejía por un cierto
catecismo que había dado a la estampa en Flandes y por sus conexiones con Carlos de Seso, el fautor del luteranismo
en España, un italiano que fungía como corregidor en Toro, y los conventículos
reformistas de Sevilla y Valladolid.
Así se las gastaban entonces. Eran los tiempos
recios a los que alude santa Teresa en sus escritos elípticos, y los difficilia habemus témpora de Luis Vives.
Toda esa reciedumbre, esa tortura de una época cuando temas como la existencia
del purgatorio y la teología de la justificación por la fe eran de tanto monto,
pues hasta las verduleras en Covent Garden y en Zocodover, duchas en teología,
debatían con tanto ahínco esos temas como ahora lo hacen nuestros contertulios
de la radio sobre la guerra en el Golfo Pérsico, el sexo con garantías o la
violencia de género, sujeto muy del agrado de los articulistas en sus coloquios
tribunicios. Al socaire de estas cuestiones sobre la vida futura, el fin del
hombre, sus relaciones con la divinidad, plasmadas en las fimbrias de esas
casullas que con tanto gusto pinta el Greco con su arte minucioso aprendida en
el trabajo de los artistas de iconos orientales, los cuerpos pierden peso en
sus magníficas producciones para dejar que se alcen hacia arriba, la mirada
transfigurada, los espíritus. Son en él recios los trazos, espectaculares las
caras iluminadas por una luz que emana de adentro.
Parece extraño que en este
tiempo tan iconoclasta como el nuestro pueda ser entendida y admirada la
iconodulía del Cretense, que, a contrapelo de sus delicadezas y exquisiteces
formales del pudibundo recato en que va a caer la sociedad de su tiempo, sabe
interpretar en sus briosos desnudos las donosuras del cuerpo. El chipriota vive
este tiempo 1541- 1614 a caballo de los reinados de Carlos V y de Felipe II. Es
contemporáneo del concilio de Trento. Ahora se trata de relacionar su pintura
con el modernismo. Incluso, con motivo de su exposición en la Nacional
Gallería, se ha propalado la nueva de que su “Visión del Apocalipsis” inspirara
a las “Señoritas de Aviñón”. Ya es mucho pedir pero todo lo que sube el Greco
de cotización va en desdoro y menoscabo de la de Velázquez. Y eso, tampoco. Vaya
lo uno por lo otro pero esta prelación del chipriota con respecto al sevillano
quizás tenga que ver con los tiempos que corren, más relacionados con las
angustias y torturas, la luz fantasmal y los desnudos deformes y hasta homo,
que con la placidez de don Diego que no se busca complicaciones en su pintura.
Al fin y al cabo era pintor de corte, una
aspiración que Doménico no alcanzara nunca porque sus desgarradas visiones no
encontraron plácida acogida en la retina del monarca, y mira que Felipe II era
un experto en el Arte de Apeles. Pero el rey no llegó a entender al griego que
se adelantó a su tiempo. Y no es
reivindicado hasta los románticos del siglo XIX. Es sólo a principios de 1900
cuando empieza a ser conocido y hablar los críticos de su peculiar macropía que
le hacen ver caras alargadas y el mundo irreal. Que dos bienaventurados
ausentándose por unos instantes del paraíso bajasen a Toledo, la capital del
imperio, hasta que Felipe II en 1561 decide trasladar la capitalidad a Madrid,
para dar sepultura al noble y cristiano caballero entra dentro de esa
cotidianidad ante la presencia de la muerte.
Y casi se concibe como un hecho corriente y moliente esta intervención
del más allá.
En el arte de Greco hay algo de órfico; la pintura se hace música y es imposible
entenderla sin el acompañamiento de esa gran polifonía, como reverberando en el
fondo, que engozna sus composiciones. No hay que perder de vista este carácter
que tienen sus cuadros de “troparios” o melodía bizantina. El Greco en este
cuadro que supone el triunfo de la misericordia y del amor, esenciales al
cristianismo, pinta dos cuadros; el superior y el inferior. Los cielos y la
tierra se dan cita en el acontecimiento. Ambos planos son estancos y para bien
o para mal no llegarán nunca a juntarse. Paradójicamente el plano terrenal gana
la batalla al celestial. El Greco pinta las cosas como son o debían ser según
los cánones del ideal platónico pero se cohíbe ante los tremendismos y las
ficciones del más allá. En eso se parece un poco a Velázquez quien tampoco supo
pintar a los dioses. Y hasta supo reírse dellos como demuestran su fragua de
Vulcano y el Baco figurativo. Uno y otro, empero, saben dislocar el dibujo para
transmitir el movimiento de las cosas, “dando espíritu al leño y vida al lino”
que diría Góngora.
En este divino sepelio lo
que está arriba es inferior en calidad a lo que está abajo. Es mucho más
desdibujado e imperfecto. Pues para él lo que acontece de tejas abajo es mucho
más importante que lo que pudiera dilucidar el más allá. Sin embargo, la moderna crítica - me refiero
a un artículo de John Updike- dice que es al revés. Todas una galería de
rostros comparece haciendo corro ante los dos insignes fosores quienes sujetan
por los sobacos y las piernas al difunto amortajado con toda la regalía. ¡Cómo
brillan los aceros de su armadura! A la vista está que por una vez el espacio
tridimensional gana la batalla al tiempo continuo. Los ojos posan ante todos y
cada uno de los asistentes al duelo. Afloran una serie de personajes que, tristes
y enlutados, hacen rueda de respeto. Muy engolados, pero serenos. El blanco de
sus gorgueras rizadas contrasta con el negro de sus tiesos jubones. En la capa
llevan algunos bordados la cruz de la Orden de Santiago. Admirable es la
técnica de paños mojados, que acentúa la trasparencia, con la que está bordada
la sobrepelliz de uno de los oficiantes, mientras un franciscano y un dominico
rezan los responsos, y un monaguillo, el hijo del propio Domínicos
Theotocopoulos, Jorge Manuel, mira “para la cámara”. Hay un cierto
exacerbamiento de la silueta a lo que se une el proverbial estrabismo estético
de este autor. La vida no es más que un perenne destello. Hace de preste
oficiante don Diego de Covarrubias. En la pechera de la pañosa de los
circunstantes se borda la cruz colorada de los maestres de Santiago. Ni que
decir tiene que estamos entre caballeros.
¿Podrá haber en el mundo
algo más melancólico que un entierro?
Los dos frailes explican a la posterioridad el augusto suceso sin parar
mientes en lo que acontece sobre sus cabezas puesto que ya va dicho que el
Greco, pese a ser un pintor virgíneo, lo es más de la tierra que de los cielos.
Toda su vida fue una ascensión incandescente hacia ese plano superior, un
regusto por la quimera. Plasma el maestro con mayor acierto el cielo en la
tierra que al revés, pues su realismo no le permite transubstanciar lo que sus
ojos, poros del alma, no visualizan. De esta manera el ángel de la guarda
llevando al cielo el alma del conde Orgaz, representada en la forma de un niño,
es mucho menos creíble que las caras de los caballeros que asisten
impertérritos al desarrollo del milagro. No cabe cosa tan extraordinaria en
medio de un hecho paranormal. Tanta familiaridad ante lo que es poco
consuetudinario resulta francamente portentosa como si los circunstantes
estuvieran habituados a vivir con el prodigio. Ninguno de ellos muestra ninguna
sorpresa ante la presencia de los dos santos bajados del cielo para hacer las
veces de enterradores. Estos son dos aparecidos y sin embargo su aspecto no
puede ser más real. Acaban de irrumpir en escena un anciano obispo y un joven
misacantano. Sosegaos. Sabe trasladar al lienzo la España de Felipe II en plena
apoteosis de una ciudad: Toledo. El pintor, que borda primorosamente las
fimbrias de sus ornamentos, pues ni la capa pluvial de san Agustín ni la
dalmática del primer diácono dan pasmos, tampoco se sobresalta al narrar los
acontecimientos. La piedad melancólica es el hilo conductor del suceso narrado
con toda la majestad pero al mismo tiempo con toda la sencillez. El Greco es el
pintor del catolicismo universal al que aspiró España en su siglo de oro, en el
que cupieran bajo la vara de Cristo sin exclusiones nacionalistas o chovinismos
todos los pueblos. No puede haber entonces pintor más insigne de la ortodoxia.
Que dos santos bajen del cielo para dar sepultura a un caballero que era
legatario de esos ideales de universalidad nada tiene de extraño. La sociedad
española a la sazón estaba acostumbrada a vivir con el milagro. El Entierro es
la faz emblemática de todo aquel pensamiento. Ni ante la vida ni ante la muerte
un hidalgo español ha de perder la compostura. Dicen que el enlosado de Santo
Tomé al recibir la visita de los dos santos se llenó de fragancias celestiales
pese a lo cual todos los que asistían a la ceremonia permanecieron quietos e
impertérritos.
Entre los figurantes
estaban don Juan de Austria, Góngora, los hermanos Covarrubias, el hijo del
artista y el propio Greco que deja su firma estampada en griego en los vuelos
del pañuelo de uno de los personajes, cabe la hopalanda.
No es un cuadro lo que
pinta, sino una idea, un estado de ánimo. Estos caballeros, que se apiñan
circunspectos con sus rostros ligeramente buidos por la tristeza colmada de
serenidad ante la paleta del artista asisten ensimismados al portento. Héticos,
silentes, con una punta de desequilibrio en el mirar - ¿para dónde miran esos
ojos que parece que están viendo lo que acontece más allá?- los personajes que
retrata el Greco bien pudieran ser alguno de aquellos hidalgos que vagaban por
la Imperial Ciudad arriba y abajo de Zocodover y que para disimular el hambre
publicando que habían comido salpicaban la barba de unas migajas de pan. Almas
ardientes embutidas en estómagos vacíos vivían una segunda vida interior de
absoluta indiferencia frente a las cosas de este mundo. El autor se desentiende
de su obra y el Greco tiene poco que ver con esta austeridad. Sus biógrafos
afirman que gracias a sus cuadros nadó en la abundancia y se condujo
munificente como Creso en una Toledo
empobrecida y demacrada pese a ser entonces la corte. Murió arruinado y en la
Ciudad Imperial las farras que se corrió y la fama de juerguista, cosa que poco
tiene que ver con su arte, hicieron época. Es el pintor de cámara de la “dives
toletana”[i]
llevando una existencia regalada en aquel palacio de alquiler, que contaba con
veinticuatro estancias, propiedad del quiromántico marqués de Villena, del que
decían las crónicas que ni palabra mala ni obra buena. El tren de vida y la
fastuosidad del candiota, que ganó muchos ducados con el arte de Apeles, casan
poco con la frugalidad de los personajes
a los que traslada al lienzo. Todo arte emboza ya de por sí una contradicción.
