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lunes, 14 de enero de 2019

AGUSTIN DE FOXÁ. MADRID FUE UNA CHEKA




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AGUSTÍN DE FOXÁ

 

Escribió El cara al sol y puso una letra un vasco, Tellería. A él le debemos la mejor novela sobre la guerra civil. Escrita sin odio bajo el dominio de una prosa esperanzada que han de leer las generaciones del porvenir porque está llena de amor a España y de comprensión hacia los obreros. Padre perdónalos que no saben lo que hacen. Fueron muchos siglos de furor, de opresión de los caciques, mariconeos y manipuleos de los curas que se acostaban con la mejor moza y se llevaban a la cama a los más lindos efebos de los niños de coro. Madrid de corte a checa no solamente es la gran novela de la conflagración hispana sino una de las mejores novelas que se escribieron el siglo XX y que nos perdonen Zola y Flaubert. Pilar Armijo el amor eterno e imposible de José Félix pues está casada supera en emoción y registros literarios a Madame Bovary sólo comparable a la Regenta que a juicio de la crítica es el segundo gran libro en español después del Quijote. Ambas tienen el privilegio de enganchar al lector desde su arranque. Yo me leí las seiscientas páginas del texto de Leopoldo alas Clarín en un par de noche, cuando era moza el año 72. Madrid de Corte a checa me llevó el otro día una tarde de lluvia en Oviedo y parte de una noche. Es la magia del arte un privilegio que otorgan los dioses únicamente a los elegidos.

A través de sus capítulos he visto perfilarse nítida y egregia la imagen de José Antonio, de Onésimo Redondo, de Ramiro y tantos otros que se fueron a montar guardia y nos vigilan desde las estrellas. ¡Qué buen caballero era José Antonio! Si volviera yo sería su escudero, habría que decir plagiando a Dámaso Alonso. En esta novela río en cuyo álveo subyace todo el drama de nuestra guerra civil.

Lo mejor que se puede hacer con las urnas: quemarlas, José Antonio decía y fueron las urnas las que llevaron a la debacle de la guerra civil a un pueblo como el español poco preparado para la democracia. Caciques abates a la violeta y demagogos chupasangres desfilan por las páginas de este gran libro escrito en el velador de un café de Salamanca en 1938. Sus contextos son proféticos y el drama de entonces vuelve a estar sobre el tapete hoy. El desencadenante de la guerra civil fue el Estatuto prostituto de los catalanes. Son los mismos perros con otros collares, los mismos rostros disfrazados de otras máscaras… “Ramón Gómez de la Serna se levantaba rechoncho con su pipa de recientes brasas, la chalina de seda moteada y la voz chillona… y don Niceto Alcalá Zamora verbo florido clamaba: niña la chistera que abajo ya está el coche” la república fue un guirigay de encopetados señoritos burgueses que aborrecían al pueblo al que decían representar y que los fines de semana se largaban a patear la sierra y hacer alpinismo por las cumbres del Guadarrama. Eran los de la Institución Libre de Enseñanza. “Uno parecía estar viviendo una novela de Pío Baroja: ¿Qué hay Telesforo?... era Telesforo Monzón un muchacho narigudo y pálido de una finura femenina y provinciana. Oía misa diaria. Le horrorizaban las frases fuertes y creía que era pecado bailar con las muchachas… ¿No conoces a José Antonio Aguirre?... sentábase Aguirre la nariz vasca y la pequeña boina vizcaína en la mano. Vengo de Bilbao”. Contra el sambenito que le colocaron sus propios correligionarios de meapilas este noble madrileño hijo de monárquicos que vivió la guerra civil escondido en un sotabanco de la calle de la Magdalena, no muestra na singular afección hacia los curas. Le horrorizaba Gil Robles el vaticanista con cara de pera y ridiculiza la elegancia de algunos asotanados como el nuncio Antoniutti. Su descripción de aquellas pobres monjas que abandonaron la clausura de treinta años para acudir a votar en traje seglar mueve a compasión:

-     Madre Teresa, perdóneme vuestra caridad, llaman del obispado que tienen que votar las hermanas. Mañana mandarán coches a recogerlas. Irán protegidas por jóvenes de acción Católica.

