PSICOLOGÍA DE UN ADULTERIO
Tema eterno que dio pábulo a la novela y al teatro, así como a la crónica
negra, desde la vida misma, ceba el monstruo de la literatura de bulevar y
también de la novela psicológica. Madame Bovary ha tenido no pocos secuaces. En
la actualidad es asunto de la tragedia de todos los días porque aquí está el
origen del crimen pasional y la violencia de género. Un adulterio en la alta
sociedad de Oviedo le hizo escribir a Clarín su Regenta. Es asunto recurrente en Galdós pero a mi juicio pocos
autores lo han tratado con tanta solercia y dominio de las pasiones que
irrumpen nadie sabe por qué dentro de un matrimonio y destrozan familias
originando crímenes y desgarros como Ricardo León en “El Amor de los
Amores”. En esta novela se retrata a Juana la esposa de don Fernando
Villazal y Samaniego de cuerpo entero. Es la historia de los amores de esta
mujer hermosa y de origen humilde con Felipe un anarquista miembro de la
masonería, de escasas virtudes físicas y morales pero dotado de grandes poderes
de persuasión. El usurpador del amor de los amores es taimado, rastrero, hipócrita
y traidor. Sólo la bondad y la elegancia de don Fernando permiten que acceda
como un miembro de la familia a la Torre. Se enfrentan en estas tinieblas la luz del ángel con
la serpiente maligna, la caridad frente al egoísmo, la hidalguía y señorío
español de la pureza de la sangre contra la villanía del converso. Y vence
aparentemente el diablo. El mensaje de este libro coloca muy en entredicho las
enseñanzas del mandato nuevo: hay que amar los enemigos. Sin embargo don
Fernando al permitir la entrada en su casa a Felipe deja que el demonio allane
su morada y le robe lo que más quiere: su esposa y su hacienda. He aquí una
diatriba contra la filantropía y el buenismo.
Dice el evangelio que no se puede quitar el pan de la boca de los hijos para
dárselo a los perros Siempre oí decir que la caridad bien entendida empieza por
uno mismo y la comisión del amarse unos a otros es una utopía que la iglesia
como institución casi nunca ha seguido. Ese es el enigma metafísico que plantea
esta estremecedora nación. El señor de la Torre que estaba ciego milagrosamente recupera la
visión cuando da a luz doña Juana para comprobar que el hijo de la parida no es
suyo. Es “un gitanillo”. La familia se deshace, la casa se destruye. El
protagonista renuncia al mundo y se lanza a los caminos como ermitaño abrazado
a su dolor y a la cruz. Doña Juana en los primeros capítulos cuando el autor
describe al antagonista muestra aversión hacia la persona de Felipe. Sin
embargo es victima de una pasión irresistible hacia aquel hombre mal encarado,
ladino, de ojos hundidos y sin ninguna atracción física. En contraste, no
siente nunca por su marido Fernando ninguna admiración, lo trata como a un
niño, lo humilla en público. Ricardo León avizora en este desdén un fallo que
derivará en tragedia. La mujer tiene que ser dominada no sólo física sino
psicológicamente por su esposo. Surge la lectura, los palos, las voces, las
lagrimas, los tiros, las cuchilladas y todas esas tragedias del hogar que nos
relatan a diario los informativos y son el afrecho de muchos programas
matinales de la tele que viven del morbo y del dolor ajeno sin que se analicen
en profundidad los orígenes y las causas. Decir violencia de género es algo muy
genérico y traído por los pelos. Nuestros psicólogos, nuestros periodistas llevados
por el sensacionalismo se quedan tan solo en la epidermis. Es el síndrome de
Madame Bovary. El fracaso del matrimonio en occidente, el amor de los amores se
va a pique arrastrando a la profunda sima a nuestra sociedad. Ricardo León no
sólo nos deleita con este libro publicado en las primeras décadas del pasado siglo
sino que nos brinda a los españoles una lección de ética. Abordando un tema que
quizás carezca de solución como el adulterio