Aunque el Greco se asimiló plenamente a las costumbres y al espíritu de Toledo,
identificándose con él, vivía como un veneciano. Incluso, contrataba músicos
para que le amenizasen las comidas. Insistimos: la música es muy importante en
la pintura solemne y celeste de este genio del cristianismo.
No hay según eso una
identidad plena entre retratista y retratados. Su forma de pintar es una manera
diferente de entender el mundo, a través de esos semblantes con traza de llama,
dotados de un singular dramatismo escénico.
El estrabismo estético del
autor les confirma una alargadera que algunos atribuyen a determinado defecto
óptico del propio Theotocopoulos quien, según referencias, en los últimos años
de su vida cayó en la locura. Pero tal extremo no ha podido ser probado y contiende con la envergadura de
este griego transterrado y trastornado a Castilla que pintó Toledo como un
verdadero sueño lunar bajo una luz lívida de ocres. Parece ser que la tesis
sobre la enajenación mental del Greco se sustenta el haber pasado por la casa
de locos del hospital del Nuncio de donde extrae los modelos para perfilar sus
doce cuadros sobre el apostolado, cuadros conservados todos ello en el
monasterio de las Pelayas de Oviedo. El Greco es un pintor de las almas y en
toda alma hay un eco del infinito que se plasma en un cierto grado de
enajenación. Tuvo infinidad de detractores. El más insigne fue el propio Felipe
II, buen conocedor del arte de
Apeles y en lides pictóricas peritísimo
pero que nunca llegó a entender su manejo de los colores. Tuvo un pleito con el
cabildo de Toledo porque en el Expolio, inicio de la pintura de la edad
moderna, se resiste a pintar a las tres marías a longe, como nos relata el Evangelio. De hecho, el propio monarca, que entendía de
pintura, pero de gustos absolutamente convencionales, que no le permitía
entender ni su estrabismo ni su tendencia a descoyuntar las figuras, como
tampoco el áspero colorido con que
formula las escenas de sus personajes atormentados - el Greco es una sabia
combinación de lo ponderado y de lo desmedido-, mandó que fuese colgado en la
sacristía del Escorial el famoso
martirio de san Mauricio y la Legión Tebana encargando otro lienzo sobre
el mismo tema y del que ahora apenas se habla a un tal Cincinatti. Este fracaso
yuguló las aspiraciones del candiota a convertirse en pintor de cámara.
Pero él, pintor de
eternidades, nunca podría ser un pintor de cámara al uso. No han comprendido
sus detractores que era un pintor de eternidades. Su obra permaneció
minusvalorada sin un reconocimiento categórico hasta bien entrado el siglo XX.
Domínicos Theotocopoulos
(lit. El muy hijo de la madre de Dios) nacido en Candía en 1541 hace honor al
título de su apellido. Rompe con los moldes clásicos y ya en Castilla abjura de
su romanismo y de su helenismo para erguirse en portavoz del tétrico y a la vez
sereno misticismo hispano. En su obra se presenta una antinomia entre lo real y
lo ideal. Y pinta a base de crueles borrones impresionistas, muy poco
convencionales pero que son de un gran efecto sobre todo en los paisajes de
Toledo bajo la luna, cuando la luz circunfleja y espectral se derrama hasta
derrumbarse sobre lo gollizos y cuchillares del Tajo. El Greco es poesía
marial, el triunfo del bien sobre las fuerzas oscuras. Manuel B. Cossío, su
indiscutible biógrafo, señala que en el Expolio nace la pintura moderna. Hay en
él un exacerbamiento de la silueta, por lo que resulta uno de los tres grandes
retratistas de todos los tiempos junto a Leonardo y Velázquez.
Exégeta de los paraísos
perdidos viene de la filocalía de los bizantinos. Es su obra de un platonismo excéntrico
y de un cristianismo melancólico. El Greco en España se desentiende de sus maestros venecianos y
queda transfijo ante los iconos fanariotas que lo vieron nacer. El resultado de
esta mezcla de sangres es algo profundamente español: sus cuadros se entienden
mejor mientras se escucha en lontananza a los coros del monte Athos. Carece por
ejemplo de la desesperación y pathos del arte protestante. De Rembrandt
pongamos por caso. Desconoce, asimismo, las estridencias de los bufones. Es un
arte enteramente aristócrata, pero de un exotismo criollo, por lo de mezcla de
credos, cuasi abrazador. Hasta en los locos del Apostolado se deja translucir
un poso de cordura. Supo pintar a los locos de Cristo. El Caballero de la Mano
en el Pecho y el busto de san Juan de Ávila refrendan ese supuesto. Arte
incorrecto que rezuma corrección. Pinta las esencias, va al grano. Por eso se
denomina pintor de pintores. De la vida del greco-chipriota poco es lo que se
sabe. Que provenía de una familia de recia estirpe cristiana que huyó de
Constantinopla el año de la invasión de los turcos, 1453. Que antes de
afincarse en Toledo, donde se casó y tuvo un hijo, Jorge Manuel, anduvo por
Italia aprendiendo dibujo del Tiziano y de Rafael. Que supo transmitir al
lienzo toda la carga de grandeza del alma de Castilla. Que tuvo muchos pleitos
con el cabildo de la catedral, con la dirección del Hospital de Illescas por
cuestiones que no hacen al caso y que murió en Toledo en 1614.
XLIV
CISNEROS ALFAQUÍ DIVINO
Hay tres aspectos poco subrayados en la figura y en
la obra de este titán de la historia española (y pocos tan calumniados e
incomprendidos pues el propio Cesar figuró en el cupo de sus detractores los
que no comprendieron su gigantesca labor de pacificación y de creación de un estado).
Uno fue los seis años que pasó en Roma a la mira de un cargo. Sólo consigue
buenas palabras y unas letras dimisorias para la tenencia de un curato en un
pueblo de la Alcarria, Uceda, que le costó una temporada en las cárceles del
Arzobispo de Toledo. Aquel obispo Carrillo un príncipe del Renacimiento
protagonista activo de las guerras civiles entre partidarios de doña Isabel y
la Beltraneja debió de ser una mala bestia. Debió el clérigo que luego se haría
franciscano de sentirse decepcionado a la vista de las corruptelas simoniacas
de la curia papal de Alejandro VI y asqueado lo mismo que Juan Ruiz el
arcipreste de Hita aquel clérigo muzárabe al que llevaron a la ciudad eterna
negocios tan temporales como era pedir dispensas del celibato hubo de decir:
“yo vi allá en Roma do mora Santidad que todos las dinero hacían humildad”.
Cisneros como el de Hita hubo de volverse con las orejas gachas. Unos ladrones
le atracan por el camino y le quitan todo lo que llevaba excepto las cartas de
recomendación. A Juan Ruiz le aguardaban las prisiones del primado de Toledo
don Gil de Albornoz otro mitrado difícil y a Gonzalo de Cisneros las de su
sucesor Alonso Carrillo corte imperial ejercito propio y hasta un número
indeterminado de hijos fornecinos. Entonces los obispos montaban a caballo en
todos los sentidos de la palabra pero que no se entere tu mano derecha lo que
hace la izquierda y poblaban los monasterios masculinos y femeninos y las
canonjías de bastardos y de bastardas. Otro hijo natural de Fernando de Aragón
aspiró a la mitra toledana pero ésta por deseo expreso de la Reina Santa fue
para su confesor de quien en punto a amoríos los cronistas nunca pudieron decir
ni media. Fue un hombre austero y observante de la regla de San Francisco. No
obstante y en definitiva este escándalo que le causó la corte romana le hace
sentirse más católico y más hispano visigótico y esta fue acaso una de las
razones por las cuales quiso restaurar el viejo misal hispano romano. Cisneros busca el arca perdida. En esta
tentativa de sustitución del rito romano por el mozárabe se ve también un
intento de reconciliación con el Islam. Este viene a ser uno de los aspectos
más desconocidos de la personalidad del eclesiástico. Se llama rito mozárabe en
honor a un rey de moro Toledo Muza Arabi que fue muy tolerante y respetuoso con
el culto de los hispano romanos sometidos que siguieron practicando su religión
hasta bien avanzado el siglo XIII con la llegada de los almohades
fundamentalistas. Tampoco Alfonso VI mal aconsejado por su mujer doña Constanza
y los cistercienses franceses respetó la
mezquita de Toledo situada en lo que es hoy la catedral. Hechos lamentables e
irreversibles de la historia. Las flaquezas y el orgullo humano se arrogan el
privilegio de hablar en nombre de Dios cuando en verdad lo que están poniendo
en el escaparate es su propia protervia y vanidad. De cualquier manera el
cardenal nombrado regente se siente atraído por la solución de la unidad
religiosa y de la búsqueda de un entendimiento con el Islam después de la toma
de Granada. El buenismo de Hernando
de Talavera que ya en el siglo XVI predica en pro de la abolición del latín y
quiere que el oficio divino lo entienda la gente. Pero al arzobispo de Granada
esto es a Talavera no lo toman en serio los moriscos a los que quiere
convertir. Según un cantar de aquel tiempo los ciegos de la Alhambra “arzobispo
de Granada cara de oveja y carne de cabra pero arzobispo de Toledo dar caperuza
y hacer cristiano nuevo. Los métodos de Cisneros para la pacificación del
Albaicín eran mucho más drásticos de acuerdo con los rasgos de su carácter de
una gran firmeza pero al mismo tiempo compasión y munificencia. Cisneros
participa de la obsesión franciscana de un acercamiento mediante el amor y la
compasión de Mahoma a Jesús. Por eso quiso irse de misionero a Berbería y por
eso planificó la toma de Alcazarquivir. Una saludadora en Gibraltar a punto de
embarcarse para tierra de moros le quitó esa idea de la cabeza. Sus enemigos lo
acusan de un auto de fe que tuvo lugar en Granada en 1497 con la quema de unos
cuantos ejemplares del Alcorán. No llegaron a treinta. Sin embargo manda
recoger todos los libros de medicina que se encontraban en las mezquitas del
reino de Granada cuyo número asciende a más de treinta mil y los traslada a
Alcalá algunos de ellos podrán todavía consultarse en la biblioteca nacional
escritos en árabe y con caracteres cúficos. Y la quema no fue ordenada por el
metropolita de Toledo sino por un fámulo suyo un clérigo por nombre León que
más inri era de origen morisco. Dios nos libre de la furia del converso. Este
afán de unidad de las tres religiones monoteístas es la idea motriz que le
lleva a fundar la universidad complutense. La primera piedra se coloca en 1499
y en 1508 cuando el prelado acaba de cumplir los sesenta y tres años de edad se
inaugura el curso un día de san Lucas allá por setiembre y los estudiantes
procesionan a lo largo de la calle mayor luciendo sus vistosas becas cada una
del color al colegio que pertenecen. Estos son doce como los doce apóstoles: el
de San Ildefonso, el de San Pedro y san Pablo, el de la Madre de Dios de los
teólogos, Santa Catalina para los bachilleres en Artes, Santa Balbina de los
retóricos, San Ildefonso el de los latinos. San Eugenio al que después
llamarían de San Ambrosio y el de san Jerónimo o Trilingüe porque se impartían
clases en romance en hebreo y en árabe. Fundó, con las mismas, un hospital para
estudiantes pobres el de San Lucas donde trabajó Iñigo de Loyola como enfermero
para pagarse la matricula en el de San
Eugenio. En total sumaban 46 cátedras. El plato fuerte del menú eran la
filosofía y la teología pero en Alcalá se hace la innovación de establecer una
facultad de Medicina y Anatomía otra de
Matemáticas y seis para las Sagradas Escrituras. En sus aulas enseñaron Lebrija,
el Brocense, Antonio de Nebrija, López Zúñiga y Pinciano el divino maestro en
lengua griega y los segovianos hebraístas Alonso y Pablo Coronel. Así como un
número indeterminado de domines que conocían la lengua árabe a la perfección.