-     Y se internó por aquel mundo de frescas penumbras olor a velas apagadas entre las tumbas de alabastro de las infantas fundadoras… salían a la calle después de treinta o cuarenta años de clausura, veían las luces de los escaparates de los cines sus ojos acostumbrados a la luz de la lámpara de aceite del sagrario; escuchaba los frenazos y las bocinas con las blasfemias de los taxistas, habituadas a la dulzura de los salmos. Las recibían con odio y en algunos barrios las apedrearon:

-     Dale a esa tía carca que se traga los santos

-     Veían carteles horribles, escobas que barrían a frailes y monjas entre cucarachas y sapos, obispos golpeando con un cristo a obreros encadenados

-     Estoy deseando volver a mi celda- decía sor Angustias después de votar.

Foxá traza un friso o cuadro de época por el que desfilan políticos, periodistas, intelectuales, militares, reyes y reinas del antiguo régimen días antes de que se proclamara la república; Manuel Azaña feo y cornudo con la cara de hogaza salpicada de verrugas. Era el verrugo. Martínez Barrio un gallego que se dedicaba a estudiar a los místicos, Casares Quiroga el taxidermista, Lerroux que metía a sus secretarias en el coche y les hacía el amor en el trayecto desde el ministerio hasta su finca en San Rafael. Indalecio Prieto aquel ovetense mal hablado que parecía empedrar su conversación de áridos pedruscos. Ernesto Giménez Caballero loas Mussolini que recibía en su casa de cuatro Caminos vestido de un mono azul. Ahí están todos vivitos y coleando los agentes de aquella tragedia colgados de sus mandiles las consignas y las palabras al oído de la masonería. La proclama de Companys. Dencás y Bassols. El Dencás de ahora mismo llamase Artur Mas.

Toda España estaba pegada a la radio y entre los pitidos del guial se llegó a captar la voz de Companys con su grito luciferino de “non serviam” convocando a sus rebaissers (veteranos) largando su arenga:

Rebassaires, escamots, tots per la llibertat de Catalunia, lluieu contra l óppressió.

Parecen frases de ahora en las que no se cansan de insistir los secesionistas.

La modernidad de esta novela estriba en que al cabo de más de tres cuartos de siglo desenmascara la mentira en la cual vivimos, la confusión mental, la tergiversación de nuestro pasado, el odio a la patria y a nuestras instituciones, la desespañolización progresiva de la cultura, las tretas incluso de la masonería más rancia para atentar contra el idioma, la iglesia católica como poder fáctico tan alejada del pueblo y de sus preocupaciones aunque diga llamarse iglesia de los pobres. Esta soberbia, esta hipocresía, ese desdén hacia el oprimido, máxime cuando se hace granjería del legado evangélico y del sermón del monte se convierte en una de las raíces del drama español que tiene un origen religioso.

Sonaron “espetecs” disparos y se fue la onda de Unión Radio. Barcelona se había sublevado

Azaña tuvo un gesto de hombre duro tiros a la barriga y envió al general Godet que entró a sangre y fuego en la Generalidad. Era un fiel servidor de la republica a quien luego fusilaron los nacionales. El pathos se enhebra aquí con esa mirada panóptica del gran artista que cuenta con pulso equilibrado y sin caer en el panfleto la tragedia de aquel momento, sin odio, desplegando toda la artillería de su inteligencia y compasión. Hay un episodio clave para entender la tesis y esta no es una novela de tesis sino una narración circunspecta de lo que aconteció cuando José Antonio Primo de Rivera y Ramiro se asoman a un balcón de la Gran Vía. Por la calle pasaba una manifestación en gran despliegue de banderas roja. José Antonio le intimó a Ledesma:

▬Algún día estas masas serán nuestras.

Luego la debacle. La llegada a los pisos de las Brigadas del Amanecer. Los falangistas de la quinta columna que se jugaban el título salvando de las garras de la muerte, disfrazados de milicianos de la FAI, a monárquicos y derechistas. Madrid vivía una orgía de sangre en aquel tenebroso mes de noviembre de 1936. Fusilamientos hubo en Paracuellos y en Griñón. Era Director de Seguridad crgo en el que sustituyó a Mola Santiago Carrillo un vulgar asesino. En Getafe mineros asturianos dinamitaron y fusilaron la imagen del Corazón de Jesús. Luego las requisas, los paseos, el miedo, un inquebrantable aire de sospecha y delación. Sangre, sexo y amor libre. Llamaban a la puerta de madrugada y no era el lechero. Que te vengas con nosotros. Tenemos que hacerte unas preguntas. Puro trámite, compañero. Las preguntas que tenían que hacer aquellos forajidos era dos tiros en la nuca. Los cuerpos aparecían tirados en la cuneta en los suburbios de la capital. Tramites y formularios de las brigadas del Amanecer de García Atadell, el cual moriría luego arrepentido  de sus crímenes en la cárcel de Alicante, o los sabuesos del espionaje al estilo soviético del SIM a la caza de quintacolumnistas. José Félix permaneció emboscado en una buhardilla de la calle de la Magdalena mientras algunos de sus camaradas falangistas disfrazados de milicianos pasaban al otro lado o libraban de la muerte a inocentes ciudadanos sospechosos por ser de derechas.

