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jueves, 8 de agosto de 2024

 



PALESTRINA 1524-1594 MÚSICA POLIFÓNICA CUMPLE MEDIO MILENIO

 

El día de la Transfiguración en la fiesta de san Salvador es costumbre antigua entre los ovetenses llevar ramos de laurel y posarlos a los pìes de la imagen  del Cristo que guarda una de las columnas de la bóveda del transepto de la catedral.

Es una talla del siglo XI muy venerada a lo largo de más de un milenio por los peregrinos a Compostela pues ya lo refiere el dicho: “quien va a Santiago y no visita al Salvador por honrar al criado desdeña a su señor”. Emocionado por haber alcanzado la edad provecta, ochenta años y por la exuberancia del pequeño loreiro que tenemos en el jardín de atrás de nuestra casa dirigí mis pasos hacia la catedral de Vetusta que guarda las reliquias de santa Eulalia y fue el epicentro de las peregrinaciones a Santiago. Por eso denominan a este templo del gótico tardío "sacra Ovetensis". 

Nunca se vieron hojas de ramas tan verdes, ni ramos tan floridos pues con laurel coronaban a los emperadores y a los poetas del olimpo antiguamente.

 Es planta que crece en Asturias al menos en la parte en la cual vivo yo espontáneamente, vivaz y perenne. Recé.

─Ayúdanos, salva a tu pueblo, guarda a tus fieles, Señor

El sol de agosto proyectaba sus rayos oblicuos a través de las vidrieras policromas sobre el rostro del Cristo de les Orelles. 

Es una imagen tosca con los ojos protuberantes que contemplan serenos el pasmo de la eternidad y dos pabellones auriculares sobresalientes.

 Dentro de mí brotaba el raudal de una música de mi infancia cuando era niño de coro en Segovia, aquellas partituras de Palestrina que interpretábamos bajo la batuta del maestro de capilla. Los motetes eran como un gemido. Los improperios de Jeremías hacían llorar mientras, salmo viene y salmo va, se apagaban las velas del tenebrario.

Popule meus quid feci tibi aut in qua conristavi te, responde mihi” Cristo desde la cruz Interpelaba al pueblo de Israel…

 “Pueri Hebreorum” y luego estaban las lamentaciones de Jeremías profeta. A lo último, el “Aleph” y el canto de la Passio.

Los responsorios a seis voces se elevaban por el empino de las bóvedas flamígeras, el eco de esta música divina se dispersaba por los ánditos del triforio y de la vía sacra, aquella solemnidad, aquella unción…

El cristus musicus, el cristus structor o arquitecto el cristo taumaturgo, el cristo profeta, el hijo de Dios resplandecía en la luz de los cirios y jugaba con los neumas de los cantorales en letras grandes, sostén de la melodía.

 Los motetes de Palestrina nos hablaban de clemencia de perdón y de esperanza. Eran la voz de los siglos.

 ¿Quién era Palestrina? Pues un clérigo romano de vida alegre a quien el papa nombró su maestro de capilla. Hecho habitual en el siglo XVI, la centuria del amor. Hay que leer la ¡Lozana Andaluza¡”. 

Tenía cuatro hijos naturales pero la envidia y la intervención de los jesuitas inquisitoriales tan castos como crueles hizo que fuera destituido de su cargo de maestro de capilla. Quedó en la calle. Lo pasó mal. Las penurias y sufrimientos de su vida no afectaron a la majestad, empero, y grandeza de su arte.

Nadie después de él ha conseguido plasmar la belleza de la polifonía eclesiástica. Supo sacar provecho de los registros de la voz humana que es el mejor de los instrumentos musicales.

Asimismo, supo guardar la tradición antiquísima de la liturgia cristiana. El que canta reza dos veces.

El órgano es protestante, las trompetas, el armonium y el piano valen para la danza y el baile.

 Pio X  echó a las bandurrias y guitarras fuera de la iglesia. 

No quiero ser contreras ni remar contra corriente pero el Día de la Transfiguración en la catedral de Oviedo (sacra ovetensis) tuve una experiencia mística mientras besaba los pies del santo y dejaba en la peana un ramo de laureles.

Y estas consideraciones en el quinto centenario de Palestrina debieran mover a reflexión a aquellos que quieren una liturgia sin chantres ni puericantores. A palo seco.

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