Todo ello va dar pábulo a la monumental versión de la Biblia políglota. España
conoce gracias a este príncipe de la iglesia una época de esplendor como no
había conocido desde la Escuela de Traductores de Toledo. Sin Cisneros acaso no
hubiese sido posible Cervantes que era además alcalino ni Calderón ni Tirso ni
Lope ni Juan de Ávila ni san Ignacio de Loyola. Todas estas cosas me cuenta
cuando me quito la boina todas las mañana camino del trabajo y paso ante la
estatua iluminado de Fray Francisco que mira orgulloso para la fachada de la
Universidad de piedra gualda de fina labra y en cuyos modillones se encuentran
encerrados los arcanos de la misteriosa historia de mi patria. Viva Alcalá
escuela de hombres y espejo de tolerancia. Yo también soy y me siento
complutense.
XLV
ALONSO DE PALENCIA DETRACTOR Y CRONISTA DE ENRIQUE IV
Digna
de una novela policíaca es la peripecia del manuscrito de la cuarta década de
la Gesta Hispaniorum de Alonso de
Palencia desde su redactada por un
amanuense italiano que “fusiló” su latín porque las actas fueron recogidas de
oído hasta su entrada en el archivo de la Academia de la Historia sito en el
palacio del Nuevo Rezado, ese caserón de la calle del León, una de las arterias
del viejo Madrid donde abría sus puertas la gran pescadería de los maragatos y
había varias librerías de lance, cerca de donde vivieron Cervantes y Lope y
tuvo su convento Tirso de Molina.
En ella hace unos años me encontré yo una vez
con mi profesor de Arte, Azcarate y le convidé a una copa de ginebra en una cutre
taberna que debió de alarmar al viejo profesor y salió pitando. Si hubiese sido
don Marcelino Menéndez y Pelayo entre cuyas pasiones figuraban después de los
libros el orujo montañés y el anís tal vez no se me hubiera hecho tal desprecio
pero es que uno es un poco vagabundo de las estrellas y mis singladuras por el
mar de la verdad y de la ciencia me llevan a océanos etílicos.
Los libros son compañía y soledad pero gracias
a estos navegantes de la literatura, las bibliotecas, los archivos y los
tenderetes de los libreros de lance- el más singular el de Riudavets en Moyano
en la época que me ha tocado vivir- entre los cuales me cuento el vulgo puede
tener noticias ciertas de problemas de la historia de España aun no resueltos.
Para mí es mucho más novela de intriga este manuscrito que el propio código
D´Avinci.
Durante
la guerra de Independencia los anales de Alonso de Palencia fueron a parar al
monasterio de Montserrat y allí lo conservaron los benedictinos hasta la
desamortización de Mendizábal en que llegaron los infolios a Madrid.
La aldaba de la suerte estaba llamando a la
puerta. Durante la segunda parte del XIX los escritos de Alonso de Palencia
estuvieron sujetos a una profunda controversia sobre su autenticidad y si sobre
era conveniente verterlos al castellano del latín, habida cuenta de las
barbaridades contra un augusto monarca español que en sus páginas se injertan.
A la primera pregunta los eruditos dijeron que
en vista de la antigüedad del papel y de la letra gótico humanista dijeron que
sí, pero el amanuense que lo compuso al dictado del propio autor era anónimo y
a la segunda unos dijeron que no y otros que sí.
El mamotreto a día de hoy sigue sin traducir.
Fue uno de los pocos que se salvó de la quema. Otras obras de este mismo autor
que era un escritor compulsivo como algunos trozos de su Guerra de Granada
quedaron perdidas. Las Décadas fueron un poco la joya de la corona de la docta
institución junto con la Gesta Roderici Campodoci o Poema del Cid.
Don
Enrique IV vivió sólo medio siglo pero los cincuenta años de su existencia
desde 1425 hasta 1474 en que fallece en Madrid fue una época muy interesante en
los anales españoles porque representan un tiempo de cambio que marca el fin de
la edad media y el comienzo de la moderna. Pocas figuras de la monarquía
castellana por otra parte han hecho correr tanta tinta de plumas agitadas
siendo tan vilipendiadas al propio tiempo.
Ya apuntamos arriba cual pudiera ser la razón
de tanto menoscabo y una de ellas el haberse ganado la enemiga del pueblo elegido
como consecuencia de los desmanes acaecidos en Burgos reinando su abuelo y los
de Segovia de 1410 con el robo sacrílego de las hostias catorcenas. Parece ser
que no hubo en Segovia a diferencia de Burgos tumultos ni asaltos a la aljama.
Todo quedó en desagravios eucarísticos y la institución de las procesiones
devotas a las que tan inclinados mis paisanos. Que acudían embelesados a
escuchar los sermones apocalípticos y antisemitas que pronunciara san Vicente
Ferrer en la iglesia del Cristo del Mercado. Hablaba en valenciano y sus
oyentes le entendían en castellano. En estas diatribas contra judeos Dios debía
de hacer un milagro.
Los
incidentes más notables fueron por este orden:
-
Toma de la plaza de
Gibraltar (1462) que costaría arduo trabajo y muchos muertos. El recuerdo del
asalto a Gibraltar y al fuerte de Archidona determinarían en su personalidad de
bon vivant una inclinación a los pactos y a los consensos. Enrique IV si
hubiera vivido en el posfranquismo a lo mejor se hubiera hecho de UCD. Le repugnaba
derramar sangre, no le gustaban los extremos y ante la infamia y el ataque
frontal se observa en él una constante: la escapada.
-
Se registra la primera
sublevación de Cataluña instigada por los franceses pero ahí el que iba a ser
su hermano político Fernando de Aragón hila fino y compra las voluntades de los
barceloneses para que no se separen de la corona de Aragón y en 1463 se
decretan las paces con Luis.
-
Conflictividad con
Portugal y con Navarra. El monarca castellano conjura el recelo de los navarros
y de los lusitanos mediante sendos matrimonios los cuales fueron muy
desgraciados.
-
Revueltas de los nobles y
de la iglesia, en una crisis social que aboca a una guerra dinástica y va a ser
el germen de la sublevación de las comunidades.
-
Su reinado no puede
desligarse del de su padre Juan II el cual tuvo un reinado turbulento a la
sombra del gran valido Álvaro de Luna pero no por ello menos interesantes pues
la corte fue mecenas de artistas, poetas, juglares, pero de él heredó la medrosidad y el carácter
irresoluto y la pasión por las artes y las cosas buenas de la vida, incluso
algún que otro gatillazo.
Por
último hay que estudiar dos aspectos biológicos interesantes. Enrique IV era
hermano de un costado de Isabel la Católica y del príncipe Alfonso por cuyas
venas corría sangre lusitana, hijos ambos de Juana de Portugal y aquel de
Blanca de Navarra. La segunda esposa de Juan II murió loca en el castillo de
Arévalo a los cuarenta y dos años de enviudar y esta esquizofrenia por la
consaguinidad viene a brotar en la mujer de Felipe el Hermoso hija a su vez de
los Reyes Católicos que arrastró una vida longeva y solitaria en el castillo de
la Mota. Otro paralelismo que ocurre es la muerte prematura de Alfonso quien
llegó a ser coronado rey con el nombre de Alfonso XII pero no llegaría a
gozarlo. Murió exhausto después de una noche de amores e igual le acaecería a
su sobrino nieto el infante don Juan príncipe de los Reyes Católicos en plena
mocedad. La historia maestra de la vida muestra a los hombres en sus miserias y
en sus grandezas, la eterna pasión de mandar, que promueve batallas y conjuras
sin cuento, y el ardor sexual, rueda de la existencia, sólo que en ciertos
casos acerca al hombre a la muerte. Eros y Tanatos son hermanos gemelos Es la
primordial lección que se concluye de esta apasionante y embarullada historia
que nos narra en sus anales el bueno de Alonso de Palencia tratando de estudiar
un poco la condición humana.
XLVI
EL
TESTAMENTO DE DOÑA URRACA Y LA VIOLENCIA CONYUGAL. CONFESIONES UN CURA DE ALDEA
Anduvimos
al Burguillo este fin de semana luna de lobos encinas chaparros un almez
munificente en la ribera del río que no sabemos lo que pintaba por allá y algún
espantapájaros. Se van los veraneantes y pronto empezarán las vendimias, afila sus
ojos y sus garras el garduño, los buitres se dejan ver solemnes y silenciosos
circunvalando despectivos la vertical del aire.
El oso busca querencia madriguera para la
invernada Tierra misteriosa: tomillares,
cardos borriqueros, la genciana y el cantueso y otras hierbas que desconozco
esparcidos por la plataforma de aquella meseta de soledades.
Por allí pasaba una calzada romana que
atravesaba desde Asturica Augusta hasta Tarraco los costillares del macizo
ibérico. Quedan algunas lajas del viejo empedrado y los restos de una gran
necrópolis visigoda.
Aún no han llegado las palas debeladoras del
paisaje que meterán la vertedera de sus dientes gigantes y en vez de surcos
colocarán cimientos para domar el paisaje de urbanizaciones a marchas forzadas
de ladrillo y de cemento. Segunda vivienda, casa en el campo, yo siempre
albergué un sueño y en el fondo de las aguas enigmáticas del pantano yace con
sus artes, sus aperos, sus arcas, sus llaves y sus huertos todo un pueblo
llamado Linares de donde era mi amigo Barbolla.
La verdad es que Madrid queda un poco lejos.
Por estas lindes pasó un día el Cid camino del destierro. Valles de Almazán,
vegas de Osma, la vieja Uxama. Soria fría, Soria, pura, cabeza de Extremadura,
que cantaba el poeta Bandadas de jilguerillos tiene querencia a la zarza.
Por san Frutos ya se sabe. No en vano lo
bautizaron al buen godo eremita con la sobrehúsa del pajarero. Uno se siente a
gusto por estos riscos buen tiempo de septiembre de alboradas frías pero a más
de mediodía estorba la chaqueta.
