CRISTINA FANJUL
24/11/2017
24/11/2017
Perdimos la noche. Fue poco a poco, mientras íbamos prendiendo las velas de la modernidad. Mientras íbamos alumbrando rincones, echamos la oscuridad al saco del olvido. Todo comenzó el día en que alguien abrió la puerta. No lo hagas, le gritaron, pero los paladines del nuevo mundo quitaron los goznes. Dejaron sólo los vanos mientras sobre ellos iba cayendo la aurora. Mientras desaparecía la noche, se quemaban las estrellas y su humo se llevaba las sombras, los ángeles negros que velan el sueño, que protegen la penumbra, los espectros que anuncian las zonas ciegas en las que esconderse al subir al escenario, ese mármol, las que hacen que sigas creyendo en encantamientos, las sombras que te obligan a repetir letanías para poder dormir.
Como la marea, la luz seguía subiendo. Muy levemente, al principio. Era como la bruma, tan callada y sumisa, tan fatua en su resplandor, tan desdeñosa, que la majestuosa visión de la tiniebla siquiera se molestó. Mañana habrá más, decían los profetas… mañana será demasiado tarde, clamaban los juiciosos. Mientras íbamos perdiendo el miedo a la luz, la luz secó nuestros ojos. Nadie nos había dicho cómo reconocer las certezas que nunca antes habíamos visto. Y muchos se quedaron ciegos de tanta realidad.
Un mundo sin sombras, un lugar sin refugios… la luz se reía mientras secaba el miedo pero prometió dejar una noche más, una última noche que todos aprovecharon para tejer de nuevo los misterios. ?Nos lo dijeron y no lo creímos: ‘la claridad lo invadirá todo para dejaros solos, sólo con la evidencia por horizonte, sin nada ya que explorar’.
Perdimos la noche. Fue poco a poco, mientras íbamos prendiendo las velas de la modernidad; mientras íbamos levantando una nueva humanidad no nos dimos cuenta de que la luz quemaba, de que los cuentos sólo lo son si podemos cerrar los ojos para crear una ilusión de fugacidad. Mientras perdíamos la noche, fuimos olvidando sus palabras: inmortal, dios, eternidad, sueños, desierto, mamá, dame la mano que tengo miedo...
Como la marea, la luz seguía subiendo. Muy levemente, al principio. Era como la bruma, tan callada y sumisa, tan fatua en su resplandor, tan desdeñosa, que la majestuosa visión de la tiniebla siquiera se molestó. Mañana habrá más, decían los profetas… mañana será demasiado tarde, clamaban los juiciosos. Mientras íbamos perdiendo el miedo a la luz, la luz secó nuestros ojos. Nadie nos había dicho cómo reconocer las certezas que nunca antes habíamos visto. Y muchos se quedaron ciegos de tanta realidad.
Un mundo sin sombras, un lugar sin refugios… la luz se reía mientras secaba el miedo pero prometió dejar una noche más, una última noche que todos aprovecharon para tejer de nuevo los misterios. ?Nos lo dijeron y no lo creímos: ‘la claridad lo invadirá todo para dejaros solos, sólo con la evidencia por horizonte, sin nada ya que explorar’.
Escribe tu comentario
Para escribir un comentario necesitas estar registrado.
Accede con tu cuenta o regístrate.
Accede con tu cuenta o regístrate.
Si no tienes cuenta de Usuario registrado puedes registrarte como Usuario de Diario de León
Si no recuerdas o has perdido tu contraseña pulsa aquí para solicitarla
Si no recuerdas o has perdido tu contraseña pulsa aquí para solicitarla
No hay comentarios:
Publicar un comentario