“Madrid de corte a checa” es un tour de forcé, testimonio de primera mano, cuartillas escritas en el velador de un café de Salamanca durante el verano del 38. Foxá narra en parte su experiencia personal datos de apoyo pero la novela no es autobiografía. Se trata de un libro perfecto de un escritor maduro a pesar de no haber cumplido aun los cuarenta años. Es la frase certera, la metáfora iluminada, la greguería. Yo he visto en mis deambulatorios por Madrid parte de mi vida reflejada en este libro que esgrime a sus protagonistas caminando entre la iglesia de del Desnudo, la plaza de Antón Martin, Lavapiés y Atocha. Esta comunión espiritual entre autor y lector conforma la magia de las grandes novelas y Foxá, que a mi me recuerda a los rusos que narraron el drama de la revolución soviética (Krasnoff, Gorki, Solzyenitsyn, Andreiev, lo es. Alcanza los registros épicos del drama de una contienda civil en la Madrid rojo que se convierte en epopeya. No es sin embargo un libro pesimista sino un elogio de la vida, de la virilidad, del coraje, la hidalguía, el amor. A lo largo de sus capítulos muchos falangistas oirán el eco de las estrofas del Caralsol que compuso el conde de Foxá al alimón con Tellería asesorados los dos por el propio fundador de FE, José Antonio Primo de Rivera. Mecachis, me asalta la impresión de que los perdedores no supieron contarnos la historia de lo que pasó con tanta acucia y categoría como los escritores nacionales. Porque ni Malreaux ni Hemingway ni Lera ni Arturo Barea o Max Aub no estuvieron a la altura de un Rodrigo Royo dse un Emilio Romero de un Torcuato Luca de Tena de un Pombo Angulo o Cela. Umbral en su “Cesar Visionario” trata de emularlo pero Paco Umbral literariamente era hijo de padre desconocido y no escribe novelas sino que cuenta historias de sí mismo.

Corre una teoría al respecto y es que a los judíos se les dio la facultad para la ciencia la tecnología el progreso el dinero del que siempre están hablando y del que son apasionados así como de la revolución y del sexo que les sirve para acumular millones pero están poco dotados de sensibilidad estética. Un judío sería incapaz de escribir la Eneida. Este es un privilegio que Dios reservó a Roma y al cristianismo. Ahora uno puede entender porque todo Kafka a los buenos profesionales de la literatura les parece una mierda y casi toda la alemana después de la guerra o las novelas inglesas ahora tan en boga y tan traducidas entre nosotros. Después de Orwell y de Somerset Maugham no hay quien escriba buenos libros en Inglaterra y que me perdonen Amis, Graham Green, los caldereros y sastres los autores de thrillers y de who-done-its que están arrasando nuestro mercado en menoscabo de lo autóctono.

¡Qué contraste la letra de la Internacional con el Caralsol… arriba los parias de la tierra, en pie famélica legión, de tono revanchista y sanguinario. Los himnos falangistas hablan de paz, risas, rosas, primavera, alegre paso, cumbres nevadas. El marxismo neocapitalista que domina nuestros medios se alienta de lo feo lo estrambótico el crimen el asesinato la violación la guerra el terror. Y nuestra santa madre la iglesia calla. ¿Madre por ué no hablas? Puede que la literatura sea un veneno pero ¡ay! ¡Qué veneno más rico!

La descripción del asalto al Cuartel de la Montaña y el implacable fusilamiento por las turbas de aquellos soldaditos y oficiales sublevados es una de las páginas más tristes de nuestros episodios nacionales. Galdós no pudiera haberlos descrito de forma tan vigorosa como Foxá. Madrid de corte a checa es un daguerrotipo de la época negra de Goya. A su autor, que tuvo que pagar a precio de envidia incomprensión y calumnias de su propio bando incluso, la historia de la literatura le ha negado el pan y la sal. Una mano oculta y negra ha evitado que esta novela haya sido reeditada como se merece. Es la lógica del revanchismo judío contra España y lo que ella ha significado en el ámbito de los valores humanos y la cultura universal. Pero no importa. Ladran luego cabalgamos

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