Mi
amigo Elpidio que es cura por estos contornos no diré cual pueblo y el nombre
también es fingido nos tumbamos a la bartola a tomar pan apoyados de un codo
como hacían los romanos que se derrumbaban para comer-costumbre que aún se
conserva en Castilla sobre todo en el campo- en su triclinio y en un ahí nos las den todas le echamos mano a
unas tajadillas, un torrezno, un par de cascos de cebolla comida humilde y sana
regada con unos cuantos tiempos a la bota y de hoy en un año.
Es
la hora de tomar el pan y aquí se está bien.
El
reloj marca las cinco y nosotros llevamos desde la salida del sol zamarreando
por estos tesos entregados a la noble ocupación de ver pájaros, no matarlos,
sólo diquelarles con nuestro catalejo y tirar alguna placa, cámara digital en
ristre.
Barzoneábamos por los terreros y nos saludaban
desde lejos las retamas y la flor de la camamila. Tierra de pan llevar a
trechos. El jabalí y el lobo al acecho. Yo llevo un eremita en mis adentros y
así se lo confieso a don Elpidio que comprende mi asqueo de la civilización,
del tráfago, el pago de la hipoteca, los atascos y el metro y alza la mano y
señala unos gollizos que parecen la marca de un glaciar en los bordes del
inmenso lago. Allí estaban las cuevas de los Siete Altares.
-Lo
ibas a pasar mal. Te ibas a aburrir de lo lindo. La vida cenobítica que tú
ansias no es nada fácil.
Acaba
de pasar el vilano y se dirige por la hondonada hacia Fresno de Cantespino que
es el pueblo con el nombre más bonito
más sonoro de Castilla después de Madrigal de las Altas Torres. Allí, hacia el
año 1111 vivía con su amante el Conde de Cantespín cuando su marido legítimo
vino a por ella, mató al conde y se llevó a doña Urraca la pobre a un convento
de Teruel.
Ella,
cabra que tira al monte, y cerrera de condición, se escapó del aragonés con la
ayuda de sus mesnaderos castellanos.
Hablamos
de mujeres pero Elpidio, mi compañero de terna en el seminario hace ya muchos
años, pone oídos de mercader, no suelta prenda. Ya a estas edades... Si los
curas se jubilaran a mi compañero le tocaría dar carpetazo el año que viene
pero los curas no se jubilan. Sirve a cuatro parroquias y dos anejos. Está
hecho un roble, pero misar todos los domingos y fiestas de guardar supone un
recorrido de sus buenos ochenta kilómetros entre pitos y flautas. Tiene que
binar consagraciones y ponerle mucha agua al cáliz de su sacerdocio. Una vez,
cuando iba a decir la eucaristía de un pueblo a otro, le paró la GC y en un
control de alcoholemia dio positivo. Don Elpidio le explicó su problema; siete
misas en siete pueblos, una tras otra.
-Y
a mí no me gusta aguar el sanguis. La sangre de Xto. es la sangre de Xto. Y hay
que apurar el cáliz hasta las heces, mi sargento.
-Pues
va usted aviado, padre. Pero siga su camino.
El sargento de la Benemérita hizo la vista
gorda y a nuestro curilla no lo metieron en la cárcel ni le quitaron puntos del
carné. Hay escasez de sacerdotes, la juventud ha dejado de ir a misa, que en
las parroquias sólo aparecen viejos, y abunda la violencia de género. Y como
las cosas no parece que tengan remedio pues litro y medio. Agua y ajo. Si te pega tu Paco pues
agua y ajo. Ay Paco. Mi curita tuvo que ir a poner en muchos sitios paz. Es una
tarea muy complicada y desagradable porque dos que duermen en el mismo colchón
se vuelven de la misma opinión. Mejor no interferir. De algo tan positivo como
es la emancipación de la mujer que es persona humana, que busca su vida y su
libertad, se ha derivado una problemática que parece insoluble tal y conforme
están las cosas.
-La
cuestión es insoluble pero el matrimonio es indisoluble nos decían. Algo para
toda la vida.
-También
existe en esta tierra nuestra mucho moro posesivo. Dios nos libre de los celos
de Otelo y del maté porque era mía.
-No,
no las matan por cuestión de sexo,
Elpidio. Ni siquiera por la honra a lo mejor. Las asesinan porque se ven
perdidos y en la calle. Es cuestión de pasta y de dineros. Los jueces fan toda
la razón a ellas que se quedan con todo y ellos se desesperan. El origen de los
litigios conyugales como todo tiene un matiz económico. Sin embargo, discuten y
andan a palos.
A
don Elpidio le da mucha pena que antiguos feligreses suyos buenos padres de
familia acaben en la rúa de vagamundos. Y todo porque se llevan mal con la
parienta. Tratan de meterlas en vereda pero por el testamento y la maldición de
doña Urraca que vaga por estas tierras cuando una mujer sale traviesa no hay
dios que las meta en vereda. ¿Solución? Agua y ajo.
-No
sabes el favor que me hizo Dios cuando abracé el celibato, Antoñito.
-Pues
sí y lo que decía don Camilo a sus guardias si no podéis ser castos por lo
menos sed cautos.
-Yo
estoy casado y me ha ido bien aunque con todo y eso tocó pasar mis malos
trances, pero en general bien no me arrepiento
Las
desavenencias conyugales son incluso en el campo no ya meramente en la ciudad
una pandemia. Ha caído una estructura. Se acabó una forma de vivir y abre sus
batientes el portón de una nueva era. Está claro que la mujer tiene derecho a
su libertad, no vale aquel prejuicio de la pata quebrada atada a la mesa y en casa como pretendió
hacer Alfonso el Batallador con doña Urraca. Hoy las mujeres salen. Son más
independientes. Eso es de cajón y en ese cajón puede que también esté metida la
Iglesia. Que tendrá que andar lista, reformar su estructura ni meterse en
bernegales. Los patrones medievales no sirven. Uno visitando estos riscos, y
todos estos pueblos románicos que vivieron a la sombra despreocupada de un
campanario durante milenios, tiene ese barrunto. Que faltan curas es un secreto
a voces y que, si esto sigue así, muchas iglesias de Castilla, Andalucía,
Asturias, Aragón, León, tendrán que echar el cierre. Por agotamiento de la
raza. Que una institución tan veneranda como es la familia, tan arraigada en
España, pues nuestro país tiene una constitución tribal, dé en quiebra traerá
aparejado que se cancelen muchos templos. Don Elpidio y yo hemos sido testigos
de este cambio que hará cosa de medio siglo nos parecía inasumible.
-¿Sabes quien era doña Urraca, Elpì?
-Pues que ha de hacer. A los moros por dinero y a
los cristianos de gracia.
- Hay que ver. Los curas estáis en todas. Eso es con
lo que amenazaba a su padre Fernando I de Castilla cuando hizo las particiones
del territorio. Meterse a puta si no le daban una hijuela con más garantías.
-Le tocó Zamora la bien cercada. Por uno la cerca el
Duero y por otro Peñatajada.
Mi amigo Elpidio que ya nos sorprendía en el
seminario cuando era capaz de soltar una tesis de Aristóteles en latín sin
perder el huelgo. Tenía buena memoria y era un apasionado de la historia. Un
cura tiene que saber de todo. Pero a la pobre doña Urraca, que era algo pendón,
su marido el Batallador y hay un documento en Simancas que así lo avala, la
sacudía el polvo. A ella a lo mejor le gustaba la marcha: “Faciem meam suis manibus sordidis multoties turbatam esse; pede suo me
percuisse omni dolendum est nobilitatem” (tengo la cara desfigurada por sus
puñetazos y me pega patadas en el
trasero; lo que me duele no son los golpes sino que se haya olvidado de mi
dignidad de reina.) Que ande a puntapiés un rey con su reina no es cosa que se
vea todos los días pero la violencia de género no hace distingos de condición.
Escala los talamos y los altos estrados. Este testimonio del siglo XII ya
demuestra que el zurrar a la parienta es más viejo que el andao para adelante y
no se detiene ni ante las propias testas coronadas. Luego mi amigo Elpidio socarrón me dice que
si la zurraba algo haría. Y aquello de si te pega tu Paco pues agua y ajo. Es
mejor no meterse en estos enredos. Aunque no hace ascos a la idea de los curas
casados dice que el celibato demuestra la sabiduría de la iglesia.
-Y su hipocresía-le replico.
-Yo creo que estamos muy bien así.
-Pero sois lo último de una estirpe. Esto es un fin
de fiesta.
-Que te lo crees tú.
-La vida de casado es más dura que la de soltero-,
salto yo como un resorte.
-Partim eumdam partim diversa, Antonio. Que no eres
lógico y te has olvidado de la asignatura que nos enseñaba don Fausto López.
-La verdad amigo mío que sois un poco misóginos.
-Qué va. Somos más cómodos. En la vida hay que evitarse complicaciones.
Ya sabes lo que dice el Eclesiastés de ellas: aula diaboli, aquilonis percussio.
-El aula diablo y el picotazo del escorpión. Pero
creo que la mujer es también lo mejor de la vida.
-Puede que sí y puede que no. Dubitatio metódica cartesiana que decíamos de seminaristas.
Elpidio el cura se me queda pensativo y añorante y
murmura:
-Yo no sé. No tengo experiencia. Nunca lo caté.
Tampoco lo echo de menos.
-¿Nunca? Ni un vulgar casquete
-Moriré entero como mi madre me echó al mundo.
Le creo. Mi condiscípulo era incapaz de mentir desde
cuando éramos pipiolos y juntos ingresamos en el seminario a< los once años.
-Qué cosas. De buena te libraste pero yo también
conocí a párrocos que andaban con el ama a puntapiés como Alfonso el
Batallador.
-De todo tendrá que haber en la viña del Señor.
Puede que existiera ese tipo de violencia en las sacristías. Al fin y al cabo
los curas también somos hombres.
Está diciendo la verdad, don Elpidio no es el típico
cura mocero o el que se va de marcha a los puticlubs de carretera. El un buey
suelto que bien se lame. Toda su vida muy independiente. Para él el celibato no
ha supuesto problema. La soledad sí lo es. Las bodas de plata de su sacerdocio
las celebró en el 92, año mágico. Ni feliz ni infeliz. Todo a ratos. Tuvo que
pasar malos trances porque ha vivido una de las épocas más traumáticas de la
iglesia. Ha sido un buen cura de aldea. Lo que le costó más duró fueron las
innovaciones litúrgicas, pastorales e incluso teológicas que vinieron con el
Concilio y que para muchos curas fueron una especie de cambio climático. Un
terremoto. Un tsunami en rectorías y curias.
-¿Sería el cambio para bien?
-En algunas cosas-responde don Elpidio- sí en otras
no tanto.
Ahora le preocupa la violencia de género y me lo
cuenta. Muchos de sus feligreses se están separando. No se aguantan. Las casas
y las familias se vienen abajo. Y yo le digo que más valiera que esos maridos
acaparadores echasen un poco más la vista gorda, tuvieran más mano izquierda y
sepan lo que contaban nuestros abuelos de que los españoles solemos tocar a
siete y una tuerta, viejo resabio del harén moro que corre por nuestras venas.
