VIVA JESÚS MUERA EL PECADO. CONSUELOS Y DESCONSUELOS DE UN
ESCRITOR SIN SUERTE
Es lo que digo yo, Viva Jesús muera el pecado. Busco en la
jaculatoria la divina intercesión para contar la historia del pobre Frutos
Cohombro Perales un hombre vapuleado por la vida: periodista sin suerte al que
engañaba su parienta, blanco de todas las pullas y soflamas. Su vida fue un
constante jugar al chito con la desgracia. Era grafómano, aquejado por la
locura de escribir se hizo sospechoso a las autoridades. Ya que en esta
sociedad nuestra si escribes y Cohombro siempre rompían lanzas contra el
gobierno estás bajo sospecha. Te miran como a un delincuente. Llenó rimeros de
cuartillas. Hojas fugaces de pensamientos volanderos, siempre en lucha contra
los molinos de viento, un agitador de derechas cuando habían ganado las
izquierdas, sufrimientos, enconos, citad judiciales, hombre de Dios, por qué le
da la tontuna a Vd. de poner negro sobre blanco cuanto piensa. Trata de arreglar
el mundo cuando éste carece de arreglo. Yo voy a mi aire. Yo me entiendo y Dios
me entiende, contestaba haciendo valer una cita de Unamuno en justificación de
su locura. Ser periodista es un arte cinegético que tiene que ver con el tiro a
la cabeza, oficio respetable antaño pero del que se han apropiado esas
machorras feminazis que mejor estarían haciendo la carrera o mostrando sus
galas naturales por la Red en lugar de estar pontificando y tertuliando en los talking chous o subidas a lo alto de las columnas de algún rotativos que
las paga bien. Frutos Cohombro a sabiendas de haber elegido una profesión tan áspera
hacía de tripas corazón y sea lo que Dios quiera. Hay que seguir trepando por
la cucaña. Aquí el que aguanta gana. Vivir es torear. Cada día lidiar con un miura,
quítate de en medio que va pasar la camioneta de mi papá. Todo mentiras,
querido don Frutos, súbete al carro de heno del poder, déjate de alicantinas,
una cosa segura, tú busca una cosa segura, hijo, le decía su madre doña Cloti y
el periodista pegaba un respingo, madre, tú déjame a mí, haré lo que me dé la
gana. Sin embargo, las críticas maternales lo descolocaban y acentuaban la
inseguridad que sentía hacia sí mismo. Quizás padeciese algo de complejo de
Edipo. Two wrongs cannot make a right.
Al igual que los grandes soñadores, los poetas chirles, los maridos fracasados,
se afligía ante el derrumbe de su existencia. You are a failure, baby. Lo único que le consolaba y le hacía feliz
era la cuartilla en blanco. Pero ya nadie aceptaba sus colaboraciones como en
su juventud, entonces se podía ganar algún dinerillo. Ahora todo es gratis. Te metes
en la Red y no sales. Te pasas la vida sin cobrar un duro por tu brillante
literatura. Has de trabajar para el turco. No para el turco sino para los judíos.
Este pensamiento a don Frutos Cohombro viejo escritor le traía por la calle de
la Amargura. Estaba que lo llevaban los demonios y le hacía albergar a
redropelo ciertas inquinas antisemitas. Las estanterías de su biblioteca albergaban
miles de folios, en los altillos de sus armarios dormían el sueño de la
incomprensión y el olvido sus cuentos, sus novelas, sus poemarios, los esquejes
de algún drama que escribiría andando el tiempo, pero que jamás concluyó,
algunas ediciones de sus textos impresos pero que rechazaban las librerías por
falta de distribuidor. Publish and be damned,
le dijo un fantasma pero él había dejado de creer en trasgos y aparecidos. Que salga
el sol por Antequera. Tú publica y que te lleven los demonios pero, oiga usted,
yo publico ya ve y me tengo que comer enteras mis ediciones. Internet supuso
una liberación para los poetas poetisas novelistas e historiadores ensayistas
pero no eran sino una engañifa cuando creíamos que nos había venido Dios a ver.
El gran sanedrín encontró en la Red de Redes un punto de vigilancia un faro
para la observación ideológica de la fraternidad y el compadreo universal, habría
que controlar el caos para domar la bestia y ahí estaban los agentes del 666. Escudriño
global. Lupa en ristre, y pipa de Sherlock Holmes haciendo pesquisas sobre las huellas
del crimen. Pero oiga yo no soy un criminal, soy un pobre escritor sin suerte,
sí eres un escritor suerte pero sospechoso, pronto te vamos a ajustar las
cuentas.
−Arredro vayas, Satanás− gritó entonces el pobre Frutos Cohombro
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