-Eres un machista.
-Lo que soy es realista.
Elpidio me mira con aire de superioridad incrédula y
abandonamos el lugar ameno. Se desploman sombras desde la montaña, corre una
brisilla y hay que ponerse la chaqueta. Ni contigo ni sin ti tienen mis males
remedio. Y la cuestión de la jodienda no tiene enmienda. ¡Si tuviéramos la mano
un poco más quieta! Me acuerdo del testamento de doña Urraca, una reina de
Castilla, nacida en Oviedo, que fue algo ligera de cascos y a mí siempre me
cayó simpática pues llegó a contar entre la larga lista de sus amantes con un
arzobispo. A los cristianos de balde ¿Y a los moros? Por dinero, pero de ellos
no hay registros en las crónicas.
Callades, hija callades, le dijo el rey Fernando su padre al testar. Esa
palabra no pronuncies. Y ella gritó puta
con más fuerza. A los moros por dinero y a los cristianos de gracia, lo que
tradujo en verso libre Quevedo con aquello de gallinas y mujeres todas ponen.
Unas, huevos y otras, cuernos. Pobre doña Urraca. Fue la reina de los tristes
destinos como doña María de Molina.
-No murió por las tabernas, ni tampoco tablas jugando
que él murió sobre Zamora, vuestra honra resguardando- cantaba el romance.
Deslices de
la humana naturaleza. Pobre doña Urraca.
-Me alegro, sin embargo, de verte, Elpidio. Estás
hecho un toro.
Se ríe y
dice:
-No creas, las apariencias engañan, también caen los
cedros del Líbano.
Luego al despedirnos echamos el ultimo traguillo de
la bota y él me bendice unos rosarios que he traído para regárselos a mis
hijas. A ver si con la bendición de Elpidio encuentran un hombre que no las
maltrate cuando se casen.
XLVII
ENRIQUE IV “TENÍA UNA GRANDE VERGA”
“E EL Rey don Enrique Nuestro Señor aveva una grande
verga nos daba deleite como cualquier ome pagando su débito viril en la
coyunda”. Este testimonio aportado por las meretrices
de Segovia y que recoge Marañón
en su estudio biológico sobre el tan denostado rey castellano tira por
tierra, al parecer, todas las acusaciones de impotencia que contra su real
persona descargó la historia.
La historia no la escriben los vencedores sino
los traidores y este puede un caso manifiesto de interpretaciones de tercería
interesada y capciosa. Los parciales de
su hermana doña Isabel le sentaron las costuras. ¡Pobre hombre, un pelele
difamado en los anales! Cometió un delito este buen rey y fue el enajenarse con
los judíos de Segovia. Las cosas sin embargo no fueron tan negras como las
pintan ciertos autores- Con don Enrique Castilla acusa los estertores de una
nueva época, la moderna y eso trajo convulsiones sociales: carestía de monedas
de vellón, bandidaje que venía de Francia e Inglaterra, un cúmulo de malas
cosechas pero los cronistas obvian la gran arquitectura de aquellos años de los
últimos castillos mudéjares, la invención de la imprenta que tuvo por escenario
un pueblo de la provincia donde se dieron a la estampa los primeros documentos
en letras de molde sinodales de
Aguilafuente nuestro primer incunable que data de 1472.. El rey y el obispo
contrataron los servicios de un ambulante bohemio del que apenas se sabe más
que el nombre: Juan Parix, que viviría en
el alcázar. Los sinodales de Aguilafuente se publicaron de la mano de
este maestro dicho año.
A
Su Majestad se le quiso mucho en Segovia donde tenía su corte gran parte del
tiempo cuando se iba a cazar a los montes de la Despernada. Curiosamente vivo cerca
del castillo de Villafranca donde estaba la guarnición de este castillo denominado del Aulencia, en los predios de
las dos Villanuevas la del Pardillo y la Cañada que por entonces eran tan sólo
monte pero aún quedan las eras de la antigua villa hoy desaparecida. Su abulia
y su amor a la caza puede que se confundiera con la impotencia y no era otra
cosa que cierto desencanto con aquella Castilla que le tocó vivir plagada de
intrigas y de conspiraciones promovidas por la nobleza, la jerarquía y los judíos.
Tedium vitae. Hastío de la vida.
Desencanto de la política.
Tanto el historiador Alonso Palencia como
Hernández del Pulgar eran amanuenses a favor de su hermana Isabel a la que se
denominó la Reina Católica, amanuenses amañadores porque exageraron o deformaron
algunos sucesos y sólo el franciscano Diego Enríquez del Castillo al que nombró
don Enrique su cronista particular tras la muerte de Juan de Mena, se permite
hablar con cierta discreción y benevolencia sobre estas supuestas mermas de
Enrique IV pero sin echar su cuarto a espadas a la hora de desbaratar ciertos
infundios. Desde luego le tocó tarifar con aquellos arzobispos como don Alonso
Carrillo que era una mala bestia. Aun se le puede contemplar a su reverencia de
cuerpo entero vestido de pontifical ante el convento alcalaíno de las monjas de
San Diego, de mediana estatura y mediana edad, renegrido, calvo y con malas
pulgas. Tarifar con dicho prelado no debió ser fácil porque era un señor de
horca y cuchillo y enseguida sacaba la espada. Utilizaba el báculo cual arma
arrojadiza. Era un aguerrido prelado prevenido en frontera.
Él fue el promotor de la gran afrenta
denominada el pelele de Arévalo. Este acto infausto no ocurrió en la villa
arevalense sino en Ávila. En comandita con el obispo de Calahorra el cual sería
más tarde el cardenal Mendoza – tuvo 33 hijos naturales reconocidos-, el
marqués de Villena don Juan de Pacheco y después de destronarle arrebatando de
su cabeza la diadema de la corona, el cetro de su mano y el manto de armiño de
sus espaldas nombraron soberana y heredera a doña Juan la Beltraneja
supuestamente habida de su matrimonio con la reina doña Juana la portuguesa
pero de cuya concepción hablaban las malas lenguas fue debida a don Beltrán de
la Cueva la Beltraneja. El urdidor verdadero,
el que manejaba los hilos de la conjura
en la sombra, muñidor de todos los enredos, fue uno de esos personajes
siniestros que de vez en cuando cruzan por la historia de España: el marqués de
Villena “ni palabra mala ni obra buena”,
De don Juan de Pacheco quiromante y conocedor de sortilegios y artes diabólicas
se hablaba que tenía dominada la voluntad regia, que le había dado un bebedizo.
Marañón presume muy bien que don Enrique sufriera de melancolía en parte porque
la reina portuguesa debía de ser un caso parecido a doña Urraca, una
ninfomaníaca que a los moros por dinero y a los cristianos de balde. El rey
empezó a sentir la depresión psicológica a raíz del repudio de su primera
esposa doña Blanca de Navarra de la que no hubo descendencia al parecer por
esterilidad de la soberana, y esto
consta por el testimonio del privilegio de “fiel de fechos”(una especie de báscula moral que levantaba acta de
los actos humanos incluso los más insospechables), bárbara e inaudita costumbre
de los tiempos medievales porque en las bodas regias y para conjurar los
achaques de bastardía y de cuestiones de legitimidad que dieron pábulo a no
pocas guerras se colocaban en la cámara regia tres pajes, un notario y dos
pincernas y todos ellos testificaron que doña Blanca era virgen y que fue
desvirgada en la noche de bodas, como corresponde, y que el lienzo que pusieron
sobre el lecho fue manchado con sangre y
esperma. El paño de pudores dijo, máquina de la verdad, que su Majestad
no tuvo contratiempos en su noche nupcial. No sucedió pues lo que cuenta
Góngora en su inmortal soneto:
Con Marfisa en la estacada
Entrose tan desguarnido
Que su escudo aunque hendido
No pudo rajar la espada
No se vio en trance tan crudo
Ni vuestra vergüenza pudo
Cuatro lágrimas llorar
Siquiera por dejar
De orín tomado el escudo
Estos
mirones pudieron dar cuenta de que el rey no era impotente y que tenía todo el
aparato genésico en condiciones. Era un varón de aventajada oscura, de aspecto
taciturno y reservado, tardo en sus reacciones, de enfermizo semblante, y dicen
los cronistas que “allá donde ponía los ojos mucho le duraba el mirar”
Los juicios que vierte Marañón sobre la
impotencia de don Enrique acaso fueran juicios de parte o meras conjeturas
sectarias: el pie valgo o plano, el aspecto fofo y algo feminoide de su persona
(no vamos a entrar en detalles), aunque es posible que esa pérdida de la
virilidad ocurriera debido a una enfermedad de carácter urinario como el mal de
piedra y a lo mejor un cáncer de colon o de próstata, agravados con la edad. Se
le acusaba al propio tiempo de verse rodeado de una guardia morisca – nada de
particular tenía esto porque el rey cristiano se fiaba, lo mismo que Franco,
más de los musulmanes que de los cristianos- y de haber adoptado algunas de sus
costumbres como sentarse a la morisca y deleitarse con música de adufes, gaitas
y chirimías. Hablaba la algarabía que
aprendió de mozo en la campaña de Andalucía porque fue el primer que tomó la
plaza de Gibraltar incorporándola a la corona de España.
Tales
cargos señalaban que era “una ofensa a la religión cristiana el traer consigo a
moros infieles y de holgar y salir a cazar en su compañía y que esta gente eran
expulsos o prófugos de Granada donde no habían querido seguir la facción del rey Chiquito
(Boabdil) y que forzaban a las cristianas que encontraban de camino”.
Para
mí al igual que para muchos historiadores todas estas hablillas son el
resultado de la falsedad, del mal ejemplo, el ansia de poder y la hipocresía de
aquellos príncipes de la iglesia: el ya mentado Carrillo, el cardenal Mendoza,
el obispo de Coria, Iñigo Manrique, el almirante don Fadrique Enríquez que era
el suegro del rey de Aragón don Juan padre de Fernando el católico, y era judío
converso. Todos ellos más que en el bienestar de sus súbditos y el ejemplo y la
edificación de sus fieles tenían su mira puesta en las riquezas, en los
devengos, martiniegas, diezmos y primicias. El pueblo esquilmado gemía bajo la
bota de todos estos tiranos, algunos eclesiásticos como los maestres de
Santiago que por acá dieron bastante guerra y los de Calatrava, y otros de la
más encopetada nobleza que se jactaban de traer sangre de los godos y de venir
de la pata del Cid.
La historia demuestra que esta divinización de
los templarios se corresponde con una verdadera demonización, con los poderes
ocultos Aquellos monjes soldados asimilados a monasterios fronterizos en punto
a cristianismo dejaban bastante que desear por crueles y malsines y opresores
del pueblo como fue el caso de la trama de la famosa comedia de Lope,
Fuenteovejuna: un reitre calatraveño abusa de una moza y el pueblo pide cuentas
al rey que entonces estaba por encima de la Iglesia
Le
hicieron abjurar a don Enrique en la reunión habida en la villa de Cigales
(buen vino debieron de beberse aquellos señores) pero luego el rey como era
irresoluto y de carácter inhibido se volvió atrás y se fue a cazar puercos a
los montes de la Mocha Chica y de Navalcarnero y ello daría lugar a toda una
guerra civil, a las banderías famosas castellanas del siglo XV a los despechos
del maestre de Calatrava don Pedro Girón a varias luchas y batallas entre
castellanos y portugueses por culpa de la Beltraneja: las batallas de Toro y
Albuera y al tratado de los Toros de Guisando, un punto de inflexión en la
historia española, pues no hay mal que por bien no venga, en el que Enrique IV
nombra su sucesora y princesa de Asturias a su hermana Isabel.
Hay
en Segovia o había dos olmas principales. Una era la de San Miguel donde fue
jurada reina la princesa de Asturias un 12 de diciembre de 1474 y otra la olma
del convento de San Antonio el Real paredaño al palacio del monarca.
La
leyenda dice que fue el rey nuestro señor don Enrique de Trastámara el que la
mandó plantar y yo la he visto oronda y solemne echar ramas muchas primaveras a
este prodigio forestal pues estaba cerca del Campillo, donde comienzan los
arcos del acueducto y donde yo jugaba de niño al fútbol en los terraplenes del
campillo. Esta olma fue talada en los años 80 a efectos de la grafiosis una
enfermedad forestal que acabó con nuestras famosas olmedas, pero la conseguí
fotografiar.
Cuando
iba a mi pueblo ante esta olma me cuadraba y me echaba a temblar, guay de mi
España. Don Enrique al que tanto quisimos en Segovia porque fue un poco el alma
de la ciudad, que recibió como señorío propio a la edad de catorce años de su
padre el rey don Juan II y a la que gustaba de llamar mi Segovia no fue ni tan
impotente ni tan malo como argumentan sus detractores. Es un consuelo saber que
“tenía una grande verga”, una buena polla castellana, vaya. Con lo que querrá
decirse que era un hombre como los demás, ni mejor ni peor, muy campechano y
convival como eran en otra época los que nacieron a los pies del acueducto, que
gustaban de comunicarse, darse los buenos días, acudir a las ferias y a las
bodegas, echarse de vez en cuando una cana al aire, devotos hasta cierto punto
y don Enrique profesaba un fervor muy significado a san Antonio de Padua y
pertenecía a la cofradía de las cinco llagas, (lo enterraron en Guadalupe de
hábito franciscano) pero sin pasarse, amante del traguillo en la bodega y una
charla con los amigos ante una ración de escabeche bonito de cubillo en que se
contaban historias de cuanto entonces y se adobaba la conversación entre besos
al jarro y de hoy en un año, salud es lo que hace falta, que en el cielo le
veamos, si se brindaba por un difunto, con retraheres y chascarrillos, en una
palabra, un castellano de pura cepa, nada engreído y al que la corona le venía
un poco grande y acaso el cetro le pesara más de la cuenta, prefería la
cachava. ¿Entonces por qué le difaman? Por crueldades de la política y por
veleidades del destino. Trataremos de esclarecerlo en este libro. La historia -vuelvo a insistir- en este país
no la escriben los vencedores sino los traidores.
XLVIII
ENRIQUE IV Y LA IGLESIA
La
iglesia española había adquirido un gran poder e independencia frente a Roma
gracias al llamado Cisma de Occidente. Una gran parte de los prelados de
Castilla y Aragón se inclinaban por el pontífice de Aviñon en cuya sede se
instaló uno de sus nombres de mayor relumbre: el Papa Luna Benedicto XIII. Hubo
obispos tan significados como el primado de Toledo, Gil de Albornoz. Que
estuvieron con la “legalidad” y la legalidad entonces no era el Vaticano.
Se produce entonces una literatura y una
tradición irreverente hacia la primacía papal habida cuenta que el poder en
este lado de la cristiandad residía en el episcopado. Roma estaba lejos y no
tardó en condecorarse con una aureola negra de corruptelaS, perversidades,
puterío, practicas simoniacas y esta corriente de opinión se detecta en autores
castellanos como Juan de Mena, el Marqués de Santillana, el Arcipreste de Hita
y el de Talavera. Estas invectivas se disfrazan de alegoría como en el
“Laberinto de Fortuna” (en la corte de
Roma se excomulga a los vencidos y a los vencedores se corona”) y otras son
más directas como en el “Libro del Buen Amor” (yo vi en Roma do es la santidad que todos al dinero facían humildad).
La Silla Apostólica es considerada un comodín y como juzgado de última
instancia para dirimir litigios eclesiásticos, sobre todo, pleitos
matrimoniales.
Enrique IV quiere ver anulado su matrimonio
con Blanca de Navarra y ello ocasiona una de las muchas contiendas civiles
entre el príncipe de Bearne y la corte castellana. Pío II reclama dineros y da
largas. Esto de las nulidades matrimoniales va a ser uno de los grandes
negocios del palacio de San Juan de Letrán. Entre los reinos cristianos veían
en el Papa la última ratio o suprema corte de apelación cuando querían dar
marcha atrás en sus bodas, y éste con estos dimes y diretes y sus monseñores
hacían caja. Caso palmario fue el de Enrique VIII cuando repudió a su legítima
Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. Los talamos regios estaban
inquietos ahora y entonces. El sexo ha sido una fuente de divisas para la curia
romana porque así son los humanos y porque el catolicismo se ha entendido como
un problema de bragueta desgraciadamente en desdoro de las enseñanzas
evangélicas. En sus predicaciones Jesucristo pasa de largo y como de puntillas
en lo que se refiere a las relaciones entre hombre mujer. Sólo anatematiza
contra aquellos que promueven el escándalo pero aquí tenemos a toda una ingente
masa de confesores, curadores de almas y directores de conciencia que con
mentes enrevesadas sembraron el bullicio, los escrúpulos y el dolor en muchas
almas tiernas, haciendo caso omiso de los traumas que han causado en sus
dirigidos cuando se han producido abusos sexuales.
La Moral y los Cánones nos llevarían siempre a
un terreno pedregoso de quien peca, cómo y con quien. Por ejemplo, en la edad
media se consideraba un pecado muy gordo ver desnuda a la mujer. Sólo estaba
permitido el coito dentro del tálamo conyugal y así y todo sin morbo, a pelo,
el aquí te pillo, aquí te mato porque incluso dentro del lecho canónico, el
goce se consideraba una desviación de la moral cristiana. De Roma llegaban las
bulas de cuaresma, los reescritos, los anatemas, las sentencias inculpatorias
por concubinato o la absolución de culpas que eran materia reservada al Papa.
Estas prácticas se consideraban una rutina pero el pueblo era muy creyente,
creía en el cielo, el infierno y el purgatorio, y al morir dejaba mandas de
misas y de limosnas o hacía donaciones pro ánima que tanto han enriquecido a la
Iglesia. Los obispos eran magnates y sus clérigos próceres.
Gozaban
de inmunidad penal y en parte su poder se acercaba al de los mismos reyes. Sin
embargo, dentro de esta jerarquía corrupta y dominante de los siglos XI al XV,
cuando los arzobispos eran próceres y señores de horca y cuchillo, nunca estuvo
el cristianismo tan arraigado y seguro de sí mismo pese a las limitaciones de
sus pastores que a veces eran lobos disfrazados de piel de oveja, ni fue tan
firme la fe. Existía el convencimiento de que el cristianismo era la religión
verdadera y mi país con razón y sin ella. Se moría por esa fe. ¿Por qué? Porque
había un propósito común de avance frente al Islam y una liturgia que se
extendía por toda Europa desde Portugal hasta Suecia y desde Inglaterra al
Principado de Moscú. ¿Y el Papa? una especie de cuarto dios después de la
Trinidad, como señala Clarín. Entonces la Iglesia tenía un cuerpo muy grande y
una cabeza pequeñita que no se asomaba a la televisión y vivía prisionera en
San Juan de Letrán, lo que exacerbaba su carácter mágico. Se le besaba el pie y
todos los reyes querían ganar como mejor trofeo de sus vidas la rosa de oro o
ser proclamados defensores de la fe como ocurriría con Enrique VIII de
Inglaterra el cual despechado en sus anhelos de disolver su matrimonio con
Catalina de Aragón, se puso de manos traseras, renunció a esa fe que defendía y
fundó una iglesia por su cuenta. Al intentar rebasar el límite de sus
competencias el pontificado se produjo la hecatombe religiosa de la edad moderna.
En parte Roma tuvo la culpa de Lutero y de Calvino.
La otra culpa de la rebelión la tuvieron las
epístolas de San Pablo que desencadenaron una tormenta de fundamentalismo y de
Biblia a palo seco. Castilla se va a quedar sola en la quijotesca defensa de la
utopía papal aunque los castellanos fuesen poco fervorosos en sus prácticas
religiosas pero siempre respetaron la tradición. Enrique IV, aunque tibio con
moderación, favoreció a los franciscanos y hace donaciones y mandas para que
las Clarisas abriesen dos conventos en la ciudad. En uno de ellos estaba
instalado su palacio y esta generosidad hacia los frailes menores se repite en
Madrid y en Toledo donde dice la tradición que tuvo amores con una monja que
era priora de aquella congregación.
La
consecuencia a extraer de esta interpretación es que con frecuencia hacen más
por Jesucristo los que se consideran a sí mismos pecadores que santurrones.
Porque tan importante como la fe es la tradición y es por ende que al
convertirnos en martillo de herejes en Trento los españoles nos enfrascamos en
la defensa de una causa perdida. ¿Ocurrirá otro tanto con el mundialismo, el
entendimiento entre civilizaciones de ZIP? En las Gesta Hispaniorum sale a
relucir esta desconfianza hacia la primacía romana que se compadece con la
alegría de vivir aunque fuese en pecado mortal. Los obispos no solían decir
misa a diario, tarea que delegaban en sus capellanes. Únicamente oficiaban en
las solemnidades. Y éstas tenían un poco de convención social y un mucho de
espectáculo porque la Iglesia no consiste meramente en cánones y en casuística.
Relata un historiador del siglo XVII que un confesor niega la absolución a un
penitente porque había tenido cinco cópulas con su mujer en una misma noche… quinque in eadem noctem; eso era lascivia
y un mal uso del sacramento del matrimonio destinado a la procreación no al
deleite. Esta obsesión sexual que tanto daño hizo a la iglesia puede que sea
una aberración de su doctrina soteriológica. La iglesia es también filocalía,
culto a la belleza, melodía y misterio.
La misa no viene a ser más que la
representación alegórica y teatral del drama de la redención. Después de eso,
que cada uno haga de su capa un sayo y allá con su conciencia. La norma
evangélica es el ideal al que aspira todo bautizado a sabiendas de que
contempla una meta inalcanzable. Los hombres hemos sido fraguados en barro.
La fe del carbonero tan denostada tiene
entonces lados inefables. Y un poco es la fe del carbonero la que practica
Enrique IV quien no acaba de entender al primado Carrillo, su enemigo jurado.
Se muestra humilde y pese a todo mantiene en su corte a un cabildo de
capellanes. Uno de ellos será Diego Enríquez del Castillo quien escribió la
crónica de la batalla de Olmedo pero un día que se fue de putas le robaron el
ms. Seguramente los parciales de Alonso de Palencia.
Quinque cognitiones in eadem nocte. Que barbaridad. Entonces los había que eran superman. Sin embargo a
estos clérigos disolutos, a estos obispos que iban a la guerra y tenían sus
mancebas, creo que nadie se atrevería a profanarles una capilla o entrar una
noche en un templo a robar hostias consagradas. Los culpables se expondrían a
un buen ladrillazo de Roma. La iglesia de entonces era plaza fuerte. En la
actualidad se bate en retirada y eleva a los altares a jerarcas tan dudosos
como Wojtyla. Yo me quedaría con don Alfonso Carrillo que sigue ostentando su
báculo y su mitra en esa estatua de bronce de Alcalá mirando para Cisneros que
tampoco era manco por eso cabo y se fue a pelear con el sarraceno a Oran. Pero
este concepto de la fe se defiende con la espada y de que la letra con la
sangre entra la habían asimilado los cristianos de la tradición muslímica y de
los largos años de brega durante la Reconquista. “Mete tu espada en la vaina”
recomienda Jesús a Pedro en el huerto de Getsemaní cuando Cefas en un arranque
de coraje corta la oreja a Malco uno de los que bajaron a prenderlo.
Ciertamente el pensamiento cristiano es pacifista y “dejado” en los brazos de
la Providencia pero la religión católica la integran seres humanos pecadores y
de la misma forma que los mahometanos no siguen la ley del Corán con frecuencia
y los judíos caminan por la historia de espaldas al Sinaí porque también son
pecadores no se puede pedir peras al olmo ni exigir la perfección a la
jerarquía eclesiástica de la cual ellos carecen. Esta actitud es muy condenable
pero se encuentra muy extendida cuando se recrimina a los seguidores del
Crucificado matar en nombre de la Cruz. Sin embargo los ocho siglos de la
Reconquista ¿no fueron una guerra defensiva y, en cuanto tal, perfectamente
lícito el batallar?
XLIX
EL CRONISTA HERNANDO DEL PULGAR Y ENRIQUE IV
Y vi a don Hernando aplicado a su pupitre cálamo en
ristre yugo y atril escribiendo en las largas noches de invierno en su aposento
del castillo de Coca. Cartas fueron venidas y consejos anotaciones bíblicas
para el que quisiera llevar. Al obispo de Tuy Diego de Muros arrojado a una
prisión de Coimbra por haber echado en cara al rey de Portugal don Juan segundo
sus insidias contra Castilla, corría el año 1478 y el poder regio primaba sobre
el episcopal. Los mastines de la grey ladraban desde el púlpito excomuniones
con brios apocalípticos. Los profetas y los que decían verdad eran arrojados al
foso de los leones. Iban y venían con sus sacos al hombro cargados de profecía.
Ese año de 1478 nació el príncipe don Juan y todos
creyeron que era el precursor o Mesías de las Españas que por entonces no era
sino Hesperillas, nombre que debía al de una estrella speros que seguían los marineros griegos cuando viajaban al oeste
en busca de las columnas de Hércules pero hete aquí que las famosas pilastras
se estaban derrumbando pero este clérigo escritor proponía servir a dios con
devoción, al rey con lealtad y a la patria con amor. Escribe a la reina doña
Isabel instándola al aprendizaje del latín que le enseñaba Beatriz Galindo y
dice que es lengua zahareña que no se
deja aprender de los que tienen muchos negocios y preocupaciones en la cabeza
pero muy recomendable. Al paso advierte a un canónigo de Sevilla tiempos
revueltos y algaradas por lo de los cristianos nuevos que trajeron divisiones
discrepancias, descalificaciones sobre la mala condición inquieta de natura de
los españoles. El tal canónigo llegaría a ser cardenal de España y era converso
pese a su apellido Pedro Hurtado de
Mendoza. “Los hispanos, señala, en la guerra son perezosos y en la paz
escandalosos”. Tenía buen ojo clínico don Hernando y hace una evaluación
periodística del mundo que circunvolaba en torno a su mirada aunque no deja de
reconocer que se siente parcial del bando isabelino y detractor de don Enrique.
Admite empero que el monarca lo era todo menos cruel porque a diferencia de
otros ostentadores de cetro y corona de su tiempo – Juan de Portugal mató a su
privado y a su propio hijo; en Navarra los envenenamientos estaban a la orden
del día y el rey de Aragón respondía a las venganzas catalanas con la
contundencia sangrienta y homicida del badajo de la campana de Huesca- no colgó
a nadie y los desmanes en Castillas corrían a placer porque en los patíbulos
crecía la hierba. ¿Por pusilanimidad del rey absoluto o por bondad? Vaya usted
a saber. Lo cierto es que cualquier historiador avisado ha de notar una carga
de animosidad contra sus personas. Es destacable en este terreno el rijoso
Palencia clérigo de origen converso. También lo era Pulgar aunque no llegase a
los extremos de animadversión de aquel rey cazador y abúlico que se convergería
en el risum teneatis de los nobles de las intrigas lusitanas de los obispos en
especial de del primado Carrillo y de Navarra. Le habían hecho casar a la
fuerza con una princesa que llevaba las tres efes fatídicas de ser fea floja y
fría y colorada[4].
No hay que preocuparse. Eros y Tanatos se unen en el mismo lazo y la muerte es
el último de los dolores terribles pero dura poco lo mismo que el coito sexual.
Quemaron Escalona por entonces y otras muchas
ciudades de Castilla a causa de las rivalidades y bandos entre las casas
ducales, las episcopalías y los maestrazgos el de Calatrava con el de Santiago,
el de Avis con el de Montesa. En el cerco de Montánchez por ejemplo perecieron
mil jinetes y doscientos ballesteros. Toledo estaba revuelto y a favor del rey
portugués. En Sevilla serían provocados desmanes por los conversos y hubo un
asalto a la aljama. El pueblo se alza en armas contra la usura de ciertos
prestamistas y el lujo y la lujuria de la iglesia dominada por antiguos
rabinos. El biógrafo jurado de los reyes católicos escribe una carta muy
sentida a la reina y ésta otorga el perdón general. Lo acontecido en Sevilla se
relaciona con los desmanes habidos en Burgos cien años atrás y en Segovia casi
paralelamente, en Toledo y en Zaragoza.
Pulgar entona un misereatur y aduce razonamientos
del antiguo testamento que conocía bien y de los que están trucados sus cartas
y sus comentarios a las coplas de Mingo Revulgo. El arzobispo hispalense es
preconizado cardenal de Toledo. Se inicia la primacía de los Mendoza de gran
importancia en la iglesia castellana.
Entona don Hernando el misereatur y le dice a la
reina que mire en su magnanimidad cómo los hombres son todos inclinados al mal
y le hace advertencias de la mala índole de los españoles quejándose de los
tiempos disidentes y banderizos que corrían, suplica clemencia y doña Isabel se
la concede.
El conde de Cifuentes cae prisionero de los moros en
la batalla de Atarija. Muy afligido debió de estar el buen conde en su mazmorra
cargado de cadenas. Como en el famoso romance no sabe cuándo es de día ni
cuando las noches son si no es por una avecilla que le cantaba al albor,
matosela un ballestero, dele dios mal galardón. Vía epistolar le consuela el
buen cronista diciéndole que aprenda árabe pero maldita la gracia que le debía
de hacer a Cifuentes iniciarse en la algarabía. Pagaron su rescato en una fuerte
suma de ducados y regresa a sus posesiones alcarreñas harto enojado el prócer.
Muchos buscan el tenue consuelo de la filosofía.
Estas décadas turbulentas en que el feudalismo da sus últimos suspiros están
llenos de senequismo. Las gentes de bien emigran al exilio interior, el alma
contrita. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. En la corrupción de
las costumbres están la destrucción y la muerte mientras los predicadores, esos
mastines de los que hablan la Coplas de Mingo Revulgo, no dejan de proferir en
sus broncos ladridos al barruntar el cerco de los lobos a la majada
advertencias apocalípticas sobre el enojo de la divinidad contra una humanidad
corrompida. Poco más o menos, la misma situación que hoy. Es por lo que el
cardenal Mendoza, un converso, establece la Institución de Sevilla 1478 con
enojo del maestro Pulgar que trasluce su disgusto y ciertas simpatías con los
herejes y tacha de albardanes o burros a quienes critican su postura. Los
quiciales sobre los que se soporta el cancel de las puertas del firmamento
ceden a la furia de los tiempos. Escribe una carta, desengañado, a una hija
monja profesa clarisa en Dueñas alabando su decisión de haber abandonado el
siglo y haberse sacudido el yugo del matrimonio y vivir alejada de los miedos,
los locos gozos y discordias, las lides acechanzas, iras, enemistades,
mentiras, lisonjas, engaños, porfías, ambiciones, envidias, osadías, lujurias,
fuerzas y estupros, menguas, pobrezas, adulterios, sacrilegios y herejías,
calumnias, juicios inicuos, trabajos y latrocinios del mundo. Al trasluz de
esta lista de maldades se observa que el ambiente no ha cambiado demasiado en
las mentalidades del hombre del siglo XV y del XXI. El hombre, agrega citando a
san Agustín, no puede vivir sin trabajo, sin dolores y sin temores. Avanza la
técnica, llegan nuevos inventos pero la condición humana sigue idéntica a sí
misma pese al celo de los moralistas, las evaluaciones y directrices que
formulan los sociólogos y psicólogos. Es consuelo el que da la religión a los perdedores.
Según él, guarda de los peligros y alegra el corazón aparte de que permite ver
los toros desde la barrera, nos dice aquel padre desengañado y que recuerda con
tristeza sus alegres años de estudiante en la Sorbona donde se encuentra con un
compañero que había tomado el habito de los dominicos y le dijo que si no
hubiera pecado tanto no habría aborrecido tanto el pecado. Una anécdota
parecida a la que se produciría medio siglo más tarde cuando Ignacio de Loyola
amista en Paris a Francisco de Javier. De qué te sirve el mundo si pierdes el
alma.
Lejos del inmanentismo actual aquellos castellanos
creían que esto era un valle de lágrimas o una mala noche en una infame posada.
Lo importante, de lo que se trataba el existir, era la salvación del alma.
Hay en estas letras o cartas observaciones
meteorológicas. Los siglos medievales terminan en el décimo quinto en que se
enfría la tierra. Acontecen grandes rigores climáticos. Las montañas y los
mares desatan sus furias y Pulgar ve también en esto una señal del dedo de
dios.
Al obispo de Coria a cuya silla accede desde el
decanato del cabildo toledano le dice que siente acidia y que le repugna el
escribir porque estoy cansado de tanta muerte, tantos robos, asonadas, fuerzas
y desafíos cada día más abundantes en las diversas partes de estos reinos. Don
Francisco entra en su diócesis a lomos de una pollina blanca el año 1473.
Descendía de conversos lo mismo que Lope Barrientos que ocupaba la silla de
Cuenca y autor de Tizón de la Nobleza
Española. La idea de la honra preside las relaciones y las cosas hasta la desmesura al igual que el más allá.
Y es la religión el eje de marcha de la reconquista.
El infiel tiene que ser dominado o convertido y que la cruz ha de triunfar
sobre la media luna y el candelabro del tartaja. Ningún otro país del mundo fue
víctima de ese ideal a excepción de los Estados Unidos que trata de imponer el
parquísimo democrático como un dogma de fe. Como resultado de esta aspiración y
de tratar de aplicar tu religión, tu forma de pensar a viva fuerza se
desencadena la guerra y como bien demuestran las calendas de la actualidad que
hoy son los telediarios. La mercadotecnia norteamericana vive por y para la
guerra porque la guerra reditúa muchos más beneficios que la paz. Ya los
romanos adoraban a la diosa Belona como compañera de cama de Mercurio. Las
armas que arruinan y destruyen no pocas vidas y ciudades a una pequeña minoría
les hacen ricos. Recordemos las arcas llenas de arena con que el Cid Campeador
engañó a Raquel y Vidas haciéndoles creer que guardaban oro. Un detalle
significativo que demuestra que en la Reconquista las aljamas hebreas tanto en
la zona cristiana como entre los muslimes gozaban de la protección del rey
castellano y de los taifas porque subvenían los intereses bélicos de unos y
otros, prevenían las escuadras, dotaban de maquinaria de destrucción (espadas,
torres de asalto, testuces, pólvora y artillería) a los ejércitos. Campos de
Haceldama, el oro de Judas, la maldición del progreso, la usura como palanca de
cambio. Claro que la táctica se volvió contra ellos en 1492 y esto forma parte
de un asunto clave y misterioso- el bando de los poderosos hebreos se decanta
por Isabel y luego ésta los expulsa- determinante la gobernación del último de
los Trastámara tan denostado por sus enemigos. Detrás de su supuesta
afeminación, relajo, impotencia del rey de la granada y del agridulce reinar se
encontraba el auge del pensamiento castellano, de las artes, la literatura y la
ciencia. El afán de utopía del alma
grandiosa castellana que soñaba otros mundos. Y detrás de don Enrique mal
llamado el Impotente estaba la corte de su padre don Juan II con su estadillo
de poetas, astrólogos, sus frailes iluminados, sus geógrafos. Nada surge por
generación espontánea.
En Hernando del Pulgar se echa de ver esa típica
melancolía española del escritor que se siente inerme de tanto batallar y solo,
profundamente solo, recordando las ansias de su juventud, las izas y rabizas,
el baile de la chacona con sus recuerdos de la vida bona, los amoríos ardientes
que siembran la melancolía en el corazón apagado ya y sin fuerza de un viejo
prostático e impotente. Amar después de los sesenta es hacer el ridículo.
Cruzada esa raya liminal, los hombres se ven obligados a un voto de castidad
forzosa. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar como escribió aquel
gran poeta de la corte de Enrique IV, Jorge Manrique.
L
ENRIQUE IV Y LOS JUDÍOS
Se ha intentado comparar a Enrique cuarto con Carlos
II el Hechizado pero todos los historiadores son contestes de que no puede
haber parangón tal. El Trastámara era valiente- fue el primer monarca que
devolvió a España el peñón de Gibraltar y resultó herido en la toma de
Archidona al poco- vicioso amante del vino y de las mujeres aunque es posible
que también de los mozos y la sospecha de su bisexualidad no probada habrá de
ser investigada, muy poco rezador y su amistad con los moros le hace ser
sospechoso a algunos de sus contemporáneos de sectario de Mahoma. Le gustaba la
caza, correr toros y cañas y más de alguna vez se le vio en algún torneo sobre
el palenque pese a su horror a la sangre por las heridas inferidas en el asalto
a las almenas de Archidona. Mientras el Austria era un imbécil y un caso
clínico de los desastres a los que puede llevar la naturaleza: enano, casi
deforme y supersticioso, puesto que creía en fantasmas y en aparecidos. No Enrique IV no fue el
baldón de la monarquía absoluta ya que en su época de convulsiones, revueltas y
aventuras se crearía el germen de la unidad de la patria. Su hermanastra Isabel
va a recoger el testigo. Los más calamitosos reinados que convirtieron a España
en una caricatura de sí misma fueron dos: uno absolutista con trazas de
constitucional el de Fernando VII y otro constitucional con trazas de
absolutista el de Juan Carlos I al que puso Franco. Éste no solamente no ha
recuperado Gibraltar sino que entregará Ceuta y Melilla a su primo el alauita y
puso el país a los pies de los caballos norteamericanos que estampan sus cascos
apocalípticos contra el empedrado internacional; la eventual secesión de
Cataluña, el pavoroso desempleo juvenil, la llegada en masa de inmigrantes de
todos los rincones del planeta y seres tan despóticos y repelentes como los que
nos desinforman y nos desgobiernan. Con don Enrique España aun en agraz se
estaba fraguando mientras con don Juan Carlos se descompuso y esto parece la
corte de los milagros trufada de una turba de soplones y aduladores... Y todos
estos buitres, epitome de la ambición y las ansias de poder dejan muy pálidas
las esferas de aquellos maestrantes y magnates de la nobleza castellana de la
decimoquinta centuria castellana: El primado Carrillo, renegrido, petizo,
hombre correoso, generoso con los de su bando, violento, infumable
eclesiástico, los obispos de Coria y de Mondoñedo, don Pedro Girón, don Suero
de Quiñones el del paso honroso del Órbigo, el duque de Betanzos y otros muchos
de la cuadrilla. Que aquellos prelados al lado de los “modelnos” se han quedado en hermanitas de la caridad. Ellos nos han
tirado al lago de las pirañas. Con ellos por ellos y en ellos España va cuesta
abajo.
El solo hecho
de haber ganado la plaza de Gibraltar al año siguiente de ser coronado debiera
de hacer del Trastámara uno de los monarcas más honorables del elenco, pero
aquí hay una conspiración sepulcral para los hechos medulares y los hombres que
los claros varones de Hernando del Pulgar hoy son botarates se publica la
gallofa, se persigue a los buenos escritores y los libros escritos en el
reinado del Rey Felón duermen el sueño de los justos dentro de un cajón,
olvidados en un altillo o una gaveta. En cuanto a lo de impotente vayamos por
partes Porque ahí queda el testimonio de las putas de Segovia que don Enrique
estaba mejor armado que un carabinero. Es un hecho ineluctable que se enamoró
de una azafata portuguesa de su segunda mujer doña Juana de Portugal que se
llamaba doña Guiomar de Castro. La reina la echó fuera de Segovia pero doña
Guiomar siguió siendo visitada en Arévalo donde la puso casa y renta; y otro de
sus romances lo tuvo nada menos y nada más que con la abadesa de un monasterio
de Toledo que se llamaba sor Benilde. ¿No haría Enrique IV a pelo y a pluma?
Que va o por lo menos no era tan impotente como dicen los que le calumnian.
Entonces, ¿de dónde le viene tanta infamia? Muy
fácil. Sus relaciones con los judíos adquirieron un sesgo poco favorable porque
ya en tiempos de su padre últimos años del reinado de Juan II se produjo el
ultraje sacrílego de las sagradas formas en la iglesia de San Facundo que
conmovió a la ciudad. La hostia que hervía en un caldero de la sinagoga empezó
a subir por el aire y se produjo el llamado milagro de la Catorcena. Parece ser
que tales actos sacrílegos suelen producirse cuando los judíos tienen mucho
mando y es suceso continuo y lamentable en la España de 2011 al igual que lo
era en la España de 1418: quema de las puertas de la iglesia católica de Santa
Catalina en Majadohonda, atentado contra varios templos de Barcelona, robos de
copones en los Caramancheles y así sucesivamente. El hecho en la Segovia del
siglo desencadenó toda una conmoción popular. Esa enemiga o animadversión no sé
si justificada pero real tenía un trasfondo económico porque los judíos eran
los alcabaleros y freían a impuestos a la comunidad. Por otra parte se daba el
hecho curioso de que los hijos de Moisés se bautizan aunque en oculto sigan
practicando la Ley Vieja. Este parece ser el caso de Alonso de Palencia
burgalés que era algo pariente de Pablo de Santamaría el rabino de Burgos que
convertido a la fe de Jesús llega a arzobispo y su hijo Alonso de Cartagena al
que se atribuyen las Coplas del Provincial y que sería obispo de Málaga era
pariente de Palencia. En ese contexto habría que examinar el origen de las
opiniones que vierte contra el soberano embadurnadas de contumelia y de hechos
reales. Medias verdades. Su IV Década alude a las indecisiones y a los
calamitosos sucesos por las burlas que cundían por todo el reino sobre los
cuernos que le puso don Beltrán; sin embargo, su paternidad la reconoce su
propia mujer doña Juana en Buitrago cuando es interpelada al respecto por el
cardenal de Albi cuando iban a casar a la Beltraneja con el rey francés.
-¿Jura, Majestad, que Juana es hija del rey su
marido?
-Sí, lo juro- dijo la portuguesa con un acento que
tenía cadencias de fado. Su voz se perdió por los montes y valles de Somosierra
Se pasa por alto el que plantara por vez primera vez
el pabellón castellano en la Roca de Gibraltar y amen de eso fuera el promotor
de las guerras de Granada. Mucho apreciaba a los moros porque hablaba el árabe
y había adoptado algunas de sus modas o lucía en el campo armas arábigas pero
fue el primero en darse cuenta de que la unidad nacional tendría que tener un
trasfondo de unidad de las tres religiones a la sombra de la cruz. Su hermana
Isabel recogerá esa antorcha.
[1]
nutria
[2]
Verbena en bable
[3] mean
[4] Según
los fisiólogos la impotencia supuesta de don enrique pudo deberse a que las
pelirrojas no suelen ser buenas compañeras de cama en el lecho conyugal,
Marañon por lo menos reconoce que la
flojera sexual de su biografiado era parcial
[i].Dives toletana, sancta
ovetensis, pulcra leonina, fortis salamantina, ebúrnea burgalensis. Un adagio
que se atribuía en la España medieval a las antiguas catedrales.
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